La Conferencia Episcopal ha redoblado en los últimos días su campaña contra la nueva ley del aborto, que sustituye el sistema de supuestos por el de plazos. Pero ninguno de sus miembros ha llegado tan lejos como el arzobispo de Burgos, Gil Hellín. Recurriendo a comparaciones truculentas y a evocaciones bíblicas, mezcladas con citas teológicas y máximas del pensamiento político, Gil Hellín ha llegado a la conclusión de que la nueva norma no es ley y, por tanto, no obliga a los ciudadanos.
Solo en el último punto tiene razón: la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, recientemente aprobada por el Parlamento, no contiene prescripción alguna que exija abortar a las mujeres. Despenaliza que lo hagan dentro del plazo establecido por la propia norma. Y que lo hagan aquellas que por la razón que sea -nunca es una razón frívola- lo estimen necesario. Con su recurso al patetismo, monseñor Gil Hellín ha dejado al descubierto la posición desde la que la jerarquía eclesiástica española está llevando a cabo esta nueva campaña contra el aborto. No trata de discutir la nueva regulación, sino de reabrir con la excusa de la nueva ley una discusión sobre el aborto que, en España y fuera de ella, lleva muchos años cerrada. Interpretando la posibilidad de abortar como una obligación de hacerlo, la jerarquía eclesiástica demuestra que se considera autorizada a intervenir sobre una decisión que pertenece a una esfera de la intimidad sobre la que la Iglesia no tiene potestad. Salvo que considere, como parece que lo hace, que el catolicismo y la forma en que la jerarquía lo interpreta es en España obligatorio. Al contrario de lo que sostiene monseñor Gil Hellín, esa aberración pertenece al pasado. Por esa razón, la jerarquía católica española, que goza de la libertad religiosa que reconoce la Constitución, e incluso de algunas que ninguna norma le concede, no puede erigirse en la instancia que decide lo que es ley y lo que no lo es.
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Ficha 1
Introducción: A.-Como preparación para el Saludo de los Cristianos a la Revolución, en la reunión de Coordinadores se acordó que el Tema de Reflexión este año sea: JESUS COMO CIUDADANO PARTICIPATIVO. Y se le encargó a la Mesa de Participación e Incidencia que prepara unas fichas para ver previamente en las reuniones semanales de cada Comunidad, y que el 11 de Julio día del Saludo cada Comunidad presente su Compromiso en esta línea de la Participación Ciudadana. B.-Como nota previa a los temas recordamos que nuestra Celebración de el Saludo, no es una celebración partidaria, sino que Celebramos -en el espíritu del Éxodo- de la Pascua, el Paso Liberador de Dios en nuestra historia. En este sentido en la Introducción a los Documentos de Medellín, los Obispos de América Latina nos dicen que la Pascua es el Paso Liberador de Dios, en el Paso de condiciones de vida inhumanas (esclavitudes modernas) a condiciones de vida Humanas. C.-Como seguidores de Jesús, comenzamos con el Tema que nos ilumina e impulsa: Jesús como ciudadano participativo y si somos seguidores de Jesús tenemos que participar también en la línea de la construcción del Reino en nuestra Sociedad En este sentido con razón decía Mons. Romero: ninguno de nosotros puede decir: “No me meto, no me comprometo, pues sería mal cristiano y mal ciudadano”. TEMA # 1: Ambientación del local. Se sugiere un canto típico de Nicaragua. Cantos y Oración conforme al tema. I. VER La situación del país y sociedad en que vivió Jesús (en minigrupos o en plenario) Vamos a comenzar la reunión con algunas preguntas sobre la Participación de Jesús en su país y en su tiempo. Esto nos puede ayudar a entender mejor su participación en su tiempo y en sus circunstancias. 1.- ¿Se acuerdan de algunos nombres de los pueblos o ciudades donde estuvo Jesús? 2.- ¿Cómo se llamaba el país donde vivió Jesús? Y ¿cómo se llama hoy día? 3.- ¿Cómo era el país donde vivió Jesús? ¿Qué sabemos de la situación del pueblo en ese tiempo? y ¿qué sabemos de cómo estaba organizado en cuanto a su gobierno y autoridades? ¿Quiénes tenían más poder en esa sociedad? 4.- ¿Qué otra cosa importante recordamos del país de Jesús y de los grupos sociales en tiempo de Jesús? 5- ¿Qué parecidos y qué diferencias hay en la situación del país en que vivió Jesús y en la situación de nuestro país? Canto de Ambientación. Se sugiere vos sos el Dios de los Pobres. O somos gente nueva. II. JUZGAR A) Jesús y su participación ciudadana en la situación social que le tocó vivir 1) Si vemos la vida y el caminar de Jesús podremos preguntarnos en general si él fue un ciudadano participativo o pasivo ante la situación de su pueblo. ¿Qué ejemplos podemos poner del Evangelio en que se muestre si Jesús fue ciudadano participativo y cómo participó? 2) ¿En qué punto concreto e importante Jesús luchó por cambiar las leyes y costumbres que oprimían a su pueblo? Nota: en la siguiente ficha analizaremos algunos textos claves del Evangelio donde se nos muestra Jesús como ciudadano participativo. B)- Iluminación con un texto de Aparecida - Brasil “La Iglesia se propone apoyar la participación de la Sociedad Civil para la reorientación y consiguiente rehabilitación ética (moral) de la política. Por ello son muy importantes los espacios de participación de la Sociedad Civil para la vigencia de la democracia, para una verdadera economía solidaria y un desarrollo integral solidario y sustentable” (N° 406 a). ¿Qué mensajes principales nos da este texto de los Obispos latinoamericanos? ¿Qué razones o motivos nos da para nuestra mayor participación ciudadana? III ACTUAR A la luz de lo que venimos reflexionando podemos preguntarnos: a) Nosotras-nosotros somos seguidoras-seguidores de Jesús. Si Jesús actuó así ¿cómo debemos actuar nosotras-os para ser en verdad sus discípulos? b) ¿Qué consecuencias o conclusiones operativas podemos sacar a nivel personal y para la vida de nuestra Comunidad? c) ¿En qué deberíamos cambiar, por ejemplo si nos hemos vuelto pasivos o indiferentes ante lo que está pasando hoy en Nicaragua? ¿En nuestra Comunidad hemos reflexionado en este aspecto de la vida de Jesús como ciudadano participativo y si no lo hemos hecho por qué? El Vaticano insiste en que no equipara ordenar a una mujer con la pederastia | El portavoz de la red progresista Somos Iglesia lamenta la imagen de “club sólo masculino”
