Si a lo largo de este tiempo pascual hemos ido leyendo las "apariciones" del Resucitado a sus discípulos, siguiendo en la misma línea semántica hoy cabría titular el Evangelio a la inversa: la "desaparición" del Señor. Lucas es el único evangelista que por partida doble, nos narra este momento y lo hace en dos episodios (Lc 24,46-53; Hch 1,1-11) que, personalmente, me evocan "momento-aeropuerto". Y no porque se diga que Jesús es elevado en una nube al cielo, sino más bien por ese instante indescriptible de la despedida, cuando los abrazos ya están dados, las palabras ya están dichas y, maleta en mano, la persona querida se adentra hacia el control hasta perderse.
Por una parte, te lanzarías a correr para retenerla o te sacarías un billete de última hora para irte también tú. Por otra parte, el sentido común te retiene y el de vergüenza impide que des cancha libre a lo que harías si fueras un niño; salir corriendo detrás. La razón te dice que tiene que ser así, al mismo tiempo, que el corazón no soporta razones que digan que no pueda ser de otra manera. Y lo que es alegría porque se va hacia un futuro mejor y merecido, también tiene sabor a pena, sobre todo cuando después de un rato, decides irte, sacas el ticket del parking y regresas a la realidad cotidiana para vivir en ese mismo mundo solo que "ahora sin ti". Así llega la nostalgia de la tarde cayendo en forma de tedio y vagas sin un rumbo lógico por el recuerdo. Y al día siguiente, la vida se levanta a la misma hora de siempre, mientras tú tienes que ir poco a poco amaneciendo, hasta que dejas de mirar al cielo y empiezas a ver en ti rasgos de él. Entonces sientes la fuerza inusitada y la responsabilidad histórica de continuar esa narración de amor que, deja de ser un recuerdo, para convertirse en un desafío, en una forma de vivir. Creo que algo así tuvo que ser la experiencia que Lucas nos está relatando no solo en los textos que hoy se leen sino también en el episodio de Emaus. De hecho, precisamente cuando aquellos dos discípulos le reconocen, él desaparece. Que es la forma de indicar que, una vez que han hecho experiencia del Resucitado ya no necesitan el soporte visual. Están capacitados para reconocerle en los avatares de la vida y en los recovecos de la existencia. Él vive en ellos. Está en medio de ellos. Sabrán hacer viva en la tierra su presencia y su reino. El final de Lucas tiene ese sano matiz agridulce que hace más realista lo que de por sí se puede banalizar como un happy end. Jesús está presente pero no de la misma manera que antes. Y es que una comunidad que ha hecho experiencia del Amor puede tener la tentación de retener la experiencia y quedarse cerrada o enquistada en la ausencia material del Maestro y no madurar viviendo otra forma de presencia real y mucho más potente; Él les ha dejado su Espíritu. Por eso, más que una comunidad que con añoranza mira al cielo ha de ser una comunidad enviada que mira a la tierra; a los gozos y dolores de la humanidad, una iglesia "siempre en salida" y siempre en dinamismo de búsqueda del Resucitado. Ciertamente, ante este primer envío uno puede sentir la zozobra del principiante quien, no estando el Maestro, toma por primera vez las riendas de la misión. Y sin embargo, el texto evangélico habla del Espíritu. Algo que evoca a textos de nueva alianza como el de Jr 31,31-34 donde se dice: pondré mi ley en su interior y en su corazón la escribiré. Y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. No se tendrán que instruir el uno al otro diciendo: "conoced al Señor", porque todos me conocerán desde el más pequeño al más grande. La operación definitiva del Espíritu de Dios será un tatuaje indeleble en el corazón, una experiencia grabada a fuego incapaz de ser cancelada por nada ni por nadie. La inscripción será ya no en piedras sino en la carne que como el corazón arde al abrirse las Escrituras. De hecho, al igual que en Emaús, de nuevo aquí Jesús les dice: es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí. Y entonces les abrió las inteligencias para que comprendieran las Escrituras (Lc 24,44-45). El Maestro puede entonces desaparecer porque, no les deja huérfanos. Deja discípulos maduros capaces de conocer y de relacionarse con Dios y de estar abiertos a la Verdad con mayúsculas.
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“Volved a Galilea” es el mensaje que Marcos pone en boca del ángel de la resurrección. Mensaje dirigido a los discípulos, a la iglesia de Marcos, y muy probablemente a las de Pablo, Pedro y Santiago. También a nosotros.
Marcos había acompañado a Pablo en su anuncio del Jesús exaltado en su resurrección como Señor y Mesías; pero Marcos echaba de menos el ejemplo del Jesús itinerante por las aldeas de Galilea. Por su parte la Iglesia de Jerusalén permanecía apegada a costumbres judías. Para Marcos fue urgente elaborar la primera biografía del Jesús terreno, exaltado con la unción del Espíritu desde su bautismo en el Jordán. Actualmente muchos teólogos están haciendo una llamada a la reforma de la Iglesia, a la vuelta al evangelio. Hans Küng acaba de escribir una carta al Papa Francisco pidiéndole que facilite el diálogo teológico sobre la infalibilidad de la Iglesia, nudo gordiano para abordar su reforma en profundidad. La teología se ha construido con dogmas y preceptos, que se han impuesto a una acción pastoral; el autoritarismo de esa teología está funcionando como una válvula invertida, facilita la salida de muchos cristianos y obstaculiza la entrada de adultos de buena voluntad. Por el contrario, los evangelios desarrollaron una pastoral como fundamento de una reflexión teológica; una pastoral que acogía al samaritano, al geraseno, al centurión romano, y a la mujer sirofenicia. Es la pastoral del Reino de Dios. Necesitamos, como las iglesias de Pablo, volver al Jesús de Galilea, y a su pastoral abierta. Una insignificante minoría de cristianos ha leído personalmente los evangelios, y su conocimiento se basa en el catecismo y en las homilías dominicales, más bien de carácter moralizante. Apenas conocen al Jesús que “pasó haciendo el bien”, que apreciaba el sentarse a comer con todos, al que pudieron considerar “un comilón y un borracho, amigo de recaudadores y descreídos”, que comparó su reino con un banquete de fraternidad y que, en el momento de morir por el desarrollo de ese reinado, simbolizó toda su vida en el gesto de compartir el pan y el vino. El objetivo de este Comentario al evangelio de Marcos está en sintonía con el objetivo de Fe Adulta –web, editorial y Escuela de Formación– y pretende presentar ese Jesús de Marcos a los cristianos para que, como adultos, conozcan las raíces de su fe. Una fe que entra por el corazón –¡Bienaventurados los limpios de corazón!