Los llamados "evangelios de la infancia" (de Mateo y Lucas), más que "crónicas históricas", son reflexiones teológicas, a través de las cuales, los evangelistas presentan, desde el inicio mismo, un semblante "completo" de la identidad de Jesús.
En la narración que leemos hoy, Lucas da voz a dos ancianos –varón y mujer- que representan la tradición sapiencial del Israel fiel. Y son ellos quienes manifiestan que en Jesús se cumplen todas las promesas. Por eso..., "puedes dejar a tu siervo irse en paz": ya ha visto al Mesías, al "Salvador". El "pretexto" que utiliza Lucas es el cumplimiento de los cuarenta días tras el nacimiento: pasado este tiempo (la "cuarentena"), tenía lugar, tal como prescribía la ley, la "presentación" del niño y la "purificación" de la madre. El contenido que quiere transmitir, a través de aquellas figuras sabias (ancianos) y proféticas, es simple y contundente: Jesús es el Salvador definitivo, gloria de Israel y luz para toda la humanidad. Pero, al mismo tiempo –y esta es la paradoja- su existencia estará marcada por el conflicto. Se trata, por tanto, de una síntesis de lo que luego desarrollará el evangelio. Lucas compone este relato para presentar, ya desde el inicio, a Jesús como "Salvador", tal como había sido anunciado también en la narración de su nacimiento: "Os ha nacido un salvador" (Lc 2,11). Se trata de un título muy querido para este evangelio, que habitualmente se dirige a Jesús llamándolo de esa manera. Por medio de la entrañable figura del anciano Simeón, se nos dice que la "presentación" de Jesús es ya la salvación del pueblo y luz para todos. Y también desde el principio, el autor resalta lo que será la vida del Maestro: un puro "signo de contradicción" (Lucas habla desde lo que ya había ocurrido). "Puedes dejar a tu siervo irse en paz": cuando sabemos que todo está a salvo, recobramos la paz; cuando aceptamos incluso aquello que nos parecía inaceptable, se hace presente la paz. En la tradición cristiana, "Jesús es nuestra paz" (Ef 2,14). Eso significa que, en Jesús, más allá de las apariencias, reconocemos que todo está bien. Y eso precisamente es lo que significa "salvación". Jesús viene a recordarnos lo que siempre ha sido: todo está a salvo; lo que somos no está amenazado. Los cristianos lo vemos a través de Jesús; quienes no son cristianos lo verán desde otra perspectiva. Pero más allá de las personas que nos hayan ayudado a verlo, la realidad es que, en nuestra verdadera identidad, somos Paz. Solo nos queda vivirnos desde ella y poner los medios que nos ayuden a reconocerla y cultivarla en nuestras relaciones.
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Dos lecturas que encajan
En una fiesta de la Sagrada Familia, esperamos que las lecturas nos animen a vivir nuestra vida familiar. Y así ocurre con las dos primeras lecturas. El libro del Eclesiástico insiste en el respeto que debe tener el hijo a su padre y a su madre; en una época en la que no existía la Seguridad Social, "honrar padre y madre" implicaba también la ayuda económica a los progenitores. Pero no se trata sólo de eso; hay también que soportar sus fallos con cariño, "aunque chocheen". La carta a los Colosenses ha sido elegida por los consejos finales a las mujeres, los maridos, los hijos y los padres. En la cultura del siglo I debían resultar muy "progresistas". Hoy día, el primero de ellos provoca la indignación de muchas personas: "Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor." Cuando se conoce la historia de aquella época resulta más fácil comprender al autor. Un evangelio atípico Si san Lucas hubiera sabido que, siglos más tarde, iban a inventar la Fiesta de la Sagrada Familia, probablemente habría alargado la frase final de su evangelio de hoy: "El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba." Pero no habría escrito la típica escena en la que san José trabaja con el serrucho y María cose sentada mientras el niño ayuda a su padre. A Lucas no le gustan las escenas románticas que se limitan a dejar buen sabor de boca. Como no escribió esa hipotética escena, la liturgia ha tenido que elegir un evangelio bastante extraño. Porque, en la fiesta de la Sagrada Familia, los personajes principales son dos desconocidos: Simeón y Ana. A José ni siquiera se lo menciona por su nombre (sólo se habla de "los padres de Jesús" y, más tarde, de "su padre y su madre"). El niño, de sólo cuarenta días, no dice ni hace nada, ni siquiera llora. Sólo María adquiere un relieve especial en la bendición que le dirige Simeón, que más que bendición parece una maldición gitana. Sin embargo, en medio de la escasez de datos sobre la familia, hay un detalle que Lucas subraya hasta la saciedad: cuatro veces repite que es un matrimonio preocupado con cumplir lo prescrito en la Ley del Señor. Este dato tiene enorme importancia. Jesús, al que muchos acusarán de ser mal judío, enemigo de la Ley de Moisés, nació y creció en una familia piadosa y ejemplar. El Antiguo y el Nuevo Testamento se funden en esa casa en la que el niño crece y se robustece. La misma función cumplen las figuras de Simeón y Ana. Ambos son israelitas de pura cepa, modelos de la piedad más tradicional y auténtica. Y ambos ven cumplidas en Jesús sus mayores esperanzas. Sorpresa final Las lecturas de hoy, que comenzaron tan centradas en el tema familiar, terminan centrando la atención en Jesús. Con dos detalles fundamentales: 1. Jesús es el importante. La escena de Simeón lo presenta como el Mesías, el salvador, luz de las naciones, gloria de Israel. Ana deposita en él la esperanza de que liberará a Jerusalén. José y María son importantes, pero secundarios. 2. Jesús es motivo de desconcierto y angustia. Lo que Simeón dice de él desconcierta y admira a José y María. Pero a ésta se le anuncia lo más duro. Cualquier madre desea que su hijo sea querido y respetado, motivo de alegría para ella. En cambio, Jesús será un personaje discutido, aceptado por unos, rechazado por otros; y a ella, una espada le atravesará el alma. Lucas está anticipando lo que será la vida de María, no sólo en la cruz, sino a lo largo de toda su existencia. Podemos preguntarnos cómo celebraría Jesús hoy la Navidad: Sin duda la celebraría haciendo lo que hizo toda su vida: por un lado proclamando el amor, la fraternidad, la justicia, la igualdad, la vida en abundancia para todos, la paz verdadera, la solidaridad, la dignidad de los niños, la defensa de las mujeres marginadas, el cuidado de los enfermos, la acogida a los inmigrantes...
