Estamos en el día de Año Nuevo de la liturgia. Comenzamos con el Adviento, que no es solamente un tiempo litúrgico, sino toda una filosofía de vida. Se trata de una actitud vital que tiene que atravesar toda nuestra existencia. No habremos entendido el mensaje de Jesús, si no nos obliga a vivir en constante Adviento. Lo importante no es recordar la primera venida de Jesús; eso es solo el pretexto para descubrir que ya está aquí. Mucho menos prepararnos para la última, que solo es una gran metáfora (mitología). Lo verdaderamente importante es descubrir que está viniendo en este instante.
Todo el AT está atravesado por la promesa y por la espera. Durante dieciocho siglos, el pueblo judío ha vivido esperando que Dios cumpliera sus promesas. Dios les va prometiendo lo que ellos, en cada momento más ansían. A Abrahán, descendencia; a los esclavos en Egipto, libertad; a los hambrientos en el desierto, una tierra que mana leche y miel; cuando han conquistado Canaán, una nación fuerte y poderosa; cuando están en el Exilio, volver a su tierra; cuando destruyen el templo, reconstruirlo; etc., etc. En el AT siempre les promete cosas terrenas porque es lo único que ellos esperan. Jesús promete algo muy distinto. "He venido para que tengan vida y la tengan abundante." Esta trayectoria del pueblo judío debería hacernos reflexionar. ¿Se trata de un Dios que durante dieciocho siglos les puso la zanahoria delante de las narices o el palo en el trasero, para hacerles caminar según su voluntad? Sería ridículo. Dios nunca hace promesas para el futuro, porque ni tiene nada que dar ni tiene futuro. Las promesas de Dios, son hechas por los profetas, como una estratagema para ayudar al pueblo a soportar momentos de adversidad, que ellos interpretaban como castigo por sus pecados. Nada de los que anunciaron los profetas, se cumplió en Jesús. Gracias a Dios, porque todos los textos están encaminados hacia una salvación de seguridades materiales. Pero podemos entender aquellas imágenes como metáforas de la verdadera salvación. La clave del relato evangélico está en la actitud de los criados. Nos quiere decir que Dios está siempre viniendo. Él es el que viene. La humanidad vive un constante adviento, pero no por culpa de un Dios cicatero que se complace en hacer rabiar a la gente obligándole a infinitas esperas antes de darle lo que ansía. Estamos todavía en Adviento, porque estamos dormidos o soñando con logros superficiales, y no hemos afrontado con la debida seriedad la existencia. Todo lo que espero de fuera, lo tengo ya dentro. Vigilad. Para verno solo se necesita tener los ojos abiertos, se necesita también luz. No se trata de contrarrestar el repentino y nefasto ataque de un ladrón. Se trata de estar despiertopara afrontar la vida con una conciencia lúcida. Se trata de vivir a tope una vida que puede transcurrir sin pena ni gloria. Si consumes tu vida dormido, no pasa nada. Esto es lo que tendría que aterrarme; que pueda transcurrir tu existencia sin desplegar las posibilidades de plenitud que te han dado. La alternativa no es salvación o condenación. Nadie te va a condenar. La alternativa es o plenitud humana o simple animalidad. Pues no sabéis cuándo en el 'momento'. En griego hay dos palabras que traducimos al castellano por "tiempo": "kairos" y "chronos". Chonos significa el tiempo astronómico, relacionado con el movimiento de los cuerpos celestes. Kairos sería el tiempo psicológico. Significa el momento oportuno para tomar una decisión por parte del hombre. Por no tener en cuenta esta sencilla distinción, se han hecho interpretaciones descabelladas de la Escritura. En el evangelio que acabamos de leer, se habla de kairos, es decir del tiempo oportuno. Naturalmente que el hombre, como criatura material, se encuentra siempre en el chronos, pero lo verdaderamente importante para él es descubrir el kairos. El punto clave de nuestra reflexión debe ser: ¿esperamos nosotros esa misma salvación que esperaban los judíos? Si es así, también nosotros hemos caído en la trampa. Jesús no puede ser nuestro salvador. La mejor prueba de que los primeros cristianos, verdaderos judíos, no estaban en la auténtica dinámica para entender a Jesús, es que no respondió a sus expectativas y creyeron necesaria una nueva venida. Esta vez sí, nos salvará de verdad, porque vendrá con "poder y gloria". ¿No os parece un poco ridículo? La médula de su mensaje es que la salvación que Dios nos ofrece, está en la entrega y el don total. En las primeras comunidades se acuñó una frase, repetida hasta la saciedad en la liturgia: "Maranatha" (ven Señor Jesús). Vivieron la contradicción de una escatología realizada y otra futura. "Ya, pero todavía no". "Ya", por parte de Dios, que nos ha dado ya todo lo que necesitamos para esa salvación. Si no fuera así, se convertiría en un tirano. "Todavía no", por nuestra parte, porque seguimos esperando una salvación a nuestra medida y no hemos descubierto el alcance de la verdadera salvación, que ya poseemos. Aquí radica el sentido del Adviento. Porque "todavía no" ha llegado la verdadera salvación, tenemos que tratar de adelantar el "ya". Eso nunca lo conseguiremos, si permanecemos dormimos. ¿Cómo podremos seguir luchando con todas nuestras fuerzas por un mayor consumismo y a la vez convencernos de que la felicidad está en otra parte? Creo que es una tarea imposible. Descubrir esa trampa, sería estar despiertos. El ser humano sigue esperando una salvación que le venga de fuera, sea material, sea espiritual. Pero resulta que la verdadera salvación está dentro de cada uno. En realidad Jesús nos dijo que no teníamos nada que esperar, que el Reino de Dios estaba ya dentro de nosotros. En este mismo instante está viniendo. Si estamos dormidos, seguiremos esperando. La falta de encuentro se debe a que nuestras expectativas van en una dirección equivocada. Esperamos un Dios que llegue desde fuera. Esperamos actuaciones espectaculares por parte de Dios. Esperamos una salvación que se me conceda como un salvoconducto, y eso no funciona. Da lo mismo que la espere aquí o para el más allá. Lo que depende de mí no lo puede hacer Dios ni lo puede hacer otro ser humano. Esta es la causa de nuestro fracaso. Seguimos esperando que otro haga lo que solo yo puedo hacer. También la religión me ofrece salvación, pero solo puede salvarme de las ataduras que ella misma me ha colocado. Ninguna institución puede darme lo que ella no tiene. Dios es la salvación y ya está en mí. Lo que de Dios hay en mí es mi verdadero ser. No tengo que conseguir nada ni cambiar nada en mi auténtico ser, simplemente tengo que despertar y dejar de potenciar mi falso yo. Tengo que dejar de creer que soy lo que no soy. Esta vivencia me descentrará de mí mismo y me proyectará hacia los demás. Me identificaré con todo y con todos. Mi falso ser, mi individualidad se desvanece. Esa experiencia de salvación transformaría radicalmente mi comportamiento con los demás y con las cosas. El verdadero problema está en la división que encontramos en nuestro ser. En cada uno de nosotros hay dos fieras luchando a muerte: Una es mi verdadero ser que es amor, armonía y paz; otra es mi falso yo que es egoísmo, soberbia, odio y venganza. ¿Cuál de los dos vencerá? Muy sencillo y lógico. Vencerá aquella a quien tú mismo alimentes. Como los judíos, seguimos esperando una tierra que mane leche y miel; es decir mayor bienestar material, más riquezas, más seguridades de todo tipo, poder consumir más... Seguimos pegados a lo caduco, a lo transitorio, a lo terreno. No necesitamos para nada la verdadera salvación o, a lo máximo, para un más allá. Si no sientes necesidad no habrá verdadero deseo, y sin deseo no hay esperanza. Hoy ni los creyentes ni los ateos esperamos nada más allá de los bienes materiales. Dios sigue esperando. Meditación-contemplación "Despierta tú que duermes, y Cristo será tu luz". Para ver se necesita tener los ojos bien abiertos, pero también se necesita una buena luz. De estas dos realidades tienes que preocuparte. .................. No se trata de los ojos del cuerpo, sino los del "alma". Curiosamente, no se puede ver desde dentro si no tienes los ojos del cuerpo cerrados y la razón aparcada, para que no se ocupe de los asuntos terrenos. .................. La luz que puede ayudarte sí puede venir de fuera de ti. La experiencia interior de los demás, puede ser la mejor luz que ilumine tu vida. Para nosotros, la experiencia de Jesús, será la mejor guía.
