César Augusto, bajo cuyo reinado nació Jesús, pronunció una frase célebre: «Pude hacer esas cosas porque, aunque tenía el mismo poder que mis iguales, tenía más autoridad». Se refería el emperador a una cualidad de las personas basada en el mérito propio.
De Jesús nos dicen los evangelios que quienes le escuchaban “quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad”. Marcos apuntilla: “Y no como los escribas”. Por eso la gente se admiraba, creían en él y le seguían. Hoy vemos cómo la actividad de enseñar fue para Jesús la misión central de su vida pública. Pero la predicación de Jesús era muy distinta a la de los otros maestros y esto hacía que la gente se extrañara y se admirara. Los verdaderos Maestros no son predicadores de filacterias en la frente, ni birretes doctorales. Son fundamentalmente catequistas de lo cotidiano, docentes que enseñan cosas de la vida con su forma de vida. Y que, a quienes les interrogan sobre su magisterio, les pueden simplemente proponer: “Venid y lo veréis”. Lo suyo son propuestas, jamás imposiciones esculpidas en pétreas Tablas de la Ley ni dogmas fosilizados que, en lugar de alentar vida, producen estados espirituales de coma. Y, por supuesto, nada de dicasterios curiales para la doctrina de la fe y otras herramientas de inculturación poco respetuosas con el libre albedrío de los creyentes. La religión –mejor, la espiritualidad- no es nunca una manera de pensar sino una forma de vivir. Por eso los Maestros espirituales de Vida, contrariamente a los de Ley, no imponen concepciones monolíticas de la verdad y entienden que no está hecho el hombre para el sábado sino al revés. Por eso insisten constantemente sobre el pluralismo, la idiosincrasia personal y el hecho de que los itinerarios son múltiples y que todos ellos pueden conducir a Roma, La Medina, Jerusalén o Benarés. El verdadero Maestro –como propone hoy la más pura psicoterapia humanista- no da consignas ni consejos. No puede ni quiere decir “qué hay que pensar” ni “cómo hay que obrar”. Su postura espiritual más profunda es la de remitir a cada uno a su propia libertad, a su conciencia, a su responsabilidad personal evitando casamientos por poderes o hacer creer por delegación. En última instancia, lo que hacen es, como proponen hoy grandes pensadores, sustituir la cuestión de “la verdad” por la de “la autenticidad”. Jesús, como Buda, como Gandhi y tantos otros, no es un creador de conceptos ni un teórico especulador. Todos ellos son fundamentalmente hombres de palabra y de acción. O quizás mejor, de palabra en acción: predican con el ejemplo. No proponen modelos teológicos sino de imitación de conducta: “exemplum dedit vobis” y “por sus obras les conoceréis”. Podríamos decir que la verdadera comunicación es la existencial. La que es un reflejo de cómo vivimos lo que decimos. Expertos en la materia nos señalan que el grado de credibilidad de una persona nos llega en un 2% por lo que decimos (comunicación verbal), en un 27% por el cómo lo decimos (comunicación no verbal) y en un 71% por el cómo vivimos aquello que decimos (Comunicación conductual). Quien sólo habla desde lo que sabe, llega a sus oyentes en formato de postal. El que comunica existencialmente les introduce en su personal paisaje, repleto de vida que engendra vida, y de fenómenos naturales. Una conocida anécdota de Gandhi nos evidencia esta eficaz manera de enseñar. Lo hacía a las orillas del Ganges cuando se le acercó una humilde aldeana con un niño de la mano. “Maestro, le dijo, me gustaría que dieras un consejo a mi hijo, que padece diabetes.” Gandhi le respondió: “¿Podrías acercarte dentro de quince días y yo te atenderé?” Cuando volvió y una vez escuchada su petición, la señora le preguntó sorprendida: “¿Por qué Maestro en esta ocasión has dado el consejo a mi hijo y el otro día no?” A lo que el gran Maestro de vida le respondió: “Porque hace dos semanas yo era adicto también a las golosinas y me ha llevado una quincena quitarme mi adicción”.
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Ante el modo de enseñar de Jesús, la gente quedaba “asombrada”. Y el autor del evangelio lo atribuye al hecho de que “enseñaba, no como los letrados, sino con autoridad”.
Generalmente, la gente queda asombrada cuando el mensaje que oye le suena a “nuevo” y, al mismo tiempo, encuentra “eco” en su interior. Y eso ocurre porque quien habla “conecta” con la realidad que, aunque quizás dormida, habita ya en los oyentes. Si no hay novedad, no es fácil que se produzca asombro; la rutina provoca sólo, según los casos, sueño, autosatisfacción o enardecimiento (cuando los eslóganes conocidos fomentan el fanatismo). Pero si es sólo “novedad”, el asombro será superficial y pasará tan rápidamente como llegó. Y ése no parece que fue el caso de Jesús. La gente que lo escucha queda “asombrada”, porque se ha sentido “tocada” por lo que dice el maestro: éste ha sabido “poner palabras” a lo que ellos ya sentían o intuían, aun sin haberlo hecho consciente. A este modo de hablar, Marcos lo llama “enseñar con autoridad”. “Autoridad” es lo opuesto a imposición. Del latín “augere”, significa “aumentar” y, en cierto sentido, aupar. Más allá de los términos, cuyo valor es siempre limitado, en sociología suele distinguirse entre “autoridad” y “poder”: este último se basa en la fuerza; aquélla, en el carisma personal o en el reconocimiento merecido por el propio comportamiento. Uno busca la sumisión; la otra no tiene más objetivo que el bien de la persona y su crecimiento. Ante el poder, el oyente puede sentir miedo; ante la autoridad, confianza y ánimo. El propio evangelista contrapone el modo de enseñar de Jesús con el de los letrados. Estos eran los “teólogos oficiales” del judaísmo. Al parecer, su enseñanza no provocaba asombro. Probablemente, lo que hacían era repetir las palabras de la Torah y las interpretaciones recibidas de doctores anteriores a ellos. Eso es un ejercicio de erudición, que suele dejar fríos los corazones de los oyentes. Se transmite doctrina, pero no hay vida; no se sale de la ortodoxia, pero falta experiencia personal de lo que se habla y “novedad” que nace de la hondura. Los “letrados” de todos los tiempos y latitudes tienden a ofrecer “doctrina enlatada”, a la que asienten cansinamente los fieles, pero que no aporta nada nuevo. Suele ser un recitado de conceptos aprendidos, adornados con opiniones de letrados anteriores o de superiores jerárquicos, como si la falta de experiencia de lo que se dice se quisiera compensar con la multitud de citas de otras “autoridades”. En un trabajo reciente, el teólogo jesuita Aloysius Pieris afirma que el enfoque escolástico, para hablar de la espiritualidad, no es más que la propia timidez escondiéndose tras la autoridad de fuentes secundarias. Y comenta que Ignacio de Loyola se lamentaba de que el estudio de la teología escolástica había secado su corazón, por lo que recomendaba el estudio de la teología positiva o afectiva de los Padres de la Iglesia. En cualquier caso, el verdadero maestro habla de lo que ha visto y experimentado. Por eso, se atreve a hacerlo en primera persona. Ha pasado por un proceso en el que ha experimentado la prueba, aprendiendo a “poner nombre” a lo que iba viviendo. En ese recorrido, ha sido llevado a honduras que, sin pretenderlo, le permiten conectar con las vivencias más profundas de las personas que, a su vez, se sienten reconocidas y “leídas” en su interior. Es comprensible: en lo hondo, todos estamos ya conectados; como los islotes que aparecen separados en la superficie, pero que en realidad comparten la misma tierra común en niveles subterráneos; como los pozos que vemos igualmente separados, pero que no son sino portadores de la misma agua que, subterráneamente, los “une” a todos. Javier Melloni habla de las “tres etapas” por las que pasan las religiones: la chamánica, la sacerdotal y la de sabiduría. La primera está caracterizada por la novedad, que aporta el “iniciador” de la misma. La segunda, por la repetición que busca conservar lo recibido: es la tarea del clero. La tercera, finalmente, por la interiorización del mensaje, que hace superflua tanto la rigidez de la etapa anterior como el rol del “clero” como una clase separada. Según este esquema, parece claro que en la segunda de esas etapas no puede haber novedad; más aún, todo lo que suene a nuevo será visto como peligroso y, con frecuencia, perseguido. La prioridad, en esa etapa, consiste precisamente en no alterar nada de lo recibido de la tradición anterior. Indudablemente, esta rigidez otorga seguridad –“siempre se ha hecho así”-, a la vez que poder a la clase sacerdotal, encargada de la vigilancia doctrinal u ortodoxia. Pero conlleva el riesgo de esclerotizarse, alejándose cada vez más de la vida y de las preocupaciones de las personas. El contraste, por tanto, es patente: el maestro espiritual –en nuestro caso, Jesús- es alguien que crea algo nuevo; la clase sacerdotal, por el contrario –incluso siendo sucesora de ese mismo maestro-, busca por encima de todo conservar. El mensaje de ésta tiende a ser, por su propio papel, reiterativo y rutinario; el del maestro, sin embargo, por más veces que se le escuche, siempre sabe a nuevo. Se comprende también que, precisamente por enseñar algo “nuevo”, Jesús fuera acusado de “blasfemo” por la autoridad sacerdotal, que no cejó hasta conseguir que fuera ejecutado. Parece que nos encontramos en un momento en el que podemos superar la segunda etapa –de la rigidez doctrinal-, gracias a lainteriorización del mensaje de Jesús. Si lo hacemos, conectaremos con aquella misma novedad del maestro –expresada hoy, lógicamente, en nuestro propio lenguaje o “idioma cultural”-, y podremos llevar algo de luz y de calor a tanta gente que busca, porque se sentirá “alcanzada” en su corazón. Esto requiere que, siguiendo a nuestro “maestro interior”, pasemos por la experiencia, recorriendo nuestro propio camino espiritual. Ese camino nos conducirá más y más a nuestro “centro”, ese centro que compartimos con todos los seres. Por eso, cuando hablemos desde él, notaremos vibrar los corazones de quienes nos escuchan. El evangelista escenifica el “enseñar con autoridad” de Jesús en un relato de exorcismo. Más allá de las explicaciones que se puedan dar de este fenómeno (he intentado resumirlas en el libro Sabiduría para despertar. Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos, Desclée de Brouwer, Bilbao 2011, pp. 57-58), parece claro que “habla con autoridad” quien es capaz de domeñar sus propios “demonios interiores”, todo aquello que tiende a arrebatarnos la libertad interior: nuestros miedos, necesidades, mecanismos o funcionamientos que nacen del ego y giran en torno a él. Por eso, “hablar con autoridad” implica una desapropiación del propio ego. Y así comprendemos las tres características básicas de un maestro espiritual: la experiencia personal, la humildad y la coherencia o integridad. Tres rasgos que caracterizaron también al maestro de Nazaret, tal como se recoge en los textos: · “Doy testimonio de lo que he visto” (Juan 3,32). · “Aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón” (Mateo 11,29). · “Sabemos que eres sincero… y muestras con verdad el camino” (Marcos 12,14). En la primera lectura (Dt 18,15-20), Moisés, después de convencer a los israelitas de que Dios les hablaba desde la formidable tormenta del Sinaí, con voz de trueno y les miraba con los ojos encendidos del rayo, les promete que no va a meterles más miedo. Pero eso sólo será posible si prometen hacerle caso a él y a los profetas. Les habla de una figura profética que liberaría de verdad al pueblo, como el mismo Moisés lo había liberado de Egipto.
Los primeros cristianos vieron en Jesús a ese profeta. Era la figura tantas veces anunciada y siempre esperada por el pueblo de Israel. Esa identificación garantiza que las palabras de Jesús son las palabras de Dios. Esta es la clave para interpretar todo el mensaje del evangelio de Marcos. Hablará con la autoridad propia del mismo Dios. Sus palabras tendrán la fuerza creadora y sus acciones serán liberadoras como las acciones del mismo Dios. Pablo (1Cor 7,32-35), con una visión de Dios muy cercana a la del “Jupiter tonante” del Sinaí, llega a la conclusión de que preocuparse del marido, o de la mujer o de los hijos, es alejarse de Dios. El Dios de Jesús es muy distinto. El mensaje de Jesús nos dice que a Dios sólo se puede ir a través del hombre. Buscar a Dios prescindiendo del prójimo es idolatría. Creer que el tiempo dedicado a las personas es tiempo negado a Dios es una trampa. CONTEXTO Estamos en el primer día de actividad de Jesús. Su primer contacto con la gente tiene lugar en la sinagoga. Es un signo de que la primera intención de Jesús fue enderezar la religiosidad del pueblo que había sido tergiversada por una interpretación opresora de la Ley. Por dos veces en el relato se hace referencia a la enseñanza de Jesús, pero no se dice nada de lo que enseña. Se habla de la obra. Lo que Jesús hace es liberar a un hombre de un poder opresor, el espíritu inmundo (contrario al espíritu santo). La clave es que Jesús libera, cuando habla y cuando actúa. La buena noticia que anuncia Marcos es la liberación, en dos direcciones: de las fuerzas del mal (espíritu inmundo); y de la fuerza opresora de la Ley, explicada de una manera alienante por los fariseos y letrados (no como los letrados). La intención de Marcos es que la gente se haga la pregunta clave: ¿Quien es Jesús? Lo que acabamos de leer y todo lo que sigue en este evangelio, será la respuesta. EXPLICACIÓN En el evangelio el acercamiento a Jesús produce asombro. Si hemos perdido nuestra capacidad de asombro ante la buena nueva de Jesús, es que no lo hemos descubierto de verdad. En el evangelio, la admiración de la gente va en dos direcciones. Por una parte se asombran de su enseñanza y por otra, quedan estupefactos al ver la curación del hombre. En Jesús, la predicación y la acción son inseparables. “Les enseñaba como quien tiene autoridad”. Hoy la palabra clave es “exousia”. No es nada fácil penetrar en el verdadero significado de este término. Lo primero que deberíamos hacer es distinguirlo de “dynamis”. Esta distinción es relativamente fácil: “Dynamis” sería la fuerza bruta que se impone a otra fuerza física. “Exousía” sería la capacidad de hacer algo en el orden jurídico, político, social o moral, siempre en un ámbito interpersonal. La palabra griega significa, además de autoridad, facultad para hacer algo, libertad para obrar de una manera determinada. Otra característica de la “exousía” es que la persona la puede tener por sí misma o recibirla de otro que se la otorga. Dando esto por supuesto, todavía nos queda mucho para saber, en concreto, qué quiere decir el evangelista cuando le aplica a Jesús esa “autoridad”. Se trata de una autoridad que no se impone, de una potestad que se manifiesta en la entrega, de una facultad de acción que se pone al servicio de los demás. Sería la misma autoridad de Dios dándose a todas sus criaturas sin necesitar nada de ninguna de ellas. El concepto de Dios “todopoderoso” que exige un sometimiento absoluto, nos impide entender la exousía de Jesús. Sólo desde la experiencia del Dios-Amor de Jesús podremos entenderla. Jesús enseñaba con autoridad, porque no hablaba de oídas, sino de su experiencia interior. Trataba de comunicar a los demás sus descubrimientos sobre Dios y sobre el hombre. Los letrados del tiempo de Jesús (y los letrados de todos los tiempos) enseñaban lo que habían aprendido en las Escrituras. De todas ellas tenían un conocimiento perfecto, y tenían explicaciones para todo, pero el objetivo de la enseñanza era la misma Ley, no el bien del hombre. Se quería hacer ver que el objetivo de Dios al exigir los preceptos, era que le dieran gloria a Él, no la plenitud del mismo ser humano. Lo que dejó atónitos a los oyentes de Jesús fue el ver que su enseñanza no era así, sino que hablaba con la mayor sencillez de las cosas de Dios tal como él las vivía. Su experiencia le decía que lo único que Dios quería, era el bien del hombre. Que Dios no pretendía nada del ser humano, sino que se ponía al servicio del hombre sin esperar nada a cambio. Esta manera de ver a Dios y la Ley no tenía nada que ver con lo que los rabinos enseñaban. Todos los problemas que tuvo Jesús con las autoridades religiosas se debieron a esto. Todos los problemas que tienen los místicos y profetas de todos los tiempos con la autoridad jerárquica responden al mismo planteamiento. Jesús se decanta por el hombre que resulta liberado del dios araña que intenta chuparle la sangre. Naturalmente si Dios no es exigente, si Dios no quiere nada para sí, ¿en nombre de quién pueden exigir tantos sacrificios sus representantes? Cállate y sal de él. La expulsión del “espíritu inmundo” refleja desde el principio, el planteamiento del evangelio como una lucha entre el poder del bien y el poder del mal. Bien entendido que “mal” es toda clase de esclavitud que impide al hombre ser él mismo. Nadie se asombra del “exorcismo”, que era corriente en aquella época. Lo que les llama la atención es la superioridad que manifiesta Jesús al hacerlo, demostrando así quién es. Jesús no pronuncia fórmulas mágicas ni hace ningún signo estrafalario. Simplemente con la autoridad de su palabra obra la curación. APLICACIÓN Hablar con autoridad hoy sería hablar desde la experiencia personal y no de oídas. Lo único que hacemos, también hoy, es aprender de memoria una doctrina y unas normas morales, que después trasmitimos como papagayos, como se trasmite la lista de los reyes godos. Eso es lo que no funciona. En religión, la única manera válida de enseñar es la vivencia que se trasmite por ósmosis, no por aprendizaje. Esta es la causa de que nuestra religión sea hoy completamente artificial y vacía, que no nos compromete a nada porque la hemos vaciado de todo contenido vivencial. “Espíritu inmundo” sería hoy todo lo que impide una auténtica relación con Dios y con los demás. Fijaros hasta qué punto estamos todos poseídos por espíritu inmundo. Esas fuerzas las encontramos tanto en nuestro interior como en el exterior. Nunca, a través de la historia, ha habido tantas ofertas falsas de salvación. Una de las tareas más acuciantes del ser humano, es descubrir sus propios demonios; porque sólo cuando se desenmascara esa fuerza maléfica, se estará en condiciones de superarla. Con esta perspectiva veremos que la tarea fundamental de Jesús es librar al hombre del maligno. Una importante tarea en esta liturgia, sería descubrir nuestras ataduras y tratar de desembarazarnos de ellas. Todos estamos poseídos por fuerzas que no nos dejan ser lo que desearíamos ser. Hoy sigue habiendo mucho diablo suelto que tratan por todos los medios de que el hombre no alcance su plenitud. La manera de conseguirlo es la manipulación para que no consiga alcanzar libremente su plena humanidad. Toda nuestra vida debería ser un acopio de autoridad para ayudar al hombre a liberarse de todos sus demonios. Jesús emplea su autoridad, no contra los hombres, sino contra las fuerzas que los oprimen. ¡Qué ejemplo para imitar si de verdad queremos ser cristianos! Como individuos, como comunidad y como Iglesia, estamos siempre tratando de aumentar nuestra “autoridad”. Pero, ¿para qué? Si intentamos estar por encima de los demás para someterlos a nuestro capricho, aunque sea bajo pretexto de hacer la voluntad