Y por otro, clamando contra la injusticia, contra los ricos y sus riquezas porque producen empobrecidos, contra los corrompidos y los corruptores actuales iguales a los fariseos de entonces; la celebraría apoyando y consolando a los desahuciados, liberando a los abatidos, atendiendo y curando a los enfermos, dando pan al que tiene hambre, agua al que tiene sed, escuchando atentamente a los demás, compadeciéndose; devolviendo la esperanza, la dignidad y el valor a los más débiles; la celebraría al lado de los pobres, indefensos, marginados, oprimidos y encarcelados. Jesús nació en una cuadra, igual que nacen hoy la inmensa mayoría de los niños del tercer mundo. Jesús nació entre lo pobre, lo desvalido, y lo marginado. Conocer a Jesús y su mensaje con toda su riqueza de humanidad, de respuesta integral a las aspiraciones más profundas del hombre, es lo mejor que nos puede suceder en la vida. Solo desde la encarnación en la realidad de los oprimidos, como la de Jesús, es posible hoy la Navidad. Encarnarse en la realidad de los oprimidos no es solo asumir su opresión y atenderlos, sino también y sobre todo enfrentarnos a las causas que los oprimen para erradicarlas y que dejen de estar oprimidos. ¿CÓMO PODEMOS HACERLO? Vamos a asumir como nuestra la causa de los oprimidos y exigir justicia para ellos. Vamos a denunciar públicamente a los ricos, su riqueza y su opresión para que dejen de oprimir y ser así liberados ellos mismos de ser opresores. Vamos a rechazar toda clase de ayudas a los pobres que provengan de quienes primero los han empobrecido, como esos que explotan a trabajadores del Tercer Mundo fabricando allí productos para vender en el Primero. Vamos a ahorrar algo para poder compartir un poco más con los que más lo necesitan, especialmente con los que son los más pobres de los pobres, los del Tercer Mundo. No vamos a estar comiendo o bebiendo en exceso mientras miles de personas a esa misma hora están muriendo de hambre y sed. Vamos a vivir un poco más austeramente: así no seremos causa de la injusta explotación de la tierra. Cuidaremos mejor nuestra salud para, viviendo más tiempo, poder seguir haciendo un poco de bien mientras estemos en este mundo. Por todo ello nos sentiremos más felices por estar así más cerca del pobre de Belén que vino a compartir en todo nuestra condición humana y a anunciar la salvación a los pobres y la liberación a los oprimidos; y le daremos gracias por haber iluminado nuestras vidas con la luz de su mensaje. Llevaremos en la mente y el corazón, como Jesús, el compromiso con la vida, la justicia, la igualdad, la fraternidad, el amor, la paz, la esperanza, manifestándolos en los hechos y las palabras de nuestra vida, para ser con Jesús constructores de una nueva humanidad para todos los seres humanos y para toda la creación. La liturgia nos propone hoy la familia de Nazaret como punto de reflexión. No sabemos casi nada de esa familia, pero teniendo en cuenta el refrán: "De tal palo tal astilla", debemos suponer que fue una familia ideal.
No obstante, tenemos que dejar claro que el modelo de familia de aquella época tenía muy poco que ver con el nuestro. Los estudios sociológicos que se han hecho sobre la familia en tiempo de Jesús, no dejan lugar a duda. Si no tenemos en cuenta los resultados de esos estudios será imposible entender nada del ambiente en que se desarrolla la infancia de Jesús. El tipo de familia de Nazaret que se nos ha propuesto durante siglos, no ha existido nunca. El modelo de familia del tiempo de Jesús, era el patriarcal. La familia molecular era completamente inviable, tanto por motivos sociológicos como económicos. Cuando el evangelio nos dice que José recibió en su casa a María, no quiere decir que fueran a vivir a una nueva casa. María dejó de vivir en la casa de su padre y pasó a integrarse en la familia de José. Esto no quiere decir que no tuvieran su intimidad y sus relaciones más estrechas los tres. El relato de la pérdida del Niño en Jerusalén es impensable en una familia de tres. Pero cobra su verosimilitud si tenemos en cuenta que es todo el clan el que hace la peregrinación y vuelven a casa todos juntos. El relato evangélico que acabamos de leer, es muy rico en enseñanzas teológicas. Está escrito sesenta o setenta años después de morir Jesús. Lucas quiere dejar claro, desde el principio de su evangelio, que la vida de Jesús estuvo insertada plenamente en las tradiciones judías. Su persona y su mensaje no son realidades caídas del cielo, sino surgidas desde el fondo más genuino del judaísmo tradicional. Debemos buscar la ejemplaridad de la familia de Nazaret donde realmente está, huyendo de toda idealización que lo único que consigue es meternos en un ambiente irreal que no conduce a ninguna parte. Sus relaciones, aunque se hayan desarrollado en un marco familiar distinto, pueden servirnos como ejemplo de valores humanos que desarrollamos, cualquiera que sea el modelo donde tenemos que vivirlos. Jesús predicó lo que vivió. Si predicó el amor, es decir, la entrega, el servicio, la solicitud por el otro, quiere decir que primero lo vivió él. El marco familiar es el primer campo de entrenamiento para todo ser humano. Todo ser humano nace como proyecto que tiene que ir desarrollándose a lo largo de toda la vida con la ayuda de los demás. Debemos tener mucho cuidado de no sacralizar ninguna institución. Las instituciones son instrumentos que tienen que estar siempre al servicio de la persona que es el valor supremo. Las instituciones no son santas ni sagradas. Nunca debemos poner a las personas al servicio de la institución, sino al contrario. Con demasiada frecuencia se abusa de las instituciones para conseguir fines ajenos al bien del hombre. Entonces tenemos la obligación de defendernos de ellas con uñas y dientes. Claro que no son las instituciones las que tienen la culpa. Son algunos seres humanos que se aprovechan de ellas para conseguir sus propios intereses a costa de los demás. No se trata de echar por la borda una institución por el hecho de que me exija esfuerzo. Todo lo que me ayude a crecer en mi verdadero ser, me exigirá esfuerzo. Pero nunca puedo permitir que la institución me exija nada que me deteriore como ser humano; ni siquiera cuando me reporte ventajas o seguridades egoístas. La familia sigue siendo el marco privilegiado para el desarrollo de la persona humana, pero no sólo durante los años de la niñez o juventud, sino que debe ser el campo de entrenamiento durante todas las etapas de nuestra vida. El ser humano sólo puede crecer en humanidad a través de sus relaciones con los demás. La familia es el marco insustituible para esas relaciones profundamente humanas. Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o madre, como abuelo. En cada una de esas situaciones la calidad de la relación nos irá acercando a la plenitud humana. Los lazos de sangre o de amor natural deberían ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás con nuestra capacidad de entrega y servicio. Las relaciones familiares tendrían que enseñarnos a dejar nuestro individualismo y egoísmo. Si en la familia superamos la tentación del egoísmo amplificado, aprenderemos a tratar a todos con la misma humanidad: exigir cada día menos y darse cada día más. No tenemos que asustarnos de que la familia esté en crisis. El ser humano está siempre en constante evolución, si no fuera así, hubiera desaparecido hace mucho tiempo. En el evangelio no encontramos ningún modelo especial de familia. Se dio siempre por bueno el existente. Mas tarde, como el cristianismo se extendió por el imperio romano, se adoptó el modelo romano, que tenía muchas ventajas, pues desde el punto de vista legal era muy avanzado. Los cristianos de los primeros siglos hicieron muy bien en adoptar ese modelo. Lo malo es que se sacralizó y se vendió después como modelo cristiano, sin hacer la más mínima critica a los defectos que conllevaba. Con el evangelio en la mano, debemos intentar dar respuesta a los problemas que plantea la familia hoy. La Iglesia no debe esconder la cabeza debajo del ala e ignorarlos o seguir creyendo que se deben a la mala voluntad de las personas. No conseguiremos nada si nos limitamos a decir: el matrimonio indisoluble, indisoluble, indisoluble, aunque la estadística nos diga que el 50% se separan. No se trata de que hoy las personas sean peores que hace cincuenta años. Hoy para mantener un matrimonio se necesita una madurez mucho mayor. Al no darse esa madurez, los matrimonios fracasan. Dos razones de esta mayor exigencia son: a) La estructura nuclear de la familia. Antes las relaciones familiares eran entre un número de personas mucho más amplio. Hoy al estar constituidas por tres o cuatro miembros, la posibilidad de armonía es mucho menor, porque los egoísmos se diluyen menos. b) La mayor duración de la relación. Hoy es normal que una pareja se pase sesenta años juntos. Es más fácil que en algún momento, surjan dificultades. Como cristianos tenemos la obligación de hacer una seria autocrítica sobre el modelo de familia que proponemos. Jesús no sancionó ningún modelo, como no determinó ningún modelo de religión u organización política. Lo que Jesús predicó no hace referencia a las instituciones, sino a las actitudes que deberían tener los seres humanos en sus relaciones con los demás. Jesús enseñó que todo ser humano debía relacionarse con los demás como exige su verdadero ser, a esta exigencia le llamaba voluntad de Dios. Cualquier tipo de institución que permita esta relación plenamente humana, puede ser cristiana. No debemos identificar un matrimonio roto con una infidelidad al evangelio. La falta de amor puede ser sustituida durante mucho tiempo por intereses mutuamente satisfechos. Cuando ese equilibrio de intereses se rompe, no queda más remedio que reconocer la falta de amor. No solo no es malo que se separen dos personas que no se aman. Es completamente necesario que se separen, porque no hay cosa más inhumana que obligar, por decreto, a vivir juntas a dos personas que no se aman. Esto no contradice en nada la indisolubilidad del matrimonio, porque lo único que demostraría es la falta de amor que ha hecho nulo, de todo derecho, lo que hemos llamado matrimonio. Si hay sacramento ciertamente es indestructible. Pero para que haya sacramento, no es suficiente que hagamos el signo. Es imprescindible que se dé la realidad significada, el amor. Meditación-contemplación El niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría. Éste es el Jesús que nos interesa de verdad. Un ser humano que recorre nuestro propio camino, y de esa manera, nos puede indicar la dirección a nosotros. ......................... No nos debe asustar que no hayamos llegado a la meta. Siempre nos quedará un gran trecho para llegar. Como el horizonte, la meta se verá más lejos, aunque nos estemos acercando a ella. ....................... En nuestra vida espiritual lo importante es no instalarse ni apoltronarse. Paso a paso debemos avanzar, aunque sea en la oscuridad. Mientras sigas dando pasos, estás en el buen camino. Este relato evangélico describe uno de los acontecimientos más trascendentales de la historia de la humanidad: la concepción y nacimiento de Jesús de Nazaret. Pero su significado y trascendencia no ha llegado ni con mucho a gran parte de la humanidad ni siquiera a los países y personas que celebramos la Navidad. Veamos tan solo un aspecto:
En todas los pueblos, villas y ciudades marcadas por la civilización occidental de influencia cristiana se celebra la Navidad. Lo primero que aparece son grandes catálogos ofertando mil cosas para consumir y regalar en Navidad. Lo segundo, la iluminación de calles y plazas con la instalación de miles y miles de puntos de luz, que afortunadamente consumen mucha menos energía que hace años. Pero, seguramente, salvo una minoría muy insignificante de personas, nadie se para a pensar que la cuarta parte de la población mundial, 1600 millones de personas, carecen de electricidad simplemente para alumbrarse un poco, y que 2400 millones siguen cocinando y calentando sus hogares con fuentes de energía básicas como carbón, biomasa, estiércol y sobre todo leña, en la mayoría de los casos acarreada por niños, lo que les impide acudir a la escuela, con todas las consecuencias que de ahí se derivan. En Asia meridional el 60% de las