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La palabra de Jesús ("velad") bien podría traducirse por "estad atentos", "estad despiertos".
Lo opuesto a la atención es la rutina y el modo de funcionar en "piloto automático". La rutina tiene la "ventaja" de que facilita las cosas y nos otorga una cierta sensación de seguridad: nos movemos por caminos trillados en los que todo resulta familiar. Los hábitos permiten que hagamos muchas cosas sin n siquiera tener que pensar: las hace el "piloto automático". Sin embargo, y aun reconociendo la necesidad de hábitos –de aprendizajes automatizados-, si no estamos atentos, ese modo de funcionar tiene un precio muy alto que puede llegar a manifestarse como aburrimiento y vacío. Perdemos la novedad y el frescor de la vida. En realidad, más que vivir, vegetamos, sobrevivimos o actuamos. La atención, por el contrario, nos conecta con la vida, porque nos trae al presente. Y el presente es el único lugar de la vida. Gracias a la atención, vivimos en la consciencia, acogiendo todo desde la lucidez y amando todo desde la sabiduría. Nos alineamos con la corriente de la vida, y venimos a hacer el descubrimiento mayor al que podemos aspirar: que la consciencia no es solo una actitud que podemos favorecer, sino que constituye nuestra verdadera identidad. No soy un yo capaz de poner atención o consciencia en lo que hago. Soy la única Consciencia que penetra todo lo real y en todo se expresa. Consciencia que se halla siempre a salvo y que –al hilo de las palabras de Jesús- nunca puede ser sorprendida por ladrones o peligros de ningún tipo. Decía que la "vigilancia", de que habla el evangelio, no es sino otro nombre de la "atención". Gracias a ella, habitamos el momento presente, dejándonos fluir con la vida misma. Pero, para ello, debido a la inercia de un funcionamiento que nos había encerrado en la mente, necesitamos una práctica continuada, que nos vaya adiestrando en desarrollar una capacidad de presencia tal que, progresivamente, nos conduzca a hacernos conscientes de nuestra identidad más profunda. Esta es, precisamente, la riqueza que el presente encierra: al venir a la Presencia, experimentamos que somos ella misma. El yo es sólo un "objeto" dentro de la Presencia consciente que somos. Pero esta identidad no está al alcance del pensamiento; emerge, cuando la mente se silencia. Relájate, hazte presente a ti mismo/a, suelta todos los pensamientos y preocupaciones, y quédate sólo aquí y ahora... En ese mismo momento, te apercibirás de que "Todo es". Déjate estar ahí, en el desnudo "estar"... Venir al presente implica acallar la mente (pensante), situándonos como "testigos" desapasionados de todo lo que se mueve en ella y aprendiendo a descansar en el silencio mental. Y, en medio de cualquier actividad, acostúmbrate a preguntarte: ¿Estoy completamente aquí?El cultivo de la atención hará posible la salida progresiva del sueño y de la ignorancia para poder vivir en la luz. La práctica continuada, no solo hará que saboreemos la vida, sino que reconozcamos y nos familiaricemos con nuestra verdadera identidad: en sentido absoluto, no somos la "ola" que emerge haciendo piruetas, sino el "océano" de donde la ola surge. Ver esto es "estar despiertos". ¿Cuatro semanas para prepararnos a recordar el nacimiento de Jesús? No. El Adviento es más que eso. No se trata de recordar románticamente un hecho pasado, se trata de comprender a fondo lo ocurrido y prepararnos para el encuentro definitivo con el Señor.
Súplica (Isaías 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7) La primera lectura nos sitúa siglos antes de la venida de Jesús. El pueblo de Israel se ve como un trapo sucio, como árbol de ramas secas y hojas marchitas. La situación no sería muy distinta de la nuestra. Pero el pueblo, en vez de culpar a los políticos, a los banqueros, al FMI y a la Sra. Merkel, piensa que todo se debe a que Dios le oculta su rostro por culpa de sus pecados, porque nadie invoca su nombre ni se aferra a Él. Lo lógico sería que el pueblo prometiese cambiar de conducta, interesarse por Dios. Sin embargo, en vez de prometer un cambio, le pide a Dios que sea él quien cambie: que recuerde que es nuestro Padre (la idea aparece al comienzo y al final de la lectura), que vuelva, rasgue el cielo y baje. ¿Cómo responderá Dios a esta petición? Realidad (1 Corintios 1,3-9) La respuesta de Dios supera con creces lo que pedía el pueblo en la lectura de Isaías, aunque de modo distinto. Dios Padre no rasga el cielo, no sale a nuestro encuentro personalmente. Envía a Jesús, y mediante él nos ha enriquecido en todo y nos llama a participar en la vida de su Hijo. Por consiguiente, añade Pablo, "No carecéis de ningún don". En una época de crisis, en la que tanta gente se lamenta, casi siempre con razón, de las muchas cosas de que carece, estas palabras pueden resultar casi hirientes: "No carecéis de ningún don". Buen momento el Adviento para pensar en qué cosas valoramos: si las materiales, que a menudo faltan, o las que proporciona Jesús: la certeza de que Dios es fiel, está de nuestra parte y nos mantendrá firmes hasta el encuentro final con Él. Vigilancia (Marcos 13, 33-37) No deja de ser irónico que precisamente el evangelio no hable de Dios Padre ni de Jesús. Se centra por completo en nosotros, en la actitud que debemos tener: "vigilad", "velad", "velad". Tres veces la misma orden en pocas líneas. Porque el Adviento no es sólo recordar la venida del Señor, es también prepararse para el encuentro final con Él. El Cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, anunció desde el púlpito de San Patricio, hace unas semanas, el cierre o fusión de 112 parroquias de su Diócesis.