La casi demonización por parte del Vaticano del sacerdocio femenino ha provocado reacciones de indignación entre los sectores católicos progresistas. Diversos grupos organizados del ala liberal de la Iglesia, sobre todo en el mundo anglosajón, han visto con estupor que las últimas normas del derecho canónico, hechas públicas el jueves, consideren la ordenación de mujeres como uno de los “delitos más graves” que puede cometer un creyente o un clérigo, y que el tema aparezca en el mismo documento en el que se actualiza la legislación contra la pederastia. Dimite una obispa luterana alemana La obispa protestante de Hamburgo, María Jepsen, la primera mujer del mundo en ser ordenada obispa luterana, presentó ayer la dimisión, salpicada por un caso de abusos sexuales. Jepsen se enteró hace once años de los abusos a menores practicados por un pastor de su diócesis, pero decidió taparlos y enviar al pastor a otros destinos sin mencionar el motivo. Monseñor Charles Scicluna, el prelado maltés que dirige la fiscalía en la Congregación para la Doctrina de la Fe, intentó ayer de nuevo matizar las cosas para calmar los ánimos. En declaraciones a la agencia Reuters, Scicluna insistió en que, pese a estar en el mismo documento jurídico, no tienen el mismo nivel de gravedad. En un caso, la pederastia se trata de un “delito contra la moralidad”, mientras la ordenación de mujeres es un “delito contra un sacramento”. Las aclaraciones poco pudieron reparar el daño ya causado a una Iglesia que, a ojos de muchos, ha confirmado su imagen misógina y retrógrada. “La decisión muestra que la Iglesia católica es una organización que está dominada por los hombres; presenta a los clérigos como un club sólo masculino”, afirmó a La Vanguardia, desde Munich, Christian Weisner, portavoz de la red internacional We Are Church (Somos Iglesia), que lucha por reformas que modernicen la Iglesia católica. Según Weisner, las nuevas medidas contra la pederastia son muy insuficientes porque se centran en cómo castigar al autor del delito, a posteriori, pero no atacan las verdaderas causas del problema. Entre éstas están, a su juicio, los tabúes sexuales de los curas, derivados del celibato, que les hacen incapaces de ser conscientes de su propia sexualidad, así como una imagen demasiado idealizada y mitificada del sacerdote, y la estructura jerárquica que rige la institución eclesiástica. Desde Estados Unidos, donde el escándalo de la pederastia ha significado una debacle moral y financiero para la Iglesia católica, y donde el Vaticano lucha todavía para que se le reconozca inmunidad en los procesos civiles en los casos de abusos, las críticas han sido feroces. Erin Saiz Hanna, directora ejecutiva de la Conferencia para la Ordenación de las Mujeres, dijo a Reuters que poner el sacerdocio femenino en la misma categoría que los pederastas y los violadores es “indignante”. Calificó la decisión de, “como mínimo, medieval”. Jon O’Brien, presidente de Catholics for Choice, otro grupo progresista, deploró la estrategia de comunicación del Vaticano e ironizó usando una expresión muy americana: “Si hay una posibilidad de que el Vaticano se dispare al pie, lo hace a los dos pies Críticas al Vaticano por regular como delito grave la ordenación de mujeres por: Miguel Mora7/23/2010 La inclusión de la ordenación de mujeres sacerdotes entre los delitos más graves que pueden cometer los miembros de la Iglesia, anunciada el jueves por el Vaticano, ha suscitado la perplejidad del mundo anglosajón y críticas de muchas asociaciones católicas de base y teólogos progresistas.
Aunque el fiscal de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Charles J. Scicluna, intentó aclarar en la conferencia de prensa donde presentó las nuevas normas que el delito de ordenación de una mujer es “una falta grave contra el sacramento y la doctrina de la Iglesia, y por tanto un delito de entidad menor que el abuso sexual o la pornografía”, teólogos como Juan José Tamayo creen que su incorporación a la lista negra demuestra que las nuevas normas “son solo una operación cosmética obligada por la presión internacional”. Tamayo cree que las modificaciones “confusas y oportunistas, porque mezclan asuntos que nada tienen que ver, como la pornografía infantil, que ya es un delito en la inmensa mayoría de los códigos penales, y la ordenación sacerdotal de las mujeres, que no es ningún delito sino un derecho legítimo”. Los vaticanistas aparecen divididos sobre la medida, que codifica una instrucción emanada por el ex Santo Oficio el 19 de diciembre de 2007, cuando convirtió el intento de ordenar a mujeres en una ofensa penada con la excomunión. El jurista y canonista Filippo di Giacomo piensa que el castigo a la ordenación femenina “no es nuevo, y ni siquiera zanja el problema teológico de fondo, sino que se limita a punir un asunto por otro lado muy marginal”. El historiador Giancarlo Zizola, comentarista de La Repubblica, cree que “es horripilante considerar la ordenación de mujeres un delito perpetuo”. “Significa alejarse de la sociedad y olvidar el mensaje de Cristo”. El portavoz vaticano, Federico Lombardi, asegura que “la controversia no tiene fundamento”. “En la lista hay delitos muy dispares entre sí, y eso no quiere decir que sean equivalentes ni igualmente graves”, dice. FICHA #2 de Preparación al Saludo de los Cristianos a la Revolución (Julio 2010).
