Hoy el mismo evangelio nos hace la composición de lugar y tiempo. Unos versículos antes, Herodes cree, que Jesús es Juan Bautista que ha resucitado. Si lo había matado una vez, bien podía intentarlo de nuevo. Jesús tenía motivos para retirarse a un lugar apartado.
Seis veces se narra en los evangelios un episodio casi idéntico: la multiplicación de los panes y peces. Jesús da de comer a una multitud considerable en un despoblado. Es seguro que algo muy parecido a lo que nos cuentan pasó en realidad. Es probable que pasara más de una vez. Es muy importante para nosotros, acercarnos lo más posible a la realidad de los hechos; solo desde lo histórico, podremos desentrañar su verdadero sentido. Con los conocimientos exegéticos que hoy tenemos de los textos bíblicos, no podemos seguir entendiendo este relato en sentido literal. Es más, entendido como un milagro material, nos quedamos sin el verdadero mensaje del evangelio. Podríamos decir que es una parábola en acción. También hacen falta “oídos” y “ojos” bien abiertos para entenderla. El punto de inflexión del relato está en las palabras de Jesús: “dadles vosotros de comer”. Jesús sabía que eso era imposible. Parece ser que no entraba en los planes del grupo preocuparse de las necesidades materiales de los demás. Por otra parte, ni tenían dinero suficiente para comprar tanto pan, ni había donde comprarlo. No podemos seguir hablando de multiplicación de panes y peces gracias a un poder divino de Jesús o de Dios manipulado por Jesús. Si Dios pudo hacer un milagro para saciar el hambre de los que llevaban un día sin comer, con mucha más razón tendría que hacerlo para librar hoy de la muerte a millones de personas que van a morir de hambre en el Cuerno de África. Tampoco podemos utilizar este relato como un argumento para demostrar la divinidad de Jesús. El sentido de la vida de Jesús salta hecha añicos cuando suponemos que era un ser humano, pero con el comodín de la divinidad guardado en la chistera. Lo que pasó no fue un milagro en sentido estricto, que es como lo entendemos normalmente. Realmente fue un verdadero “milagro”, que un grupo tan numeroso de personas compartiera todo lo que tenían hasta conseguir que nadie pasara necesidad de alimento. Hay que tener en cuenta que en aquel tiempo no se podía repostar por el camino, todo el que salía de casa para un tiempo, iba provisto de alimento para todo ese tiempo. Fijaos bien que los apóstoles tenían cinco panes y dos peces; seguramente, después de haber comido ese día. Si el contacto con Jesús y el ejemplo de los apóstoles les empujó a poner cada uno lo que tenían al servicio de todos, estamos ante un ejemplo de respuesta a la compasión y generosidad que Jesús predicaba. Éste es el verdadero milagro. Debemos tomar conciencia de la importancia que tienen, en los relatos bíblicos, las comidas. Con muchísima frecuencia se hace referencia a los tiempos mesiánicos con la imagen de un banquete. El mismo Jesús se dejaba invitar por las personas importantes. Algunos exegetas creen que las parábolas son charlas de sobremesa que Jesús relataba en ese ambiente cálido de una comida de amigos. Él mismo organizaba comidas con los marginados; esa era una de las maneras de manifestarles su aprecio y cercanía. La última cena fue una comida de despedida en la que se abrió en la intimidad de los que consideraba más amigos. La más importante ceremonia de nuestro culto cristiano está estructurada como una comida. Que todo un día de seguimiento haya terminado con una comida no nos debe extrañar. Lo verdaderamente importante es que en esa comida todo el que tenía algo que aportar, colaboró, y el que no tenía nada, se sintió acogido fraternalmente. Si tenemos “ojos” y “oídos” abiertos, en el mismo relato podemos hallar las claves para una correcta interpretación. Los discípulos se dan cuenta del problema y actúan con toda lógica. Como tantas veces decimos o pensamos nosotros, se dijeron: es su problema, ellos tienen que solucionárselo. Jesús no acepta esa postura, sino que les propone una solución mucho menos sensata: “dadles vosotros de comer”. Él sabía que no tenían pan para tantas personas. Aquí empieza la necesidad de entenderlo de otra manera. Ya Moisés, Elías y Eliseo dieron de comer a la multitud en el desierto o en períodos de sequía y hambre. Se quiere sugerir que Jesús cumple en plenitud las figuras del AT. También hay que tener en cuenta que la Escritura era la comida espiritual del pueblo. Doctrina se dice en arameo “hamira”. Pan se dice “amira”. Junto al lago, los alimentos básicos de la gente, eran el pan y los peces. Los libros de la Ley eran cinco; y dos el resto de la Escritura: Profetas y Escritos. El número siete (5+2) es símbolo de plenitud (seguramente el más empleado en la Biblia. También el número de los que comieron (cien grupos de cincuenta) es simbólico. Los doce cestos aluden a las doce tribus. Es el pan compartido el que debe alimentar al nuevo pueblo de Dios. La mirada al cielo, el recostarse en la hierba… Ya tenemos los elementos que nos permiten interpretar el relato, más allá de la letra. El evangelio nos da continuos ejemplos de cómo Jesús se preocupó de las necesidades materiales de la gente. Pero también se quejó de que le entendieran mal, y terminaran creyendo que había venido para eso. "Me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros". El mensaje del evangelio de hoy no es que, al ver el milagro, concluyamos que Jesús es Dios; ni que podamos esperar de él que nos va a sacar las castañas del fuego. Cuando Jesús se retiró al desierto, después del bautismo, la conversión de las piedras en panes, se presenta como una tentación. El ver a Jesús como un "taumaturgo" hacedor de milagros, está ya muy criticado en los mismos evangelios. Seguir creyendo en el siglo XXI en milagros (tal como la mayoría los entiende) para solucionar los problemas, es la mejor demostración de nuestra falta de madurez religiosa. Es también una demostración de que nuestra idea de Dios sigue siendo arcaica e interesada. El verdadero sentido del texto está en otra parte. La dinámica normal de la vida nos dice que el “pan” indispensable para la vida, tenemos que conseguirlo con dinero; porque alguien lo acapara y no lo deja llegar a su destino, más que cumpliendo unas condiciones que el que lo acaparó impone: el “precio”. Lo que hace Jesús es librar el pan de ese acaparamiento injusto. La mirada al cielo y la bendición son el reconocimiento de que Dios es el único dueño y que a Él hay que agradecer el don. Liberado del acaparamiento, el pan, imprescindible para la vida, llega a todos sin tener que pagar un precio por él. Jesús, nos dice el relato, primero siente compasión de la gente, y después invita a compartir. Jesús no pidió a Dios que solucionara el problema, sino que se lo pidió a sus discípulos. “Dadles vosotros de comer”. Aunque en su esquema mental no encontraron solución, lo cierto es que, todo lo que tenían, lo pusieron a disposición de todos. Esta actitud desencadena el prodigio: La generosidad se contagia y produce el “milagro”. Cuando se deja de acaparar los bienes, llegan a todos. Los hombres, no deben actuar de manera egoísta. Curiosamente hoy son la primera y la segunda lectura las que nos empujan hacia una interpretación espiritual del evangelio. Los interrogantes planteados en las dos primeras lecturas podrían ser un buen punto de partida para la reflexión de este domingo. La primera nos advierte que la comida material, por sí misma, ni alimenta ni da hartura. Sólo cuando se escucha a Dios, cuando se imita a Dios, se alimenta la verdadera vida. En la segunda lectura nos indica Pablo, dónde está lo verdaderamente importante para cualquier ser humano: el amor que Dios nos tiene y se manifestó en Jesús. Después de un día con Jesús, aquella gente fue capaz de compartir todo lo que tenían, que en aquella circunstancia no era más que unos pedazos de pan duro, y unos peces resecos. Para nosotros ese es el verdadero mensaje. Nosotros, después de años y años junto a Jesús, ¿qué somos capaces de compartir? No debemos hacer distinción entre el pan material y el alimento espiritual. Sólo cuando compartimos el pan material, estamos alimentándonos del pan espiritual. En el relato el nivel espiritual y el material se entremezclan y no hay manera de separarlos. La compasión y el compartir son la clave de toda identificación con Jesús. Es inútil insistir porque es el tema de todo el evangelio. El verdadero mensaje del evangelio de hoy está en que, cada vez que se comparte el pan, se hace presente a Dios que es amor. No hay otra manera de acercarnos a Dios y de acercar a Dios a los demás. La eucaristía es memoria de Jesús que se partió y repartió. Al partirse y repartirse, hizo presente a Dios que es don total. El pan que verdaderamente alimenta, no es el pan que se come, sino el pan que se da. El primer objetivo de compartir, no es saciar las necesidades de otro, sino identificarse con Dios, descubierto en el otro. Es afirmar que Dios y el necesitado son uno. Bien entendido que a la hora de compartir, no hay diferencia alguna entre bienes materiales y bienes espirituales. Meditación-contemplación ¡Dadles vosotros de comer! No deberíamos olvidar nunca estas palabras. Es lo primero que espera Dios de cada uno de nosotros. Es lo que esperan todos los “muertos de hambre”. ………………… Si de nuestra relación con Dios no se desprende esta exigencia, podemos estar seguros que nuestra religión es falsa. Si no veo a Dios en el que muere de hambre, mi dios es un ídolo que yo me he fabricado. ………………………… La clave del mensaje de Jesús es la compasión. Si no me aproximo al que me necesita, me estoy alejando del Dios de Jesús. Si he descubierto a Dios dentro de mí, lo estaré viendo siempre en los más pobres.