Los afectados derramaron muchas lágrimas, otros prometieron luchar para que esas puertas santas no se cerraran para siempre, otros simplemente coleccionan vivencias y recuerdos y aceptan resignadamente la decisión del jefe. Este fenómeno no es nuevo en las Diócesis de Estados Unidos. Este último anuncio, cuasi apocalíptico, llama tanto la atención por la cantidad de templos condenados a muerte por insuficiencia de fondos en el banco. En la calle 12, entre la Avenida A y la B, la iglesia de María Auxiliadora en la que yo he celebrado la misa, hoy es un solar que ha sido vendido por 40 millones de dólares. En la calle 12 y la Avenida D, la iglesia de San Emérico de la que fui administrador durante un año, hoy cerrada, espera comprador. En la calle 12 y la tercera Avenida, la iglesia de Santa Ana, lleva unos años cerrada. En su solar la New York University ha construido una gigantesca torre de apartamentos para sus estudiantes. Han conservado la fachada de la iglesia, gesto tierno e inútil, para recordar un pasado sin memoria. New York, the city that never sleeps, se renueva continuamente, los negocios no piensan,son acción pura, no es como la Iglesia Católica que tiene miedo a la novedad. El peso de la historia, la vetustez de sus muros y la ancianidad de su jerarquía la obligan a caminar tan pausadamente que parece inmóvil. La verdad es que no debería tener miedo ya que tiene asegurada la supervivencia a pesar de sus muchos pecados. "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". La doctrina puede ser inmutable, eterna, pero las personas no lo son. Las personas mueren, se mudan de barrio, cambian de religión y las iglesias se vacían, se quedan sin colectas y sin dineros y como en cualquier negocio ruinoso se baja la persiana y se cierra. Cerrar una iglesia es una tragedia. La identidad de muchas personas viene dada, más que por los datos de su DNI, por su pertenencia a una iglesia concreta. La fidelidad y defensa de su parroquia es total. Cuando se cierra muere una parte de sus vidas. No me imagino la Diócesis de Madrid o de Zaragoza emprendiendo semejante revolución, tal vez no la necesiten, pero es que ni siquiera se lo plantean. En este país la gente quiere tener la iglesia-supermercado a la puerta de la casa, pero que la mantengan otros. En España el mundo rural ha sido abandonado no por una planificación sesuda y arriesgada, simplemente el mundo rural está muerto en muchas partes y nadie se queja. Con tal de que el Día de la Fiesta del Santo Patrón suenen las campanas, se haga la procesión de siempre con el santo mientras se habla del tiempo, con eso basta. Nadie se va a rasgar las vestiduras porque las campanas no convoquen a nadie los domingos y la puerta no se abra, ya se abrió el día del patrón, el único que conocen. En esta España democrática, agnóstica y atea, los templos sólo se llenan en los funerales. Sólo se celebran acontecimientos sociales: primeras comuniones y bodas. Los templos abundan en el casco viejo de las ciudades, reducto de una población vieja, y aunque sobren los templos, nadie los tocará. Ahí están, patrimonio de la humanidad, monumentos históricos, para estudiosos y turistas. Cierto, hay que conservarlos, pero si han perdido su finalidad original, ¿por qué no ponerlos al servicio de la sociedad? La pequeña iglesia donde rezaban los Vanderbilt, en la Ladies Mile de New York, ayer fue una discoteca y hoy es un centro comercial. Su envoltorio arquitectónico sigue siendo el de un hermoso templo. Europa se muere de vieja. Sobran templos, sobran curas, más de cincuenta curas hay en las seis parroquias de mi arciprestazgo de Zaragoza, y faltan fieles. Mutatis mutandis lo mismo podría decirse de los colegios religiosos, -sin religiosos, sin religión, sin Dios, pero con mucho folclore el día del fundador. Querido amigo, me dices que Dios no puede amar a unos más que a otros, ni puede perdonar, porque Dios es amor eterno y no puede cambiar de amor a desamor, o viceversa.
