La revolución de Cuba ha cumplido 50 años. Y, como revolución, supuso cambios radicales que beneficiaron al pueblo y no los soportaron quienes más poder y privilegios tenían. En el mundo fue recibida con alborozo y esperanza y nadie osó calificarla de dictadura. Ninguna de las dictaduras, por entonces existentes en América Latina, fraguadas por Estados Unidos, hablaron como Fidel y el Che de una nueva situación en que el protagonista y beneficiario era el pueblo. Se trataba, primero de todo, de colocar fuera de su lugar, al arrogante imperialismo yanki. El Pentágono intentó sobornar a los barbudos revolucionarios de Sierra Maestra y esperaba que llegaran a él de rodillas. Imposible.
Ese -el logro de la libertad y de la soberanía- era un crimen de lesa majestad imperial que se pagaba con sentencia maldita: embargo, hostigamiento, chantajes, atentados, calumnias, asfixia internacional, aun teniendo a favor las sentencias casi unánimes de la ONU, en muchos caos. Y, así, hasta hoy: medio siglo. Ninguna de las dictaduras entonces existentes en América Latina, seguían ese camino; ninguna ponía las armas en manos del pueblo y ninguna lograba índices tan altos de alfabetización, de menos mortalidad infantil, de escolarización, de educación, de sanidad, de trabajo, etc. El sueño de igualdad de oportunidades y de no discriminación parecía hacerse realidad. Bastaba recorrer los países del contorno (Haití, Panamá, Guatemala, Nicaragua, Colombia, México, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Perú…) dictaduras unas y democracias otras, y observar el contraste con Cuba en emancipación, igualdad y derechos del pueblo. Países con “libertad” pero con nulos o escasos niveles de “igualdad y justicia”. La revolución cubana no es una democracia occidental al gusto del Estados Unidos y Europa, tiene graves fallos y contradicciones, pero no es una simple y pura dictadura. La historia demuestra que todo intento de revolución y soberanía latinoamericana fue asediado y estrangulado por Estados Unidos. Cuba lo aprendió y no quería que le pasase lo de Allende. Y eso le llevó a donde, en otro contexto internacional de igualdad, respeto y cooperación, no hubiera llegado. No hay pluralidad ni libertad de partidos en Cuba, es cierto. Y eso es un mal y la hace una dictadura, desde la perspectiva occidental. Pero, otros países latinoamericanos, titulados democracias, tienen peores males populares que la carencia de una libertad política. ¿Qué hubiera pasado si la revolución cubana, altamente popular, hubiera sido acogida, respetada y apoyada internacionalmente? ¿A quién hay que pedir cuentas de todo eso? ¿Cómo hacer para que sus ideales -en parte truncados- hoy sean realizados sin tener que detestarla no borrarla del mapa? Esa es la cuestión.
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He observado a lo largo de mi vida (que no es precisamente corta) en las personas comunes, que a su muerte física precede durante un tiempo, a veces prolongado, su muerte moral. Y ello sin signos exteriores, ni orgánicos ni psíquicos. Sencillamente han renunciado a la vida antes de que la muerte les eche de ella, suavemente… o a patadas. Y digo que eso sucede entre las personas comunes y no en las opulentas, porque en estas la mera posibilidad de acrecentar o de defender sus fortunas suele ser estímulo bastante para apegarse a la vida hasta el último suspiro; estímulo que no creo aventurado decir que a esos años a veces funciona también como castigo inherente a la codicia. Dejar mucha riqueza en la antesala de la muerte, sin duda debe ser mucho más penoso que dejar poco o nada…
La muerte moral de la que hablo se refleja en el visible desasimiento y desapego del individuo que ha alcanzado las edades del último tramo de la vida, a lo que no es su más estricta inmediatez. No hay nada que atraiga su atención: la sensación de monotonía, el dejà vu, el tedio son el motor gripado del deseo de acabar. Y no les falta razón. Por muy vivaces que seamos, por mucha energía que hayamos acumulado, por muchos afectos que disfrutemos o por mucha imaginación que conservemos, esa vida moral tiene un tiempo que ordinariamente no coincide con los designios de la vida orgánica y tarde o temprano se pne de manifiesto. La oxidación por la acumulación de las vivencias y el moho espiritual de quizá tanto desengaño, actúan como la carcoma en la madera… Ésta es la razón por la que percibo yo en el entusiasmo de la Ciencia que trata de prolongar la vida al ser humano con sus tejemanejes biológicos y celulares, una visión neutra, aséptica, de la vida humana propia de la fase infantil de la consciencia. Y en todo caso, en línea con una paradoja entre dramática y ridícula: por un lado están, la Medicina y nosotros mismos empeñados en revivificar nuestro cuerpo con recursos varios entre una incesante oferta de estímulos, actual y principalmente tecnológicos, y por otro está el aliento de un sistema que empobrece la vida afectiva real, induce al suicidio a los mayores y denigra los valores humanos de siempre. Y todo, mientras el subconsciente recibe el atronador mensaje de un inexorable deterioro del planeta, que no hace abrigar esperanzas de alcanzar una vida colectiva de superior rango, a no ser en otra dimensión. Pues en su conjunto, esta visión mía personal acerca de la vida vida individual situada en sus confines, la veo asimismo en el rebaño o en la manada humana. Me refiero a un visible languidecer del alma de la sociedad y un oscurecimiento patético de la cultura occidental plasmados en una psicología decadente y crepuscular que, pese al ruido ensordecedor del progreso tecnológico, o incluso por culpa de él, quedan sofocados precisamente los intentos de vida interior y removidas las excelencias de la vida moral que dan a su vez vida a la orgánica. Hay, en fin, tantos avisos, tantas señales, tantos motivos para pensar que la humanidad se está yendo sin remedio por los sumideros de la Historia, que no me extraña que sociobiólogos pronostiquen desde hace tiempo el suicidio de la especie humana, del mismo modo que ─realidad o mito─ periódicamente los lemmings, desde un acantilado, se arrojan al mar… Cada que puedo, donde me encuentre, acudo a los congresos o encuentros de intelectuales/académicos para escuchar/observar los hallazgos científicos que allí se socializan.
