La principal virtud cristiana es la humildad. Gracias a ella, activamos la capacidad de admiración que es la mejor puerta para la actitud de agradecimiento. Jesús nos pide fijarnos en los niños para comportarnos como seguidores suyos, porque ellos viven en total confianza lo que sus padres les dan. Lo que percibo, sin embargo, es que nosotros, adultos y adultas cristianos, estamos centrados en lo que nos falta más que en todo lo que tenemos por pura gracia, gratis.
Todo es gracia, exclamaba santa Teresita del Niño Jesús. De ahí la importancia de la oración de agradecimiento teniendo presente que la Eucaristía señala, desde el enunciado, su importancia (del griego eucharistía, acción de gracias). Si nos ponemos a pensar en esto, viene a la cabeza la cantidad de bienes y dones que Dios nos ha dado y que jamás se lo agradeceremos porque ni siquiera somos conscientes de que los tenemos como el fruto de un acto supremo de amor hacia cada persona. Valoramos realmente las utilidades de la mano y del brazo cuando se lastiman. Somos plenamente conscientes de lo que atesora algo tan cotidiano como una conversación familiar cuando sentimos el mordisco de la soledad. Y así seguiríamos hasta descubrir montones de gracias que Dios nos regala, cada día, empezando por la propia vida. Damos por hecho lo que tenemos, incluso la experiencia de la fe y del amor. Recordemos la “pirámide de Maslow” para visualizar mejor las grandes necesidades humanas que hasta el mundo empresarial está de acuerdo tenerlas en cuenta: Necesidades básicas: salud, comida, bebida, vestido… Necesidades de seguridad y protección: vivienda, trabajo, dinero… Necesidades sociales: amistades, familia, pareja… Necesidades de estima: aceptación, logros, competencias, estatus, la propia autoestima… Necesidad de autorrealización: creatividad, madurez, desarrollo de la inteligencia espiritual… Por eso llevo unas semanas añadiendo a mi oración de agradecimiento diario a Dios por los dones recibidos, la coletilla “…y gracias también por los dones que me vas a regalar en un futuro”. Dios se nos regala en abundancia cada día, hoy, mañana… Solo el hecho de tener tantas potencialidades ya nos debiera infundir sentimientos de humildad ante lo que somos y aquí y esperamos ser en plenitud y para siempre en esas “estancias” que llamamos “Cielo” que el Padre nos tiene preparadas. Por tanto, me parece una estupenda oración dirigirnos al Padre agradecidos también por todo lo que nos tiene reservado para mañana y el resto de los días, aunque hoy no lo conozcamos. Es un pasito más en la actitud de agradecimiento lleno de humildad sabiendo que nunca podremos igualar el agradecimiento a la generosidad de Dios con nosotros por nuestra limitación; es que ni siquiera somos capaces, como decía, de recordar ni valorar los millones de dones materiales, emocionales y espirituales, grandes y pequeños, que nos provee cada día para hacer el camino conforme a los talentos recibidos, la realidad vital y la actitud de cada persona. La importancia del agradecimiento está presente en toda la Biblia hasta el punto de que Jesús lo une indisolublemente con la actitud de la confianza cristiana: resulta paradigmáticos los textos de Mateo, Lucas o el apócrifo de Tomás en los que Jesús nos invita a mirar los lirios del campo, cómo crecen, no se fatigan ni hilan; a mirar los pájaros que ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, nuestro Padre celestial los alimenta. La conclusión es rotunda: “confiad agradecidos, no estéis agobiados por las circunstancias de la vida. ¿No valéis vosotros más que ellos?” Con todo mi corazón te daré gracias; por tu misericordia y tu fidelidad. En el día que invoqué, me respondiste; me hiciste valiente con fortaleza en mi alma. Gracias por tu pan de cada día, el de hoy y el de mañana. En torno al Salmo 138 Postdata - Una de las maneras mejores de evangelizar es valorar lo que tenemos viviendo con la alegría de sentirnos agradecidos por el Proyecto de Amor al que hemos sido llamados para ofrecer a los demás con actitud agradecida y alegre. Porque será Buena Noticia dependiendo de la actitud que tengamos sus seguidores.
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Vivimos días aciagos en el seno de la Iglesia. Las noticias que nos llegan son desmoralizadoras porque proceden de sus mismos pastores con una mezcla de situaciones estrambóticas dignas de un guion de Almodóvar. Lo digo con rabia y tristeza.
Por una parte, tenemos los ataques furibundos de grupos eclesiales, medios de comunicación y políticos que están esperando a que el Papa Francisco diga cualquier cosa para situarle dentro de una diana y proferir las mil y una barbaridades. Algunas reacciones a la entrevista de Carlos Herrera a Francisco es una buena muestra. Que se ponga en duda el amor y el aprecio por un país como el nuestro, tierra de la lengua materna en la que se expresa y vive, resulta ridículo. No se dan cuenta estas gentes analfabetas, que el Papa es el vicario de Cristo en la tierra, y es vicario del hijo de Dios que nació en Belén, la más pequeñas de las ciudades de Israel, que no contaba para nada ni para nadie, donde la historia pasaría sin dejar huella alguna: “Pero tu Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas, 5,2). Sólo desde aquí podemos entender la elección por las ciudades y países humildes y pequeños del Santo Padre. Si queremos entenderlo, debemos acercarnos desde una hermenéutica cristológica. Puede resultar una obviedad, pero dichas obviedades las ignoran, de forma consciente o inconsciente, personas que quieren sentar cátedra en torno a las palabras de un Papa cercano, humilde y pobre como pocos. Algunos querrían que actuara como príncipe político. Y no lo va a hacer porque tiene que afrontar y leer la historia como pastor, precisamente como se define Jesús a la hora de transmitir su mensaje de salvación y aplicarlo. Y después, de pronto, nos salta en la cara, sin previo aviso, el caso Novell, donde se mezclan las proclamas irresponsables a favor del independentismo -muchos de sus feligreses no lo son- “al tiempo que se aferraba a las posturas rígidas e intransigentes, trasnochadas y acientíficas de la moral sexual”, como apuntaba recientemente Baltasar Bueno en un artículo de Religión Digital. Y todo ello, que no es poco, concluye con la relación sentimental con una escritora erótica-satánica. ¿Alguien da más? Esperamos que esto sea una excepción y si no lo es que se diga, que se haga público y se reforme y se refuercen el sistema o procedimiento para elegir obispos y diáconos acorde y dignos con Jesucristo. Si no se hace, y ya está pasando, la Iglesia correrá el peligro de sufrir una desconexión como la que se da entre las generaciones jóvenes y de una parte muy importante de la sociedad civil con la política. Incluso cuando la política consigue transformar las cosas y hacer su función, las gentes ya no reconocen sus méritos, puesto que siempre se sospecha de cualquier acción política porque está guiada por intereses espurios. Hoy la Iglesia tiene retos sobre la mesa que debe afrontar y según el modo y en cómo se sitúe ante ellos seguirá siendo para una parte de la población una realidad a la que seguir y dar por ella lo mejor que llevamos dentro. Vale la pena seguir el camino y la causa de Jesús de Nazareth, pero para ello tenemos que recordar qué es lo esencial, para qué está la Iglesia y qué queremos que posibilite y proyecte. En un momento de la entrevista con Herrera, Francisco recuerda su texto programático es Evangelii Gaudium. Ahí resume lo que en el Cónclave, cardenales y obispos trazaron como el camino a seguir que tenía que asumir la Iglesia en los próximos años. De igual forma, tenemos muy fácil cómo tiene que comportarse el pueblo de Dios, desde el primero al último y es, en síntesis, aplicar el evangelio, ni más ni menos. Las primeras comunidades cristianas hicieron visibles a Jesús señalando a los más pobres, a aquellos que no tenían carta de ciudadanía. La cruz implica un reconocimiento claro por aquellos que no han sido reconocidos en la historia, por aquellas personas que han sido apartadas de forma sistemática. En el imaginario social greco-romano la dignidad brillaba por su ausencia. Un Imperio como el de Roma, decenas de documentos históricos nos lo muestran, practicaba sin ningún rubor el infanticidio, sobre todo si eran niñas, ya que el derecho romano estaba concebido en función de los varones romanos y libres. Se señaló como una práctica de muerte y asesinato, de ahí la anclada tradición de la Iglesia por la defensa de la vida. Pensemos en las viudas, en los esclavos, en los extranjeros, las mujeres, en las personas leprosas y presas, cómo eran señaladas y dominadas por un juicio arbitrario respecto a sus vidas. A todos ellos el cristianismo les dio defensa y voz. Pablo es claro: “Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Jesús el mesías” (Gálatas 3, 28). El cristianismo supone un aldabonazo y un impulso claro para inocular en la sociedad el lenguaje de la caridad, la esperanza y la misericordia frente a una cultura