– pero que debe ser asimilada por un adulto con el mismo razonamiento crítico con el acepta unas costumbres sociales, o entrega su confianza a un programa político. En este Comentario –según me inculcó el padre Ignacio de La Poterie durante mi tesis de doctorado– he procurado establecer lo que el autor del evangelio quiso transmitir a sus lectores. No lo he hecho con un trabajo de primera mano, pero sí he contrastado y recogido la opinión de los principales exégetas actuales. Todo ello en un formato económicamente asequible, que expone cada texto mediante un Comentario fácil de leer y una Exégesis para los que deseen profundizar. He puesto especial atención en comparar el texto de Marcos con los textos paralelos de Mateo y de Lucas, porque tanto lo que añaden como lo que omiten nos muestra lícitos matices para nuestra interpretación del evangelio. Ya los mismos evangelistas nos dieron pie para interpretar la vida de Jesús desde el propio ambiente social y desde la experiencia personal. Marcos simbolizó la total derogación del templo de Jerusalén –“nunca nadie jamás coma frutos de ti”– intercalando la maldición de la higuera entre la primera visita al templo y la expulsión de los mercaderes. Parece que los discípulos no interpretaron así este gesto de Jesús porque luego le propusieron celebrar la Pascua judía, y después de la resurrección continuaron asistiendo al templo para orar. Mateo, al anticipar la expulsión de los mercaderes en el mismo domingo de ramos, diluyó el simbolismo de la maldición de la higuera, pero dejó sin explicar esta maldición tan caprichosa, ya que “no era tiempo de higos” como había subrayado Marcos. Lucas, siempre más conciliador con las comunidades cristianas, trasladó a otro momento el simbolismo de la higuera que no produce fruto, y lo suavizó concediéndole un año más para que diera fruto. Espero que este Comentario estimule el deseo de conocer mejor a Jesús, profeta laico, y a comprometernos con su proyecto de un Reinado de justicia y fraternidad universal. Seguimos en el discurso de despedida. El tema del domingo pasado era el amor manifestado en la entrega a los demás. Terminábamos diciendo que ese amor era la consecuencia de una experiencia interior, relación con lo más profundo de mí mismo que es Dios. Hoy nos habla el evangelio de lo que significa esa vivencia intima. La Realidad que soy, es mi verdadero ser. El verdadero Dios no es un ser separado que está en alguna parte de la estratosfera sino el fundamento de mi ser y de cada uno de los seres del universo.
Este discurso de despedida que Juan pone en boca de Jesús nos habla de cómo entendía y practicaba aquella comunidad el seguimiento de Jesús. No se trataba de seguir a un líder que desde fuera les marcaba el camino, sino de descubrir la experiencia más profunda de Jesús, y repetirla en cada uno de los cristianos. En estos siete versículos podemos descubrir las dificultades que encuentra el ser humano cuando trata de expresar la experiencia interior. Por cada afirmación que se hace en los versículos que hemos leído hoy, encontramos en el evangelio otra que dice exactamente lo contrario. Es la mejor prueba de que las expresiones sobre Dios no se pueden entender al pie de la letra porque nunca son apropiadas. Necesitan interpretación porque los conceptos no son adecuados para expresar las realidades trascendentes. En este orden puede ser verdad una afirmación y la contraria. El dedo y la flecha pueden apuntar los dos a la luna. En Jn 15,9 dice: Como el Padre me ha amado así os he amado yo, permaneced en mi amor. Aquí dice: “si alguno me ama le amará mi Padre…” ¿Quién ama primero? Jesús había dicho que iba a prepararles sitio en el hogar del Padre, para después llevarles con él (14.2). Ahora dice que el Padre y él mismo vendrán al interior de cada uno. Les había advertido: “como me persiguieron a mí, os perseguirán a vosotros (Jn 16,2). Ahora nos dice: “la paz os dejo, mi paz os doy”. Nos había dicho: yo y el Padre somos uno (10,30). Quien me ve a mí ve a mi Padre (14,9). Hora nos dice: El Padre es más que yo. No os dejaré huérfanos, volveré para estar con vosotros (14,18). Y ahora nos dice que el Padre mandará el Espíritu en su lugar. Digerir estas aparentes contradicciones es una de las claves para entender la experiencia pascual. Insisto, una cosa es el lenguaje y otra la realidad que queremos manifestar con él. Dios no tiene que venir de ninguna parte para estar en lo hondo de nuestro ser. Está ahí desde antes de existir nosotros. No existe "alguna parte" donde Dios pueda estar, fuera de mí y del resto de la creación. Dios es lo que hace posible mi existencia. Soy yo el que estoy fundamentado en Él desde el primer instante de ser. El descubrirlo en mí, el tomar conciencia de esa presencia, es como si viniera. Esta verdad es la fuente de toda religiosidad. El hecho de que no llegue a mí desde fuera ni a través de los sentidos, hace imposible toda mediación. Es más, todo intermediario, sean personas, sean instituciones, me alejan de Él más que me acercan. En el AT, la presencia de Dios se localizaba en un lugar, la tienda del encuentro o el templo. La “total presencia” debía ser una de las características de los tiempos mesiánicos. Desde Jesús, el lugar de la presencia de Dios es el hombre. Dentro de ti lo tienes que experimentar; pero también descubrirlo dentro de cada uno de los demás seres humanos. Pero ¡ojo! La presencia surge de dentro, pero no será únicamente interna. El Espíritu es el garante de esa presencia dinámica: “os irá enseñando todo”. Por cinco veces, en este discurso de despedida, hacer Jesús referencia al Espíritu. No se trata de la tercera persona de la Trinidad, sino de la divinidad como fuerza (ruja). “Santo” significa separado; pero no separado de Dios, sino separado de las actitudes del mundo. Si esa Fuerza de Dios no nos separa del mundo (opresión), no podremos comprender el amor. "Os conviene que yo me vaya, porque si no, el Espíritu no vendrá a vosotros". Ni el mismo Jesús con sus palabras y acciones fue capaz de llevar a los apóstoles hasta la experiencia de Dios, que les ayudaría a descubrir al mismo Jesús. Mientras estaba con ellos, estaban apegados a su físico, a sus palabras, a sus manifestaciones humanas. Todo muy bonito, pero que les impedía descubrir la verdadera identidad de Jesús. Al no ver a Dios en Jesús, tampoco descubrieron la realidad de Dios dentro de ellos. Cuando desapareció, se vieron obligados a buscar dentro de ellos, y allí encontraron lo que no podían descubrir fuera. El Espíritu no añadirá nada nuevo. Solo aclarará lo que Jesús ya enseñó. Las enseñanzas de Jesús y las del Espíritu son las mismas, solo hay una diferencia. Con Jesús, la Verdad viene a ellos de fuera. El Espíritu las suscita dentro de cada uno como vivencia irrefutable. Mientras el Espíritu no nos separe del mundo (egoísmo), no podremos comprender las enseñanzas de Jesús. Esto explica tantas conclusiones equivocadas de los discípulos durante la vida de Jesús. Las palabras (aunque sean las de Jesús) y los razonamientos no pueden llevar a la comprensión. El Espíritu les llevará a experimentar dentro de ellos la misma realidad que Jesús quería explicar. Entonces no necesitarán argumentos, sino que lo verán claramente. “Paz” era el saludo ordinario entre los semitas. No solo al despedirse, sino al encontrarse. Ya el “shalom” Judío era mucho más rico que nuestro concepto de paz, pero es que el evangelio de Jn hace hincapié en un “plus” de significado sobre el ya rico significado judío. La paz de la que habla Jesús tiene su origen en el interior de cada uno. Es la armonía total, no solo dentro de cada persona, sino