No siempre me es posible, ni fácil, acceder a dichas constelaciones puesto que sino son económicamente exclusivas, culturalmente no están hechos para los “mal pensantes” o para quienes “sospechan” del método y conocimientos hegemónicos. Históricamente, fue en la Francia de finales del siglo XIX donde el término intelectual se socializó en relación a las personas letradas que protestaron ante el encarcelamiento injusto del militar alsaciano francés, Alfred Dreyfus, acusado de entregar información secreta al Estado enemigo. La prensa escrita de aquel entonces los denominó intelectuales. La filosofía liberal entiende por intelectual a la persona reflexiva que analiza e intenta explicar las coyunturas, en base a sus conocimientos históricos/teóricos y herramientas de interpretación. Para la filosofía marxista, intelectual es la persona que analiza la realidad con categorías socioeconómicas y con fines de transformaciones estructurales. A inicios del pasado siglo, Antonio Gramsci, acuñó el término de intelectual orgánico para referir a personas que integran la reflexión analítica de la realidad y el compromiso organizativo para transformarla. En los últimos tiempos, ante la globalización del sistema neoliberal y la corporativización de las universidades y de los centro de investigación, la cooptación y el disciplinamiento de analistas e intelectuales por los poderes económicos hegemónicos se hizo más visible. Al grado que aquellos se constituyen en replicadores/defensores del desbordante desorden establecido por éstos. Las universidades y centros de investigación copian y reproducen categorías analíticas y significados construidos en otras épocas y en otras latitudes como contenedores universales para aproximarse/explicar realidades diametralmente diversas. Al grado de convertir a sus investigadores e intelectuales en descontextualizados replicadores de conglomerados citas de textos de autores euronorteamericanos. Investigadores y analistas, equipados de mapas mentales prefabricados, irrumpen en el “campo” y se esfuerzan en “explicar” inéditas realidades sociales que poco o nada tienen que ver con las realidades donde se formularon dichos mapas mentales. Y, al final, lejos de acompañar y orientar procesos de transformaciones sociales, sus hallazgos investigativos no pocas veces los utiliza para explicar/argumentar las teorías a las que se adscriben. Y, así, no es nada raro oír a académicas/intelectuales autodefinirse con orgullo como discípulas encadenadas a algún autor o autora “desconocida”. De esta manera, no sólo terminan encadenados a categorías o significados construidos en otras latitudes, sino autoaislados en constelaciones cerradas y disminuidas numéricamente, cual especie en procesos de extinción en un planeta en debacle que exige a gritos profetas e iconoclastas por todas partes. Y que así lo han manifestado en las redes sociales, y en las páginas web en las que suelen manifestarse y encontrarse quienes menos cómodos se encuentran con el actual Pontífice. Los mismos que ayer recordaban constantemente el deber de obediencia y fidelidad al Santo Padre, parece que hoy no tienen tiempo suficiente para orquestar todas las campañas y críticas que están en marcha contra Su Santidad.
Ahora, a raíz de la imagen de Lutero en el Aula Pablo VI del Vaticano -con motivo del encuentro entre católicos y luteranos- hay quienes acusan al Papa Francisco de herejía, de apostasía, de protestantizar la Iglesia, de ser una bomba de relojería en el interior del catolicismo, de anti-Papa… Y si a eso le añadimos que ha afirmado -como ya había hecho en ocasiones anteriores- que el proselitismo es un veneno, que no se trata de hacer apologética sino de vivir de modo ejemplar y dejar que el Espíritu actúe… Entonces ya tenemos el escándalo servido. Porque salen los teólogos de turno recordando lo que diferencia a católicos y luteranos, los historiadores recuperando los textos en los que Lutero acusaba a la Iglesia Católica de su tiempo de ser un nido de putas y hermafroditas que hedían a las heces del diablo, los conversos del protestantismo manifestando que se sienten apuñalados por el espíritu ecuménico del Santo Padre, los defensores de la institución eclesial asegurando que estamos ante un sincretismo igualador que ha olvidado que “fuera de la Iglesia no hay salvación” y que hace tambalear los muros y las puertas de la Iglesia, los que citan los textos que les interesan recordando que Cristo nos envió a predicar el Evangelio (con lo que asimilan la Buena Nueva a la Iglesia, negando que otros credos cristianos puedan ser portadores de esa misma buena noticia, y ya no entro en los no cristianos)… Rencillas del pasado, matices eruditos que no llegan al común de los fieles, anacronismos que aplican las críticas del ayer (muchas de ellas fundadas) a la Iglesia de hoy, situaciones personales elevadas a categoría, inseguridades, intereses, orgullos maltrechos, antiguas y exclusivistas interpretaciones ya superadas del Extra Ecclesiam nulla salus… Y una visión de la espiritualidad y de la religión que compite por el Absoluto en lugar de compartirlo. El diálogo no es diálogo si hay identidad. Si dialogamos con los luteranos es porque existen diferencias entre ellos y nosotros (no me escondo, me incluyo entre los católicos). Pero dialogamos porque ambos tenemos mucho que aportar. No se trata de “convertir” o “convencer” (ése es el proselitismo que critica el Papa Francisco) sino de