de la muerte y la violencia sobre una porción altísima de la población. Como apunta García de Cortázar al final de su libro Católicos en tiempos de confusión, “nuestra idea de dignidad del hombre nos exige denunciar el escándalo de la pobreza. A nosotros nos toca recordar que las víctimas de la violencia, emigradas de sus lugares de nacimiento, abyectamente reducidas a cuerpos sin espíritu, son hijas de Dios y hermanas nuestras. A nosotros se nos exige que alcemos la voz para manifestar qué es nuestro cristianismo, no es cualquier forma de solidaridad o cualquier impulso compasivo, el que nos compromete en la defensa de los seres humillados”. ¿Hay que recordar cuál es nuestra misión en el mundo? Y esos príncipes de la Iglesia, ¿son conscientes de su misión? ¿Representan y quieren trabajar por una Iglesia en salida por y para rostros que no cuentan como hicieron Jesús y las primeras comunidades cristianas? Sólo el compromiso social desde una radicalidad evangélica hará que la Iglesia sea importante en las vidas de las personas, desde una coherencia radical en las enseñanzas que se derivan del evangelio. Entiendo que en este mundo hipercomplejo puedan surgir dudas sobre Jesús, sobre su visibilidad, dónde está, qué dice en estos tiempos, puesto que puede parecer inaudito que, como apuntó de forma magistral un joven Ratzinger en Introducción al cristianismo, “la inteligencia que ha hecho a todos los seres se ha hecho carne, ha entrado en la historia y es un individuo, que no solamente abarca y sostiene toda historia, sino que forma parte de ella”. Pero la Iglesia sólo puede ser Iglesia de Jesucristo y ésta tiene que hacer visibles a los que se han quedado en la cuneta de la historia. Y claro que lo hace. Miles de personas se dejan la piel en ello a diario. No olvidemos lo que palpita, lo que está vivo y funda nuevas posibilidades en los barrios y en las misiones más pobres y recónditas de la tierra. Esta es la Iglesia que amamos y no la de los dimes y diretes más propios de la prensa rosa que la del Reino de Dios en la tierra. Que algunos se lo hagan mirar y que tomen nota. No estamos para una nueva forma de prensa rosa eclesial. En cada rincón de nuestra vida, en todos los patios de nuestras casas emerge una Calcuta que debemos atender. Para ello se requiere de una vida sencilla, alejado de los focos y del protagonismo en los medios. Somos una comunidad y lo que pasa en ella nos afecta. Seamos dignos de ella para seguir la obra del pobre carpintero de Galilea que encontraba en el silencio y en la soledad el tiempo de acercamiento y unión con Dios. Aprendamos la lección. Podría decirse que un signo claro de avance de nuestra especie es el paso de una consciencia etnocéntrica a otra mundicéntrica. La primera, que ha imperado durante siglos y todavía perdura en gran medida, se caracteriza por una visión que gira alrededor del propio grupo (tribu, etnia, raza, pueblo, partido, ideología…), que es absolutizado, como referencia única de verdad y de bondad. Es verdadero lo que el grupo cree y es bueno lo que lo beneficia.
Mientras las personas se hallan en este nivel de consciencia, el diálogo es prácticamente imposible. Tanto la cerrazón al diálogo como el juicio y la descalificación del otro no nacen de la “maldad” de las personas, sino que son consecuencia del nivel de consciencia en que se encuentran. Por lo que, desde este punto de vista, podría decirse que son inevitables…, mientras perdure ese nivel de consciencia. Desde él, quienes piensan diferente no pueden ser comprendidos; al contrario, es necesario obligarlos a cambiar. Por lo que cualquier propuesta o intento de comprensión será tachada, como mínimo, de “buenismo” condescendiente y radicalmente equivocado. El fanatismo y la intolerancia nacen de una consciencia etnocéntrica, centrada en el propio grupo (o el propio ego) y se pone de manifiesto en las palabras que aparecen en el texto evangélico de hoy: “No es de los nuestros”. Porque no importa lo que el otro dice o hace sino, simplemente, que no pertenece a nuestro grupo. La disputa política suele ser un campo donde es fácil advertir ese tipo de funcionamiento: no se valora –mucho menos se apoya– ninguna propuesta de otro partido…, porque no es de los nuestros. Con lo cual se hace evidente lo que mucha gente constata a diario: los partidos políticos no buscan el bien de la sociedad, sino sus propios intereses, entre los que destaca “quedar por encima” del rival (y ganar las próximas elecciones). Este modo de funcionar, que aparece también en otros ámbitos sociales, pone de relieve la extensión y la fuerza que todavía posee entre nosotros la consciencia mítica. Por el contrario, el proceso de expansión de la consciencia permite asumir una perspectiva pluralista, que se caracteriza por la capacidad de comprender otras perspectivas, distinguir el “mapa” del “territorio”, reconocer la relatividad de todo modo de conocer…. Este nivel de consciencia más amplio (mundicéntrico, pluralista, integral) abre nuestro horizonte, nos libera de la necesidad de tener razón y constituye el fundamento profundo del respeto y la cooperación. Globalmente, me parece que la humanidad camina desde una consciencia etnocéntrica a otra pluralista o integral. Sin embargo, esto no niega que en cualquier momento y en cualquiera de nosotros puedan activarse viejos registros tribales que nos coloquen en actitudes rígidas e intolerantes. ¿Qué hay en mí de intolerancia y de respeto? Llevaba más de una semana esperando el día, la hora en que iba a florecer. Se estaba formando lentamente, el proceso, para los impacientes, es largo, para la naturaleza es, simplemente, su proceso.
Cada vez que pasábamos por delante, la mirábamos, ¿será hoy?, y no, otro día, otra noche…la particularidad de esta flor es que se abre de noche. Cuando las luces se apagan, ella emerge, elegante y luminosa en el humilde seto de nuestro apartamento. La espera tiene para mí una connotación sentimental. Una de las personas que más he querido la cuidaba. Cuando florecía, era una fiesta, su cara se iluminaba, y nos contagiaba. Yo heredé este apartamento y con él, el seto y la planta y… la flor. Después de años, este Agosto, de pronto florecieron dos, una es la de la foto. Duran poco, pero el tiempo que duran son preciosas. Se cerraron y con ellas la sonrisa que trajeron, el recuerdo de seres queridos, la alegría de lo sencillo y bello- bellísimo, y único. Hace unos días de pronto descubro que hay otra en camino, y expectantes, miramos y miramos y al fin dijimos: será esta noche, como la otra vez, a las 6 de la mañana voy con el móvil para no perderme su belleza y mandarla a familia y amigos, y NO ESTÁ. La sensación es que te han arrancado algo propio. No es el valor material, estas cosas no se pueden calcular. Es la impotencia e indignación que produce la desfachatez e ignorancia de quien arrebata algo cuyo significado no puede ni intuir. Todos los fantasmas aparecen cuando conectamos con lo indignadas que estamos las mujeres por todo lo que nos arrebatan, día a día, con la desfachatez de quien considera que todo es suyo, y menosprecia y ridiculiza lo que hemos trabajado, lo que hemos esperado, lo que el Espíritu nos ha regalado como don y talento y es bello, en definitiva, cuando lo que somos NO ESTÁ, no cuenta, se invisibiliza y se roba. Esa flor, es un símbolo de un largo proceso de espera y trabajo escondido, que cuando florece, alguien lo puede arrancar y usar para “decorar” o simplemente darte a entender que le gusta y por ello puede hacerlo suyo y cogerlo, sin más, como todo lo demás. Pienso en mis hermanas Afganas y Africanas y de tantos lugares, que son como esa flor. Ellas habían logrado llegar a florecer en mitad de una larga noche. Y con el poderío que caracteriza al inseguro, al inestable, al enfermo, llegan de día, haciendo mucho ruido para intimidar, para controlar, y roban lo que un largo proceso había posibilitado que empezara a florecer. Os invito hermanas, no importa el país, ni la situación, a que le pongamos nombre a esa flor ¿qué es para ti? y luego que le pongas nombre al sentimiento que te produce que te la roben. Démonos un tiempo de duelo. Y de oración, acogiendo los sentimientos encontrados y todo lo que emerja. Cuando te sientas mejor, mira a tu alrededor por si acaso hay otras flores en proceso. En nuestro caso sí. Y haré vigilia para que el ladrón no se la lleve. ¿Puedes, podemos vislumbrar una mano, una posibilidad, dentro de la noche, que vigile para que no nos roben lo que es bello y propio y genuino? Yo hoy en mi tiempo de silencio he podido hacer esa distancia y algo me ha llamado por dentro: los mismos días que me robaron la flor alguien me regaló un libro. Ese libro es una adaptación de los Salmos al mundo de hoy, escrito en mi lengua materna, con una cantidad de matices lingüísticos que me transportan a esas mismas personas que me enseñaron a hablar y a rezar en nuestra querida lengua, que como la flor, nos robaron, pero con esfuerzo, se ha mantenido. El autor es un sacerdote amigo de mi familia. Es clérigo sí, diferente, utiliza