con los demás y con la creación entera. Sería el fruto primero de unas relaciones auténticas en todas direcciones. Sería la consecuencia del amor que es Dios en nosotros, descubierto y vivido. La paz no se puede buscar directamente. Es fruto del amor. Solo el Amor descubierto dentro y manifestado, lleva a la verdadera paz. Deben alegrarse de que se vaya, porque ir al Padre, aunque sea a través de la muerte, no es ninguna tragedia. Será la manifestación suprema de amor, por lo tanto, será la verdadera victoria sobre el mundo (mal) y la muerte. El Padre es mayor que él, porque es el origen. Todo lo que posee Jesús procede de Él. No habla la 2ª persona de la Trinidad; estaríamos poniendo en boca de Jesús una herejía. No olvidemos que Jesús, para el evangelista, es un ser humano a pesar de su preexistencia: “Tomó la condición de esclavo, pasó por uno de tantos...” También en Jesús Dios se manifiesta en lo humano, pero Dios no es lo que se ve ni lo que se palpa ni lo que se oye de Jesús. Dios está en Jesús, pero es más que Jesús. “El Padre es más que yo". Dios se manifiesta y se vela en la humanidad de Jesús. La presencia de Dios en él, no es demostrable. Está en el hombre sin añadir ni obrar nada. El verdadero Dios es siempre un Dios escondido. Decía Pascal: "Toda religión que no afirme que Dios está oculto, no es verdadera". Un sufí persa de la Edad Media lo dejó bien claro: Calle mi labio carnal, / habla en mi interior la calma / voz sonora de mi alma / que es el alma de otra alma / eterna y universa. / ¿Dónde tu rostro reposa / alma que a mi alma das vida? / Nacen sin cesar las cosas, / mil y mil veces ansiosas /de ver tu faz escondida. En la Biblia existe una tensión entre la trascendencia y la inmanencia de Dios. El hombre no puede ver a Dios sin morir. No puede ser representado por ninguna imagen. No puede ser nombrado. Pero a la vez, se presenta como compasivo, como pastor de su pueblo, como esposo, como madre que no puede olvidarse del fruto de su vientre. En el NT, se acentúa el intento de acercar a Dios al hombre. Los conceptos de "Mesías", "Siervo", "Hijo de hombre", "Palabra", "Espíritu", "Sabiduría", incluso "Padre", son todos ejemplos de ese intento. No se trata de una simple cercanía, sino de una identificación absoluta de Dios con cada uno. Meditación-contemplación “Vendremos a él y haremos morada en él”. Jesús descubrió esa presencia absoluta de Dios. Todo lo que vivió y enseñó, fue consecuencia de esa experiencia. Sabía que era la clave para que el hombre alcanzase plenitud. ................... Sin experiencia interior no hay posibilidad de salvación. Sin identificación con lo divino no puede haber verdadera humanidad. Sin descubrir el tesoro que hay dentro de ti, nunca estarás dispuesto a vender todo lo demás para adquirirlo. ....................... Debo preocuparme mucho menos por los que hago. Tengo que dedicar mis energías a descubrir lo que soy. Lo que haga, será inevitablemente, consecuencia de lo que creo ser. Una vez más estoy ante la alternativa: Programación o vivencia. El evangelio de hoy es una parte del discurso que Juan sitúa como las palabras de despedida de Jesús en la Última Cena. Por ello, entendemos que, en él, el evangelista quiso resaltar lo que le parecía fundamental de las enseñanzas de Jesús para quienes, posteriormente, nos convirtiéramos en seguidores del Maestro. De algún modo, Juan lo presenta como las “últimas voluntades” de Jesús, la herencia que deseaba dejar a sus discípulos.
Podemos, por tanto, leer este evangelio y orar con él en esta clave. Estas palabras hoy Jesús te las dice a ti, me las dice a mí, queriendo que queden grabadas en lo más profundo de nuestro ser como su legado más precioso. Y, si algo llama la atención al leerlo es, quizás, las veces que se repiten dos términos: el sustantivo “Padre” y el verbo “amar” en distintas formas verbales. Jesús reafirma, una vez más, a sus amigos, lo que es la esencia de todo su mensaje: que todo lo que ha realizado (en obras y palabras) nace de la experiencia filial y de amor que tiene de Dios, su Abba. No sólo Él se sabe Hijo, sino que nos hace a nosotros hijos y hermanos, incluyéndonos en el círculo de amor infinito que tiene con el Padre para que también nosotros podamos llamarle así. Jesús nos abre las puertas de su relación con el Padre y con la Ruah, nos introduce en la experiencia de comunión y de amor de la Trinidad. Nos posibilita adentrarnos en lo más íntimo de su hogar al tiempo que Él atraviesa lo más íntimo del nuestro (“haremos morada en él” (Jn 14,23)). No nos deja solos, nos promete la continuidad de su presencia en el Defensor, en el Espíritu Santo que el Padre enviará en su nombre. Él no estará físicamente, pero la resurrección hará que su presencia sea nueva en la comunidad de los creyentes. El Amor que hemos recibido del Padre por Jesús seguirá latiendo siempre a través de su Espíritu. Jesús promete así amor, paz, fuerza, presencia, alegría… Pero, como siempre, nos recuerda que “todo es don y tarea” y que nosotros también debemos poner de nuestra parte: “el que me ama guardará mi palabra”, “que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde”, “si me amarais, os alegrarías de que vaya al Padre”. Tres claves importantes: guardar su palabra (v.23), no ser cobardes (v.27) y alegrarnos (v.28). - “Guardar su Palabra”, como María, en el corazón. Escucharle y hacer que su Palabra tome cuerpo en nosotros. Estar atentos a lo que dice y obedecerle. - “No ser cobardes”: confiar en Él y anunciar sin miedo su Palabra viva y eficaz. No acobardarnos ante las dificultades y ser capaces de vivir, _quizás muchas veces contracorriente_, según su Palabra. No ser temerosos a la hora de denunciar las injusticias, de sacar a la luz aquello que va en contra del Evangelio, de posicionarnos al lado de los más pequeños como hacía Jesús. - “Alegrarnos”: con una alegría que nace de la confianza absoluta en Quien nos ama hasta el extremo, de la certeza de que su presencia está entre nosotros en el Espíritu que nos enseña y aconseja, si sabemos escucharle. Y todo ello, desde algo fundamental: hacer vida el amor que de Él hemos recibido y amarle como Él nos amó. “Si me amarais” (14,23.27), nos dice… Y en Jesús hemos descubierto que el verdadero amor no es una disquisición filosófica o un sentimiento bello, sino una experiencia real de compromiso, donación, entrega absoluta, perdón incondicional, búsqueda del bien del otro… Amarle a Él se concreta, como bien sabemos, en el amor al prójimo. Sólo ello nos llenará de alegría profunda. Sólo ello nos dará la paz verdadera. La que todos anhelamos. Dicen los eudemonistas que la felicidad es el fin último de nuestra existencia, y si esto es así, sabe vivir quien la busca allí donde puede encontrarla, y no sabe vivir quien la busca en otros sitios. Nosotros la buscamos en el dinero, el confort o el prestigio, y vivimos tristes porque ahí no la encontramos. Ya no cantamos en la calle, o en casa, porque tenemos demasiadas preocupaciones para cantar. Ya no disfrutamos de la vida, porque viajamos por ella agobiados por el peso de un equipaje descomunal compuesto a partes iguales de ambiciones y de miedos… y ésa no es forma de viajar.