caminar juntos hacia un Dios que es semper maior, siempre mayor a lo que podamos pensar, decir o imaginar de Él. Un Dios que no se agota en una fórmula teológica ni -permítanme el comentario- en una redacción del Catecismo. Dios no cambia, la Verdad es la que es, pero nuestro conocimiento de la Revelación va desarrollándose con el paso del tiempo y, así, nuestra comprensión de los dogmas y tradiciones adquiere nuevos e importantes matices que enriquecen nuestra forma de enunciar y vivir la Fe. Por eso el Papa está abierto al encuentro y al diálogo bajo el influjo del Espíritu, porque no todo está dicho… Y porque ante una humanidad herida como la actual, es preciso cooperar y co-inspirar con todos aquellos que tienen un mismo anhelo de Dios, aunque lo busquen por distintos caminos. Esa imagen de Lutero en el Vaticano es una mano tendida, un reconocimiento de que la Reforma tuvo sus razones. ¿Qué también tuvo sus errores, excesos, intrigas e intereses mundanos? Claro que sí, pero los luteranos de hoy… ¿son buscadores de Dios o meros enemigos de la Iglesia? Si los católicos intentamos ver a los luteranos desde los ojos de Dios -y ellos a nosotros- no veremos a unos enemigos o competidores, sino a unos hermanos que tratan de seguir las huellas del Padre. Muchas cosas han cambiado en la Iglesia Católica desde tiempos de Lutero, y también los protestantes han recorrido su propio camino. Hoy hay muchos más puntos de encuentro de los que hubo en el pasado, y hay quienes creemos que es bueno fomentarlos, compartir preocupaciones y comentar las diferencias y dificultades. Porque, si tendemos a un mismo Dios, del que venimos y hacia el que caminamos, a medida que nos acerquemos más a Él, más cerca estaremos unos de los otros. ¿Es esto una herejía? No lo creo. Es más bien un cambio de punto de vista. Un situar a la persona antes que a la teoría, al ser humano antes que al teólogo… Más que nada porque la teología es teoría, hipótesis, y como tal puede transformarse. Porque, insisto, la Revelación es la que es, pero nuestra comprensión de la misma siempre está mediatizada por nuestras propias limitaciones personales, intelectuales y culturales. No nos perdamos por tanto en divagaciones convertidas en apriorismos inalterables, que nos alejen de la Verdad, de Dios y del hermano que sufre. En este sentido, me viene a la mente una historia que se narra en el budismo para tratar de explicar por qué el Buda jamás entró en cuestiones teológicas sobre la naturaleza de Dios. Creo que la última vez que la leí fue en el libro “Sin Buda no podría ser cristiano” de Paul F. Knitter (releyendo el post antes de su publicación, me doy cuenta de que citar esta obra en este contexto es algo así como un acto de terrorismo intelectual, pero no voy a cambiarlo porque pese al shock estético que pueda producir a algunos, su contenido de fondo es importante): “Hay una parábola a menudo repetida sobre un hombre a quien le dispararon una flecha envenenada. Ahí está, tendido en la carretera con una flecha clavada, cuando llegan unos amigos a rescatarlo. Pero antes de que puedan hacer algo, el herido empieza a bombardearlos con toda clase de preguntas: “¿quién hizo esto?, ¿por qué lo hizo?, ¿dónde estaba?, ¿qué clase de flecha es ésta?”. Suave pero firmemente le piden que se calle. “Deja ya de hablar. Tenemos que sacarte la flecha”. Ese, comenta Gautama el Buda, es su trabajo como ser iluminado: retirar la flecha del sufrimiento de nuestra vida, no responder a todas nuestras preguntas especulativas, me atrevo a decir teológicas. Es muy fácil que las palabras entorpezcan esa tarea. (…) Primero haz eso, y después quizá haya tiempo para entretenerse con preguntas”. Ésta, me parece, es la clave del actuar de Papa Francisco. Ante un mundo que va a la deriva porque desconoce a Dios, no le preocupa tanto discutir ahora sobre matices teológicos o cuestiones históricas como animarnos a todos a remar hacia un lugar mejor… Dejando que el ejemplo, el diálogo y el soplo del Espíritu nos transformen -a los unos y a los otros- mientras trabajamos por la construcción del Reino de Dios. Es tiempo de colaborar, no de competir. Tiempo de compartir, de construir y de redescubrir. Todos estamos en camino, y al final de éste hay un padre que nos espera… Lleguemos por donde lleguemos… Seamos católicos o luteranos. Que la cabeza visible de la Iglesia Católica reconozca las semillas del Espíritu que hay en el luteranismo, asuma algunas deficiencias de nuestro pasado y anime a tejer un futuro común no sólo no me indigna sino que me llena de alegría y esperanza. Pero, claro está, de todo hay en la viña del Señor… Y así lo quiere el Papa Francisco. Él ha decidido tender su mano a los hermanos separados, pero comprende y tolera que dentro de la Iglesia haya quienes no están por la labor. Y, si no, que le pregunten a la Hermandad Sacerdotal San Pio X. La Iglesia es madre, y tiene hijos muy distinto… Pero únicos, siempre únicos. La dicotomía entre religión y política es uno de los temas más espinosos entre los seguidores de Cristo, católicos o no, que lo entienden de manera diferente. Quizá lo que deberíamos matizar de entrada es el concepto “política”, ya que una cosa es la política partidista como ejercicio necesario para la gobernabilidad de un país, y otra muy diferente la llamada denuncia profética de las injusticias ante las que un seguidor de Cristo no puede quedarse indiferente, o lo que sería peor, directamente cómplice.
