A la luz de la deconstrucción de la fe tradicional y de sus fundamentos teológicos, ¿es posible seguir siendo cristiano hoy? ¿Cómo superar el nihilismo ambiental y salir de un pensamiento deconstructivo? ¿Cómo se puede creer después de la muerte de Dios? ¿Es posible ser un cristiano no teísta? ¿Se puede reducir el cristianismo a una espiritualidad y un humanismo ético, sin que se pierda la continuidad con la fe tradicional? ¿Es posible afirmar al cristianismo como una oferta de sentido, sin plantearse la verdad del significado que se ofrece?
¿Se puede mantener la pretensión de universalidad y de salvación del cristianismo a pesar de que hoy tenemos un mayor conocimiento de las otras religiones? ¿Es posible una pretensión de absoluto en formulaciones y hechos que son siempre históricos y contingentes? Estas son algunas de las preguntas en el nuevo marco cultural, social y religioso que ha surgido a finales del siglo XX. Para responder a ellas hay que analizar el contexto social y cultural actual. La postmodernidad y la globalización caracterizan al tercer milenio. El simbolismo de la muerte de Dios está vinculado al creciente déficit de sentido, al nihilismo ontológico, cognitivo y moral de nuestras sociedades. La pluralidad y la carencia de fundamentos son constitutivos de la mentalidad postmoderna. La globalización genera la relativización de lo particular y arruina los sistemas con pretensiones de universalidad. Hago aquí una adaptación para FronterasCTR de algunos párrafos del capítulo V de mi obra, publicada recientemente en la Editorial Trotta, Las muertes de Dios. Ateismo y espiritualidad (Trotta, Madrid 2018). A esta obra me refiero para ampliación, clarificaciones, matices y referencia a las notas a pie de página. La crítica de la modernidad llevó a la laicización del Estado y a la secularización de la sociedad, que generó la crisis de las religiones y la pérdida de irradiación de lo religioso en la cultura. Con la postmodernidad podemos hablar de una segunda secularización, que ha agravado la falta de correspondencia entre la sociedad y la cultura, por un lado, y las religiones por otra. El cristianismo tiene dificultades para echar raíces en la nueva sociedad democrática y pluralista de los últimos cincuenta años. La mentalidad científica ha desplazado a la religión, y con ella se ha impuesto una forma de conocimiento en que solo se puede hablar de aquello que es observable y comprobable empíricamente. Las propuestas que no pueden falsarse con hechos comprobables carecen de validez. A esto se añaden las consecuencias culturales de la “muerte de Dios” en la época de la postmodernidad. Se ha impuesto una inmanencia cerrada, que limita radicalmente las trascendencias intra mundanas de las utopías, las éticas y los proyectos de emancipación. En este marco, también lo sobrenatural y cualquier teología del más allá queda descalificada como especulación o proyección sin posibilidad de refrendo. Epistemológicamente podemos hablar de una cosmovisión cerrada, del cierre categorial para lo que trasciende lo comprobable. Hay una doble crisis de sentido y de fe, que es la otra cara del nihilismo. Cada vez es más difícil creer en algo o alguien y abrirse a que otra sociedad y forma de vida son posibles. La epistemología actual es más agnóstica que atea, aunque la primera sea frecuentemente un estadio para llegar a la segunda. Choca frontalmente con el sobrenaturalismo tradicional y con un modelo de religión y de iglesia de cristiandad. Además, las estructuras y doctrinas vigentes en las iglesias son obsoletas y no se adecuan a la situación actual. Persisten instituciones, creencias y rituales que corresponden a las antiguas sociedades de cristiandad. Al cambiar la antropología, la cultura y los proyectos de vida, ya no hay correspondencia entre las preguntas de los ciudadanos y las respuestas de las religiones. Los mismos valores humanos vinculados en sus orígenes al cristianismo, se han autonomizado y forman parte de la cultura. Ya no son específicos de las religiones y estas pierden capacidad de atracción y de ofrecer alternativas a lo establecido. Lo importante es ser buena persona y basta con el humanismo laico, ¿para qué hacen falta las religiones? Crece el número de los que “pasan” de religión, porque no ven qué puede ofrecer al progreso, incluso la ven como un obstáculo para una sociedad emancipada. No es solo el anticlericalismo del pasado ante una Iglesia aliada con los grupos dominantes, sino de ciudadanos que no ven qué pueden aportar las religiones. Hay un trasfondo de ateísmo práctico y desinteresado por lo religioso. La paradoja es que los ateos son estadísticamente minoritarios en la sociedad y sin embargo se impone el silencio sobre Dios. El silencio sobre lo religioso se impone socialmente En este marco es difícil justificar una teología postmoderna y lograr una teología pública, que pueda hablar cristianamente en términos seculares. Las preguntas propias del agnosticismo y del ateísmo, han pasado también a los que se consideran cristianos. La sensibilidad postmoderna ha sustituido las verdades objetivas por la subjetividad de las creencias. Hemos pasado del teocentrismo del pasado al antropocentrismo actual. La autonomía cognitiva personal se ha desplazado en favor del contexto sociocultural, que impregnan la subjetividad y constituyen el trasfondo de las creencias y deseos. Ya no hay experiencias fundadoras para avalar las doctrinas. Cualquier pretensión de absoluto, tanto secular como religiosa, es hoy impugnada. Hoy impera la deconstrucción y la crítica. Resulta más fácil cuestionar las propuestas, su fundamento y su verdad, que ofrecer alternativas válidas. El escepticismo y la increencia son mayoritarias, amparadas por la banalidad de ofertas de la sociedad de consumo y los medios de comunicación. Se impone el relativismo de las creencias y el pluralismo competitivo, por la imposibilidad de encontrar alguna que genere consenso. El eclecticismo postmoderno, que comenzó en el arte (en la arquitectura, literatura y pintura), se extiende también a la filosofía y a la religión. No hay hechos objetivos, sino interpretaciones que se imponen. Se rechaza todo lo que sea normativo en nombre de la tolerancia y la permisividad. Son virtudes cívicas necesarias en las sociedades plurales, pero necesitan el complemento de la crítica, porque las ideologías no son respetables, aunque lo sean las personas. Podemos hablar de una crisis de civilización en una época histórica de cambio, en la que subsiste pero decae la cultura heredada del pasado y todavía no se ha constituido la emergente. Sabemos más lo que no queremos que hacia dónde dirigir nuestras expectativas. Pero hay muchos que rechazan el horizonte del consumismo y la sociedad de mercado, y buscan un sentido humanista para sus vidas.