Todos los días la televisión nos machaca la mente con la idea de que la felicidad se compra con dinero, y que cuanto mayor sea el precio que paguemos, mayor será nuestra felicidad. Que seremos más felices con un coche más grande, o realizando un viaje largo y exótico, o comprando el móvil más caro, o yendo a un restaurante Michelín, o adquiriendo un artículo de marca... Y todo eso es mentira, pero muchos de nosotros lo creemos. Entonces, dedicamos la vida a trabajar frenéticamente para tener esas cosas; nos cargamos de mil hipotecas, mil contratos, mil compromisos, mil apegos, y vivimos angustiados ante la perspectiva de que venga una ventolera que se lleve por delante lo que hemos conseguido con tanto esfuerzo… La vida es mucho más sencilla, y la felicidad, forzosamente, debe ser algo a lo que tenga acceso todo el mundo por igual. Cuando van pasando los años y se adquiere una perspectiva más amplia de la vida, se cae en la cuenta de que las dos fuentes principales de felicidad son el contacto con la Naturaleza y el contacto con los demás. Hay otras fuentes, pero ni son gratuitas, como estas dos, ni están al alcance de todos. Ahora bien, cuando el ser humano decidió enclaustrarse en las ciudades, desarraigándose así del mundo natural, no sólo renunció a la primera de estas fuentes, sino que se produjo en él una carencia sustancial que ninguno de los placeres que ofrecen las grandes ciudades podrá jamás restituir. Porque, confinados en un mundo artificial, hemos perdido la capacidad de emocionarnos al contemplar el horizonte al atardecer, de sentir la paz que produce el murmullo de una regata saltando entre hayas y rodeada de una alfombra roja de hojas caídas, o el susurro del viento en la copa de los árboles, o el cansancio físico de escalar una montaña, o la sensación incomparable de alcanzar la cima… Nos hemos vuelto incapaces de gozar cada mañana del milagro de la salida del sol, que nos calienta, que nos permite movernos sin tropezar; o de apreciar el regalo fabuloso del agua clara, que nos refresca, que sacia nuestra sed; o de sentirnos sobrecogidos ante la inmensidad del mar o del cielo estrellado, o ante el paisaje formidable de una cordillera cubierta de nieve… Luego está el contacto con los demás. La felicidad puede ser algo tan simple como amar y ser amado, pero no es nuestra intención referirnos aquí al amor, ni siquiera la amistad, sino a la expresión más simple de las relaciones humanas, es decir, a la sensación cotidiana de encontrarse en la calle con personas llenas de empatía, cercanas, que con su simple actitud, generan gozo para sí mismas y para quienes les rodean. Deberíamos declararlas patrimonio de la humanidad, porque son portadoras de felicidad; porque nos marcan el camino para crear sin esfuerzo un mundo mejor… Quizá la felicidad dependa de esas pequeñas cosas. Quizá sea algo que está en nuestro interior y se manifiesta siempre que no la sofocamos con nuestra torpeza. Quizás haya llegado el momento de desmantelar esa maraña de creencias bobas que la sociedad moderna nos propone y que nos impiden disfrutar de la vida. La imagen de Dios como Padre es la mejor síntesis plástica del mensaje de Jesús, la más entrañable y acogedora, plasmada en el padre del hijo pródigo. Sin embargo esta imagen no coordina bien con los conceptos de la cultura occidental emergente.
La imagen del padre destaca la dualidad que nos distancia de un Dios trascendente y protector, y se contrapone a nuestra proclamada autonomía. La tendencia actual sólo admitiría una trascendencia que sea inmanente, que respete la autovaloración ética humana, sin más ayudas o premios que los de la sociedad o de la propia conciencia. Los conceptos sobre el mundo que nos aportan las ciencias –desde la física hasta la psicología– fundamentan nuestros conceptos más abstractos sobre Dios, como ya reconoció santo Tomás. Es, pues, congruente que busquemos una nueva imagen de Dios en los datos que nos aportan las ciencias actuales. Las últimas investigaciones de la física nos dicen que la realidad última consiste en un flujo de energía que se manifiesta indistintamente como onda o como corpúsculos. Por mi parte me atrevo a imaginar que esta constatación científica podría plasmar la imagen de Dios como realidad trascendente e inmanente. Dios como flujo de energía que se nos manifiesta en forma de onda –trascendencia– y en forma de corpúsculo –inmanencia–. Esta imagen correspondería bien a la experiencia de los místicos, que en su vida terrena –corpúsculo– se sienten identificados con Dios –onda–. Los místicos cristianos, para no caer en un panteísmo– describieron esa experiencia como unión conyugal (pero según el Génesis 2,24 en esa unión “se hacen una sola carne”); Willigis Jäger expresa la identificación del hombre con Dios al decir que “la ola es el mar”, y nosotros podemos interpretarlo como “el corpúsculo es la onda”; el místico sufí Al-Hallaj afirmó claramente su identificación con la divinidad al decir “Yo soy la Realidad”. ¿Me acusarán de heterodoxia por comparar a Dios como un flujo de energía? Considero que esa energía creadora no es ciega, es una energía lúcida porque se ha manifestado en nosotros (ha colapsado en nosotros), capacitándonos para pensar y para amar. Desde la tradición más antigua se viene presentando a Dios como Espíritu, y el Espíritu es energía; dynamis tou Theou (la energía de Dios), Dios que se manifiesta como energía (genitivo epexegético, como el amor de Dios, que equivale a decir que Dios se manifiesta en el amor). La imagen de Dios como energía, que se manifiesta (colapsa) en nosotros y a la que retornaremos, no es una imagen plástica sino conceptual, coherente con una trascendencia inmanente. Una imagen quizás aceptable también por ateos de buena voluntad. No será una imagen popular, pero puede ser una imagen ortodoxa más coherente con el pensamiento científico y ético de muchos cristianos. En todo caso es una metáfora, pero la imagen de Dios como padre también es una metáfora. Metáforas que sólo pretenden acercarse al misterio indecible de Dios. Es ineludible, y confortador al mismo tiempo, el que los cristianos podamos celebrar juntos el hecho de la muerte. Nacer, crecer, morir son actos comunitarios. Y el sentido de cada uno de ellos lo vamos adquiriendo en el evolucionar de nuestra vida.