0 Comentarios
Es un relato que está presente en los cuatro evangelios, Mc,6. Lc,9. Jn,6, y se repite en Mt,16 y en Mc,8. En las seis narraciones (menos explícitamente en Lucas), este episodio supone un momento de inflexión en el seguimiento de las multitudes. Desde aquí, el seguimiento va a ser selectivo, porque Jesús va a defraudar las esperanzas que se están poniendo en él.
De hecho, estos textos se sitúan en todos los evangelistas un poco antes de la confesión que Jesús provoca "¿quién dice la gente - quién decís vosotros - que soy yo?". Y en Juan, la multiplicación es el pórtico del sermón del pan de vida, catequesis que se ha dado como eucarística, pero que trasciende este sentido: se trata de aceptar a Jesús como el venido del cielo: ya no es el maná, es Jesús. Se trata de la adhesión a Jesús o su rechazo como Mesías. Y se producen tres reacciones: las multitudes, en gran parte, ven que el mesianismo de Jesús no es un reinado con abundancia de pan fácil, y se irán alejando; los jefes, sacerdotes, letrados y fariseos, entienden bien el mensaje y rechazan a Jesús, le piden signos, le exigen que dé pruebas de su autoridad; incluso en sus discípulos hay una crisis, y muchos se apartan y ya no van con él, sin duda porque han entendido la ruptura que Jesús supone. Y unos pocos creen en él ("¿a quién iremos, tú solo tienes palabras de vida eterna"). Inmediatamente, en todos los evangelios, Jesús hace una catequesis del mesías dejando claro que el mesías será crucificado. (Mt 16,21. Mc 8,31. Lc 9,21. Jn 6,70). Es decir, que el esquema prácticamente idéntico en todos los evangelios es: multiplicación – se escapa de la gente - confesión de mesianismo - anuncio de la cruz. El evangelio, por tanto, está situando la figura de Jesús en su contexto correcto: quién es Jesús, quién es el Mesías, qué es el Reino. Y rechazando explícitamente toda interpretación política, de abundancia material; incluso anunciando que el Reino sufre rechazo y persecución. El Reino es abundancia, pero de dones espirituales, y será carencia, renuncia o persecución, incluso muerte, en lo material. "Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Yo soy el pan vivo bajado del cielo: el que coma de este pan no morirá para siempre". Es la esencia: todos los aspectos materiales, políticos, de supremacía de Israel, de Dios-para-nosotros, todas las bendiciones materiales como signo de las espirituales... han pasado. Frente a eso, alimentarse de este pan será aceptar la cruz y la oscuridad de Dios. Y ponerse al servicio. 1.- LA RELIGIÓN DE JESÚS. Desaparecen aquí los últimos rasgos míticos y tribales de la religión de Israel. Dios protector del pueblo, la alianza que produce efectos de bendiciones terrenas, abundancia, salud, larga vida, éxito, reconocimiento, poder... Se acabó. El que come de este pan pasará por la cruz, y ése - no las prosperidades materiales - será el signo de que se está en el reino. Lo de Jesús va por tanto muchísimo más allá de lo que han soñado todas las religiones antiguas, incluida la religión de Israel. Mucho más allá, porque está mucho más aquí. Más allá, más de Dios, porque está mucho más cerca del ser humano. Porque no se trata de sacar al ser humano de su condición, de situarlo en contextos de mitos, poderes, intervenciones milagrosas de la divinidad... Se trata, simple y sorprendentemente de "encender la luz" para ver qué significa vivir. No se trata de añadir divinidades para explicar misterios, se trata de iluminar la vida. No se trata de que Dios hace milagros esporádicos bendiciendo con cosas terrenas al justo. Se trata de que Dios nos hace comprender y ser capaces de llevar adelante la vida. Lo más oscuro de la vida es que es camino que recorrer, que hay cruz, que no se ve a Dios por ninguna parte. Y que a nosotros nos apetece sentarnos, no caminar, disfrutar, no llevar la cruz, y ver a Dios, no estar sometidos al esfuerzo y al riesgo de creer. Jesús no nos deja sentarnos, no nos quita la cruz, no hace que se nos aparezca Dios. Jesús da fuerza para caminar, alimenta al caminante, lleva la cruz y muestra cómo llevarla, da fuerzas para ello, y nos deja ver todo lo que de Dios podemos y necesitamos ver. Y eso es todo. Es un modo de vivir, no una escenografía milagrera para ocultar o soslayar la vida. Es un modo de vivir más arriesgado, apostando por valores que contradicen la lógica normal. Un modo de entender a Dios menos lógico, porque no se basa en el amo-legislador-juez, sino en el amor, impredecible y ajeno a toda lógica. Las religiones se basan en la supremacía de Dios que exige tributos bajo pena de justo castigo. Lo de Jesús se basa en salvar la vida entera del ser humano. Verdaderamente, Dios se ha hecho hombre. 2.- JESÚS PAN DE VIDA No pocas veces tendemos a pensar que los relatos de los Sinópticos son meramente históricos, crónica de sucesos. Sabemos que el cuarto evangelio utiliza los sucesos como soporte del símbolo, pero pensamos que los Sinópticos no lo hacen. Y es un grave error. Es evidente que para el cuarto evangelio los sucesos son sobre todo “SIGNOS”, pero los Sinópticos también utilizan ese género. Concretamente en la multiplicación de los panes, el valor de signo es muy superior al valor de crónica. El suceso sirve de pista de despegue para el mensaje. El suceso es que Jesús se retira con los discípulos a un lugar solitario, que la gente le sigue, hambrienta de su palabra y de sus curaciones, que Jesús – como siempre – siente compasión y se dedica a hablarles en vez de tomarse el día libre, “porque estaban como ovejas sin pastor”, que se produce el inexplicable suceso de que comen todos con poco y que Jesús rechaza sus aclamaciones mesiánicas, los despide, a la gente y a los discípulos, y se queda de noche solo en el monte, orando. El mensaje que subrayan los cuatro evangelistas es el que explicita perfectamente el cuarto evangelio en el Sermón del Pan de Vida: Jesús no es sólo el nuevo Moisés sino el nuevo Maná. No se trata de que Dios da un alimento material para sobrevivir en el desierto, sino de que Dios da el alimento definitivo, el alimento que no alimenta al cuerpo sino al espíritu. Jesús se define como pan, pan regalo de Dios. Los evangelistas escriben estos relatos unos cuarenta años después de que sucedieran, y estos relatos se leen en la Cena del Señor, en la eucaristía. Es evidente que los relatos sirven magníficamente para ilustrar qué es la Fracción del Pan: alimentarse de Jesús, compartir el pan y el vino con Jesús. Y también ahora podemos hacer, a propósito de estos relatos, una catequesis eucarística profunda. Los que participamos en la eucaristía vamos a ella a alimentarnos (no preferentemente a cumplir, a adorar, a ofrece… ). Nos alimentamos de muchas cosas que son en el fondo la misma: nos alimentamos del perdón celebrado, de la comunidad que acoge y ora en común, de la palabra… de todo Jesús presente en la comunidad, en la iglesia. Y comulgamos con él. El pasado día 25, a propósito de la fiesta de Santiago, leíamos la petición de los Zebedeos (tronos ministeriales en el reino del Mesías) y la contra-propuesta de Jesús: beber su cáliz. En la eucaristía comemos su pan y bebemos su cáliz, es decir, que Jesús nos propone lo mismo que a los Zebedeos: ¿Estáis dispuestos a beber mi cáliz, a comer mi pan? Y contestamos, con hechos, que sí. El significado del pan y del vino es el más profundo de todas las expresiones parabólicas con las Jesús habla de sí mismo (y de Dios). Jesús se define como agua, como luz, como pastor, como médico… Pero en su cena de despedida expresa cómo se ve él a sí mismo, definitivamente: como grano de trigo molido para ser pan, para ser comido y ser alimento. Como granos de uva estrujados para ser vino para que todos tengan qué beber. Y no son signos para admirar, sino alimento y bebida para comer y beber… con él. Eso es comulgar con él: compartir su pan y su vino, aceptar que también nosotros, porque comulgamos con él, hacemos de nuestra vida trigo molido y granos estrujados, para que el mundo entero tenga menos hambre y menos sed. 3.