Introducción En la ficha anterior vimos en general que Jesús fue un ciudadano participativo. Ahora queremos empezar por hacernos unas preguntas sobre nuestra participación ciudadana en lo que va de este año 2010, y luego la confrontamos con la práctica de Jesús. Ambientación del lugar. Canto apropiado al tema. Oración conforme al tema. I. VER Cómo anda nuestra participación ciudadana 1. Personalmente ¿soy ciudadano participativo? ¿en qué se manifiesta esto en concreto? 2. Esta Comunidad, como Comunidad ¿en qué se ha manifestado como Comunidad participativa ciudadanamente? Y si no lo ha hecho ¿a qué se debe? 3. Las CEB de nuestra Región como conjunto ¿hemos sido ciudadanamente participativas? Pongamos ejemplos concretos, y si no lo hemos sido ¿a qué se debe esto? 4. Si pensamos en la Historia de nuestras CEB si antes éramos más ciudadanamente participativos ¿a qué se debía esta mayor participación? II. JUZGAR A LA LUZ DEL CAMINAR DE JESUS (canto Vos sos el Dios de los Pobres) Nosotras somos Comunidades seguidoras de Jesús, participando de su Misión. Si Jesús fue ciudadano participativo nosotros debemos serlo como El en la situación que nos toca vivir. Meditemos en algunos ejemplos que nosotros mismos mencionamos al responder la ficha anterior: 1.- Al responder la ficha anterior enumeramos varios pasajes del Evangelio en que Jesús se nos manifiesta como ciudadano participativo. Recordémoslos brevemente. 2.- De entre los muchos pasajes que se podrían analizar queremos tomar 2 aspectos de la vida de Jesús en que se nos muestra su participación ciudadana. A) Escojamos y Analicemos uno de estos pasajes en que Jesús defiende los derechos de la Mujer y su dignidad, y rompe con las leyes o costumbres que eran injustas con ellas. Leamos despacito el texto del Evangelio y examinemos la postura y actitud de la Mujer, la postura de la ley injusta o de los que la atacan, y la postura y actitud de Jesús. a) La Mujer sorprendida en Adulterio (Jn 8, 1-11) b) Diálogo de Jesús con la Mujer Samaritana (Jn 4,1-30) c) Jesús saca la cara por la Mujer que el fariseo despreciaba como pecadora.(Lc 7,36-48) B) Escojamos y analicemos uno de estos pasajes en que Jesús lucha por cambiar leyes y costumbres que oprimían al Pueblo. Examinemos en que estaba lo injusto de esa Ley o costumbre, quiénes la defendían o la utilizaban para oprimir, y Jesús con qué criterio la ataca o combate ¿qué valores defiende Jesús? a) Jesús sana un enfermo en sábado y ese día deciden eliminarlo (Mc 3,1-6) (Mt 12,9-14) b) Jesús saca a los mercaderes del Templo (Mc 11,15-18 o Jn 2,14) c) Los discípulos cortan y comen espigas en sábado (Mt 12,1-8) APARECIDA: Un complemento a nuestro Juzgar: La opción preferencial por los pobres y excluidos 391. Dentro de esta amplia preocupación por la dignidad humana, se sitúa nuestra angustia por los millones de latinoamericanos y latinoamericanas que no pueden llevar una vida que responda a esa dignidad. La opción preferencial por los pobres es uno de los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesia latinoamericana y caribeña. De hecho, Juan Pablo II, dirigiéndose a nuestro continente, sostuvo que “convertirse al Evangelio para el pueblo cristiano que vive en América, significa revisar todos los ambientes y dimensiones de su vida, especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común”. 394. De nuestra fe en Cristo brota también la solidaridad como actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio, que ha de manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la defensa de la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos, y en el permanente acompañamiento en sus esfuerzos por ser sujetos de cambio y transformación de su situación. III. ACTUAR En esta reunión hemos primero revisado si hemos sido y en qué medida ciudadanos participativos tanto a nivel personal como comunitario. Después analizamos unos pasajes del Evangelio en que Jesús se nos manifiesta y nos llama a ser Comunidades participativas ciudadanamente, y esto lo confirmamos con el texto de Aparecida. DE TODA ESE ANALISIS Y REFLEXION DE FE ¿ QUE CONCLUSIONES CONCRETAS OPERATIVAS SACAMOS PARA NUESTRO ACTUAR PERSONAL Y COMO COMUNIDAD? MATERIAL DE APOYO a Ficha #2 LA SAMARITANA Tú quebrantaste cuatro preceptos cuando te sentaste al borde del pozo y pediste agua (Jn 4,4-42). Un judío no hablaba con una samaritana. Un maestro no buscaba discípulas como seguidoras. Un justo no se acercaba a una mujer por cuya vida pasaron seis maridos. Un hombre no dirigía la palabra en la calle a una mujer. En ese encuentro, ella era la fuerte: estaba en su tierra, el pozo era de su aldea, tenía la cuerda y el caldero. Tú eras el débil: un judío en tierra hostil, un caminante agotado, un varón mendigando a una mujer el agua inaccesible. Pero en el encuentro contigo, esta mujer de ayer tan triste entró dentro de sí misma, y descubrió una vieja sed alojada sin esperanza en el sequedal del corazón. Cayó tu palabra en su desierto como el cayado de Moisés sobre la roca de Masá y Meribá. Sintió fluir de repente un manantial de ilusión, y el agua empezó a humedecer todo su pasado agrietado como un bautismo que la recorría por dentro. Para encontrase con Dios lo importante no son los templos ni los montes, sino el mismo Espíritu latiendo en todo pueblo. Tú y ella y cada persona somos un templo, y la ley es la dicha, el ritual de la alegría que corre por las venas. Abandonó su viejo cántaro, su vieja sed, su viejo pozo al hallar el agua de la vida. Sin nadie pedírselo fue tu primer apóstol en la tierra de