Ahora, si es cierto que nadie puede evadirse ante el hecho de morir, no todos vamos a su encuentro de la misma manera. Hay quienes lo consideran como el final de la vida; hay quienes lo rehuyen como un enigma; y hay quienes lo viven con desespero. En nuestra sociedad cunden posturas diversas, pero modernamente parece prevalecer la de quienes superficial o heroicamente la consideran como un hecho natural, sin que les sea dado vislumbrar tras ella, continuidad de una vida mejor, imperecedera, en plenitud de bien y felicidad. io es lo mismo una postura que otra. Por nuestra parte, tenemos claro el significado y alcance de nuestro morir. Podemos explicarlo un poco así : 1. Con nuestra experiencia y sabiduría humana nos preguntamos y podemos investigar si la misteriosa realidad de nuestra vida se acaba o no con la muerte. Podemos dudar, filosofar, concluir una cosa u otra. En las diversas culturas, se describe y aparece diversas respuestas. Pero, 2. La búsqueda, la duda y oscuridad de nuestro saber, se ha esclarecido con la vida y enseñanza de Jesús de Nazaret. El nació, creció y evolucionó como uno de nosotros, anunció y realizó un proyecto de vida, lo confrontó con otros proyectos de su tiempo, muchos lo siguieron entusiasmados, pero otros, sobre todo los que tenían en sus manos las riendas del poder religioso y político, lo cuestionaron y lo rechazaron. Fue tal el enfrentamiento, precisamente por la distinta valoración que hacía del ser humano, de su relación con Dios , con los hombres, con la naturaleza y el futuro, que se confabularon contra El y lo eliminaron. Y lo eliminaron con muerte violenta, crucificándolo , como a un conspirador y rebelde. Pero,la cosa no acabó ahí. 3. Resulta que este visionario rebelde, crucificado, a la vista de todos muerto y sepultado, no permanece en el sepulcro, no se corrompe, nadie lo esconde ni lo sustrae y quienes se acercan tras su muerte -tres mujeres, María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé- – para embalsamarlo, se encuentran con que el sepultado no está y se les comunica que pueden entrar y ver vacío el sitio donde estaba puesto, que no lo busquen, pues ha resucitado y está vivo. Las mujeres corrieron con miedo y alegría a dar la noticia a los discípulos. Prisas, miedo, desconcierto, delirio, alegría, por parte de las mujeres; incredulidad por parte de los apóstoles ante el desatino de las mujeres. Pedro, curioso, salió veloz al sepulcro. Y al poco regresa asombrado. Jesús, el que todo el mundo daba como fracasado, está vivo. Tumba vacía, sin que nadie pueda explicar lo sucedido. Y, además, Jesús en conversación y camino de Emaús les habla a dos de sus antiguos discípulos hasta que se les abren los ojos y lo reconocen. Y se les sigue apareciendo y casi no creyéndole estremecidos de asombro y alegría. 4. Esto, no tiene vuelta de hoja:: “Nunca, de nadie, en ningún lugar, se dijo lo que de Jesús de Nazaret: ha resucitado”. La verdad más grande, original y revolucionaria del cristianismo. Ocurrió la resurrección de Jesús muerto y sepultado. La tumba vacia y las apariciones lo atestiguan, aunque no se nos diga ni sepamos cómo ocurrió esa transformación. Hay continuidad entre el Jesús sepultado y el Jesús que se aparece; el cadáver de la tumba no se encuentra, pero se les muestra vivo el mismo Jesús, hablando, comiendo y bebiendo incluso con ellos. Esta es la historia de que el Jesús que se estaba apareciendo estaba en continuidad corporal con el cadáver que había ocupado la tumba. Nadie esperaba que a un individuo muerto le pudiera ocurrir la resurrección. Ni los mismos discípulos esperaban que esto pudiera sucederle a Jesús. Es legítimo pensar que los discípulos tuvieran sueños sobre Jesús, pero los solos sueños no bastan para que judíos y paganos hubieran podido afirmar que Jesús había resucitado. La creencia cristiana habla de continuidad de la persona concreta fallecida y, al mismo tiempo, de transformación: Jesús aparecido es indudablemente corpóreo pero su cuerpo posee propiedades sin precedentes y hasta entonces inimaginables. Y, al mismo tiempo, con la resurrección de Jesús, recibimos la noticia de nuestra propia resurrección: “Volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo, estéis también vosotros”. ¡Qué dicha, qué suerte y qué felicidad! Los apóstoles, hombres sin letras ni instrucción, que convivieron con Jesús, le acompañaron, comieron y bebieron con él, le escucharon y tan cosas aprendieron de él, aseguran con todas de la ley: “Dios resucitó a este Jesús y nosotros somos testigos” (Hch 2,32-36). “Vosotros, jefes de Israel, matastéis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó, nosotros somos testigos” (Hch 3,13-16). 5. Poco más podría añadirse a estas palabras. Pero es preciso dar cabida en nuestro corazón a esta luz y esta fuerza, esta energía insospechada: “Vivimos no para morir, sino para resucitar”, al morir cerramos los ojos para abrirlos a una vida superior y mejor. Resucitar es abrigar como un tesoro esta convicción, es ir adelantando con nuestra vida el género de vida que llevaremos junto al Dios Padre, que nos ama y nos espera. Disponemos de una vida: hermosa si la vivimos como Jesús de Nazaret, libre cada vez más de ataduras, miedos y contradicciones; debemos ir construyendo ese hombre nuevo de justicia, de libertad, de ternura, de amor y de solidaridad que nos enseña Jesús; debemos aproximar cada vez más esta tierra al cielo que nos espera; debemos hacer que nuestras obras, en una y otra parte, sean capaces de suscitar la querencia y el encuentro con Dios, que es Dios de todos y de todo. Puede haber gente que crea que nuestra vida se identifica con la materia y que, una vez la materia se acaba, se acaba también la vida. Yo, ni racional, ni científica, ni filosóficamente creo eso. Pero no lo creo sobre todo desde que el Dios Amor se nos mostró y nos descubrió en Jesús, su hijo, la vida humana plena, su calidad inmensa, objeto de admiración y seguimiento para millones de seres humanos en todas las partes y recibimos histórica certificación de que El resucitó y nosotros resucitaremos con El. Bebamos el vino del hombre nuevo. Acerquemos nuestra copa a la copa del resucitado. ¡Celebremos la vida, celebremos la resurrección! La Semana Santa nos enfrenta, cada año, con el ejemplo absoluto que representa la persona y la vida de Jesús de Nazaret. Nos conecta con su primera pasión, el reinado de Dios y su justicia, la causa a la que dedicó su vida entera. Fue esta primera pasión la que lo condujo inevitablemente a la segunda: la violencia injusta de Pilato, que le significó la muerte. Y así como la muerte de Jesús está en íntima relación con su vida, su anuncio y sus prácticas, la resurrección también está estrechamente conectada con su primera pasión.