- LA SOLEDAD DE JESÚS Después de todo esto, de la comida abundante etc etc, Jesús despide a todo el mundo y se queda solo, porque los discípulos (probablemente) aprovechan el entusiasmo para promover una aclamación popular, para elegir a Jesús Rey. Una vez más, no se han enterado de nada; van en la línea de los Zebedeos pidiendo poltronas ministeriales. Cuando Jesús explica que seguirle es hacerse pan para el mundo, aunque haya que beber el cáliz, se queda solo. La gente, y los discípulos, quieren ante todo alimento fácil para el cuerpo y triunfar sobre los enemigos. Es la tentación de mesianismo facilón, terreno, que pone a Dios a nuestro servicio para darnos gusto, para que se haga nuestra voluntad, no la suya. Jesús invierte radicalmente el planteamiento: no se trata de qué esperamos nosotros de Dios, sino de qué espera Dios de nosotros. Buscar la voluntad de Dios, no lo que a nosotros nos gusta; no pretender que el poder de Dios se acomode a nuestra voluntad y a nuestros gustos. Esto se llama conversión, cambiar de sentido, darse al vuelta; hasta Jesús, muchos en Israel han entendido que Dios es para Israel, el éxito de Israel, la salud, la larga vida, la prosperidad, el sometimiento de las naciones… mesianismo fácil y halagador. Jesús es el anti-Mesías. Y por eso le rechazarán. Podríamos sacar consecuencias abundantes: señalaremos dos caminos de reflexión, y que cada uno piense: · a nivel personal: para qué quiero yo a Dios. Para responder a esta pregunta basta con analizar nuestra oración de petición: dime cómo pides y te diré cómo es tu fe. Basta con reflexionar si nuestra oración de petición es el Padre Nuestro o nos pasamos la vida cansando a Dios pidiendo lo que a nosotros nos parece que Él nos tiene que dar … · a nivel eclesial: el éxito, el esplendor del culto, la influencia social, las multitudes aclamando, los poderosos de las naciones haciendo homenaje… ¿seguro que todo eso es de Jesús? ¿No será un resto de falso mesianismo? Que cada uno se lo piense y se lo aplique. Recordando que es más fácil ver la paja en ojo ajeno (la Iglesia) que la viga en el propio (mi conversión). Al menos en tres ocasiones, Mateo habla de alguna “retirada” de Jesús: en medio de una discusión con los fariseos (12,9), si bien en esa circunstancia no se trata de una huida, ya que vuelve a insistir en su mensaje, incluso dentro de la sinagoga; ante la noticia de la muerte del Bautista a manos del rey de Herodes (14,13); y tras un nuevo enfrentamiento con los fariseos y doctores de la ley, a propósito de las tradiciones (15,21).
Sin duda, la ejecución del Bautista era un aviso grave de peligro, y así debió entenderlo Jesús, que se aleja a un lugar 'tranquilo' y 'apartado'. Parece seguro que el profeta de Nazaret fue bien consciente, desde muy pronto, de la amenaza que se cernía sobre él: no sólo por el enfrentamiento hostil por parte de la autoridad religiosa, sino porque conocía bien la historia de su pueblo, en la que no pocos profetas habían acabado su vida de un modo trágico. De pronto, era como si esa amenaza tomara cuerpo a partir de lo sucedido con Juan. A diferencia de lo que hará en su último viaje a Jerusalén, del que le intentarán disuadir, en este momento decide huir. La circunstancia va a servir al evangelista para poner de manifiesto laactitud de Jesús ante la gente –que resaltará más, debido al contraste con la que adoptan los discípulos-. En el texto, Jesús es presentado como compasión, salud y alimento. Pero todo nace de la compasión: la conmoción ante el sufrimiento, que se traduce en ayuda eficaz. No se trata de una “lástima” pasajera, ni de un mero movimiento voluntarista, sino de algo mucho más profundo que nace de la comprensión: cuando acallamos el runruneo de los pensamientos y el vaivén de los sentimientos, emerge la Quietud que somos y aparece el Núcleo de lo Real, que se muestra como Amor y Compasión. Todo se manifiesta con una admirable coherencia: el núcleo de lo real constituye nuestra “identidad compartida”. Al experimentarlo, empezamos a notar que todo nos afecta como si nos ocurriera a nosotros mismos. Es similar a lo que sentimos en nuestro cuerpo: cuando nos duele un dedo, no lo vemos como algo “ajeno” que tal vez sería bueno socorrer. Al contrario, no dudamos un solo instante que esededo es también cuerpo, por lo que la persona entera se moviliza en su favor. Esto parece indicar que únicamente viviremos la compasión y creceremos en humanidad en la medida en que, gracias a la transformación de la conciencia, nos hagamos conscientes de nuestra identidad más profunda. Cuando dejemos de percibirnos como “células individuales”, aisladas una de otra, cuando no enfrentadas, y seamos capaces de reconocernos como “organismo”, en el que cada célula ocupa su lugar. Frente a la actitud de los discípulos –que, desde una conciencia egoica, son partidarios de que cada cual “se busque la vida” por su cuenta-, Jesús asume el problema como propio y los compromete en la búsqueda de una solución. Salta a la vista que Jesús no se vive como “célula aislada”, sino como “conciencia unitaria”: no se encuentra encerrado en los límites de su “yo individual”, sino que es consciente de la identidad ilimitada en la que nos encontramos con todos y con todo, en la no-dualidad. Y en este marco Mateo narra el relato conocido como “multiplicación de los panes”. ¿Cuál es el trasfondo histórico del mismo? No podremos saberlo con seguridad. Probablemente, se halle detrás el recuerdo de las comidas de Jesús con la gente; o incluso el magnetismo de su personalidad, que provocaba fácilmente un movimiento a compartir… Porque el texto no habla de “multiplicar” comida, sino de “dividirla”: cuando se comparte, suele sobrar. El texto, sin embargo, deja claras dos cosas: una referencia a la eucaristía –usando la fórmula técnica: tomar el pan, alzar los ojos al cielo, pronunciar la bendición, partir los panes y repartirlos- y eltrasfondo bíblico del relato –una cuestión muy importante en el evangelio de Mateo-. En efecto, la hierba –una alusión directa a las “verdes praderas”, del Salmo 23-, los cinco panes, los doce cestos, los cinco mil hombres… -tanto el cinco como el doce son números que representan al pueblo judío- le evocan inmediatamente al lector la tradición del Éxodo y el alimento del maná. Como Yhwh en el desierto, Jesús alimenta al nuevo pueblo. No sólo eso. Detrás del relato de Mateo, no es difícil adivinar tampoco las figuras de Elías y de Eliseo. El primero había proporcionado pan y aceite que no se acababan (Libro 1 de los Reyes 17,7-16); el segundo había dado de comer milagrosamente a cien hombres (2 Reyes 4,42-44). Muy por encima de ellos, Mateo viene a proclamar a Jesús como el Mesías: no alimenta a “cien hombres”, sino a “cinco mil”, es decir, a la totalidad del pueblo (si el número cinco representa al pueblo, al multiplicarlo por mil se intensifica la idea de “totalidad”). La referencia a la eucaristía podría ofrecernos una clave importante sobre el modo de celebrarla: no tanto como el “santo sacrificio de la Misa” –una expresión cuyo origen hay que buscar en influjos posteriores ajenos al evangelio-, sino como la celebración de la Unidad que somos, de cuya conciencia brota una compasión activa. No se trata, por tanto, de un rito cerrado –exclusivo para los cristianos-, sino de una celebración inclusiva, en el Abrazo de la No-dualidad, que es así, simultáneamente, celebrado y potenciado. La constatación de tanta injusticia, hambre y desigualdad en nuestro mundo constituye un acicate más para salir de la modorra del ego y abrirnos a comprender la Unidad que somos. Hoy resuena también con fuerza la palabra de Jesús: “Dadles vosotros de comer”. La nueva hambruna que azota a Somalia y a toda la región del Cuerno de África nos hace constatar, una vez más, la injusticia de nuestro sistema socioeconómico, constituye una llamada al compartir y espolea la urgencia de crecer en conciencia, que haga posible un nuevo modo de relacionarnos, un nuevo sistema económico y un orden internacional más humano. Indudablemente, la aproximación al evangelio y a la figura de Jesús renueva nuestra manera de creer. Conectamos con su novedad y frescor, con su espíritu de “buena noticia” para todos, al tiempo que, al contacto con la conciencia del propio Jesús, nos abrimos cada vez más a experimentar aquella “identidad unitaria” en la que él se vivía, y que descubrimos compartir con él. Por eso lo celebramos, lo agradecemos y lo vivimos como “espejo” nítido de lo que somos todos. Anders Behring Breivik apretó el gatillo y puso las bombas. La policía y los fiscales deberán dilucidar si actuó completamente solo o con colaboración o al menos en conexión con personas o grupos que compartieran sus delirantes ideas. Los tribunales le juzgarán y establecerán su responsabilidad penal.