el lenguaje inclusivo, por ejemplo el Buen Pastor es “Ella” y miles de detalles del mundo de hoy. La persona que me lo facilitó es un diácono casado, sí, dos hombres integrados, respetuosos, ordenados pero no clericales. Un regalo de amigos y hermanos. Una flor en el desierto. Hacía mucho que nadie me regalaba algo. El detalle del libro me ha abierto los ojos, de nuevo, a que la vida es Un Regalo. Para terminar, te invito, de nuevo, a que mirando a tu alrededor, descubras algún regalo reciente. Tal vez no lo habías visto o no te acordabas o necesitas tiempo para valorarlo. Para muchas personas que hicisteis la evaluación sobre nuestro trabajo y oferta, lo mejor del curso había sido el regalo del Libro: La lectura acompañada de la Palabra. Esa es la flor que nadie puede robar. Es el regalo diario del Libro que forma comunidad. De la comunidad que se forma alrededor del Libro. Y, últimamente, después de algún tiempo de duelo, por flores robadas, vislumbro el regalo de la Comunidad estable, de las personas que comparten, como las compañeras y discípulas de María de Magdala y así, sencillamente, forman comunidad. Y este es el regalo de una flor que nadie puede truncar. Sólo yo misma puedo, con madurez, optar con libertad. Gracias a esa fuerza y flores de la comunidad, puedo acercarme a la vulnerabilidad propia y de las hermanas no sólo de Afganistán, también de mi barrio, y de mi iglesia, tan apaleada. Hoy parece más importante un chico enfermo al que hicieron obispo por imposición, que la realidad cruda de miles y miles de hermanas que cuidan de su flor y a las que se la arrebatan, así , paseando en su noche, y no valorando su vida, su lucha, su trabajo. Ellas no son ya noticia. Para nosotras sí, queremos, deseamos, luchamos para que recuperen su flor y su Libro. Su libertad y su futuro. ¿Cuál es tu flor, y tu libro que te regala vida? El texto de hoy es continuación inmediata del que leímos el domingo pasado. Es Juan el que, sin hacer mucho caso a lo que acaba de decir Jesús, salta con una cuestión al margen de lo que se viene tratando en el evangelio. Este texto tiene un significado aún más profundo si recordamos que, en este mismo capítulo (Mc 9,14-29), justo antes del episodio que hemos leído el domingo pasado, se cuenta que los discípulos no pudieron expulsar un demonio.
Una vez más, Jesús tiene que corregir su afán de superioridad. Siguen empeñados en ser ellos los que controlen el naciente movimiento en torno a Jesús. Con el pretexto de celo, buscan afianzar privilegios. Seguramente se trata de un problema, planteado ya en la primitiva comunidad donde se escribe el evangelio. El resto de lo que hemos leído no es un discurso, sino una colección de dichos que pueden remontarse a Jesús. No es de los nuestros. El texto griego dice: “porque no nos sigue a nosotros”. Este pequeño matiz podría abrirnos una perspectiva nueva en la interpretación. Solo pronunciar esta frase, supone alguna clase de exclusión y una falta de compresión del evangelio. Todo lo que nos hace diferentes como individuos es accidental y anecdótico. Unirnos a un grupo con la intención de ser superiores y más fuertes es un egoísmo amplificado. Muchas veces me habéis oído hablar de las contradicciones del evangelio; pues hoy lo vemos con toda claridad. (Mt 12,30) dice exactamente lo contrario de lo que acabamos de oír a Mc: “El que no está con nosotros está en contra nuestra, y el que con nosotros no recoge, desparrama.” En Lucas encontramos las dos fórmulas, (10,50) y (11,23); así que no hay manera de desempatar. No hay contradicción, solo son contextos distintos. La contradicción es aparente. El mensaje del Jesús no se puede meter en conceptos. La razón necesita crear opuestos para poder explicar la realidad. Solo se puede entender lo que es el frío en contraposición con lo que es el calor. Se entenderá lo que es el color blanco, solo cuando se tenga la idea de negro. La luz solo se puede comprender si tenemos en cuenta la oscuridad. Para poder afirmar algo como verdadero, tenemos que considerar lo opuesto como falso. En el orden espiritual las contradicciones quedan superadas en la unidad. El que no está conmigo está contra mí, se refiere a que la pertenencia al Reino. Es una opción personal, no es lo natural, no viene dada por el ADN. Hay que hacer un verdadero esfuerzo por descubrirlo y entrar en él. Recordad las frases del evangelio: “El reino de los cielos padece violencia y solo los esforzados lo arrebatan”; y “estrecha y angosta es la senda que lleva a la vida y pocos dan con ella”. Para entrar en el reino hay que nacer de nuevo. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Quiere decir que del Reino no se excluye a nadie. Todo el que busca el bien del hombre, está a favor del Reino, que predica Jesús. Solo queda fuera el egoísta que rechaza al otro. La posesión diabólica era el paradigma de toda opresión. Expulsar demonios era el paradigma de toda liberación. Jesús anuncia un Dios que es amor y que no excluye a nadie, ni siquiera a los pecadores. La pretensión de exclusividad ha hecho polvo las mejores iniciativas religiosas de todos los tiempos. Considerar absoluta cualquier idea de Dios como si fuera verdad definitiva es la mejor manera de entrar en el integrismo, fanatismo e intransigencia. Monopolizar a Dios es negarlo. Poner límites a su amor es ridiculizarlo. Nuestra religión ha ido más lejos que ninguna otra en esa pretensión de verdades absolutas y excluyentes. Recordad: fuera de la Iglesia no hay salvación. Fuera de la Iglesia hay salvación. A veces, más que dentro de ella. En una ocasión en que no los recibieron en Samaría, Santiago y Juan dicen a Jesús: ¿Quieres que mandemos bajar fuego del cielo para que les destruya? Jesús les dice: no sabéis de qué espíritu sois. Seguimos sin enterarnos del espíritu de Jesús. Seguimos pretendiendo defender a Dios, sin darnos cuenta de que estamos defendiendo nuestros intereses. No se trata de tolerar lo malo que hay en los otros. Se trata de apreciar en ellos lo que hay de bueno. Entre el episodio de la primera lectura y el que nos narra el evangelio hay doce siglos de distancia, pero la actitud es idéntica. Desde que se escribió el evangelio hasta hoy han pasado veinte siglos, y aún no nos hemos movido ni un milímetro. Seguimos esgrimiendo el “no es de los nuestros”. Todo aquel que se atreve a disentir, todo el que piense o actúe de modo diferente sigue excluido. Incluso arremetemos contra todo el que se atreve a pensar. El espíritu de Jesús va mucho más allá de lo que abarca el cristianismo oficial. Se ha acuñado una frase, “patrimonio de la humanidad”, que se podía aplicar a Jesús. Jesús no es propiedad de la Iglesia. El mensaje de Jesús no se puede encerrar en ninguna iglesia. Jesús intentó que todas las religiones descubriesen que el único objetivo de todas ellas es hacer seres cada vez más humanos. Cualquier religión que no tenga esa meta es simplemente falsa. De la misma manera que la mente racional potenció el yo para garantizar la subsistencia biológica, el ser humano ha ido creando guetos que potencian ese objetivo de seguridad. Desde la familia a la nación, todas las instituciones tienen como objetivo que nos sintamos más seguros. La socialización ha sido un medio para el progreso humano y debe seguir siéndolo, pero se convierte en el mayor enemigo del hombre si se utiliza para ir contra los demás. Para los seres humanos ha sido mucho más nefasta la idolatría teísta que el ateísmo. Las mayores barbaridades de la historia se han cometido en nombre de dios. Es un ídolo el dios que hace diferencia entre buenos y malos; el dios que depende de lo nosotros hagamos para estar de nuestra parte o en contra nuestra. Ese dios nos tranquiliza, porque si él hace eso, está justificado que nosotros estemos a favor de los nuestros y en contra de los que no lo son. Que en el evangelio de Marcos, la causa de Jesús no coincida con la causa del grupo, es un toque de atención para nosotros. Jesús no es monopolio de nadie. Todo el que está a favor del hombre está con Jesús. Todo el que trabaja por la justicia, por la paz, por la libertad, es cristiano. Nada de lo que hace a los hombres más humanos es ajeno a Jesús. Es inquietante que todas las religiones hayan sido causa de las mayores divisiones y guerras. Meditación Aunque alguien se empeñe en estar en contra nuestra, nosotros nunca debemos estar contra nadie. Mi actitud no debe depender de la actitud el otro. Si aún me cuesta aceptar al otro tal cual es, es señal de que aún no he comprendido el evangelio. Estoy esperando que cambie él para sentirme yo bien. Jesús enseñaba a menudo a base de frases breves, que se pueden memorizar fácilmente; por ejemplo: «El Hijo del Hombre no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores». Los evangelistas reunieron más tarde esas frases, agrupándolas por el contenido o por alguna palabra clave que se repetía. Para comprender la primera enseñanza de hoy («el que no está contra nosotros está a favor nuestro», conviene comenzar recordando lo que cuenta la lectura del Antiguo Testamento.
