El año litúrgico comienza con el Adviento y la Navidad, celebrando cómo Dios Padre envía a su Hijo al mundo. En los domingos siguientes recordamos la actividad y el mensaje de Jesús. Cuando sube al cielo nos envía su Espíritu, que es lo que celebramos el domingo pasado. Ya tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Estamos preparados para celebrar a los tres en una sola fiesta, la de la Trinidad. Esta fiesta surge bastante tarde, en 1334, y fue el Papa Juan XII quien la instituyó. Quizá se pretendía (como ocurrió con la del Corpus) contrarrestar a grupos heréticos que negaban la divinidad de Jesús o la del Espíritu Santo. Así se explica que el lenguaje usado en el Prefacio sea más propio de una clase de teología que de una celebración litúrgica. Cambiando el orden de las lecturas subrayo la relación especial de cada una de ellas con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Dios Padre (Deuteronomio 4, 32-34. 39-40) Como es lógico, un texto del Deuteronomio, escrito varios siglos antes de Jesús, no puede hablar de la Trinidad, se limita a hablar de Dios. Su autor pretende inculcar en los israelitas tres actitudes: 1) admiración ante lo que el Señor ha hecho por ellos, revelándose en el Sinaí y liberándolos previamente de la esclavitud egipcia; 2) reconocimiento de que Yahvé es el único Dios, no hay otro; cosa que parece normal en un mundo como el nuestro, con tres grandes religiones monoteístas, pero que suponía una gran novedad en aquel tiempo; 3) fidelidad a sus preceptos, que no son una carga insoportable, sino el único modo de conseguir la felicidad. Dios Hijo (Mateo 28, 16-20) El texto del evangelio, el más claro de todo el Nuevo Testamento en la formulación de la Trinidad, pero al mismo tiempo pone de especial relieve la importancia de Jesús. A lo largo de su evangelio, Mateo ha presentado a Jesús como el nuevo Moisés, muy superior a él. El contraste más fuerte se advierte comparando el final de Moisés y el de Jesús. Moisés muere solo, en lo alto del monte, y el autor del Deuteronomio entona su elogio fúnebre: no ha habido otro profeta como Moisés, «con quien el Señor trataba cara a cara, ni semejante a él en los signos y prodigios...» Pero ha muerto, y lo único que pueden hacer los israelitas es llorarlo durante treinta días. Jesús, en cambio, precisamente después de su muerte es cuando adquiere pleno poder en cielo y tierra, y puede garantizar a los discípulos que estará con ellos hasta el fin del mundo. A diferencia de los israelitas, los discípulos no tienen que llorar a Jesús sino lanzarse a la misión para hacer nuevos discípulos de todo el mundo. ¿Cómo se lleva a cabo esta tarea? Bautizando y enseñando. Bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo equivale a consagrar a esa persona a la Trinidad. Igual que al poner nuestro nombre en un libro indicamos que es nuestro, al bautizar en el nombre de la Trinidad indicamos que esa persona le pertenece por completo. En la primera lectura, Dios exigía a los israelitas: «guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo»; en el evangelio, Jesús subraya la importancia de «guardar todo lo que os he mandado». Dios Espíritu Santo (Romanos 8, 14-17) La formulación no es tan clara como en el evangelio, pero Pablo menciona expresamente al Espíritu de Dios, al Padre, y a Cristo. No lo hace de forma abstracta, como la teología posterior, sino poniendo de relieve la relación de cada una de las tres personas con nosotros. Lo que se subraya del Padre no es que sea Padre de Jesús, sino Padre de cada uno de nosotros, porque nos adopta como hijos. Lo que se dice del Espíritu Santo no es que «procede del Padre y del Hijo por generación intelectual», sino que nos libra del miedo a Dios, de sentirnos ante él como esclavos, y nos hace gritarle con entusiasmo: «Abba» (papá). Y del Hijo no se exalta su relación con el Padre y el Espíritu, sino su relación con nosotros: «coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados». Reflexión final La fiesta de la Trinidad provoca en muchos cristianos la sensación de enfrentarse a un misterio insoluble, no es la que más atrae del calendario litúrgico. Sin embargo, cuando se escuchan estas tres lecturas la perspectiva cambia mucho. El Deuteronomio nos invita a recordar los beneficios de Dios, empezando por el más grande de todos: su revelación como único Dios. (Esto no debemos interpretarlo como una condena o infravaloración de otras religiones). El evangelio nos recuerda el bautismo, por el que pasamos a pertenecer a Dios. La carta a los Romanos nos ofrece una visión mucho más personal y humana de la Trinidad. Finalmente, las tres lecturas insisten en el compromiso personal con estas verdades. La Trinidad no es sólo un misterio que se estudia en el catecismo o la Facultad de Teología. Implica observar lo que Jesús nos ha enseñado, y unirnos a él en el sufrimiento y la gloria.
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Es verdad que la Biblia dice que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, pero, en realidad, es el hombre el que está fabricando a cada instante un Dios a su medida. Es verdad que nunca podremos llegar a un concepto adecuado de lo que es Dios, pero no es menos cierto que muchas ideas de Dios pueden y deben ser superadas. Si ha cambiado nuestro conocimiento de la realidad, y del hombre, será lógico que cambie nuestra idea de Dios. El Dios antropomórfico tiene que dejar paso a un Dios-Espíritu, cada vez menos cosificado.
Decir que la Trinidad es un dogma o un misterio, no hace más comprensible la formulación trinitaria. La verdad es que hoy no nos dice casi nada, y menos aún las explicaciones que se han dado a través de los siglos. Todas las teologías surgieron de una elaboración racional que siempre se hace desde una filosofía de la vida, determinada por un tiempo y una cultura. También la primitiva teología cristiana se desarrolló en el marco de una cultura y una filosofía, la griega. Pudo ser muy útil a través de la historia, pero no tenemos por qué atarnos a ella y negarnos a buscar otras maneras de hablar de Dios. Cada día se nos hace más difícil la comprensión del misterio, entre otras cosas porque no sabemos qué querían decir los que elaboraron el dogma. Aplicar hoy a las tres personas de la Trinidad la clásica definición de Boecio "individua sustantia, racionalis natura", se antoja un poco ridículo. Aplicar a Dios la individualidad y la racionalidad propia del hombre es ridículo. Dios no es un individuo, ni es una sustancia ni es una naturaleza racional. La dificultad para hablar de Dios como tres personas, la encontramos en el mismo concepto de persona, que lejos de ser una constante a través de la historia, ha experimentado sucesivos cambios de sentido. Desde el "prosopon" griego, que era la máscara que se ponían en el teatro para que "resonara" la voz; pasando a significar el personaje que se representaba; al final terminó significando el individuo físico. El sentido moderno de persona, es el de yo individual, conciencia subjetiva, es decir, el núcleo íntimo del ser humano. En la raíz del significado está la limitación. Existe la persona porque existe la diferencia y la separación. Esto es imposible aplicárselo a Dios. En los últimos años se está hablando del ámbito transpersonal. Creo que va a ser uno de los temas más apasionantes de los próximos decenios. Si el hombre está anhelando lo transpersonal, es ridículo seguir encasillando a Dios en un concepto personal, que siempre supone la limitación del propio ser. Siempre que nos atrevemos a decir "Dios es...," estamos expresando una idea, es decir, un ídolo. Ídolo no es solamente una escultura o una pintura de dios. También es un ídolo cualquier concepto que aplicamos a dios. El ateo sincero está más cerca del verdadero Dios, que los teólogos que creen haberlo atrapado en sus intrincados conceptos. Dios no es nada que podemos nombrar. El "soy el que soy" del AT, tiene más miga de lo que parece. Dios es solo verbo, pero un verbo que no se conjuga, porque no tiene tiempos ni modos. Dios ES un inmenso presente que lo llena todo. Dios es la realidad que hace posible toda realidad. Hoy podemos comprender que Dios no se identifica con la creación, pero tampoco es nada separado de ella. De la misma manera