Hans Küng: “Tenía la esperanza de que Benedicto XVI fuera un papa abierto”
Hans Küng en ‘Hora 25′: la única entrevista concedida a una radio española durante su visita a España con motivo del doctorado Honoris Causa en la UNED Hans Küng es uno de los teólogos más importantes del pensamiento católico contemporáneo. Este jueves en ‘Hora 25′ ha sido entrevistado por Àngels Barceló con la que ha hablado de los problemas morales que atraviesa la sociedad actual y que - según él - son la raíz del resto de problemas. El teólogo Hans Küng, Doctor Honoris Causa por la Facultad de Filosofía de la UNED Comienza la entrevista y, tras hablar brevemente del sol español, se entra en materia, la Iglesia, porque el Vaticano ha criticado en varias ocasiones que España se encuentre unos niveles de laicismo muy altos. Hans Küng le resta importancia: “Hay una crisis económica y también religiosa, y eso debe tomarse en serio. Pero, en algunos casos, son problemas que la Iglesia misma ha producido” y lo explica: “La Iglesia no está abierta a los problemas del hombre y la mujer de hoy”. El teólogo no cree que el laicismo sea un problema exclusivo de nuestro país: “Está claro que mucha gente deja la Iglesia y no sólo en España, en Alemania el año pasado 250.000 personas dejaron la Iglesia Católica” y señala el problema: “Es la política general de la curia romana la que ha producido que la confianza en la Iglesia haya disminuido de una manera dramática”. La decepción de Benedicto XVI Hans Küng coincidió con Benedicto XVI en la Universidad alemana de Tubinga. Por eso cuando fue elegido Papa se mostró ilusionado: “Yo tenía la esperanza de que fuera un papa abierto, como cuando era profesor en la Universidad”. En cambio, pasado el tiempo, considera que ha cometido muchos errores: “Benedicto XVI ha empeorado las relaciones con los musulmanes, los judíos, los protestantes y también con los católicos. Eso es un balance muy negativo y esa no es la Iglesia real”. Todo ello ha hecho que sean conocidos sus desencuentros con el Vaticano en materia de moral sexual o anticoncepción, y sus críticas a Benedicto XVI . A Hans Küng considera que en la actualidad el Episcopado es “casi totalitario”, que sólo se hace lo que dice “el gran líder”. Está seguro que de que “es imposible avanzar en esa dirección” y asegura que “por eso hay muchos sacerdotes y muchas las mujeres que dejan la Iglesia mientras la juventud no entra… Eso es una catástrofe”. Pero considera que “es cuestión de tiempo que algunos sacerdotes hablen francamente” pero antes, dice, “es necesario que la miseria sea mayor”. Hans Küng es un autor prolífico con más de 60 libros escritos. El último tiene como título ‘Yo creo’. Y, cuando le preguntan sobre en qué cree él, responde sin dudar: “Yo creo en Dios, en la religión del corazón - como lo siento yo - y del cerebro”. Falta de ética La entrevista finaliza con una reflexión sobre la falta de ética: “En la época de la globalización necesitamos una ética global. Los problemas que tenemos en política y en economía son, en muchos casos, problemas morales”. Y pone como ejemplo a Bush: “Hay un presidente de EEUU que ha mentido de una manera excesiva. Eso es un problema serio en un presidente que se hace llamar cristiano”. Y concluye dando una lección de economía: “No se requiere sólo una reforma económica sino una reflexión sobre los elementos morales de la economía. Adam Smith escribió cuatro volúmenes sobre ética antes de escribir sobre economía”.
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Lucas sitúa las Bienaventuranzas en un llano. Mateo las coloca en un monte. Estas pequeñas señales nos indican muy bien la mentalidad de los evangelistas. Dónde, cuándo y cómo se dijo esto, no les importa demasiado, y más bien utilizan todo esto para ambientar, para dejar más claro el significado.
Sabemos también que todo "El Sermón del Monte" de Mateo y "el Sermón del llano" de Lucas, son colecciones de dichos de Jesús, que fueron usadas como catequesis en las comunidades y reunidas en un solo tiempo y lugar por los autores de cada evangelio. Para Mateo, desde "el monte" se proclama la Nueva Ley, como desde el Sinaí se proclamó la antigua. La Nueva Ley es "la mentalidad de Jesús", la sabiduría de Jesús. Esta mentalidad es la que "convierte" la vida del hombre en otra cosa, la que salva la vida del hombre. "Convertíos" era el mensaje del domingo anterior. Hoy se nos dice en qué consiste la conversión: "cambiad vuestra mente, vuestros criterios, por los de Jesús". Y sin embargo, la expresión “Nueva Ley” es peligrosa: las bienaventuranzas no son un Código de Leyes. No han faltado autores que les han dado interpretaciones legales. Algunos quisieron ver en estas expresiones un código increíblemente exigente: si la Antigua Ley pedía pureza, la Nueva, mil veces más. Con ello, el seguimiento de Jesús se convertía en patrimonio de reducidos núcleos de santos, capaces de una perfección impensable para la mayoría. Una interpretación de inspiración luterana ha sido la llamada de “el precepto imposible”. Jesús sabe bien que estos mandatos están por encima de nuestras fuerzas. Los proclama para que tengamos conciencia de nuestra condición de pecadores, para que comprendamos que nada hay en nosotros más que miseria y debilidad. Ninguna de estas interpretaciones es coherente con el mensaje global de Jesús. Nunca proclamó Jesús la buena Noticia a grupitos de élite, sino al pueblo, a la gente. Nunca la Buena Noticia fue un fardo de preceptos para humillar a sus seguidores. Todas estas interpretaciones son una buena muestra de cómo algunos llevan el evangelio a donde ellos quieren, y lo utilizan como arma de demostración de sus propias ideas, prescindiendo de todo contexto, forzando los textos a su conveniencia. Las Bienaventuranzas no son un código de Leyes; no se trata de quehaya que cumplir esto. Se trata de una revelación. Jesús ha exclamado: "¡Cuánto más felices seríais si no estuvierais apegados al dinero ni al placer, si