Jesús de Nazaret entró de lleno en esta segunda categoría de política hasta el punto de que lo mataron porque llegó demasiado lejos con su ejemplo. Y sus seguidores más directos hicieron exactamente lo mismo. Ninguno entendía nada de la política convencional de alianzas estratégicas ni de espacios de poder o estaban capacitados para administrar el funcionamiento del día a día en lo que los romanos llamaban res publica. Pero no dejaron de incomodar a las autoridades judías por sus graves inconsecuencias hasta convertirse en una molestia peligrosa para los dirigentes romanos. Su fruto enorme se basó en que su coherencia estuvo a la altura de sus convicciones llegando a convertirse en el referente para todas las generaciones posteriores. La iglesia de Cristo se ha metido en política en ambas direcciones. Muchos profetas y comunidades enteras han mantenido su coherencia en la fe, la esperanza y el amor a pesar de los peores pesares. Las mayores matanzas y persecuciones de la historia a los seguidores de Cristo se están dando ahora mismo, sin que muchos creyentes en la fe de Jesús apenas levantemos la voz en el Primer Mundo. Pero la Iglesia Pueblo de Dios se ha organizado en la Iglesia institución a medida que ha ido creciendo y a partir de ahí hemos llegado a cohabitar espacios de poder en los que nunca debimos estar, propiciando guerras de religiones hasta romper violentamente la unidad de los cristianos amenazando con la cruz a los contrarios: católicos y protestantes son la realidad más significativa de lo que comento, donde la religión y la política han cohabitado en ambos casos con el poder mundano de manera muy poco evangélica. De repente, el Papa Francisco nos sorprende una vez más con la mejor política posible: el impulso para la reconciliación entre católicos y luteranos. No se habla de unidad de las iglesias sino de reconciliación, que es mucho más importante, estando cerca, al parecer, la rehabilitación de Martín Lutero al que Francisco tilda de “reformador en un tiempo en el que la Iglesia no era un modelo a imitar: había corrupción, mundanismo, el apego a la riqueza y el poder”. Y apostilla que “las intenciones de Martín Lutero no estaban erradas, no fue un hereje y su gesto de la Dieta de Worms fue necesario”. Le faltó decir que hizo política profética dentro de la Iglesia. Pero a aquella pluralidad de carismas y de miserias humanas le faltó humildad y escucha para gestionarlas propiciando una espiral que luego fue imposible de controlar hasta convertir a Dios en un patrimonio excluyente de cada uno de los bandos. La realidad es que Lutero no quería dividir la Iglesia sino reformarla, aunque él tampoco fuera un ejemplo de diplomacia ante la simonía generalizada y corrupciones varias que nadie trataba siquiera de ocultar. Pero al final, se impuso la peor de las políticas con la peor de las religiones: violencia doctrinal que derivó en la física hasta el punto de que los principales gobiernos europeos se pusieron a guerrear entre ellos por asuntos de religión. Eso sí que fue una pésima política religiosa. Volviendo al presente, algunos se afanan en que sus oraciones les den fuerzas para trabajar juntos en la gran tarea del Reino para ser profetas de la coherencia amorosa de Cristo con los que necesitan urgentemente de ayuda, en común unión con todos los que participan de esta sensibilidad ante el dolor humano. Otros, en cambio, ante la mera posibilidad de que exista una confesión mutua al mismo Dios sin descartar que la intercomunión pueda hacerse realidad (es decir, la participación común en la eucaristía entre cristianos cuyas iglesias no están en comunión entre sí) amenazan con otro cisma si esto se produce. De la misma manera que la denuncia profética es la política evangélica a seguir, no es menos cierto que la reconciliación en clave de sanación con la humildad y el reconocimiento mutuo de aciertos y errores es esencial porque son gestos proféticos. Como afirma el cardenal Kasper refiriéndose a Lutero, el Evangelio es la fuente de la doctrina y la caridad es la fuente de la vida moral. En definitiva, la mejor política evangélica pasa, en el caso del ecumenismo, por un verdadero trabajo en común en lo esencial. Unidad no es necesariamente uniformidad. De lo contrario, todos seríamos de la misma altura, con igual color de piel, el mismo idioma y parejos gustos y sensaciones. La unidad en lo esencial está en el Amor Dios, con todo lo que supone amar de verdad para un cristiano, sea católico, ortodoxo o reformador. Y es aquí donde no podemos despistarnos como Iglesia por más tiempo. El papel de las mujeres en la Iglesia Católica y otras religiones por: Estephanie Gutiérrez11/26/2016 El 4 de noviembre de 2006, Katherine Jefferts Schori tomó protesta como la primera mujer Obispa de la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos, la primera de su género en ocupar un cago tan alto en la entera comunidad en la Comunión Anglicana. Hasta hoy, Kat, hija de un oficial de la Armada de su país y bióloga de profesión mantiene su puesto, pero ¿por qué son tan pocas las mujeres lideresas en la iglesia?