Los celos de Josué y la amplitud de miras de Moisés (Números 11,25-29) Este episodio se ha elegido porque recuerda bastante a lo que cuenta el evangelio. Durante la etapa por el desierto, Moisés se queja a Dios de que el pueblo es muy numeroso para que pueda él encargarse de todos los problemas. El Señor le responde que elija a setenta ancianos; hará bajar sobre ellos el espíritu y le ayudarán a cumplir su tarea. Así ocurre. Dos de los elegidos, Edad y Medad, no se presentan (siempre hay gente despistada y que llega tarde o no llega), pero más tarde empiezan a profetizar en el campamento. Josué, indignado, pretende que Moisés se lo prohíba. Pero la reacción de este es muy distinta de la que imaginaba. El deseo de Moisés no se cumplirá de inmediato. Lo recogerá el profeta Joel, que anunciará la venida del Espíritu sobre hijos e hijas, ancianos y jóvenes, siervos y siervas (Joel 3,1-2), Y se hará realidad el día de Pentecostés. Los celos de Juan y la corrección de Jesús (Marcos 9,38-43) Josué, aunque indignado, no se atreve a prohibir a Eldad y Medad que profeticen. Juan es distinto, más radical e impulsivo. Con razón les puso Jesús, a él y a su hermano, el sobrenombre de «los hijos del trueno»). Por eso, le impide actuar al que expulsa demonios en nombre de Jesús, y se lo comenta lleno de orgullo. Jesús, en vez de elogiar esa conducta, les hace caer en la cuenta de que han actuado de forma poco lógica: quien hace un milagro en nombre de Jesús no hablará mal de él. Luego añade una enseñanza general. Frente a la postura de ver enemigos por todas partes, enseña a ver amigos: «Quien no está contra nosotros, está a favor nuestro.» ¿Por qué han actuado los discípulos de ese modo? Si relacionamos el evangelio con la primera lectura de hoy, el motivo serían los celos; con el agravante de que Josué le dice a Moisés que se lo prohíba, mientras que los discípulos se atribuyen el poder de prohibir, sin contar primero con Jesús. El fallo de los discípulos radicaría en ese celo injustificado y algo mezquino. Sin embargo, conviene tener en cuenta otra posible interpretación. Los discípulos justifican su conducta aduciendo que ese individuo «no viene con nosotros». Según ellos, hay que excluir a todo el que no los acompañe. Debemos recordar que Jesús era un predicador itinerante, acompañado de los doce, de un grupo de mujeres y de otros discípulos más. Este grupo, muy radical, había renunciado al domicilio estable, a la familia y a las posesiones. En el contexto de esta vida tan dura, de tanta renuncia para seguir a Jesús, se entiende la insistencia de Juan y los discípulos en que ese «no viene con nosotros». No ha renunciado al domicilio estable, a la familia, a las posesiones, pero se permite echar demonios en nombre de Jesús. Otras enseñanzas de Jesús (Mc 9,45.47-48). Como ocurre a menudo, el evangelista aprovecha un episodio para introducir otras enseñanzas breves de Jesús. En este caso encontramos una que completa lo anterior, sobre los amigos, y otras que desvelan quién es el auténtico enemigo. El valor de un vaso de agua (9,41) El episodio anterior terminaba con la enseñanza: “Quién no está contra nosotros está a nuestro favor”. Esta frase da un paso adelante. Habla del que toma una postura positiva ante los seguidores del Mesías, simbolizada en el gesto de dar un vaso de agua. El peligro de poner trampas a otros y a mí mismo (9,42-48) En griego, el sentido básico de «escándalo» es el de «trampa», la tendida en el suelo, que hace caer a una persona o a un animal. Si recordamos que la vida cristiana es un seguimiento de Jesús, un caminar detrás de él, se comprenden los dos peligros de los que habla el evangelio: a) Poner trampas a los pequeños (9,42) Estas palabras resultan enigmáticas, porque no queda claro a quién se dirigen. ¿Quién puede escandalizar? ¿Un cristiano, o una persona ajena a la comunidad (escriba, fariseo, saduceo, pagano)? ¿Quiénes son los pequeños que creen: un grupo dentro de la comunidad o todos los cristianos? La historia de la iglesia y la vida corriente demuestran que todos los casos son posibles. El tropiezo puede ponerlo una persona no cristiana, con sus críticas y ataques a Jesús y su mensaje. Pero también cualquier actitud nuestra, cualquier palabra, que aparta a otros del seguimiento de Jesús, de la forma de vida que él propone, cae bajo su condena. El gran peligro del escándalo no son solo las revistas pornográficas, las películas violentas, la droga, sino tantas cosas que se aceptan con naturalidad dentro de la Iglesia (lujo, vanidad, ambición, prestigio), incluso a los más altos niveles. Los casos de pederastia, que tanto angustian ahora a la iglesia, son un ejemplo actual de ese escándalo de los pequeños que, por ese motivo, como ha recordado recientemente el Papa Francisco, han dejado de creer en Jesús. Jesús deja muy clara la gravedad del pecado al hablar de la condena que merece: ser arrojado al mar con una enorme piedra atada al cuello. Se refiere a la piedra superior del molino grecorromano, que giraba tirada por un asno, un caballo o un esclavo. Tirar al mar o al río era un castigo especialmente cruel, ya que el cadáver quedaba insepulto, algo terrible en la mentalidad judía y griega. Estas palabras tan duras plantean un serio problema: ¿carece de perdón el escándalo? ¿No basta el arrepentimiento y la penitencia, ni siquiera de por vida? Negar la posibilidad de perdón iría en contra del evangelio. Pablo, que fue motivo de escándalo para tantos cristianos, no fue arrojado al mar con una piedra al cuello. Entregó su vida a propagar la fe en Jesús. b) Ponerme trampas a mí mismo (9,43-48) Las diversas posibilidades las enumera Mc hablando de la mano, el pie y el ojo. Jesús ha dicho en otra ocasión que el peligro viene del interior del hombre. Ahora, esas tendencias negativas se ponen en marcha a través de lo que hacemos (la mano), del sitio al que nos dirigimos (pie), de lo que miramos (ojo). Sugerencias para hacer un examen de conciencia. Para dejar clara la gravedad de lo que puede ocurrir, Jesús exhorta a cortar la mano o el pie, o sacarse el ojo. Estas palabras no hay que interpretarlas al pie de la letra, porque después de habernos cortado una mano y un pie, y habernos sacado un ojo, surgirían nuevas tentaciones y necesitaríamos seguir con la otra mano, el otro pie y el otro ojo. Y no entraríamos en la vida mancos, cojos y tuertos, sino ciegos y sin ningún miembro. En el caso anterior, el castigo era sumergir en el mar; aquí, ir a parar a la gehenna, «al fuego inextinguible», «donde el gusano no muere y el fuego no se apaga». La gehenna como lugar de castigo se basa en la tradición apocalíptica judía; el gusano y el fuego, en unas palabras del libro de Isaías. A los pintores y a los predicadores les han dado materia abundante de inspiración, a menudo desbocada. Reflexión final En pocas palabras da Marcos abundante materia de reflexión y de examen sobre nuestra actitud ante los demás y ante nosotros mismos: ¿excluimos a quienes nos van con nosotros, a quienes consideramos que no viven un cristianismo tan exigente como el nuestro? ¿Valoramos el gesto pequeño de dar un vaso de agua, o nos escudamos en la necesidad de grandes gestos para terminar no haciendo nada? ¿Pongo obstáculos a la fe de la gente sencilla o de los menos importantes dentro de la iglesia? ¿Me voy tendiendo trampas que me impiden caminar junto a Jesús? “El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Si tu mano te hace caer, córtatela”.