La masacre plantea una vieja cuestión: ¿matan las ideas? ¿pueden ser las ideologías criminales? ¿son libres todas las ideas? ¿pueden establecerse límites a las ideologías del odio? Breivik ha llevado a sus últimas consecuencias la ideología que impregna a los nuevos partidos de extrema derecha que proliferan en los países del norte (o en el norte de los países del sur, por ejemplo la Liga Norte). Su idea fuerza es que la inmigración, señaladamente la inmigración musulmana, va a imponer un cambio de la identidad europea. Europa, la tierra de la razón y la tolerancia, va a perder sus señas de identidad; va a perder su religión cristiana, su pureza racial, su racionalidad y tolerancia. El islam, una religión retrógrada, se va a imponer y los culpables son los políticos que toleran la inmigración y propugnan una sociedad multicultural. El multiculturalismo es culpable. El joven noruego puede ser un perturbado o un iluminado, depende como se mire. Su representación del mundo se ha nutrido del liberalismo, el fundamentalismo cristiano, la teoría del choque de civilizaciones y de los relatos exotéricos en torno a los templarios. Al final, un cóctel que ha cristalizado en un manifiesto que es como el reverso especular del yihadismo y Al Qaeda, con su misma visión de cruzados o caballeros cristianos que luchan contra el enemigo musulmán. Parece que una de las obras de cabecera del criminal era el breve ensayo de John Stuart Mill “On the liberty”. Ni que decir que nada entendió, porque Mill, siguiendo la estela abierta por Milton dos siglos antes, defiende no ya la tolerancia, sino la confrontación de ideas para alcanzar la verdad. Doctrina que la jurisprudencia norteamericana concretó en la teoría de libre mercado de las ideas y, consecuentemente, en una amplia interpretación de la libertad de expresión, que protege actos simbólicos, como pueden ser quemar la bandera norteamericana o el Corán. No obstante, la libertad de expresión admite límites cuando exista un “clear and present danger”. O dicho en palabras del juez Holmes: la libertad de expresión no autoriza a dar el grito de fuego en un teatro. En Europa a partir de la II Guerra Mundial se comenzó por perseguir la defensa del nazismo o fascismo y la difusión del negacionismo de los crímenes nazis. A partir de ahí, muchas legislaciones europeas consideran delito la difusión y propaganda de las llamadas “doctrinas del odio”, esto es, aquellas ideas que propugnan el odio o la discriminación. Recientemente, un tribunal holandés ha absuelto al ultraderechista Wilders de uno de estos delitos al considerar que al criticar al Islam como una doctrina totalitaria fundada en la dominación, violencia y opresión, no inducía a discriminación hacia los musulmanes. Una cosa son las ideas y otra sus consecuencias prácticas. Por ejemplo, la doctrina del choque de civilizaciones, popularizada por Samuel Huntington hace una década, puede ser discutida en el ámbito académico y en el foro de los medios. Estamos en ámbitos racionales. Más allá, todos los líderes racistas o xenófobos, puede que sin ni siquiera leer la obra, la harán suya y la citarán como argumento de autoridad. Hasta ahí, habrá que confrontar esas ideologías con otras ideologías. Pero cuando se da un paso más y se proponen medidas discriminatorias atentatorias contra los derechos humanos se sobrepasa la libertad de expresión. Ni siquiera mediante la democracia directa, mediante eferéndum, se pueden limitar derechos fundamentales, como se ha hecho en Suiza prohibiendo la construcción de mezquitas. No, las ideas no delinquen. Pero ciertas ideas alimentan a los criminales. Hitler se nutrió del antisemitismo en gran parte de raíz cristiana y de distintas supercherías como los Protocolos de los Sabios de Sión. Entonces, un ser diabólico enajenó a un país culto y avanzado, pero que estaba empapado por una cultura autoritaria. Hoy, los líderes ultraderechistas son postmodernos. Llevan el pelo oxigenado, son abiertamente homosexuales y apoyan a Israel. No quieren derribar el estado de derecho, se conforman con dejarlo vacío de contenido. En este humus crecen los Anders Behring Breivik. En esta Iglesia hay pluralidad de pensamiento. Pero se cree el Vaticano que su pensar es el único y el verdadero. Y el que no lo siga, o tenga otra forma de pensar, otros planteamientos, es un hereje, un heterodoxo. Se cree que está en posesión de la verdad. Así, en estas condiciones, no es posible construir otra Iglesia.
Mientras la Curia Romana siga mandando y gobernando, otra Iglesia es imposible, Mientras siga vigente el actual Código de Derecho Canónico que entroniza al Papa como un Rey Absoluto, otra Iglesia es imposible, Mientras esta institución eclesiástica siga atada y bien atada a este Capitalismo perverso, otra Iglesia es imposible, Mientras siga formando parte de las estructuras de esta Globalización financiera y especulativa, otra Iglesia es imposible, no puede abrir la boca para pronunciar el Mensaje de Jesús de Nazaret. Mientras no sea capaz de reconocer los Derechos humanos dentro y los exija hipócritamente fuera, otra Iglesia es imposible. Mientras siga siendo una institución dogmática y jerarquizada, otra Iglesia es imposible. Mientras continúe implicada en el entramado político, económico, jurídico y social del mundo de los ricos, es imposible que pueda decir una palabra al mundo de los empobrecidos. Esta Iglesia se encuentra comprometida con el Sistema que hace cada vez más pobres a los pobres, y más ricos a los ricos. Ha olvidado completamente la sentencia de Jesús que dice que “no se puede servir a dos señores, no podéis servir a Dios y al Capital”. A pesar de todo, sabemos que hay muchas comunidades de creyentes y de cristianos de a pié aquí en España, en Latinoamérica y África que están viviendo otra forma de expresar su fe. Son comunidades comprometidas con el mundo de los pobres y luchando en los pueblos empobrecidos. No vemos otro futuro. La “otra cara de la Iglesia” será, pensamos muchos, hecha de gente libre, discípulos del hombre Jesús, que nutrimos nuestra fe en una comunidad de base que intentan seguir al Maestro por otros derroteros completamente distintos. Son muchas las comunidades que rechazan este sistema y resisten y viven al margen de este desorden establecido. Son muchas las comunidades que trabajan por los derechos humanos. Y esto es una esperanza, sobre todo porque estimamos que esta nueva Iglesia se está formando desde abajo, desde las bases, desde las masas empobrecidas, no sólo desde las cúpulas. Los mercados, esos eseculadores financieros sin nombre pero con identidad, no sólo arruinan y juegan al gato y al ratón con Grecia. Hacen algo peor. Sin controles y sin criterios morales, toman decisiones pensando sólo en sus carteras. Eso sí, absolutamente conscientes de que sus decisiones pueden matar (y están matando) de hambre a la gente. Porque eso es lo que está pasando en Somalia y en el Cuerno de África. Para que unos cuantos engorden, cientos de miles están condenados a una muerte indgina.