Según la exégesis moderna, dos temas recorren las historias de Pascua. El primero, Jesús vive. Cristo sigue siendo percibido después de su muerte, aunque de forma radicalmente nueva. Ya no es la figura de carne, hueso y sangre, confinada a un tiempo y espacio, sino una realidad que puede entrar a habitaciones cerradas con llave, viajar con seguidores sin que lo reconozcan, ser percibido en Galilea y Jerusalén, desaparecer en el momento del reconocimiento y permanecer con sus seguidores siempre, "hasta el fin del mundo”. Marcos afirma que a Jesús no se lo encontrará en la tierra de los muertos: "No tengan miedo. Ustedes buscan a Jesús Nazareno, el crucificado. No está aquí, ha resucitado. Miren el lugar donde lo habían puesto”. Lucas cuestiona: "¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?”. Para los Evangelios, Jesús es una figura del presente, no del pasado, pues continúa viviendo y actuando. El segundo tema, según el análisis exegético, puede resumirse en los siguientes términos: Dios ha dicho "sí” a Jesús, y "no” a los poderes que lo mataron. Dios ha vindicado, ha defendido a Jesús. Este estrecho vínculo entre vida-muerte y resurrección de Jesús está presente en las primeras predicaciones de los apóstoles. Decía Pedro a las autoridades judías: "A quienes ustedes asesinaron, Dios resucitó, constituyéndolo en Señor y Mesías”. La Pascua, pues, no habla de la vida después de la muerte o de un final feliz; habla del "sí” de Dios a Jesús en contra de los poderosos que lo asesinaron. El papa Francisco dio actualidad, desde los crucificados de la historia, a la cruz y resurrección de Jesús. Con vehemencia ha proclamado: Oh Cruz de Cristo, símbolo del amor divino y de la injusticia humana, icono del supremo sacrificio por amor y del extremo egoísmo por necedad, instrumento de muerte y vía de resurrección, signo de la obediencia y emblema de la traición, patíbulo de la persecución y estandarte de la victoria. Aún hoy te seguimos viendo en los rostros de los niños, de las mujeres y de las personas amedrentadas que huyen de las guerras y de la violencia, y que con frecuencia sólo encuentran la muerte y a tantos Pilatos que se lavan las manos. Aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia. Aún hoy te seguimos viendo en los poderosos y en los vendedores de armas que alimentan los hornos de la guerra con la sangre inocente de los hermanos. Aún hoy te seguimos viendo en los necios que construyen depósitos para conservar tesoros que perecen, dejando que Lázaro muera de hambre a sus puertas. Aún hoy te seguimos viendo en los destructores de nuestra casa común que con egoísmo arruinan el futuro de las nuevas generaciones. Y con respecto a los significados esperanzadores, pregonó: Oh Cruz de Cristo, imagen del amor sin límite y vía de la Resurrección, aún hoy te seguimos viendo en las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás. Aún hoy te seguimos viendo en los ministros fieles y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen gratuitamente para iluminar la vida de los últimos. Aún hoy te seguimos viendo en los misericordiosos que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la justicia y de la fe. Aún hoy te seguimos viendo en los soñadores que viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer que el mundo sea un lugar mejor, más humano y más justo. En suma, podemos afirmar que celebrar la Pascua es intuir con gozo que el resucitado está en medio de nuestra vida, sosteniendo para siempre todo lo justo y limpio que florece en nosotros. Podemos decir, pues, "¡feliz Pascua!”. Porque, como dice la letra de la canción Aleluya, hay hechos pascuales cotidianos que llenan de júbilo: Por los ojos que han llorado. Por las manos que acarician. Por el niño que sonríe, aleluya. Por el surco y el arado. Por el trigo que ha nacido. Por el hombre que ha luchado, aleluya. Por la boca que ha besado. Por el techo compartido. Por el alma enamorada y el fuego, aleluya. Por las alas que han volado. Por la lluvia y el rocío. Por el mar y el marinero, aleluya. Por la carta que ha llegado. Por el árbol florecido. Por la fe del marginado, aleluya. Por la luz de una mirada. Por el sol recién nacido. Por la voz y la palabra, aleluya. Por el odio marchitado. Por la dicha de un minuto. Por la calma de una noche de luna, aleluya. Por el sueño perseguido. Por el preso liberado. Por el fruto conseguido, aleluya. Otra de nuestras palabras desfiguradas. Etimológicamente significa “poder del pueblo”. La palabra griega demos tiene un sentido más amplio que el otro término laos, que designa a un pueblo uniformado por lazos de raza, religión, lengua o clase social. Pero democracia es el poder “de todos”: no sólo “de los auténticos vascos” que diría Arzalluz. Esa es su grandeza.