A nivel profundo nos comunicamos cuando expresamos vivencias o sentimientos; sólo entonces somos veraces. No basta afirmar verdades, sino ser veraces. La verdad está ligada a la conciencia, a la persona. Somos veraces en la medida que nos revelamos o nos entregamos, en tanto nos expresamos libremente. Sin embargo, según el pensamiento occidental, el conocimiento consiste en extraer, separar de las cosas su esencia inmutable. Así, la verdad es lo que capta la mente en actitud distanciada, separada. Ese tipo de conocimiento se ha alejado del modo de entender la verdad y de expresar la veracidad. Verdad equivale en la Biblia a fidelidad y se comprueba a través de los hechos. Es decir, la verdad no sólo se piensa sino que se hace, se practica. Se logra con fidelidad, en actitud comprometida. Jesús fue veraz porque hizo/practicó la verdad. Incluso afirmó de sí mismo: "Yo soy la verdad". Amó hasta el extremo a su Abbá y se entregó por la justicia del Reino. A nivel humano le costó muy caro. ¿Quién de nosotros hoy, está dispuesto a practicar así la verdad? ¿Quiénes de los que ejercen el poder y poseen los recursos y los métodos para decir y practicar la verdad en este mundo desgarrado y dividido se dejan la vida construyendo verdad?: personas importantes, influyentes, políticos y gobiernos incapaces de llegar a consensos y ponerse de acuerdo con los opositores en temas esenciales para la normal convivencia de un país (educación, justicia, eutanasia, inmigración, mercantilización de los cuerpos de las mujeres, el paro, el desempleo...), clérigos que han ocultado el sufrimiento vivido por menores a causa de abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un número notable de éstos y personas consagradas, cristianos anónimos que decimos seguir a Jesús y no practicamos la justicia que Dios quiere. En la primera lectura Moisés se lo recuerda a su ayudante Josué. “¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!”. El espíritu de Dios es luz y fuerza. El que lo recibe, sea quien sea, es su testigo en este mundo opaco y atormentado. Es don gratuito no para propio provecho sino para el servicio a los demás. Sin embargo, no parecen abundar los Moisés (o las Miriam) que son testigos del espíritu. Seguimos, por poner un ejemplo, en la confrontación, en las discrepancias irreconciliables, en las mezquinas separaciones, en los nacionalismos excluyentes y manipuladores de la historia, en las medias verdades... mientras la humanidad está al borde del abismo en desigualdad económica y social, en violencia de todo tipo, en la degradación de la tierra y de los mares, en la droga que arruina y deshumaniza a los jóvenes o en el ínfimo esfuerzo pedagógico para superar los períodos negros de la historia que han provocado tanto desencuentro y tanta discordia. Deberíamos evitar escandalizar o servir de tropiezo a aquellos que, aun sin saberlo, "no están contra nosotros". El espíritu de Dios penetra hondamente en el ser humano y conlleva la disponibilidad para la lucha concreta y determinada. Eso significa comprometerse en las causas urgentes y cotidianas que afectan a millares de personas. "Si tu ojo, tu mano o tu pie te hace caer... córtatelo!", porque también nosotros contribuimos a esa porción que obstaculiza el Reino, aquí y ahora. Más allá de esa brecha que se empeñan en agrandar y profundizar, estamos llamados unos y otros a hacer emerger esos pequeños milagros de cada día. Si se me permite, en el documento preparatorio del Sínodo, bajo el lema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, se destacan, entre otros[1]: - reconocer y apreciar la riqueza y la variedad de los dones y de los carismas que el Espíritu distribuye libremente, para el bien de la comunidad y en favor de toda la familia humana; - examinar cómo se viven en la Iglesia la responsabilidad y el poder, y las estructuras con las que se gestionan, haciendo emerger y tratando de convertir los prejuicios y las prácticas desordenadas que no están enraizadas en el Evangelio; - sostener la comunidad cristiana como sujeto creíble y fiable en caminos de diálogo social, sanación, reconciliación, inclusión y participación, reconstrucción de la democracia, promoción de la fraternidad social; - la “tragedia global” de la pandemia del coronavirus, ha hecho detonar las desigualdades y las injusticias ya existentes: la humanidad aparece cada vez más sacudida por procesos de masificación y de fragmentación; la trágica condición que viven los migrantes en todas las regiones del mundo patentizan cuán fuertes son aún las barreras que dividen la única familia humana”, como ya se encargó de señalar Francisco en Laudato Si y Fratelli Tutti. El texto trata de articular una respuesta que sirva para todos los rincones del mundo, el caminar “junto a la entera familia humana”, con otras religiones, los alejados o el mundo de la política, la cultura, la economía o la sociedad civil. La finalidad del Sínodo, no es producir documentos, sino «hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar la esperanza, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos». Hacer realidad ese anhelo: Que sepamos vivir, amar y respetar en tu nombre. Shalom! Con el Concilio Vaticano II los católicos retiramos las acusaciones de deicidio contra los judíos. Sin embargo, Benedicto XVI tuvo que recordar que el pueblo judío no fue el culpable de la condena a muerte de Jesús, en referencia a las continuas acusaciones de deicidio a los judíos que propició su persecución despiadada, durante siglos. Lo correcto desde la realidad histórica es lo que cuentan los evangelios de Juan y Marcos referidos, sobre todo, a la aristocracia del Templo, a los dirigentes religiosos como culpables de la muerte de Jesús.
A ellos fue a quienes Jesús acusó de hipócritas porque mandaban a los demás hacer lo correcto, pero ellos no lo hacían. Utilizaban la Ley de Moisés como instrumento de dominio del pueblo, ponían severas cargas sobre los hombros de los demás que ellos no ayudaban a llevar. Quisieron figurar los primeros en todo, fijándose en la paja del ojo ajeno sin atender la viga en el suyo. Y descuidaron lo más importante del mensaje de Dios: la justicia, la misericordia y el amor. ¿No pasa también algo de esto en la Iglesia actual? Una parte relevante de la jerarquía eclesiástica y curial aparecen pocas veces al lado de los pobres y del pueblo, mezclados con la gente en alguna reivindicación, cerca de los oprimidos. Casi nunca habla de justicia, no quiere quedar mal con los poderosos aunque esto suponga quedar mal con los prioritarios del Evangelio. En la práctica, para esos dirigentes y sus seguidores, la institución es más importante que el Mensaje. En cualquier otro momento histórico, Jesús hubiera sido incómodo y poco amigo de las seguridades mundanas de las autoridades religiosas acomodadas en sus rigideces y rigorismos ¿No estará pasando ahora algo de esto? ¿Quiénes ahuyentan de la comunidad católica a tantas personas con sus actitudes? ¿Quiénes son hoy la aristocracia del Templo con su clericalismo? ¿Quiénes son los príncipes de la Iglesia que le hacen la vida imposible al Papa Francisco y a su magisterio? ¿Quiénes priorizan el poder jerárquico eclesial por encima de la sinodialidad, la comunidad fraterna en actitud de misericordia que atraiga la Buena Noticia? Son los que dejaron atrás la autoridad de pastores (ejemplo, confianza, acogida en escucha…) para comportarse desde el poder, la vanagloria y el dinero, algo denostado por Jesús. La espantada de fieles que dejan la Iglesia institución no para de crecer y toda la culpa no la tiene “el mundo”. No existe autocrítica, no se percibe humildad en las cuestiones que frenan la evangelización: se dice tan ricamente que las inmatriculaciones son legales; lo serán, pero es algo que bordea el cinismo por el acopio de bienes comunales que solo una ley ventajista de Aznar ha permitido hacer dejando un poso de escándalo. Se critica al Papa que no condene con dureza la homosexualidad cuando se dice que es un pecado al tiempo que se montan escuelas para curarla como desviación enfermiza. ¿En qué quedamos?, ¿pecado o enfermedad? Y lo renuentes que están siendo en algunas conferencias episcopales con la pederastia… a regañadientes y ante los hechos consumados y probados, afrontando la realidad a la defensiva y demostrando poco corazón. Tantos escándalos financieros que “los de siempre” observan preocupados solo por la publicidad y la actitud del Papa… ¿Qué Iglesia institución es esta, que debiera ser el instrumento para que nos vean como el Pueblo de Dios abierto al mundo? La imagen institucional católica es desastrosa y salpica a lo muchísimo bueno que se hace día a día. Se mira mal que la Iglesia entre en política desde el compromiso mientras se mantiene el Estado vaticano. Mientras tanto, es tremendo el esfuerzo que hace el Papa Francisco por actualizar el Mensaje a este tiempo, mostrando su magisterio con actitud ejemplar que presenta a un Cristo Buena Noticia para todo el mundo, a pesar de los frentes liderados por algunos de los suyos. La institución eclesial se pudo permitir antaño muchas cosas dado el protagonismo social con que contaba. Ahora nos vamos acercando en el Primer Mundo, sobre todo, a la realidad de las primeras comunidades que sufrían la precariedad, la fragilidad, la falta de relevancia social, pero cuyo testimonio fraterno revolucionó la existencia poniendo al Buena Noticia en el primer plano de la historia por su ejemplo evangelizador. Quizá necesitemos otro baño de humildad para anunciar a Cristo como Él anunciaba al Padre: como el Hijo del hombre que no tiene donde reclinar la cabeza. Hasta entonces nos queda un purgatorio por delante porque no somos creíbles como institución, por acción o por omisión, sin autocrítica alguna aparente y confundiendo el medio con el fin. Esto perjudica la actitud de servicio diaria, a pie de calle, porque el escándalo vende más que la solidaridad. Afortunadamente, el Espíritu se mueve en otros planos que hacen respirar el amor de Dios con fuerza dentro y fuera de la Iglesia. Esto es más importante. Muchas personas cristianas hoy día se encuentran incómodas con los contenidos de su fe. Sienten que responden a una cosmovisión premoderna ya superada que provoca una creciente desafección. También en otras tradiciones religiosas o humanistas y en general en la cultura de muchos países se produce un fenómeno similar. Y así nos encontramos con una humanidad desconcertada en tránsito hacia nuevas interpretaciones de la realidad y una unitaria esperanza planetaria, post-secular y posteísta.