Samaria. Esa mujer desprestigiada, que arrastraba su pasado como un manto de hierro, se convirtió de repente en un ángel de gozo: “¡Vengan y vean!” Ella abrió a los suyos el pozo de tu rostro. Ella te abrió a ti las puertas de una tierra prohibida para un judío piadoso, al anunciar por las calles que se encontró un hombre con los rasgos del Mesías. LA MUJER ADÚLTERA Mientras enseñabas en el primer aire de la mañana, un tumulto de cacería se fue acercando excitado por la explanada del templo. Arrastraban una mujer sorprendida en adulterio en la noche confundida (Jn 8, 1-11). ¿Dónde estaba el varón? Mirando desde la ley no había salida ninguna, y tú también estabas cercado con la mujer encogida. Pero el amor cuando mira, en las murallas de piedra siempre descubre puertas que se abren hacia la vida. Con tu pausa de silencio abriste otro universo. Dibujabas en el suelo como el dedo de Yavé en las piedras de Moisés, y con una sola propuesta, desarmaste los puños cerrados con las piedras del crimen: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. En el encuentro contigo, la mujer liberó a los varones amos de la sociedad, la condenada liberó a los jueces dueños de la vida y de la muerte, la adúltera liberó a los justos según las leyes del templo. Los hombres, los amos, los justos, fueron dejando caer al suelo las piedras de la muerte que llevaban dentro y se alejaron en el silencio del primer día del mundo. La mujer, la condenada, la adultera, quedó sola y renacida ante tu mirada creadora, en el centro de la libertad, estrenando el corazón y un nuevo tiempo de vida. Y en ti, Jesús de Nazaret, liberado también del cerco, brilló para todo el pueblo la ternura eterna del Padre. El 12 de julio se cumplieron seis meses del devastador terremoto ocurrido en Haití, en el que murieron 300.000 personas y tras el cual gran parte del país quedó en ruinas. 1,8 millones de personas viven en campamentos precarios, en condiciones sanitarias inadecuadas, o inexistentes, sin electricidad y con muy poca seguridad, así como también sin ningún tipo de resguardo del calor intenso y las lluvias cada vez más fuertes.
La violación, el hambre y la desesperanza son amenazas constantes para la gente que está atrapada en los campamentos. Hace seis meses, el mundo pareció unirse en el compromiso de ayudar a Haití a recuperarse. Ahora, medio año después, los escombros siguen en el mismo lugar, y el sufrimiento envuelve los campamentos, sofocados por el calor, empapados por la lluvia. Luego de aterrizar en Haití, viajamos a uno de los más de 1.350 campos de refugiados, el Campamento Corail. Este campamento fue emplazado cerca de Titanyen. Allí se arrojaban los cadáveres durante el primer golpe de Estado contra el Presidente Jean-Bertrand Aristide. Tras el terremoto, el lugar fue utilizado como fosa común improvisada. Corail se encuentra en una llanura de gravilla blanca, colmada de filas ordenadas de carpas. Durante el día, sin árboles que protejan del sol, el campamento se vuelve extremadamente caluroso. Un habitante de Corail, Romain Arius, me dijo: “Ya no podemos continuar así en la situación en la que estamos viviendo aquí en carpas. Les pediríamos que nos den lo antes posible las casas que dijeron que nos darían para que nuestra situación mejore”. Un día después de volver del campamento Corail nos enteramos que una tormenta derribó al menos 94 carpas y obligó a cientos de habitantes a huir en busca de refugio. Los haitianos están enfadados y se preguntan a dónde fueron a parar los millones de dólares donados inmediatamente después del terremoto. La organización Disaster Accountability Project descubrió que de las 197 organizaciones que pidieron dinero luego del terremoto, tan solo seis han puesto a disposición informes públicos que detallan sus actividades. La “comunidad donante internacional”, integrada por los países más ricos, comprometió más de 9 mil millones de dólares, pero hasta la fecha tan solo Brasil, Noruega y Australia pagaron la totalidad de la cifra que prometieron. Gran parte de los 1.150 millones de dólares prometidos por Estados Unidos están demorados en el Congreso. Patrick Elie, un activista haitiano por la democracia de larga trayectoria y ex Secretario de Estado para la Seguridad Pública de Haití, me habló acerca de la propiedad de la tierra y del gran número de muertes a causa del terremoto: “La tenencia de tierra en Haití es un caos total. Esto también es consecuencia del comportamiento de las élites haitianas durante siglos. Se adueñaron de tierras, especialmente tras la independencia y el fin de la esclavitud, que deberían haber sido de propiedad comunitaria. Y por supuesto, ahora hay mucha discusión acerca de quién es dueño de qué pedazo de tierra”. Patrick Elie dice que en este momento de emergencia que le da al gobierno la facultad de expropiar tierra por interés público, la pregunta clave es qué tierra será confiscada: ¿la tierra comunitaria que los campesinos utilizaron durante siglos, o las grandes extensiones de tierra de las élites? También hablé con Sean Penn. Sí, el actor ganador de dos Oscar de la Academia de Hollywood, que vino a Haití luego del terremoto. A poco de haber vivido en carne propia un problema médico de su hijo adolescente, que fue sometido a una importante cirugía, Penn se quedó horrorizado ante las historias que escuchó sobre las amputaciones sin anestesia que se estaban realizando en Haití. Penn fundó la organización de ayuda J/P Haitian Relief Foundation (jphro.org) y ha estado en Haití durante cinco de los últimos seis