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Tengo cuarentaitantos y me doy cuenta de que voy entrando en esa edad en la que empieza tocarme vivir directa o indirectamente nuevas situaciones que trae la vida. Algunas previsibles, otras no. Las que no siempre siento afrontar con naturalidad e intuición.
Preparaba un tema de transmisión de la fe. Pensaba en qué métodos o caminos de los experimentados podría considerar universales y válidos en cualquier momento y en cualquier contexto. Y cuáles me resultaban ya, hasta para mí, insuficientes para enfrentarme a las nuevas realidades que me está tocando vivir. La vida, como valor absoluto del católico, es una de las realidades que más aristas plantea y que, intuyo, a futuro, tendremos que ir matizando. Ya se venía haciendo pero, quizás, ahora se acelere la necesidad de respuestas ante nuevas situaciones. La maternidad en solitario: Es una decisión para traer vida al mundo. Requiere de donantes generosos y de madres decididas. Algunas veces es una decisión cronológica. Otras, una soledad elegida. ¿No están mejor los hijos de familias monoparentales que los que se encuentran en un campo de batalla entre progenitores en guerra? La maternidad subrogada: ¿Debería siendo una mujer joven y fértil donar mis óvulos para que otras parejas puedan tener hijos? ¿por qué censurar que una persona libremente quiera ganarse la vida prestando su cuerpo para gestar y dar a luz al hijo de una pareja que no puede tenerlo de otra manera? Partos prematuros, niños salvados: La ciencia está salvando la vida a niños prematuros o recién nacidos con graves disfuncionalidades físicas y psíquicas pero ¿qué vida se les está entregando? ¿y a sus hermanos? ¿Están los padres obligados a luchar o podrían elegir dejar a la naturaleza seguir su curso? Los niños que devienen herencias de un pasado superado. ¿No es tan responsable la decisión de no querer tener hijos como la de tenerlos? ¿Es justo forzar la llegada al mundo a un niño al que no se va a querer ni dar afecto? ¿Puede sobrevivir una naturaleza humana a la que se niega el cariño? El alzheimer. No tengo hijos ni sobrinos ni pareja. El alzheimer ha hecho mella en la familia. Mis expectativas más optimistas pasan por confiar en que la ciencia evite que pierda la cordura hasta el momento en que me lleve de este mundo el cansancio de mi cuerpo. Pero ¿y si no llega a tiempo la ciencia con su remedio? ¿No sería justo poder acordar con mi Dios el cuándo me acogerá en su seno en cuerpo y alma si el alma decide empezar la carrera antes de que den la salida de este mundo? La esperanza de vida se alarga hasta los 140 años. Ya no sólo no se va a parar el envejecimiento sino que van a conseguir rejuvenecer las células... ¿Puedo decir en voz alta que no me atrae la idea? ¿Qué quiero poder morirme? ¿Qué no quiero ser inmortal? ¿Qué me quiero quedar en la era de cuando todavía la vida y la muerte se imputan a Dios en vez de a los hombres? ¿Me dejarán elegir el adiós? Pidamos a Dios, que los creyentes de hoy sepamos acompañar los aires de cambio del mañana, que ya es hoy. Que no tengamos miedo a compartir las inseguridades y carencias detectadas para afrontar las circunstancias de la vida que no intuyeron las generaciones anteriores y para las que no nos preparamos sino a golpes con la realidad. Que abramos resquicios para que llegue la Luz a realidades institucionalmente rechazadas como aceptables y que se puedan vivir sin nocturnidad católica. Que no le tengamos miedo a que si nos levantamos de la tumba dentro de tres siglos no seamos capaces más que de reconocer el evangelio en el discurso de la Iglesia. Que Dios nos ilumine su esencia más íntima, libre de adherencias temporales o circunstanciales. Que Le demos la oportunidad de que se module como mejor crea para hacerse presente por los siglos de los siglos. Amén Hay un mensaje que circula por redes que invita a las personas a no esperar para decirle al ser querido que lo ama, llamar a sus padres y expresarles amor y agradecimiento, lucir el vestido nuevo, o usar la loción, y así tantas cosas que guardamos, quizás porque el ser humano se acostumbró, a guardar sus sentimientos, emociones, sonrisas, aplausos, reconocimientos y hasta copas, vajillas, y cuanto cosa se nos ocurre para una ocasión…no sé qué ocasión espere el ser humano, si lo único que se tiene seguro es la ineludible cita con la muerte. Como dice Piero sentado en la mesa de un bar viendo la gente pasar y pasar (1): “pasa un político con paso corto, añorando el congreso con aire absorto, pasan lo taxis y los colectivos, la secretaria del ejecutivo…los siete locos, los contrabandistas y pasa la historia de nuestra nación siglos tras siglos sin solución…pasa el país y el continente, pasan muchas vidas estúpidamente…”. Así pasa la vida de muchos seres humanos y ahora este importante espacio universitario, nos invita a tratar el tema de la ética ciudadana y su responsabilidad en la formación de los jóvenes, averigüe y rebusque la ética por la educación, la cultura, por los departamentos, por los gobernantes, le pregunté a los jóvenes cercanos, no me dieron razón, entonces pensé que tal vez está en reserva como se guarda celosamente el oro; o como se guarda lo que ya describimos… para una ocasión, y esta sin estrenar.