Te confieso que algo chirría dentro de mí cuando oigo que Dios no puede hacer esto o aquello. Todo lo que decimos de Dios son interpretaciones, más o menos fundamentadas. "Interpretación de interpretaciones, y todo interpretación" parafraseando al Crisóstomo. Nosotros vivimos en una esfera tridimensional y, si estamos en el Norte, no podemos estar ni en el Sur, ni en el Este, ni en el Oeste. Si somos prudentes, no podemos ser espontáneos; si somos imparciales, no podemos ser indulgentes con el débil. Dios es el punto central de la esfera, Dios no es tridimensional, no tiene Norte, ni Sur, ni Este, ni Oeste. Dios es concordantia oppositorum; es personal, pero no es individual; es justo, pero es misericordioso; es fiel a sus promesas, pero imprevisible en su cumplimiento. Dios fundamenta y supera lo mejor que nosotros tenemos o imaginamos, pero no podemos ni imaginar cómo lo supera. Es amor, pero no un amor como el nuestro –que se entrega a otros– porque no hay otros fuera de Él mismo. La dualidad pertenece a nuestro esquema espaciotemporal. Nuestro lenguaje es dual –sujeto/objeto– y contradictorio, porque estamos encerrados en el tiempo y en el espacio. El lenguaje racional –el principio de no contradicción– nos impide coordinar los extremos opuestos: la gratuidad de la gracia y los méritos humanos; la acción de Dios y la autonomía humana; el desarrollo del tiempo y la simultaneidad de lo eterno. Lo temporal y lo eterno son dos realidades difíciles de coordinar; porque nuestros conceptos no aprehenden la realidad en sí, sino traducida –traduttore, traditore– en nuestra experiencia espaciotemporal. Es como traducirle a un sordo de nacimiento, mediante colores, una partitura musical; podríamos inspirarle una experiencia estética semejante, pero solamente podrá apreciar la música el día en que se corrija su sordera. Por la vía racional sólo podemos postular a Dios como Bien Absoluto; pero no podemos comprenderlo. Si encuentras al Buda, mátalo, porque no es el Buda. Si crees que has llegado a comprender a Dios, bórralo y comienza de nuevo, porque ese no es Dios. Por la vía ética apreciamos el bien y el mal, la dignidad y los Derechos Humanos, aunque no podamos demostrarlos. Por la vía mística podemos percibir una Presencia, la unidad y la plenitud del Todo, pero la vía mística se expresa mediante el lenguaje simbólico –"la ola es el mar"–, no emplea conceptos "claros y bien diferenciados" sino aproximaciones intuitivas y sensibles: el Padre del hijo pródigo y el Juez del juicio final. Estos símbolos nos permiten vislumbrar algo de la realidad, pero no podemos deducir de ellos una serie de consecuencias lógicas, porque los conceptos desde los que partimos sólo son aproximaciones a la realidad. Sólo podemos mantener los símbolos, aunque sean aparentemente opuestos, y equilibrarlos en los dos platillos de la balanza; sólo podemos armonizar estética –o éticamente– el blanco y el negro, la justicia con la misericordia. En esto puede enseñarnos mucho la cultura oriental. Parecerá ironía si termino diciéndote que, para hablar de Dios, prefiero un lenguaje simbólico y abierto, que se comprende mejor con el corazón que con las disquisiciones intelectuales; que no certifica seguridad, pero que inspira confianza. Jesús enseñó mediante parábolas, no mediante conceptos. Empleó un lenguaje didáctico y popular; incluso, a veces, para ser entendido por el pueblo, presentó parábolas en clave egoísta, contraria a su generosa entrega: comparó al Padre con un juez inicuo, y prometió una recompensa del ciento por uno hasta por un vaso de agua. Lo importante de la comunicación no es la impecable corrección de lo que tú dices, sino lo que el otro puede entender. Para un cristiano, la mejor traducción del Dios eterno a nuestro lenguaje espaciotemporal es la vida de Jesús –su vida más aún que sus enseñanzas– que nos narran los evangelios sinópticos. Todo lo demás son interpretaciones lícitas –incluso necesarias para muchos de nosotros– pero que no deberíamos tomarnos demasiado en serio. Postdata. Como dije en mi último post, creo que no podemos conocer la realidad en sí; ni la realidad exterior, ni nuestra propia realidad. Solamente la postulamos como necesaria, o la experimentamos como un ciego que palpa algo, pero no puede decir qué objeto está palpando. Ni siquiera conocemos la materia oscura o la energía oscura. Solamente podemos interpretarla, como los ciegos que palpaban diversos miembros del elefante. Estas interpretaciones son necesarias para la vida, para la ética, para nuestro cerebro que está hecho para entender. Creo que Dios -la Realidad Suprema o Última, el Tao, el Ser- es concordancia de los extremos opuestos; es eternidad que se manifiesta en el tiempo. Esa infinitud inabarcable no puede explicarse -interpretarse- mediante un solo sistema. La luz se interpreta como corpúsculos o como ondas. La Realidad Última se interpreta como Verdad desde la lógica matemática; como el Bien o el Amor, desde la ética; como Belleza, desde la estética; como Energía, desde la física; como Espíritu, desde la teología; como Uno, desde la filosofía. La Realidad Última es todo eso y mucho más, como nos muestra –y seguirá mostrándonos- el Pluralismo Cultural y el pluralismo Religioso. Por ahí va mi interpretación de la Realidad. Desde hace algunos años vuelve regularmente a de prensa (y por desgracia a la vida), el tema de la pederastia,especialmente en su vertiente clerical, aunque son infinitamente más los casos ocultos que los desvelados.
En este momento está en primera plana el asunto de una presunta “mafia” de pederastas curas de Granada (España), sacudiendo la conciencia clara o "farisea" de millones de personas. Es bueno que así sea, si sirve para orientar a la Iglesia y para "curar" (de formas distintas) no sólo a las víctimas, sino a los posibles pederastas. El tema en general es muy complejo y no tengo gran autoridad para abordarlo, pues no soy médico, educador, psicólogo o juez…. Pero lo he vivido de cerca, desde hace mucho tiempo, he conocido muchos casos, y eso me permite opinar con libertad, desde una perspectiva cristiana (humana). El problema nos sitúa en la raíces de la conflictividad afectiva de hombres y mujeres, mayores y niños, y nadie tiene las claves para resolverlo, aunque muchos piensan que, al fin, en esta sociedad, es insoluble. No se puede solucionar, pues forma parte de la trama de la vida… pero puede encauzarse quizá un poco mejor, y así pienso hacerlo en las reflexiones que siguen, abriendo caminos de cambio para la sociedad (y de un modo más concreto) para la misma Iglesia, en línea de humanidad, que es la línea de la Iglesia, para bien de los niños y de todos los hombres y mujeres. 1. Pederastia, un tema humano La pederastia se inscribe en el proceso de educación y maduración afectiva y sexual de los niños. En un momento dado, algunos educadores (del entorno familiar o social) en vez de acompañarles y guiarles en respeto, gozo y libertad, hasta que ellos puedan elegir y recorrer personalmente su opción afectiva, tienden a aprovecharse de ellos, para encontrar placer o ejercer su poder. Algún tipo de pederastia se ha dado y seguirá dándose siempre en el contexto familiar y educativo, recibiendo valoraciones distintas en las diversas sociedades, desde los sistemas tribales antiguos, pasando por las culturas clásicas (Grecia. la India…) hasta la actualidad. En algunos contextos culturales un tipo de pederastia se sigue considerando legal e incluso se admite el matrimonio con menores. 