Esta vez va en serio: o así lo cree el 52% de los católicos españoles (y más significativamente, el 71% de los que se definen como católicos practicantes), que ven en el estilo personal del papa Francisco y en su declarada opción por una "Iglesia de los pobres" el anuncio de un tiempo nuevo. Incluso, cabría decir, radicalmente nuevo.
Para empezar, el cambio más deseado (lo expresan nueve de cada diez españoles, creyentes o no) es que la Iglesia se sitúe en adelante, sistemáticamente, del lado de los pobres y de los desfavorecidos y no de los ricos y de los poderosos. Toda una revolución, pues históricamente, la Iglesia -como institución- rara vez (si es que alguna) se ha visto en la tesitura de tener que optar por uno de estos dos bandos: siempre ha aparecido alineada con el segundo de ellos. Además, el 85% de los españoles (y el 70% de los católicos practicantes) querrían ropajes y ceremoniales litúrgicos más austeros y no de "alta costura" eclesiástica: los zapatos remendados del nuevo Papa se elevan así a la categoría simbólica de ejemplo a seguir. Además, mayorías muy claras (tanto entre la población general, como entre el 73% de la misma que se declara católica, y también entre el concreto 17% que específicamente se define como "católicos practicantes") desean que en este anunciado tiempo nuevo la Iglesia se sostenga exclusivamente con las aportaciones voluntarias, que el Papa viva permanentemente (como ha empezado ya a hacer Francisco) en una residencia sencilla, que la Iglesia deje de tener un banco propio y que, renunciando a toda apariencia de poder temporal, ponga fin a la existencia del Estado Vaticano (este último punto es el único en que la opinión de la católicos practicantes no concuerda con la del resto de los españoles). Y por lo que respecta en concreto a España, el apoyo de nuestra ciudadanía a los posibles cambios que cabría desear es generalizadamente masivo y mayoritario tanto entre no creyentes como entre creyentes. De forma unánime se espera una actitud de absoluta intransigencia por parte de la jerarquía de la Iglesia en los casos de pederastia que impliquen a eclesiásticos. No puede sino escandalizar, a creyentes y no creyentes, la prudencia y tacto con que, por lo general, estos casos han solido ser tratados, sobre todo si al tiempo se recuerda la trompetería desaforada -e incluso en algún caso ridículamente excesiva y aun paranoide- de algunos de nuestros prelados en temas como el aborto o el matrimonio homosexual (¡hay quien a este respecto ha llegado incluso a sugerir la existencia de una conspiración urdida desde el exterior para socavar nuestra moral colectiva!). De forma masiva, los españoles (católicos practicantes incluidos) desearían ver a la Iglesia superar lo que a estas alturas no resulta sino una mojigatería pacata (de tan tenue, por no decir nula, sustentación dogmática) que le lleva a rechazar el divorcio o el uso de anticonceptivos. Nada mina más el crédito social de una institución que su empecinamiento por mantener, aunque sea nominalmente, normas de comportamiento que, en la realidad, no sigue prácticamente nadie (y esto es algo que quizá ayude a entender por qué, si el 73% de los españoles se reconocen como católicos, solo sean un 17% los que digan ser efectivamente practicantes). Pero hay más: incluso entre los propios católicos practicantes resultan ser más numerosos quienes creen que el concepto de familia no tiene por qué referirse exclusivamente a la constituida por un hombre y una mujer (52% frente a 40%), y son tantos los que creen que una pareja del mismo sexo está capacitada para criar a un niño como quienes creen que lo está más una pareja compuesta por personas de distinto sexo. Entre el conjunto de la población, y entre los católicos poco o nada practicantes, en estos dos puntos las mayorías a favor de las primeras opciones son abrumadoras. Por otra parte, los españoles desean un nuevo Concordato (84%), que se ponga fin al trato preferente que la Iglesia Católica recibe del Estado en general (73%) y, específicamente, en materia fiscal (82%). Y por último, quizá el deseo más complicado de ver cumplido por más que sea expresado por el 88% de los católicos (y por el 73% de los que específicamente se definen como practicantes): que se acabe con la actual discriminación de la mujer en el gobierno de la Iglesia. Comparando estos datos con la prédica (y la práctica) habitual de nuestros prelados el desencuentro adquiere magnitudes siderales. No puede así extrañar que, desde hace años ya, la idea mayoritaria (75%) entre los españoles (incluso entre los propios católicos practicantes -49%-) sea que la Iglesia española no ha sabido adaptarse a nuestra sociedad actual. Es decir, que cada vez entiende menos los problemas que tienen los españoles, que cada vez es, por ello, menos capaz de proporcionarles orientaciones oportunas y viables y, llegado el caso, el adecuado apoyo y consuelo. Porque tal y como están las cosas -y según expresa nuestra ciudadanía- la imagen que ahora transmite la Iglesia no puede resultar menos acorde con el mensaje que aspira a transmitir: su rostro es de dureza y condena (51%) más que de bondad y perdón (33%).
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Fue para mí una experiencia vital. Me acompañaban Carmen, mi esposa y nuestra hija María, residente en Suiza, que nos había invitado al Encuentro programado para los día 13 y 14 de abril del 2013 en Friburgo. El recorrido en coche desde Lausana era ya en sí la iniciación a dicha experiencia: amanecer alpino sobre la cadena del Montblanc con sus picos más elevados empujando la elevación de la mirada hacia el cielo. Blanco y azul fundidos en un profundo respirar del alma.