de Dios o de buscar el bien de los demás, estamos en la antípoda del evangelio. Como Jesús, tenemos que luchar a brazo partido contra todas las fuerzas que oprimen al hombre y no le dejan desarrollar su verdadero ser. En el evangelio de Marcos, Jesús deja muy claro, desde el primer día, que los enemigos del hombre son los únicos enemigos de Dios. Un dios que exige al hombre sacrificarse por él, no es el Dios de Jesús. La gloria de Dios y el bien del hombre, son una misma realidad, mejor dicho son la única realidad. La teología, la liturgia, todas las normas morales tienen que tener como fin ayudar al hombre a ser él mismo. “El sábado está hecho para el hombre, no el hombre para el sábado”. El defender este principio le costó la vida a Jesús. Meditación-contemplación La “autoridad” de la que nos habla hoy el evangelio, es la única que viene de Dios. Toda autoridad que se ejerce desde el poder, y más que ninguna otra la religiosa, viene del diablo. …….. Todos debemos desplegar la autoridad que Dios nos concede. La autoridad que da el saber que Dios está en lo hondo de tu ser. La absoluta confianza de saber que tienes capacidad para amar como Él ama y liberar como Él libera. ………………….. Tu tarea primera como ser humano, es liberarte de todo lo que te impide ser humano. La segunda, es ayudar a los demás a liberarse de todos los demonios que andan por ahí sueltos. El Evangelio de Marcos tiene una estructura que revela bien su intención. En el primer capítulo se presenta a Jesús, a partir del testimonio de Juan: pasada la experiencia de oración y ayuno, y la tentación, en la montaña, llama a los primeros discípulos y empieza su ministerio: recorre Galilea enseñando en las sinagogas y curando toda clase de enfermedades.
En esta parte, Marcos va alternando los discursos con las curaciones, en un mensaje claro: "Esta es su autoridad: él viene de parte de Dios". El texto de hoy presenta como un resumen programático: las palabras y las obras. Y ambas cosas producen admiración. Las palabras, porque son algo nuevo, diferente de la enseñanza de los escribas, en contenido y en autoridad. Los escribas no hacían otra cosa que comentar La Ley y Los Profetas. Jesús "es diferente". Y el pueblo está sorprendido. Y además, Jesús avala sus enseñanzas con curaciones sorprendentes, tenidas por la gente como milagros. Por tanto, el mensaje de este comienzo del evangelio de Marcos se refiere ante todo a "autentificar a Jesús": "éste es El Profeta anunciado", se nota en sus obras y en sus palabras. Dios está con él, es necesario creerle. Pero es conveniente analizar un poco más la escena, porque tiene significados profundos. Se trata de la reunión ritual de los judíos, el sábado, en la sinagoga: se lee y explica, por parte de los escribas, la Ley, como enseñanza "autorizada". Jesús y su grupo, como personas piadosas, acuden; pero Jesús, sin ser escriba, pasa a enseñar. Se indica así lo "oficial" de la predicación de Jesús. En contraposición a los escribas, Jesús muestra "otra autoridad", sin basarse en otros maestros o tradiciones, no como mero repetidor de la Ley, sino con autoridad propia. Nosotros la Iglesia no hemos subrayado lo suficiente la enorme distancia que hay entre Jesús y el Antiguo Testamento. Haríamos bien en recordar lo del vino nuevo y los odres viejos. Pero me temo que a buena parte de la Iglesia le gusta más vivir en el Antiguo Testamento: por ejemplo, les gusta mucho más el culto esplendoroso que la Cena del Señor, la teología metafísica que las parábolas. Esta autoridad se ve refrendada por sus curaciones, en este caso de un "poseído por un espíritu impuro". En el NT aparecen con frecuencia personas afectadas de males morales, presiones internas que son superiores a ellos, que les hacen no ser dueños de sí mismos. Se les considera poseídos por "espíritus", y estos espíritus son considerados "inmundos", es decir, opuestos al Señor, alejadores de Dios. Jesús se muestra como un poder liberador de las personas respecto de esos espíritus, capaz de devolver a la persona su libertad, su capacidad de ser dueño de sí mismo. Su autoridad se manifiesta más aún por cuanto la curación se verifica con la sola fuerza de su Palabra. Por lo demás, Jesús está curando en sábado. Empieza, ya desde el principio, una costumbre de Jesús que va a llegar a resultar "agresiva". El cumplimiento del descanso sabático era tan estricto que curar en sábado se consideraba como quebrantar la Ley. Jesús pasará una y otra vez sobre esta prohibición, y este será un tema de grave enfrentamiento con las autoridades religiosas. Todos los textos son un ejemplo bonito de provisionalidad. Está en el fondo la semilla de la Palabra, pero arropada -mal- en las creencias y deficiencias del momento. En el texto del Deuteronomio: Yahvé es temible. Hace falta un intermediario, el profeta. Los que no le escuchen serán castigados: el falso profeta morirá. En el texto de Pablo: Los últimos tiempos. No merece la pena ni casarse. Se sirve mejor a Dios en el celibato. En el Evangelio: "Una doctrina nueva". Prodigios para demostrar poder… Ninguna de estas afirmaciones son aceptables sin más. · Dios no es terrible. · El único intermediario es Jesús, pero no porque ver a Dios resulte mortal. · No se está acabando la historia: el matrimonio y "las cosas del mundo", y toda nuestra vida, forman parte de nuestra misión y tienen -todas las actividades- el mismo valor: cumplir "mi" misión. · Los milagros no son una manifestación del poder del Amo sino de la voluntad de curar del Libertador. Puede parecer sorprendente que apliquemos esta noción de "provisionalidad" tanto al Antiguo como al Nuevo Testamento. Sin embargo, así es. "Los testigos" ven y oyen a Jesús, creen en él y nos cuentan lo que han visto y oído, y su fe. Y la Palabra está ahí, una vez más, encarnada. Si los testigos fueran daltónicos, nos describirían a Jesús en blanco y negro. Lo que los testigos nos cuentan es lo que pueden captar. Pero el Espíritu sigue animando a la Iglesia; el pueblo peregrino avanza en el conocimiento de Dios. No entiende lo mismo Moisés que Isaías, ni Juan Bautista que Pedro, ni Juan Evangelista que nosotros. Y no porque seamos más listos o tengamos más medios, sino porque el Espíritu de Jesús sigue trasformando a la Iglesia. De aquí sacamos consecuencias importantes para nuestra vida, bien representadas las dos en frase de la gente sobre Jesús: "¿Quién es éste, qué es esto...?". ¿En quién creemos, en qué creemos? ¿Creemos en un taumaturgo que arregla los males del mundo por arte de magia? ¿Por qué hacían milagros los apóstoles y no los hacen los obispos? ¿Sólo porque ellos tenían más fe? ¿Creemos en una Palabra de Dios dictada al oído a los autores sagrados, sin posibilidad de sombra de error o interpretación? ¿Creemos en Jesús Dios con apariencia de hombre, lleno de poder, que simula ser como nosotros? ¿Creemos en un Dios terrible, al que tenemos acceso por intermedio de elegidos que se interponen entre el pueblo y El Amo? ¿Creemos que las cosas corrientes de la vida son inútiles para el Reino de Dios? Creemos que todo lo que los hombres pueden entender de Dios está dicho en Jesús. Y no entendemos más, aunque tenemos más preguntas. Creemos que Religión no es lo extraordinario, sino el sentido y valor de lo ordinario. Creemos que todos los hombres van entendiendo mejor a Dios. Creemos que en eso consiste nuestra vida: en caminar hacia más conocimiento, fiados en Jesús, la Palabra. Pero podemos estar confusos: ¿por qué recibimos unas cosas de la Escritura y otras no, o unas más y otras menos?. ¿No corremos el riesgo de entender la Palabra de Dios a nuestra conveniencia? En efecto, corremos ese riesgo, e incluso caemos en él, como cayó Pedro y Pablo y todos. El riesgo está en aceptar lo que nos parece razonable. El acierto está en compararlo todo con las líneas claras, profundas, de Jesús: · vemos como "provisional" el Dios terrible del Sinaí porque Jesús nos ha mostrado a "Abbá", · vemos como insuficiente la fe en Jesús "ser divino de apariencia humana con poderes mágicos", porque le hemos visto nacer de María y morir en la cruz... · Y sabemos que nuestra tentación es siempre aceptar lo que nos parece razonable; y sabemos que lo sensato es ir a buscarle a él, a ver cómo es. Uno de los aspectos del evangelio que más nos molestan hoy son, quizá, los milagros. No estamos dispuestos a aceptar lo maravilloso, probablemente porque nuestro pensamiento tiene mucho de exclusivamente racional, exclusivamente científico. Incluso a algunos nos parecería más aceptable el Evangelio sin milagros, porque nos resulta más verosímil. Y sin embargo, los milagros están ahí, nos guste o no. No todas las narraciones de milagros que hay en los evangelios son crónicas de sucesos que ocurrieron: algunos son fruto de la exageración legendaria, otros tienen sentido simbólico. Pero muchas sí que son narraciones de sucesos. Y es histórico que muchas de estas actuaciones de Jesús fueron interpretadas por la gente como milagros. Las personas "poseídas por malos espíritus" eran enfermos, desde luego. Y Jesús las curaba. Y muchas veces sin tratamiento, sin contacto físico. Si estas cosas no nos gustan, es nuestro problema. Se trata de creer en el Jesús que existió, no de que nos guste o no. La política se refiere a todo lo que supone la convivencia humana individual y comunitaria. La teología abarca esa aconvivencia pero bajo la perspectiva de Dios, que exploramos y hacemos nuestra con la razón, la ciencia, la ética , las religiones y el evangelio de Jesús. Relacionar ambos campos es tarea que compromete nuestra búsqueda y quehacer históricos. Nada, por tanto, queda ajeno a nuestro mirar, juzgar y actuar político-teológico.