Mientras tanto los jóvenes con esfuerzo, enfrentados a altas dosis de tecnológica, sociedad de consumo, redes sociales, violencia intrafamiliar, micro tráficos en todas sus presentaciones, con más preguntas, que respuestas sin resolver, están en una sociedad y un mundo, que no les ofrece a la gran mayoría esta importante amiga, tan virtuosa, fresca y tranquila como lo es la ética, este hermoso término, ¡que cual traje negro!, combina con todo, con la moral, la religión, la vida pública, privada, con la profesión, o con los códigos, y ahora con la ciudadanía, ¿Cómo hacernos amigos de ella? Antes vale recordar ¿Quién es el ciudadano? La profesora Adela Cortina, describe “que un ciudadano es alguien que se sabe perteneciente a una comunidad política, que sabe que está inscrito en su comunidad política, pero que quiere que esa comunidad sea justa y más adelante hace referencia a ciudadano que es su propio señor o su propia señora, con sus iguales, en el seno de la comunidad política. Aquel que no es esclavo, el que no es siervo, el que no es súbdito, el que es dueño de su propia vida; porque ciudadano es al que no le hacen la vida, sino que se hace su propia vida, pero la hace con sus iguales, es decir, con sus conciudadanos”. (2) Ese ciudadano es quien ejerce lógicamente la ciudadanía, y para que haya verdadera formación de jóvenes con valores, con ética ciudadana, cumplidores de sus deberes, forjadores de nuevas y fuertes esperanzas para nuestro País, traigo la propuesta que hace la misma Adela (3) de tener como valores fundamentales: el valor de la libertad, el valor de la igualdad, el valor de la solidaridad, el valor del respeto activo y el valor del dialogo. Libertad de participación y con autonomía, tenemos que tomar nuestras propias decisiones, desde nuestros propios criterios y desde nuestra propia vida, una libertad de no dominación donde nadie sea vasallo de nadie, sin servilismo y sin adulación para conseguir aquello que necesita. La igualdad de oportunidades, ante la ley y en satisfacción de necesidades; la solidaridad desde una actitud que sea de amor y preocupación por otros, con apoyo mutuo. El respeto activo, hacia alguien que puede pensar distinto, pero que sea razonable y el dialogo, para resolver diferencias y conflictos. En este sentido, si encontramos esa ética la unimos con el ciudadano y le adicionamos estos valores, seguramente que no solo la sociedad colombiana, sino cualquier sociedad, saldría adelante, sigo insistiendo en que la sociedad civil debe despertar, hay que organizarnos y apostarle a los valores, tenemos el poder y no lo queremos estrenar, como la ética, o como el regalo no usado, mientras seguimos en este letargo nuestros queridos jóvenes y nuevas generaciones, serán la copia mediocre y débil de la sociedad mediocre que hoy les ofrecemos. Que sea un reto, en una sociedad gris, tirando a oscura, con bajo grado de credibilidad en las instituciones, tan amarillista y sensacionalista en sus medios de comunicación como es la colombiana, exigir libertad, igualdad, solidaridad, respeto y dialogo y respeto en serio por la Constitución Política, de seguro que Dios estaría de nuestra parte para asegurarle un mejor panorama a nuestras futuras generaciones, no de papel, sino de verdad, que haya para todos y todas, sé que el erario público y los recursos del País alcanzan perfectamente. “Mi padre no me enseñó a quererle. No supo enseñarme a quererle, pero cómo se hace eso”. Lo leo en Ordesa de Manuel Vilas, un libro que he leído hace poco en el que el autor gira en torno al recuerdo de sus padres. «De eso va el libro- afirma- , de esa cadena temporal en la que eres hijo para convertirte después en padre».
Creo que el texto de Lucas de este domingo nos da pie para pensar también: de esto va la vida cristiana, de “convertirnos en padres”. Al menos esa parece ser la convicción de Jesús: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Y cada creyente puede atreverse a decir: “Mi Padre, el Padre de todos, sí nos ha enseñado a quererle” ¿Cuál será el primer paso de nuestro aprendizaje? No hay otro que mirar a Jesús que decía: “Quien me ve a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9). Acercarnos a su Evangelio y descubrir cómo miraba él, qué decía, cómo escuchaba, cuáles eran los gestos de sus manos… Tenemos por delante aprender del Accesible, del Cercano, del Próximo, del Experto en establecer contactos. Practicar ese modo de ser compasivo que incluye mostrarnos disponibles, eliminar distancias, buscar la proximidad, “poner cómoda” a la gente. En un mundo en el que la importancia de alguien está en proporción directa al número de barreras que hay que atravesar para llegar a él, mostrar que las puertas de la casa de nuestra vida quieren están abiertas para acoger. Aprender también del Contemplativo, del Maestro de la Buena mirada, del Restaurador de famas, del Liberador de prisiones, del Rompedor de cepos, del Creador de nuevas identidades, del Juez sin más sentencia que la que le dicta el amor. Mirar a los demás con ojos de amigos de la vida, con miradas que no juzgan ni condenan, capaces de descubrir al niño que se esconde debajo del adulto endurecido; de ver en las personas que se nos acercan sus posibilidades escondidas; de decir un no tajante a las clasificaciones, a las cadenas que atan al pasado, a las sentencias que aprisionan. Especialistas en