Yo sugerí detener la música y María recomendó el silencio de concentración meditativa en una inspirada plenitud de aquí y ahora. Practicarla permite reducir la fuerza de nuestros pensamientos perturbadores habituales y desarrolla nuevos hábitos del pensamiento, que son fuente de paz interior, de alegría y de satisfacción. El Dalai Lama lo dijo en una ocasión: "Puesto que tenemos que tratar con las emociones, el mejor método para ello es la Meditación. No para la próxima vida, ni para el paraíso, sino para nuestro cotidiano bienestar". Yo al menos lo necesitaba, y así me lo sugirió también el recuerdo del epitafio de Don Miguel de Unamuno en su tumba salmantina: "Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar. Dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar". De todos modos era difícil atajar los repetidos lances del pensamiento. Por los campos de mi memoria cabalgaban atropelladamente palabras e imágenes del gran líder del budismo tibetano: "el objetivo de mi vida es ser feliz y útil para los demás". Que es consecuente con él, lo testimonian los dichos y los hechos de sus tres compromisos adquiridos con el mundo: Promoción de los valores humanos, por su convencimiento de que la compasión, el amor a todos los seres y la no violencia activa son la verdadera fuente de la felicidad, que no proceden necesariamente de una fe o de una práctica religiosa. Como monje budista, la Promoción de la armonía entre todas las tradiciones religiosas, pues todas han sido fundadas sobre valores éticos de compasión, de tolerancia, de benevolencia y de paz. Y puesto que los seres humanos tienen aspiraciones y disposiciones diversas, es importante y necesario que haya diferentes religiones en nuestro mundo. En tanto que líder espiritual budista, el Bienestar del pueblo tibetano. Overbooking en el aforo de las diez mil plazas del auditorio. Su aparición, convenientemente mediática, fue el detonante de las emociones del público. También de las mías a pesar del paliativo que en cápsula meditativa había ingerido durante el viaje. Un XIV Dalai –océano- Lama –maestro espiritual-, abismo de sabiduría y máximo representante del budismo tántrico desarrollado en los Himalayas, cuyo propósito es la reintegración del individuo en la pura conciencia primordial. Me sentí próximo a él, estimulado por la sosegada y plena madurez que su noble figura irradiaba. Un aura que yo percibía respetuosa y nada invasiva, que ingenuamente invitaba a la reflexión y el cuestionamiento de los personales postulados de la vida. Sus constantes movimientos corporales barrían una y otra vez, como en caricia, el empañado cristal de mi mental parabrisas. Todo su ritual de gestos y palabras me llegaban de él en términos de escaner personal durante los comentarios al texto de Atisha Dipankara (982-1054), "La lámpara para el camino del Despertar". El estilo de su magisterio había sido descrito hace mil años en la estrofa 23: "Comprende que un maestro espiritual es el que es diestro en la ceremonia del voto, que vive de acuerdo con el voto y tiene la seguridad y la compasión necesarias para otorgarlo". En cuanto a vocación como docente, Daniel Goleman, le presenta como "un Maestro que ha dedicado toda su vida a enseñar a los otros lo verdaderamente útil para poner fin al sufrimiento, sin perderse en especulaciones banales y facilitando los conocimientos necesarios para que cada uno pueda encender su propia lámpara". Quería aprender de él cómo prender la mía. Su capacidad de interacción con los demás vía comunicación existencial -es decir, desde cómo se vive aquello que se dice- era luminosa en todo el arco del espectro de su lenguaje. Una melodía de sonido y color sobre el pentagrama de música y palabra que fundamentalmente me creaba armonía de ideas en la cabeza y sentimiento de acción en el corazón. Lo hacía como el sabio niño travieso y creativo, siempre sorprendente y sorprendido en la mirada, con su gorra de golfista en la cabeza, con su vuelta a la recién amanecida ingenuidad de ese niño feliz que invita al enraizamiento del ser con la naturaleza primigenia. El pacifista clamor de sus trompetas sonaban liberadoras sobre mis ya casi descalabradas murallas de Jericó, en un lenguaje a la vez claro y cálido, desprovisto de todo dogmatismo. El mundo necesita hoy -y yo creo que siempre- una religión no de Verdades sino de Valores. De conducta moral –mejor de ética laica- y de altruismo, esenciales para nuestro porvenir y el de futuras generaciones. Una ética natural que va siempre más allá de cualquier creencia religiosa y que, por consiguiente, afecta y compromete a todo ser humano por el hecho de serlo, al margen de creyente o no creyente. A la pregunta que el teólogo católico Leonardo Boff le hizo en una mesa redonda sobre cuál es la mejor de todas religiones, éste Maestro de la sabiduría perenne hizo una pequeña pausa, sonrió, le miró fijamente a los ojos y le respondió: "la que te aproxima más a Dios, al Infinito. La que te hace mejor, más compasivo, más sensible, más humanitario, más responsable, más ético". De modo que la que mejor lo suele propiciar en cada uno, es la que ha recibido en sus creencias y cultura. Advirtió con cierta dureza sobre el irrespetuoso empeño de querer catequizar a los demás. Él prohíbe hacerlo a sus monjes. Su referencia a Las Tres Joyas del budismo -Buda, Dharma y Sanhga- me hizo pensar en las mías: Jesús, Evangelio, Comunidad cristiana. Ambas vienen a manifestar lo mismo. Desde una perspectiva más universal y trascendente, todos los seres humanos son hijos de Dios y tienen la capacidad innata para volverse divinos ellos mismos. Al menos eso dicen todas las Sagradas Escrituras. En la Conferencia sobre "La ética más allá de la religiones" me agradó escuchar su propuesta, hoy defendida de modo destacado por significados teólogos cristianos como el alemán Hans Küng, por ejemplo. Así de rotundo fue a este respecto:"Todas las principales religiones del mundo, con su énfasis en el amor, la compasión, la paciencia, la tolerancia y el perdón pueden y deben promover valores espirituales. Pero la realidad del mundo actual es que la fundamentación de la ética en la religión no es ya satisfactoria. Por eso estoy cada vez más convencido de que ha llegado el tiempo de buscar la espiritualidad y la ética más allá de la religión". La línea de su pensamiento es vanguardista y adaptado al mundo moderno. Aborda temas cruciales como la resolución no violenta de los conflictos, la urgencia de una toma de conciencia ecológica a escala planetaria, la promoción de valores humanos en la sociedad y la importancia del diálogo interreligioso e intercultural. Todo ello enmarcado en el interés creciente que hoy manifiestan los investigadores en los dominios de la Medicina, las Neurociencias, la Psicología, la Física moderna (particularmente la física cuántica), la Educación y la Filosofía. A mi regreso a casa los Alpes me parecieron más blancos y el cielo más azul. También más profundo aún el respirar del alma. Soñaba el confortador aroma de tan gratos recuerdos y el impacto personal que más allá del propio budismo, había dejado en mí la sinergia sentida en el encuentro de Friburgo. En mi mente golpeaba fuerte el recuerdo de los dos de Emaús: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» El evangelio de hoy también está sacado de un discurso de Jesús en el evangelio de Juan; el último y más largo, después del lavatorio de los pies. Es un discurso que abarca cinco capítulos, y es una verdadera catequesis a la comunidad, que trata de resumir las más originales enseñanzas de Jesús.