Este desconcierto se debe en primer lugar a los nuevos modelos epistemológicos, pluralistas y relativos que cuestionan la existencia de la verdad absoluta, que admiten múltiples lenguajes y procedimientos, sean empíricos, comprensivos o simbólicos, pero que en todo caso son dialógicos y autocríticos; se alejan del dogmatismo y de la subjetividad derivados de la autoridad y de supuestas revelaciones. Estos nuevos modelos sitúan a la religión en la necesidad de revisar sus supuestos epistemológicos y sus figuras simbólicas. Y no lo hace suficientemente. De estos nuevos modelos epistemológicos se deriva una ontología nueva. Una interpretación de la realidad como un todo complejo, unitario de materia, energía, vida y conciencia, basada en una visión no dualista, holística, donde la “materia dinámica” autoconfiguradora es fuente de sucesivas emergencias cualitativas, matriz generadora de todo lo existente. Esta interpretación se opone al dualismo materia-espíritu y constituye un serio revés a la imagen tradicional del Dios creador, espíritu puro, omnipotente y providente. Las religiones son construcciones sociales y tal como se construyeron se pueden deconstruir. No son creaciones eternas e inamovibles de un Dios ente supremo, exterior al mundo. Y así, en relación al cristianismo nos parece que la Biblia ya no es el principio y fundamento de la historia, el relato por antonomasia, y mucho menos exclusivo. El Misterio de la Salvación es una gran metáfora y la Historia Sagrada un relato particular cuestionado por la ciencia. La Revelación como verdad primera y superior no se sostiene. No hay un Dios previo y separado del mundo ni espíritus puros fuera de la realidad creadora; ni un Hijo de Dios que ha venido a redimirnos de la muerte y del mal, frutos de un pecado hereditario. Otro cristianismo es posible y necesario. Es preciso liberar la divinidad de su identificación con un Ente Supremo dominante, a Jesús de su sacralización como Hijo de Dios único, encarnado en un judío de la especie Homo Sapiens, y a la Iglesia del sistema cognitivo obsoleto que la aprisiona y de su estructura jerárquica derivada en gran parte de la imagen de un Dios único y todopoderoso. Es preciso converger en una práctica secular de liberación en torno a los derechos humanos y a la justicia ecológica inspirada en Jesús de Nazaret y eventualmente en otros profetismos y espiritualidades. Construir un relato universal que partiendo de los modelos científicos más contrastados, como por ej. la Teoría de la Gran Historia, incorpore la inspiración y el ánimo de las metáforas y los símbolos religiosos; un relato que sea a la vez universal, particular y provisional. En muchas ciudades de Europa y Latinoamérica, de los Estados Unidos y Canadá, de Australia y de otros países, han ido surgiendo grupos de un gran potencial renovador. Sienten este cambio de paradigma como un terremoto devastador que les provoca primero desconcierto, luego alivio y finalmente renacido ánimo. Nos gustaría caminar con vosotros en este tránsito y por eso os invitamos a esta amplia consulta. 1. LA MODERNIDAD TARDÍA, POSRELIGIONAL Y POSTSECULAR El mundo está experimentando una mutación de largo alcance, una metamorfosis global; estamos en el ojo del huracán de un nuevo tiempo axial similar al del siglo sexto antes de nuestra era. Las ideas, las costumbres, las relaciones, la geopolítica, la tecnociencia, etc., configuran un contexto muy distinto al que se derivaba de las convicciones más profundas del cristianismo. La imagen tradicional predominante de Dios ha cambiado y su existencia lleva ya años puesta en cuestión de modo generalizado; la ciencia sustituye a las grandes respuestas religiosas; las cuestiones del mal y de la muerte, el origen y el fin de la vida se viven de manera no mitológica, y el anhelo común se orienta generalmente hacia la liberación, la autonomía y un bienestar integral y universal aquí en la tierra. La religión, pues, pierde su humus y entra en competencia con otros proyectos axiológicos que le van ganando terreno. Además, en el caso del cristianismo, el pluralismo y la globalización lo sitúan como otra religión más. Las posiciones conservadoras en política y moral incrementan el desajuste de los contenidos religiosos, que se quedan como algo mágico, extraño y contrario a la liberación y encuentran en el viejo cristianismo la legitimación de su modelo opresor de sociedad y de persona. Finalmente parece anunciarse una nueva especie humana fruto de la info-bio-tecnología, seres humanos modificados genética o robóticamente (transhumanismo) o nuevos seres posthumanos. La experiencia religiosa “tremenda y fascinante” de otro tiempo, construida sobre el desdoblamiento del mundo, cede hoy el relevo a una trascendencia más secular basada en la veneración, el amor y el compromiso por la liberación universal. Lo que en otro tiempo llamamos «sobrenatural» no es tal, sino que lo identificamos con la actitud de gratuidad propia de la hondura humana. 2. EL NUEVO PARADIGMA EPISTEMOLOGICO La concepción de la verdad ha cambiado. Las teorías epistemológicas actuales, al asumir la complejidad y la perspectiva constructivista del conocimiento, son más abiertas y menos pretenciosas que en siglos pasados. Del positivismo extremo se ha pasado a una concepción empírica más suave. Para los más recientes epistemólogos no hace falta que los enunciados científicos sean estrictamente verificables o confirmados por los experimentos científicos, basta con que sean plausibles, es decir, que puedan ser sometidos a falsación. El conocimiento avanza negando el error más que afirmando la certeza, y sustituyendo aquellos paradigmas que no explican convenientemente los hechos. Esta evolución epistemológica en el ámbito del conocimiento considerado estrictamente científico, el método positivo matemático-verificacionista, nos puede servir de pauta para el análisis de la inversión religiosa que hoy se experimenta. La concepción de la creencia ha dejado de ser dogmática y se interpreta más en términos de relato, de símbolo o metáfora. Las ciencias humanas y sociales (psicología, sociología, historia…), para ser rigurosas, se sirven de métodos científicos o al menos no han de estar en fricción con los datos científicos. La filosofía tampoco puede ignorar ni contradecir los resultados de las ciencias. Y las espiritualidades o religiones tienen muy en cuenta su carácter de construcción social y simbólica con funciones menos explicativas y más actitudinales. A las manifestaciones humanas simbólicas (de carácter ético, estético, “sapiencial”…) se las reconoce como modos de acceso a un conocimiento real, pero se les exige estar en coherencia con los datos científicos, aunque no puedan ser sometidas a los criterios de verificación-falsación de las ciencias positivas. Más allá de la suma de disciplinas, la transdisciplinariedad o intercambio entre equipos, métodos y programas de investigación, ofrece una visión más completa de la complejidad de lo real. La religión y el cristianismo quieren sentirse parte de ese esfuerzo transdisciplinar. Han descubierto el gran error de confundir la metáfora con la descripción realista, la inspiración con la norma. Por fin se avienen a asumir las nuevas teorías de la evolución, de la genética, de la relatividad y de la mecánica cuántica, de las neurociencias y de la inteligencia artificial. Es ya imposible –además de claramente absurdo– pensar en ideas permanentes, en dogmas inmutables e indiscutibles, morales irreformables, en verdades divinamente reveladas, en instituciones indefectibles. El reduccionismo científico y el fundamentalismo religioso se diluyen y confluyen. Ciencia y fe Hasta ahora, y dicho figuradamente, “la fe siempre tenía razón”; ahora es la ciencia la que sienta el criterio de la verdad común mínima. Hoy la razón abierta es la matriz de la inspiración creyente. El conocimiento no emana de la «Palabra de Dios», ni es absolutamente cierto. Antes la ciencia