tachar etiquetas, derribar zulos, abrir ventanas, romper candados y cadenas. Aprender compasión del Flexible, del Convencible, del Humilde, del Escuchador de otras opiniones, del Empático, del Dispuesto a salir de sus propias ideas y a descubrir a través de los otros la voz de Otro. La compasión tiene que ver con la elasticidad, la capacidad de acoger opiniones diferentes a las propias, de no considerar inamovible ninguna postura, de estar abiertos al Dios que puede dejar oír su voz más allá de las frecuencias en las que acostumbramos a sintonizarle. Ejercitarnos en una escucha de igual a igual, sin quedar atados a normas y juicios inamovibles, dispuestos a avanzar más allá de las fronteras al encuentro de la absoluta novedad del Dios libre e imprevisible. Aprender del Conversador hábil, del Estratega inteligente, del Respetuoso que no acelera procesos, del Diseñador de encuentros interpersonales, del Pescador que espera, del Pastor que silba sin cansarse, del Interesado por la interioridad de sus interlocutores. Hacernos expertos en relaciones personales, en no emitir juicios morales de desaprobación o de reproche, en dirigirnos a los demás en un lenguaje que vaya dirigido a su corazón, convencidos de la existencia de un manantial secreto que brota de lo más hondo de cada persona como una buena noticia: el del Dios Padre que nos hermana a todos. Hacernos aprendices del Engendrador de vida, del Comunicador de palabras de ánimo, del Médico que devuelve dignidad, fuerza y energía, del Perdonador de pecados, del Nuevo Adán que nos llama por nuestro verdadero nombre: “hijo” para adentrarnos en esa compasión suya que todo lo transforma. Total acuerdo con lo que dice también Manuel Vilas en Ordesa: “Que te espere alguien en algún sitio es el único sentido de la vida, y el único éxito. (…) No existe la complejidad de la vida, eso es un engaño, vanidad nada más. Solo existen los seres queridos. Solo el amor.” Seguimos con el sermón del llano de Lc. Después de las bienaventuranzas, nos propone otro de los hitos del mensaje evangélico: “Amad a vuestros enemigos”. Es el único dato que puede convencernos de que cumplimos la propuesta “amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Tampoco es fácil entenderlo, mejor dicho, es imposible entenderlo si no se tiene la vivencia de unidad con Dios. Como programación o como obligación venida de fuera, nunca tendrá éxito, aunque el que lo proponga sea el mismo Dios. Que somos hijos de Adán (carnales) es evidente. Para ser hijos del Espíritu y dejarnos guiar por él, hay que nacer de nuevo.
Si sigo pensando que estas exigencias son demasiado radicales, es que no he entendido nada del mensaje evangélico; aún estás pensándote como individualidad separada y egótica; no te has enterado de lo que realmente eres. Es un planteamiento existencial, que va más allá de toda comprensión racional. Compromete al ser entero, porque se trata de dar sentido a toda mi existencia. Es verdad que desbarata el concepto de justicia del todo el AT y también el del Derecho Romano, que nosotros manejamos. Pagar a cada uno según sus obras o la ley del talión, quedan superadas; a años luz del “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. El amor al enemigo es la única garantía de que está en nosotros el amor de Dios, el que nos pide Jesús en el evangelio. La falta de amor hacia uno solo de los seres humanos es la certeza absoluta de que nuestro Amor (ágape) es cero. Todo lo demás, sin ese amor al enemigo, es egoísmo camuflado, y nuestra vida espiritual será una farsa. Todo lo que normalmente llamamos amor no pasa de ser instinto, pasión, interés, amistad, que buscamos para potenciar el yo periférico, superficial. En el fondo no es más que egoísmo. Pero si anida en nosotros el más mínimo odio a una sola persona, entonces es evidente que estamos en las antípodas del evangelio. En esta materia no sirve de nada engañarnos a nosotros mismos. Debemos distinguir entre el enemigo sujeto activo: el que odia a otro y el enemigo objeto, el que es aborrecido. Normalmente ponemos la meta de nuestra moral en no hacernos enemigo de nadie, es decir, no odiar o aborrecer a nadie. Pero Jesús no se contenta con eso. El evangelio nos pide que debiéramos contestar con amor al odio expresado por el que nos tiene aversión y está haciendo todo lo posible por machacarnos. Tampoco se trata de que le tengamos simpatía o amistad. Los sentimientos son anteriores a nuestra voluntad y no podemos impedirlos. El texto griego dice “agapate”, imperativo de “agapao”. Ya sabéis que este verbo significa, para los primeros cristianos, el amor de Dios que se manifestó en Jesús. Se nos pide que amemos con el mismo amor con que Dios nos ama. Yo no puedo tener simpatía hacia el que me está haciendo daño, pero puedo considerar que hay algo en ese sujeto por lo que Dios le ama; y yo estoy obligado a considerar ese aspecto que me permita amarlo a pesar de su actitud y de sus actos. Esto quiere decir que el amor que nos pide Jesús no está provocado por las cualidades del otro, si no que es consecuencia exclusiva de una maduración personal. En la vida normal damos por supuesto que tenemos que amar a la persona amable; que debemos acercarnos a las personas que nos pueden apartar algo. No es eso lo que nos pide el evangelio. Dios ama a todos los seres, no por lo que son, sino por lo que Él es. No porque son