2. Perversión suprema. Dos tipos de pederastia Está por un lado la pederastia “casual”, por así decirlo, mucho más frecuente de lo que se dice, en contextos de cercanía afectiva, especialmente familiar. Un tanto por ciento bastante elevado de niños y niñas han sido objeto de miradas y “tocamientos”, que a veces se “resuelven” con la edad, pero que otras veces causan en ellos grandes traumas, como saben bien los expertos (amigos y educadores, psicólogos y médicos etc.). Muchas veces, este tipo de pederastia casual no necesita resolverse en los tribunales, sino que se resuelve (y sufre) con la misma vida, aunque en otros casos debe llevarse ante el juez. Está por otra parte la pederastia organizada en forma de “trata de niños y niñas”, desde el llamado “turismo sexual” (para conseguir por dinero el “trato” con menores, hasta la prostitución infantil y el utilizamiento organizado de niños y niños. En este caso se sitúan las “mafias” que actúan a veces por dinero, otras por simple “placer”, de forma duradera. En esta línea se pueden situar los casos de “aprovechamiento” continuo de niños y niñas. Ésta es una de las grandes lacras de nuestra sociedad. Aquí debe acudirse siempre al juez. 3. Iglesia, un lugar sagrado (y peligroso) para niños La iglesia cristiana puede y debe concebirse como espacio de maduración en el amor, en libertad. Por eso, en ella cobra un sentido especial el “amor” a los niños, entendido en forma de respeto y de acompañamiento en el proceso de la educación personal, familiar, afectiva. En esta línea se (nos) sitúa de un modo especial evangelio de Marcos (y de Mateo) que presentan el “escándalo de niños” (es decir, la utilización sexual o humana de menores) como el mayor de todos los pecados: “Más le valdría atarse a una piedra de molino y tirarse al mar que hacer daño a los niños”. Pero la misma cercanía afectiva que ofrecen los grupos de Iglesia (y otros grupos semejantes: ciertos centros educativos, escuelas deportivas etc.) puede convertirse en espacio de alto riesgo, si es que los “educadores cristianos” pierden su norte (no son hombres y mujeres de madurez afectiva) y buscan en los niños una satisfacción sexual compensatoria. Siempre se ha sabido que lo más alto puede convertirse en lo más bajo, pasando del “creo en Dios Padre” a la “resurrección de la carne” en un lugar equivocado. 4. Pederastia clerical. Una situación de riesgo La iglesia debería ser (y en gran parte ha sido y sigue siendo) un espacio ejemplar de acogida, educación y maduración de los niños. Así lo muestra la inmensa labor de miles de religiosas y religiosos que han entregado su vida a la educación de los niños, en libertad y respeto. Pero en ciertos sectores de Iglesia, un tipo de celibato ministerial (o de autoridad), impuesto de un modo apresurado (para captar vocaciones de grupo) y vivido en contextos “sacralizados” (con poca libertad y madurez) ha podido servir de “caldo de cultivo” para un tipo de “tendencia a la pederastia compensativa” (ante otras carencias afectivas). Con seguridad, esta pederastia clerical sacralizada no es mayor que la que se da en otros contextos de familia y escuela, o en centros educativos y organizaciones sociales de diverso tipo, pero presenta una mayor gravedad por el hecho de que se produce en un ambiente sacralizado donde el educador clérigo ejerce una autoridad espiritual sobre los menores (y se aprovecha de su dignidad) para utilizarles sexualmente, de un modo más o menos claro. Siempre se ha dado la mirada especial al más “guapito/a”, algún tipo de preferencia (¡y es normal!), pero si ese gesto sale del cauce normal de la vida puede convertirse en fuente de satisfacción sexual sustitutoria (enfermiza, y a veces criminal). 5. Justicia social (y cristiana), el derecho del niño Pues bien, en este contexto se ha dado un cambio fundamental que (para sonrojo de los eclesiásticos) ha comenzado en la sociedad civil antes que en la Iglesia: Desde hace unos decenios (y especialmente en los últimos años) la justicia de los países occidentales está condenando severamente la pederastia. Se ha dado aquí un salto cualitativo, algo que antes (y en otros países todavía) resultaba impensable: La sociedad civil ha tomado a su cargo la defensa de la libertad y de la autonomía “afectiva” de los niños. Este cambio (el descubrimiento y protección de los derechos personales, afectivos y sexuales de los niños) constituye un elemento clave en el despliegue de la humanidad. La sociedad civil se siente capaz de proteger a los niños, por encima incluso de su mismos entornos familiares y sociales (donde ellos vivían antes). Pues bien, en este campo, eso es absolutamente normal (y necesario) que la Iglesia acepte en este campo el veredicto y control de la sociedad civil, sin privilegios clericales, 6. Estamos en un tiempo bueno. Contra la “omertá” clerical Ha existido desde antiguo una pederastia de ese tipo, envuelta en gestos de secreto sagrado y mantenida oculta por la “omertá” típica de todos los grupos cerrados (desde la mafia siciliana hasta una gran iglesia). Estos problemas se resolvían en silencio, dentro de la propia iglesia (o familia), conforme a una larga tradición, que tenía sus valores, pero también sus grandes (mayores) riesgos; han sido miles y miles de hombres y mujeres los que han sufrido en la Iglesia (y más en otros grupos sociales) un tipo de presión afectiva, sexual y personal de este tipo. Pues bien, nos hallamos en un tiempo bueno, propiciado por la nueva libertad social, y por la misma actitud de la Iglesia Católica que quiere abrirse y mostrar sus problemas, sin miedo ante el mundo, por el cambio de actitud del Papa Benedicto y más por el de Francisco. Está terminando la omertá clerical, está es una de las mejores noticias que hemos escuchados en los últimos decenios en un campo eclesiástico. No es que ahora haya más casos de pederastia, posiblemente hay muchos menos, pero se conocen, ye es muy bueno que se conozcan, para que así sepamos lo que somos y podamos plantear de mejor manera nuestras experiencias, caminos y metas. 7. Un tema “social”. No sólo “castigar”, sino reeducar (también) al pederasta La justicia social (cf. Constitución Española 25, 2) tiene como fin no sólo el “corregir” (castigar) a los infractores (y proteger a los niños sometidos al abuso sexual de los mayores), sino abrir a los mismos pederastas un camino de “corrección” (de re-educación, re-socialización). No se trata sólo de castigar, sino especialmente de ofrecer espacio de maduración distinta, empezando quizá por la cárcel (¡qué utopía!), para centrarse sobre todo en el cambio social. El problema de la pederastia no se resuelve sólo con el miedo al castigo, ni con la “cárcel que debe reeducar”, sino con el establecimiento de una sociedad madura y sana en el campo social y afectivo. Como decimos, la sociedad no debe ocuparse sólo de defender al niño jurídicamente al niño (cosa necesaria), sino también de educar y ofrecer espacio de cambio para el pederasta, haciendo posible el surgimiento de una sociedad donde los adultos puedan desplegar en libertad su opción sexual, sin descargarla (de forma enfermiza o “voluntaria” y criminal) sobre los niños. 