era aceptable en la medida en que concordaba con aquella Palabra revelada. Ahora el esquema es de alguna forma inverso. La Biblia – al igual que todo texto inspirador – nos ofrece sentidos y esperanzas, como relato simbólico-poético que es, pero debe ser entendida en coherencia con la información científica. Ciencia y fe son lenguajes diferentes: la ciencia puede enriquecerse con la fe, pero la fe no puede estar en contradicción con la ciencia. La Biblia no es el principio y fundamento de la comprensión de la realidad, de la moral y de la organización social o política. Tampoco puede ser la fuente única de la espiritualidad. Más bien decimos que la Biblia no tiene razón, sino alma. Tras la desmitificación de R. Bultmann, el reconocimiento de los géneros literarios y las investigaciones arqueológicas entendemos que la Biblia no es tanto un libro sagrado y cerrado, normativo y revelador, Palabra de Dios y verdad absoluta, sino más bien un conjunto de mitos e historias con una función sapiencial, espiritual y sociopolítica. Hoy día se escriben relatos y poemas de similar densidad, sublimidad y finalidad. Todas las religiones, siendo muy diferentes en sus formas, desempeñan funciones equivalentes y caminan hacia una supraética de la compasión. Su valoración ya no puede venir de la fuerza de su pretendida inspiración divina sino de la respuesta a las necesidades y derechos humanos. Con Kant podríamos decir: Cree y obra de tal manera que tu fe pueda ser tenida como válida por toda la humanidad. 3. LA NUEVA CONCEPCIÓN DE LA REALIDAD Nos parece más coherente y consistente una interpretación no-dualista de la realidad; abierta, holística, emergente y creativa, en la que el azar y la necesidad se conjugan sin necesidad de un plan previo, pero mostrando una gran complejidad, belleza y orden a pesar de muchos retrocesos y fracasos. No compartimos que pueda haber seres o cosas espirituales desprovistos de cualquier forma o soporte. Angeles y demonios, objetos sagrados, santos, milagros, tenidos como existencias independientes o intervenciones divinas, son constructos de nuestra mente. Capacidades como las de razonar, amar, disfrutar la belleza y valorar la justicia, que solíamos definir como ‘frutos del espíritu humano’ desde la cosmovisión tradicional, son cualidades que han emergido de la realidad material o energética cósmica en el proceso evolutivo. Emergencia y materia creativa El cosmos es un gran sistema con propiedades «emergentes». La vida y la conciencia vienen dadas en un proceso de auto-organización desde la materia o energía primordial. Todo está constituido por una materia dinámica y creativa de la que surgen sucesivamente múltiples «emergencias». En última instancia no hay fronteras definidas entre lo físico, lo vivo y lo mental. La materia es algo primordial que evoluciona continuamente, ya no es esa cosa estática, sin vida y estéril, resultado de una percepción superficial. Dejamos de entender la materia como algo pasivo, bruto, en las antípodas del espíritu; más que masa es actividad, energía, movimiento. El dualismo materia-espíritu falsifica la realidad. La realidad es en último término inaccesible para nuestro conocimiento y se presenta como algo abierto y enigmático. La indeterminación de la materia y el nuevo concepto de ley física como expresión de tendencias probables impiden una imagen integral, objetiva y exacta del mundo y una concepción realista del conocimiento. 4. EL RELATO JESÚS DE NAZARET Jesús de Nazaret es una persona como nosotras, ni el más perfecto, ni el redentor con su sangre de un pecado mítico y hereditario. La interpretación como Cristo inseminó de exclusividad su mensaje y forzó su imposición. Jesús de Nazaret es un relato inspirador, una historia incompleta y un constructo religioso simbólico, abierto, más allá del mito múltiple que edificaron las discípulas y discípulos de las primeras generaciones desde su veneración como Profeta de los últimos tiempos, Hijo de Dios o Mesías sufriente exaltado por Dios, Sabiduría o Logos de Dios encarnado. Y a partir de ese mito unos intentaron reconstruir su historia, su “vida y milagros”, y otros construyeron un inmenso edificio racional desde esa “filiación divina”. Pero el dato originario es el relato de fe de los discípulos y discípulas de la segunda generación, el “Jesús de la fe”. El Cristo de la Iglesia, el dogma cristológico, es un constructo doctrinal, que según tiempos y épocas, ha podido sin embargo vehicular la inspiración de “santidad” o donación que brota de Jesús. El título «Hijo de Dios» es una expresión simbólica propia de la época, que ya no podemos interpretar literalmente. Lo decisivo no es tanto lo que se cuenta que dijo e hizo Jesús, si es el Mesías (“Cristo”) definitivo, esperado, cuanto la elevación que despierta y la incondicionalidad que nos suscita; eso que ocurre en la memoria y en el interior cuando uno se encuentra con lo último. La llamada “divinidad de Jesús” no es un rasgo objetivo de su persona. La entendemos como metáfora de su humanidad radical y expresión de la adhesión vital que nos inspira cuando nos dejamos afectar por su sabiduría. El mensaje liberador y los hechos carismáticos de Jesús suscitaron un «movimiento» que le confesó como profeta mártir exaltado por Dios, constituido como Mesías o Hijo de Dios venidero. En las iglesias de cultura griega, esta confesión judeocristiana se convirtió en confesión de la filiación ontológica, dualista, y en esa clave se elaboraron más tarde los dogmas cristológicos. Ese lenguaje y esos significados resultan ajenos a la filosofía, a la cosmovisión científica, y a la cultura común de hoy. 5. EL POSTEÍSMO Un paso decisivo de nuestra deconstrucción/reconstrucción es el no-teísmo, o posteísmo; la superación del teísmo, o sea, dejar de pensar, imaginar, creer en un Ente Supremo, Dios creador del mundo y Causa externa del mismo; un Ente “anterior” o al menos distinto de éste, imagen vigente todavía en la generalidad de los creyentes, en la mayoría de los teólogos y en la doctrina oficial cristiana. Esa idea ya no resulta concebible ni creíble para una mayoría social en general y de pensadores en particular, por sensibles que puedan ser al misterio más hondo de la realidad; su inteligencia espiritual camina por otros rumbos. El teísmo se gesta, nace y crece en la era de los metales, cuando se intensifica la agricultura, aumenta la población y se construyen ciudades, y en las ciudades los templos. Las tareas se especializan, la sociedad se complejiza. Hacen falta mitos, leyes, jefes, autoridad, funcionarios, y guerreros para transmitir las órdenes del señor, hacerlas cumplir y ganar territorios. La sociedad se jerarquiza, los humanos se convierten en esclavos unos de otros… Y hacen falta dioses para dar cohesión, seguridad y legitimidad última a la convivencia ordenada, jerarquizada y sometida. La arquitectura del mundo quedó reconvertida en dos mundos, «dos pisos». «Los mitos de separación de cielo y tierra» –desde el quinto milenio a.e.c– llevaron a cabo el desgarro de la realidad cósmica, hasta entonces unida, unitaria, única, total (holística). Quedó confinada en la planta baja de la realidad material, natural, carnal y sexual; y ascendió al cielo una realidad estrictamente espiritual, inmaterial, no natural, no carnal y no sexual, «espiritual y sobre-natural». El dualismo y Theos son, pues, representaciones superadas, y por eso decimos que no hace falta ser teístas ni desarrollar una existencia sobrenatural para ser cristianos, aunque esa imagen todavía está presente en la mayor parte de las personas. El posteísmo no es, en sí mismo, ni ateo, ni nihilista, ni materialista-reduccionista, ni cerrado a la sacralidad, ni a la divinidad; simplemente, se desembaraza crítica y conscientemente de un «producto evolutivo» creado por el ser humano, una «ficción útil» de la que se sirvió en un momento dado del desarrollo de su cultura y de sus medios de infraestructura material. El posteísmo es compatible con la diversidad de símbolos con los que reconocemos o no reverencial y activamente un Misterio último o una Realidad Inefable en la que somos. Es una llamada a superar tanto el teísmo como el ateísmo convencional de tipo positivista, a recuperar el hogar común cósmico, a la vuelta a la naturaleza que somos desde la huida sobrenatural. El posteísmo no encorseta la vivencia del misterio y permite la creatividad espiritual y la autonomía, pues no hay coerción desde una imagen impuesta, fijada. Es contrario al absolutismo de una representación única. Equivale a un agnosticismo activo. Un «no saber» que funde su vacío cognitivo en el vacío infinito, como una mirada profunda hacia un horizonte sin figura, que, por su imprecisión, puede adoptar diversas figuras inspiradoras y abiertas. Camina sobre las aguas de la realidad, siempre holística, sin separarlas. 