Delincuentes contra juez. Benjamín Forcano La que estamos presenciando es una forma de corrupción la más indignante y escandalosa. Puede uno imaginarse las presiones realizadas para lograr que los que debieran estar en el banquillo se hayan constituido, a través de su abogados, en acusadores del Juez Instructor Baltasar Garzón. Más asombroso resulta que se les haya dado crédito por el Tribunal Supremo pasando por encima de la investigación del Juez de la Audiencia Nacional. Nadie niega el delito de corrupción de Correa y Pablo Crespo, su intento de blanquear 20 millones de euros desde la cárcel valiéndose de abogados vinculados a la trama con indicios de colaboración , la probada legitimidad de Garzón para intervenir conversaciones delictivas de estos presos y su esmero por preservar su derecho a la defensa, el testimonio de policías, jueces y fiscales avalando su decisión. Esto no obstante, en contra de la jurisprudencia aplicada en casos semejantes a otros jueces, a éstos nunca se los procesó y sí a Garzón. A nadie le pasará desapercibida esta complicidad entre corruptos y jueces decididos a liquidar a Garzón. Las tres Instrucciones que el Tribunal Supremo ha admitido para declararle prevaricador y violador de las garantías constitucionales se han demostrado tan inconsistentes, que uno no tiene más remedio que pensar que han intervenido otras razones. Razones seguramente inconfensables, pero innegables y, al parecer, de peso cuando llevan a jueces a perder su imparcialidad e independencia. Sorprendentemente, en este caso la solidaridad corporativa se vuelve contra un compañero, juez estrella, porque ha osado actuar marcando un porte excepcional de competencia y libertad, fuera de lo común. O porque ha herido honores e intereses de un partido , al que no se lo puede cuestionar ni manchar, por más que estén manchados destacados miembros suyos. Se podrán inventar todas las artimañas posibles para acabar con la honorabilidad de Garzón, pero la buena gente, el pueblo, sabe lo que él es : “La justicia ha hecho de mí lo que soy como persona y como profesional”. Por ser un caballero al estilo del Quijote, Garzón sabe “que tiene envidiosos de su virtud y valentía a muchos príncipes y a muchos otros caballeros, que procuran por malas vías destruir a los buenos”. Pero, “los grandes hechos serán escritos en eternos mármoles por más que se canse la envidia de oscurecerlos y la malicia en ocultarlos y serán esos mismos caballeros quienes, a despecho de la mesma envidia, pongan su nombre en el templo de la inmortalidad”. OTROS TESTIMONIOS . Manuel Rivas: “El juicio a Baltasar Garzón recuerda un medio ambiente forzado, decadente, un estado de penumbra legal y moral, donde el juzgado es el justo, el capitán que nunca abandonó un barco. En el caso del juez que encausó a Pinochet y más ha luchado contra el narcotráfico, el terrorismo y la corrupción, no estamos ante un dilema entre dos formas de entender la justicia, o entre un choque entre dos bloques jueces: conservadores versus progresistas. No. El dilema es entre justicia e injusticia ¿Por qué se ha llegado hasta aquí? Cuando se confunden el día y la noche, no hay mucho lugar para los por qués . Por ahora, conformémonos con una pista bíblica: el pisotón de Pepe a Messi en el Bernabeu” (Manuel Rivas, poeta, ensayista y periodista, EL Pais, 21 de enero de 2012) . Javier Pérez Royo: “¿Puede existir el delito de prevaricación cuando la interpretación de la voluntad general que hace la resolucón que se considera prevaricadora ha sido compartida por el Ministerio Fiscal y cuando es la misma interpretación que de la ley están haciendo otros jueces y magistrados? La respuesta se impone por sí misma. Nunca puede admitirse a trámite una querella por prevaricación cuando la interpretación de la ley por el juez es compartida por otros órganos jurisdiccionales o por el Ministerio Fiscal que tiene que intervenir preceptivamente en el asunto que se trate. Ni siquiera aunque no fuera compartida por el Ministerio Fiscal o por otros órganos jurisdiccionales , siempre que la motivación encajara dentro de los límites de la interpretación jurídica. Pero cuando es compartida mucho más. Es la prueba del nueve de que el delito no ha podido ser cometido” ( Javier Pérez Royo, jurista y catedrático de Derecho Constitucional) . Jorge Trias Sagnier: “ Garzón, ¡qué osadía!, se había atrevido a mirar las cuentas de un partido. El juez no debió de calcular sus fuerzas, y fue una buena ocasión para cargar contra él en una extraña alianza entre jueces y políticos para acabar con la “fama” de quien tanto odiaban. Unos por corporativismo y otros por meter las narices donde apestaba. Casi nadie salía en su defensa. Para apuntalar la cacería se abrió un nuevo frente: la historia rocambolesca de la financiación irregular de actividades de Garzón en una universidad americana por el banco de Santander. Yo no conozco un solo juez o magistrado, de la instancia que sea, que no haya cobrado en cursos o conferencias financiadas por instituciones bancarias, compañías de seguros, fundaciones de partidos o despachos profesionales. Ni uno. Y no doy nombres e instituciones porque no resulta trascendente ni creo que afecte a la independencia de los jueces a la hora de juzgar. ¡Ah!, pero en el caso de Garzón sí resultaba trascendente. Y los mismos jueces que le tiraban las piedras eran los que escondían sus manos. Pero había que matar al lobo para calmar la rabia. Y la rabia estaba en la investigación de las finanzas populares. Al final, el que se ha sentado en el banquillo ha sido el juez Baltasar Garzón. ¿Es esto la justicia que tan hermosamente se describe en el Título VI de la Constitución? Si no fuera porque no tengo otro medio de vida que mi profesión, en la que ahorré poco y di mucho, mañana mismo colgaba la toga” (Jorge Trias Sagnier, abogado y exdiputado del PP, El País, 17 de enero de 2012). Los roces entre la jerarquía católica y el PP revelan la confusión entre lo civil y lo religioso
¿Por qué decide un alcalde sobre el pregón en la catedral? Polémicas ideas episcopales sobre la mujer y los gais Dos arzobispos se desdicen de sus polémicas declaraciones En la terminología teatral, meterse en un jardín alude al lío que ocasiona un actor cuando pierde el hilo de su papel y trata de recuperarlo inventándose frases, de tal manera que llega a comprometer el texto del resto de los interpretes enredando por completo la situación. La frase está en desuso; ya no hay, apenas, jardines laberínticos. En política, también en la eclesiástica, todo suele ser doctrina estable o protocolo. Los partidos lo llaman argumentario, al que un cargo responsable debe atenerse si no quiere líos. Pero, en ocasiones, casi siempre sin querer (eso suelen decir los protagonistas), surge la frase del sobresalto, y se desata la polémica. Es lo que les ha ocurrido estos días a los arzobispos de Valladolid, Ricardo Blázquez, y de Tarragona, Jaume Pujol, y al obispo de Córdoba, Demetrio Fernández. Por partes. El arzobispo Blázquez está en la picota por decir en un almuerzo con periodistas que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, no es la persona adecuada para pronunciar el pregón de Semana Santa de Valladolid. El acontecimiento se producirá en la catedral y resulta que la vicepresidenta, madre reciente, no está casada como Dios manda, según la Iglesia católica, sino solo por lo civil. Además, el arzobispo no fue consultado sobre esa designación. La situación se complica porque la poderosa vicepresidenta lo es de un Gobierno de derechas, plagado de católicos militantes y apoyado por un partido, el PP, democristiano de origen. Las palabras del arzobispo Blázquez, por tanto, sugieren un encontronazo entre supuestos correligionarios. También desvelan el alejamiento de la jerarquía del catolicismo respecto al sentir mayoritario de la sociedad, incluso la más conservadora. Hace años que en España se celebran más matrimonios solo civiles que eclesiásticos. En 2009 hubo 175.167 bodas, de las que el 64,3% no necesitó cura ni altar, es decir, fueron uniones civiles. Fue la primera vez que esa opción superó a las bodas por el rito católico (80.174). Hubo apenas otras 785 uniones de otras religiones. Hace años que se celebran en España más bodas civiles que religiosas La tendencia a la baja de los matrimonios católicos, más las peticiones de nulidad sobre los ya celebrados y el aluvión de divorcios