aprendierais a sufrir y a perdonar, si fuerais más limpios de corazón, si trabajarais por la paz y la justicia!... Y si todo eso os lleva a ser mal mirados o perseguidos, más felices todavía!". Jesús piensa que poseer es peligroso, porque nos posee. Jesús piensa que ante Dios somos pobres, y nos llama dichosos si nos damos cuenta de estas dos cosas. Jesús piensa que la mansedumbre, (¿la no-violencia, diríamos hoy?) es la verdadera fuerza. Jesús piensa que el placer, la felicidad del mundo puede ser un engaño, y sabe que el dolor tiene fin, que el final es el consuelo. Jesús piensa que los satisfechos de la vida, los que no se rebelan ante el mal y la injusticia, son unos desgraciados, mientras que son dichosos los que tienen sensibilidad para rebelarse ante el mal. Jesús sabe que lo humano es el perdón, porque sabe que así es Dios. Jesús piensa que los limpios de corazón, los que no piensan mal, son dichosos, tienen los ojos de Dios, saben que el bien es más fuerte que el mal. Jesús piensa que es bueno trabajar por la paz, e incluso sufrir y ser perseguidos por trabajar por la justicia, porque esa ha sido siempre la "señal de los profetas", porque el Reino de Dios suele ser rechazado. Esta es la mente de Jesús. Todo lo que tenemos que hacer es examinar nuestra mente, ver si pensamos lo mismo que El… para ser más felices. Y El no se equivoca. Conectando con la lectura de todo el texto de Corintios, no predicamos la "sabiduría de este mundo". Los griegos presumen de su filosofía; los judíos piden milagros. Nosotros ofrecemos sólo la sabiduría de Jesús, la que le llevó a la cruz. La Sabiduría de Jesús es saber para qué se vive. La Sabiduría de Jesús es conocer a Dios, Abbá. La Sabiduría de Jesús consiste en cambiar de criterios sobre Dios, cambiar de valores en la vida, vivir para salvar, no esperar felicidad más que al final y con todos... La Sabiduría de Jesús es conocerse: saber que nos atrae el mal y nos deslumbran cosas sin valor, que necesitamos de Dios para saber qué es el Bien y el Mal y para tener fuerza para elegir correctamente. La Sabiduría de Jesús es preferir la vida dura, austera, trabajando por la justicia, no juzgando a nadie, aceptando el sufrimiento del camino.... La Sabiduría de Jesús es hacer la voluntad del que le envió. La Sabiduría del cristiano es ponerse a ser salvador, porque esa es la voluntad del Padre. Y salvando se salva uno. Buscando la vida la pierdes; entregándola a salvar, la salvas. La Sabiduría de Jesús sabe que la vida se realiza entregándola, no cultivándola para uno mismo. Esta Sabiduría se oculta muchas veces a los sabios y los poderosos. Y Dios se la regala a los sencillos, a los pobres. Jesús sospecha del poder y del dinero: impiden la Sabiduría. Jesús prefiere la dificultad y la pobreza, sabe que todo esto lo entienden los limpios de corazón, los que están hambrientos de justicia, los que pelean por la paz y son perseguidos por "la otra sabiduría", la del bienestar y el poder. Esta es la sabiduría de "el resto de Israel", de los pobres de Yahvé, de los sencillos, de los que esperan todo de Dios. La aplicación de esto a la Iglesia es evidente. Desde luego, la noción de pobreza y servicio contrapuesta a la noción de poder triunfal. La presencia de Dios en la iglesia no es deslumbrante, para que todos los pueblos queden sometidos a ese poder y lo veneren. Es discreta, destinada a servir, a ser una fuerza liberadora del mal. Y no es la Iglesia oficial la que representa "el resto de Israel". Hay en la Iglesia de todo, como en Israel. Hay un "pueblo interior", atento a la Palabra, deseoso de servir y ser liberado, que aborrece el esplendor externo y las pretensiones de poder, y que no tiene influencia ni brillo alguno incluso dentro de la misma Iglesia. Este "resto de Israel" puede estar fuera de Israel, en todos los hombres y mujeres de buena voluntad en los que alienta El Espíritu, y son así. Esta Sabiduría no es obra de ricos, de poderosos, de sabios. Jesús se alegra de corazón de que esta Sabiduría sea cosa de gente sencilla, que entiende a Dios mejor, que es capaz de más austeridad, de más solidaridad, capaz de con-padecer y de con-partir. El Resto de Israel ha estado siempre fuera de la élite del poder y del saber. Quizá por esto repite tantas veces Jesús que los primeros son los últimos y los últimos los primeros. Así, las Bienaventuranzas se convierten en un Juicio. Dichosos los que son así, porque juzgan bien, son sabios, están en la Verdad, van por el buen camino. Dichosos los que son así, porque Jesús era así. "Convertirse" por tanto significa ir cambiando, "volverse así, poco a poco", ir valorando, entendiendo la vida... como Jesús. Porque Él es nuestra Sabiduría, que para muchos puede ser escándalo o locura. No predicamos la "sabiduría de este mundo". Los griegos presumen de su filosofía; los judíos piden milagros. Nosotros ofrecemos sólo la sabiduría de Jesús, la que le llevó a la cruz. Traducción libre y actualizada de las Bienaventuranzas Cuánto más felices seríais si no necesitarais tantas cosas Cuánto más felices seríais si vuestro corazón no fuera violento Cuánto más felices seríais si aprendierais a sufrir Cuánto más felices seríais si vuestro corazón fuera transparente Cuánto más felices serías si fueseis sembradores de paz Cuánto más felices serías si trabajarais por un mundo justo Y si os persiguen y tenéis que sufrir por todo eso, ¡más felices todavía!” Son, aunque no quieran, como las dos caras de una moneda o de una medalla. Las biografías de Hans Küng y de Joseph Ratzinger se entrelazan y discurren unidas un cierto tiempo, para después separarse y ocupar, cada cual, su espacio en la Iglesia y en la sociedad. Uno en las antípodas del otro. Sin ánimo de enfrentar sus biografías, como pide el teólogo y filósofo Manuel Fraijó, el caso es que son dos personajes eclesiales enfrentados en el fondo y en la forma. Dos pensadores referenciales. Y que marcan el devenir de la institución, cada cual a su manera.