6. ALGUNAS INQUIETUDES ANTE EL POSTEÍSMO Dicen que el posteísmo socava el orden social y su fundamento principal, pero más bien es la sociedad teocéntrica y teocrática constituida con ayuda de ese Theos, antes descrito, la que ha servido de estandarte y guía a un conservadurismo autoritario destructor de la armonía social. Ha frenado por un lado el progreso del conocimiento y la educación cívica seculares, pero por otro los ha fomentado, si bien subordinadamente a sus fines pastorales. Se objeta que el no-teísmo destruye la religiosidad popular. Efectivamente, la crítica deconstructiva de “Theos” puede provocar una crisis profunda de muchos imaginarios, convicciones y prácticas de la religiosidad popular. Pero no es ése el objetivo directo de nuestra reflexión posteísta, ni somos quién para dictar a nadie nuevas ideas, imaginarios ni prácticas religiosas o no religiosas. Creemos, no obstante, que, sin ningún tipo de paternalismo, es responsabilidad nuestra proponer, con respeto y honestidad, criterios teológicos que juzgamos más coherentes con la cosmovisión actual, para que las propias personas juzguen y opten por sí mismas para que puedan ser protagonistas de su propia liberación integral. Se presupone que el posteísmo posterga o merma el compromiso liberador. Pensamos que no. La superación del teísmo tradicional, aún mayoritario, no niega ni mengua la primacía de la liberación integral, sino que solo la libera de su epistemología y andamiaje mítico, que se va volviendo cada vez más mayoritariamente insostenible a corto y medio plazo. La reflexión posteísta quiere brindar criterios e instrumentos teológicos (en el sentido más amplio) más coherentes hoy para la liberación de todas las opresiones. La liberación requiere también la liberación de un “Dios” que somete o legitima la sumisión. Preocupa la pérdida de la “relación personal con Dios”. El paradigma posteísta reconoce que es un antropomorfismo, una errónea suposición similar a un “amigo invisible” a nuestro lado o por encima de nosotros. Habría que hablar más bien del carácter suprapersonal de la realidad última, de toda la realidad, pues el concepto “persona” se ha entendido generalmente y sigue entendiéndose como “un sujeto individual” frente a otro. Toda la realidad, sin embargo, es relacional. El posteísmo reconoce las experiencias de interioridad, las múltiples formas de sentirse parte de una realidad tan ambigua como preñada de belleza y bondad, objeto de agradecimiento, fuente de esperanza y de compasión activa. Se llame como se llame o se exprese callada o dialógicamente. Otras inquietudes se refieren a la apariencia panteísta del posteísmo. Nosotros no decimos que todo es Dios, sino que lo que se ha llamado Dios, es en todo como ser y no como ente superior separado. Y sobre todo seguimos buscando el significado y el lugar que ocupa Jesús en esta nueva visión. Por el momento nos remitimos a lo dicho en el punto 4. Recapitulando pues todo lo dicho hasta ahora, nos parece que hoy, para muchas personas cristianas, profundamente sinceras y comprometidas, no solo es lícito, sino también imperioso, dejar atrás toda imagen teísta de Dios, yendo en eso más allá de Jesús, hijo de su tiempo. 7. EL CAMBIO A SECUNDAR Este nuevo modelo de cristianismo conlleva una vuelta a los valores evangélicos reinterpretados. El evangelio no constituye tanto una identidad religiosa concreta superior, cuanto una llamada a los valores universales que la comunidad humana va dialogando y concertando desde su mejor sentir. No estamos tanto ante una conversión moral o un apostolado nuevo, cuanto ante una nueva interpretación del conocimiento, la realidad y la divinidad. Muchas personas religiosas piensan que si se pierde la religión, el mundo perderá el fundamento para la verdad, y sobre todo para la moral. Pero tras la “gran deconstrucción” del teísmo y de la religión, queda el vigor creativo de la realidad, la autopoiesis del amor, inspirada en la hondura del ser humano y de todo cuanto es. Una esperanza sin certezas y un amor sin condiciones, como leemos en el relato de Jesús. Hoy es casi imposible continuar con las “prácticas religiosas” derivadas del teísmo. La teología que las sustenta se hunde como construcción racional. Está montada sobre metáforas y creencias mitológicas. Y pretende una desmedida coherencia y verdad, donde lo que hay es, simplemente, una creación de significado y motivación. A la teología, desorbitada en su indagación sobre Dios o sobre la hermenéutica de la Revelación, le corresponde más bien la espeleología del corazón humano, una socio-antropología de la transcendencia que se abre en la conciencia, sin un “a priori” teísta o ateísta. Hay que salir de una vez del atraso premoderno. Y hacerlo y decirlo sin miedo. En las celebraciones, sean como sean, en los comunicados y conversaciones, podemos servirnos de algo mejor que unos mitos inexpresivos y ritualizados y evitar moralismos y convicciones ciertas basadas en milagros y caminos de redención. Mostrar más bien la maravilla de nuestra Gran Historia universal, creativa, abierta. Asombrarse de las incontables estrellas, partículas y neuronas, de la buena voluntad, del valor del perdón, del consuelo, de la civilidad y la acción por la justicia; de la sintonía con la naturaleza y la compasión para con los necesitados; y recuperar así de otro modo los grandes valores y hallazgos de las tradiciones religiosas. Y cooperar en pie de igualdad con todos. Ni religión de otro mundo, ni insignificancia resignada en la secularidad. Nuestra misión es ser copartícipes de la evolución creadora, inspirados en Jesús de Nazaret. En memoria de Roger Lenaers: José Arregi (País Vasco-España); Tony Brun (EEUU); Gerardo González (Chile); José María Vigil (Panamá); Santiago Villamayor (España); Felices para quienes todas las experiencias de la vida contienen una enseñanza que nunca conviene desaprovechar.
Felices quienes saben que la vida no solo les ofrece buenos momentos y comprenden que los dolorosos y negativos también forman parte de ella. Felices quienes recuerdan sin añoranza el paso de la primavera impetuosa, del verano ardiente, para entrar poco a poco con gozo en el otoño maduro de la vida. Felices quienes no buscan la sabiduría solo en la ciencia, en la tecnología o en poseer una gran cantidad de conocimientos. Felices quienes vislumbran la sabiduría en los hechos cotidianos, en los sucesos que adquieren una significación, una motivación, una búsqueda. Felices quienes se dejan iluminar por la experiencia de la gente sencilla, de las personas humildes, de los que no tienen muchos estudios, pero que nos comunican la gran sabiduría de sus vivencias personales. Felices quienes se dejan sorprender y enseñar por los pueblos originarios, por los indígenas, por sus sabias costumbres, festivas, culturales y religiosas. Felices quienes alcanzan la sabiduría por la contemplación, el silencio, la escucha, el diálogo, la compasión, la reflexión serena y atenta y el compromiso social, humano, solidario. |
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