buenos, sino porque Él es bueno. Fijaos lo retorcidos que somos los humanos, que en vez de entrar en la dinámica del amor gratuito y desinteresado de Dios, le hemos metido a Él en la dinámica de nuestro raquítico amor. De esa manera predicamos un Dios que premia a los buenos y castiga a los malos y nos quedamos tan anchos. Si pensamos que Dios ama solo a los buenos, ¡qué puedo hacer yo! El Amor no puede ser nunca consecuencia de un mandamiento. Cualquier forma de programación es lo más contrario al amor que podamos imaginar. Para nada valen propósitos y voluntarismos. Ésta es la causa de tanto fracaso espiritual. El amor de que habla el evangelio, como todo amor, tiene que ser consecuencia de un conocimiento. Me lo habéis oído muchas veces: la voluntad es una potencia ciega, no tiene capacidad ninguna de elección. Solo puede ser movida por un objeto que la inteligencia le presente como bueno. Lo que le es presentado como malo, lo rechaza sin paliativos, no puede hacer otra cosa. Cuando en la vida real, repetimos una y otra vez una acción que consideramos mala, es que, en el fondo, no hemos descubierto la razón de mal en esa acción, y solamente la hemos considerado mala como fruto de una programación externa o una obligación impuesta. Esta es la causa de todos los conflictos de conciencia. Pero ese conocimiento que nos lleve a descubrir como algo bueno el amor al enemigo, no puede ser el que nos dan los sentidos ni el razonamiento discursivo, que ha surgido exclusivamente para apoyar a los sentidos y garantizar la vida individual. El conocimiento que me lleve a amar al enemigo tiene que venir de otra parte. Tiene que ser una toma de conciencia de lo que realmente soy, y por ese camino, descubrir los que son los demás. Nace del conocimiento de mi ser. El verdadero amor es lo contrario del egoísmo. Llamamos egoísmo a una búsqueda del interés individual del falso yo. Cuando descubro que mi verdadero ser y el ser del otro se identifican, no necesitaré más razones para amarle. De la misma manera que no tengo que hacer ningún esfuerzo para amar todos los miembros de mi cuerpo, aunque estén enfermos y me duelan. No podemos esperar que este Amor que se nos pide en el evangelio, sea algo espontáneo. Todo lo contrario, va contra la esencia del ADN que nos empuja al egoísmo, es decir a hacer todo aquello que puede afianzar nuestro ser biológico y a evitar todo lo que pueda dañarlo. Para dar el paso de lo biológico a lo espiritual, el ser humano tiene que recorrer un proceso de aprendizaje inteligente, pero más allá de la razón. Solo la intuición puede llevarle al verdadero conocimiento, del que saldrá como consecuencia, el verdadero Amor. Tiene que descubrir su verdadero fin, ante el cual todo lo demás, hasta la conservación de la vida, no es más que un medio. El motivo que apunta el evangelio para ese amor, tiene mucha miga. “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Mt es más radical y habla de “sed perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto.” Se nos pide que nos comportemos como hijos de Dios. Ser hijo quiere decir salir al padre, comportarse como el padre. Sólo alcanzando una conciencia clara de ser hijos, podremos considerarnos hermanos. Para los judíos, el concepto de hijo estaba mucho más ligado a la relación humana entre padre e hijo, que a la biológica. Hijo era el que salía al padre, el que cumplía en todo la voluntad del padre, el que imitaba en todo al padre, el que, donde quiere que fuera, hacía presente al padre, porque se comportaba como él se hubiera comportado. Alcanzar la plenitud humana, es imitar a Dios como Padre. Por eso Jesús consideró a Dios como único Padre. Lo difícil es compaginar este amor con la lucha por la justicia, por los derechos humanos. Jesús habla de no oprimir, pero también, de no dejarse oprimir. Tenemos la obligación de enfrentarnos a todo el que oprime a otro o trata de oprimirme a mí. Tolerar la violencia es hacerse cómplice de esa violencia. Si no ayudamos a los demás a conseguir los derechos mínimos que no se le pueden negar a un ser humano, se nos calificará, con razón, de inhumanos. Pero la defensa de la justicia, nunca se debe hacer con odio o venganza. Sin la experiencia interior, será imposible armonizar la lucha por la justicia y el verdadero amor, menos aún con violencia. Sin renunciar a la lucha por la justicia, debemos tener claro que esa lucha, tenemos que llevarla a cabo con amor. Meditación La exigencia de amor está dentro de ti. Es tu verdadero ser. Cuando llegues al centro mismo de tu ser, lo descubrirás. Si eres uno con el UNO, eres UNO con todos. Si eres UNO, no hay opción, porque no hay otro. Si te empeñas en ser uno separado, potenciarás tu yo, pero te destrozas como ser humano. El domingo pasado, en la primera parte del “Discurso en la llanura”, Jesús distinguía dos antagónicos: pobres-odiados y ricos-estimados. Los primeros recibirán en el cielo su recompensa; los segundos lo perderán todo. Pero aquí, en la tierra, ¿cómo deben relacionarse ambos grupos? ¿Deben comenzar los pobres una guerra contra los ricos? ¿Pueden contentarse, al menos, con maldecirlos y desearles toda clase de desgracias? A favor de esta postura se podrían citar numerosos salmos, textos proféticos, y la práctica contemporánea de la comunidad de Qumrán. Pero Lucas quiere inculcar una actitud muy distinta, basándose en la enseñanza de Jesús.