Dicen los entendidos en la materia que los dos, Ratzinger y Küng, son grandes teólogos. Quizás no de la talla de Rahner, pero en un escalón inmediatamente posterior en la historia reciente de la Teología. Sin que ambos llegasen a cuajar lo mejor de su pensamiento. Ratzinger, como es obvio, porque optó por el “camino romano” de servicio a la Iglesia primero como arzobispo y, después, como prefecto del ex Santo Oficio. Y Küng, porque, después de su “condena romana”, se pasa al ámbito de la reflexión sobre las religiones en general y, especialmente, sobre la Ética. Uno extrovertido y el otro introvertido, fueron amigos y participaron juntos, como peritos, en las sesiones del Concilio Vaticano II. En esa época, comulgaban en casi todo. Después, sus caminos se separaron y hasta se enfrentaron públicamente. Con la llegada de Ratzinger al solio pontificio parecía que se iban a restablecer los puentes tanto tiempo rotos. Y de hecho, el Papa invitó a Küng a Castelgandolfo, donde mantuvieron un encuentro largo y amistoso. Pero sin consecuencias posteriores. Las posisciones de ambos están muy sedimentadas y, al parecer, sin posibilidad de encuentro. Dos grandes lumbreras eclesiales. ¡Ojalá que ambas puedan seguir dando luz! Ratzinger desde la cátedra de Pedro. Küng, desde la cátedra de la ciencia y del prestigio universal. Dos grandes pensadores eclesiásticos, de los que cada vez van quedando menos. También la Iglesia pierde altura intelectual, como toda la sociedad en general. Es el mal de nuestros tiempos. Sería un bien gesto de comunión eclesial que los dos amigos, ya ancianos, volviesen a encontrarse y a escenificar públicamente que, en la Iglesia, se puede discrepar y estar en comunión, a pesar de mantener tesis eclesiales diferentes. Escenificar que la Iglesia es una institución intelectualmente habitable. Con todas las consecuencias teóricas y prácticas. Al formular las bienaventuranzas, Mateo, a diferencia de Lucas, se preocupa de trazar los rasgos que han de caracterizar a los seguidores de Jesús. De ahí la importancia que tienen para nosotros en estos tiempos en que la Iglesia ha de ir encontrando su estilo cristiano de estar en medio de una sociedad secularizada.
No es posible proponer la Buena Noticia de Jesús de cualquier forma. El Evangelio sólo se difunde desde actitudes evangélicas. Las bienaventuranzas nos indican el espíritu que ha de inspirar la actuación de la Iglesia mientras peregrina hacia el Padre. Las hemos de escuchar en actitud de conversión personal y comunitaria. Sólo así hemos de caminar hacia el futuro. Dichosa la Iglesia "pobre de espíritu" y de corazón sencillo, que actúa sin prepotencia ni arrogancia, sin riquezas ni esplendor, sostenida por la autoridad humilde de Jesús. De ella es el reino de Dios. Dichosa la Iglesia que "llora" con los que lloran y sufre al ser despojada de privilegios y poder, pues podrá compartir mejor la suerte de los perdedores y también el destino de Jesús. Un día será consolada por Dios. Dichosa la Iglesia que renuncia a imponerse por la fuerza, la coacción o el sometimiento, practicando siempre la mansedumbre de su Maestro y Señor. Heredará un día la tierra prometida. Dichosa la Iglesia que tiene "hambre y sed de justicia" dentro de sí misma y en el mundo entero, pues buscará su propia conversión y trabajará por una vida más justa y digna para todos, empezando por los últimos. Su anhelo será saciado por Dios. Dichosa la Iglesia compasiva que renuncia al rigorismo y prefiere la misericordia antes que los sacrificios, pues acogerá a los pecadores y no les ocultará la Buena Noticia de Jesús. Ella alcanzará de Dios misericordia. Dichosa la Iglesia de "corazón limpio" y conducta transparente, que no encubre sus pecados ni promueve el secretismo o la ambigüedad, pues caminará en la verdad de Jesús. Un día verá a Dios. Dichosa la Iglesia que "trabaja por la paz" y lucha contra las guerras, que aúna los corazones y siembra concordia, pues contagiará la paz de Jesús que el mundo no puede dar. Ella será hija de Dios. Dichosa la Iglesia que sufre hostilidad y persecución a causa de la justicia, sin rehuir el martirio, pues sabrá llorar con las víctimas y conocerá la cruz de Jesús. De ella es el reino de Dios. La sociedad actual necesita conocer comunidades cristianas marcadas por este espíritu de las bienaventuranzas. Sólo una Iglesia evangélica tiene autoridad y credibilidad para mostrar el rostro de Jesús a los hombres y mujeres de hoy. Mañana, jueves 27 de enero, la UNED investirá como Doctor Honoris Causa al profesor Hans Küng. Es el reconocimiento de una Universidad Estatal, en nombre de la sociedad española, a un teólogo que sin haber sido excomulgado está en las antípodas de lo que se llamaría la “teología oficial”. En este artículo se exponen los puntos que tanto el profesor Tamayo, como muchos de nosotros, le debemos a este creativo teólogo, que estuvo en los primeros años de su carreta universitaria tan cerca del papa actual.