Habrá que entender que cada religión tiene un papel diferente para la mujer, pero en la mayoría de ellas se comparte la misma idea, una chica puede participar en cargos menores, pero no en la ordenación como sacerdote. Para la Iglesia Evangélica en la reforma protestante no se reconoce la ordenación de obispos, sacerdotes y diáconos como sacramento, el sacerdocio se hace con base en el bautismo, se trata sólo de reparto de tareas según los talentos de cada uno. En esta religión el pastor no está investido de simbolismo conyugal con el que un sacerdote representa a Cristo por lo que no se les niega a las mujeres las posibilidad de ser pastora. Pero en la Iglesia Católica la cuestión sí tiene que ver con el simbolismo conyugal. Cuando el papa Francisco I fue designado para suceder a Benedicto XVI, habló acerca de la idea de ordenar a las mujeres en la iglesia católica, pero negó que esta fuera una posibilidad real para la religión, pues como lo había mencionado Juan Pablo II, la mujer podría tener un papel más protagónico en la teología, pero no para la ordenación. Según las estadísticas que Francisco dio a conocer, el 63% de los católicos estadounidenses son favorables a la ordenación de mujeres. Durante su viaje a los Estados Unidos, el Santo Papa escuchó el reclamo de boca de una monja que algún día el líder de la iglesia católica tendrá que pedir perdón a la humanidad por el trato que el Vaticano ha dado a las mujeres. Francisco escuchó en silencio y sonrió. De acuerdo a algunos escrito de Francisco que recopila El País, la iglesia piensa esto sobre la ordenación de las mujeres: “La puerta de la ordenación de mujeres está cerrada. Pero quiero decirles algo: la Virgen María era más importante que los apóstoles y que los obispos y que los diáconos y los sacerdotes. La mujer en la Iglesia es más importante que los obispos y que los curas. ¿Cómo? Esto es lo que debemos tratar de explicitar mejor. Creo que falta una explicación teológica sobre esto”. Hace sólo dos días el Papa Francisco descartó de plano la idea de que haya en la Iglesia Católica mujeres sacerdotes. Así lo aseguró en un vuelo de regreso desde Suecia, donde la principal jerarca de la Iglesia luterana es una mujer (esta religión sí lo permite). "La última palabra fue clara y la dio San Juan Pablo'', dijo Francisco, según Clarín que: "Esto permanece. Esto permanece'', agregó. Juan Pablo II descartó la ordenación de mujeres en su carta apostólica de 1994, "La ordenación sacerdotal''. En ese documento, el entonces pontífice declaró que "la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres'' y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.'' Las mujeres, no solo las feministas, se preguntan por qué en la Iglesia católica las mujeres no forman parte de la jerarquía (diaconado, presbiterado, episcopado), pero en la Iglesia Luterana y en la Iglesia Anglicana hay pastoras ordenadas y obispas, así lo señala Mujeres Sacerdotes en la Iglesia. El argumento que se suele dar en contra del ministerio femenino es que Jesús eligió 12 apóstoles varones. En este sentido tanto Pablo VI como Juan Pablo II cerraron la puerta al ministerio femenino en la Iglesia católica. Hay pocas mujeres que tienen papeles importantes en la Iglesia, por ejemplo Cristina Moreira, la primera y única mujer española que ha sido ordenada presbítero, respetando la "sucesión apostólica", asegura ella. Forma parte de la Asociación de Mujeres Sacerdotes Católico Romanas (ARCWP, en sus siglas en inglés), un colectivo que promueve la igualdad de derechos de hombres y mujeres dentro de la Iglesia Católica, y que en 2002 ordenó a las primeras siete mujeres sacerdote, pero sin el reconocimiento de la jerarquía de dicha iglesia. El párroco de la parroquia de San Bartolomé, de Viveros, en Albacete, ha colocado en la puerta del templo, como un gran estandarte programático, una extensa lona con una lista de pecados que, según él impedirían comulgar, y comprometerían gravemente la salvación. La lista es extensa y variopinta. Ha sido una noticia a medio camino entre la broma y la burla, pero que, desgraciadamente, ha hecho daño, como tantas otras, a la credibilidad de la comunidad eclesial. Luis Ángel Aguilar, miembro de la coordinadora estatal de Castilla la Mancha de las comunidades cristianas de base califica el suceso de “salida de tono, locura y falta de credibilidad, que sólo atenta contra la dignidad de la iglesia”. La lista de estos pecados es simplemente, según medios ultraconservadores, la lista oficial del magisterio de la Iglesia los que, según éste, serían pecados mortales, y los que han querido ridiculizar al cura de Viveros no hacen otra cosa, según esos medios, que obstaculizar la libertad de conciencia.. Dejemos que se exprese el cura de Viveros, que no ha querido manifestar su nombre:
“Algunos pecados que son mortales y nos quitan el derecho a comulgar”: “elegir faltar a misa”, “vivir en pareja sin estar casado” o “inventar noticias falsas, chismes y calumnias”; “usar de cualquier modo de la sexualidad fuera del matrimonio, ya sea a solas o con otras personas, aunque haya consentimiento”. O “darse a la brujería, espiritismo o adivinación”. Hay también otros pecados de perfil más moderno, como “no pagar sueldos, impuestos y cargas sociales conforme a lo que es justo”. Todos estos pecados harán que las personas que los cometas no puedan comulgar ni tener la salvación final. Me ha llamado la atención, negativamente, la apelación que han hecho algunos a la libertad de conciencia, contra las críticas a esa especie de lista de proscritos, (que recuerda, por exhibirse en la puerta de la Iglesia a la que Lutero expuso en la puerta de la Iglesia del palacio de Wittenberg). Y pienso que es muy peligrosa esa confusión de conceptos. ¿Quién habría actuado contra la libertad de conciencia, el cura con su lista, o los críticos de esa actitud amedrentadora contra sus fieles, perpetrada por el párroco de viveros? El autor de este blog piensa que los que atentan contra la libertad de conciencia son, justamente, los que invocan otra autoridad externa, y ajena, a la conciencia de cada individuo, coartando, exactamente, esa libertad de conciencia, que es individual. Yo ya he escrito en este blog que ni siquiera el Magisterio de la Iglesia tiene derecho, y por tanto, no puede arrogárselo, a negar la libertad de conciencia no solo de los fieles “in genere”, sino de cada uno de ellos. La Ética, en general, en su aspecto normativo, no es disciplina sujeta al Magisterio de la Iglesia, ni a ningún otro Magisterio. Puede haber tentativas de ayuda y explicación de las grandes coordenadas que regulen el comportamiento de los hombres, pero solo cumplirán su función si, justamente, ayudan a que cada individuo pueda más fácilmente ejercer su libertad de conciencia. Lo que sí le está reservado es la explicación, y explicitación, de las palabras de Jesús, de su enseñanza y del alcance de su anuncio del Reino de Dios. Y aquí radica el problema: siempre que desde cualquier tribuna de la Iglesia se lancen diatribas condenatorias de determinados