familias carecen de electricidad, y en el África subsahariana llegan casi al 80% las que no la tienen. En el departamento del Alta Verapaz en Guatemala más del 60% de las familias carecen de electricidad, o sea, 2.270.000 personas. Allí hemos visto cómo los cables de alta tensión cruzan por encima de las Comunidades indígenas para llevar energía a los centros urbanos y a ellas no se la facilitan: una multinacional española es la responsable. Si se mantienen las previsiones actuales, en el mundo, dentro de 25 años aún carecerán de energía eléctrica 1400 millones de personas, de las cuales 584 millones serán africanas. Entre tanto, millones de personas seguiremos celebrando una Navidad mercantilizada, consumista y derrochadora, lo que es diametralmente opuesto a lo que fue la primera Navidad histórica. Para esta Navidad Dios se fijó en un pueblo muy pequeño, de mala fama, que no tenía nada de ciudad, aunque lo diga el relato (era la forma de hablar de entonces), que a su vez pertenece a una región de ignorantes y pobres, Galilea. Además Dios se fija en una adolescente, tímida, que ni estaba casada, solo prometida en matrimonio a un hombre completamente desconocido, llamado José. Dios siempre se fija en quien más lo necesita. Pero allí vive una persona de gran calidad humana. Esto es lo que importa a Dios. Su nombre es María. 2.- En este texto la palabra 'virgen' no tiene el significado que nosotros le damos ahora, destacando de forma exagerada el concepto y el valor absoluto de la virginidad física o biológica. Precisamente en el contexto de Israel la virginidad tenía una connotación peyorativa afín a la esterilidad, considerada popularmente incluso como castigo divino. En la religión católica se la considera como una entrega absoluta a Dios, pero en el contexto del mensaje de Jesús de Nazaret la entrega absoluta a Dios solo tiene un camino, que es la entrega absoluta a los demás. 3.- Lo que aquí el evangelista quiere destacar de forma singular es que Jesús no nace de la relación reproductiva de un hombre y una mujer, sino de la intervención de Dios, que "cubre a María", y por tanto María "concebirá en tu vientre y dará a luz un hijo que se llamará Hijo de Dios". Aquí está por un lado el misterio, pero sobre todo está el que Jesús tiene una gestación intrauterina como cualquier otro ser humano para ser verdaderamente hombre y compartir en todo nuestra condición humana, hasta el punto de "tomar la forma (condición) de esclavo", que eran los más pobres de los pobres de su tiempo (Carta de San Pablo a los Filipenses 2,7), y de hecho como esclavo fue tratado por las "autoridades religiosas y políticas" de Jerusalén, condenándolo a muerte de cruz, por haber asumido como suya la defensa y la causa de los empobrecidos-esclavos de su tiempo, oprimidos por los religiosos del templo y los políticos romanos. Este es el sentido auténtico y comprometido de la encarnación. Hoy a Jesús lo tenemos encarnado y crucificado en los oprimidos y maltratados del mundo, por eso NO SON NAVIDAD: o los niños esclavos y llevados a la guerrilla, asesinados para trasplantes o cosméticos, metidos en minas de coltán en el Congo; o de oro, plata, hierro o níquel en Colombia y Guatemala; o en las mujeres y niñas dalits violadas y ahorcadas en la India. o los sindicalistas, campesinos y estudiantes perseguidos y asesinados en diferentes países del Tercer Mundo como recientemente en Colombia, o los encarcelados sin causa ni saber por qué en Ruanda; o los llenos de dolor entre nosotros en los inmigrantes no aceptados, en los desahuciados, en los parados sin esperanza, en los jóvenes sin trabajo ni proyecto de vida. o los encarcelados víctimas de la droga que no se quiere legalizar porque hay mucho negocio detrás. o los niños y niñas de la pederastia y mujeres esclavas sexuales o víctimas de la violencia machista. o los inmigrantes deportados y rechazados en Europa, y los desposeídos de sus tierras por las multinacionales en muchos países de África donde siempre vivieron. Pero con florituras y luces por las calles o en las fachadas de las iglesias y orgías gastronómicas o regalos de cosas innecesarias, no hacemos nada por bajar a Jesucristo de esa horrible y permanente crucifixión. ESTO NO ES NAVIDAD. 4.- El ángel le dice a María: "Alégrate llena de gracia". ¿Podemos estar alegres de verdad viendo en el mundo tanta injusticia, desigualdad, abuso, consumismo absurdo, violencia, contaminación y abuso de la Tierra, tanta gente muriendo de hambre cada día, sobrando alimentos para el doble de los que somos? ESTO NO ES NAVIDAD. 5.-A pesar de todo, tenemos que vivir en la alegría de la esperanza de que cada vez hay más personas que quieren y luchan por un mundo mejor, que entienden que esto no puede seguir así, que sienten la llamada a unirse para luchar contra la opresión y los opresores del hombre y la tierra, que encarnan en sí mismas como Jesús se encarnó en nosotros, las ansias y los anhelos de justicia, igualdad, fraternidad, solidaridad, libertad, amor y vida digna para todos-as y para toda la creación, y muchas como creyentes en Jesús de Nazaret, ven en Él, el hombre que hizo suyos, con los hechos y las palabras de su vida, todos esos valores hasta el punto de dar la vida por ellos, y lo quieren seguir por ese mismo camino. Desde que comenzó la crisis vemos cómo progresivamente aumentan las personas que quieren compartir diferentes ayudas con los que carecen de lo más necesario. Ojalá vayan dando un paso más y no se queden solo en la ayuda asistencial, sino que luchen y se comprometan en la construcción de la justicia, como condición imprescindible para una vida digna para todos/as. ESO SI ES NAVIDAD. Los textos evangélicos que nos hablan de la infancia de Jesús son textos simbólicos y míticos. Son relatos míticos y ancestrales. Ninguno es original del cristianismo. Pero el que sean relatos míticos no significa que sean mentira. El mito, en todas las culturas, está destinado a descubrirnos una verdad radical que atañe al hombre entero y que no se puede expresar con palabras científicas. El mito del nacimiento de Jesús está llamado a descubrirnos su significado más profundo y vital.