Como ya he repetido muchas veces, no se trata de un discurso de Jesús, sino de una cristología elaborada por aquella comunidad a través de muchos años de experiencia y convivencia cristianas. En el momento de la cena, los discípulos no hubieran entendido nada de todo lo que el discurso dice. El mandamiento del amor sigue siendo tan nuevo que está aún sin estrenar. Y no se trata sólo de algo muy importante; se trata de lo esencial. Sin amor, no hay cristiano. Nietzsche llegó a decir: "solo hubo un cristiano, y ese murió en la cruz"; precisamente porque nadie ha sido capaz de amar como él amó. Como decíamos el domingo pasado, solo el que hace suya la Vida de Dios, será capaz de desplegarla en sus relaciones con los demás. La manifestación de esa Vida, es el amor efectivo a todos los seres humanos. La pregunta que me tengo que hacer hoy es ésta: ¿Amo de verdad a los demás? ¿Es el amor mi distintivo como cristianos? No se trata de un amor teórico, sino del servicio concreto a todo aquel que me necesita. La última frase de la lectura de hoy se acerca más a la realidad si la formulamos al revés: La señal, por la que reconocerán que no sois discípulos míos, será que no os amáis los unos a los otros. Hemos insistido demasiado en lo accidental: el cumplimiento de normas, en la creencia en unas verdades y en la celebración de unos ritos, y apenas en lo esencial que es el amor. Seguimos cometiendo el error de presentar el amor como un precepto. Así enfocado, no puede funcionar. Amar es un acto de la voluntad, cuyo único objeto es el bien conocido. Esto es muy importante, porque si no descubro la razón de bien, la voluntad no puede ser movida desde dentro. Si me limito a cumplir un mandamiento, no tengo necesidad de descubrir la razón de bien en lo mandado, sino solo obedecer al que lo mandó. Aquí está el error. El que una cosa esté mandada, no me tiene que llevar a mí a cumplirla, sino a descubrir por qué está mandada; me tiene que llevar a ver en ella, la razón de bien. Si no doy este paso, será para mí una programación sin consecuencias en mi vida real. Ahora es glorificado el Hijo de hombre y Dios es Glorificado en él. Jesús ha lavado los pies a los discípulos. Judas acaba de salir del cenáculo y la muerte de Jesús está decidida. ¿Dónde está la gloria? Allí donde se manifiesta el amor. Ese amor manifestado, es a la vez, la gloria de Dios y la gloria del hombre Jesús. En el griego profano, "doxa" significaba simplemente opinión, fama. El "kabod" hebreo que traducen por doxa los LXX tenía un significado muy distinto. Por una parte, era la trascendencia y la santidad (majestad) de Dios que el hombre debe reconocer. Por otro, la manifestación de ese ser de Dios en acciones portentosas. Juan mantiene el sentido de "gloria" de Dios, que también atribuye al Hijo. Jesús en todas sus obras, manifiesta la "doxa" de Dios. Lo original de Juan es que esa gloria no se manifiesta solo en los actos espectaculares de poder, sino en los que expresan sin ambigüedades el Amor-Dios. La gloria de Dios es el Amor manifestado. No se trata pues, de fama y honor. Tampoco se trata de conceder majestad, esplendor o poder. La gloria de la que habla Juan no es una concesión externa; está en la misma esencia de la persona. Morir por los demás es la mayor gloria, porque es la mayor manifestación posible de amor. La gloria de Jesús no es consecuencia de su muerte, es la misma muerte por amor. Ni Dios ni Jesús después de morir, pueden recibir otra clase de gloria. La única gloria que podemos dar a Dios es amar como Él ama. Les llama "Hijitos" (teknia) diminutivo de (tekna). En castellano, el cariño se expresa mejor con el posesivo "hijitos míos". Esta expresión está justificada porque se trata de un momento íntimo y emocionante. Les anuncia su próxima muerte, por eso lo que sigue tiene carácter de testamento. Lo que Jesús pide a los suyos es un amor incondicional y a todos sin excepción. Todas las normas, todas las leyes tienen que orientarse a ese fin. Un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; igual que yo os he amado. El "igual que yo" no es solo comparativo, sino originante. Quiere decir que debéis amarosporque yo os he amado, y tanto como yo os he amado. El Amor-Dios no se puede descubrir, pero se manifiesta en las obras. Se trata de la seña de identidad del cristiano. Es el mandamiento nuevo, por oposición al mandamiento antiguo, la Ley. Queda así establecida la diferencia entre las dos alianzas. La antigua estaba basada en una relación jurídica de toma y daca con Dios. En la nueva alianza lo único que importa es laactitud de servicio a los demás. No se trata de una ley, sino de una respuesta personal a lo que Dios es en nosotros. "Un amor que responde a su amor" (Jn 1,16). Jesús no propone como primer mandamiento el amar a Dios, ni el amor a él mismo. No dice: Amadme como yo os he amado. Dios es don total y no pide nada a cambio. Ni Él necesita nada de nosotros, ni nosotros le podemos dar nada (ni siquiera gloria). Dios es puro don, amor total. Se trata de descubrir en nosotros ese don incondicional de Dios, que a través nuestro debe llegar a todos. El amor a Dios sin entrega a los demás es pura farsa. El amor a los demás por Dios y no por ellos mismos, es una trampa que manifiesta nuestro egoísmo. El amar para que Dios me lo pague, no es más que una programación calculada. La exigencia de Jesús no es con relación a Dios, sino con relación a la persona. Jesús se presenta como "el hijo de Hombre" (modelo de ser humano). Es la cumbre de las posibilidades humanas. Amar es la única manera de ser plenamente hombre. Él ha desarrollado hasta el límite la capacidad de amar, hasta amar como Dios ama. Jesús no propone un principio teórico, y después dice que vamos a cumplirlo todos. Jesús comienza por vivir el amor y después dice: ¡imitadme! El que le dé su adhesión quedará capacitado para ser hijo, para actuar como el Padre, para amar como Dios ama. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: en que os tenéis amor entre vosotros. El amor que pide Jesús no es una teoría, ni una doctrina. Tiene que manifestarse en la vida, en todos y cada uno de los aspectos de la existencia. La nueva comunidad no se caracterizará por doctrinas, ni ritos, ni normas morales. El único distintivo debe ser el amor manifestado en todas y cada una de nuestras acciones. La base y fundamento de la nueva comunidad será la vivencia, no la programación. Jesús no funda un club cuyos miembros tienen que ajustarse a unos estatutos, sino una comunidad que experimenta a Dios como Padre y cada miembro lo imita, haciéndose hijo y hermano. "Que os améis unos a otros", se ha entendido a veces como un amor a los nuestros. Algunas formulaciones del NT, pueden dar pie a esta interpretación. No: desde cada comunidad cristiana, el amor tiene que llegar a todos. No se trata de amar a los que son amables (dignos de ser amados), sino de estar al servicio de todos como si fueran yo mismo. Si dejo de amar a una sola persona, mi amor evangélico es cero. No se trata de un amor humano más. Se trata de entrar en la dinámica del amor de Dios. Esto es imposible, si primero no experimentamos ese AMOR. ¡Ojo! esta verdad es demoledora. Después de todo lo comentado en esta pascua, podemos hacer un resumen. La Vida, que se manifestó en Jesús, es el mismo Dios-Vida que se le había entregado absolutamente. Ese Dios-Vida, que también se da a cada uno de nosotros, nos lleva a la unidad con Él, con Jesús y con todos los hombres. Esa identificación absoluta, que se puede vivir, pero que no se puede ver, se manifiesta en la entrega y la preocupación por los demás, es decir, en el amor. El amor evangélico, no es más que la manifestación de la unidad vivida. Meditación-contemplación "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo." El amor es la única respuesta posible al Amor, que es Dios. Como ser humano, Jesús experimentó ese AMOR. Toda su vida es consecuencia (manifestación) de esta vivencia personal. ......................... También para nosotros es ese el único camino. Sin esa experiencia de que Dios es AMOR en mí, el mensaje evangélico se quedará fuera de mi propio ser y aceptado solo intelectualmente y como programación. ......................... El amor que me pide Jesús, no es algo que pueda tener su origen en mí. Yo sólo puedo ser espejo que refleje lo que Dios es. No se me exige simpatía o amistad hacia todos. No se trata de un amor humano, sino del "ágape" divino. El capítulo 13 del evangelio de Juan se centra en el Cenáculo. Empieza con el lavatorio de los pies. Inmediatamente después, Jesús anuncia la traición de Judas, y Judas se marcha. En ese momento empieza el gran Sermón de Despedida, una especie de Testamento de Jesús, del que nuestro evangelio de hoy recoge los primeros versículos.