que no podemos imaginar la Vida como algo separado del ser que está vivo. No podemos imaginar lo divino separado de todo ser creado, que, por el mero hecho de existir, está traspasado de Dios. En los últimos tiempos muchos pensadores llaman a esa conexión inextricable, "no dualidad".Tampoco podemos decir que está donde actúa, porque tampoco puede actuar de una manera causal a semejanza de las causas segundas. La acción de Dios no podemos percibirla por los sentidos ni ser objeto de ciencia. Dios es acto puro y lo que hace se identifica con lo que es. Lo está haciendo todo de una vez, por lo tanto no puede empezar a hacer algo o dejar de hacer lo que está haciendo. El Dios de Jesús no es el Dios de los buenos, de los piadosos, de los religiosos ni de los sabios, es también el Dios de los excluidos y marginados, de los enfermos y tarados; incluso de los irreligiosos inmorales y ateos. El evangelio no puede ser más claro: "las prostitutas y los pecadores os llevan la delantera en el Reino de Dios". El Dios de Jesús no nos interesa porque no aporta nada a los "buenos" que ya lo tienen todo. En cambio, llena de esperanza a los "malos" que se sienten perdidos. "No tienen necesidad de médico los sanos si no los enfermos; no he venido a llamar a los justos si no a los pecadores" El mensaje de Jesús escandalizó, porque hablaba de un Dios que se da a todos sin que tengamos que merecerlo. Para nosotros, es sobre todo la experiencia que Jesús tuvo de su Abba, lo que nos debe orientar en nuestra búsqueda. Jesús no se propuso inventar una nueva religión ni un nuevo Dios. Lo que intentó con todas sus fuerzas, fue purificar la idea de Dios que tenía el pueblo judío en su época. Ese esfuerzo le costó la vida. Jesús en todo momento quiere dejar claro que su Dios es el mismo del AT. Eso sí, tan purificado y limpio de adherencias idolátricas, que da la impresión de ser una realidad completamente distinta. La forma en que Jesús habla de Dios como amor-salvación para los hombres, se inspira directamente en su experiencia personal. Naturalmente esa vivencia no hubiera sido posible sin hacer suyo el bagaje religioso heredado de la tradición bíblica. En ella se encuentran ya claros chispazos de lo que iba ser la revelación de Jesús. La experiencia básica de Jesús fue la presencia de Dios en su propio ser. Descubrió que Dios lo era todo para él y decidió corresponder siendo él mismo todo para los demás. Tomó conciencia de la fidelidad de Dios y respondió siendo fiel a sí mismo. Al llamar a Dios "Abba", Jesús abre un horizonte completamente nuevo en las relaciones con el absoluto. La base de toda experiencia religiosa reside en la condición de criaturas. El hombre se descubre sustentado por la permanente acción creadora de Dios. El modo finito de ser uno mismo, demuestra que no se da a sí mismo la existencia, por lo tanto, es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible nuestra existencia. El reconocimiento de nuestra limitación, es el camino para llegar a la experiencia de Dios. Él es el único verdadero y sólido fundamento sin el cual, nada existe. Jesús descubre que el centro de su vida está en Dios. Pero eso no quiere decir que tenga que salir de sí para encontrar su centro. Descubrir a Dios como fundamento, es fuente de una insospechada humanidad. Esta idea de Dios supone un salto sobre la idea del AT. Allí Dios era el Todopoderoso que hace un pacto al modo humano, y observa desde su atalaya a los hombres para ver si cumplen o no su "Alianza", y reacciona en consecuencia. Si la cumplen, los ama y los premia, si no la cumplen, los reprueba y castiga. En Jesús Dios actúa de modo muy diferente. Él es don absoluto e incondicional. Él es agape y se da totalmente. Es el hombre el que tiene que reaccionar al descubrir lo que Dios es para él. La fidelidad de Dios es lo primero y el verdadero fundamento de una actitud humana. Dios no puede ser un "tú" en el mismo sentido que lo es otro ser humano. Dios sería más bien la realidad que posibilita el encuentro con un tú;es decir, sería como ese tú ilimitado que se experimenta en todo encuentro humano con el otro. Pero a Dios nunca se le puede experimentar directamente como tal tú, sin el rodeo del encuentro con un tú humano. No se trata pues, de evitar a toda costa el vocabulario teísta (nos quedaríamos sin lenguaje sobre Dios), sino exponer con suficiente claridad el carácter analógico de todo lenguaje sobre Dios. Toda nuestra vida religiosa quedará afectada por estas ideas que acabamos de exponer, desde la oración hasta la esperanza en la vida futura. meditación-contemplación La mejor pista nos la da Jesús: "yo y el Padre somos uno". Bien entendido que esto lo dijo como ser humano. Jesús sigue siendo Jesús y Dios sigue siendo Dios, pero toda diferencia ha desaparecido. ....................... En su evangelio, Juan pone en boca de Jesús, uno y otra vez: "Yo soy..." Es la definición que da Dios de sí mismo desde la zarza. Lo que sustituye a los puntos suspensivos no tiene importancia. Lo importante es que ha descubierto su ser. ................ Este es el único camino para conocer a Dios. Descubrir que lo que Él es y lo que soy yo se identifica. Sólo si llego a descubrir lo que soy, puedo llegar, no a conocer, sino a vivir lo que es Dios. Mateo concluye su evangelio nombrando a Jesús con el mismo nombre que le había atribuido al comienzo de su escrito, apelando al texto del profeta Isaías (7,14): "La virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán por nombre Emmanuel (que significa: «Dios con nosotros»)" (Mt 1,23).
Para el evangelista, Jesús es, desde el principio al fin, "Yo estoy con vosotros" ("Emmanuel"). Parece que no podía haber encontrado otra expresión que otorgara una confianza mayor. Porque la profundidad de la expresión es infinitamente más grande de lo que las palabras pueden expresar. La mente –siempre inevitablemente separadora- entiende el "estar" también en forma de separación, por más intimidad que quiera poner en la relación. La realidad, sin embargo, es bien diferente. No se trata de una presencia que esté o camine "a nuestro lado", sino de ser lo mismo. Cuando se nos ha regalado vivir una experiencia estrictamente no-dual en una relación interpersonal, el contenido de esa expresión nos resulta fácil de captar. Sin negar las diferencias aparentes, somos uno y lo mismo, algo parecido a como mis dos manos se saben –y se viven- como un solo y mismo cuerpo. El poeta Pablo Neruda lo canta de este modo: "Y desde entonces soy porque tú eres, / y desde entonces eres, soy y somos, / y por amor seré, serás, seremos". Las palabras no pueden llegar a más; la mente tampoco. No cabe sino acallar el pensamiento y conectar, de una forma no-mediada, con esa Realidad una que compartimos con todos los seres. Y, estando ahí, volver a escuchar de nuevo las palabras de Jesús: "Yo estoy con vosotros todos los días". No quieras procesarlas mentalmente, no intentes "atrapar" su significado. Permite, simplemente, que resuenen dentro de ti, en el silencio de todo, y entrégate por completo a ese Abismo (Vacío que es Plenitud) en el que te introducen. Nota cómo todo se detiene; queda únicamente Presencia, presencia compartida, que se halla siempre a salvo y que es la fuente de toda sabiduría y de toda acción. No quieras entender nada, hacer nada, concluir nada, avanzar nada... Sólo saborea –sin pensamientos- lo que ahí se te regala. Confórmate con sencillamente estar, permanecer, descansar... En la certeza de que todo, absolutamente todo lo demás, "se te dará por añadidura" (Mt 6,33). Francisco comenzó su Papado bajo el signo de la “Franciscomanía”, fenómeno sociológico que logrará que una persona sin conocimiento previo de los entresijos del Poder Vaticano se convierta en icono de la juventud, insufle vientos de cambios y devuelva la ilusión y la esperanza a unos fieles sumidos en la perplejidad y la desilusión tras la significativa erosión de la imagen de la Iglesia Católica debido a los lacerantes episodios de acusaciones de pederastia, ilegalidades en la Banca Vaticana e intrigas palaciegas de la Curia Romana (trama de filtraciones conocida como “Vatileaks”) ,que hicieron retrotraer a la Iglesia Católica a escenarios del siglo XIII y a la vigencia de las ideas de Francisco de Asís.