Comportamiento con los enemigos (6,27-36) Al comienzo del evangelio de Lucas, Zacarías, padre de Juan Bautista, profetiza que el descendiente de David vendrá “para que arrancados de las manos de los enemigos, le sirvamos [a Dios] con santidad y justicia”. Es una falsa esperanza. La venida de Jesús no nos arranca de las manos de los enemigos. ¿Qué hacer con ellos? Ante los sentimientos y palabras adversos Jesús comienza dirigiéndose a “vosotros que escucháis”, sus discípulos. No puede ser más duro y exigente: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian”. Ya no se trata de dos grupos separados (pobres – ricos), cada uno viviendo su propia vida. Hay un grupo enemigo que odia, maldice e injuria a las comunidades cristianas. Igual que hoy día se odia, insulta y critica a la Iglesia. ¿Cómo reaccionar ante ello? Es frecuente la autodefensa, negar las acusaciones o relativizarlas. No es eso lo que quiere Jesús. Incluso en el caso de que el odio, la crítica o la maldición sean injustificados, la postura del cristiano debe ser positiva. De las cuatro cosas que indica Lucas, dos al menos son posibles en cualquier circunstancia: hacer el bien y rezar. El “amor” no hay que entenderlo en sentido afectivo (como el amor entre los esposos, o entre padres e hijos), sino en el sentido práctico de “hacer el bien”. En el evangelio de Lucas, el ejemplo concreto sería el de Jesús curando la oreja del soldado que viene a detenerlo. Ante las acciones De repente, del “vosotros” se cambia al “tú”. Lo que hay que afrontar ahora no son sentimientos adversos (odio) o palabras hirientes (maldiciones, injurias), sino acciones concretas: “Al que tegolpee en la mejilla… al que te quite el manto… al que te pide… al que te quite”. Estas frases le gustarían mucho a Gandhi. Pero a la mayoría le pueden resultar absurdas y prestarse al chiste: “Al que te robe el móvil, dale también el reloj”; “al empresario que intenta robarte, no se lo reclames”. ¿Hay que tomar estas exhortaciones al pie de la letra? En el NT se escuchan dos bofetadas: una a Jesús y otra a Pablo. Ninguno de los dos pone la otra mejilla. Jesús reacciona: “Si he hablado mal, dime en qué. Y si no, ¿por qué me pegas?” (Jn 18,23). Pablo, que se dirige al sumo sacerdote, es más duro: “Dios te va a golpear a ti, pared encalada. Tú estas sentado para juzgarme según la Ley y me mandas golpear contra la Ley” (Hch 23,3). En cambio, con respecto al no reclamar en caso de injusticia, hay una reflexión de Pablo muy parecida. Un miembro de la comunidad de Corinto tuvo un pleito con otro y acudió a los tribunales paganos. Pablo les escribe que eso debería resolverlo un experto dentro de la comunidad. Y añade algo en la línea del evangelio que comentamos: “Ya es bastante desgracia que tengáis pleitos entre vosotros. ¿Por qué no os dejáis más bien perjudicar? ¿Por qué no os dejáis despojar?” (1 Cor 6,1-11). La regla de oro El discurso vuelve al “vosotros”: “Como queréis que os traten los hombres tratadlos vosotros a ellos”. La formulación negativa de esta famosa norma aconseja: “No hagas a otro lo que no quieres que te hagan”. Aquí se pide algo más que no hacer daño; se pide tratar bien a cualquier persona. ¿Cómo te gusta que te trate la gente, hable de ti (por delante y por detrás), se comporte contigo? Ponte en la piel de la otra persona y actúa como te gustaría que ella se comportase contigo. Motivos para actuar así Lucas es consciente de que Jesús pide algo muy difícil. Por eso añade tres motivos que pueden ayudarnos a actuar de ese modo. 1) El cristiano debe superar a los pecadores. Lo repite tres veces, recogiendo dos verbos iniciales (amar, hacer el bien) y añadiendo uno nuevo (prestar). Si el cristiano se limita a imitar al pecador, no tiene mérito alguno. Se queda sin premio. 2) El premio. Ya al principio del discurso prometió Jesús “una recompensa abundante en el cielo” (6,23). Ahora vuelve a mencionar esa “recompensa abundante” (6,35). Pero no habrá que esperar a la otra vida para recibirla porque, actuando de ese modo, “seréis hijos de Dios, que es generoso con ingratos y malvados”. Algunas personas han pagado grandes sumas por un título nobiliario. La realidad de “hijo de Dios” no se compra, se consigue actuando de forma benévola con los enemigos. 3) El cristiano debe imitar a su Padre, que es compasivo (v.36), como confirmará más adelante la parábola de los dos hermanos, en la que el padre abraza y festeja al hijo sinvergüenza que ha gastado su fortuna con malas mujeres. Jesús pide mucho, pero también Dios se exige mucho a sí mismo. Jesús y sus enemigos: ataque, reproche, silencio, disculpa y perdón Los preceptos anteriores resultan a veces muy tajantes, sin matices. Si Jesús mismo no practicó alguno de ellos, ¿cómo debemos interpretar los otros? La respuesta se encuentra en el resto del evangelio. Leyéndolo se advierte que el tema de los enemigos es mucho más complejo de lo que aquí aparece. Jesús encuentra enemigos muy distintos a lo largo de su vida: los escribas y fariseos, enemigos continuos, que critican y condenan todo lo que hace; las autoridades religiosas y políticas de Jerusalén (sacerdotes y ancianos), que lo condenan a muerte y se burlan de él cuando está en la cruz; Judas, que lo traiciona; los soldados, que se burlan de él, lo golpean y crucifican; el mal ladrón, que lo zahiere. La reacción de Jesús es muy distinta en cada caso. A los escribas y fariseos no los bendice; los ataca de forma durísima, sin desaprovechar ocasión alguna de condenarlos, insultarlos y dejarlos en ridículo. A las autoridades les reprocha en el huerto que vengan a apresarlo como si fuera un ladrón, luego guarda silencio. Con un reproche reacciona también ante Judas: “¿Con un beso entregas al hijo del hombre?”