Se enuncian tres temas básicos: la glorificación de Jesús, el anuncio de su partida, y el mandamiento del amor. Sería inútil buscar una línea temática común a los tres textos. En estos domingos de Pascua, la primera lectura nos hace conocer la primera Iglesia, tal como aparece en los hechos de los Apóstoles, y las otras dos siguen preferentemente a Juan, en las Cartas, el Apocalipsis y el Evangelio, desarrollando entre todas el mensaje del Resucitado. Nos centramos en el Evangelio, tan fundamental. En él se expresa bien la "promesa - anuncio" referente a la glorificación del Hijo del Hombre. El tema de la gloria del Padre, de la gloria-glorificación del Hijo, es muy complejo y tendremos que resumirlo al máximo. La gloria en su primera acepción significa "autoridad". Reconocer la gloria del Señor, dar gloria a Dios, significa reconocer su autoridad. En una segunda acepción se refiere a la manifestación de Dios, envuelta en luz, en nube, en tormenta... Es el sentido de "la gloria de Dios les rodeó", en los pastores de Belén, y lo que se sugiere en los relatos de la Transfiguración. La gloria de Jesús es por tanto ante todo la glorificación que recibe del Padre, la exaltación, la resurrección. Pero, en Juan, la glorificación de Jesús se hace en la cruz: es su hora, la hora de su gloria, cuando se muestra quién es. La gloria de Jesús es por tanto la manifestación del amor. En el amor entregado hasta el final reconocemos la presencia de Dios. Reconocer la gloria de Jesús es creer en el crucificado, ver en el crucificado la entrega total y, en ella, el corazón de Dios. No es casual que vaya conectado el tema de la gloria con el mandamiento del amor. La gloria, la manifestación de Jesús y de Dios es que los de Jesús se amen como Él amó. En el amor de las personas se manifiesta el amor de Dios. Resumiendo al máximo la apologética específicamente cristiana deberíamos decir: ¿Existe Dios? à Mirad cómo se aman. Y es que no hay fenómeno tan irreductible a la ciega física de la materia que el amor, que contradice (aunque en el fondo diríamos que lleva a plenitud) el egoísmo esencial de todo ser vivo que tiende antes que nada a su propia supervivencia. Dios es amor y el ser humano también, y en todo amor se muestra que es criatura más que terrena. Es magnífico entender lo de Jesús, lo cristiano, como una evidencia y una potenciación de lo más profundamente humano de lo humano, su "ser semejante a Dios". No puedo menos de recordar a mi viejo y querido catecismo infantil, cuando preguntaba: "¿Cuál es la señal del cristiano?". Y respondía: "La señal del cristiano es la santa Cruz". Y no puedo menos de sentir temor ante esta afirmación, porque se ha sustituido una señal por otra, y de manera - creo - significativa. La señal del Islam es la media luna, la señal del cristianismo es la cruz... Peligroso. Una señal externa para identificarnos. Es claro que el catecismo no quería decir sólo eso, pero la tentación existe, y conviene que la analicemos en profundidad, porque esto nos comunica con un tema sumamente importante. Ya desde el principio del conocimiento de Dios, Israel entendió que Dios no era representable. "No harás imágenes de Dios". El Arca de la Alianza se cubría con una tapa dorada, el propiciatorio, flanqueada de querubines en adoración, sobre la cual no había nada. La Nube de Incienso, al elevarse ante el Arca, figuraba la presencia misteriosa del Señor que "ponía los pies" sobre el Propiciatorio. Representar a Dios es intentar poseerlo, hacerlo a nuestra imagen y semejanza. Nosotros los cristianos representamos a Dios, y así nos va: pintamos la Santísima Trinidad... y provocamos en nuestra imaginación la figura de tres dioses. Los primeros cristianos ni siquiera representaban a Jesús, preferían las imágenes simbólicas. Luego, cedemos a la necesidad de representar, para tener una imagen sagrada a la que adorar. La Palabra nos llamaba a más. De Dios solamente conocemos La Palabra. Lo que pase de ahí tiene el peligro de domesticar a Dios, de someterlo a nuestra imaginación, de crearlo a nuestra imagen y semejanza. En esta misma línea, el distintivo de los cristianos no es la Santa Cruz, prodigada en las casas, las escuelas, las calles, ni el Sagrado Corazón entronizado o triunfante en lo alto de los montes. Todas esas cosas pueden tener validez cuando expresan lo que sentimos, sólo entonces. Y me parece que deberíamos tener más pudor al proclamar así la fe, cuando hay tantas obras que no se corresponden con tal proclamación. La señal del cristiano es el amor fraterno. Y el amor es discreto, humilde, conocedor de su insuficiencia, no es jactancioso, no se derrama en palabras, no alardea, no va proclamándose por las plazas, prefiere el silencio, pasar desapercibido, prefiere las obras a las palabras. Jesús es sabio: Jesús no quiere templos para manifestar esplendorosas adoraciones, ni sacerdotes para oficiar ritos iniciáticos, ni oraciones exteriores ostentosas, ni limosnas cara a la galería. Jesús quiere la conversión del corazón a Dios, y esta conversión empieza por el conocimiento de Dios. Dios no es la encarnación de los poderes ocultos de la naturaleza, ni la explicación del Universo, ni el Amo-Juez justiciero. Dios es un enamorado, Dios es mamá, Dios es el Libertador, Dios es el Médico. Dios es el Creador-engendrador que sigue engendrando hijos y cuidando de ellos. La primera conversión es convertirse a ese Dios, abandonando todos los demás, que son ídolos, creados por nosotros para poder adorar lo que imaginamos y nos conviene. Convertirse al Dios Verdadero, al Amor Creador Libertador, sentirse querido, dejarse querer, instalarse en el mundo del amor y sentir la necesidad de dar lo que tan pródigamente hemos recibido. Convertirse es entrar en la Familia, más allá de toda ley, exigido desde dentro por la imperiosa necesidad de dar, aceptar al otro con todos sus pecados como mi Madre me acepta con todos mis pecados. La señal del cristiano es ser así. "En esto conocerán que sois mis discípulos" es una advertencia sobre la eficacia de nuestro apostolado. No vamos a convertir a nadie convenciéndole sino admirándole. No vamos a extender el reino con las armas, ni con la propaganda ni con marketing alguno; lo vamos a extender por contagio, porque el Amor es contagioso, indiscutible. No vivimos en una sociedad cristiana, por supuesto, pero nunca se ha vivido en ella. Todas las nostalgias de tiempos religiosamente mejores son nostalgias de masivos cumplimientos dominicales, de procesiones espléndidas, de control de las costumbres. Pero nunca ha existido una sociedad de la que pueda decirse que vivía queriéndose. No hemos vivido así: hemos fomentado la guerra, incluso en nombre de Dios; hemos esclavizado a medio mundo, bautizando además a los esclavos; hemos creado la más violenta diferencia y oposición de clases por nuestro afán desmedido de crear riqueza; fomentamos el consumo para crear más riqueza para disfrutar más, aunque cueste la miseria de todo el resto del mundo. Nadie puede decir de nuestra sociedad "mirad cómo se quieren". Y la Iglesia disminuye, porque los antiguos modos de pertenecer a la iglesia eran muy exteriores, muy de costumbres, y la gente ya no se somete tan fácilmente. El evangelio de hoy nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre el futuro de la Iglesia. Si no es presencia del amor de Dios, es que no existe, aunque parezca que hay una organización grande y poderosa que encarna la presencia de un dios sobre la tierra. Donde hay amor fraterno hay Iglesia, sólo allí. Nuestra pertenencia a la Iglesia pasa por la misma condición. Ya puedo estar apuntado en el libro de los bautismos, ya puedo haber recibido todos los sacramentos, ya puedo cumplir todos los preceptos y todos los mandamientos externos. Podré hasta ser una buena persona honrada y de fiar. Esto todavía no es la Iglesia de Jesús. La Iglesia de Jesús es un conjunto de personas que han descubierto el Amor de Dios y viven de él, estén o no apuntados en un libro, profesen o no profesen todo lo que hay que profesar, sepan o no sepan que el Espíritu de Jesús vive en ellos. El Espíritu de Jesús es el que nos hace gritar a pleno pulmón "Abbá, Padre", el que nos hace conscientes de ser hijos, el que nos hace sentirnos hermanos, el que nos convierte a vivir en el amor fraternal, el que nos convierte en constructores del Reino. En eso se nota el Espíritu. Todo el que tenga los ojos abiertos puede ver por todo el mundo miles de personas que viven así, sirven así, luchan por liberar, entregan su vida a otros. Está vivo y presente el Espíritu del Amor de Jesús, la señal de los cristianos. “Solo el amor es real. Solo el amor ha sido siempre real” (Jeff Foster). Cuando, frente a la maraña normativa del judaísmo de su época, que había elaborado una lista de más de seiscientos mandatos y prohibiciones, Jesús reduce todo a un único mandamiento, no solo está sustituyendo un código moral por otro, sino que está revelando el secreto último de lo Real.