Jesús fue desde su nacimiento un judío marginal. Él mismo se marginó y por eso fue un excluido social. No hubo posada para Jesús, con esta frase Lucas nos vine a decir lo que fue la vida de Jesús. Una persona que experimentó y vivió la exclusión. Un día el mismo Jesús nos dirá: Los pájaros tienen nidos, la raposas madrigueras, yo no tengo donde reclinar la cabeza. Frase que según los especialistas pertenece a los dichos más seguros del Jesús histórico. No es una glosa de las primeras comunidades. Pero la exclusión no ha terminado. Muchas personas en el mundo viven hoy el mismo proceso de exclusión que vivió Jesús. Una exclusión que es fruto de nuestro modelo social. Un modelo con una gran capacidad de generar situaciones de pobreza y de exclusión social. El papa Francisco lo ha repetido muchas veces de manera solemne: Esta economía mata. Que es lo mismo que decir que este sistema social que nos domina produce hambre, marginación y muerte. Con el cura Diamantino recordamos una de sus frases más certeras: Medio mundo muere de hambre y la otra mitad de colesterol. Enumeraremos solo tres notas significativas: 1.- A escala planetaria, la creciente brecha entre el Norte y el Sur, entre las sociedades ricas y los países eufemísticamente llamados en vías de desarrollo, es resultado de un modelo que solo beneficia a un tercio de su población. 2.- Al interior de las sociedades ricas, el modelo genera bolsas de pobreza, de paro laboral, de empleo precario, de exclusión para franjas cada vez más amplias de la población. España, sin ir más lejos, es el país de la Unión Europea donde más está creciendo la desigualdad y el incremento de los suicidios por motivos económicos. 3.- El imparable fenómeno de la inmigración y de los refugiados políticos es también una fuente mayor de exclusión social. Y lo que es peor, muchas veces hay personas, generalmente bien acomodadas, que valoran a la pobreza desde una perspectiva exclusivamente individualista y tratan a los pobres como responsables de su propia situación, afirman que son parásitos, vagos, engañan y son culpables de su situación, e incluso son enemigos del bienestar. ¿Se pueden pensar tantas barbaridades en tan pocas líneas? Pero Jesús en Belén nos ofrece una forma nueva de mirar la realidad y la debilidad de tantas personas. La contemplación de Jesús en su Navidad nos enseña a contemplar la debilidad y la exclusión humana como una forma de presencia de Dios. Dios está entre nosotros como debilidad, en los débiles, en los excluidos, en los pobres, en las carencias de todo tipo, en cada una de nuestras limitaciones. Por eso mismo, salir, bajar al encuentro de las carencias humanas, es una forma de peregrinación hacia el corazón del Dios más vivo y sorprendente. Con los mismos pasos con que nos acercamos a la debilidad de los que sufren nos acercamos a Dios. La Navidad es la gran fiesta porque Dios nace en nuestra debilidad y entre los excluíos sociales, en la periferias, y nosotros, creyentes y no creyentes, estamos invitados a unirnos a Él para luchar contra todo tipo de exclusión, uniendo nuestro trabajo con el suyo, sin saber dónde empieza Él y dónde empezamos nosotros. Si Dios ha corrido la suerte de encarnarse, de nacer pobremente y crecer como salvación desde la exclusión de este mundo, ya no hay excluidos para Dios, nadie queda fuera de Dios. Y el lugar principal para la fiesta es allí donde aparece: en las afueras, donde no hay sitio, donde todo parece agotarse y está condenado a crecer en la amenaza y a la intemperie de las construcciones humanas. Navidad es el tiempo de acoger con ternura lo germinal, lo pequeño, lo que nace en los movimientos sociales y humanitarios alternativos y en los grupos eclesiales que luchan por un mundo nuevo y por una Iglesia más de acuerdo con el sueño de Dios. Es el momento de salir hacia los excluidos, hacia los que no pueden llegar hasta nosotros. Desde esa debilidad podemos sentir que pasa por nosotros la fuerza de Dios, su santo brazo, que transforma con nuestra ayuda toda la realidad. Y podremos sentir la alegría de María y de José y la de los ninguneados pastores. La indecible alegría, la que solo puede ser recibida como regalo y de la que nace el compromiso más radical y esperanzado pro el cambio social que nuestro mundo necesita. No lo olvides: El que ama a Dios más que su prójimo no lo ama sobre todas las cosas. Feliz Navidad. En el evangelio que leíamos anoche encontramos un relato mítico-simbólico del nacimiento de Jesús; en el que acabamos de leer, un relato metafísico. Es imposible descubrir que hacen referencia al mismo ser. En ambos se quiere comunicar el misterio de la encarnación. En ambos, con lenguaje muy diversos, se nos quiere decir lo que Dios. Pero lo que Dios es solo podemos conocerlo si descubrimos lo que es Jesús.