Y no lo digo yo. Lo dice un obispo misionero, de esos que se dejan la piel y la vida por los empobrecidos. El obispo de Maralal (Kenia) Mons. Virgilio Pante, una de las diócesis de acogida de los cientos de miles de refugiados que huyen del hambre, resume así la situación en el país: “Desde hace dos años sufrimos una gran sequía, las consecuencias son tremendas: el ganado se está muriendo y es la única fuente de sustento para nuestras tribus seminómadas de los Samburu, Turkana y Pokot. Pero esto no es todo: la situación ha empeorado con el aumento del precio del petróleo y por consiguiente del precio de todos los alimentos básicos, como harina, alubias, arroz y maíz”. El obispo señala claramente la causa principal de esta enorme tragedia. Los que suben los precios y trafican con ellos están matando a los somalíes. Y Dios les pedirá cuentas. Porque hasta Él llegan los gritos desgarrados de dolor, hambre, sed y muerte de sus hijos. La Iglesia, como siempre, está haciendo todo lo que puede. El Papa, desde su púlpito planetario romano, lanzó la voz de alarma y pidió la cooperación inmediata de Gobiernos y organismos mundiales. Miles de misioneros a pie de obra salvan, con sus escasos medios, al mayor número de personas. Pero la riada de los hambrientos es enorme y continua. Y no dan abasto. Y necesitan ayuda urgente. Vergüenza de los mercados y vergüenza de los que podemos echar una mano y no lo hacemos. Movilicemos nuestras entrañas de misericordia y de justicia. No podemos quedar indiferentes, mientras nuestros hermanos mueren. El catolicismo mundial tiene que movilizarse como una sola persona. Ya lo están haciendo algunas instituciones como Cáritas o Manos Unidas. Pero tenemos que hacerlo todos. Y todos a la vez y con la máxima urgencia. Que Rouco y Camino convoquen una rueda de prensa y lancen un SOS a la sociedad catolica española. Es más importante esto que la JMJ, aunque, a estas alturas, habrá que compaginar ambas cosas. Ya ni siquiera pido que se suprima la JMJ y se mande a Somalia los 55-65 millones de euros que se va a invertir en ella. Algunos podrían acusarme de demagogia. Y quizás lo sea. O no. Sólo pido que nuestros jerarcas (y nosotros mismos) pongamos tanta carne en el asador de la JMJ como en el de la lucha contra la muerte en Somalia. Si no lo hacemos, nadie nos creerá. No recuperaremos a la fe la sociedad española con macrofiestas costosísimas y crecientes papolatrías. Sólo volveremos a llevar la gente a Dios, si descubren en nosotros las entrañas de misericordia del buen samaritano. Y, aunque no consigamos atraer a nadie, si salvamos la vida de nuestros hemanos somalíes, el Padre nos estará eternamente agradecido. Ésa sí que es la lucha por la vida y la dignidad de la persona humana. Y no otras batallitas seudo moralistas, disfrazadas con el lema del Sí a la Vida. Dicho de otra forma, nuestra lucha por el no nacido no tendrá credibilidad alguna, si no va acomapañada de nuestra lucha contra la muerte del nacido. En Somalia se juega la credibilidad del catolicismo español que, dentro de unos dias, se va a convertir en el centro de la cristiandad. Por ello, desde Religión Digital queremos lanzar una campaña de SOS con Somalia. Por el momento, para canalizar las ayudas a través de Cáritas. Otras ONG católicas, como Manos Unidas, están ultimando los detalles para ello. En ese momento, ofreceremos sus cuentas bancarias. Dos posiciones contrapuestas tratan de encontrar en la Biblia argumentos explícitos que respalden la imposición o no del celibato eclesiástico. Es evidente al menos que son pocas, mínimas, las referencias que justifiquen la decisiva importancia que dentro de la iglesia católica se le ha venido asignando a través de los siglos.
Tanto dentro del Antiguo como del Nuevo Testamento son numerosas las exhortaciones a la caridad, al amor al prójimo, a la abnegación, a la hospitalidad, a la justicia, a la misericordia, a la paciencia, a la piedad o las prevenciones contra la ira, la mentira, el odio, el orgullo, la usura, la soberbia, la avaricia como “causa de todos los males” y a la que San Pablo califica como una “especie de idolatría”, pero casi ninguna referente a la preferencia del celibato sobre la vida conyugal, a excepción de las recomendaciones, aunque no taxativas, del mismo apóstol a Timoteo (4.12 y 5.22) aconsejándole “castidad” y pureza. Sería injusto no reconocer que también Mateo hace referencia a la castidad (Mt.19,10-12) pero precisamente destacando su carácter de voluntaria. Del Eclesiástico (Eclo 36.24) surge como más recomendable que el hombre no permanezca célibe, cuando dice: “El que tiene una mujer tiene ya el comienzo de la fortuna, una ayuda semejante a sí y columna en qué apoyarse” En el antiguo testamento, la esterilidad y por consiguiente la incapacidad de engendrar vida, es considerada casi un oprobio y motivo de súplicas y de invocaciones a Yaveh para no morir sin descendencia. Y así desde Abraham y Sara, pasando por Isaac y Rebeca, Jacob y Raquel y llegando hasta Zacarías e Isabel fueron bendecidos con hijos aun en edad provecta. Creo que estos veinte siglos de cristianismo no han destacado lo suficiente el misterio del amor que se hace carne y espíritu convirtiéndonos en partícipes permanentes de la suprema creación y que desestimar la importancia de este don, cuya gratuidad estamos por otra parte lejos de valorar, constituye casi una ofensa para el mismo Dios que manifestamos amar. Renunciar voluntariamente a estar dispuesto a generar nueva vida, cuando es el mismo Dios quien nos impartió el mandato de “creced y multiplicaos” no parece ser la mejor manera de honrarlo, aun cuando se esté inspirado por los más nobles fines. Cuánto más grave parece ser la imposición eclesiástica del celibato a aquellos seres que se hallan convocados a ejercer el ministerio y la pastoral cristianos. Nadie con verdadera vocación sacerdotal debería verse obligado a renunciar al don más maravilloso que le ha otorgado ese Dios al que quiere consagrarse y que de seguro vería con buenos ojos, por decirlo de alguna manera, que esos seres capaces de amar al prójimo como Él nos lo pide puedan ser también transmisores de vida, de ejemplo, de esa profunda y altruista espiritualidad a que precisamente les convoca el sacerdocio. En los primeros siglos del cristianismo no existía la dicotomía o sacerdote célibe o seglar casado, dado que Cristo no hizo sobre esa base acepción de personas y solo invitó a seguirle a quienes creyeran y compartieran su mensaje. Fue en los primeros Concilios, el de Elvira en España, luego el de Nicea (actualmente Turquía) y el de Tours en Francia los que fueron generando progresivamente la idea de que los sacerdotes, muchos de ellos casados, debían dejar a sus esposas y permanecer nuevamente “solteros”. Ello no obstó para que aún después hubiera hasta Papas casados o dispuestos a renunciar al Papado para casarse como lo hiciera el Papa Bonifacio IX, a principios del siglo II. Posteriormente los Concilios de Letrán I y II decretaron la nulidad de los casamientos clericales y ya en el siglo XVI el Concilio de Trento termina por establecer que el celibato y la virginidad son superiores al matrimonio, con lo que va perfilándose el canon que exige a los aspirantes al orden sacerdotal el voto de celibato. Sin embargo, ya Juan XXIII en 1963, durante el Concilio Vaticano II, manifestó que el matrimonio es equivalente a la virginidad y hasta el Papa actual, cuando era Cardenal Ratzinger y profesor de teología en Ratisbona (Alemania) firmó en 1970 junto a otros ocho sacerdotes un documento que fue enviado a la Conferencia Episcopal de Alemania en el cual instaban a realizar una “urgente revisión” de la regla del celibato ya que es, a sus juicios, una de las causas de la escasez de candidatos al sacerdocio. Recientemente la Junta Directiva de la Asociación de Teólogos Juan XXIII ha declarado también que: “Es necesaria la supresión del celibato obligatorio para los sacerdotes, medida disciplinar represiva de la sexualidad que carece de todo fundamento bíblico e histórico, que no responde a exigencia pastoral alguna”. Una declaración más que pone sin duda de manifiesto que el problema sigue candente y pendiente de resolución. En nuestras hermanas religiones conocidas como protestantes a partir del cisma luterano, sus pastores y pastoras (sin obligatoriedad celibataria) dan pruebas fehacientes de supervivencia, de espiritualidad, de compromiso humano sin que su fe se haya desvirtuado, ni sus comunidades diezmado, ni el servicio a sus fieles menoscabado. Baste recordar a figuras señeras como Martin Luther King considerado como uno de los mayores exponentes de la historia de la no violencia o el arzobispo anglicano Desmond Tutu, opositor y luchador contra el apartheid sudafricano, ambos Premios Nobel de la Paz en 1964 y 1984 respectivamente y tantos otros que siguen dando cotidianas muestras de abnegación, de amor al prójimo y de verdadero testimonio cristiano, sin renunciar al privilegio de la co-creación humana. El evangelio nos propone las tres últimas parábolas del capítulo 13 de Mateo. Comentaremos las dos primeras que tienen un mismo mensaje. Si descubrimos lo que más vale, aseguramos el primer objetivo de nuestra voluntad, porque la voluntad no puede ser movida más que por el bien, descubierto como tal y en el caso de dos bienes siempre será movida por el mayor.