8. Una iglesia para niños, pero también para “pederastas” (para su perdón y “conversión”) Conforme a lo anterior, la iglesia debe abrir espacio de educación en madurez y libertad para los niños; esto es lo más importante, ofrecer espacio sociales de madurez en el amor, sin imposiciones, ni magias estructurales, sin normas que se impongan sobre individuos y grupos. Por eso, ella no puede condenar sin más al pederasta, sino ofrecerle también espacios, estímulos y caminos para una educación en el amor y libertad (y para el surgimiento de una sociedad sin pederastas). También el pederasta merece un respeto y una atención. No podemos hacerle chivo expiatorio de todos nuestros males, como ahora tiende a decirse en ciertos círculos de Iglesia. (He oído decir a un jerarca muy alto de la iglesia hispana que hay que arrancar a los pederastas y expulsarlos de la iglesia, como manzanas podridas…). Ciertamente, los pederastas clericales han de ser juzgados sin más por las leyes sociales, pero ellos siguen siendo “hijos queridos” de la Iglesia, que (en muchos casos) tiene la responsabilidad real (¡no la culpa!) de lo que ellos son, pues les ha hecho vivir (hasta ahora) en un ambiente que parecía propicio para cierto tipo de pederastia. En esa línea, muchos pederastas clericales son producto de un tipo de iglesia, y no se les puede condenar sin que la Iglesia haga “penitencia” (y abra un camino de conversión) con ellos. 9. Un cambio de iglesia (más allá de un celibato) Creo (y sé por experiencia) que el celibato temporal o para siempre es un “don” evangélico, si evangélicamente se vive. Creo, además, que el celibato ofrece unos cauces de autonomía y responsabilidad fuerte en la entrega por el Reino de Jesús. Pero vivido en ambientes de poder (¡sólo el célibe puede…!) y desarrollado en espacios de afectividad “cerrada” ha podido convertirse en caldo de cultivo de un tipo de pederastia (vinculada sobre todo con un tipo de homosexualidad entendida como pecado). Por eso es necesario un cambio fuerte en la vida de la Iglesia, más allá de pequeños maquillajes de imagen, de simples cambios de cosmética propagandística. Se trata de volver al Evangelio, a la raíz de la vida humana, en libertad y autonomía, destacando la madurez de las personas (con opciones afectivas básicamente estables). Por eso me alegro de “presunto” crimen del “clan” de Granada, si sirve para replantear algunos temas básicos del celibato y del “poder” eclesial y si, al mismo tiempo, sirve para que los pederastas puedan encontrar, al fin, si es que lo han sido, un camino de madurez humana, no como “manzanas podridas”, sino como pecadores (culpables) arrepentidos y transformados (es decir, como cristianos de primera). 10. Un tema para la Congregación de la Doctrina de la Fe. Éste es finalmente un problema que me viene impactando hace ya tiempo. Los mayores de edad, dedicados a la teología, con cierta libertad, amor y riesgo, hemos sentido en la nuca la mano fría de esta Congregación, que nos ha vigilado (y a veces perseguido) por la forma de entender la Encarnación del Logos, la Personalidad el Espíritu Santo o el sentido biológico de la maternidad divina de María… Pues bien, los años altos y “gloriosos” de esta Congregación han pasado, y ahora ella se ocupa de temas “bajos” de pederastia clerical, considerada como tema de fe. Tengo mis grandes dudas sobre la efectividad de este cambio. No sé si los clérigos de la Doctrina de la Fe de “Pedro” son los mejor preparados para entender, vigilar, castigar y “convertir” a los que tienen problemas de “petrina”. Pero ahí están. No sé si han caído o han subido en el escalafón vaticano… Pero es evidente que han cambiado. Les deseo un buen trabajo. Quizá vuelva a hablar de ellos otro día, si el tema lo merece. hora quizás resulte que la idea mesiánica del Gran Canal de Nicaragua tenga un origen teológico. Y no una teología cualquiera, sino la teología de la liberación. Durante una reciente reunión de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (Copppal) celebrada en Managua, el comandante Daniel Ortega reveló que no le fue fácil convencerse de las bondades del canal interoceánico cuya construcción y propiedad entregó por medio de un tratado de 100 años de duración al empresario chino Huan-Ying, hasta que lo persuadió de lo contrario el célebre teólogo brasileño Leonardo Boff.
El propio Ortega lo contó de esta manera: “La prueba de fuego la pasé con Leonardo Boff… hace dos años andaba aquí Leonardo, ya estaba lo del Canal, y hablé con Leonardo, que es un defensor de la naturaleza. Yo venía preparado para que me dijera que la construcción del canal era una barbaridad, eso esperaba”. Pero fue todo lo contrario. El teólogo, creador y promotor de la Carta de la Tierra , le habría hablado de las bondades de megaproyectos desarrollados en Brasil, hidroeléctricas y obras a cielo abierto en la selva: “Y me decía que sí, que existían los cuestionamientos, pero que ellos acompañaron los proyectos y que el impacto que habían tenido había dado vida a los bosques”. Entre los ejemplos que Boff le puso estaba la represa de Itaipú en el río Iguazú, entre Brasil y Paraguay, iniciado para el tiempo de las dictaduras militares en ambos países, una de las siete maravillas del mundo moderno. “Eso fue un gran alivio para mí”, comentó Ortega. Un alivio trascendental, pues hasta antes de su providencial reunión con Boff, la construcción del canal le parecía una monstruosidad. En mayo de año 2007 había declarado ante una asamblea de ecologistas: “No habrá oro en el mundo que nos haga ceder en esto, porque el Gran Lago es la mayor reserva de agua de Centroamérica y no la vamos a poner en riesgo con un mega-proyecto como un canal interoceánico”. Todo el mundo sabe quién es Leonardo Boff, uno de los fundadores de la Teología de la Liberación, y el prestigio que tiene en la izquierda mundial. Enjuiciado por la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, fue condenado a la suspensión a divinis, y luego abandonó la orden franciscana. Hace poco ha relatado él mismo aquel encuentro con Ortega, decisivo para el destino de Nicaragua, si es que los chinos llevan adelante la construcción de su Gran Canal: “No tengo secretos. Hace dos años, en una conversación informal en la casa del ex canciller Miguel D’Escoto, el presidente Ortega dijo que Estados Unidos está presionando a todos los países y a las empresas para que no hagan inversiones en el país. Y Nicaragua se está ahogando en deudas. La solución definitiva sería construir un canal que le daría al pueblo nicaragüense un mínimo de subsistencia y desarrollo”. Boff es un hombre respetado por la seriedad de sus opiniones, y tiene personas a su alrededor que filtran para él las informaciones en que sustenta sus criterios; de modo que debería saber que no es cierto que Estados Unidos mantenga ningún bloqueo económico ni financiero sobre Nicaragua, y que las relaciones de cooperación económica entre ambos países, incluidas las inversiones, son normales, como pueden atestiguarlo