En lo tocante a Jesús, celebramos un hecho histórico, que sucedió en un lugar y en un momento determinado. Jesús es una realidad histórica, y podemos hacer referencia a su tiempo y tratar de imaginarlo hoy como sucedido. Pero en lo que se refiere a Dios, no se trata de un suceso, sino de una realidad trascendente que está siempre ahí. Dios se está encarnando siempre. Eso no tenemos que celebrarlo como acontecimiento, sino vivirlo como realidad actual. Como María, yo tengo que dar a luz lo divino que está dentro de mí. Los cristianos no hemos sido aún capaces de armonizar la trascendencia con la inmanencia en Dios. En nuestra estructura mental cartesiana, no cabe que una realidad sea a la vez inmanente y trascendente. Por eso nuestro lenguaje sobre Dios es siempre ambiguo. Dios está más allá de toda realidad, pero a la vez está siempre encarnándose. En Jesús esa encarnación se manifestó absolutamente. De esa manera nos abrió el camino para vivirla nosotros. "Les da poder para ser hijos de Dios". A esa realidad nunca podremos llegar por la vía del conocimiento. Acabamos de leer dos líneas que son claves para entender el evangelio de Juan: "En la palabra había vida y la vida era la luz de los hombres". Por no tener en cuenta esto, hemos caído en el intelectualismo y la dogmática. Hemos querido entender a Jesús, como portador de un conocimiento que nos trae la salvación. No es la luz la que nos va a llevar a la Vida, sino al revés. La Vida es la que nos llevará a la comprensión, a la luz. Meditación-contemplación Si no aparcas la razón, te quedarás in albis. Si pretendes comprender, perderás el tiempo. Deja que la Verdad vibre en tu interior. Solo así podrás vivir la Vida .................. No te conformes con celebrar hechos pasados. No pretendas confiar en logros futuros. La VIDA eterna está en tus manos. Todo lo posees en este instante. ................ Vive la totalidad aquí y ahora. No esperes condiciones más favorables. Si no las aprovechas hoy, nada garantiza que las aprovecharás en otro instante. El relato de Lucas no es una crónica de sucesos, sino teología narrativa que es algo muy distinto. Hoy identificamos verdadero con histórico. En tiempo de Jesús era distinto y lo importante era la verdad, no la historia. Jesús vivió en un momento y en un lugar histórico. Pero lo importante es que nos invitó a vivir la realidad de un Dios que no está atado a un tiempo ni a un espacio, sino que está siempre ahí.
Lo importante de este relato es la idea de Dios que trata de comunicarnos. Como decíamos el domingo, la profundización no es nada fácil, porque exige una actitud personal de silencio y de escucha. Desde fuera, es muy poco lo que se puede ayudar a esta tarea. Lo que deja claro el evangelista es, que Jesús se inserta plenamente en la historia universal. Nadie puede poner en duda su condición humana. Un censo oficial al que están sujetos como cualquier mortal, sus padres. Importa poco que los datos no sean exactos. Lo que nos interesa es la intención de Lucas, es decir, conectar la buena noticia con Jesús que nace en un lugar y en un momento de la historia. A nosotros hoy lo que de verdad nos cuesta es descubrir al Jesús humano que nos puede servir de modelo. Para Lucas, de mentalidad helenista, Dios está en el cielo. Si quiere hacerse presente, tiene que bajar. Viene a salvar a los pobres y empieza por compartir su condición. La salvación se hará desde abajo. Pero solo la encontrará el que está en camino, el que está buscando, no los que están instalados cómodamente en este mundo. No la encontrarán en el bullicio de las relaciones sociales del día, sino en el silencio de la noche. Los dioses tienen sus intermediarios. Estos se ponen en acción y quieren anunciar el acontecimiento. ¿Quién estará preparado para escucharlo? Solo los pastores, la profesión más despreciada y marginada de la sociedad. La salvación se anuncia en primer lugar a los oprimidos. Los demás están descansando, dormidos; no necesitan ninguna salvación. El anuncio es una buena noticia. Dios es siempre buena noticia. La noticia es que Dios viene para salvarnos. "Os ha nacido un Salvador". Los pastores salen corriendo. No será fácil encontrarlo. Alguna pista: Un niño en un pesebre (comedero) semidesnudo y entre pajas, él mismo es alimento (apuntando a la eucaristía), acompañado por sus padres que no dicen nada. ¿Qué podrían decir? Además, cuando Dios decide enviar su Palabra a los hombres, resulta que nos envía a un niño que no sabe hablar. La salvación es para todo el pueblo, no para los privilegiados del momento. No en Jerusalén, sino en la ciudad de David. Él viene a destronar a los poderosos, pero se presenta como uno de los pobres y oprimidos. Esto es la causa de la alegría en el cielo y de la alabanza a Dios en la tierra. Los pastores proclaman la buena noticia. Entre los que escuchan, sorpresa. Dios se encuentra lejos de las instituciones, lejos del templo. El evangelista no está dando los primeros datos de una biografía sino poniendo los fundamentos de una teología. Desde la perspectiva de una biografía, tendríamos que decir: No sabemos nada; ni dónde nació, ni cuando, ni cómo. Por el contrario, tenemos suficientes elementos de juicio para saber que no pasó nada extraordinario desde el punto de vista externo. Ni María ni José ni nadie se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo allí. Nació como todos los niños. Fue un niño normal. Cuando Jesús empezó su vida pública, decían sus vecinos: ¿No es este el hijo de José, su madre no se llama María? ¿De donde saca todo eso? En otra ocasión su madre y sus hermanos vinieron a llevárselo porque decían que estaba loco. ¿Se habían olvidado de los prodigios de su nacimiento? Y sin embargo, aquello era el comienzo de todo. Allí empezaba Jesús su andadura humana, que iba a ser capaz de hacer presente a Dios entre los hombres. Era Emmanuel (Dios-con-nosotros) y era Jesús (salvador). Nacimiento, vida y muerte de Jesús, forman una unidad inseparable. Es importante su nacimiento por lo que fue su vida y su muerte. Hizo presente a Dios, amando, dándose, entregándose a los demás. Eso es lo que es Dios. Salió a su Padre. Es Hijo de Dios. Como pasó con todos los grandes personajes anteriores a él, se hace la biografía de la infancia desde la perspectiva de su vida y milagros. No nos quedemos en las pajas y vayamos al grano. La importancia del acontecimiento se la tengo que dar yo, aquí y ahora. Dios no tiene que venir de ninguna parte, ni puede estar en ninguna parte más que en otra. Dios está donde nosotros le descubramos y le hagamos presente. Dios está donde hay amor. Allí donde un ser humano es capaz de superar su egoísmo y darse al otro. Allí donde hay comprensión, perdón, tolerancia, allí está Dios. Dios no será nada si yo no lo hago presente con mi postura ante los demás. El único objetivo de esta fiesta es que aprendamos a amar. Que aprendamos a salir de nosotros mismos y seamos capaces de ir al otro. El verdadero amor es el resultado del nacimiento de Dios en mí, en todo ser humano, en todo niño recién nacido; también en aquellos que en este momento están muriendo de hambre o de cualquier enfermedad perfectamente curable. Mueren porque nosotros preferimos adorar un muñeco de cartón, antes que aceptar que cualquier recién nacido es divino porque en él reside Dios. Una de las tareas escolares más recientes de mi hijo de once años en su clase de estudios sociales, consistió en hacer un mapa para explicar las primeras migraciones del ser humano, dibujó caminos con líneas de flechas rojas para señalar los recorridos que aquellos migrantes hicieron sobre los continentes de nuestro planeta...