Cuando en la propia tradición cristiana se dice que “Dios es amor” (1 Jn 4,8), se está proclamando lo mismo: el misterio último, Lo que es, es Amor. El amor del que aquí se habla no tiene nada que ver con los movimientos sensibles, propios del ego, sino que se identifica con la consciencia de la no-separación de nada. En la misma medida en que crece esta consciencia en una persona, crece su amor. Un miembro del cuerpo siente amor por cualquier otro miembro: cuando nos lastimamos la cabeza, la mano corre inmediatamente en su ayuda, antes incluso de pensarlo. Porque tiene una consciencia clara de ser la misma cosa, un mismo cuerpo. Esto significa, sencillamente, que Consciencia es Amor. Dado que Jesús vivía en un nivel de consciencia transpersonal –más allá del yo individual-, se experimentaba uno con toda la realidad: con el Fondo último o Dios (“el Padre y yo somos uno”; “quien me ve a mí, ve al Padre”), con todos los seres humanos (“lo que hicisteis a cada uno de estos, me lo hicisteis a mí”), con el pan, en cuanto símbolo de todo lo real (“esto soy yo”: “esto es mi cuerpo”)… Quien se sabe, en un nivel profundo, uno con todos y con todo no puede no amar. El amor, por tanto, no es un mandato, sino consecuencia de la comprensión de quienes somos. Ahora bien, dado que los dos términos –Consciencia y Amor- son equivalentes, del mismo modo que el crecimiento en consciencia nos abre a la capacidad de amar, todo acto de amor gratuito nos hace crecer en consciencia de quienes somos. Porque el amor nos desegocentra, dejamos de vivir preocupados por nosotros mismos y nos abrimos a las necesidades de los demás. Por eso, me parecen profundamente acertadas las palabras de Albert Einstein: “Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación es mayor por los demás que por nosotros mismos”. Y por eso también me parece tan admirablemente coherente y sabio el evangelio y la propuesta de Jesús. Las tradiciones espirituales han propuesto tres caminos para el “despertar”: el camino del conocimiento (jnana yoga), de la devoción (bhakti yoga) y de la acción desapropiada (karma yoga). No solo no se privilegia uno sobre otro, sino que se invita a que cada persona se haga consciente de cuál de ellos se ajusta más adecuadamente a sí misma. Tanto en el silenciamiento de la mente –poniendo toda la atención en la Consciencia que es-, como en la entrega amorosa a la divinidad, como en una vivencia entregada al momento presente, el yo se termina diluyendo para emerger la resplandeciente y luminosa no-dualidad de todo lo que es. Sujeto y objeto, perceptor y percibido son trascendidos en un continuumde consciencia no-diferenciada. Caen las presuntas separaciones y queda únicamente Eso no-dual, que tú también eres. En Jesús de Nazaret, encontramos un camino que, sin contraponerse a los tres citados, aporta su propia originalidad: es el camino del amor compasivo a la persona necesitada, tal como se pone admirablemente de relieve en la parábola conocida como del “buen samaritano” (Lc 10,25-37). Por eso, podría decirse que el camino vivido y propuesto por Jesús se sintetiza en la frase con que cierra la parábola: “Ve y haz tú lo mismo” (Lc 10,37). Porque, como dice el Popol-Vuh (o Libro del Consejo, de los mayas), “cuando tengas que elegir entre dos caminos, pregúntate cuál de ellos tiene corazón. Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca”. El camino del conocimiento favorece la emergencia del Yo Soy. El camino afectivo –de entrega a la Divinidad- potencia la unidad en el Yo Soy. El camino de la acción desapropiada hace vivir en conexión con el Yo Soy. El camino de la compasión se muestra como expresióndel Yo Soy. Todos ellos son complementarios. Más aún, al avanzar en cualquiera de ellos, se produce un despliegue en la vivencia de los otros. Al final, se trata sencillamente de aprender a permanecer en conexión con nuestra identidad profunda…, saboreando lo que somos y ejercitándonos a vivirnos desde ahí. Lo que parece obvio es que la transformación nace de la comprensión, como irradiación de Lo que es. Y Lo que es, es Amor, Consciencia de unidad. Es esa misma Consciencia la que se halla en el origen de todo, como fuerza integradora que rige el proceso de la evolución, expresándose y desplegándose en las infinitas variaciones en que se manifiesta lo Real. Nosotros mismos somos esa única Consciencia: conocerlo es sabiduría; vivirlo es amor. En estos tiempos de primavera que parece invierno, donde el frío parece ceder pero vuelve, insistente, y los brotes asoman igual y temo que algunos se mueran helados. En estos tiempos donde vamos sacudiendo lenta pero empecinadamente la "fiaca", la desazón, bostezamos cada vez más fuerte y comenzamos a despertar... a poner las manos en marcha, el grito desperezándose y empezando a hacerse oír. Tal vez porque la indignación es un despertador eficiente...
En estos tiempos en que todo se ve seco todavía, en que el amanecer aún se demora. En esa brecha que por unos días se sostiene, sin luna ya, sin sol todavía, esas horas en que ninguno de los astros nos protege, orfandad absoluta del planeta, certeza de que ya va a pasar, promesa de día radiante, pura promesa... En esta inestabilidad de pregunta, cómo cobijarnos de un frío que debiera haberse retirado, cuándo llegará el calorcito amable que acaricie la piel resquebrajada. En estos días, se hace difícil escribir... Y aun así, el llamado es a la expansión. A crecer en abundancia, a tener cada vez más de nosotros mismos disponible; a descubrir la perla valiosa, el tesoro enterrado en el campo. Somos buscadores de tesoros... Somos hijos del Dios de la abundancia, de la cosecha, el Dios que recoge donde no sembró. Somos recolectores de frutos, exuberancia de la creación que se nos regala, riqueza inagotable de nosotros mismos. Somos tejedores y reparadores de redes, nudo a nudo, para que se colmen de peces hasta casi romperse, para que todos se nutran. Somos ya abundancia en promesa, regalo anticipado de fecundidades, primicias santas, multiplicidad y multiplicación. Somos ya fruto maduro, y somos desafío de seguir madurando, madurándonos mutuamente, entibiándonos y regándonos unos a otros. Somos también fiesta de los frutos, que se nos dan para ser gozados... sólo comiéndonos el fruto, liberamos la semilla que éste esconde, y el gozo se hace nueva siembra, carozo que sale de su prisión jugosa para generar más vida... Somos hijos del Dios del derroche y del vino derramado, algo de Dionisos resucitando en cada primavera, no sólo Apolo, sol y luz, equilibrio y orden. El reino es el tiempo del gozo. De haber hallado el tesoro, la perla, la dracma, la oveja... Es la celebración de que lo perdido se recupera, de que todo lo oculto es develado. Donde la luz brilla en el candelero y sobre los montes, y nos alumbra a todos. Iluminación y alumbramiento, nuevo nacer, resurrección, nacimiento del Hombre nuevo. Invitados a construir ese Reino. A cavar en lo profundo para encontrar más. A recuperar lo perdido, en lo personal, en la comunidad, en lo social. A buscar la verdad, para que nada sea oculto, ni adulterado, para que nadie sea engañado. A atravesar todas las muertes. A parir entre todos una humanidad nueva. 1. No permita ,no favorezca que las personas o los Medios den culto a su personalidad;