también entre sus fieles, tiene alarmado al Vaticano. Los obispos, además, sufren la presión de fieles católicos que, pese a tener que divorciarse, les reclaman volver a casarse y seguir en comunión con sus parroquias. Blázquez se ha quejado, además, de que la observación del prelado sobre Sáenz de Santamaría fue inducida por un periodista y transmitida incorrectamente. El asunto se complica porque el prelado se expresó ante los periodistas convencido de que hablaba off the record. Así lo ha explicado su gabinete de comunicación. Hablar off the record (fuera de registro) supone que una declaración se hace con un pacto: para que sepan los periodistas, no para que lo publiquen. Esta es la versión arzobispal, muy resumida: “Durante la sobremesa, los periodistas se interesaron por el pregón, sobre todo, por la pregonera. Periodista: “¿Qué opinión le merece que doña Soraya Sáenz de Santamaría, casada civilmente, sea la pregonera?” Blázquez: “Primero, yo no sabía cuál es la situación matrimonial de ella. Y segundo, esta forma de proceder en la designación del pregonero viene de hace 16 o 17 años. Yo tengo que reconocer, por eso puedo hablar con mayor libertad (da a entender que está en un encuentro off de record), que siendo el pregón en la catedral, comprendiendo también que no es una homilía, sino un género literario con elementos de historia, de cultura, etc., se puede tener una amplitud mayor. Pero, siendo en la catedral y estando presente el obispo…” Muchos políticos quieren subir a los púlpitos en busca de aplauso popular Inducida o no, robada o no por un off the record no respetado, la opinión del arzobispo está en la calle y ha disgustado a tirios y troyanos. Se subraya sobre todo la incongruencia de que sea un alcalde quien designe a quien da el pregón de Semana Santa, fiesta católica por excelencia, y en la catedral, sede del obispo. Se trata de un rescoldo más del viejo nacionalcatolicismo franquista, cuando las cuestiones de moral y buenas costumbres las dictaban por igual el altar y el dictador. Los obispos todavía imponen el crucifijo y la Biblia en las tomas de posesión de los ministros, y muchos políticos se creen con derecho a subirse a los púlpitos en busca del aplauso popular. Es como si un arzobispo pretendiera elegir quién debe encabezar un mitin electoral en las sedes del PP o del PSOE. Dice Ramón Teja, presidente de honor de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones y catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Cantabria: “Al margen de otras consideraciones sobre la actitud de la Iglesia católica respecto a los divorcios, las uniones civiles y otros temas de moral matrimonial, el conflicto es una muestra más de la mezcla e interferencia entre lo civil y lo religioso. Resulta totalmente anacrónico que sea el alcalde quien designe a la persona que debe pronunciar el pregón de la Semana Santa en la catedral. Si se trata de un acto de carácter religioso, debería ser el obispo quien lo designase; si es de carácter civil y literario, el lugar adecuado es el Ayuntamiento o cualquier espacio urbano. Mi sorpresa es mayor al saber que es una costumbre iniciada hace solo quince años, cuando España contaba ya con una Constitución que sanciona el carácter aconfesional del Estado. La clara separación y delimitación de las funciones civiles y las religiosas es la mejor manera de evitar conflictos como el presente, es decir, dando a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César: el Ayuntamiento para el alcalde, la catedral para el obispo”. En el Movimiento hacia un Estado Laico (Mhuel) el desacuerdo es “disgusto”. Dice: “Queremos dejar patente nuestro total disgusto por la elección de la vicepresidenta del Gobierno como pregonera de la Semana Santa. Un cargo institucional no puede ni debe en calidad de cargo público y representativo del Estado ser portavoz de un acto de marcado signo confesional, vulnerando el principio de aconfesionalidad recogido en el artículo 16.3 de la Constitución. La polémica sobre la idoneidad o no de la vicepresidenta por su matrimonio civil es la muestra palmaria de nuestras justas reclamaciones. El mundo de las creencias es privado, el Estado no”. Las teólogas Pintos y Forcades lamentan la exclusión de la mujer del sacerdocio Otro cantar es la irrupción del arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol Balcells, en el jardín de la polémica. Miembro del Opus Dei, este prelado arremetió contra los homosexuales con la idea de que “su comportamiento no es adecuado ni para ellos ni para la sociedad”. Lo dijo en una entrevista en el programa Els matins, en la catalana TV3. También opinó el arzobispo sobre las mujeres y el matrimonio. “A las mujeres de mi iglesia siempre les digo lo mismo: A quien tienes que cuidar más es a tu marido, él es el hijo más pequeño de la casa. Una mujer no puede oficiar porque cada uno tenemos nuestra función. Yo tampoco puedo hacer algunas funciones que hacen las mujeres. No puedo traer hijos al mundo”. Más tarde, el arzobispo pidió perdón “si alguien se ha sentido ofendido”. Preguntado por si no teme que sus palabras contribuyan a aumentar el desapego hacia la Iglesia católica, respondió: “Confío en que no. Una cosa es la dignidad de las personas, y otra su comportamiento: puede estar bien o estar mal y la Iglesia siempre ha dicho que está mal. Me preguntaron y contesté”. Disculpas aparte, las declaraciones del prelado de Tarragona —por lo demás, es la doctrina de todos los obispos, hablen o callen— “describen una sociedad en la que a los individuos se les asigna un rol en función de su género”. Lo dice la teóloga Margarita Pintos de Cea-Naharro, presidenta de la Asociación para el Diálogo Interreligioso de Madrid (ADIM). “Las mujeres deben parir y cuidar hijos, los hombres desempeñar tareas relacionadas con el poder, como el presidir las celebraciones litúrgicas. En cuanto al cuidado, hace al marido menor de edad. Es una manera de hacer responsables a las mujeres de los comportamientos de los hombres. Resuenan aquellas palabras de “si el hombre no encuentra en casa lo que quiere, lo buscará fuera”, que ha sido el piso sustentador de la violencia de género en el ámbito doméstico. No se plantea cuáles son las aspiraciones de las mujeres. Sigue siendo un modelo de relación de pareja entre desiguales y, por lo tanto, patriarcal”. Los cristianos homosexuales acusan al arzobispo Pujol de “poco conocimiento” Sobre la segunda función que el arzobispo adjudica a las mujeres (parir hijos), Pintos cree que se rebaja a las mujeres a hembras valoradas en tanto en cuanto tienen descendencia. “No son consideradas personas con derechos sexuales y reproductivos, que libremente deciden sobre la maternidad. Una sociedad plural e igualitaria está basada en las cualidades personales y no en los roles. Son los carismas, como decía Pablo de Tarso, los que deben regir la comunidad cristiana y no los géneros”. La médica, teóloga y monja de clausura Teresa Forcales, que acaba de publicar La teología feminista en la historia (editorial Fragmenta), sostiene que la situación de marginación de la mujer en la Iglesia es “un escandalo”, pero que “ningún Papa se ha atrevido a prohibir ex cathedra el sacerdocio femenino”. El debate es tan antiguo como el cristianismo romano, y Forcades lo ilustra con nombres femeninos muy sobresalientes. Pese a todo, es como si, a veces, el tiempo no pasase por Roma. El cardenal Antonio Cañizares, cuando era primado de Toledo afeó que la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, tuviese un hijo de soltera, mediante una fecundación in vitro, un método también execrado por los obispos. Cañizares es hoy uno de los ministros del Papa. Volviendo a las declaraciones del arzobispo Pujol, los cristianos homosexuales agrupados en Crismhom (acrónimo de Cristianas y cristianos de Madrid Homosexuales) creen que “son producto del poco conocimiento de la realidad de las personas homosexuales”. Dicen: “Como homosexuales cristianos, vivimos de forma integrada nuestra orientación sexual con todos los demás aspectos de la realidad personal. Separar lo que somos como personas de lo que hacemos no es lo más acertado para hablar de la realidad de la homosexualidad. El comportamiento homosexual no es una realidad moral (como tampoco lo es el heterosexual), sino un reflejo de lo que una persona es, de lo que vive, piensa y siente. Se pueden juzgar moralmente comportamientos