comportamientos, sin que aparezca por ningún lado su relación con las enseñanzas y la Palabra del Maestro de Nazaret, Nuestro Señor. Tanta incursión que hace el Magisterio de la Iglesia, o ha hecho, en el mundo de la Moral o de la Ética, sin el refrendo explícito de la palabra de Dios, es ilegítima, y así debería explicarse a los fieles. Y para terminar, ¿se habrá preguntado el cura de San Bartolomé de Viveros si Jesús actuaría del mismo modo, negando tan alegremente la comunión, y, ¡nada menos que la salvación eterna!, a quien dio la comunión a Judas en la Última Cena, y, sobre todo, a quien murió por la salvación gratuita, -por la gracia-, de toda la humanidad? He leído hoy un artículo de José María Castillo, S.J., en Religión Digital, (RD), titulado así: “Aviso para gobernantes: está prohibido jurar el cargo”, y en un sobre título, añade, “Poner a Dios por testigo para que la sociedad acepte”; y en un subtítulo, entresacado del cuerpo del artículo, parece indicar que por parte del político que jura “Su palabra, por sí sola, no merece el crédito que necesita”. Me llamó, no sé si poderosamente la atención, pero sí fuertemente, a mi vuelta de Brasil, después de quince (15) años, en los que se habían cocido suculentos platos en España durante mi ausencia, (Muerte de Franco, Transición política, Ley de Amnistía, elección de Suárez para la presidencia del gobierno, llegada de Carrillo, legalización del partido comunista, instauración de una Monarquía Parlamentaria, partidos políticos, etc., etc.), m llamó la atención que los políticos de la Derecha, oí decir que por ser católicos, juraban cumplir la Constitución cargos al iniciar el ejercicio de sus cargos, y que los de izquierda, ateos ellos, tan solo “prometían”. Y afirmé desde ese momento: Debería ser exactamente al revés: los creyentes no deben jurar por nada, y menos por Dios. Es mandato de Jesús: “no juréis por nada, que baste vuestra palabra, sí, sí, o no, no”. (Mt 5, 33-37; y también se encuentra en la carta de Santiago, St, 5,12).
A algunos les llamó la atención mi observación, y hoy el gran teólogo Castillo deja las cosas claras en el artículo que comento. Por la fuerza y coherencia de su denuncia, transcribo dos largos párrafos del mismo: “Pero este asunto es más serio de lo que parece a primera vista. Prescindiendo de otras cuestiones (históricas y religiosas), que aquí se podrían plantear, lo que quiero destacar es que el juramento de no pocos cargos públicos es la primera señal de incompetencia que da el gobernante de turno. Porque, en definitiva, lo primero que (sin darse cuenta) está diciendo el tal gobernante es que su palabra, por sí sola, no merece el crédito que necesita para ejercer el cargo que le han encomendado. Por eso tiene que echar mano de Dios, invocar a Dios, poner a Dios por testigo, para que la sociedad acepte que él merece estar donde está y ejercer el cargo que piensa ejercer. Por supuesto, casi nadie se da cuenta de toda la tramoya que entraña este teatrillo. Pero el teatrillo ahí está. Y en el centro de la escena, el protagonista del sainete, jurando – ante Dios y ante los hombres – que piensa seguir mintiendo, con pomposas apariencias de verdad absoluta, que le permitirán seguir ocultando la cantidad de mentiras, robos y otras lindezas por el estilo, todas ellas, ¡eso sí!, garantizadas con el sagrado nombre del Altísimo. Le sobraba razón a Flavio Josefo, escritor judío del s. I, cuando aseguraba que nadie debe jurar por Dios, porque nadie tiene derecho a profanar y manchar el nombre divino. Pero, sobre todo, a lo que nadie tiene derecho es a utilizar al santo nombre de Dios, para luego terminar prometiendo lo que no piensa hacer, engañando a la gente, protegiendo a los ricos, oprimiendo a los pobres, sometiendo a los débiles y tolerando, con su impunidad pasiva, el desastre de sociedad que tenemos. Y, para colmo, sacando pecho con la vanidad pueril del que asegura que tenemos la España que preside, como buque insignia, el crecimiento de Europa”. Por supuesto que estas palabras no se refieren a nadie en concreto a todos los políticos que en estos días jurarán solemnemente sus cargos ante la cruz, y sobre la Constitución y los Evangelios, donde se encuentra la clara e indiscutible prohibición de jurar por nadie ni por nada, algo que transgrede el que lo pronuncia, según la 1ª definición de juramento de la RAE: “Afirmación o negación de algo, poniendo por testigo a Dios, en sí mismo o en sus criaturas”. O como se afirma popularmente, “jurar es poner a Dios por testigo”. Por eso se supone que el creyente, cuando jura, tiene esa conciencia y esa intención. Y el no creyente no jura, sino promete. Y sobre la tradición de los EE.UU. de norte América, que tanto aparece en las películas, de exigir a los testigos que juren sobre la Biblia “decir la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad”, yo suelo contar a mis oyentes una anécdota de lo perplejo, serio, indignado, y, después, calmado y apaciguador, que se quedó un juez perdido en un territorio remoto de los Estados Unidos cuando un testigo, ante el requerimiento del bedel o alguacil, respondió: “Señoría, ni quiero ni puedo jurar”. Ante la ira demostrada en la respuesta del magistrado, el testigo continuó: “Juzgue Vd. mismo si me es permitido jurar sobre el Nuevo Testamento, que prohíbe, expresamente, todo juramento. Mírelo en el capítulo 5º del Evangelio de Mateo. Y no hay Constitución, ni reglamento judicial, que me puedan forzar a cometer semejante contradicción, contraria a la lógica, y, sobre todo, a mi conciencia”. Y acabo explicando brevemente, para no cansar a mi lector, una característica de la cultura de los pueblos semitas. Es que para ellos el lenguaje no es un mero conjunto de símbolos convencionales, que usamos para no tener que señalar con el índice las cosas para referirnos a ellas, como hacen lo niños que todavía no tienen un mínimo de léxico, o los sordomudos, o los pueblo indígenas, que todavía carecen de un elenco de términos para expresarse, como nos contaba un compañero que estuvo con los yanomanis, que no tenían vocabulario, y tenían que señalar los objetos. No, para los semitas la palabra es mucho más que eso: es una manera como de tocar y alcanzar hasta la esencia, o la médula del objeto significado por la misma. Por eso, por respeto, por no querer, ni poder, ni atreverse a manipular a Dios, no podían pronunciar su nombre, ni siquiera para alabarlo. Solamente el Sumo Sacerdote tenía derecho, ¡una vez al año!, de pronunciar solemnemente el nombre de Yavè. Y esa sacrosanta tradición es la que recoge Jesús en el Sermón de la Montaña. El 31 de octubre de 1517, el agustino Martín Lutero clavaba en la puerta de la iglesia de Wittemberg sus famosas 95 tesis, en las que denunciaba la corrupción y la venta de indulgencias en la Iglesia de Roma. Este fue el germen del segundo gran cisma de la Historia de la Cristiandad, tras el que en 1054 separó a católicos y ortodoxos. Ahora, 499 años después, Francisco quiere sentar las bases para acabar con la división entre católicos y luteranos.