Hans Küng ha dedicado más de cincuenta años al quehacer teológico en diálogo crítico con los saberes de nuestro tiempo. En 1957, con apenas 28 años, publicó su primera obra teológica, que causó un gran impacto en el panorama teológico mundial, tanto protestante como católico, y que no ha perdido vigencia La justificación. Doctrina de Karl Barth y una interpretación católica. Era su tesis doctoral. El propio teólogo evangélico Barth, compatriota suyo, le felicitó por el rigor y la objetividad con que exponía su pensamiento y por la correcta interpretación del mismo en torno a un tema en el que las divergencias entre católicos y protestantes parecían insalvables. Su última obra acaba de aparecer en castellano: Lo que yo creo (Trotta, Madrid, 2011). En ella recoge las nueve conferencias pronunciadas durante el semestre de verano primavera de 2009 en la Universidad de Tubinga ante cerca de mil participantes. El doctorado honoris causa que le concede el 27 de enero la UNED, está más que merecido. Mucha han sido las lecciones que he aprendido de él como maestro, colega y amigo. He aquí algunas. 1. Dios. Küng plantea el problema de Dios siguiendo los pasos del pensamiento moderno europeo a través de algunos de sus principales filósofos y sistemas de pensamiento. En diálogo con ellos y atento a sus críticas, responde con tres síes a la pregunta por la existencia de Dios: sí a la realidad como alternativa al nihilismo, sí a Dios como alternativa al ateísmo, sí al Dios cristiano, que se revela en Jesús de Nazaret. Analiza también las concepciones de Dios en las religiones no cristianas, el judaísmo, el islam, el hinduismo, incluyendo la idea de Dios en las religiones chinas y la religiosidad no-teísta del buddhismo. 2. Jesús de Nazaret. La cristología de Küng es una de las más innovadoras y mejor fundadas de las últimas décadas, que ha contribuido a recuperar al Jesús histórico y a reformular e interpretar la doctrina sobre Jesús de Nazaret en perspectiva histórica y en el contexto de los nuevos climas culturales. A la pregunta por la verdadera imagen de Cristo responde que el Cristo real, que no es un mito, sino un personaje, cuyo contexto socio-cultural, mensaje, conflictos con las autoridades políticas y religiosas, muerte y nueva vida analiza con rigor exegético. 3. La Iglesia. Küng se pregunta si la Iglesia puede apelar razonablemente a Jesús y si está fundada en el Evangelio. A partir de ahí elabora una eclesiología crítica que parte de la Iglesia real encarnada en el mundo, y no de una Iglesia ideal que se encuentre en las abstractas esferas celestes de la teoría teológica y subraya su índole carismática como parte de su estructura fundamental. La Iglesia no se encuentra al mismo nivel que el reino de Dios, sino a su servicio. 4. El diálogo ecuménico. El teólogo suizo va en busca de las convergencias entre catolicismo y protestantismo. Y lo hace hablando como católico ante el espejo del Evangelio, deseando que los hermanos protestantes se hagan más evangélicos, y así reencontrarse no en torno a la figura del papa, sino en torno al Evangelio. Tras leer su tesis doctoral, Barth no pudo menos que preguntarse si todas las guerras de religión, las luchas teológicas y las divisiones no habían sido un inmenso error. ¡Llevaba razón! 5. La unidad de las iglesias cristianas. Las iglesias cristianas no deben encerrarse en el estrecho círculo de su propia confesión, cayendo en un confesionalismo excluyente. Han de abrirse al ecumenismo en todos los terrenos. La unidad de los diferentes cristianismos no se logra con el retorno de una iglesia a otra, y menos aún con la sumisión o rendición de todas a una. Se consigue a través de la mutua aceptación y de la conversión de todas a Jesús de Nazaret y a su mensaje liberador. Los acuerdos doctrinales deben ir acompañados de prácticas ecuménicas. 6. Las mujeres como sujetos morales, eclesiales y teológicos. Las iglesias cristianas no pueden seguir enrocadas en concepciones teológicas que inferiorizan o consideran menores de edad a las mujeres, ni en los modelos organizativos jerárquico-patriarcales, que las excluyen del ejercicio de los ministerios y de las funciones directivas. Deben ser reconocidas como sujetos morales, eclesiales y teológicos y, en cuanto tales, con el protagonismo que tuvieron en el movimiento de Jesús y en el cristianismo primitivo. 7. El diálogo interreligioso. Ninguna religión puede reivindicar el monopolio de la verdad, ni de la ética, ni de la liberación. A su vez, toda religión tiene una verdad originaria que, además de verdad teórica y recto conocimiento, se torna verdad en la praxis, el recto comportamiento y la actitud ética. Las religiones pueden proporcionar un horizonte global de sentido, incluso ante el dolor, la culpa y el sin-sentido, dar un sentido último a la vida frente a la muerte, garantizar valores supremos y motivaciones profundas e impulsar la protesta contra las situaciones injustas. En ese horizonte se sitúa la necesidad del diálogo interreligioso. 