meses, administrando un campamento de refugiados en el Club de Golf de Petionville, que alberga actualmente a 55.000 haitianos desplazados por el terremoto. Sentado en una gran carpa, Penn se mostró frustrado. Comparó los recursos que gasta Estados Unidos en la guerra en Afganistán, con Haití. Dijo: “Creo que Afganistán es una operación absurda. Y una de las razones es que aquí puede haber una operación productiva ‘a favor de Estados Unidos’. Imagina el caso de Haití de esta forma. Ahora hay una guerra aquí, y con las próximas tormentas la situación seguramente se agravará, pero no hay una cara visible a la que odiar, no hay un país al cual criticar, no hay recursos naturales, y las caras aquí son negras.” Penn dice que J/P HRO estará en Haití durante un largo tiempo: “Pensamos adaptarnos, ajustarnos a las nuevas necesidades que surjan. Creo que nuestra próxima gran iniciativa será remover los escombros y trabajar con organizaciones aliadas para que la gente regrese a los barrios y vuelva a trabajar. Pasar del manejo de campamentos a la gestión y el activismo comunitarios.” Patrick Elie defiende el liderazgo del pueblo haitiano en la reconstrucción: “Somos un pueblo que puede defenderse solo. Tenemos una visión de hacia dónde queremos ir. Necesitamos amigos, pero no necesitamos gente que piense por nosotros, ni que nos tenga lástima”. Según el Washington Post, hasta el momento solamente se ha entregado el 2 por ciento de la ayuda prometida para la reconstrucción. La temporada de huracanes acecha Haití, y millones de personas cuentan con que todos nosotros cumplamos nuestras promesas. El tema del aborto no me deja indiferente. La ley está suscitando debates y comentarios bastante faltos de humanidad, por lo que quiero proponer algunas reflexiones por si pueden ayudar la humanizar toda esta cuestión.
Resulta escalofriante, por ejemplo, ver como se compara el aborto con las operaciones de estética, frivolizando un tema tan espinoso. Propongo otra comparación alternativa: todos sabemos que puede haber alocados suicidas que cojan el coche para ponerlo la doscientos por hora y provocar un accidente. Cuando tal sucede, la propaganda que hace la prensa bien nos puede hacer llegar a pensar, por un momento, que esos locos son los responsables de todas las muertes en las carreteras. Las estadísticas muestran, desgraciadamente, que eso no es cierto, que los alocados irresponsables son una minoría bien pequeña para nada representativa de la media de las personas que tienen la desgracia de tener un accidente. Tanto en el caso de los alocados del volante como en el de la supuesta frivolidad de las mujeres cuando abortan estamos ante dos esperpentos alimentados por los discursos diferenciadores de los estereotipos de género: ni las mujeres tienen que ser necesariamente frívolas ni los hombres alocados prepotentes. Estoy en contra del aborto. Hay que luchar contra él con todas las fuerzas. Pero veo que el aborto es el resultado de una cadena de previos no resueltos que quiero ir desgranando en esta colaboración. Si de verdad queremos reducir el número de abortos habrá que resolver esos previos, para que no se tenga que llegar al caso extremo de tener que decidir abortarse o no. El aborto es un mal, y no hay disculpa que valga. Y no creo que nadie, que ninguna mujer, pueda quererlo de buen grado. Las mujeres somos las que cuidamos y alimentamos la vida: la llevamos en nuestro seno. Son muchas las mujeres que están en las puertas de los colegios esperando por su prole, al lado de las camas de la gente enferma y atendiendo a los ancianos y ancianas en las familias. Son mayoritariamente mujeres las que buscan los recursos en el planeta para alimentar a su familia. En los cuidados que dispensamos las mujeres descansa el futuro de la humanidad, como bien reconoció la ONU, que fija como uno de los objetivos de desarrollo del milenio alcanzar la igualdad de géneros y el desarrollo de las mujeres. “Quien educa a una mujer educa a una nación”, se dice, y yo añadiría: quién respeta y apoya a las mujeres está respetando y apoyando el futuro de los pueblos, de todos los pueblos. 1. Los previos no resueltos. El aborto directo, la interrupción voluntaria del embarazo, es una situación límite, a la que si llega después de un embarazo no deseado (no siempre: la gran mayoría de los embarazos no deseados no terminan en aborto). Y se llega a un embarazo no deseado porque por el camino fallaron una serie de previos que toda maternidad debe tener para poder disfrutar de un mínimo de calidad. Cuando se habla de embarazos no deseados aún hay hombres y mujeres que no tiene perfectamente deslindado en su cabeza sexualidad y maternidad. Aún se escuchan comentarios del estilo de: “si no quería quedar preñada que no hubiera hecho lo que no tenía que hacer” Y más o menos a todos nos sale esa vena patriarcal ancestral que culpa a las mujeres de todas las cuestiones relacionadas con el sexto mandamiento. No voy a entrar a discutir el papel que los roles de género nos asigna a las mujeres, porque no es este el lugar, aunque quiero dejar constancia de la presencia real que estas ideas machista tienen aún en nuestra sociedad. Repasaré con detalle las circunstancias que pienso pueden provocar un embarazo no deseado y las circunstancias que pueden llevar a hacernos pensar en la posibilidad de un aborto, de una IVE. Estas circunstancias se pueden presentar aislados o pueden concursar en grupo, agravando la situación de la mujer que las padece. Tales son las relaciones sexuales forzadas, la mala educación sexual que le estamos dando a la adolescencia, la objetualización de la mujer, los hombres de esperma distraído y las discriminaciones laborales que padecen las mujeres. 