Francisco ha querido viajar a Suecia para abrir la conmemoración del "Año Lutero", que culminará justo dentro de un año, cuando se cumpla en V Centenario de la Reforma.Aunque oficialmente no se quiere hablar de "celebración", lo cierto es que el camino a seguir sugiere un momento histórico para el ecumenismo. Y es que el Papa prevé "rehabilitar a Martín Lutero". No es posible, como recordó recientemente Kurt Koch, responsable de Ecumenismo de la Santa Sede, levantar la excomunión al fraile (esto solo puede hacerse en vida), pero sí reconocer -el Papa ya lo ha hecho- que "las intenciones de Martín Lutero no estaban erradas", tal y como afirmó a su vuelta del viaje a Armenia, y ha vuelto a repetir en una entrevista, intencionadamente concedida a La Civiltà Cattolica, días antes de su visita a Suecia. "Era un reformador, tal vez algunos métodos no fueron correctos, más en aquel tiempo, si leemos la historia del pastor alemán luterano que se convirtió y se hizo católico, vemos que la Iglesia no era precisamente un modelo a imitar: había corrupción, mundanismo, el apego a la riqueza y el poder", subrayó Bergoglio. Reconocer que Lutero tenía razón en muchas de las cosas que defendió, y que el futuro ecuménico no depende tanto de anatemas y condenas anteriores, sino de comprensión y fe compartida en el presente y el futuro, supone un paso adelante histórico, pues implica reconocer que no fue un hereje y, sobre todo, que su gesto fue necesario. "La diversidad es lo que quizá nos hizo tanto daño a todos y hoy procuramos la manera de encontrarnos después de 500 años. Creo que lo primero que hay que hacer es orar juntos. Después debemos trabajar por los pobres, los refugiados, tantas personas sufriendo, y, por último, que los teólogos procuren estudiar juntos... Se trata de un largo camino", reconocía Francisco, quien esta misma semana se encontraba con teólogos protestantes en el Vaticano, y posaba sonriente ante una efigie de Martín Lutero. "No todos los días un papa conmemora a Lutero", comentaba esta semana el portavoz del Vaticano, Greg Burke, al recalcar la importancia histórica de la visita que se inicia mañana. Bergoglio, desde hace décadas, mantiene relaciones de hermandad con líderes ortodoxos y evangélicos, en una suerte de "ecumenismo real" que puede llevar a toda la Iglesia a romper definitivamente con las diferencias doctrinales y centrarse no tanto en una unidad física de confesiones, sino en una unión en el camino de construir un mundo según los designios del Evangelio. "El proselitismo es pecado", ha vuelto a decir el Papa. Y es que el futuro no parece estar en una unidad de iglesias, sino en un trabajo común, y en la confesión mutua al mismo Dios. Algo que, en la práctica, ya se hace. Especialmente en aquellos rincones del mundo donde, a día de hoy, ser cristiano supone estar cerca de la muerte y del martirio. "Es el ecumenismo de la sangre", ha dicho en más de una ocasión Bergoglio. El lema del viaje a Suecia no ha sido escogido al azar. "Juntos en la esperanza", es toda una declaración de intenciones. Para ponerlo más claro, el Papa ha anunciado que hablará en español en todas sus intervenciones, lo que sugiere que tiene previsto improvisar en su lengua materna, y nadie descarta que pueda realizar algún "anuncio sorpresa". ¿Cuál podría ser? Fuentes vaticanas apuntan a la posibilidad de permitir la llamada "intercomunión", un término que suele utilizarse para designar la participación común en la eucaristía entre cristianos cuyas iglesias no están en comunión entre sí. La mera posibilidad de que ésto pueda producirse ha llevado a los cardenales más ultraconservadores, como Raymond Burke, a amenazar con otro cisma si esto se produce. Obispos luteranos y católicos han expresado su deseo de que el Papa permita la intercomunión, por lo menos, en un primer momento, para los luteranos casados con católicos. El Papa ha mostrado apertura a que los luteranos reciban la Comunión junto con los católicos y el año pasado dijo a una mujer luterana que «siguiera adelante» guiada por su conciencia. También el año pasado, un pastor luterano de Roma insistió en que el Papa había «abierto la puerta» a la intercomunión entre católicos y luteranos después de que el Papa visitara una comunidad luterana y afirmara que las dos religiones «debían caminar juntas». El viaje del pontífice para conmemorar uno de los momentos más difíciles de la historia católica, suscita críticas entre los sectores más conservadores, que la consideran inadecuada. Para Koche, "Lutero no quería dividir la Iglesia. No quería crear dos iglesias. Quería reformar la Iglesia Católica, pero en aquel momento no era posible, y dio lugar a la división de los cristianos y ha terribles guerras de religión", resumió el purpurado. Además del diálogo interreligioso, Francisco aprovechará para lanzar desde el estadio Malmö un nuevo llamamiento de solidaridad con los refugiados y por la paz, dos temas que unen a católicos y protestantes. Entre los invitados a narrar el propio testimonio en el estadio figura el religioso colombiano Hector Fabio Henao, quien hablará del proceso de paz en Colombia, así como el Obispo de Alepo, la ciudad siria que sufre constantes bombardeos. El libro del Génesis (2,18-25) dice que Dios, después de crear al hombre, notó que algo le pasaba y pensó que no era bueno que estuviera solo. Por eso le modeló todos los animales vivientes para que les pusiera un nombre a cada uno. Aún así, comprobó que las montañas, los ríos, las aves y los peces no llegaban a satisfacerle y que seguía mustio, con la mirada perdida.