. Ante los soldados, por mucho que se burlen de él y lo hieran, no protesta ni maldice. Pero su actitud global la representan sus palabras en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, que abarcan a todos los grupos. No solo perdona, también disculpa. Al morir por todos nosotros, estaba cumpliendo su mandato de hacer el bien a los que nos odian. La medida que uséis con los demás la usará Dios con vosotros (37-38) El discurso cambia de tema. Deja de referirse a los enemigos para centrarse en la conducta con los otros miembros de la comunidad. La primera parte comenzó con cuatro órdenes (amad, haced bien, bendecid, rezad). Ahora encontramos dos prohibiciones (no juzguéis, no condenéis) y dos mandatos (perdonad, dad). Lo novedoso es que de nuestra conducta depende la que adopte Dios con nosotros. Si juzgamos, nos juzgará; si condenamos, nos condenará; si perdonamos, nos perdonará; si damos, nos dará. Y aquí llega al colmo el tema de la “recompensa abundante” que ha salido ya dos veces en el discurso; ahora se dice que será “una medida generosa, apretada, remecida, rebosante”. Estas cuatro normas parecen una receta excelente para corromper a Dios y forzarle a tratarnos bien y perdonarnos. Por desgracia, muchas veces preferimos arriesgar su condena por el breve placer de criticar o condenar a alguien. El tema de no juzgar y no condenar se desarrolla a continuación, pero la liturgia ha reservado el resto del discurso para el domingo 8º. La 1ª lectura (1 Samuel 26,2.7-9.12-13) Ofrece un ejemplo concreto de perdón al enemigo, pero por debajo de lo que pide el evangelio. David, perseguido continuamente por Saúl, tiene la posibilidad de matarlo. A eso lo anima su compañero Abisai. David se niega a hacerlo “porque no se puede atentar impunemente contra el Ungido del Señor”. ¿Y si no se tratara del rey? Cuando estaba al servicio de los filisteos devastaba los pueblos vecinos “sin dejar vivo hombre ni mujer”. David no es el modelo ideal para el modo de tratar al enemigo. Pero podemos aplicarnos el mensaje de esta escena: si David perdonó a Saúl por ser el rey de Israel, yo debo perdonar a cualquiera por ser hijo de Dios. Cuando los enemigos nos hacen un gran favor En esta época en que se critica tanto a la Iglesia, conviene recordar que las críticas y persecuciones le hacen gran bien. Tertuliano escribía en el siglo III: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos”. En 1870, el estado italiano se apoderó de Roma y arrebató al Papa la mayor parte de los Estados Pontificios. Lo que muchos católicos de finales del siglo XIX vivieron como una terrible ofensa a la Iglesia, hoy lo vemos como una bendición de Dios. Algunos incluso piensan que Italia debería haberse quedado con todo. San Pedro no tenía nada. Un propósito muy evangélico No enviar por las redes sociales ninguna noticia, chiste o comentario que fomente el odio o el desprecio, que insulte o se burle de cualquier persona de cualquier ideología. ¿Iglesias o corporaciones mediáticas? ¿Pastores o periodistas? por: Rodolfo Cortés Calderón2/22/2019 MANIPULACIÓN MEDIÁTICA
Los hondureños estamos hartos de que algunas empresas corporativas de RADIO, CABLE y TELEVISIÓN de HONDURAS y algunos periodistas tarifados por el statu quo orlandista quieran instrumentalizar y manipular la mente de los ciudadanos para obligarnos y arrastrarnos a escuchar mensajes religiosos “cristianos” o “teológicos” abiertos o subliminales manipulados con descaro. Respetamos y apreciamos los propietarios y directores de los canales de cable, empresas televisoras o radiales, que tienen de manera explícita contenidos y programas religiosos, los aceptamos y los respetamos, la gente está en su pleno derecho de verlos o escucharlos o no, pero ofende nuestra dignidad de personas que corporaciones o medios de TELEVISIÓN COMERCIAL, supuestamente INDEPENDIENTES como la Corporación TELEVICENTRO de RAFAEL FERRARI; Canal 36 del periodista ESDRAS AMADO LÓPEZ; el canal HABLE COMO HABLE, HCH, del periodista EDUARDO MALDONADO o el canal UNETV del empresario MAURICIO RAMOS y otros medios, que se supone no son cadena oficial de alguna iglesia o pastores propietarios de alguna secta o congregación, traten de obligarnos a escuchar programas “cristianos” fundamentalistas o manipuladores de lo que es la fe cristiana en programas noticiosos, comerciales o institucionales. HASTA LAS FUERZAS ARMADAS Pero esto no queda ahí, hace poco veíamos en el canal de las FUERZAS ARMADAS (FF.AA.TV)—dependiente del Poder Ejecutivo–una pastora “arriando ovejas” (feligreses) a su redil. En HONDURAS las Fuerzas Armadas y las Policías Militar y Nacional están tan desacreditadas por la corrupción, los golpes de Estado, la represión y asesinatos contra el pueblo que nadie cree en ellos, pero algunas iglesias, pastores y los medios de comunicación corporativos y periodistas tarifados, que manipulan la conciencia de las personas, se prestan a estos negocios sucios. DESDE PUNTA DEL ESTE, URUGUAY Esta situación de la manipulación de las religiones y la fe, se viene dando desde hace décadas, quizá deberíamos remontarnos a la década de los años 60s cuando el imperialismo yanqui de la mano del presidente JOHN F. KENNEDY preocupado por lo que sucedía con la revolución cubana, los movimientos insurgentes en Latinoamérica, y el sisma creado dentro de la iglesia Católica por el Concilio Vaticano II y el surgimiento de la Teología de la Liberación, que “encendió” y dio luces al mundo, principalmente a los países llamados por el Imperio “tercermundistas”, hizo surgir en Punta del Este el maquiavélico Plan Militarista llamado Cóndor, apertrechando ideológicamente con las iglesias fundamentalistas “cristianas” como puntas de lanza que dispersó por todo el continente americano para contrarrestar las revoluciones populares. EL CASO HONDURAS HONDURAS, ubicada en el corazón de las américas, fue utilizada desde aquellos años para cumplir las políticas contra revolucionarias en detrimento de nuestros pueblos hermanos nicaragüenses, salvadoreños y guatemaltecos utilizando la base gringa de PALMEROLA. Después con el golpe de Estado del 28 de junio de 2009 en contra del presidente JOSÉ MANUEL ZELAYA ROSALES y los fraudes electorales impulsados por el bipartidismo Liberal-Nacionalista los años 2013, contra XIOMARA CASTRO y 2017 contra SALVADOR NASRALLA con la complicidad de los medios de comunicación corporativos, las fuerzas armadas, los políticos corruptos y las iglesias fundamentalistas, incluidos sectores ultraconservadores de la iglesia Católica, han continuado promoviendo esta tenebrosa doctrina aupados y financiados desde ESTADOS UNIDOS. CONCLUSIONES · Es necesario y urgente que los poderes del Estado y los organismos fiscalizadores tomen cartas en el asunto para no permitir que se siga cometiendo este abuso e imposición por parte de los que negocian con la fe. · La Constitución de HONDURAS establece la libertad de culto (Art.77) y de pensamiento y conciencia (Arts. 72 al 75) y una educación laica a toda la población hondureña (Art. 151). ¡Tienen la palabra el FISCAL GENERAL y el COMISIONADO NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS DE HONDURAS! Solo el amor te acompaña cada día, como tu sombra, como tu piel, en cada momento de tu vida; será quizá la eterna causa perdida, pero también la fuerza necesaria para renacer.