concretos o prácticas concretas pero no al comportamiento general de una persona por su orientación sexual. Concluye Crismhom: “Este tipo de manifestaciones no ayuda a la normalización y no discriminación del colectivo LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales). Aunque pedir disculpas siempre se agradece, es más adecuado no expresar opiniones fundadas en estereotipos o apegadas a una tradición que no siempre se ha distinguido por la defensa de la dignidad humana. Todo esto refleja la necesidad de un acercamiento, conocimiento personal de la realidad y de diálogo fluido y fraterno que la jerarquía de la Iglesia debe hacer con las personas homosexuales, pues no es suficiente decir que son hijos de Dios, sino que tienen que sentirse como tales. Invitamos a monseñor Pujol a que se acerque y comparta con cristianos homosexuales su vivencia, y descubrirá que en ellos también se realiza la obra de Dios y dan testimonio de ello con su fe y comportamientos”. Resabios de concubinato A Emilio Castelar le sobresaltaba el empeño de los obispos por “meterse en la cama de los españoles”. Lo dijo tras promover en las Cortes una ambiciosa ley de libertad religiosa y, poco después, otra que legalizó el matrimonio civil. Fue en 1870, mientras los prelados asistían en Roma al Concilio Vaticano I. Horrorizados, regresaron a España para impulsar que la prensa católica saliera con las páginas con bordes negros, en señal de luto; para celebrar oficios expiatorios en las parroquias, y para forzar al clero a negarse a jurar la Constitución de 1869, tal como exigía el Gobierno. En España se acababa de instaurar “el concubinato universal”, predicaban sin cesar. Textual. Lo que la Iglesia romana sostiene sobre el matrimonio viene del concilio de Trento, en el siglo XVI, aunque algunos eclesiásticos parecen creer que la familia y el matrimonio no existían hasta la fundación del cristianismo. Hoy, el matrimonio civil no les escandaliza (aunque lo execran), pero la legalización de las uniones de personas del mismo sexo con el nombre, también, de matrimonio, lo consideraron apenas hace cinco años como lo peor que les había ocurrido en 2.000 años. Otra manía es el sexo. Fue cuestión sin importancia en los primeros años de la Iglesia fundada por el judío Jesús, pero desde san Agustín, el sexo trae de cabeza a los prelados, que ven al hombre empecatado por culpa de la mujer, ser sexuado y tentador. En ese jardín agustiniano se ha perdido el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, en su última pastoral. “Huid de la fornicación”, clama. Según el prelado, la prensa, la radio, la televisión, el cine, incluso algunas escuelas de secundaria dentro de los programas escolares, no paran de “incitar a la fornicación”. Mala cosa si se cree que el hombre (y la mujer) ha nacido para un mundo de lagrimas. Estaba viendo en televisión uno de mis programas favoritos, que trata de temas científicos pero con una intención divulgativa hacia el gran público. El presentador entrevistaba a un neurocientífico, que con sus respuestas iba exponiendo los adelantos en la investigación del cerebro. Las preguntas iban dirigidas hacia cómo interactuaba nuestro cerebro con la realidad cotidiana, cambiante e imprevisible. Era realmente una entrevista apasionante. Hablaron sobre temas como el sentido de la vida, el libre albedrío, las funciones cerebrales, las lesiones...En un momento de la entrevista el entrevistador dijo: Entonces podemos anunciar que hay vida antes de la muerte. Me impactó.
Hacía poco tiempo que había estado en una librería donde tenían una sección dedicada a la vida después de la muerte. Esos libros daban toda clase de detalles y explicaciones, de cómo es en realidad esa vida en "el más allá". Me tomé un tiempo para averiguar lo que decían, y era sorprendente la cantidad de contradicciones que había entre ellos. Los libros pertenecían a diferentes tradiciones religiosas y filosóficas. También algunos exponían la esperanza cristiana tradicional. Aunque no todos los cristianos decían las mismas cosas en este espinoso tema. Cuando vi el programa al que antes me refería, me vino al pensamiento que la fe cristiana es más que eso. No entro ahora a valorar las diferentes explicaciones de la Esperanza tras la última frontera. Lo que quiero decir tiene mucho que ver con lo que apareció en aquella entrevista. No hay que esperar a morir para darnos cuenta de qué va la vida. La idea es que la Vida que nos propone Jesús tiene que ver con el ahora, con antes de morir. Podemos decir que la Vida Eterna tiene que ver con una cualidad, que puede ser experimentada ahora. Pero ¿en qué consiste esa vida antes de la muerte? Como cristianos buscamos una respuesta en aquel que es el criterio de nuestra fe. Y leemos en el evangelio según Juan unas palabras que nos ilumina: " Jesús se dirigió de nuevo a los judíos y les dijo: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8,12) Jesús nos está diciendo varias cosas con estas palabras. Nos dice que él es la luz. Alumbra el camino, disipa la oscuridad, deshace la confusión. Pero lo interesante es que no sitúa esa Luz en una experiencia postmortem. ¿Y dónde se hace posible eso? En nuestra vida cotidiana, en el aquí y ahora. De una manera mucho más profunda que lo que se habló en aquel programa de televisión, Jesús anuncia la Vida antes de la muerte. Ahora bien, la condición para descubrir esa vida antes de la muerte, es seguirle. Si le seguimos, encontraremos la Luz de la Vida. ¿Y qué significa seguir a Jesús? Significa vivir con los valores de Jesús de Nazaret. Ser compasivo como él, darse a los demás, encarnar un amor que no discrimina a ningún ser humano. Es acercarse a los marginados, a los que son considerados no aceptables por su condición social, religiosa o sexual. Es anunciar a un Dios que acepta, restaura, dignifica las personas. Es indignarse, como Jesús, de tanta injusticia, es ocuparse del enfermo, dar de comer al hambriento. Anunciar y vivir el Reino de Dios donde los hombres encuentran una nueva manera de relacionarse basada en la misericordia y la justicia. Dice Jesús que vivir así, es no caminar en tinieblas. Porque vivimos con el riesgo de tener una religiosidad tenebrosa: "creer" cosas sobre Cristo y no seguirle. Tener grandes ideas y anunciar que en definitiva lo importante es la vida después de la muerte. Pero Jesús nos llama a ir en pos de él, andar como él, anunciando que otro mundo es posible, que el Amor es encarnable y puede transformar la realidad. En plena época de la Reforma del siglo XVI, en Europa, cuando los cristianos se mataban entre sí por defender sus ideas teológicas (muchas de ellas relacionadas con el más allá), un hombre, Menno Simons escribió lo siguiente: "La verdadera fe evangélica no puede permanecer adormecida, sino que se manifiesta en toda Justicia y en la obras de Amor. Viste a los desnudos, da de comer a los hambrientos, consuela a los tristes, da abrigo a los destituidos, ayuda y consuela a los afligidos, busca a los perdidos, venda a los heridos, sana a los enfermos... Ha llegado a ser todo para todos." Esto es el seguimiento de Jesús, una expresión de la Vida antes de la Muerte. ¿Hemos oído esa llamada? “Somos desiertos, pero poblados de tribus, de faunas y de flores”