Francisco ha impuesto un estilo apologético diametralmente opuesto al de sus predecesores al humanizar la dignidad del Pontificado con su aspecto bondadoso y sus gestos de amistad y cercanía, imagen que se extendió a todo el orbe cristiano tras su primera aparición en el balcón de la Plaza de San Pedro tras su elección y que sería fruto del bagaje adquirido en el ejercicio de su misión pastoral como Cardenal Emérito de Buenos Aires , despojándose en suma de la máscara hierática que hasta entonces había simbolizado la figura Papal. Así, Bergoglio, adoptó el nombre papal de su admirado Francisco de Asís (il poverello d’Assis) y nada más ser elegido Papa, exclamó: “Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”, frase que sería un guiño al espíritu de pobreza de los primeros cristianos y a los ideales de justicia social de Monseñor Romero, quien hace tres décadas decía: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres”, así como un mensaje de esperanza para los que todavía sueñan con hacer factible las utopías tanto en América Latina como en el resto del orbe, de lo que serían paradigma su implicación personal en la búsqueda de soluciones pacíficas a los enquistados contenciosos EEUU-Cuba y Palestina-Israel. Francisco y Oriente Próximo La estrategia de EEUU, Gran Bretaña e Israel de implementar el llamado “caos constructivo” en Oriente Próximo y Medio estaría ya en marcha y tendría su plasmación en países como Irak , devenido en Estado fallido y desangrado por la reavivación de la guerra civil chií-suní; en la endémica división palestina plasmada en la imposible reconciliación nacional de las facciones de Hamás y la OLP; en la anarquía reinante en Libia con el wahhabísmo salafista instaurado en Trípoli mientras grupos takfiríes (satélites de Al-Qaeda), dominan tribalmente el interior de Libia ; en la aplicación de la yihad suní contra el régimen laico de Al Assad y sus aliados chiíes, Irán y Hezbolá y por último en un Líbano, dividido por las luchas intestinas y presto para ser fagocitado por los ideales expansionistas de Israel, quedando el régimen teocrático chíita del Líder Supremo Ayatolah Jamenei como única zona todavía impermeable a la estrategia balcanizadora de EEUU, Israel y sus aliados occidentales. En este convulso escenario geopolítico, la decisión del Papa Francisco de convocar una jornada de ayuno y oración invitando expresamente a unirse a esta iniciativa “ a los hermanos cristianos no católicos, a los que pertenecen a otras religiones y a los hombres de buena voluntad”, (invitación a la que tanto el Gran Muftí de Damasco, Ahmad Badreddin Hassou, líder espiritual del Islam sunnita, como el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomeo I habrían respondido expresando su gratitud por la convocatoria), habría sido todo un misil en la línea de flotación de la estrategia de Israel en la zona. Así, Francisco inició una ofensiva diplomática en toda regla para evitar la guerra en Siria, enviando un mensaje a Putin y los jefes de estado reunidos en el G-20 y convocando a todos los embajadores con acreditación ante la Santa Sede para que “eviten un conflicto militar en Siria”, pues según Francisco “el diálogo y la negociación es el único camino para la paz, basado en un nuevo sistema de relaciones de convivencia basadas en la justicia y en el amor. Respecto al constencioso palestino-israelí, Mahmud Abbas (Abu Mazen), arquitecto de los Acuerdos de Oslo firmados en 1993 y decidido partidario del diálogo para abordar el eterno conflicto con Israel a pesar de estar desacreditado ante sus compatriotas por limitar un futuro Estado Palestino a las fronteras previas a 1.967 y ser detestado por sus rivales de Hamás que le consideran un presidente ilegítimo desde que su expiró su mandato, habría implementado una vía diplomática alternativa a las negociaciones con Israel. Así, tras conseguir en 2012 en la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) el reconocimiento de Palestina como Estado Observador (138 votos a favor, nueve en contra y 41 abstenciones), en la actualidad 135 países habrían ya reconocido la existencia de un Estado Palestino según la OLP, acción diplomática que contaría con el visto bueno del Gobierno de Obama, quien ha advertido repetidamente a Israel en contra de autorizar asentamientos en las zonas sensible de Jerusalén Este y Cisjordania porque haría casi imposible la creación de un Estado palestino anexo. La entente Obama-Francisco Obama habría encontrado en el Papa Francisco un estrecho colaborador en su ardua tarea de sustituir la diplomacia de las armas por el diálogo y el consenso. Así, Francisco habría participado discretamente en la secreta negociación llevada a cabo entre Cuba y EEUU para romper el deshielo entre ambos países mediante el intercambio de Alan Gross y un oficial estadounidense por tres miembros de “Los 5” . Asimismo, tras el anuncio por el Vaticano del próximo reconocimiento del Estado de Palestina, Francisco recibió en el Vaticano a Abbas y le involucró de nuevo en la enésima búsqueda de una solución pacífica del contencioso palestino-israelí (“Eres como un ángel de la Paz”), pues tanto Francisco como Obama comparten la creencia que no habrá paz definitiva mientras no se reconozca por ambas parte la existencia de Dos Estados (Israel y Palestina), doctrina que sería un misil en la línea de flotación del nuevo Gobierno de Netanyahu. Así, antes de las recientes elecciones, Netanyahu reafirmó “el derecho del pueblo judío a construir en Jerusalén”, (lo que se traduciría en la construcción de 1.000 nuevas viviendas en Jerusalén Este), pues según sus palabras “hasta los palestinos saben que esos lugares quedarán bajo la soberanía israelí bajo cualquier tipo de arreglo” incluida una sección que une el bloque de asentamientos de Maaleh Adumin y Jerusalén. El proyecto de nuevos asentamientos israelíes en la zona llamada E1, un corredor de una superficie de 12 km2 entre Jerusalén y Jericó, en el valle del Jordán que uniría Jerusalén Este con la colonia Maale Adumim, es extremadamente peligroso para una Paz futura, pues cortaría Cisjordania en dos y aislaría a Jerusalén, comprometiendo la viabilidad de un futuro Estado palestino, pues para Israel, el objetivo es crear “continuidad territorial entre la colonia Maale Adumim en Cisjordania, donde viven cerca de 35.000 personas, y los barrios de colonización de Jerusalén Este”, dándose la paradoja de que en el 2005, Israel quiso transferir a esta zona el cuartel general de la policía para Cisjordania e implantar unas 3.500 viviendas y un centro comercial pero el proyecto fue congelado por presiones de la administración del entonces Presidente George W. Bush y el mismo Benjamin Netanyahu,( entonces ministro de Finanzas) , viajó al lugar donde iban a construirse las viviendas para denunciar esta decisión). Según el censo elaborado por el Ministerio de Interior israelí, cuando se suscribieron los Acuerdos de Oslo (1.993), unos 250.000 colonos poblaban los territorios ocupados mientras que en la actualidad serían más de 700.000 colonos que extenderían sus tentáculos por Cisjordania (140 asentamientos entre los que descollarían Hebrón y en especial el valle del Jordán que domina la mitad fértil de río y sería una verdadera avanzadilla para controlar la frontera de Jordania) además de Jerusalén Este y los Altos del Golán, aunado con la prevista culminación del Muro de Cisjordania que incluiría aproximadamente el 10% del territorio de Cisjordania, incluida Jerusalén Este donde unas 60.000 casas palestinas podrían ser demolidas al carecer de permisos oficiales. Desde que en 1967 el Partido Laborista impulsó los asentamientos, el Estado israelí se habría gastado la friolera cifra de 7.500 millones € y dado que el 75% de los colonos son ultra ortodoxos (más de 500.000), en los últimos años se habría desarrollado en los territorios ocupados de Palestina una peligrosa simbiosis entre los líderes políticos de los colonos y los rabinos que han predicado durante décadas su oposición a cualquier compromiso territorial con los palestinos y han tratado de dar una justificación religiosa a la ilegal ocupación israelí de los territorios palestinos. Así, rabinos extremistas israelíes entrenarían a los colonos en escuelas ubicadas en los asentamientos construidos ilegalmente en Cisjordania y la ciudad de Al-Quds (Jerusalén) para que cometan actos terroristas contra los palestinos de la ocupada Cisjordania , según ha informado los servicios de seguridad general de Inteligencia judío (Shabak) en un informe publicado en la página Web ‘Israelí Central Issues’. Sin embargo, la página digital del periódico israelí lengua española, aurora-israel.co/il, denuncia que “ la política aislacionista del primer ministro, Biniamín Netanyahu, parece estar en las antípodas de los fundadores del sionismo, tales como Teodoro Herzl y Chaim Weizmman, que incluyeron al movimiento dentro del espectro progresista en el campo de la diplomacia, con lo que la pregunta es si puede revertirse peligroso el aislamiento diplomático de Israel con una política que sea contraria al inmovilismo y el encerramiento”. Así, Netanyahu aspira a resucitar el endemismo del Gran Israel (Eretz Israel), ente que intentaría aunar los conceptos antitéticos del atavismo del Gran Israel (Eretz Israel), lo que supondría la restauración de la Declaración Balfour (1.917), que dibujaba un Estado de Israel dotado de una vasta extensión cercana a las 46.000 millas cuadradas y que se extendía desde el Mediteráneo al este del Éufrates abarcando Siria, Líbano, parte noriental de Irak , parte norte de Arabia Saudí , la franja costera del Mar Rojo y la Península del Sinaí en Egipto así como Jordania, que pasaría a denominarse Palesjordán tras ser obligado a acoger a toda la población palestina de las actuales Cisjordania y Gaza forzada a una diáspora masiva ( nueva nakba), contado para ello con la ayuda inestimable de unos colonos que teledirigidos por la minoría ultra ordodoxa serían la avanzadilla de Netanyahu en sus ideales expansionistas. En consecuencia, Francisco se habría convertido en un obstáculo para el Gobierno Netanyahu, no siendo descartable la gestación de una trama urdida por Mossad judío que tendría al IS como colaborador necesario y que mediante métodos expeditivos intentará antes del Sínodo de obispos que tendrá lugar en octubre de 2015, acabar con el Pontificado del Papa Francisco y reconducir a la Iglesia Romana a la senda de los pontificados tutelados por el verdadero poder mundial en la sombra ( establishment anglo-judío) Isaías 61,1-3: "El espíritu del Señor está sobre mi, porque me ungido y enviado, para anunciar la buena noticia a los pobres, vendar los corazones rotos, a pregonar a los cautivos la liberación y a los presos la libertad".