Conocer lo que Dios es en mí, es descubrir el tesoro. No se trata de un conocimiento discursivo o racional, sino de una experiencia en lo más hondo de mi ser. Seguimos empeñados en descubrir a un Dios que está fuera, y que además nos da seguridades materiales; ese es un camino equivocado que no nos puede conducir a la meta. Menos mal que Mateo (la comunidad) no se atrevió a alegorizarlas. No lo tenía fácil. El mensaje es idéntico en las dos; la única diferencias es que en un caso, el encuentro es fortuito. Y en el otro, es consecuencia de una búsqueda. Las dos opciones se hacen con un grado de incertidumbre. No se puede valorar el tesoro ni la perla de un vistazo. La verdad es que me siento muy a gusto con el mensaje de estas dos parábolas porque apuntan a los dos ejes de mi predicación: por una parte que la plenitud es fruto de un conocimiento. Por otra, que la realidad descubierta, está dentro de cada uno de nosotros. La parábola, al contrario de la alegoría, no juzga la moralidad de las acciones narradas; simplemente propone unos hechos para que nosotros nos traslademos a otro ámbito. En efecto, tanto el campesino, como el comerciante, obran de forma fraudulenta y por lo tanto injusta (aunque legal). Los dos se aprovechan de unos conocimientos privilegiados para engañar al vecino. Los dos actúan, no por desprendimiento, como se quiere hacer ver, sino por egoísmo. “Renuncian” a unos bienes para conseguir más bienes. No es su objetivo vivir de otra manera, sino conseguir una vida material mejor, engañando. En estas dos parábolas vemos bien claro, cómo no se puede aprovechar todo lo que dicen. Jesús en el evangelio advierte una y mil veces del peligro de las riquezas; no puede aquí invitarnos a conseguirlas en sumo grado. El mensaje es muy concreto. El punto de inflexión en las dos parábolas es el mismo:“vende todo lo que tiene y compra”. Nadie puede vender todo lo que tiene para comprar un campo o una piedra preciosa. Sería sencillamente una locura. Si lo vende todo para comprar la perla, ¿qué comería al día siguiente? ¿dónde viviría? Esa imposibilidad radical en el orden material, es precisamente lo que nos hace saltar a otro orden. Ahí está la clave del mensaje. Hay dos elementos de la parábola, que nos dan la clave del mensaje.
Son dos parábolas, que explican por qué no damos un paso en nuestra vida espiritual: No hemos descubierto el tesoro entre los bienes que ya poseemos. Sin este descubrimiento, todo lo que hagamos por alcanzar una religiosidad auténtica, será pura programación y por lo tanto inútil. Nada, absoluta mente nada vamos a conseguir si previamente no descubrimos el tesoro. Nuestra principal tarea será tomar conciencia de lo que somos. Si lo descubrimos, prácticamen te está todo hecho. La parábola al revés, no funciona. El vender todo lo que tienes, antes de descubrir el tesoro, que es lo que siempre se nos ha propuesto, no es garantía ninguna de encontrarlo. Hay un ancestral relato oriental que nos puede ayudar a comprender las parábolas de hoy: “Cuando los dioses crearon al hombre, pusieron en él algo de su divinidad, pero el hombre hizo un mal uso de esa divinidad y decidieron quitársela. Se reunieron en gran asamblea para ver donde podían esconder esa divinidad que le habían dado. Uno se levantó y dijo: pongámosla en la cima de la montaña más alta. Pero otro dijo: No, que terminará escalándola y dará con ella. Otro dijo: La pondremos en lo más hondo del océano. Pero alguien respondió: No, que terminará bajando a lo más hondo y la descubrirá. Por fin dijo uno: ¡Ya sé donde la esconderemos! La pondremos en lo más hondo de su corazón. Allí nunca la buscará”. ¡Qué razón tenía! En primer lugar, tenemos que aclarar que el tesoro no es Jesús, como deja entender Pablo, y sobre todo los santos padres. Jesús descubrió la divinidad dentro de él. Este es el principal dogma cristiano. “Yo y el Padre somos uno”. Tampoco la Escritura puede considerarse el tesoro. En muchas homilías, he visto estas interpretaciones de las parábolas. La Escritura es el mapa, que nos puede conducir al tesoro, pero no es el tesoro. Tampoco podemos presentar a la Iglesia como tesoro o perla. En todo caso, sería el campo donde tengo que cavar (a veces muy hondo) para encontrar el tesoro. La alegría es uno de los elementos a destacar en el relato. Los dos se alegran porque van a ser inmensamente ricos, no porque hayan descubierto otros valores. Jesús no pide más perfección, más santidad, sino más alegría, más felicidad. Es bueno todo lo que produce felicidad en ti y en los demás. Es negativa la alegría que se consigue a costa de las lágrimas de los demás. Cualquier renuncia que produzca sufrimiento, en ti o en otro, no puede ser evangélica. Fijaos que he dicho sufrimiento, no esfuerzo. Sin esfuerzo no hay progreso en humanidad, pero ese esfuerzo tiene que sumirme en la alegría de ser más. Lo que el evangelio valora no es el hecho de renunciar. Lo que me tiene que hacer feliz, es el conseguir mi plenitud. Si mi dios hace más infeliz mi vida, es que no hemos encontrado el tesoro. La diferencia entre el valor del Reino y los valores terrenos estriba que el primero enriquece al que lo encuentra y a los demás; el segundo se consigue a costa de pobreza para los demás. El valor auténtico aporta una alegría continuada. Los valores terrenos aportan una alegría pasajera y que además se consigue con la tristeza de muchos. El tesoro es el mismo Dios presente en cada uno de nosotros. Es la verdadera realidad que soy, y que son todas las demás criaturas. Lo que hay de Dios en mí es el fundamento de todos los valores. El Reino que es Dios está en mí. Esa presencia es el valor supremo, el hombre es el valor supremo. Es lo que descubrimos en la manera de actuar Jesús. En cuanto las religiones olvidan esto, se convierten en ideologías esclavizantes. El tesoro, la perla, no representan valores supremos, sino una realidad que estámás allá de toda valoración. El que encuentra la perla preciosa, no desprecia las demás. Dios no se contrapone a ningún valor, sino que potencia el valor de todo lo bueno. Presentar a Dios como contrario a otros valores, es la mejor manera de hacerle ídolo. Si soy capaz de ver a Dios en todo, evitaré toda idolatría, y seré libre para vivir una vida verdaderamente humana. No es que todas las cosas palidezcan ante el Reino (como he leído en una homilía), es precisamente lo contrario. Todo se ilumina cuando pones en el centro de tu vida el Reino que es Dios. No se trata de renuncia, ni de sacrificio. Dios no puede querer que renunciemos a nada, sino que vivamos todo en plenitud. No es fácil descubrir el auténtico valor. Nos ha tocado vivir en una sociedad que funciona a base de engaños. Si fuésemos capaces de llamar a las cosas por su nombre, la sociedad quedaría colapsada. Si los políticos nos dijeran simplemente la verdad, ¿a quién votaríamos? Si los jefes religiosos dejaran de meter miedo con un dios justiciero, ¿cuántos seguirían creyendo? Si de la noche a la mañana todos nos convenciéramos de que ni el dinero ni la salud ni el poder ni el sexo ni la religióneran los valores supremos, nuestra sociedad quedaría paralizada. Solo lo que me hace más humano, y en la medida en que me haga más humano, será positivo. No se trata de fastidiarme aquí y ahora para alcanzar un más allá, sino de encontrar aquí y ahora una plenitud de vida humana. Pablo dice: “A los que buscan a Dios, todo les sirve para el bien”. El “ama y haz lo que quieras” de S. Agustín. Tener la referencia del valor supremo, me permite valorar en su justa medida todo lo demás. No se trata de despreciar lo demás, sino de tener clara una escala de valores. El “tesoro” nunca será incompatible con todos los demás valores que nos ayudan a ser más humanos. Es una constante tentación de las religiones ponernos en el brete de tener que elegir entre un bien y un mal. Radicalmente equivocado. Lo que hay que tener muy claro es cuáles son las prioridades, dentro de los valores, y qué valores son en realidad falsos. Meditación-contemplación En tu propio campo tienes un fabuloso tesoro. Si aún no te has dado cuenta, es que lo has buscado en otro campo o que no has ahondado lo suficiente. ……………. Tu tarea más importante en esta vida es buscar ese valor incalculable. No es objetivo fácil, porque no se descubre por los sentidos ni por la razón. ………………………… Una vez descubierto lo que hay de Dios en ti, todo lo demás es coser y cantar. Si no experimentas al Dios vivo en el fondo de tu ser, todos los esfuerzos por llegar, serán inútiles. ¿Cuál es el “tesoro” de mi vida? ¿He descubierto mi “Anhelo esencial”? Las dos pequeñas parábolas “gemelas” que leemos hoy remiten a esa cuestión, básica y universal, que acompaña al ser humano desde el momento mismo de su aparición.