Fue entonces cuando Dios tuvo una idea genial, pensó en la verdadera ayuda que necesitaba y creó a la mujer. Y el hombre, al despertar de su sopor, contempló a alguien que tenía enfrente, que era en verdad carne de su carne, hueso de sus huesos, que le llenó de alegría y apartó la sombra de la soledad de su mirada. Su deseo y su sueño quedaron satisfechos. Ya nada fue lo mismo desde entonces. Vio que todo al fin era bueno. Y el amor y la belleza le rebosaba el corazón. Adán lo tenía todo en el paraíso, incluso lo más importante, a Dios, con el que paseaba y hablaba a la caída de la tarde. Pero ni siquiera Dios le era suficiente, ni colmaba su anhelo insatisfecho, hasta que contempló a Eva. Eso mismo le pasó a Bernardo de Claraval, el santo doctor melifluo, para quien Dios lo era todo en su vida. Pero cuando salía a realizar sus labores apostólicas, daba el rodeo que tuviera que dar, para ir a visitar a su querida amiga Ermengarda. Así le escribía: “Ojalá le complaciera a Dios que tú pudieses leer en mi corazón como sobre este pergamino. Entonces verías qué profundo amor ha grabado para ti el dedo de Dios en mi corazón… Mi corazón está cerca de ti, aunque mi cuerpo esté lejos. Si no puedes verlo, no tienes que hacer otra cosa que descender a tu corazón y allí encontrarás el mío. No puedes dudar que yo sienta por ti el mismo afecto que tú sientes por mí, a no ser que tú no pienses amarme más de cuanto yo te amo, y que tú, en el campo del afecto, no consideres tu corazón más grande que el mío. Concédeme también a mí el amor que Dios ha impreso en ti para mí”. O Francisco de Asís, para quien su Altísimo y Bondadoso Señor lo significaba todo,lo contemplaba en todo, a quien le cantaba alabándole con toda la alegría de su corazón. Todos conocemos su inmenso cariño por su amiga Clara. Pero, cuando estaba a punto de recibir a “la hermana muerte”, a quien quiere a su lado es a su amiga Jacoba. No desea morir sin verla. Por eso dicta una carta desde su lecho en la que le pide: “Si tú me quieres encontrar vivo, leída esta carta, te das prisa y vienes a santa María de los Ángeles; pero si hasta tal día no has venido, no me podrás encontrar vivo… Te ruego que me traigas aquellos dulces, de las cuales tú me solías dar cuando estaba enfermo en Roma… Y doña Jacoba, cuando llegó, se fue derecha a la enfermería y se puso junto a san Francisco: su llegada provocó en san Francisco gran alegría y consolación”. También Teresa de Jesús escribió este maravilloso texto: “Quien a Dios tiene nada le falta: solo Dios basta”, que bien lo llegó a experimentar y comunicar con su vida y en sus escritos. Pero, a la vez, se supo rodear de grandes amigos, como Pedro de Alcántara, Jerónimo Gracián y, sobre todo, Juan de la Cruz, que supieron alegrarle la existencia, darle ánimos, ayudarla en sus dificultades. De hecho, cuando sus hermanas le recordaban sus palabras, pensando que con solo la amistad de Dios ya tenían suficiente, ella les comenta: “Oh Dios mío, ¡concédeme también a mí ser así amada por muchos! Hermanas, si encontráis alguno que sea animado por este amor, ruego a la priora que haga lo posible por procuraros tratar con él; y entonces amadlo cuanto queráis. Me diréis que no es necesario y que os basta tener como amigo a Dios. Pero yo os respondo que un medio excelente para gozar a Dios es precisamente la amistad con sus amigos”. Es cierto, porque “caminar con otros suaviza la carga, y hace la senda más llana y enriquecedora” (Mª Victoria Romero Hidalgo). Dios puede llenar nuestro espíritu, dar sentido y plenitud a nuestra vida, alentarnos en los momentos difíciles, llenarnos de gozo en los instantes que nos visita la felicidad. Pero solo puede hacerlo a través de manos, palabras, miradas y caricias de las personas a las que amamos y nos quieren. Es lo más fascinante de la vida. Y podemos estar seguros que Dios no tiene celos de la amistad. Porque solo por ellos, a través de ellas, nos mira, nos habla, nos alienta, nos consuela, nos acaricia. Y ahuyenta la tristeza y la soledad no deseada, que tan mala cosa es. Ya lo dijo la Bondad, el Amigo fiel al principio de la creación: “No es bueno que el hombre y la mujer estén solos. Ni siquiera yo puedo llenar por entero su hondón personal, si no es junto a sus amigos y amigas”. |
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