Mateo 25, 34-40: "Venid benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era inmigrante, y me disteis alojamiento; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y fuisteis a verme"..."En verdad os digo que cuando lo hicisteis con ellos, conmigo lo hicisteis". Hebreos 10 32-34: "Traed a la memoria los días pasados, después de haber recibido la luz y soportado un duro y doloroso combate expuestos a ultrajes y tribulaciones, haciéndoos solidarios de los que así eran tratados, pues compartisteis los sufrimientos de los encarcelados". Hebreos 13,3: "Acordaos de los presos, como si estuvierais con ellos encarcelados; y de los maltratados, pensando que también vosotros tenéis un cuerpo". Marcos 16,15-20: Se apareció Jesús a los Once y les dijo: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos". Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban". Solamente dos consideraciones sobre este texto evangélico: 1ª.-No sabemos muy bien lo que significaba este lenguaje en aquellos tiempos, pero sí tenemos claras dos cosas: a) El destino del mensaje de Jesús es no sólo toda la humanidad, sino toda la creación. Los grandes valores de su mensaje tiene valor universal: la justicia, la igualdad, el amor, la fraternidad, la vida, la solidaridad, la paz, la mansedumbre, la misericordia, el perdón, la amistad, la comprensión. b) La creación no somos sólo los seres humanos, lo son también los animales, las aves, los peces, los árboles, las plantas y todos los demás seres de la creación. Todos tienen una misión que cumplir, aunque muchas veces no la conozcamos. Concretamente nuestro planeta, el más bello y lleno de vida de todo cuanto conocemos, existió millones de años sin el hombre, pero los hombres no podemos vivir sin él. Por tanto debemos respetarlo, cuidarlo, quererlo, desarrollarlo, y conocerlo para más y mejor mirar por él. Sin cuidar la naturaleza nunca cuidaremos bien del hombre. Es por lo que el Papa Francisco está preparando una Encíclica sobre Ecología. 2ª.-Pero con frecuencia los hombres nos convertimos en grandes destructores de nosotros mismos y de la Madre Tierra, por la injusticia, el odio, la violencia, la explotación, la desigualdad, el abuso, la ambición, etc., de unos para con otros, hasta el punto que excluimos de una vida digna a muchos millones de personas y cuando nos estorban los encerramos en las cárceles, los campos de concentración, o los obligamos a emigrar, a delinquir, a caer en la más pura marginalidad. Una de las explotaciones más grandes de nuestro tiempo es la droga, porque destruye directamente a la persona humana, a veces hasta en convertirla en pura chatarra humana. La mayor parte de de los encarcelados en España y otros países, lo están por la droga, que se distribuye desde México para todo el mundo por la rutas más inverosímiles. Superar esta adicción cuesta un esfuerzo heroico, incluso algunas personas y reclusos se suicidan por verse impotentes y desesperados. Este afortunadamente no es el caso de Salazar, un recluso de la cárcel de Villabona de Asturias, cuyo gran testimonio recogemos en el mensaje que muy amablemente nos ha entregado para su difusión y que le agradecemos muy cordialmente. Estas son sus palabras dirigidas a su Madre y Familia, así como a Jesucristo en quien encontró la fuerza más íntima y profunda para su rehabilitación, escritas desde la cárcel donde aún se encuentra: A su madre le dice: De tu hijo con cariño: Mi madre, el regalo que Dios me ha dado, Y doy gracias a Dios porque siempre está a mi lado Me protege, me cuida, y me aparta de todo lo malo. En mis oraciones estás en mi corazón Cuando miro tu foto, el alma se me parte en dos Y pienso que tengo que sufrir tanto Por todo el daño que yo te he hecho. A mis hijos criaste a falta de mi calor Por eso te doy las gracias y te pido perdón. Madre, recuerdo cuando estabas en casa Me despertabas, me hacías el café y me hacías la cama. Cuidabas a mis niños, bastante carga tu tenías Pues estás enferma y bastante dolida. Ahora madre vivo de recuerdos, dolor, pena y tristeza Sin darme cuenta, madre, por las drogas Y mi adicción ha destrozado tu corazón Cinco años y siete meses perdidos en la riada. Ya no puedo hacer nada, muchas veces prefiero Pasear solo por el patio, canto para olvidar las penas Y no me recuerdo de mi condena. También escribo poesías, Para que no me agüen mi alegría Desde que entré, estás a mi lado, Dándome consejos y que no me venga abajo. Madre, tú me echaste a la vida Me cuidaste y me aconsejaste Pero yo no supe coger tus consejos y ahora me veo preso Bien me enseñaste a respetar a los mayores. Me riñeran o me gritasen, que me tenía que callar Y yo, aunque siga llevando mala vida Siempre me ha gustado respetar. Madre, gracias te doy por estar a mi lado Tú, mi padre, mis niños y hermanos Sois el mejor regalo que Dios me ha dado. Y me siento afortunado, porque a pesar haberos hecho tanto daño Siempre estáis a mi lado. Y mi bendición que se llame mi madre Adoración. Y con todo esto te mando un beso y te digo con cariño: Del cielo cayó un pañuelo bordado De mil colores y en cada esquina Traía mi madre de mis amores. Ahora espero que llegue el día Que me digan por megafonía "Salazar, Salazar, recoge tus cosas Que te vas en libertad. De tu hijo con cariño. Salazar Salazar Mayo 2015 UTE 2 A Jesucristo le dice: No hay cadenas si tengo a Cristo Soy un joven atormentado por los errores de mí vida, La delincuencia y las drogas, casi acaban con mi vida. Ahora me encuentro preso, soy un alma a la deriva, Andando por el patio, como un alma perdida. Solo en ti, Jesucristo, he encontrado la salida, Llevo preso cinco años y seis meses sin mirar por mí vida. He acabado en aislamiento, por meterme en mil movidas. Las drogas y peleas, son rutinas carcelarias. Antes estaba amargado, no tenía ganas de hacer nada. Pero desde que tengo a Cristo, mi vida ha sido renovada. Ahora tengo a mí Señor que es el dueño de mi corazón A pesar de estar preso entre cuatro paredes. Aunque me pongan cadenas y grilletes A ti, Señor, alabaré porque mi vida en tus manos la pondré. Cuando salga, Señor, mi vida cambiaré Porque solo en ti confiaré. Y aunque estoy preso pienso en Cristo Ya que todavía existo. Gracias, Señor, por conocerte. Porque si no estoy preso, mi vida hubiera sido la muerte. Y alabo a Cristo ya que con la vida que he llevado. De mil movidas me ha librado. Y yo os digo: La palabra de Dios, es una semilla viva, Que puede producir maravillas. En nuestras vidas ¿Qué mejor vida? Porque él lo dice en su palabra: No he venido a llamar al Justo, Sino al pecador arrepentido. He vuelto a nacer Gracias a mi madre y a Jesús de Nazaret. Os voy a invitar a una nueva droga. Esta no tiene corte ni nada. Hermanos, a la única droga que os invito Es que os enganchéis a Cristo. Salazar UTE 2 Abril 2015 La oración
La oración, tanto si se trata de oración de petición, como de la oración de adoración, establece un contacto entre el hombre y Dios; por tanto entre tiempo y eternidad. No sabemos lo que es la eternidad: no es un tiempo infinito, sin comienzo ni fin, pero que comporta un antes y un después. No es tampoco lo que se dice con frecuencia, como una mejor aproximación, la coincidencia de todos los instantes. Sigue siendo pensar en la eternidad como si fuera simplemente lo contrario del tiempo. Dios no está en el tiempo, pero tampoco fuera del tiempo. Si Dios estuviera en el tiempo, como dice Trinh Xuan Thuan partiendo de una visión cosmológica del mundo, «ya no sería todopoderoso.» Pero si estuviera fuera del tiempo, sería un Dios «distante, impersonal, (que) no estaría en condiciones de socorrernos.» La mejor manera de hablar de El, en nuestro lenguaje humano, es probablemente la de Abû Ya'qûb Sejestâni, místico persa del siglo X, totalmente en la línea de los teólogos ortodoxos: Dios es no-ser y no no-ser; no-en-el-tiempo y no no-en-el-tiempo; no-en-el-espacio y no no-en-el-espacio. ¿Cómo rezar? Reconozcamos en primer lugar que este tema es fundamental. No se trata de un problema psicológico, sino de la unión con Dios y, en este punto también, las tradiciones de Oriente y de Occidente se diferencian. No se trata aquí solamente de una cuestión de intelectuales. Según la respuesta que se dé, la formación en la oración será muy distinta, tanto en los seminarios como en los círculos de formación de fieles, retiros, meditaciones, etc. Pierre Monnier confirma el tricotomismo, es decir el reconocimiento en nosotros de tres elementos distintos y no solo dos (cuerpo y alma) según nuestro vocabulario habitual. Sin embargo, en la tradición cristiana el vocabulario ha permanecido siempre muy etéreo. Hay acuerdo para el cuerpo: nuestro cuerpo de carne. Pero para los otros dos términos, las palabras "espíritu" y "alma" cambian muchas veces