Desde sus inicios, la democracia ha planteado dos grandes problemas: el pueblo nunca es unánime y, por eso, la democracia sólo puede ser poder de mayorías. ¿Qué pintan entonces las minorías en una democracia? Dejemos este problema enunciando sólo la respuesta: “democracia es gobierno de las mayorías con suficiente respeto a las minorías”. La otra pregunta es más seria: ¿el poder del pueblo es tan absoluto e incondicional que no hay nada por encima de él? Si un pueblo decide reinstaurar la pena de muerte o invadir a otro más pequeño, ¿son inapelables esas decisiones? En el sur de EEUU hay estados racistas que, si fueran independientes, decidirían democráticamente expulsar a todos los negros… Parece pues que el poder del pueblo no puede ser absoluto. Democracia no es “dictadura del pueblo”: está sometida a alguna tabla normativa de valores. Y aquí vuelven a complicarse las cosas: ¿quién dicta esas normas? Recurrir a Dios rompe la democracia porque no todo el pueblo cree en Dios. Apelar a una ética humana parece mejor solución pero tampoco es posible porque incluso sobre los valores humanos disentimos los seres humanos. Así se fue llegando a la siguiente respuesta: “el poder del pueblo, está sometido a un conjunto de valores; pero ese conjunto debe ser acordado y sistematizado entre todos, para poder ser aceptado”. En ese acuerdo, todos habrán de ceder algo para llegar a un marco valoral suficiente para todos y aceptable por todos. En teoría al menos, ese sistema acordado de valores es lo que se llama “Constitución” o “Carta Magna”: la Constitución no es sólo lo que constituye a un pueblo sino, sobre todo, lo que fundamenta la democracia. Sin Constitución (o contra ella) la voluntad popular se deforma en arbitrariedad. A eso aludimos cuando equiparamos democracia con “imperio de la ley”. Tal expresión es ambigua porque busca ser deliberadamente paradójica: imperio de la ley quiere decir imperio de aquella voluntad popular que constituyó la ley. Por eso no cabe apelar a la voluntad democrática de un pueblo contra aquello que funda la democracia. Pero los problemas reaparecen: porque los tiempos y las generaciones cambian, la voluntad popular puede cambiar… y el imperio de la ley puede convertirse entonces en dictadura del pasado. Por eso las Constituciones necesitan ser periódicamente reformadas. Pero nadie garantiza que acertemos en esa reforma: de ahí que se exija una mayoría bien cualificada para reformar las Constituciones de los pueblos. ¿Por qué no nos garantiza nadie que acertemos en la reforma de una Constitución y, en vez de avanzar, retrocedamos? (como verbi gratia en nuestra “ley mordaza”). Pues porque los pueblos, además de señores pueden ser también señoreados, conducidos, manejados. Entonces no hay democracia sino demagogia: situación en la que el pueblo no tiene verdaderamente el kratos (el poder), sino que es agómenos (llevado). Y, como de lo sublime a lo ridículo, de la democracia a la demagogia no hay más que un paso. Un viejo ejemplo: Silvestre II, papa del año 1000 (que fue monje en este sant Cugat desde donde escribo), se pasó la vida criticando duramente el centralismo de los papas con el axioma: “la voz del pueblo es voz de Dios”. Pero, una vez llegado a papa, comenzó a enseñar que no siempre la voz del pueblo es voz de Dios: porque fue el pueblo (bien manejado) quien gritó ante Jesús: “crucifícale, crucifícale”. Así que saduceos y sumos sacerdotes podrían haber argumentado, con aparente verdad, que Jesucristo fue crucificado democráticamente. La conclusión de lo anterior parece ser la que esgrimía aquel viejo dictador: “los españoles no estamos preparados para la democracia”. Creímos que la democracia consistía en hacer lo que me dé la gana y que ganen siempre los míos. Y resulta que la democracia exige creatividad, diálogo, paciencia, búsqueda de acuerdos, saber argumentar, saber ceder… y, con, ello cierta inestabilidad. Mucho más fácil será hacer lo que digan los dictadores y prescindir de la política que es lo más difícil de la vida (aunque sea también lo más grande). Eso hacen muchos con la excusa irresponsable de: “todos los políticos son iguales” y, por tanto, me ahorro el ir a votar. Y es que las dictaduras son más estables. Por eso nuestra economía (que quiere estabilidad) no es democrática: busca mayorías absolutas para gobernar sin diálogo; cosa más rentable económicamente, pero de menos calidad humana, y que acaba siendo puerta de las dictaduras. Esta amenaza solo se supera con educación, y más educación. Por eso dice el refrán: “democracia sin mucha educación, es dictadura de algún bribón”… Según Edgar Ocampo, cada año, el mundo fagocita la mitad de las reservas de un país petrolero importante (México) y dado que las energías alternativas todavía necesitan enormes subsidios como para ser viables en los países en vías de desarrollo, la práctica del fracking ( especie de panacea universal que resolverá los problemas energéticos de la Humanidad) es todavía incipiente y suscita recelos medioambientales y la inercia de los activos petroleros no permitirá que las grandes compañías abandones sus equipos e infraestructura actuales, se deduce que la economía mundial seguirá gravitando sobre la dependencia del petróleo en la próxima década. El gas natural se presenta como el único sustituto ante una presunta escasez de petróleo, pero este recurso también sigue el mismo camino de inestabilidad, por lo que los principales países desarrollados cuentan con reservas estratégicas de petróleo que destinan exclusivamente para uso en situaciones críticas para garantizar el consumo interno durante un par de meses además de implementar medidas cosméticas de ahorro de energía.
Así, el presidente estadounidense, Barack Obama, anunció que el Gobierno norteamericano reducirá sus emisiones de gases con efecto invernadero un 28% para 2020 (de alcanzarse el objetivo fijado, supondría ahorrar 250 millones de barriles de petróleo para 2020) y en China, se habría fijado el Plan Energético Quinquenal 2015-2020 con el objetivo de reducir la dependencia del carbón y del petróleo aunque según Greenpeace con un “insuficiente incremento de las energías renovables del 1%”, en un país donde el carbón cubre el 70% de las necesidades energéticas y si continúa la tendencia actual, la combustión actual de carbón se duplicará en 15 años. Declive de la producción de crudo convencional (Peak Oil) Según la Asociación para el Estudio del Petróleo y el Gas, (ASPO), la producción mundial de crudo convencional habría iniciado ya su declive, fenómeno que se explica por medio de los métodos de análisis del geólogo King Hubbert sobre la producción de petróleo de los Estados Unidos, método conocido como la “curva de Hubbert” . Hubbert, calculó en 1956 con extraordinaria precisión, la fecha en que los Estados Unidos no podrían producir más petróleo de forma convencional aunque se perforaran más pozos. Así, la producción de petróleo de forma convencional en EEUU alcanzó su máximo nivel en 1970 y después comenzó a declinar, teniendo que importar en el 2005 casi el doble del total de crudo producido en dicho país. La producción actual de petróleo proviene en más de un 60% de campos maduros,(que tienen más de 25 años de ser explotados de manera intensiva) por lo que las nuevas prospecciones se realizan en regiones más remotas (Ártico, Amazonas), con mayor coste productivo ( 120 $) y menor rentabilidad, amenazando en muchas ocasiones a reservas y parques naturales (Ártico, Alaska, Amazonas) y siendo el desfase entre el consumo mundial y los descubrimientos de nuevas explotaciones abismal (en una proporción de 4 a 1). Además, según los expertos , el tiempo necesario para poner en marcha a pleno rendimiento un yacimiento es de alrededor de 6 años, por lo que cualquier descubrimiento no podrá entrar en operación hasta después del 2018. Recordar que el 90% de la producción de crudo saudí procede de tan sólo cinco campos maduros y hasta el 60% procedería del megacampo de Ghawar y que los nuevos proyectos de infraestructura petrolera de extracción de crudo considerados como “grandes,” (aquellos