8. El proyecto de ética mundial. Küng es pionero en la propuesta de una ética mundial en la era de la globalización, en la que han de converger las religiones y las ideologías seculares, en torno a las siguientes tareas: defensa de la vida, trabajo por la paz, protección del medio ambiente, cultura de la no violencia, de la solidaridad, de la tolerancia, de una vida veraz, de la igualdad y la colaboración entre hombres y mujeres. Propone una ética mundial para la economía y la política, que critica las situaciones realmente existentes, presenta alternativas constructivas y racionalmente realizables, así como impulsos para su realización. En esta ética han de converger las religiones y las ideologías seculares. 9. Renuncia a servir al sistema romano. Küng nunca se vio tentado de entrar al servicio del sistema romano. Si lo hubiera hecho, como lo hicieron otros colegas suyos, dice, habría tenido que decir sí y amén a muchas cosas en contra de su conciencia y habría vendido su alma por el poder de la Iglesia. 10. Libertad, verdad y veracidad. ¿Qué derroteros sigue la vida de Küng? Él mismo responde: “Continúo resistiendo en aras de la verdad, teniendo la libertad en alta estima, avanzando en la investigación y luchando por una Iglesia que no se considere a sí misma infalible”. ¡Y que sea veraz, compasiva y solidaria! Rafael Aguirre y José Antonio Pagola, teólogos, hablan sobre los primeros pasos del crisitianismo1/26/2011 Una Iglesia plural, conflictiva y abierta desde sus orígenes
El teólogo Rafael Aguirre explicó los primeros pasos del cristianismo en el Aula de Cultura de El CORREO Plural, conflictivo, capaz de acoger a grupos diferentes y con prácticas que luego fueron apartadas pero que podrían regenerar la Iglesia de nuestros días. Así fue el cristianismo en sus orígenes, según el apasionante relato que Rafael Aguirre, teólogo y profesor de la Universidad de Deusto, hizo ayer en el Aula de Cultura de EL CORREO, en Bilbao, en una charla moderada por César Coca. En una sala abarrotada, con público de pie, sentado en el suelo e incluso sobre el escenario -cerca de 300 personas no pudieron acceder al local por encontrarse completo-, Aguirre explicó el contenido de ‘Así empezó el cristianismo’ (Ed. Verbo Divino), un ambicioso estudio efectuado por un grupo de especialistas bajo su dirección. Un volumen que pretende no caer en la idealización en la que cualquier grupo tiende a incurrir cuando elabora la historia de sus inicios, y en el que se explica cómo desde sus orígenes los cristianos estuvieron divididos en comunidades diferentes: primero fueron la de Jerusalén, de la que formaba parte Pedro, y la de Antioquía, más abierta a los paganos, y en la que estaba Pablo. Entre ambas surgieron disputas, al entrar en contradicción algunas de sus prácticas y visiones de la fe. Un número creciente de comunidades, vinculadas a tradiciones históricas y culturales distintas, terminó por converger en lo que Aguirre denomina las bases de la gran Iglesia, en el siglo II. Para llegar hasta ahí se producen, explicó, algunos hechos de enorme relevancia: la aceptación de unos textos que son considerados como Escrituras Sagradas, unos ritos propios, la aparición de organizaciones complejas que articulaban los grupos de cristianos y unas formulaciones doctrinales cada vez más precisas. En todo ese proceso, algunas prácticas quedaron apartadas. Prácticas que se referían, por ejemplo, al nombramiento de obispos o al papel de las mujeres, que era muy relevante. Aguirre se refirió en concreto a este último aspecto, para generalizar más tarde al asegurar que «es necesario reformular la fe en categorías aptas para una cultura crítica y democrática como la de hoy». «Unidad no es uniformidad», dijo tajante. Las teologías de Pagola Sobre eso mismo habló el teólogo José Antonio Pagola, que hizo la introducción a Aguirre y subrayó la pluralidad de teologías desde los inicios del cristianismo, como prueba el hecho mismo de la existencia de varios nombres para llamar a Jesús. Por eso, se preguntó si esa raíz diversa no debería favorecer hoy una visión más plural en vez de darse una teología uniforme y elaborada con categorías premodernas. Pagola abogó por no reducir la fe a una simple adhesión a formulaciones doctrinales y defendió que «seguir a Jesús es, más que nada, un estilo de vida». A Pablo le informan de las divisiones y discordias que hay en Corinto. El problema de fondo es la falta de unidad. Las tensiones entre ricos y pobres, fuertes y débiles, y también las tendencias eclesiales: unos están más cercanos a Pedro, otros a Pablo, otros a Apolo. Pablo reacciona: «Os ruego, en nombre de Cristo, poneos de acuerdo…». La solución no era la falta de autoridad, no estaba en que Pedro o Pablo impusiesen su autoridad, sino en buscar la raíz del problema y, desde esa raíz, los mismos corintios quienes deben buscar la solución.