2. Ponga el dinero del Vaticano a servicio de los pobres; 3. Publique el dinero que entra y sale de la iglesia (Transparencia total) 4. Rescate la dignidad de las mujeres en la Iglesia, de manera que ellas también pueden decidir e no solamente los hombres; 5. No haga pactos de privilegios con los poderes dominantes; 6. No persiga teólogos/as, como viene aconteciendo, sino que incentive la libertad de pensamiento; 7. Defienda las personas perseguidas por las dictaduras; 8. Pida perdón a las personas homosexuales, en los casos que la Iglesia las haya ofendido; 9. No tolere, tampoco encubra casos de pedofilia y asedio sexual; 10. Abra las puertas a las parejas de segundo matrimonio; 11. Apoye moral y financieramente a los hijos y esposas (no reconocidos) de curas y obispos activos en el ministerio; 12. No sea solamente pobre, sino que haga radical opción preferencial por los pobres, no se olvide que 50 mil personas mueren diariamente de hambre y miseria; 13. Acabe con la disputa de poder en la Curia Romana – que sea un lugar que acoja, articule e responda los gritos de la humanidad contemporánea; 14. No condene o tenga prejuicio en contra la religiosidad popular; 15. Escuche más y haga menos discursos; 16. No permanezca en palacios – vaya a los presidios, a los países pobres, a las poblaciones en situación de guerra, a las masas de refugiados – es allí donde el Maestro está; 17. No se fie de grupos espiritualistas que le prometen mucho dinero ye representan las elites; 18. No ejerza poder judicial sobre todas las Iglesias – recuerde que su misión es como pastor y servidor; 19. Trabaje por una Iglesia más participativa (colegialidad) – la actual es vertical y está centralizada en el poder; 20. No mantenga laicos/as en condición de inferioridad en la Iglesia – 21. No prohíba criar Conferencias Nacionales de Laicos en sus países, como viene sucediendo; 22. Reabra el debate sobre la moral sexual en la Iglesia – lo que vemos son, de un lado, escándalos sexuales y, de otro, discursos conservadores y moralistas; 23. Retire la norma del celibato obligatorio, que está provocando tantos desvíos en la iglesia; 24. No se coloque como representante de una religión que se sienta superior a las otras – eso daña el diálogo fraterno entre las diferentes religiones. 25.Supere la crisis de identidad que hace que la Iglesia se niegue a si misma – la identidad viene por el testimonio y la coherencia de vida; 26. Produzca menos documentos y use más el estilo del Evangelio: sencillo, directo, desafiador, iluminador; 27. No nombre obispos y cardenales sin consulta amplia en la Iglesia local – esa práctica secreta ha atentado contra las Iglesias locales vivas que hicieron caminos históricos ejemplares; 28. Haga cambios en las liturgias – ellas se están tornando ritos sacerdotales vacíos y poco participativas, sin relación con los problemas de la vida – El Misterio Pascual no merece eso; 29. No oculte la historia de la Iglesia de América Latina, sus profetas y mártires por la causa de la liberación que han sido una señal del Reino de Dios entre nosotros. 30. Canonice a nuestros mártires que se sacrificaron por la causa de la justicia y de los pobres. Fuente: Red MUndial de Comunidades Eclesiales Francisco-Papa ha despertado una enorme simpatía, es preciso reconocerlo. Y se ganó la simpatía sin establecer ruptura entre su estilo de vida como Arzobispo-Cardenal y su estilo como Obispo de Roma y Papa de la Iglesia católica. Sus diferentes gestos, muy aplaudidos, han tenido el sabor de la autenticidad. Le brotan. No son prefabricados. No son fruto de una oficina de consejería de estilo. Al contrario, ha puesto en aprietos a los monseñores pendientes del protocolo y a sus escoltas.
Un sacerdote ultra defensor del ritualismo litúrgico, es decir, de las llamadas rúbricas, que tanto mal hacen porque encajonan la espontaneidad y creatividad en el culto, no sólo se escandalizó sino que lo criticó duramente porque lavó los pies a dos mujeres, y aún más grave, por ser una de ellas, musulmana, el Jueves Santo. Varios analistas ya habían llamado la atención: los gestos y símbolos son necesarios pero el Papa debe ir pronto al grano, a la sustancia, a las actuaciones de peso y a las reformas de fondo. Y comenzaron. Inclusive en coincidencia con el cumplimiento de su primer mes de Pontificado. La primera, el nombramiento de una comisión cardenalicia internacional para trabajar el acuciante problema de la reforma de la curia vaticana. Algunos dicen curia romana. Es una equivocación pequeña, pero equivocación. Roma es de Italia. Y el Vaticano es el Estado de la Ciudad del Vaticano. Entonces, es normal hablar de la Curia vaticana. Y cabe una pregunta: ¿Francisco-Papa va a esperar el trabajo de la Comisión, que se reunirá hasta el mes de octubre, lo que no quiere decir que en esa fecha entregará sus apreciaciones y conclusiones, para remover monseñores de la burocracia vaticana? ¿Va a gobernar varios meses con el Cardenal Bertone, como Secretario del Estado de la Ciudad del Vaticano? Este cardenal es uno de los responsables de la crisis que se vive al interior del Vaticano. Es un hombre poderoso. No. Super-poderoso. La segunda, que levantará un buen número de críticas, fue su visto bueno y/o aprobación al documento que ya había preparado y publicado la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre las religiosas de Estados Unidos, en el periodo del cardenal Levada. ¿Por qué tanto interés y la pronta actuación del cardenal Müller para que Francisco-Papa diese el visto bueno a tal texto? No es falto de objetividad afirmar que el Cardenal Müller entró pisando duro, es decir, actuando como el nuevo inquisidor, esto es, fulminando condenas que fueron registradas por INFO-DOC-UTOPÍAS. La postura vaticana, el año pasado, hacia las religiosas de USA, no fue muy favorable. Anoche leí el breve artículo sobre el tema en cuestión, publicado en su edición de ayer, por el Informativo ZENIT. Así inicia el artículo: “Religiosas estadounidenses: el papa Francisco confirma la ”Evaluación doctrinal” La Congregación de la Doctrina de la Fe indica una reforma de la organización de las religiosas estadounidenses Por Redacción ROMA, 15 de abril de 2013 (Zenit.org) – Monseñor Gerhard Ludwig Muller, presidente de la Congregación de la Doctrina de la Fe, mantuvo hoy un encuentro en El Vaticano con la presidencia de la Conferencia de las Superioras Religiosas de Estados Unidos (LCWR, por sus siglas en inglés) y les informó que recientemente analizó con el papa Francisco la Evaluación doctrinal, y que el santo padre confirmó las conclusiones de la misma, y el programa decidido para orientar donde sea necesario a la LCWR. Lo indicó la sala de prensa de El Vaticano, en un comunicado publicado hoy en el que se indica el “sincero el deseo de la Santa Sede de que tal encuentro contribuya a promover el testimonio integral de las religiosas, fundada sobre las sólidas bases de la fe y del amor cristiano”… El documento Evaluación doctrinal es un informe publicado el 18 de abril de 2012 por la Congregación de la Doctrina de la Fe, sobre dicha organización”… Leyendo el comentario en Zenit, me surgieron varias preguntas: ¿Ese documento fue leído tranquilamente por Francisco-Papa? Era supremamente importante que Francisco-Papa tuviera tiempo de analizarlo, porque está en juego su autoridad pontifical y el posible inicio de desencuentros con parte de esa opinión pública que lo ha aclamado. Eso le pasó a Juan Pablo II, en 1984 y 1986, cuando aprobó y ordenó publicar los documentos de Ratzinger-Cardenal Inquisidor, contra la Teología de la Liberación. ¿Le dieron tiempo de leerlo? ¿O pusieron al Papa contra la pared? No se trata de un documento cualquiera. Tiene que ver con el protagonismo de la vida religiosa femenina y con las mujeres, que son mayoría en la Iglesia. Es bueno recordar que los monseñores del Vaticano, ya levantados contra el Concilio Vaticano II, forzaron a Pablo VI, en 1967, a publicar la encíclica Humanae vitae, que alejó a miles de mujeres y de hombres de la Iglesia. Una comisión de teólogos, nombrada por el mismo Pablo VI, concluyó que no era contradictorio con la teología de la Iglesia, el uso de otros métodos de control natal, además del llamado método natural. Y aconsejó darles el visto bueno. No fue escuchada la voz de la comisión y el escándalo fue mayúsculo. Al aprobar el documento de la Inquisición vaticana sobre y contra las religiosas de Estados Unidos, ¿se puede deducir que confirma su pensamiento sobre el papel secundario de la mujer en la sociedad, que tanto se le ha criticado? ¿Es el primer golpe de la Curia vaticana contra Francisco-Papa, y por ende, contra la Iglesia y la Iglesia de los Pobres? “El documento Evaluación doctrinal es un informe publicado el 18 de abril de 2012 por la Congregación de la Doctrina de la Fe, sobre dicha organización”, escribe Zenit Si ya había sido publicado en abril de 2012, seguramente con la aprobación de Benedicto XVI, por qué tanto interés del cardenal Müller y posiblemente de otros monseñores del Vaticano, de “amarrar” de manera particular a Francisco-Papa, con tal documento? ¿Buscaban hacerle pasar el examen de aceptación de lo que llamo yo, la teología vaticana? Bogotá, miércoles 16 de abril de 2013. Parece indudable que dos mil quinientos años con esta imagen del pastor en la tradición judeocristiana han dejado su huella en el imaginario colectivo cristiano. No niego que, en algunos casos, la imagen del pastor –y la alegoría que lleva su nombre, en el cuarto evangelio- ha podido despertar y alimentar sentimientos de confianza profunda en Dios y en Jesús.