"Ellos migraron porque se agotaron sus suministros de alimentos debido al súbito cambio de clima. Comenzó a hacer mucho frío; No podían cazar o recoger bayas. Si se quedaban en África, morían". La primera migración fue provocada por el hambre, el instinto natural por sobrevivir hacía que aquellos seres humanos de hace ya más de 50.000 años, salieran de los territorios tan conocidos por ellos para aventurarse a otros totalmente desconocidos. La posibilidad de encontrar alimentos les daba el coraje y el derecho de hacerlo. Es la misma razón por la que tuve que dejar mi país. En el hogar se habían agotado los suministros de alimentos para mis cuatro hermanos y yo desde el asesinato de mi padre. Hay una enfermedad provocada por vivir tanto tiempo entre la injusticia de una sociedad con rostro de impunidad, de persecución, de asesinato. Donde los salarios no son proporcionales a las jornadas de trabajo, donde se corta la cabeza que se levanta; Se llama desesperanza. Mi madre la contrajo, enfermó gravemente, perdió el ánimo, la fe y la fuerza para seguir adelante, ella ya no tenía ganas de vivir. El frio de la orfandad me calaba cada noche, saber que mis pequeños hermanos se acostaban con el estómago vacío, y no ver ninguna posibilidad de encontrar un empleo por las vías de la decencia, hizo de mis madrugadas una fría desventura. La modesta beca por prestar mis servicios como maestra en comunidades de difícil acceso, (a donde los maestros estatales y federales no llegaban) no daba para sostener mis estudios y una familia. Sin embargo sobrevivimos hasta que pude finalizar una carrera profesional. Fue en ese tiempo de servicio donde aprendí a sentir a Dios muy de cerca. Ocurrió en una humilde aula para alfabetización de adultos en la que me reunía cada tarde con los campesinos que deseaban aprender a leer y escribir después de sus jornadas de trabajo y mis clases con los niños; lo sentí en el nombre escrito por primera vez con el puño y letra de su propio dueño y en el gozo de afirmar la propia identidad: "Yo soy Fermín" "yo soy Teresa" "yo soy Felipe"... en el modo en que celebrábamos semejante acontecimiento en el grupo, (cuando una persona lograba escribir por primera vez su nombre, levantaba con ambas manos la hoja donde lo había escrito y todos los presentes aplaudíamos y corríamos a abrazarle) pese a las condiciones de pobreza extrema que como yo, aquellas comunidades se encontraban, vivían con una esperanza que rebasaba mi sentido común. En aquella humilde aula, los campesinos aprendieron a leer y escribir y yo aprendí a hablar con Dios. Mis oraciones consistían en pedir una señal que me indicara que más debía hacer para poder llevar comida a mis hermanos porque en mi país tener una profesión no significa nada. Una serie de puertas que no se abrían me señalaron el camino al norte, la gran puerta al final; la de la burocracia, tampoco atendió mi llamado, así que emprendí sin remedio el camino a pie dejando atrás mi tierra; la tierra donde conocí a Dios pero también la tierra donde habían asesinado a mi padre y todas mis posibilidades. ¿De dónde vino la fuerza tan precisa que nos movió manos y pies más allá de nuestras propias fuerzas? ¿De donde vino la esperanza que nos llenó el corazón para atrevernos a cruzar aquel valle de lágrimas y muerte? ¿De dónde vino aquella madrugada el dolor que me desencajó el rostro y me agotó las lágrimas al ver morir mi propia carne y mi propia sangre, en la muerte del extraño que no logró cruzar la frontera como yo? ¡Estoy segura que de Dios! Cuando crucé la frontera Dios la cruzó conmigo; me habilitó para hacerlo, Él está en mí misma: en la forma de mis pies, en la estructura de mis manos, en mis ganas de vivir. Me guía y me acompaña su luz de esperanza. Él me da la fuerza para desear el futuro y me da el derecho fundamental de pelear por la vida. Me acompaña también en el territorio al que llegué ya hace muchos años como extranjera. Mi madre murió, mis hermanos son adultos, cada uno hemos formado una familia propia, pero hemos conocido la más dolorosa falta de solidaridad. Se menoscaba la dignidad del ser humano cuando se etiqueta de "inmigrante Ilegal o indocumentado" a un grupo compuesto por "Once millones" de personas cada una con un rostro, con una historia de vida, con fe en el futuro. Los "Once millones" somos objeto, somos masa con la que los gobiernos de las naciones de las que salimos y a la que llegamos no saben qué hacer, donde ponernos, como tratarnos, y nos cubren el rostro con esas dos palabras. Pero nuestra presencia invisible cuestiona, es interpelada por Dios: "¿Dónde está tu hermano?" (Gn 4,9a). No saben cuál es el mejor momento para hablar de nosotros; si cerca de las elecciones o después de ellas. Hoy sigo hablando con Dios en un aula, ahora como Maestra de Catequistas. En estas aulas hay personas que forman parte de familias que han sido separadas por las redadas de inmigración, han vivido las deportaciones de familiares arrestados en sus lugares de trabajo, o los han "perdido" en centros de detención. Pero también en esas aulas se vive el gozo de afirmar la propia identidad con cuestionamientos tan fundamentales como: ¿Quién soy yo? La felicidad de descubrirse a sí misma, a sí mismo, ya no rebasa mi