Este hecho se repitió en la Iglesia y se repite en la actualidad. Las divisiones actuales siguen produciendo dolor y escándalo, pero el día en que los cristianos sepamos pasar de la corteza al núcleo, de lo superficial a lo esencial, el día que pensemos en qué medida está Cristo en nosotros y en qué medida nos dejamos arrastrar por las ideas de los grupos que nos rodean, ese día las diferencias y divisiones comenzarán a desaparecer. En la Iglesia hubo y hay personas, representantes de Dios, elevados a altísimas dignidades, a los que se les subió el poder a la cabeza y, en vez de representar a Dios, tratan de suplantarlo y de endiosarse ellos. No están al servicio de Dios y del prójimo, sino que lo utilizan para someter a los demás: es el clericalismo o apropiación indebida de la Iglesia por el clero, y la Iglesia es de Dios, no de los curas. Dios no es propiedad de nadie. De Dios no son los templos, ni los objetos religiosos, ni las ceremonias litúrgicas, ni los tesoros. Todo eso puede merecer respeto por la función que hace, pero no es de Dios. Lo que sí es de Dios es la dignidad de la persona y sus derechos. Lo que sí es de Dios es el paro, el hambre de los pobres, las lágrimas de los que sufren, las persecuciones a quienes luchan por la justicia. Como dice esta semana nuestro arzobispo, monseñor Sanz Montes, refiriéndose a las catástrofes de Haití: «Dios, sin duda, que no estaba jugando al golf, haciendo turismo o podando bonsáis. Dios estaba en las víctimas, muriendo con ellas una vez más. Está en la gente que entrega su tiempo y su dinero para ayudar a sus hermanos: ahí están las manos de Dios repartiendo ternura, ahí sus labios con palabras consoladoras, ahí sus silencios cuando es callando como se dicen las mejores cosas.». En la actualidad, tenemos en la Iglesia bastantes divisiones, como en Corinto. Hay grupos a los que encasillamos como ‘progres’ o ‘carcas’, comunidades de base o integristas, capillitas, grupos de tal o de cual… Hoy, Pablo nos diría: «Cristo es lo esencial y no las personas que le predican». Para un cristiano es fundamental: 1. La coherencia: cada uno en su vida personal o social tiene su forma de ser y de actuar. Puede militar en partidos y sindicatos de derechas o de izquierdas, en organizaciones vecinales y colaborar en el pueblo, en el barrio… siendo coherente con su fe. 2. La caridad: para no imponer a nadie unas opciones políticas ni excluir a nadie por las que tenga, y menos desde la Iglesia. La caridad implica que no pensemos que unos son más cristianos que otros por sus opiniones o ideas. Eso sería poner a Dios en nuestras argumentaciones políticas, sería quedarnos en la corteza y no llegar a la raíz. NUEVA ESPIRITUALIDAD (N.E.): ¿Cómo definir lo que es la Espiritualidad?
JUAN MASIÁ CLAVEL (J.M.C.): Me resulta más fácil decirlo en japonés que en castellano; porque, en japonés, defino espiritualidad como “iki-kata”, de la misma raíz que el verbo vivir: “ikiru”. Espiritualidad es vivir en amplitud y profundidad. Espiritualidad es una manera de vivir (iki-kata), vinculados a lo que nos hace vivir, lo que nos da vida; es vivir percatándonos de que vivimos gracias a la Fuente de la Vida que nos vivifica (en japonés, “ikasarete iru”, ser vivificado); es vivir dándonos vida mutuamente. N.E.:¿Cuál es el papel que representa la fe en nuestra vida? J.M.C.:Creer es caer en la cuenta, con gratitud y confianza básica, de lo que nos hace vivir. N.E.:¿Cómo explicar lo que es Dios a una persona no creyente? J.M.C.:No se trata de explicárselo, ni de persuadir, convencer o demostrar, sino de servir de ocasión para que esa persona despierte a la realidad divina dentro de sí misma y de sí misma dentro de esa realidad. N.E.:Jesús, Jesucristo, Cristo… ¿Con qué nombre quedarnos? J.M.C.:Me quedo con Jesús, rostro de Dios y fundamento de esperanza. Jesucristo es el resumen de una definición teológica: Jesús es el Cristo, es decir, el que había devenir para liberarnos y darnos esperanza. N.E.:¿Por qué existe tanto miedo a la muerte biológica? J.M.C.:Porque, como decía Unamuno, nos cuesta trabajo imaginarnos a nosotros mismos como no existiendo. Porque a veces vivimos como muertos en vida, en vez de vivir como quien ya ha muerto y no morir aun que muera. N.E.:¿Tenemos los cristianos una responsabilidad directa ante la pérdida de valores esenciales en las sociedades occidentales? J.M.C.: No me atrevo a generalizar. Pero sí es cierto que, a menudo, la manera pobre de vivir y expresar los valores que se supone sustentan nuestra vida no ayuda a conservarlos y transmitirlos. Como también, a menudo, la manera de hablar de fe, valores o espiritualidad provoca su rechazo, en vez de invitar a su descubrimiento. Es como las predicaciones o declaraciones eclesiásticas que sirven para apartar más y más al pueblo de las iglesias. N.E.: ¿Es posible un mundo, una sociedad que niega al Espíritu? J.M.C.:Peor que negarlo me parece ignorarlo. Y eso no sólo es posible, sino real, por desgracia. Se vive ignorando, olvidando o sin darse uno cuenta de lo que nos hace vivir. Se vive a menudo en una sociedad anestesiada, desespiritualizada. Y eso no es vida… http://www.nuevaespiritualidad.org/index.php?option=com_content&view=article&id=73:entrevista-con-juan-masia-clavel&catid=7:general&Itemid=24 Cambiar la imagen que tenemos de Jesús y la Iglesia por: Miguel Esquirol Vives (Cochabamba-Bolivia)1/23/2011 Si es urgente cambiar la imagen que tenemos de Dios, de un dios de afuera a un Dios de adentro, de un Dios con nosotros del Antiguo Testamento al Dios en nosotros del Nuevo, también tendremos que cambiar la imagen que tenemos de Jesús y de la Iglesia. Una gran parte de los esfuerzos teológicos de la Iglesia en defensa de la ortodoxia se ha gastado para defender la divinidad de Jesús. No la niego, pero si Dios sigue encarnado, Jesús es el prototipo de hombre y de mujer, no sólo en lo humano sino también en lo divino.