los propios representantes de la empresa privada nicaragüense que celebran las política de absoluto libre mercado de Ortega. Tampoco es cierto que Nicaragua se esté ahogando en deudas. El Banco Central se precia de que el país es un excelente pagador de sus créditos públicos y privados, y de la solidez de sus reservas monetarias. Nicaragua no se halla en ninguna lista negra de deudores internacionales, y el gobierno de Ortega cuenta con el aval entusiasta del Fondo Monetario Internacional para sus operaciones de crédito. Y hay más. De acuerdo con el Índice de Libertad Económica en el Mundo, que tiene que ver con la inversión extranjera, Nicaragua, que ocupaba el vergonzante lugar 111, ha escalado en los últimos años 75 posiciones, y se coloca en el primer rango de países donde el Estado interfiere menos con regulaciones del mercado y el flujo de capitales. Es decir, un ejemplar gobierno neoliberal. Y sigue Boff explicando sus consejos a Ortega: “Le dije que debemos combinar los dos polos, el humano y la naturaleza, ya que ambos se pertenecen. Y que hoy en día existen tecnologías que pueden evitar daños irreparables. Aconsejé que fuera a visitar la presa más grande del mundo, la de Itaipú en Foz do Iguaçu, pues allí se lleva a cabo una experiencia exitosa de equilibrio entre el hombre y la naturaleza… fue todo lo que dije”. Pero aún dice algo más: “China es uno de los pocos países que se resiste y se enfrenta a Estados Unidos .Todas las demás empresas fueron bloqueadas”. Y ya no sabemos si esta última frase es suya propia, o la copia de Ortega. De cualquier modo, para un hombre tan bien enterado, debería resultar obvio que eso también es falso. China y Estados Unidos no están enfrentados alrededor del cacareado Gran Canal por Nicaragua. Ni tampoco Estados Unidos ha prevenido a sus empresarios de no invertir en este hipotético proyecto, a lo mejor porque la Casa Blanca lo sigue considerando fantasioso. La prueba de que no existe tal hostilidad, está en que cuando Wang Ying lo presentó con toda pompa en Managua en 2013, se hizo rodear de representantes de poderosas empresas estadunidenses cuyos servicios había contratado, una de ellas los cabilderos McLarty & Associates, dueños de una clientela que incluye a Wallmart y la General Electric. Y Boff debería saber también que entre los grandes expertos al servicio de McLarty figura John Dimitri Negroponte, quien desde su cargo de embajador de Reagan en Honduras dirigió en los años 80 las operaciones militares de la CIA contra Nicaragua. Quizás estamos asistiendo al nacimiento de una nueva teología. El último domingo del año litúrgico se dedica a celebrar la victoria del Señor, después de haber recordado los momentos difíciles y duros de su vida. Pero las lecturas no nos hablan de una celebración de campanas al vuelo y ceremonias deslumbrantes. Hablan de lo bien que se porta Cristo Rey con nosotros y de la respuesta que espera de nuestra parte.
Primer regalo: su preocupación por nosotros (lectura de Ezequiel) En el Antiguo Oriente, la imagen habitual para hablar del rey era la del pastor. Simbolizaba la preocupación y el sacrificio por su pueblo, como la de un pastor por su rebaño. En la práctica, no siempre era así. El c. 34 de Ezequiel habla de los reyes judíos como malos pastores que han abusado de su pueblo y luego se han desinteresado de él y lo han abandonado cuando se produjo la caída de Jerusalén y la deportación a Babilonia. Pero Dios no va a permanecer impasible: eliminará a esos malos reyes y ocupará su puesto haciendo dos cosas: 1) como Rey-pastor, buscará a sus ovejas, las cuidará, etc. 2) como Rey-juez, juzgará a su rebaño, defendiendo a las ovejas y salvándolas de los machos cabríos (por eso llamamos en España "cabrones" a los que se portan mal con otros). El texto del evangelio (el Juicio Final) empalma con el segundo tema. Pero la liturgia se ha centrado en el primero, que subraya la preocupación de Dios por su pueblo. Es interesante advertir la cantidad de acciones que subrayan su amor e interés: «seguiré el rastro de mis ovejas, las libraré, apacentaré, las haré sestear, buscaré, recogeré, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas». En el contexto de la fiesta de hoy, estas frases habría que aplicarlas a Jesús y ofrecen una imagen muy distinta de Cristo Rey: no lo caracterizan el esplendor y la gloria sino su cercanía y entrega plena a todos nosotros. Buen momento para recordar cómo se ha comportado con cada uno, buscándonos, librándonos, curando... Segundo regalo: victoria sobre la muerte (lectura la 1ª carta a los Corintios) Pablo, influido sin duda por las campañas romanas de su tiempo, presenta a Dios Padre como el gran emperador que termina triunfando y sometiendo todo. Pero quien guerrea en su nombre es Cristo, que debe enfrentarse a numerosos enemigos. El último de ellos, el más peligroso, es la muerte, a la que Jesús vence en el momento de resucitar. De esa victoria sobre la muerte participamos también todos nosotros. El fin del año litúrgico, que recuerda el fin de la vida, es un momento adecuado para superar la incertidumbre y la angustia ante la muerte y agradecer la esperanza de la resurrección. Una condición (evangelio) El evangelio no se centra en el triunfo de Cristo, cosa que da por supuesta, sino en la conducta que debemos tener para participar de su Reino. La parábola es tan famosa y clara que no precisa comentario, sino intentar vivirla. Pero indico algunos datos de interés. 1. A diferencia de otras presentaciones del Juicio Final en la Apocalíptica judía, quien lo lleva a cabo no es Dios, sino el Hijo del Hombre, Jesús. Es él quien se sienta en el trono real y el que actúa como rey, premiando y castigando. 2. Los criterios para premiar o condenar se orientan exclusivamente en la línea de preocupación por los más débiles: los que tienen hambre, sed, son extranjeros, están desnudos, enfermos o en la cárcel. Estas fórmulas tienen un origen muy antiguo. En Egipto, en el capítulo 125 del Libro de los Muertos, encontramos algo parecido: «Yo di pan al hambriento y agua al que padecía sed; di vestido al hombre desnudo y una barca al náufrago». Dentro del AT, la formulación más parecida es la del c.58 de Isaías: «El ayuno que yo quiero es éste: partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne.» Lo único que Jesús tendrá en cuenta a la hora de juzgarnos será si en nuestra vida se han dado o no estas acciones capitales. Otras cosas a las que a veces damos tanta importancia (creencias, prácticas religiosas, vida de oración...) ni siquiera se mencionan. 3. La novedad absoluta del planteamiento de Jesús es que lo que se ha hecho con estas personas débiles se ha hecho con él. Algo tan sorprendente que extraña por igual a los condenados y a los salvados. Ninguno de ellos ha actuado o dejado de actuar pensando en Jesús; pero esto es secundario. Las Edades del Hombre, rastro de objetos religiosos espigados por la geografía castellana, han sido visitadas principalmene por los turistas de la tercera edad. Estos hombres y mujeres, además de tener tiempo, están familiarizados con las imágenes de los santos, crecieron con ellas y las adoraron. Sus vidas siguen girando más en torno a los santos que al Tú Solo Santo.