Solo el amor recorre el universo con la musicalidad de un eco de fondo, aún así hay que aguzar la caracola y el oído para acoger su mensaje primigenio, hondo, como la espuma y su ola, su latido. Solo el amor resuena en la roja estrella, la pasión que dio a luz y se dispersó por inéditas rutas interestelares, la huella indeleble que imprimió en nuestras pupilas y amares. Solo el amor desvela el milagro cotidiano de la ternura y su brisa, solo el amor vislumbra entre escombros unos ojos negros, su clara sonrisa, la brevedad del instante y su asombro. Solo el amor invita a la gratuidad de la sonrisa y las manos extendidas, solo el amor es capaz de invisibilizar las fronteras impermeables de corazones y frentes divididas, solo el amor perdura en el empeño y su locura. Solo el amor moldea nuestro corazón para la sorpresa y la maravilla. Vivir a ras de tierra no significa que no podamos tener altura de miras. De hecho hay personas excepcionales que consiguen vencer la gravedad y elevarse del suelo sin tener alas. Hablo de esas personas buenas, generosas y comprometidas que luchan denodadamente cada día para hacer un mundo más justo, habitable y amable.
Pero, a pesar de nuestro peso y torpeza física, hay otras formas de volar alto: con la imaginación y en los sueños. La imaginación es el mejor recurso para volar libres por encima de los convencionalismos y los prejuicios. Y en cuanto a los sueños, nada hay imposible en ellos; ¿quién, por ejemplo, no ha experimentado alguna vez la maravillosa sensación de volar? Si yo tuviera que emigrar (lo hice en los años setenta) soñaría con convertirme en un pájaro para volar libre por encima de fronteras, muros y vallas y, de vez en cuando, soltar una cagarruta en la cabeza de todos los Salvini, Orbán y Trump del mundo. Lo halló en una tierra desierta,
en la soledad rugiente del desierto. Lo abrazó y cuidó de él. Lo guardó como a las niñas de sus ojos. Como el águila que incita a su nidada y revolotea sobre sus polluelos, así desplegó él sus alas y los tomó, llevándolos sobre sus plumas. Sólo el Señor los guiaba, no había con él ningún Dios extraño (Dt 32,10-12). Os invito a hacer esa experiencia. Es todo un reto a la mente occidental y al activismo que desarrolla creyendo que esa mente y sus proyectos son lo correcto. Las personas que intentamos hacer silencio, “sabemos” con lo que significa de sabiduría el término saber, que en las cosas de la interioridad lo importante es dejarse conducir. Con el tiempo voy entendiendo que la meta misma es el camino. Como en las películas, cuando se solucionan los problemas o el malo muere, se termina, porque la vida, la trama, la historia se escribe mientras caminamos. Hacer experiencia de “ser conducida” y acoger ese proceso es un regalo del Espíritu, de nuestra Ruah. Nuestra vida, casi siempre rodeada de dificultades de diversa índole, adquiere una dimensión cuántica si tiene el esqueleto firme de la experiencia de Dios o de una sabiduría interior adquirida, como el buen vino, en la bodega oscura de la interioridad, dejando pasar tiempo que parece muerto pero que al final, ese tiempo muerto es el que determina la calidad del “caldo”. Una de las imágenes bíblicas más potentes por su sencillez y ternura y más antiguas es la de Dios comparado con un águila que conduce a sus polluelos sobre sus alas. En distintos textos la Palabra nos aproxima a una imagen materna, el águila que conduce a sus polluelos sobre sus plumas y para enseñarles a volar desciende de vez en cuando, para que ellos ejerciten todas sus capacidades, sin embargo, ella, el águila planea vigilante debajo de los pequeños, como brazos siempre abiertos para acogerles y conducirles. Hacer experiencia de un Dios así permite asumir riesgos, intemperies, fracasos aparentes, porque sabes, vives, que te conducen sobre alas y cuando te sientes caer, de pronto haces pie sobre las suaves plumas de “ama” águila, que de nuevo te recoge y te conduce y reconduce donde se te invita a ir, en su nombre. Simple, precioso, pero maravillosamente difícil. Muchos “aterrizan” de emergencia cuando sienten que están “en el aire”, otros ya saben que este es el momento de más amor de parte de madre-águila-Dios, es el momento en que confiando plenamente en tus capacidades se retira para que tú despliegues tus alas y tu potencial. Eso sí, sólo es posible ese despliegue cuando sabes que ama-águila planea debajo de ti y dará su vida antes que dejarte “en el aire”. Por ahí va el compromiso solidario profundo, el minimalismo y la intemperie; el compromiso ecológico y humanitario… posible sí, y eficaz, si primero te atreves a dejarte conducir sobre sus alas, porque desde ahí se adquiere la perspectiva real que hace posible asumir riesgos para que la humanidad y madre tierra, en riesgo, con sus águilas y sus tormentas de nieve, sus ríos y mares, sus azules intensos y amarillos siga siendo humanidad, pero mejor sin riesgos. Te invito a montarte sobre ama-águila y dejarle que te pasee por tu historia y por el planeta sobre sus alas. Mira, siente, observa, déjate conducir y descubrirás los paisajes interiores y panorámicos que nunca descubrirás si sólo conduces tú. |
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