Pero los inconvenientes no han sido menores. Me gustaría detenerme en ellos, para crecer en lucidez acerca de los riesgos que encierra y que, en no pocos casos, se han materializado en formas concretas que van en dirección opuesta al mensaje de Jesús, que proclamaba la libertad de la persona y la exigencia de vivir la autoridad como servicio: "Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus jefes las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera seer grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros que sea el esclavo de todos" (Mc 10,42-44). Al hilo de esta palabra de Jesús, quiero señalar las trampas que percibo en el uso de la imagen del pastor dentro de la iglesia. No digo que siempre se viva así, sino que existen riesgos. Para empezar, se trata de una imagen anacrónica, que a nuestros contemporáneos, tan alejados de la vida campestre y pastoril, no les dice nada. Pero hay algo más grave, que se cuela muy sutilmente, y que juega a favor de los intereses de las autoridades religiosas, que no dejan pasar la ocasión para presentarse como "pastores". Es claro que se trata de una palabra que no necesita más añadidos: el "pastor" es el que sabe, el que dirige, el que está por encima, el que controla y el que, llegado el caso, castiga. No debe ser casual que la palabra "obispo" provenga del griego ἐπίσκοπος ("episkopos"), que significa "vigilante". Es cierto que también puede ser el que dé alimento, aunque eso es susceptible de generar otra dependencia todavía peor. Pero la imagen del "pastor" no solo repercute negativamente en el modo de entender el papel de la autoridad, sino que contamina también la visión que el propio creyente tiene de sí mismo y del grupo religioso al que pertenece. Porque lo que conduce el pastor son "ovejas": basta introyectar esa imagen para favorecer una actitud y un comportamiento "borreguil", que puede llegar (ha llegado) a delegar su responsabilidad en manos de la autoridad. Ahora bien, como nada (aunque lo vivamos inconscientemente) es gratis, el "borreguismo" tiene que buscar otras compensaciones o "ventajas" que satisfagan a la persona que se ha sometido. Y ahí aparecen varias. La primera ventaja es la sensación de seguridad que aporta. Es sabido que los humanos tenemos tanta necesidad de sentirnos seguros, que somos capaces de renunciar incluso a la libertad (y a la libertad de pensar y de decidir) con tal de ahuyentar el fantasma de la inseguridad. Aporta también una sensación de contarse entre "los elegidos", los que son del "redil", frente a aquellos otros que andan desorientados en su error. Esto parece otorgar un cierto estatus de superioridad que no es difícil advertir en los círculos religiosos. De esa posición que se considera privilegiada –aunque luego se añada que la fe es un don gratuito-, se derivan otros "tics" que tienden a deformar también gravemente el núcleo espiritual que se quiere vivir. El primero de ellos consiste en confundir su religiosidad con la espiritualidad, como si el suyo fuera el "camino cierto", y todo lo demás no pasaran de ser autoengaños, que se toleran, pero que se miran con una cierta superioridad desde la actitud paternalista de quien se cree en posesión de la verdad. Otro tic característico es el aire más o menos proselitista –aunque solo sea expresado en la fórmula: "tenemos que dar testimonio para que otros crean"- que se deriva de aquella creencia, y que se "cuela" incluso en no pocas presentaciones de la llamada "nueva evangelización". Desde ese mismo lugar, parecen arrogarse nada menos que el poder de dar carné de verdaderos creyentes a quienes ellos deciden. Hasta el punto de que, en casos extremos, no tienen empacho en proclamar que quien no cree como ellos se halla fuera de la fe de la iglesia. Si a todo esto unimos un cierto aire de victimismo cuando las circunstancias no les son tan favorables como desearían, obtenemos expresiones que producen vergüenza ajena: "Hoy no está de moda creer"; "no se valora el cristianismo"; "es una sociedad vacía"; "solo existe la religión a la carta"; "los creyentes somos perseguidos"... A mi modo de ver, esos tópicos revelan prepotencia e ignorancia. Por un lado, porque en muchos casos ha sido la propia institución religiosa la que ha sembrado lo que ahora cosecha. Por otro, porque el declive de una forma de religión institucional no significa el hundimiento de la vivencia espiritual. ¿O acaso eran más espirituales las personas en la Edad Media, cuando era obligatorio asistir a misa, que en la actualidad? Quizás sería bueno dejar la imagen del "pastor", abrirnos a la palabra de Jesús, válida para todos nosotros ("el Padre y yo somos uno") y asumir su forma de vivir a favor de las personas, abandonando toda forma de religión exclusivista, que parece recordar –añorar- las maneras del nacionalcatolicismo. En la lectura del evangelio, hemos terminado con las apariciones, pero seguimos con un texto profundamente pascual. Juan nos habla de Vida definitiva, que es la clave del tiempo pascual. Es una pena que al hablar de vida eterna sigamos pensando en una vida biológica en el más allá. La verdad es que los evangelios nos hablan de una Vida que hay que vivir aquí y ahora, y que está por encima de la biológica. Parece mentira el poco caso que hacemos al evangelio cuando no está de acuerdo con nuestras expectativas. En el evangelio de Juan está muy claro: "Hay que nacer de nuevo. Hay que nacer del Espíritu".