de un autor a otro. En el vocabulario de Pierre Monnier, la palabra "espíritu" se corresponde a veces, pero no siempre, con lo que la mayoría llaman el alma y la palabra "alma" con lo que otros designan como el espíritu. Se acomoda aquí al uso de muchos místicos que hablan de "punto fino del alma", como San Juan de la Cruz, o de "fondo del alma" (Seelengrund), como muchas veces Maestro Eckhart, para designar la zona que, en nosotros es la más limpia para recibir la presencia divina. Pero poco importa el vocabulario utilizado. Lo esencial es el reconocimiento de este tercer elemento en nosotros. No se trata de un detalle. La distinción entre estos dos últimos elementos es lo que permite distinguir la actividad intelectual de la actividad espiritual. Esta distinción es muy importante, porque impone muy en concreto todos los «métodos» que se pueden aconsejar para alcanzar a Dios o, más bien, para dejarse alcanzar por El. Se sabe que Santo Tomás de Aquino, por fidelidad a Aristóteles, que redujo el alma y el espíritu a un solo elemento, lo que es completamente normal para Aristóteles, filósofo pagano, para quien esta distinción no tenía ninguna razón de ser. A partir de Santo Tomás de Aquino, el vocabulario cristiano tradicional (cuerpo, alma, espíritu) desapareció por tanto para mantener solamente dos elementos: cuerpo y alma. Esta confusión entre estos dos últimos elementos es la que llevó a un "teólogo", en principio cristiano, el R.P. Chenu, a suponer que la actividad del investigador en su laboratorio no era de distinta naturaleza de la del monje en oración en su celda. En los dos casos, dice él, es la misma facultad la que se ejercita: «la razón, tanto la razón que produce artes y oficios como la razón señora de pensamiento y de interioridad, está en nosotros, único poder en la dualidad de sus funciones, la huella más elevada y la más segura huella de Dios, más que una huella, una imagen...» Se trata aquí de una confusión muy grave, porque tiende a presentar la verdadera oración contemplativa, muy distinta de toda actividad intelectual, como inútil. Dios, concebido en el tomismo como "la Inteligencia subsistente", la "Verdad", es normal que sea por nuestra inteligencia como se pueda alcanzar en un acto de conocimiento. Pero estamos aquí muy lejos del cristianismo, como veremos. El resultado es que, en la mayoría de los seminarios mayores y noviciados, se insistía primero pesadamente en la necesidad de "hacer oración" al menos una hora diaria, pero todos los métodos de oración utilizados, eran únicamente métodos de formación en la meditación, lo cual es profundamente distinto. La meditación es una reflexión sobre Dios, la verdadera oración es un contacto establecido con Dios. En la meditación, se nos invita a pensar con nuestra inteligencia en todo lo que Dios es para nosotros o ha hecho por nosotros, pero se piensa en El como si estuviera ausente. En la plegaria o la oración, uno se dirige a Dios directamente como presente, allí donde nosotros estamos o en nosotros, a través de palabras o mejor, en el silencio. Esta insistencia sobre la importancia de la oración por un lado, y esta sustitución de hecho, sin decirlo, de la oración por la meditación, es evidentemente el mejor medio para hacer que sacerdotes y monjes no hagan nunca oración. Pero, detrás de estas prácticas, hay un error teológico de consecuencias muy graves. Pierre Monnier se expresa muy claramente contra la opinión de Santo Tomás de Aquino/Aristóteles. He aquí algunas afirmaciones muy breves en este sentido, sacadas de textos mucho más amplios, demasiado largos para citarles aquí: P. «Si quieres, te hablaré también del edificio, obra de Dios, que es vuestra alma, vuestro cuerpo espiritual, en lo que tiene de más espiritual que él mismo, porque el alma y el espíritu no son una misma cosa: Pablo por otra parte os recordó que había en nosotros tres partes distintas: el espíritu, el alma y el cuerpo.» (15/12/1918). Comentando las palabras de Cristo: "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios", Pierre Monnier concluye: «Nosotros solicitamos para Dios "lo que es de Dios": vuestro espíritu, vuestra alma, vuestro cuerpo, la Trinidad humana total.» (18/05/1928). "Trinidad humana" designa estos tres elementos que nos constituyen." P. «... la comunión espiritual se establece totalmente fuera del cerebro; el cerebro es materia y produce la inteligencia, pero los frutos del alma son los efectos espirituales, y nuestra comunión viene del alma. (aquí "alma" es elemento más espiritual).» (23/05/1919). P. «¡No os contentéis por tanto con la espiritualidad intelectual! Digo: "contentaros", porque ella es un escalón hacia la espiritualidad del alma, la única verdadera, puesto que ella sola es eterna.» (26/05/1919). P. «Lo que te decían, querida Mamá, a propósito de "la satisfacción íntima" experimentada por el que cree haber encontrado la solución a un problema científico, y de la decepción que seguirá si este investigador se da cuenta luego de que toda su definición falla por la base, no puede compararse con la satisfacción del alma que encuentra la Fe. La una es de orden intelectual, la otra de orden espiritual. La primera es material: animal, inferior; la segunda es espíritu: psíquica, superior. La primera da una satisfacción de amor-propio, la segunda una satisfacción de conciencia. Ahora bien, querida Mamá, el espíritu domina a la inteligencia: ésta depende del cuerpo, el espíritu viene de Dios. La inteligencia sufre los avatares del cuerpo y perece con él; el espíritu (el alma) es eterna. El espíritu, en nuestras esferas, no necesita ya de la inteligencia para aprender.» (23/04/1919). P. «En resumen, una sola cosa sigue siendo individual en el progreso incesante de la creación, es el centro de la vida del alma que es propio de todo ser procedente de Dios. El carácter del alma debe evolucionar y purificarse, pero la individualidad del alma, como es un fragmento de la Perfección, permanece inmutable: es el soplo de la vida esencial (Dios), soplo de una espiritualidad sin mezcla, que no puede demostrarse, porque la espiritualidad llegada a la perfección, no tiene ya nada en ella que se pueda enunciar a través de un razonamiento, incluso del espíritu. Este núcleo vivo, fragmento perfecto de la Perfección, ya no tiene que perfeccionarse; es el centro del mundo humano, personificado en el hombre que será. El alma es inmortal, si sigue siendo lo que Dios quiso que fuera cuando El se separó de una de sus partículas constitutivas, en favor de cada una de las almas que deben engendrar sus criaturas, humanas u otras. El centro del alma es Dios en vosotros, por tanto la Perfección definitiva, y que siempre ha sido: este es el don de Dios. Las criaturas llaman a las almas a la habitación en la materia, según la orden de Dios. Temo no haceros comprender la diferencia espiritual entre el soplo de Dios (que habita el alma como el alma habita el cuerpo), y lo que es en realidad el alma. Esta alma, que los padres van a "instalar" en un cuerpo, asume la personalidad del cuerpo. El soplo de Dios en el alma mantiene el contacto inmarcesible con el alma que es la luz del cuerpo: este soplo es la luz del alma, el centro en torno al cual todas las fuerzas inmanentes de vuestro cuerpo y de vuestra alma giran eternamente ―Dios en vosotros. Única partícula de vuestro ego que, pos ser Dios en vosotros, puede proclamar como Dios mismo: ¡Yo soy!... Esta es la personalidad que permanece, que es, y que es llamada a la eternidad.» (21/10/1919). P. «El alma contiene una partícula de Dios... lo que significa una partícula increada, desprendida de lo Increado, semilla formada de la sustancia espiritual única que alimenta la vida. Dios es la Vida, puesto que es en Su propia fuente donde El tomó la vida para distribuirla; y es a través de esta filiación, en la que el alma que recibió el soplo de vida eterna, sin haber comenzado en su parte esencial, puede hacerse eterna en esta misma parte: la vida salida de Dios. Existe por tanto realmente en nosotros la posibilidad de la eternidad por nuestra unidad con Dios.» (18/11/1919). La oposición al Padre Chenu y a la corriente aristotélico-tomista no puede ser más absoluta. Veamos ahora la coincidencia con la corriente mística. El Padre Louis Cognet, el gran especialista de la mística en el último siglo, insistía en el hecho de que, al no disponer ya, después de Santo Tomás de Aquino, de un tercer término para designar al espíritu, distinto del alma, todos los místicos, independientemente de su lengua y de su época, se veían obligados a distinguir en el alma una zona, una región, un lugar, totalmente aparte, donde se produce la unión con Dios. Maestro Eckhart* reivindica con mucha claridad el tercer elemento de la naturaleza humana