sentido común, ahora lo entiendo: Sucede un gran momento; Desde nuestras circunstancias nos descubrimos hijas e hijos de Dios. Como inmigrantes somos "El prójimo"; no somos ni amenaza ni competencia, la imagen de Dios no es otra que la persona, por lo cual nuestro rostro, como el rostro de Jesús, es reflejo pleno de la trascendencia absoluta de Dios. Por instinto natural buscamos la justicia y la paz. Un impulso nos mueve a hacer efectiva nuestra misión profética, a darle significado al Evangelio buscando caminos justos, dignos, compasivos, solidarios... Nace un impulso por rechazar lo incompatible a una sociedad humana, a algunos medios de comunicación que explotan el sufrimiento, que venden el dolor de las familias desmembradas por las deportaciones. El fin de esos medios es el lucro del dolor humano, no es denunciar la persecución y la opresión. No podemos callar ante los comentarios de presentadores de noticias como: "Los inmigrantes marcharon por las calles exigiendo se respeten sus derechos...un momento, no tienen derechos, ¿Cuáles derechos?" La Declaración Universal de los Derechos Humanos (Art.2) confirma que estos Derechos se aplican a todas las personas "sin distinción de ningún tipo, tales como raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política u otra, origen social o nacional, propiedad, nacimiento u otro status". Sé que como a los "Once millones", Dios señaló un camino a aquellos seres humanos de las primeras migraciones hace más de 50.000 años para que no murieran. Los humanos seguimos migrando porque está en nuestra información genética. Se lucha por la vida hasta morir. Pido a Dios que me ayude a descubrir los recursos, las palabras y las plataformas para llamar a las conciencias de mis hermanas y hermanos que han dibujado con sus pasos, caminos con líneas de flechas rojas sobre los continentes de nuestro planeta, para que no se acostumbren al maltrato. Maltratar o ser maltratadas, maltratados, no está bien, no es moral. Que se entienda de una vez por todas: No es moral que en los mares, en los cerros y desiertos del mundo aparezcan cadáveres de mujeres, hombres y niños inmigrantes cada día y nadie diga nada. La migración es un derecho; Los que persiguen, acorralan, o provocan la muerte de los inmigrantes, lo están haciendo con Dios. Dios mismo representa la causa del extranjero: "No maltrates ni oprimas a los extranjeros, pues también tú y tu pueblo fueron extranjeros en Egipto" (Éxodo 23:9). Primer mensajero (Natán) y primera promesa (a David)
Al final de numerosas aventuras, David se ha convertido en rey del Norte y del Sur, de Israel y Judá. Ha conquistado una ciudad, Jebús (Jerusalén) que le servirá de capital. Se ha construido un palacio. Y ahí es donde comienzan los problemas. Mientras se aloja cómodamente en sus salas, le avergüenza ver que el arca de Dios, símbolo de la presencia del Señor, está al aire libre, protegida por una simple tienda de campaña. Decide entonces construirle una casa, un templo. El profeta Natán está de acuerdo. Dios, no. Será Él quien le construya a David una casa, una dinastía. A su heredero lo tratará como un padre a su hijo. "Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre". Segundo mensajero (Gabriel) y segunda promesa (a Israel) El evangelio es tan conocido que necesita poco comentario. Pero a veces se pasa por alto el fuerte contenido político de las palabras del ángel a María cuando habla de Jesús: «Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Si tenemos en cuenta que «Hijo del Altísimo» no significa «Segunda persona de la Santísima Trinidad» sino que es un título del rey de Israel, las palabras de Gabriel repiten insistentemente la idea de la realeza de Jesús. Pero su reino no es universal, se limita a «la casa de Jacob». Tercer mensajero (Pablo) y tercera promesa (al mundo entero) Pablo no ha visitado todavía Roma cuando escribe su carta a los romanos. Pero tiene una larga experiencia de apostolado y de reflexión. Sobre todo, ha tenido una experiencia fundamental en el momento de su vocación: el Mesías Jesús no ha sido destinado por Dios sólo al pueblo de Israel, sino a todas las naciones. El misterio Desde David hasta Pablo se recorre un largo camino y la perspectiva se abre de modo asombroso: lo que comenzó siendo la promesa a un rey, más tarde un pueblo, termina siendo la promesa al mundo entero. Como dice la segunda lectura, esta es la "revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos". Tres reacciones a tres mensajeros ¿Cómo reaccionan los interesados antes los mensajes que reciben? La respuesta de David no la recoge la lectura, pero es una extensa oración de alabanza y acción de gracias por la promesa que Dios le hace (2 Samuel 7,18-29). María reacciona con aceptación y fe. No imagina los momentos tan duros que tendrá que aceptar por causa de Jesús ("una esperada te atravesará el alma") ni la cantidad de fe que necesitaría cuando vea a su hijo criticado y condenado por terrorista y blasfemo. La reacción de Pablo, la que desea inculcar a sus lectores romanos, es cantar la sabiduría y la gloria de Dios a través de Jesucristo. Estas tres reacciones nos sirven para vivir estos días previos a la Navidad. |
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