1.1. Las relaciones sexuales forzadas. Las relaciones sexuales forzadas son humillantes y asquerosas, y las veces, incluso pueden terminar en un embarazo. A poco que hablemos con mujeres prostituidas (aquellas que decía Jesús que nos iban a preceder en el Reino) podemos constatar que muchas ya tienen a sus costas uno o varios abortos. En el siglo XXI deberían estar abolidas todas las esclavitudes. Sin embargo la esclavitud sexual se mantiene, y el “negocio” produce pingües beneficios a muchos abusones. La marginalidad en la que viven estas mujeres contrasta as veces con los lugares donde las vemos anunciadas. La prensa, incluso la que pasa por más seria y rigurosa, se lucra con anuncios llamados “de contactos”, de los que parece no pueden prescindir para mantenerse (¿dónde está, pues, la independencia de la prensa?). Más de un 90% de las mujeres esclavizadas por la prostitución en este país son extranjeras. En el caso de que sean inmigrantes, sí no hay una ley que las ampare y les dé una mínima seguridad sanitaria, serán un colectivo muy vulnerable. En estos casos de relaciones sexuales forzadas están también los casos de violación. Los embarazos fruto de una violación en cifras soy muy pocos pero constituyen, a mi modo de ver, una de las principales grietas que tiene el razonamiento de los anti-abortistas. La misma Iglesia institucional, tan apasionadamente en contra del aborto, de la IVE, mira para otro lado cuando si trata de aborto en embarazos resultantes de una violación (sobre todo si la víctima de la violación es una religiosa). Es obvio que resultaría monstruoso obligar a la una mujer a hacerse cargo de un embarazo en estos casos. Pero… ¿qué es lo que hace el aborto menos reprobable en caso de violación?. ¿No estaremos aceptando y justificando el aborto por tratar de “corregir” excesos derivados de las conductas machistas? Estas preguntas me cuestionan acerca de la validez que se otorga a las decisiones de las mujeres. En el caso extremo de la violación ya no son las mujeres las que deciden. Es la sociedad, los hombres mayormente, quien en un arrebato de contrición personal y colectiva, deciden por ellas y le da visos de validez al aborto. ¿Es que acaso las decisiones de los hombres son más válidas¿ que las de las mujeres? ¿Estamos viendo a las mujeres aún como medias personas, inmaduras, incapaces para las decisiones importantes? O lo que es peor, ¿vemos a las mujeres como propiedad de un varón, propiedad que, en el caso de la violación, le fue “arrebatada” sin permiso de su dueño? Esto nos retrotraería al discurso de la honra de las mujeres y el honor de los hombres, que pienso ya está superado, ¿o no?. Para poder impedir que un embarazo fruto de unas relaciones sexuales forzadas acabe en aborto, igual había que empezar por hacer desaparecer la esclavitud sexual, la prostitución y la violación de mujeres, moneda de cambio e incluso arma de guerra en las luchas de los hombres. Y para acabar con estos servilismos también tendríamos que modificar el concepto de sexualidad que se vive en esta sociedad patriarcal, un concepto nocivo para mujeres y para hombres1. 1.2. La mala educación sexual de la adolescencia. Soy profesora de enseñanza secundaria y os aseguro que da escalofrío escuchar a los chicos y chicas hablar de sexo, de anticoncepción y de embarazo. Es denigrante la mala educación sexual que tienen los que se inician, cada vez más xóvenes, en las relaciones sexuales, empujados por una sociedad de consumo que le mete el sexo por los ojos a todas horas. Estamos manejando con los chicos unos conceptos de sexualidad, asignándoles desde la infancia unos roles de género tan estereotipados, que hacen que reproduzcan lo peor de los comportamientos sexuales de los adultos. Aquello excesos que los adultos disimulamos, a veces por simple sentido del ridículo, los adolescentes lo muestran con desparpajo, consiguiendo elaborar con sus conductas el esperpento de la sociedad que los está criando. Y siguen acumulando mitos y leyendas urbanas sin fundamento sobre sexualidad, que leen en esas revistas “para adolescentes”, dirigidas sobre todo a las chicas. Son publicaciones nada edificantes, centradas en envenenar las confusas ideas sobre sexualidad y relaciones de pareja que puedan tener sus lectoras. Tienen como tema preferido el sexo, son fruto de mentes adultas nada inocentes, y reproductoras de los esquemas de género del más rancio patriarcado, rayando ya en la misoginia. ¿Cómo vamos a reducir los embarazos adolescentes si no modificamos los esquemas de género patriarcales que le estamos transmitiendo a nuestra juventud? Nos limitamos a desarrollar una educación fragmentada, de cuerpos fragmentados, mostrando cada parte del cuerpo y lo que hace, y no les damos una visión integradora y plena del conjunto que ayude a trabajar las relaciones interpersonales desde la propia aceptación y el respecto al otro/a. 1.3. El cuerpo femenino como objeto de consumo. Irremediablemente ligado al argumento anterior está la utilización pública de la imagen de la mujer. Personalmente me resulta molesto el tener que ir apartando de la vista a mujeres semidesnudas a todas horas. Los hombres desnudos no se prodigan tanto por aquello del estereotipo de género: La que se exhibe-el que domina con la mirada, estereotipo presente en cada anuncio publicitario. En la publicidad, en las tele-series, en el tele-basura,… es denigrante