Los templos, convertidos en museos, exhiben los inesenciales de la religión, entre esos inesenciales se ecuentran los púlpitos de mármol, de maderas nobles, de bronce... Púlpitos, hoy, en desuso. Ya no sabemos pulpitear, oratoria en desuso, ni hay gente que la aguante. Los oradores sagrados subían al púlpito con la misma solemnidad y trepidación con la que Moisés ascendía al Sinaí y nos entregaban la ley, las leyes y los mini-mandamientos de una moral más eclesiástica que evangélica. La historia de la Iglesia es la historia de sus púlpitos. Desde miles de púlpitos se han proclamado los grandes sermones condenando más las miserias de los hombres que cantando la gloria y el amor de Dios. Hoy, vivimos tiempos de rebajas y nuestro pulpitear no se parece en nada al del pasado. Pero el púlpito, ahí está, como símbolo de la palabra humana y de la Palabra, "espada aguda de dos filos" que sale de la boca del "Amén". Hoy, nadie sube al púlpito y sólo se quedan estáticos en el ambón los que atados a unas cuartillas, imprimidas la víspera, son más prisioneros del papel que de la Palabra. Cada día son más los predicadores que bajan los escalones del presbiterio y enseñan, exhortan y animan a la comunidad a ras del suelo, a su altura. Cuando yo llegué a mi nueva parroquia, una feligresa asustada me dijo: "Usted o vacía la iglesia o la llena". Ninguna de las dos profecías se han cumplido. A las que vienen a la iglesia a "hacer su cosa" no hay quien las eche, pasan del púlpito y de su pulpitear. A los superortodoxos la cercanía les afixia, éstos se dan media vuelta y se largan sin más en cuanto el púlpito baja las gradas del altar. A los desarraigados, indiferentes unos, venenosos otros, habitantes del planeta de lo efímero, sólo se les ve, haciendo bulto, en los funerales. A la misma altura que la comunidad ves sus caras, sientes su calor o su frío, su sonrisa o su bostezo y hasta puedes dar un manotazo al que mira al reloj incontinentemente. Este restaurante no es un fast food porque el cocinero tiene la obligación de dar a la comida un buen sazón. Predicar es la mayor responsabilidad que tiene un cura. Predicar sin púlpito y sin papeles es más arriesgado y más autobiográfico. Me impresiona el yo de San Pablo tan presente en sus cartas, "yo más que todos ellos". No se puede preparar la homilía mientras se desayuna el domingo a primera hora. El Papa Francisco conoce bien a esos curas y en su exhortación La Alegría del Evangelio nos recuerda: "La preparación de la predicación es una tarea tan importante que conviene dedicarle un tiempo prolongado de estudio, oración, reflexión y creatividad pastoral...aunque deba darse menos tiempo a otras tareas también importantes". (145) Yo confieso que la predicación me ocupa mi tiempo y me preocupa gravemente. Encontrar la metáfora, la imagen, que ponga en ON el GPS interior de los fieles para que acojan la Palabra y caminen contigo por la misma autopista, se me antoja tarea casi imposible. En los nuevos templos el púlpito y la palabra púlpito han desaparecido. El predicador es el púlpito y "un predicador que no se prepara no es espiritual; es deshonesto e irresponsable con los dones que ha recibido" afirma el Papa Francisco. Señores obispos hagan sitio en los museos diocesanos para meter todos los púlpitos y coros de ayer y saquen de sus seminarios púlpitos vivientes, más preparados para la predicación del evangelio eterno que para la administración de unos bienes efímeros. "No hay tarea más urgente que tejer junto a mi pueblo
las redes de la justicia que nos vayan sosteniendo, hilvanando la utopía con los hilos de sus sueños" Humberto Pegoraro La urgencia de tejer. La necesidad imperiosa de que la obra de nuestras manos se haga visible, presente, eficaz, abrigada; que acompañe inviernos y regale belleza. Aprender un modo nuevo de religarnos. De encontrarnos, en la sutil oscilación de acercamientos y diferenciaciones: porque es encuentro la cercanía, y también el despliegue de identidad. Destejer todo lo que sea necesario, hasta lograr lazos lo suficientemente elásticos para que potencien el movimiento y bastante firmes para garantizar el cobijo. Hasta encontrar el tamaño que no deje a ninguno por fuera del calor. Amplificar, para que cubra más y mejor. Probar dimensiones y solturas diversas. Muchas veces, la sensación de esfuerzo malgastado, de tarea inútil, y la necesidad de comenzar de nuevo, con puntos más sueltos aunque parezca mayor el riesgo de que alguno se escape y se pierda. Complicidades de la artesanía con el espíritu. "El más pequeño acto de amor (que) sigue tejiendo la belleza de la trama" es tantas veces reconocer la necesidad de soltar, de movimientos más fluidos que liberen; y tantas otras salir a buscar al que quedó perdido en alguna vuelta descuidada y que necesariamente se tropieza con la presión de deshilacharse porque nada ni nadie lo hace parte del entramado. La osadía de tejer juntos con hilos diversos, haciendo historia entre dolores y fiestas, probando texturas. La angustia de "ser angostos", de no llegar a todos los espacios que quisiéramos entretejer, de no poder abrazar con nuestras lanas todas las otras. A veces no lograr destrabar y otras generar los nudos dañinos. La decisión de, por ahora, unir con ataduras precarias algo que requiere mayor habilidad o más tiempo para ceñirse sin endurecerse. La vida que fluye y nos invita a hacernos tejedores. A empuñar sin demora las agujas una y otra vez. Que no en vano a la historia y las historias se las nombra "tramas", que de lo desligado hacen comunión... que vinculan, anudan, generan. La vida. Movimiento y lazo; sostener sin sujetar. Combinación inalienable de lo uno con 'lo otro', para fundar un 'uno' mayor. Cuerpos en acción recreándose a fuerza de ir y venir, avanzar y retroceder. Tarea paciente, sigilosa, incluso invisible. Del derecho y del revés, simplemente vida. |
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