donde se realiza la unión con Dios, o Bienaventuranza: «Se plantea una cuestión discutible: ¿En que se funda en última instancia toda la Bienaventuranza? Algunos maestro dicen que se funda en el amor, otros que se basa en el conocimiento y el amor; estos últimos hablan ya mejor. En cuanto a nosotros, decimos: no se basa ni en el conocimiento ni en el amor; sino que hay en el alma un Fondo secreto (ein Etwas) del que proceden el conocimiento y el amor; este algo no conoce y no ama; son las potencias del alma las que conocen y aman. El que descubre este Fondo secreto, comprende en que se basa la bienaventuranza. Este fondo secreto no tiene ni pasado ni futuro, no espera nada que pueda añadirse a él, porque no puede ni ganar ni perder.» Por tanto, la bienaventuranza, es decir, la unión con Dios, «no se basa ni en el conocimiento ni en el amor», sino en Algo (Etwas) del que proceden conocimiento y amor pero que él mismo ni conoce ni ama, sino que se sitúa más allá, escapando al tiempo y al espacio. Con este nombre un poco vago (Etwas), "Algo" (a veces también Kraft, "Fuerza" el Maestro Eckhart recupera el tercer elemento, indispensable para comprender cómo se hace la unión con Dios). María de la Trinidad decía claramente que la unión con Dios que ella vivía no venía de las facultades del alma, sino de la sustancia misma del alma. «Aquí no hay idea, sino realidad, por eso es el alma, la realidad sustancial del alma, la que está en contacto con la realidad sustancial de Dos.» En otra ocasión, escribe: «Esta vez, las facultades eran abandonadas a su actividad, según el orden de la naturaleza: percibían solamente que, por encima de ellas, había algo en el alma que solo podían alcanzar de forma muy relativa e incompleta.» Encontramos por tanto esta misma convicción de que la unión con Dios no se hace mediante las facultades del alma, sino de «algo» por encima de ellas, pero en el alma. Al no disponer, después de Santo Tomás de Aquino, de un tercer término para designar el lugar de la unión con Dios, María de la Trinidad*, lo mismo que el Maestro Eckhart*, se ve obligada a hablar de «algo» en el alma. Habla así de la existencia de este tercer elemento, mucho más importante que las facultades del alma, «por encima de ellas». Este contacto directo entre la sustancia del alma y la sustancia de Dios es una verdadera divinización, como en la teología de los ortodoxos. Me parece que en aquí donde María de la Trinidad* marcó un «verdadero cambio» para el Padre Urs von Balthasar que solo lentamente se desprendió del tomismo a través de su vida y de su obra. Para entender hoy lo que celebramos, debemos mirar a la Trinidad. Lo que digamos lo tenemos adelantado para el próximo domingo. Que yo sepa, la teología oficial nunca ha dicho que al Padre, el Hijo o el Espíritu, anduvieran por ahí haciendo de las suyas por separado. La distinción de las personas en la Trinidad, solo se manifiesta en sus relaciones "ad intra", es decir, cuando se relacionan una con otra. En sus relaciones "ad extra", es decir, en sus relaciones con las criaturas, se comportan siempre como uno. El pueblo y algunos manuales piadosos han atribuido a cada persona tareas diferentes, pero esto no es más que una manera inadecuada de hablar. Nuestra relación es siempre con Dios.
La fiesta de Pentecostés está encuadrada en la Pascua, más aún, es la culminación de todo el tiempo pascual. Las primeras comunidades tenían claro que todo lo que estaba pasando en ellas era obra del Espíritu. Todo lo que había realizado el Espíritu en Jesús, lo estaba realizando ahora en cada uno de ellos. Todo esto queda reflejado en la idea de Pentecostés. Es el símbolo de la acción espectacular de Espíritu a través de Jesús. También para cada uno de nosotros, celebrar la Pascua significa descubrir la presencia en nosotros del Espíritu. Según lo que acabamos de decir, siempre que hablamos del Espíritu, hablamos de Dios. Y siempre que hablamos de Dios, hablamos del Espíritu, porque Dios es Espíritu. Pentecostés era una fiesta judía que conmemoraba la alianza del Sinaí (Ley), y que se celebraba a los cincuenta días de la Pascua. Nosotros celebramos hoy la venida del Espíritu, también a los cincuenta días de la Pascua, pero sabiendo que no tiene que venir de ninguna parte. Queremos significar que el fundamento de la nueva comunidad no es la Ley sino el Espíritu. Tanto el "ruah" hebreo como el "pneuma" griego, significan viento. La raíz de esta palabra en las lenguas semíticas es rwh que significa el espacio existente entre el cielo y la tierra, que puede estar en calma o en movimiento. Sería el ámbito del que los seres vivos beben la vida. En estas culturas el signo de vida era la respiración. Ruah vino a significar soplo vital. Cuando Dios modela al hombre de barro, le sopla en la nariz el hálito de vida. En el evangelio que hemos leído hoy, Jesús exhala su aliento para comunicar el Espíritu. La misma tierra era concebida como un ser vivo, el viento era su respiración. Su comparación con la vida, sigue siendo el mejor camino para intentar comprender lo que significa "Espíritu". No es tan corriente como suele creerse el uso específicamente teológico del término "ruah" (espíritu). Solamente en 20pasajes del las 389 veces que aparece en el AT, podemos encontrar este sentido. En los textos más antiguos se habla del espíritu de Dios que capacita a alguna persona, para llevar a cabo una misión concreta que salva al pueblo de algún peligro. Con la monarquía el Espíritu se convierte en un don permanente para el monarca (ungido). De aquí se pasa a hablar del Mesías como portador del Espíritu. Solo después del exilio, se habla también del don del espíritu a todo el pueblo. En el NT, "espíritu" tiene un significado fluctuante, hasta cierto punto, todavía judío. El mismo término "ruah" se presta a asumir un significado figurado o simbólico. Solamente en algunos textos de Juan parece tener el significado de una persona distinta de Dios o de Jesús. "Os mandaré otro consolador." El NT no determina con precisión la relación de la obra salvífica de Jesús con la obra del E. S. No está claro si el Pneuma es una entidad personal o no. Jesús nace del E. S., baja sobre él en el bautismo, es conducido por él en al desierto, etc. No podemos pensar en un Jesús teledirigido por otra entidad desde fuera de él. Según el NT, Cristo y el Espíritu desempeñan evidentemente la misma función. Dios es llamado Pneuma; y el mismo Cristo en algunas ocasiones. En unos relatos lo promete, en otros lo comunica. Unas veces les dice que la fuerza del E. S. está siempre con ellos, en otros dice que no les dejará desamparados, que él mismo estará siempre con ellos. Hoy sabemos que el Espíritu Santo es un aspecto del mismo Dios. Por lo tanto, forma parte de nosotros mismos y no tiene que venir de ninguna parte. Está en mí, antes de que yo mismo empezara a existir. Es el fundamento de mi ser y la causa de todas mis posibilidades de crecer en el orden espiritual. Nada puedo hacer sin él y nunca estaré privado de su presencia. Todas las oraciones encaminadas a pedir la venida del Espíritu, nacen de una ignorancia de lo que queremos significar con ese término. Lo que tenemos que hacer es tomar conciencia de su presencia y dejarle actuar en nosotros. Está siempre en nosotros, pero no siempre somos conscientes de ello y como Dios no puede violentar ninguna naturaleza, en realidad es como si no existieras. Un ejemplo puede ilustrar esta idea. En una semilla, hay vida, pero en estado latente. Si no coloco la bellota en unas condiciones adecuadas, nunca se convertirá en un roble. Para que la vida que hay en ella se desarrolle, necesita una tierra, una humedad y una temperatura adecuada. Pero una vez que se encuentra en las condiciones adecuadas, es ella la que germina; es ella la que, desde dentro, desarrolla el árbol que llevaba en potencia. Dios (Espíritu) es el mismo en todos y nos empuja hacia la misma meta. Pero como cada uno está en un "lugar" diferente, el camino que nos obliga a recorrer, será siempre distinto. No son pues, la meta la que distinguen a los que se dejan mover por el Espíritu, sino los caminos que llevan a ella. El labrador, el médico, el sacerdote tienen que tener el mismo objetivo vital si están movidos por el mismo Espíritu. Pero su tarea es completamente diferente. ¿Cuál es la meta a la que empuja el Espíritu? Este es el nudo gordiano de la cuestión. Una mayor humanidad es la manifestación de esa presencia del Espíritu. La mayor preocupación por los demás, es la mejor muestra de que uno se está dejando llevar por él. Si Dios está en cada uno de nosotros como lo que es, simple y a la vez, absoluto. No hay manera de imaginar que pueda darse más a uno que a otro. En toda criatura se ha derramado todo el Espíritu. Esgrimir