Para poder entender los cuatro versículos que hemos leído hoy, hay que tener en cuenta todo el discurso que sigue a la curación del ciego de nacimiento: Jesús como puerta, Jesús comomodelo de pastor. El pastor modelo da la vida a las ovejas. Ésta es una de las claves del relato. Bien entendido que "dar la vida" no significa aquí dejarse matar, sino "matarse" en beneficio de los demás mientras se vive. En efecto: en griego hay tres palabras para designar "vida": "Bios" y "Zoê", que significan vida biológica, y "psykhê" que significa la personalidad sicológica. Aquí el griego, dice psykhê. Quiere decir que no se refiere a dar la vida biológica muriendo, sino a entregarse como persona durante la vida. La imagen del pastor en muy frecuente en el AT, sobre todo para designar la solicitud de Dios para con su pueblo. También se emplea para hablar de los dirigentes que actúan en su nombre. Jesús dijo a los dirigentes judíos lo mismo que leemos en Ezequiel: "¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! Os coméis su enjundia, os vestís con su lana, matáis las más gordas, y las ovejas no las apacentáis. No fortalecéis las débiles, ni curáis las enfermas ni vendáis las heridas; no recogéis las descarriadas ni buscáis a las perdidas y maltratáis brutalmente a las fuertes. Los quitaré de pastores de mis ovejas, para que dejen de pastorearse a sí mismos." Siempre ha pasado lo mismo. Debemos tener en cuenta que en el evangelio de Juan no habla Jesús sino los cristianos de finales del siglo I, que expresan lo que aquella comunidad pensaba sobre Jesús. No concibo a Jesús creyéndose pastor de nadie. Como ser humano, Jesús llega a su plenitud por las relaciones con los demás. Pero unas verdaderas relaciones humanas solo son posibles entre iguales. Porque nunca se creyó más que nadie, sino al servicio de todos, se presenta ante nuestros ojos como modelo de relaciones humanas. Relación entrañable con los demás hombres, de tal manera que se preocupa por todos como un pastor auténtico se preocupa por cada una de las ovejas. Después de decir que ellos no son ovejas suyas, describe con todo detalle qué significa ser de los suyos, les está acusando de no querer seguirle, comprometiéndose con él al servicio del hombre. No se trata solo de oír a Jesús, se trata de escuchar. La mayoría de las veces oímos y aceptamos solamente lo que está de acuerdo con nuestros intereses. No estamos abiertos a la novedad, sobre todo si lo nuevo nos hace salir de nuestras seguridades. Escuchar significa acercarse sin prejuicios y aceptar lo que nos dice, aunque eso suponga cambiar nuestras convicciones. Seguirle es estar dispuesto a darse a los demás como Jesús y como Dios se dan. Es aceptar que cada uno de los demás es lo que más me importa. "Y ellas me siguen". No basta escuchar, hay que ponerse en movimiento y entrar en la nueva dinámica. La buena noticia de Jesús consiste en manifestar que hay una nueva manera de afrontar la existencia humana, una manera de vivir que esté más de acuerdo con las exigencias profundas del ser humano. Esa será la manera de cumplir lo que Dios espera de nosotros. La voluntad de Dios está ya en mí. Jesús no nos pide ser borregos sino ser personas adultas y responsables de sí mismos y de los demás. Y yo les doy Vida definitiva. La Vida trascendente y que está por encima de las limitaciones de lo terreno. La Vida que el mismo Jesús, demuestra haber recibido y desplegado en él. La consecuencia primera de seguirle es alcanzar esa Vida definitiva, Vida en el Espíritu. Esto es lo verdaderamente importante para nosotros. Lo que pasó en Jesús tiene que pasar también en mí. Éste es el meollo del misterio pascual. Como modelo de pastor, defiende a los suyos con todo su ser, no pasarán a manos de ladrones y bandidos. Ponerse en las manos de Jesús equivale a estar en las manos del Padre. "No hay quien se libre de mi mano; lo que yo hago, ¿quién puede deshacerlo? (Is 43,13) La frase más sublime, y que mejor refleja la conciencia que la comunidad de Juan tenía de Jesús, es ésta: "Yo y el Padre somos uno". Hoy sabemos que los discursos de Juan no son originales de Jesús, por lo tanto no tiene sentido pensar que esa frase exprese su conciencia de ser la segunda persona de la Trinidad. Para nosotros, tiene mucha más importancia si caemos en la cuenta de que fue la experiencia de la comunidad de Juan, la que llegó a la increíble conclusión de que el hombre Jesús era reflejo fiel de lo que era Dios. Una de las pocas palabras que podemos asegurar que pronunció el mismo Jesús, es la de"abba". Así y todo, el concepto de padre que nosotros usamos en el aspecto humano, no es suficiente para expresar lo que Dios es para Jesús y para cada uno de nosotros. Los padres biológicos nos han trasmitido la vida, pero esa vida que recibimos de ellos, en un momento determinado se hace independiente y sigue sus propios derroteros. En el caso de la Vida, que Dios nos comunica, se trata de su única Vida, que se convierte en nuestra propia Vida sin dejar de ser la de Dios. Por lo tanto no hay posibilidad de independencia. El ser humano Jesús había llegado a una experiencia de unidad total con Dios. Ya no había ninguna diferencia entre lo que era él y lo que era Dios en él, porque de él, de su falso yo, no quedaba absolutamente nada. Fijaros que para dar sentido a una adhesión a su persona, se muestra él mismo totalmente volcado sobre el Padre. Relacionarnos con Jesús es relacionarnos con Dios. Esta es la razón por la que, el Jesús que predicó el Reino de Dios, se convirtió, enseguida, en el objeto de la predicación de los primeros cristianos. Jesús, como nuevo santuario, hace presente al Padre. No olvidemos que el dialogo se dirige a los "judíos" en el Templo, y en la fiesta de la Dedicación. El Padre se manifiesta en Jesús que realiza su obra creadora llevando al hombre a plenitud. No hay nada en Jesús que se encuentre fuera de Dios. Todo en él es expresión del Padre. Esa identificación excluye toda instancia superior a él mismo. Los judíos no pueden encontrar nada en qué apoyarse para juzgarle. Ante él, solo cabe aceptación o rechazo, que es aceptar o rechazar a Dios. Jesús, al entregar su vida, viviendo para los demás, está identificándose con lo que es Dios. Se manifiesta como Hijo que hace todo lo que hace el Padre. Así manifiesta su condición de Hijo: hace todo lo que ve hacer al Padre. Al dar la vida muriendo, manifiesta, en plenitud, la verdadera Vida, que es la misma de Dios. Esa misma Vida es la que comunicará a los demás. Dios se la está comunicando a él y él la comunica a los que le siguen. Jesús es así manifestación de Dios y modelo de Hombre. Donde hay amor hasta el límite, hay Vida sin límite. Para quien ama como Jesús amó, no hay muerte. Por eso la entrega de la vida es algo espontáneo. Es la disponibilidad total que le constituye como Hijo. Si Jesús promete la Vida al que escuche su voz, quiere decir que les está ofreciendo la misma Vida que él ha recibido del Padre. La vida que se trasmite del padre al hijo, es la misma vida del padre. Por eso se puede hablar de una identificación total con el Padre. Recordemos las palabras de Juan en el discurso del pan de vida: "El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me come vivirá por mí". Son realidades que nos desbordan si tratamos de comprenderlas con la inteligencia, solo cuando nos decidimos a vivirlas, se harán patentes y claras; lo mismo que vivimos la vida biológica sin saber explicar lo que es. Ésta ha sido la experiencia de todos los místicos. Meditación-contemplación Jesús da VIDA DEFINITIVA porque es UNO con el Padre. Son dos aspectos eminentemente pascuales. No se trata de una Vida para el más allá. Se trata de participar aquí y ahora de la misma Vida de Dios. .................... Desde la vida biológica, en la que me encuentro, debo acceder a la Vida Divina, que también está en mí. A esta VIDA no le afecta la muerte, por eso, cuando la vida biológica termina, AQUELLA continúa. ..................... Tener fe, consiste en confiar en esta promesa de Jesús. Es pasar ya, desde ahora, a esa Vida Nueva. Nacer de nuevo a una Vida que ya no terminará. Ahí encontraré la verdadera salvación. |
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