Ese Anhelo, que habita el corazón humano, es el que nos convierte en “buscadores”, aunque, como veremos más adelante, en realidad no hay nada que buscar, porque lo buscado es lo que somos. Pero, entre tanto, ¿qué es lo que, consciente o inconscientemente, vamos buscando en la vida? Trataré de señalar algunas búsquedas en las que quizás podamos reconocernos. En un primer momento, buscamos cambiar a los otros…, en la creencia (egoica) de que si ellos cambiaran, todo iría mejor. Como dijera Leon Tolstoi, “todos los hombres quieren cambiar el mundo, pero nadie quiere cambiarse a sí mismo”. En un segundo momento, vista la imposibilidad e inutilidad del intento, buscamos liberarnos del sufrimiento, y para ello echamos mano de todos los “recursos” a nuestro alcance, según la lectura que haga nuestra mente y cuál haya sido nuestra historia psicológica. Si tomamos un camino espiritual, en esta fase es muy probable que nos mantengamos en él, porque lo vemos como otro medio –además, “espiritual”- para dejar de sufrir. Algo nos dice que este camino nos proporcionará una “iluminación” que, finalmente, introduciéndonos en un estado “beatífico”, nos evitará todos los males. Tampoco esto dura mucho: el dolor sigue presente, porque la ley de la impermanencia no cesa. Todo lo que experimentemos seguirá siendo pasajero. Y al placer sucederá inevitablemente el dolor. Al final de todos esos intentos, forzados por los desencantos padecidos, podremos empezar a ver que sólo hay un camino: el de la rendición. Nos rendimos a la verdad de lo que hay, a la verdad de lo que es…, sin negar nada, pero sin quedarnos tampoco “a medio camino”. Así, quitamos de nuestra mente la expectativa de “dejar de sufrir”, y la cambiamos por la de anclarnos y permanecer en la verdad. Ya no buscamos liberarnos del sufrimiento, sino encontrar la verdad de quienes somos. En la práctica, cuando aparece el dolor, nos lo dejamos sentir –no lo evitamos; la evitación no hace sino incrementarlo-… y, sintiéndolo, nos dejamos acercar hasta su “núcleo”. Si no interrumpimos el proceso, y si no añadimos ninguna “historia mental”, descubriremos que el núcleo último del dolor es Algo que no es afectado por él. Eso que es consciente del dolor en todo momento, que no es alcanzado por él, y que está más allá de los pensamientos y de los sentimientos… es nuestra identidadmás profunda. Descubrirla y permanecer en ella es el objetivo último de nuestra existencia. Por este motivo decía más arriba que, en realidad, no hay nada que buscar: lo que andamos buscando ya lo somos…, aunque no nos hayamos enterado todavía. En una palabra: el buscador es lo buscado. Y Eso que somos, ¿qué tiene que ver con el Reino de los Cielos, el “tesoro” de que habla la parábola? Jesús señala su descubrimiento como Gozo, que hace capaz, a quien lo encuentra, de desprenderse de todo con alegría: ha hallado, finalmente, lo único capaz de llenar su corazón. En efecto, quien encuentra el Tesoro se desidentifica de su ego, y de todo lo que giraba en torno a él: valores, criterios, expectativas… Y puede hacerlo, porque ha descubierto una identidad, que trasciende la egoica, en la que se reconoce plenamente. Esa identidad ¿coincide con el “Reino de los cielos”? Así planteada, más aún si se lee desde un modelo dual, la pregunta puede parecer un auténtico despropósito. Sin embargo, si trascendemos la dualidad, empezaremos a ver que todo cuadra de un modo tan coherente como sabio y armonioso, en el Abrazo de la No-dualidad. La dualidad opera a partir de separaciones –sin separación se colapsaría la actividad mental- y de dicotomías: “o… o…”. Por el contrario, en un modelo no-dual, todo se halla totalmente interrelacionado, de modo que en cada “parte” encontramos el “todo”. Esto no significa que la dualidad mental se resuelva en un monismo o panteísmo indiferenciado. No; se trata de algo infinitamente más sutil y delicado, que supera tanto el dualismo como el monismo: las diferencias son integradas en la Unidad. A eso llamamos, a falta de un término adecuado, imposible hoy para muestra mente, No-dualidad. Cuando Jesús habla de “Reino de Dios” –que Mateo traduce como “Reino de los cielos”, para evitar, como buen judío, la pronunciación del nombre divino-, se refiere al sueño que llenaba su corazón, lo que constituía el eje de su vida y de su misión: él vivió para el “Reino”. En nuestro lenguaje, podemos traducirlo como la propuesta de una nueva humanidad, caracterizada por relaciones de fraternidad, a partir de una experiencia profunda de filiación divina: quienes se sienten realmente hijos de Dios son capaces de vivir como hermanos. En el mensaje evangélico queda claro, también, que el “Reino de Dios” no es otra cosa que el “actuar” de Dios, o Dios actuando. Por eso, el “reino” sería aquello que aparecería si los humanos actuáramos al estilo de Dios. Fraternidad humana, Dios actuando…: “reino” es un término para expresar la Plenitud, es decir, el Misterio último de lo Real, aquello “donde todo está bien”. En un modelo dual –más todavía si es en el nivel de conciencia mítico-, el “Reino de Dios” se ve como una realidad separada y proyectada a un futuro: es el modo que tiene el yo de ver las cosas. En un modelo no-dual, sin embargo, se percibe que no hay nada separado de nada y que lo que llamamos “futuro” es sólo un producto de nuestra mente. Todo es aquí y ahora y todo está interpenetrado por todo. En este modelo, el “Reino de Dios” puede nombrarse como la Mismidad de lo que es, aquello que constituye nuestro núcleo último –el núcleo último de todo lo real- y, por eso, nuestro Tesoro. Es, a la vez –¡qué pobre resulta el lenguaje!; ¡qué incapaz el concepto!- el Misterio y nuestra identidad, el agua que constituye tanto al océano como a las olas… No es extraño que llene de gozo. El tesoro de la parábola no se refiere por tanto a algo “separado” que, desde fuera, vendría a “solucionar” nuestra existencia. El tesoro es lo que ya somos…, aunque todavía no lo hayamos descubierto. El día en que eso se produzca, estallaremos de gozo y “dejaremos caer” a nuestro ego. Quiero terminar trascribiendo una doble experiencia vivida y narrada por un escritor y filósofo, David López, y que podéis encontrar en dos lugares de su blog: http://www.davidlopez.info/?p=1448 y http://www.davidlopez.info/?p=2555 “Hace veinte años fui allí [al Hoggar, Argelia] en moto. Y de pronto, una tarde, mientras el sol convertía el mundo en fuego seco, y mientras aquel cielo se llenaba de silenciosas hogueras blancas, sentí algo descomunal: todo lo visible (cielo, montañas, rocas, desierto) se transmutó en “alguien”: “alguien” de una belleza sobrehumana e insoportable -casi letal-, que se dirigía a mí. Que me amaba. Todo el cosmos se convirtió en presencia… de “alguien”. Digo “alguien” porque yo sentí que aquello era consciente de sí mismo. Volví a sentir algo similar dos años después en Lyon, dando un absurdo y prosaico paseo por los alrededores de su aeropuerto. Otra vez, de pronto, todo era “alguien”. Irrumpió en mi conciencia una presencia que, ahora, sólo puedo calificar como sagrada. ¿Por qué? Porque emanaba omnipotencia, sentimiento, cercanía, atención, magia, sublimidad… Veinte años después -y no sé cuántas decenas de libros leídos desde entonces-creo que puedo decir que aquellos dos fenómenos fueron religiosos. Y lo fueron porque yo sentí un vínculo, una religación, con algo grandioso”. “Hablaré de lo que se me presentó, lo que irrumpió de forma absurda e inesperada, dando un paseo nocturno por los alrededores del aeropuerto de Lyon, hace ya casi veinte años. Algo gigantesco que no era yo, algo/alguien consciente, vivo, casi carnal, que me amaba de forma descomunal, lo tomó todo, lo fue todo, lo transparentó todo: los árboles, los postes de la luz, los surcos del sembrado que desdibujaba la noche, las estrellas, los edificios, los coches, los aviones… Fue una experiencia grandiosa que censuré durante años por exigencias sistémicas de mi caja lógica. ¿Era aquello lo que la palabra “Dios” pretende significar? ¿Era aquello mi yo esencial (Atman-Brahman) que se traslucía a través de las imágenes de “mi” mente? Yo no estaba rezando, no rezaba nunca, ni había texto alguno entre mis manos fabricando prodigios metafísicos. El único credo al que estaba adscrito era el cientista-ateísta. “Aquello” que tenía delante no me pidió ni me prometió nada. Sólo se mostró. Descomunal. Glorioso. Omnipotente. Omnisintiente. Siendo todo lo existente: ahí, ante mí… y amándome de una forma casi insoportable. Años después, estudiando textos de pensamiento místico (o de “meta-Mística”) descubrí que aquella experiencia, absurdamente sobrevenida, la habían vivido otras personas a lo largo de la Historia (dentro y fuera de sistemas religiosos)”. He subrayado intencionadamente la frase en la que habla de su “único credo”, para que abramos nuestro horizonte ante la gratuidad, la omnipresencia y la libertad del Misterio, que nos sorprende en cualquier momento, sean cuales sean nuestros “credos”, religiones o “ateísmos”. Me siento completamente reflejado en las experiencias que relata David López, incluso en su necesidad de nombrar como “Alguien” a lo experimentado. En el relato queda claro que no es alguien “separado” de nada –un Individuo aparte-; sin embargo, eso no significa que sea algo “impersonal”… Trasciende todos los conceptos y categorías mentales.Es, siempre, Más…, es el Tesoro que todo lo constituye, el “Reino de Dios” de que hablaba Jesús. En esa amplia recopilación de parábolas que es el capítulo 13 se nos ofrecen hoy cuatro: el mensaje de las dos primeras es idéntico. La parábola de la red hace relación al fin de los tiempos. La parábola del arca de donde se saca lo nuevo y lo viejo hace referencia a la predicación misma de Jesús, y nos recuerda sus expresiones sobre el vino nuevo en odres viejos.