(Gilles Deleuze) Hay una Ecología de estar-en-el-mundo, preocupada por el saqueo que los depredadores androides estamos haciendo hoy de nuestro inestable planeta. Importantísima visión ésta, que advierte del riesgo a que nuestra especie y todas las demás están expuestas. Ya Heidegger –“hombre de la tierra”, anclado en el suelo, según a él le gustaba definirse- veía como amenaza criminal las lógicas del capitalismo salvaje, el dominio técnico de la tierra y la instrumentalización de la naturaleza. Todos los grupos sociales, políticos y científicos llamados ecologistas militan prioritariamente bajo esta bandera. Sus mejores aliados, los medios de comunicación de masas teledirigidos por el poder económico. Pero hay otra dimensión mucho más trascendental que podríamos denominar Ecología Profunda: la de estar-en-el-mundo-de-otra-manera y la de ser-en-el-mundo. Aspectos ambos que nos llevan a sentirnos elementos constituyentes de la salud de ese cuerpo superior, el mundo al que pertenecemos y de cuyo bienestar nos considerarnos co-responsables. Una de las metas de esta Ecología –hacernos conscientes de esta conexión íntima con el universo- coincide con las tradiciones místicas de Oriente y Occidente: Hinduismo, Budismo, Tao, Zen, Sufismo, místicos cristianos, y hasta el más puro chamanismo. La doctrina del Cuerpo Místico de Cristo, miopemente adjudicada a la Iglesia, habría que extenderla hoy al universo entero, único Cuerpo Místico de Dios. Visiones científicas como la Holografía, el Efecto Mariposa, los Campos Morfogenéticos, las Redes Neurales… etc. etc. confirman dichas tradiciones. En algunas Religiones ha sucedido que las prisas y la velocidad impuesta por lograr la utopía de un hombre ideal, imaginariamente construido por un espiritualismo peligrosamente descarnado, han llevado a sus fieles a una pérdida sustanciosa de materia. Ahora es necesario, para aproximarnos al hombre verdadero, impulsar una profunda desaceleración acerca de su concepto y regresar -un “devenir retrospectivo”- hacia su naturaleza animal, vegetal y mineral. Se impone entre tanto un progreso que nos lleve a perder masa: no la procedente de la naturaleza sino la derivada de ensoñaciones apátridas. Una espiritualidad desarraigada de la materia, ajena al espíritu que la creó –el amor- es contra natura. Hecho lamentable que condena al hombre a ser como metal que resuena o címbalo que tañe, con palabras de san Pablo. Un sueño del que El Hombre de hojalata acaricia salir en El Mago de Oz. Y del que Dorothy aprende que los deseos del corazón sólo se pueden encontrar “en tu propio patio”. Lo que, después de su viaje de fantasía, impulsa a la protagonista a abrazar a su perro Totó –otra imagen de vinculación con la naturaleza- mientras tiernamente le susurra:“Realmente no hay lugar como el hogar”. El hombre, es esencialmente un ser de encuentro. De encuentro consigo mismo, con los demás y lo demás –animales, plantas, materia inerte- y, por supuesto, con el Ser Trascendente, donde se verifica el encuentro natural de todos los restantes encuentros. Y es también, como las restantes creaturas, un ser en permanente evolución y desarrollo. En el tema que nos ocupa, alcanzará su plenitud humana cuando su inteligencia ecológica y existencial hayan logrado alcanzar la suya. Muchas Iglesias -¿todas, quizás?- en un golpe de estado de lesa democracia, vago en cuanto al tiempo y al espacio, capturaron teológicamente al Espíritu para hacerse con el poder de la Verdad. Algarada insensata que les condujo al encarcelamiento –Verdad incluida- en la Bastilla del Judaísmo en Jerusalén, del Islamismo en La Meca y del Cristianismo en Roma. Y hasta posiblemente consideraron que, de ese modo, daban divino cumplimiento a “la verdad os hará libres” de nuestro Evangelio, sin percatarse de que el precio de su libertad era la opresión de cuantos no eran ellos. Ni de que un Dios que no es de todos, no es de ninguno. Con narraciones diferentes –en la forma y en los personajes-, tanto Marcos como Juan (a quien leíamos la semana pasada) inician el relato de la actividad pública de Jesús con el tema del discipulado.
En Juan, se ponía el acento en la búsqueda. Dos hombres se acercan a Jesús porque, a tenor de sus palabras, hay algo en él que les ha cautivado y quieren averiguar dónde “vive”. A quienes se le acercan como buscadores, el maestro de Nazaret les propone: “Venid y lo veréis”, entrad, probad y lo experimentaréis. En Marcos, el acento está puesto en el seguimiento. Puede sonar diferente, porque el contexto ha cambiado, pero se trata del mismo mensaje, presentado ahora desde otra perspectiva. Para empezar, aquí es Jesús quien toma la iniciativa, mientras que en el cuarto evangelio, son los discípulos quienes dan el primer paso, manifestando su actitud de búsqueda. El hecho de presentar a Jesús llamando tiene, para un lector que proviniera del judaísmo, un hondo significado teológico. Así como en la Biblia hebrea era Yhwh quien tomaba la iniciativa, llamando a la vida –a todos los seres- o a la misión –en el caso de los profetas-, esa misma función corresponde a Jesús. De ese modo, Jesús es presentado como nuestro “maestro interior”, la voz de aquel mismo Anhelo que nos constituye y que se halla en el origen de toda nuestra búsqueda, tal como veíamos en el comentario de la semana anterior. Es cierto que el “venid conmigo” puede leerse desde una perspectiva mítica, dando lugar a una idea del “seguimiento” más o menos heterónoma, como seguir o imitar a “otro”. Desde una comprensión no-dual, sin embargo, esa misma expresión puede “traducirse” como “venid adonde yo estoy”, es decir, “venid al territorio de la identidad compartida que es también el vuestro”. Es el “maestro interior” el que nos recuerda la voz del Anhelo y nos reclama para que podamos encontrarnos con quienes realmente somos. Desde ahí podremos ser “pescadores de hombres”, ayudando a vivir, favoreciendo su “despertar”. El texto juega con la imagen del “mar” (el abismo) como el lugar del “mal”. “Pescar hombres” no significa hacer proselitismo, sino liberarlos de todo aquello que les esclaviza, de todo tipo de mal. En la certeza de que la liberación ocurrirá en la medida en que nos hagamos conscientes de nuestra verdadera identidad. Ello requiere, dice la narración, dejarlo todo. Ese “todo” no es otra cosa que la identificación con el ego, como condición para abrirnos a nuestra verdad más profunda. Nos hemos reducido al ego cada vez que hemos pensado que somossolo el yo individual. Al hacer así, nos veremos a nosotros mismos y a toda la realidad a través del “programa” característico del propio ego. Por eso, el primer paso quizás sea comprender cómo funciona ese programa para, así, poder desactivarlo. Subrayo algunos elementos que me parecen decisivos:
El laberinto del ego se convierte en una pesadilla sin salida…, hasta que no nos hagamos conscientes de la falsedad de su programa. Y la consciencia empieza con la observación de su funcionamiento, con la toma de distancia de la mente. Es esa consciencia la que nos hace descubrir que el ego es solo una creación (ficción) mental y que su primera creencia es radicalmente errónea: No somos seres separados, sino más bien “formas” diferentes de una misma y única Realidad. Al dejar de identificarnos con el ego, empezamos a ver: estamos “siguiendo” a Jesús, estamos descubriendo que somos no-separados de él, que compartimos su misma y única Identidad. Nos hemos “convertido” y hemos palpado el “reino de Dios”. Sin ninguna duda, se trata, no de una, sino de la Buena Noticia. ¿Quiénes somos? · Somos infinitamente más que el ego: somos Conciencia, Comprensión, Amor, Gozo… (aunque nuestra mente no lo “sepa”, del mismo modo que una célula no “sabe” que es cuerpo). · Quienes somos no puede ser afectado por nada de lo que nos pueda ocurrir: estamos siempre a salvo. · En ese nivel profundo de la identidad compartida, todo ser es absolutamente inocente. Nos resistimos a vernos así, porque el “programa” grabado intensamente en nuestro inconsciente, fruto del momento evolutivo de la especie y fruto de toda la educación recibida –el programa del ego-, hace que nos hayamos reducido a su propia percepción. Tendemos a mirar y entender la realidad de acuerdo con las pautas del programa. Y el programa nos dice permanente e insistentemente que todo es imperfecto; que el presente no está bien, y que tenemos que estar “pendientes” del futuro. Sabemos que el ego es enemigo del presente, porque en él desaparece. Por eso huye constantemente, refugiándose en la “ilusión” del futuro… que nunca llegará. Pase lo que pase, el ego estará siempre insatisfecho, porque la insatisfacción lo define. Pues bien, frente a los engaños y las trampas en que nos encierra el programa del ego, la palabra de Jesús nos dice que “se ha cumplido el plazo” y que “el reino de Dios está cerca”. Todo está ya aquí y ahora. Basta “salir” de la mente y de sus programas para “venir” a lo que siempre hemos sido, la Identidad que habíamos “olvidado” y hacia la que nos llama, una y otra vez, nuestro maestro interior. Esa es la Buena Noticia. Seguimos con el evangelio de Marcos que vamos a leer durante todo este año. Es el primero que se escribió y tiene aún la frescura de los comienzos. Es el más conciso. No tiene grandes discursos de Jesús ni cuenta muchas parábolas. Le interesa sobre todo la vida de Jesús. Su actitud vital para con los pobres y oprimidos es la verdadera salvación. Las curaciones y la expulsión de demonios, entendidos como liberación, son la clave para comprender el verdadero mensaje de salvación de este evangelio.