la objetualización de las mujeres. También la sobrevaloración del sexo como único bien y razón y la manipulación de los valores humanos y sociales. Esto lo sabemos todos, pero nadie hace nada para frenarlo. Paradógicamente, escándalos de personajes como el presidente italiano Berlusconi, Primer Ministro italiano con muy buenas relaciones por cierto con el Vaticano, lejos de provocar la ignonimia de tal individuo, lo catapultan a la fama haciéndolo aparecer a todas horas en los medios de comunicación. Un auténtico asco!!. Nuestra sociedad ha convertido al sexo femenino, a las mujeres, en un objeto de consumo más, como si formáramos parte del equipamiento de los coches o los desodorantes. ¿Cómo os parece que nos hemos de sentir las mujeres cuando nuestros cuerpos se ponen al mismo nivel que una maquinilla de afeitar, que se usa y se tira? No quiero dejar pasar por alto el tema de la pornografía, otro negocio bien rentable a cuenta de la explotación del cuerpo de las mujeres. No entiendo que principio de salud pública puede retirar de los quioscos la venta de tabaco y no retira las revistas y películas pornográficas. ¿Por qué las tengo que ver allí colgadas cuando voy a comprar la prensa?. Me siento agredida y cabreada, porque del mismo modo que la veo yo la tiene que ver cualquier niño o niña que va a comprar golosinas. En las casas, los cigarros no se le esconden de la vista del niños y niñas, la pornografía sí. Si la escondemos debe ser porque no la consideramos digna. Si no la consideramos digna y humana, ¿por qué tiene que existir? ¿Por que no acabamos de una vez con este patriarcado asqueroso y apostamos por un desarrollo armonioso de las personas? 1.4. Los hombres de esperma distraído. Las estadísticas de aborto hablan de mujeres mayoritariamente sin pareja estable. Hay pues una cuestión que me parece destacable cuando se habla de concebir y hacerse cargo de los hijos, y es el papel del padre. Si la madre lleva a un hijo o hija en su seno, y se hace cargo de sus patadas y de su crianza, como es que hay hombres capaces de eximirse de esta responsabilidad? Recuerdo la película Solas, de Benito Zambrano, y aquella dolorosa escena en la que el hombre se zafa de la mujer, su pareja, que le dice que va a ser madre con un: “Conmigo no cuentes, yo no quiero saber nada. Igual ni siquiera es mío, así que deshazte de él”. ¿Si queremos rebajar las cifras de aborto no habría que empezar por erradicar estas conductas masculinas? ¿No tendría que haber una ley que obligara a un padre a mantener a un hijo o hija aunque no quiera vivir con él? Y tendría que ser automática una vez que una prueba de ADN corroborase la paternidad. Si las multas de tráfico de verdad tienen tanto efecto coercitivo como aseguran las autoridades, ¿porque no se aplica algo así a los hombres que quieren deshacerse de la responsabilidad de criar a su descendencia? En nuestro país aún hay muchas madres solteras “por accidente”. Si conseguimos que si rebajasen los accidentes de tráfico, seguro que también conseguiríamos rebajar el número de mujeres que se tienen que afrontar a la maternidad en solitario. Estoy segura de que si una mujer, en el caso de quedar embarazada, le pudiera exigir al dueño de ese “esperma distraído” una pensión alimenticia como mínimo durante los primeros 18 años de vida de la criatura, se reducirían, y mucho, los embarazos no deseados y, por tanto, los abortos. 1.5. Las discriminaciones laborales. En nuestra sociedad las exigencias de la crianza de los hijos son aún demasiado asimétricas. También las exigencias laborales son asimétricas. En una entrevista de trabajo a las mujeres normalmente se les pregunta si piensan tener hijos, y a veces, ese puede ser un motivo de peso para no contratarlas. También los embarazos pueden ser motivo de despido. Cada poco tiempo, como la punta de un iceberg, aparece en la prensa algún de estos casos que llega hasta los tribunales. Además, la maternidad, si no le cuesta a la mujer su puesto de trabajo, si que la abliga a retirase del mercado laboral una buena temporada, porque la conciliación entre vida familiar y laboral prácticamente no existe en este país. Peor en el caso de madres solteras. ¿Como se puede hacer frente a la maternidad sin pareja estable y viendo peligrar tu puesto de trabajo? Si queremos rebajar los índices de abortos, deberán existir más medidas reales de apoyo para las familias monoparentales. En este ovillo, quería quitar aún de otro hilo, que es la idea de maternidad ligada a la del sacrificio de la mujer. Si una mujer acepta una maternidad en solitario, y contra viento y marea dedica su vida a criar, cuidar y alimentar a ese hijo o hija, la convertimos automáticamente en una heroína, en una “santa”. Y hasta hacemos lo posible para que cunda el ejemplo. ¿Y que pasa cuando una mujer no tiene fuerzas para aceptar tal reto y lo rechaza? Entonces también automáticamente la convertimos en una madre [desnaturalizada], en una “bruja”. El modelo de vida que el patriarcado impone a las mujeres es el “sacrificarlo todo por los hijos”. Va siendo hora de romperlo. Tiene que haber otras opciones además de la heroína y la bruja. No es humano que un embarazo no deseado sólo sea a costa de la mujer. Tampoco que no le demos ninguna alternativa ni apoyo. Para muchas mujeres, la maternidad es la mejor experiencia de su vida, sobre todo cuando es algo querido y deseado. No quiero ni pensar el “castigo” en que se puede convertir cuando se convierte en una imposición, tanto para la madre como para el hijo/a. 2. El aborto, decisión de