Mientras la religión cristiana insista en la exclusividad del carácter divino de su fundador y absolutamente superior y distinto a los demás fundadores, y como único salvador de la humanidad, no habrá diálogo entre las religiones. El Dios que nos da a conocer Jesús es un Dios kenótico, sin alardes de Dios, oculto como lo estuvo en Jesús y también lo está, de alguna manera misteriosa, en nosotros, sustento amoroso y fundamento de nuestro ser y de todo el universo. La identificación de Jesús con los hombres y mujeres, no sólo con los hombres, como a veces se ha pensado y se piensa, al negar el sacerdocio a las mujeres, y sobre todo la identificación con los más pequeños e indefensos y con los pobres, quizás hubiera impedido, en la cultura cristiana, muchas guerras en nombre de Dios, muchas masacres, esclavitudes, genocidios, holocaustos, injusticias y desprecios hacia los demás y en especial para con los más humildes. Y Como dice José Mª. Rivas Conde, en su último artículo en Eclesalia: “Los métodos, tribunales y hogueras de la “Santa” Inquisición, bien aprobados y respaldados por la jerarquía, una jerarquía que incurre en el contrasentido de haber tenido excluida del cristianismo la cremación de… ¡cadáveres!, hasta el 5 de julio de 1963, fecha de la Instrucción del Santo Oficio aprobada por Paulo VI, que la autorizó” (ECLESALIA, 11/01/11). Lo que nos dicen los teólogos de hoy sobre Cristo es que a través del Jesús histórico podremos llegar a la divinidad como llegaron los apóstoles, y otros como Jon Sobrino desde los pobres. Es decir desde abajo, como Jesús. Y ponen el énfasis más que creer en Jesús, en creer como Jesús creía. Y de ahí se puede deducir que más que creer en Dios y alabarlo, de lo que se trataría es de vivir a Dios, como Jesús lo vivía, en el amor, la compasión y el servicio. El cambio de la imagen de Dios y de Jesús, lógicamente, tendría muchas consecuencias para la Iglesia. La Iglesia dejaría, de ser la sociedad perfecta, piramidal y jerárquica, “fuera de la cual no hay salvación”, sino una comunidad en la que cristianos y no cristianos, podríamos sentirnos acogidos y en familia, y ello nos ayudaría a aprender a vivir en comunidad, en democracia, en justicia y nos enseñaría a dialogar, pues habría más democracia, más justicia y más diálogo. Sin superiores y por lo tanto sin inferiores. Sí no que el que sabe más será el que sirva y no al revés. Entonces sí sería símbolo, sacramento del Reino, pero nunca identificado con el Reino, los símbolos no se identifican con lo que representan, sino serían ídolos, y si significan la presencia de Dios, no son Dios, nosotros podemos ser símbolos del Dios que llevamos dentro, y nuestro deseo sería manifestar a Dios, manifestando el amor, pero no somos dioses. Y la Iglesia sería símbolo profético de Dios, no tanto en documentos abstractos, sino en lo concreto, poniéndose del lado del que sufre y del que padece la injusticia, sin paternalismos, sin confundir la caridad con la limosna, que daña la dignidad del que la recibe. Mientras tanto, sobre todo los laicos, aprovechemos y divulguemos lo que ya existe, aunque pequeño, como un grano de mostaza, las comunidades eclesiales de base, los grupos de reflexión, los grupos de voluntarios, las múltiples páginas por internet de cristianos, algunos alejados de la iglesia oficial, pero todos preocupados por la fe, por los pobres y seguidores de Jesús. Y escuchemos, aunque sea críticamente, a los teólogos que han perdido el miedo para decir lo que piensan. Y a los movimientos sociales en la lucha por la dignidad humana. Con 87 años, este precursor de la Teología de la Liberación es una de las voces más críticas de la Iglesia Católica, a la luz de los propios mensajes que Jesucristo anunció en su evangelio.