EXPLICACIÓN El versículo 15 es un denso resumen de todo el escrito, y nos marca la perspectiva desde la que hay que mirar el resto del evangelio. “Cuando arrestaron a Juan”. Quiere resaltar el evangelista que Jesús va a continuar la tarea del Bautista, pero a la vez, deja clara la diferencia. Una vez más tenemos que advertir que los datos cronológicos no tienen importancia en la elaboración de un “evangelio”. En el evangelio de Juan, después de haber narrado las relaciones de Jesús con Juan y el seguimiento de los primeros discípulos, después de contarnos la boda en Caná, la purificación del templo y el encuentro con Nicodemo, nos dice que Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea y bautizaba allí, a la vez que Juan estaba también bautizando en otro lugar. Dice expresamente: esto ocurrióantes de que Juan fuese encarcelado “Llegó Jesús a Galilea”. Está claro que el evangelista quiere desligar la predicación de Jesús de toda connotación oficial. Lejos de las autoridades religiosas, lejos del templo y de todo lo que significaba ambas cosas. Galilea era tierra fronteriza y en gran parte habitada por gentiles. Esto para un judío era, de entrada, una descalificación. “Se puso a proclamar la “buena noticia” de parte de Dios”. Había empezado él su evangelio diciendo que se trataba de exponer los orígenes de la “buena noticia de Jesús”. Estos textos son los que dieron origen a la palabra “evangelio”, cuyo género literario se inaugura con el escrito de Marcos. Jesús no espera, como Juan, a que la gente venga a él. “Se ha cumplido (colmado) el kairos”. En la fiesta de Año Nuevo, hablamos del significado de “Cronos” y “kairos”. Aquí el texto dice ‘kairos’, es decir, se trata del tiempo oportuno para hacer algo definitivo. No es que algún cronos sea especial. Cualquier cronos lo podemos convertir en kairos si nuestra actitud vital es adecuada. El texto nos está recordando que todo los Kairos se han concentrado en el que ahora está presente. “Está apareciendo el Reino de Dios”. Esta expresión es la clave de toda la predicación de Jesús. Hemos hablado cientos de veces del Reino. No se trata de que Dios reine. Se trata de que Dios se haga presente entre nosotros, gracias a las actitudes de los seres humanos. Jesús hace presente ese Reino, que es Dios, porque sus relaciones con los demás, basadas en el amor y la entrega, hacen surgir en cada instante a Dios. Dios es amor, de modo que está allí donde exista una verdadera empatía y compasión. Ese Reino está ya presente en Jesús que fue capaz de hacer presente a Dios, amando. No es una promesa de futuro, sino una realidad presente que hay que vivir. “¡Cambiad de mentalidad!” La traducción oficinal, “convertíos”, no expresa bien el sentido del texto, porque nosotros hemos inventado un concepto de conversión que no está en el original griego. Para nosotros convertirse es salir de una situación de pecado. En cambio lo que pide Jesús es una manera nueva de ver la realidad que no tiene por qué partir de una situación depravada. Es más, el cambio se exige como actitud que no debe abandonarse nunca. “Metanoeite” significa cambia de rumbo, cambia de mentalidad, no significa hacer penitencia, ni torturarse el espíritu por descubrir que hemos mantenido actitudes que nos deterioran como seres humanos. La llamada de los discípulos a continuación les obliga a hacer su personal cambio de rumbo (metanoya): “Dejan la barca y a su padre y le siguieron”. Aquí debemos hacer todos, un serio examen de conciencia. Cuántas veces hemos descubierto nuestros fallos y nos hemos conformado con ir a confesarlos, incluso cumpliendo una “penitencia”, pero no hemos cambiado el rumbo. ¿De qué puede servir toda esa parafernalia, si continuamos con la misma actitud? “Tened confianza en la buena noticia”. La traducción oficial del griego “pisteuete” nos puede llevar a engaño. No se trata de creer la noticia, sino de confiar en que es buena noticia para nosotros. Tanto en el AT como en el nuevo, la fe no es el asentimiento a unas verdades, sino la confianza en una persona. Si la buena noticia que Jesús predica, viene de parte de Dios, podemos tener confianza plena en que es buena. También debemos recordar que, por extraño que parezca, “euangelio” no significa “evangelio”. Nosotros hemos colocado detrás de la palabra evangelio, un concepto muy concreto y preciso. Evangelio = uno de los escritos de las primeras comunidades donde intentan expresar lo que Jesús vivió y predicó. Hemos caído en un monumental fraude. Hemos confundido el estuche con la joya que debía contener. Aquí “euangelio” significa esa estupenda noticia que Jesús descubrió y nos comunicó de parte de Dios. Con relación a la llamada de dos parejas de hermanos, sólo señalar, que no podemos armonizarla con lo que el domingo pasado nos contaba el evangelio de Juan. Una prueba más de que para ellos lo importante no es cómo y cuándo sucedió, sino el mensaje que ese suceso puede aportarnos. A la llamada de Jesús que acabamos de comentar, corresponden las primeras respuestas personales, de parte de unos simples pescadores sin preparación alguna, que se fiaron de Jesús. Es muy significativo que desde el primer instante de su andadura pública, Jesús cuenta con personas que le siguen de cerca y están dispuestas a compartir con él su manera de entender la vida. La comunidad, por muy reducida que sea es clave para poder emprender una vida cristiana. Más tarde nos dirá: “Donde dos o más están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” APLICACIÓN El ser humano tiene que ir aprendiendo a base de continuos errores y rectificaciones. Darse cuenta de que hemos emprendido un camino equivocado es la única manera de evitarlo e intentar acertar con el verdadero. Cada vez que rechazamos un camino falso, nos estamos acercando al verdadero. Todos tenemos que convertirnos porque todos estamos haciéndonos. Convertirse es rectificar la dirección de mi existencia para que se acerque cada vez más a la meta. Pecado en el AT era errar en el blanco. Da por supuesto que intentas dar en el blanco, pero te has desviado. Somos flechas disparadas que tienden a desviarse del blanco y que constantemente tienen que estar contrarrestando esas fuerzas que nos distorsionan, para seguir en la verdadera dirección. Convertirse no es abandonar el mal por el bien, porque el mal y el bien en el ser humano, no se pueden separar nunca del todo. Para el maniqueísmo está todo demasiado claro: son realidades distintas que deben estar separadas. Nunca hemos superado esa tentación. La realidad es muy distinta: ni el bien ni el mal se pueden dar químicamente puros. Siempre que trazamos una línea divisoria entre el bien y el mal, nos estamos equivocando. Lo que llamamos mal no tiene entidad propia, es solo ausencia de bien. El mal (ausencia de perfección) no es un accidente, sino que pertenece a la misma estructura del hombre. Sin esa limitación, que hace posible el error, pero que también hace posible el crecimiento, no habría persona humana. La hondura del misterio del mal está precisamente ahí. Del mismo mal surge el bien, y el mal acompaña siempre al bien. Con frecuencia necesitamos la advertencia de alguien que nos saque del error en que estamos. Aún con la mejor voluntad, podemos estar equivocados. Las mayores barbaridades de la historia se hicieron en nombre de Dios por personas buenas. Cruzadas, quema de herejes, caza de brujas, etc. etc. En nombre del bien, ¡cuánto mal! En nuestro caminar hacia la meta, siempre estaremos necesitados de rectificar la dirección. Constantemente estamos emprendiendo sendas equivocadas que tenemos que abandonar. Tenemos que aprender de los errores. Como seres humanos, no tenemos otra manera de progresar. Hoy estamos en condiciones de entender que la llamada no viene de fuera, sino de lo hondo de nuestro ser, que anhela la plenitud a la que está llamado. La conversión no puede ser un hecho aislado, sino una actitud consecuencia de un descubrimiento en la persona de Jesús, de lo que significa ser hombre en plenitud. Ni el estar bautizado, ni ser creyente, ni ser practicante, es suficiente. La conversión es entrar en un proceso que debe durar toda la vida. Sin un cambio en la estructura interior de la persona, nunca se producirá el cambio en la sociedad que todos esperamos. Meditación-contemplación “Cambiad de mentalidad y confiad en la increíble noticia”. Jesús nos ha revelado quién es Dios. Lo que nos ha dicho es increíble, pero cierto. Dios es amor, don total, absoluto y eterno. ……………….. Jesús me invita a experimentar esta realidad. Seguirle es entrar en la misma relación con Dios que él mantuvo. Vivir la presencia en mi propio ser de un Dios que se me da y es todo para mí. ……………… Ese descubrimiento me hará cambiar mi mentalidad. Desde el momento, y en la medida que lo experimente, mi relación con Dios, con los demás y con el mundo, habrá trasformado mi existencia. |
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