de más de 500 millones de barriles).en Arabia Saudí para el 2016 son prácticamente inexistentes, lo que aunado con el espectacular incremento de la producción de crudo saudí ( 10, 5 millones de barriles día) para suplir la drástica reducción de la producción de crudo de países como Libia, Siria e Irak, acelerá la fecha de caducidad de sus reservas ociosas. Según datos publicados por la Administración de Información de Energía de EEUU (AIE), dicho país habría alcanzado una producción mensual de crudo equivalente a 6,5 millones de barriles diarios provenientes de los campos tradicionales y de las nuevas explotaciones de petróleo en roca porosa (Dakota del Norte), pero se estima que alcanzará su cenit en el 2020 y teniendo en cuenta que el consumo doméstico de EEUU se movería en la horquilla de los 16 a los 20 millones de barriles diarios, seguirá siendo importador neto de crudo (el 45% de las importaciones de crudo de EEUU proceden de Oriente Medio y Norte de África), mientras tan sólo el 8% del total importado procede de Venezuela. Por su parte, la producción mexicana también llegó a su cenit en el 2004, pues el principal yacimiento de México es el Cantarell, (que genera las dos terceras partes de la producción mexicana) tiene fecha de caducidad con la perspectiva de convertirse en importador neto de crudo en el horizonte del 2020, Venezuela necesita urgentemente nuevos hallazgos petrolíferos pues caso de seguir el ritmo actual de producción podrían agotarse sus reservas probadas en el 2021, por lo que habría firmado un acuerdo por el que la empresa petro-química estatal china Sinopec invertirá 14.000 millones de dólares para lograr una producción diaria de petróleo en 200.000 barriles diarios de crudo en la Faja Petrolífera del Orinoco, (considerado el yacimiento petrolero más abundante del mundo) mientras Noruega aspira a explotar conjuntamente con Rusia la plataforma continental del Mar de Barents (reservas estimadas de más de 7.000 millones de petróleo y gas convencional) ante el agotamiento de sus reservas del Mar del Norte, que alcanzó su cenit en el 2009 ( 6 millones de barriles al día). Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), la producción de petróleo en Rusia alcanzó su máximo histórico (11,41 millones de barriles diarios) en el año 1988 cuando todavía formaba parte de la Unión Soviética, pero tras el declive provocado por la crisis económica del 2008, la producción ha ido in crescendo hasta alcanzar los 10,59 millones de barriles por día (bpd) en el 2013 con una fecha de caducidad de 20 años. Además, el acuerdo de cooperación energética del 2010 entre Irak, Irán y Siria para la construcción del gasoducto de South Pars a Homms que conectaría el Golfo Pérsico con el Mar Mediterráneo permitiría la llegada del gas iraní a la Unión Europea y aliviaría la severa rusodependencia energética europea, relativizando de paso la importancia estratégica de Turquía dentro del Proyecto del Gasoducto Trans-Adriático (TAP) así como el papel relevante de Arabia Saudí y Emiratos Árabes como suministradores de crudo a Occidente, pero tanto Irak como Siria estarían inmersos en procesos internos destructivos fruto de la balcanización implementada por EEUU siguiendo su doctrina del caos ordenado por lo que la exportación de productos petrolíferos de dichos países se antoja harto complicada. En cuanto a Irán, posee, según los expertos, las terceras mayores reservas probadas del mundo de petróleo y gas tras Arabia Saudí e Irak , pero carece de la tecnología suficiente como para extraer el gas en los yacimientos más profundos por lo que precisa de una inversión de unos 155.000 millones de dólares para el desarrollo de la industria petrolera y gasista. El Niño y la nueva crisis alimentaria mundial Según cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el fenómeno metereológico conocido como “El Niño”, tendría ya efectos devastadores en la seguridad alimentaria, medios de vida, nutrición y salud de cerca de 60 millones de personas en todo el mundo, por lo que sería necesaria una ayuda urgente de más de 2.500 millones $ para labores de emergencia y recuperación de infraestructuras., de lo que serían paradigma la brutal seguía padecida por Colombia, Centroamérica ,California Vietnam, Etiopía, Timor Oriental y África Austral, inusuales inundaciones en Somalia, Tanzania, Estados sureños de EEUU, Argentina, Paraguay y Uruguay y devastadores incendios en California, Australia, Venezuela e Indonesia. Por su parte, el economista de la FAO Abdolreza Abbassian, en declaraciones a The Associated Press, ha señalado que para alimentar la población mundial, (que llegará a 9.000 millones de personas en el 2050), se necesitará un incremento de 70% de la producción global de alimentos en los próximos 40 años, tarea que se antoja titánica pues mientras la población mundial crece un 1,55% anual, los rendimientos del trigo (la mayor fuente de proteína en países pobres), habrían sufrido un descenso del 1%. Mención especial merece Egipto, país en el que un tercio de sus 80 millones de habitantes vivirían en el umbral de la pobreza y que se ve obligado a destinar ocho millones de toneladas de trigo anuales ( de los que 6 millones serían importadas), para producir el pan subsidiado, imprescindible para evitar las revueltas sociales del 2007 y lastrado por un desarrollo económico suicida, caracterizado por el crecimiento desmesurado de macrourbes y megacomplejos turísticos y la consiguiente reducción de la superficie destinada al cultivo agrícola,por lo que es urgente que revise sus políticas agrícolas y retorne a la arcana costumbre de disponer de reservas propias de granos para situaciones de emergencia. Además, la Agencia Internacional de la Energía(AIE), en un reciente informe titulado “Perspectivas mundiales de inversión en energía”, advierte que será necesario invertir 48 Billones $ hasta el 2035 para cubrir las crecientes necesidades energéticas mundiales, pero el abrupto desplome del precio del crudo hasta los 40 $ , imposibilitará a los países productores conseguir precios competitivos que permitirían la necesaria inversión en infraestructuras energéticas y búsqueda de nuevas explotaciones por lo que no sería descartable un posible estrangulamiento de la producción mundial del crudo en el horizonte del 2.020, al concatenarse la recuperación económica de EEUU y la UE con factores geopolíticos desestabilizadores (Nueva Guerra en Oriente Medio). Si a ello le sumamos la intervención de los brokers especulativos en el mercado de futuros de las commodities agrícolas, el resultado sería una espiral de aumentos de precios en las materias primas imposibles de asumir por las economías del Primer Mundo y el finiquito de los Objetivos del Tercer Milenio de reducir el hambre en el mundo, pues según la FAO, desde el 2005 el índice de precios de cereales habría aumentado al doble y el número de desnutridos crónicos en el mundo rozaría en la actualidad los 925 millones de personas. Todo ello, originará presumiblemente una psicosis de desabastecimiento y el incremento espectacular del precio del crudo hasta niveles del 2008 (rondando los 150 $) que tendrá su reflejo en un salvaje encarecimiento de los fletes de transporte y de los fertilizantes agrícolas, lo que aunado con inusuales sequías e inundaciones en los tradicionales graneros mundiales y la consecuente aplicación de restricciones a la exportación de commodities agrícolas de dichos países para asegurar su autoabastecimiento, terminará por producir el desabastecimiento de los mercados mundiales, el incremento de los precios hasta niveles estratosféricos y la consecuente crisis alimentaria mundial que afectaría especialmente a las Antillas, México, América Central, Colombia, Venezuela, Bolivia, Egipto,Cuerno de África, Mongolia, Corea del Norte, India, China, Bangladesh y Sudeste Asiático, ensañándose con especial virulencia con el África Subsahariana y pudiendo pasar la población atrapada en la inanición de los 800 millones actuales a los 1.500 millones en el horizonte del 2.020. |
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