Te puede resultar curioso que un sacerdote señale que Marx “fue el primer filósofo cristiano”. Esa es la posición que José Comblin tiene respecto al sustento del cristianismo, religión que, con el influjo de filósofos como Aristóteles, naturalizó el orden del mundo, hasta convencerse de que no es posible cambiarlo, ya que fue dado por Dios. Nacido en Bélgica (1950), Comblin se doctoró en Teología en la Universidad de Lovaina (capital de ese país). Vivió en Brasil y, en 1972, expulsado por la dictadura, vino a Chile para enseñar en la Universidad Católica. Sin embargo, en 1981, Pinochet le impidió reingresar después de un viaje, así que regresó a Brasil, donde trabajó esa década con comunidades de base. En diciembre visitó Chile y lo abordamos brevemente tras su charla “Fe y Política”. -¿Cómo caracteriza usted a Jesucristo? -Él viene a mostrar en su vida qué es la nueva humanidad y a anunciar la transformación. Busca a los que sufren, a los enfermos, a los que no han tenido suerte. Después, anuncia a los pobres que la situación cambiará, que tengan confianza y fuerza, porque ellos tienen la sabiduría de Dios y entienden, en cambio los ricos y poderosos nunca entienden, y no quieren entender. Ellos defienden sus privilegios y nada más. Después, reúne una comunidad y les da la recomendación básica fundamental: Que nadie quiera ser más que los otros. Eso basta, es la única instrucción. Si respetan eso, todo lo demás funciona. Luego denuncia a todos los que mantienen el sistema de dominación, y que lo defienden, porque les beneficia. Por la fidelidad a ese mensaje, todas las autoridades de Israel quieren matarlo y van a ponerse de acuerdo con el Gobernador romano que, de hecho, siente que es un revolucionario que amenaza su sistema, y al que es mejor suprimir. Jesús mostró el camino para construir un mundo nuevo, no sólo para salvar el alma, que es más fácil. -¿Cómo se proyecta la imagen de este Jesús a la Iglesia Católica que se instituye? -En un momento crítico, los emperadores romanos adoptaron el cristianismo como religión del Estado. .. ¡Y eso está muy lejos del evangelio de Jesús! Empiezan a representar a Jesús en mosaicos, vestido como Emperador, con las insignias del poder, con el manto imperial, lo que, a la vez, confirma el poder del Emperador. Ahí aparece todo un sistema de culto que no existía, porque las religiones anteriores ofrecían sacrificios, tenían templos, pero los cristianos no. Con este sistema, todo el mundo es obligado a ser cristiano, la gente se bautiza porque la Policía está vigilándolos, y así aparecen un montón de discípulos de Jesús que en realidad no lo entienden. -¿Y cuál es el papel de los sacerdotes? -La tarea de la organización eclesiástica es cuidar la transmisión de la fe, pero en la práctica lo hacen a medida que no es un peligro para su carrera. Al momento que es un peligro, hay cosas que es mejor no decir ni explicar. No dicen que Jesús murió porque luchó contra todos los dominadores y denunció el sistema; dicen que sacrificó su vida para que Dios perdone los pecados de la gente, y nadie se siente amenazado. -¿Cómo ve usted el momento actual de la Iglesia Católica? -Por el momento, su preocupación principal es mantenerse, continuar, ya que hay muchos que se han ido. Están buscando mantener su posición de poder, aunque en la práctica eso no tenga mucho influjo. Están preocupados de reconquistar la influencia que antes tenían, aunque no saben cómo hacerlo. En cuanto al mundo exterior, no hay mucha preocupación. ¿Entrar en conflicto con los poderes dominantes? Eso no, nada de eso. -¿Tuvo la Iglesia alguna vez la posibilidad de impulsar el cambio social? -Como institución no, sólo cambio social hasta el punto en que las clases dirigentes aceptan. De ahí a confrontar, eso lo hacen algunas personas, algunos padres, algunos obispos, pero no la institución. Toda institución tiende a permanecer, esa es su naturaleza, no tener conflictos con otros poderes. Por eso, lo mejor sería la institución más débil posible, tener lo necesario para mantener la unidad y la organización, sin concentración de poder, con dispersión, que cada lugar pueda organizarse y definir. -¿Qué le parece la figura y liderazgo del Papa Benedicto XVI? -Es más discreto que el anterior, no tiene el mismo carisma, ni el deseo de mostrarse tanto. Es un intelectual, dedica el tiempo a estudiar. No conoce mucho sobre las realidades de los pueblos. Es muy amable, muy acogedor, pero en las ideas es muy tradicional, conservador. -¿Y sobre sus relaciones con el nazismo? -Es que todo el sistema es autoritario. En la democracia se critica, discute, se vota y se deciden cosas, pero a la Iglesia no le gusta eso, le tiene temor. La Iglesia sospecha de la democracia, así que un sistema autoritario coincide mejor con sus intereses, porque ahí todo se decide conversando con el dictador. -¿En qué difiere la concepción de la Iglesia sobre el pecado, de la que tuvo Jesús?-Cuando judíos entraron a los discípulos de Jesús traían toda su herencia, muy concentrada en el antiguo testamento: La insistencia de hacer que la gente aplique toda la moral y todas las normas y reglas. Jesús no se preocupó mucho del pecado, porque Dios perdona. Él tuvo simpatías por los pecadores, porque eran menospreciados, mal considerados. Les dio más ánimo, valor y fuerza. El pecado es el sistema de dominación que reaparece siempre en toda la historia, lo contrario de la fraternidad y del amor. Toda forma de dominación que disminuye la vida es matar al otro, eso es dominación, opresión, pecado. -Se acerca la fiesta de Navidad ¿Cuál es su sentido hoy? -Hoy se ha transformado mucho. Hoy es el gran día del comercio, es el momento del año en que más se vende, porque hay que hacer muchos regalos, comprar, nada que ver con su sentido original, que era celebrar el solsticio, donde el sol renace, fecha de la que los cristianos se aprovecharon. -Si Jesús estuviera vivo ¿Dónde estarían puestas sus energías? -Jesús querría cambiar este mundo. Se iría a buscar a la gente sencilla y pobre, porque con los ricos es inútil, ellos no van a querer cambiar, están aprovechando bien. Iría a buscar a los pobres, crearía comunidades, les daría el sentido de su dignidad, de sus derechos, de luchar por una vida mejor. -Cuando usted habla de cambiar el mundo ¿Habla de revolución social? -No, de cambiar la humanidad, la manera de relacionarse entre las personas, eso es lo que hay que cambiar. Como lo hicieron las comunas medievales, las comunidades de base, las empresas cooperativas, donde todos participan. Al final, el imperio caerá como todos los anteriores, y los oprimidos se liberarán gracias a su lucha. El Ciudadano N°93, segunda quincena diciembre 2010 |
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