el Espíritu como garantía de autoridad, es la mejor prueba de que uno no se ha enterado de lo que tiene dentro. Porque tiene la fuerza del Espíritu, el campesino será responsable y solícito en su trabajo y con su familia. En nombre del mismo Espíritu, el obispo desempeñará las tareas propias de su cargo. Siempre que queremos imponernos a los demás con cualquier clase de violencia o imposición, estamos dejándonos llevar, no del Espíritu, sino de nuestro espíritu raquítico. La presencia de Dios en nosotros, nos mueve a parecernos a Él. Pero si tenemos una idea de Dios como poder, señorío y mando, que premia y castiga, intentaremos repetir esas cualidades en nosotros. El intento de ser como Dios en el relato de la torre de Babel, queda contrarrestado en este relato que nos habla de reunir y unificar lo que era diverso. El único lenguaje que todo el mundo entiende es el amor. Si descubrimos el Dios de Jesús que es amor y don total, intentaremos repetir en nosotros ese Dios, amando, reconciliando y sirviendo a los demás. Esta es la diferencia abismal entre seguir al Espíritu del que nos habla el evangelio, o seguir lo que nos dicta nuestro propio espíritu en nombre de un falso dios. Dios llega a nuestra conciencia desde lo hondo del ser, y acomodándose totalmente a la manera de ser de cada uno. Por eso la presencia del Espíritu nunca supone violencia alguna. No lleva a la uniformidad, sino que potencia la pluralidad. Pablo lo vio claro: Formamos un solo cuerpo, pero cada uno es un miembro con una función diferente e igualmente útil para el todo. Esa uniformidad pretendida por los superiores en nombre del Espíritu, no tiene nada de evangélica, porque, lo que se intenta es que todos piensen y actúen como el superior. Si todos tocaran el mismo instrumento y la misma nota, no habría nunca sinfonía. Meditación-contemplación El Espíritu es la clave de la VIDA. Mi verdadero ser es lo que hay de Dios en mí. Dios en mí está como Espíritu que se me da. Es el único y total Don de Dios a cada criatura. ............. Desde nuestro ser aparente (lo que creemos ser), debemos dar el salto a nuestra verdadera realidad. Desde la parte reflejada del espejo, tenemos que dar el salto al ser reflejado. ................ Mi verdadero ser y el ser de Dios no son dos realidades separadas. Aunque yo sigo siendo yo y Dios sigue siendo Dios. Para la razón es algo incomprensible. Para el místico es la cosa más simple del mundo. Para el Greco, María Magdalena vale por ciento siete
En el famoso cuadro de Pentecostés pintado por El Greco, que ahora se conserva en el museo del Prado, hay un detalle que puede pasar desapercibido: junto a la Virgen se encuentra María Magdalena. Por consiguiente, el Espíritu Santo no baja solo sobre los Doce (representantes de los obispos) sino también sobre la Virgen (se le permite, por ser la madre de Jesús) e incluso sobre una seglar de pasado dudoso (a finales del siglo XVI María Magdalena no gozaba de tan buena fama como entre las feministas actuales). Ya que el Greco se inspira en el relato de los Hechos, donde se habla de una comunidad de ciento veinte personas, podemos concluir que la Magdalena representa a ciento siete. ¿Cómo se compagina esto con el relato del evangelio de Juan que leemos hoy, donde Jesús aparentemente sólo otorga el Espíritu a los Once? Una vez más nos encontramos con dos relatos distintos, según el mensaje que se quiera comunicar. Pero es preferible comenzar por el texto más antiguo, el de la carta a los Corintios (escrita hacia el año 51). La importancia del Espíritu (1 Corintios 12, 3b-7.12-13) En este pasaje Pablo habla de la acción del Espíritu en todos los cristianos. Gracias al Espíritu confesamos a Jesús como Señor (y por confesarlo se jugaban la vida, ya que los romanos consideraban que el Señor era el César). Gracias al Espíritu existen en la comunidad cristiana diversidad de ministerios y funciones (antes de que el clero los monopolizase casi todos). Y, gracias al Espíritu, en la comunidad cristiana no hay diferencias motivadas por la religión (judíos ni griegos) ni las clases sociales (esclavos ni libres). En la carta a los Gálatas dirá Pablo que también desaparecen las diferencias basadas en el género (varones y mujeres). En definitiva, todo lo que somos y tenemos los cristianos es fruto del Espíritu, porque es la forma en que Jesús resucitado sigue presente entre nosotros. La versión de Lucas (Hechos de los apóstoles 2,1-11) A nivel individual, el Espíritu se comunica en el bautismo. Pero Lucas, en los Hechos, desea inculcar que la venida del Espíritu no es sólo una experiencia personal y privada, sino de toda la comunidad. Por eso viene sobre todos los presentes, que, como ha dicho poco antes, era unas ciento veinte personas (cantidad simbólica: doce por cien). Al mismo tiempo, vincula estrechamente el don del Espíritu con el apostolado. El Espíritu no viene solo a cohesionar a la comunidad internamente, también la lanza hacia fuera para que proclame «las maravillas de Dios», como reconocen al final los judíos presentes. La versión de Juan 20, 19-23 El evangelio de Juan, en línea parecida a la de Pablo, habla del Espíritu en relación con un ministerio concreto, que originariamente sólo compete a los Doce: admitir o no admitir a alguien en la comunidad cristiana (perdonar los pecados o retenerlos). Estas breves ideas dejan clara la importancia esencial del Espíritu en la vida de cada cristiano y de la Iglesia. El lenguaje posterior de la teología, con el deseo de profundizar en el misterio, ha contribuido a alejar al pueblo cristiano de esta experiencia fundamental. En cambio, la preciosa Secuencia de la misa ayuda a rescatarla. El don de lenguas «Y empezaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse». El primer problema consiste en saber si se trata de lenguas habladas en otras partes del mundo, o de lenguas extrañas, misteriosas, que nadie conoce. En este relato es claro que se trata de lenguas habladas en otros sitios. Los judíos presentes dicen que «cada uno los oye hablar en su lengua nativa». Pero esta interpretación no es válida para los casos posteriores del centurión Cornelio y de los discípulos de Éfeso. Aunque algunos autores se niegan a distinguir dos fenómenos, parece que nos encontramos ante dos hechos distintos: hablar idiomas extranjeros y hablar «lenguas extrañas» (lo que Pablo llamará «las lenguas de los ángeles»). El primero es fácil de racionalizar. Los primeros misioneros cristianos debieron enfrentarse al mismo problema que tantos otros misioneros a lo largo de la historia: aprender lenguas desconocidas para transmitir el mensaje de Jesús. Este hecho, siempre difícil, sobre todo cuando no existen gramáticas ni escuelas de idiomas, es algo que parece impresionar a Lucas y que desea recoger como un don especial del Espíritu, presentando como un milagro inicial lo que sería fruto de mucho esfuerzo. El segundo es más complejo. Lo conocemos a través de la primera carta de Pablo a los Corintios. En aquella comunidad, que era la más exótica de las fundadas por él, algunos tenían este don, que consideraban superior a cualquier otro. En la base de este fenómeno podría estar la conciencia de que cualquier idioma es pobrísimo a la hora de hablar de Dios y de alabarlo. Faltan las palabras. Y se recurre a sonidos extraños, incomprensibles para los demás, que intentan expresar los sentimientos más hondos, en una línea de experiencia mística. Por eso hace falta alguien que traduzca el contenido, como ocurría en Corinto. (Creo que este fenómeno, curiosamente atestiguado en Grecia, podría ponerse en relación con la tradición del oráculo de Delfos, donde la Pitia habla un lenguaje ininteligible que es interpretado por el "profeta"). Sin embargo, no es claro que esta interpretación tan teológica y profunda sea la única posible. En ciertos grupos carismáticos actuales hay personas que siguen «hablando en lenguas»; un observador imparcial me comunica que lo interpretan como pura emisión de sonidos extraños, sin ningún contenido. Esto se presta a convertirse en un auténtico galimatías, como indica Pablo a los Corintios. No sirve de nada a los presentes, y si viene algún no creyente, pensará que todos están locos. En esta catequesis –que se prolongará con la escena de Tomás-, se hace referencia a algunos datos significativos. Las dos apariciones ocurren "el primer día de la semana", y simplemente con ello se le están diciendo al lector dos cosas: que la resurrección es una "nueva creación", y que las apariciones "ocurren" en el domingo, en la celebración comunitaria de la eucaristía o "fracción del pan". Con lo cual, se le está invitando a descubrir al Resucitado en la eucaristía compartida. De hecho, Tomás no "ve al Señor" por estar ausente, fuera de la comunidad.