Y, una vez más y con la misma indignación de siempre, cuatro parábolas para rellenar el espacio y porque no se sabe (¿no se quiere?) saborear cada una. Es explicable que se pongan las dos primeras, porque son “parábolas dobles”, dos imágenes para un mismo mensaje. Pero no más, de ninguna manera. Por otra parte, la de la red ha sido deformada ya desde el principio, por un redactor que disfruta con que haya gente condenada eternamente. Y eso no es de Jesús. Para la tercera parábola, la de la red, nos remitimos al comentario de Mt 25,46, que hacemos a propósito de la fiesta de Cristo Rey. Nos detenemos en las parábolas simétricas del tesoro y el mercader de perlas. Ante todo, son parábolas sobre comportamientos paradójicos, que la gente tendría por demenciales y que, sin embargo, son perfectamente lógicos para quien esté bien informado. Un hombre que empieza a vender todo lo que tiene, un mercader de perlas que se deshace de todas sus joyas... ¿se han vuelto locos? Pero no se han vuelto locos; son muy inteligentes. Están vendiendo todo porque han descubierto algo muchísimo más valioso. Este tipo de planteamientos es absolutamente característico de Jesús. A Jesús le gusta mantener la atención del auditorio por medio de la sorpresa, de la paradoja, de la exageración, y vemos estos recursos en parábolas tan paradójicas como la del administrador infiel, los viñadores de la hora undécima, el padre del hijo pródigo, la expresión del camello y el ojo de la aguja, y tantas otras. El genio de Jesús se muestra en estos recursos oratorios, sencillos y eficaces, que le convierten en el mejor orador de la historia, el que fascinaba a las multitudes, del que sus mismos enemigos tenían que confesar: "Jamás ha hablado nadie como ese hombre" (Jn 7,46). Pero estas dos parábolas muestran un aspecto del Reino que define claramente los motivos del seguimiento de Jesús. El hombre que descubre el tesoro en un campo y el mercader que descubre una perla extraordinaria venden lo que tienen sin ningún pesar. Renuncian a algunas cosas, porque han encontrado otras mucho mejores. Y están felices, porque han descubierto un tesoro, una perla maravillosa. Es el modelo profundo del seguimiento de Jesús. No se trata de que tengamos que hacer sacrificios costosos, no se trata de renunciar con tristeza. No partimos de ahí: partimos de que hemos descubierto el tesoro y ante eso todo lo demás parece basura. Ninguna renuncia se justifica por sí misma, por mérito, por obediencia. Se trata de tirar la casa por la ventana, por la alegría de haber encontrado un tesoro. El secreto del que sigue a Jesús es una inversión de valores, por la conciencia sentida de que tira lo que vale poco para quedarse con lo que vale más. Es una preferencia: se desprecian satisfacciones que parecen bastar a muchos, porque se han experimentado satisfacciones mucho más profundas. Si se ha experimentado la vida conforme a los criterios y valores de Jesús, eso ya no se cambia por nada. No podemos, no debemos prescindir del componente de "fiesta" que tiene el Reino. Ya con su mismo nombre, Jesús está indicando una plenitud. Reinar es lo opuesto a ser esclavo. Vivir como un rey, sentirse el rey... son expresiones corrientes que debemos recuperar para nuestra religiosidad, para nuestro seguimiento de Jesús. El Rey, reinar, el Reino, es lo máximo a que se puede aspirar, incluso por satisfacción. Y debe ser objeto de la catequesis y de la educación "que descubran el Reino". La conversión puede nacer del desencanto de esta vida, del miedo, de muchas fuentes. Pero su fuente más válida será siempre "descubrir el tesoro", entusiasmarse, sentirse bien, no cambiar el Reino por ninguna otra cosa. Descubrir el Reino es, fundamentalmente, descubrir a Jesús: Jesús es el Reino viviente, visible, evidente, fascinante. Jesús está en el Reino, lejos de toda esclavitud. Jesús es el Hijo del Rey, que vive en las cosas de su Padre el Rey. Jesús ha descubierto el tesoro y lo ha vendido todo por conseguirlo. Toda catequesis debe girar en torno al conocimiento de Jesús, para que llegue a fascinar, para que arrastre a seguirle y a imitarle. El Reino se parece a un banquete, a unas bodas, como las de Caná, en las que gracias a Jesús se bebió el mejor vino de la historia. El Reino es la luz, es la comida sabrosa, con sal, con vino. El Reino, el Reino es masa que era sosa hasta que se hace rica y esponjosa fermentada por la levadura. El Reino es conocimiento: ante todo de Abbá, que termina con todos nuestros miedos, nos proporciona todos los estímulos y no nos permite conformarnos con nada, con lo que el Reino se hace conocimiento de la dignidad y destino del ser humano. El Reino son criterios y valores, los de las bienaventuranzas. El Reino es fraternidad, compromiso, confianza, perdón, esfuerzo, dignidad, sencillez, austeridad.... Y el que ha probado estos valores, esta manera de vivir, ni se siente tentado por otras maneras de vivir que tanto fascinan a las personas. El que ha probado estos valores renuncia a muchos otros porque dejan de atraerle. Ni siquiera busca ya la felicidad, ese señuelo utópico que ofrecen todos los ídolos, sino que siente desde dentro una satisfacción íntima que no cambiará por nada. El Reino es un tesoro descubierto que no se cambia por nada, ante el cual cualquier otra cosa es inferior, insatisfactoria, de menos valor. Descubrirlo es SABIDURÍA. Porque la verdadera sabiduría consiste en SABER VIVIR. Miremos a Jesús; él sabía, supo vivir. Nuestra Sabiduría consiste en alcanzar SU SABIDURÍA. Seguirle, imitarle, es de sabios. |
Ayuda al Blog que publica todos los días diferentes áreas, queremos seguir publicando
EL BLOGEl blog es uno dedicado al análisis en general de muchos puntos desde la ópica teológica. La meta es impulsar el estudio amplio y profundo de la fe y de la razón, siendo ambos elementos fundamentales de la vida. SABES QUE PUEDES HACER COMENTARIOS A LAS REFLEXIONES O ENSAYOS TEOLOGICOS QUE APARECEN EN EL BLOG, SI PUEDES INTENTALO...
Archivos
Febrero 2023
Categorias |