Se subraya también que Jesús se hace presente "al anochecer" y "estando cerradas las puertas". El motivo del "miedo" es un añadido posterior; en un primer estadio, era sencillamente un modo de indicar el carácter portentoso de la presencia del resucitado. Se hace ver que el "cuerpo" del Resucitado está más allá de las leyes físicas: capaz de "atravesar" las paredes, no es un cuerpo que se pueda ver ni tocar. Por lo demás, la experiencia del Resucitado va unida a realidades específicas y fundamentales para el creyente: la paz, la misión, el perdón y el Espíritu. La paz (shalom) es el saludo del Resucitado, como había sido el saludo de los ángeles en el nacimiento: "Paz a los hombres, amados de Dios". Si lo único que nos quita la paz es la mente no observada –las cavilaciones mentales-, es claro que la Presencia es sinónimo de aquella paz "que supera todo lo que podemos pensar" (Filp 4,7). No es extraño que en el Nuevo Testamento se llame a Jesús "nuestra paz" (Ef 2,14) y que Pablo hable reiteradamente del "Dios de la paz" (1Tes 5,23; Rom 15,33; Filp 4,9). La experiencia del Resucitado, por otra parte, convoca a la misión, una misión totalmente en línea con la del propio Jesús: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo". El eje de la misma no podrá ser otro que el de comunicar y favorecer la vida, ya que él ha venido "para que tengan vida, y vida en plenitud" (Jn 10,10). La misión no tiene nada que ver con el proselitismo ni nace porque alguien se crea en posesión de la verdad. Es algo mucho más hondo, gratuito y desapropiado. Sentirse "enviado" es, sencillamente, reconocerse como "cauce" a través del cual la Vida se expresa. Por eso mismo, no hay apropiación ni expectativas; se deja que la Vida sea. De ahí que, en este sentido en el que lo estamos planteando, únicamente puede sentirse "enviado" quien ha dejado de identificarse con su yo, se ha desprendido del ego. El yo no puede nunca vivir como "enviado", aunque lo proclame, porque su característica es vivir egocentrado, justo lo opuesto a ser cauce. El Resucitado comunica su propio Espíritu. El lector del evangelio sabe ya que esta había sido una de las grandes promesas de Jesús antes de morir. "Exhalando su aliento sobre ellos" –las mismas palabras con que se narra la creación del primer hombre: "El Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra, exhaló en sus narices un aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser viviente": Gn 2,7)-, los hace partícipes de su propio Dinamismo y de su propio Gozo, del mismo Espíritu que lo animó durante toda su vida. Y por ese don del Espíritu, lo discípulos se constituyen en "jueces" del mundo. El "perdonar y retener los pecados" se halla vinculado a la tradición sinóptica de "atar y desatar". Los teólogos están de acuerdo en que la lectura que hizo el concilio de Trento, que vio en estas palabras la institución del sacramento de la penitencia, parece una interpretación dogmática, que va más allá de lo que el texto quiere expresar. En la línea de lo que aparece en el llamado "testamento espiritual" de Jesús (capítulos 13-17), en el que se habla del "Espíritu de verdad" que desenmascara el engaño del mundo, aquí también se reconoce a los discípulos, en cuanto habitados por aquel mismo Espíritu de verdad, la capacidad de discernir lo verdadero de lo falso. Pero eso no significa tampoco entrar en un nuevo debate acerca de las creencias que serían "ortodoxas" –como ha ocurrido y ocurre habitualmente-, sino justamente en trascenderlas, porque se ha descubierto que la Verdad estará siempre más allá de ellas. La Verdad no puede ser objeto de fe; únicamente se la puede ser. La separación entre lo sagrado y lo profano. Constituido en el siglo XVII – el modelo sacerdotal - tendió a exasperar la separación entre el clero y el pueblo. Se multiplicaron los signos visibles de la separación: ropa diferente, casa aislada, no participación de los padres en el trabajo manual, en el comercio, en las actividades profanas. El padre se reserva exclusivamente para actividades sagradas. El lenguaje es propio. El padre no puede aparecer en los lugares públicos de encuentro de personas: teatros, estadios, circos, lugares de diversión, playas, y cines. No puede ver espectáculos profanos. Su conversación debe ser muy reservada. En la propia iglesia todo muestra la separación. Hay un espacio reservado para el padre y otro para el pueblo, y nadie puede pasar la frontera, a no ser por absoluta necesidad, por ejemplo, el sacristán o las encargadas de la limpieza. El confesionario es un modelo de esta separación. El padre y el penitente ni siquiera pueden mirarse y reconocerse. La distancia es total. No es diálogo entre las personas, sino diálogo entre pecado y absolución. El pecado entra por un lado y la absolución sale por el otro. ¿Cuál es la razón de ser de tal separación? Si consultamos los libros de espiritualidad sacerdotal del siglo XVII no hay duda: se trata de la separación entre lo sagrado y lo profano, exactamente lo que Jesús vino a suprimir. El padre es el hombre de lo sagrado: su dominio es el mundo sagrado, el edificio del templo, el lugar de administración de los sacramentos. Su mundo es poblado de objetos sagrados: el material de los sacramentos, las imágenes, los libros sagrados. Su trabajo es el sacrificio. La misa es vista en la línea de los sacrificios del Antiguo Testamento. El padre es aquel cuyo trabajo consiste en celebrar la misa. Lo que él hace son misas. El cardenal que me ordenó dijo un día en un retiro sacerdotal: si el padre celebra la misa y reza el breviario, cumplió su obligación. De hecho su sacerdocio consiste en esto: mantener las funciones sagradas. El resto es facultativo, y puede ser peligroso. No lo constituye como sacerdote. Estas actividades sacerdotales son totalmente inaccesibles a los laicos. Ellas marcan una separación radical. Son dos modos de vida totalmente separados, pues entre lo profano y lo sagrado no hay comunicación. Durante tres siglos se construyó un edificio destinado a consolidar y garantizar el aislamiento del sacerdote que era el ideal que debía ser preservado de cualquier manera. Había la teología del sacramento del Orden. Metafísicamente sacerdote y laico eran dos realidades diferentes. En su ser metafísico el sacerdote era diferente del laico. Esta separación metafísica debía tener sus aplicaciones en la práctica. La preparación para el sacerdocio tenía por finalidad separar al sacerdote del mundo exterior. El candidato al sacerdocio aprendía la filosofía y la teología escolásticas, que eran incomprensibles para las personas de afuera, y lo tornaban incapaz de entender los pensamientos de los otros. Los estudios levantaban una barrera que impedía cualquier comunicación. El padre no podía dialogar, él debía sólo enunciar la verdad de la cual era depositario, suponiendo que los otros entendiesen. Así fueron los misioneros de la Colonia: enseñaban en portugués a los indios que no los podían entender, para explicarles que debían someterse a lo soldados del rey que era el Gran Maestro de la Orden de Cristo y tenía delegación del Papa para imponerle sus órdenes. Los seminarios eran hechos para aislar. Eran como un monasterio autosuficiente. Los alumnos no tenían necesidad de salir. Tenían todo en la casa. Estaban bien protegidos contra cualquier contacto mundano que los pudiese contaminar. La ley del celibato. Además de eso, fue aplicada la ley del celibato. En los orígenes la razón del celibato es lo sagrado siendo el padre reservado para las funciones sagradas no puede contaminarse con actos sexuales. Esto fue la razón primitiva y ella permanece hasta hoy, aunque hayan sido agregadas otras motivaciones. La base es la oposición entre sexo y sagrado. De esta manera la separación entre clérigo y laico es mayor todavía. Pues el celibato separa de manera simbólica muy fuerte. Separa de todas las mujeres y separa de los hombres casados. Para muchos pueblos la entrada en el mundo de los adultos es el matrimonio. Sin el matrimonio el sacerdote permanece fuera del mundo. Es lo que se pretende fortalecer. Además de eso, el celibato da a los sacerdotes un sentimiento de superioridad notable. Debido a que son célibes, los padres se sienten más santos, más heroicos, moralmente superiores, lo que les atribuye una autoridad moral para definir los valores morales en todos los asuntos. El celibato es como la barrera que separa a los santos de los pecadores. Si el padre se reconoce pecador, es como señal de humildad, es una prueba más de su superioridad moral. No es el caso de los laicos, que son pecadores por esencia. De ahí la convicción en el mundo popular que el matrimonio es sinónimo de pecado. Por esto los sacerdotes no se casan, cree el pueblo simple. En cuanto a los laicos, ya que son pecadores, por definición, el matrimonio es permitido, pero no deja de ser pecado también, un pecado tolerado. Esta convicción todavía puede encontrarse en el mundo popular. Los padres no pueden casarse porque no pueden pecar. Ellos deben ser santos. Todo esto concuerda plenamente con el modelo de sacerdocio que se pretendió inculcar en el siglo XVII. Sin embargo, una vez que nacen dudas respecto a la relevancia histórica de este modelo, todo comienza a ser cuestionado. De ahí que el sentimiento de pérdida de identidad del sacerdote se ha convertido en un problema permanente en la Iglesia de hoy. |
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