mujeres. Pues sí. Hay a quien esto le suena mal. Muchas mujeres trabajan y crían solas a hijos e hijas, y desarrollan todas las capacidades necesarias para tal fin (que no son pocas), pero para decidir un aborto hay quien no les concede estatuto de personas con capacidad para tomar decisiones correctas que afecten a si misma y a otras personas. Me inclino a pensar que lo que no gusta es la idea de que las mujeres puedan tomar decisiones sin contar con los hombres. Un hijo es cuestión de dos, no de una sola, pero las estadísticas muestran una amplia mayoría de mujeres que afrontan solas la maternidad, el embarazo y el aborto. Igual si hubiese varones capaces de asumir la responsabilidad de una paternidad no deseada, si descendiese notablemente el índice de “esperma distraído”, la aceptación de un embarazo no deseado sería menos gravosa para las mujeres y descendería también el número de las que tubieran que afrontar solas esta disyuntiva. ¿Y que hace falta para tomar una decisión, máxime una de este calado? Pues escucha, acompañamiento, apoyo psicológico,… y de esto la Iglesia sabe mucho. La iglesia acompaña incluso a los convictos condenados la muerte. ¿Por que en los casos de aborto se cierra a tal posibilidad y no quiere admitir su capacidad de maestra y consejera? En la iglesia alemana, hace años, gracias a la nueva mentalidad derivada del Concilio Vaticano II, funcionaban equipos de acompañamiento a las mujeres que si veían en el trance de decidir un posible aborto. Trataban de acompañar, escuchar, ayudar a las mujeres en su proceso de discernimiento… Desgraciadamente, la involución eclesial de los últimos tiempos los hizo desaparecer. Los equipos hoy existen, pero al margen de la Iglesia (seguro que animados por muchos cristianos y cristianas de base), y con eso la institución eclesial ha perdido, una vez más, una muy buena oportunidad de ser escucha y acompañamiento allí donde más falta hacía. ¿No sería este actuar más acorde con el estilo de Jesús que la penalización o la condena? “Aquel que esté libre de culpa que quite la primera piedra”, dicen que dijo. Y sí todas las prevenciones no son suficientes para atajar el problema, y a pesar de todo llegamos al extremo del aborto sin poderlo remediar, habrá que tener una mano de misericordia y otra de solidaridad, manos que nunca le deben faltar a nuestra Iglesia. A mí me ha dolido y dado mucha pena ver que el mensaje que más caló en la sociedad por parte de la Iglesia en todo el debate del aborto hubiera sido para cuestionar la protección de los linces ibéricos. Ciertamente, me pareció un despropósito que nada tiene que ver con el Dios de Jesús ni con el Dios de Francisco y Clara de Asís. 3. Conclusión abierta. El debate sobre la ley del aborto en este país lo presentó el Ministerio de Igualdad, no el de Sanidad, y me parecen claras las razones. Entiendo que en este país hay mucha desigualdad manifiesta hacia las mujeres, que se muestra, sobre todo, en el escaso reconocimiento de sus derechos sexuales y reproductivos. Pero hay aún demasiadas circunstancia jugando en contra de las mujeres, derivadas todas ellas de un modelo de sexualidad patriarcal poco humano, desintegrador, que hay que corregir enseguida sí queremos que sus efectos se dejen de notar en la sociedad. Las mujeres no queremos el aborto. No podemos quererlo de buen grado porque el aborto supone cortarnos por la mitad en nuestro centro, en el lugar donde reside la vida, esa vida de la que somos expertas cuidadoras y multiplicadoras. Todas sabemos del drama y el trauma que el aborto supone, sobre todo quien le haya tocado vivirlo en primera persona o acompañar a una amiga. El aborto es una agresión al cuerpo de las mujeres y es una agresión a una futura y posible nueva vida. El cuidado de la vida es responsabilidad compartida y precisa unas mínimas garantías. El aborto apenas es una solución fácil para un problema demasiado complejo, una decisión in extremis, hecha a cuenta de una agresión al cuerpo y la integridad de las mujeres y de los no nacidos. El aborto es un remiendo tardío de sociedades que no quieren acabar con las desigualdades entre hombres y mujeres, que ya se acostumbraron a vivir con ellas. Me da lástima esta sociedad que legisla el aborto y no legisla ni pone coto a los excesos del patriarcado, porque da la impresión de que ya “quitó la toalla” en la lucha por el cambio de los modelos sociales y sexuales y no quiere apostar por la humanización de la sociedad. El empeño y ardor que algunos colectivos están poniendo en la penalización, incluso la criminalización, del aborto deberíamos dirigirlo a erradicar los servilismos sexuales, la prostitución, las agresiones al cuerpo y a la integridad de las mujeres, la pornografía, la falta de responsabilidades de los padres solteros, la mala formación sexual de los jóvenes, la censura contundente de toda objetualización del cuerpo de la mujer, la búsqueda de la igualdad real en las condiciones laborales de las mujeres, el apoyo a las familias monoparentales, etc. y no limitarse a condenar a las mujeres que abortan. Soy hija de la Iglesia, por eso también le pido a la jerarquía eclesiástica que en vez de confundir el debate con argumentos fáciles y falaces, que no son fruto para nada de las enseñanzas de Jesús ni constructores del Reino, dedique sus ánimos y esfuerzos a apoyar y acompañar a aquellas personas que están padeciendo en su carne los excesos de esta sociedad machista, las víctimas de la discriminación más antigua y vigente hoy: las mujeres. Tengamos presente a las mujeres que se ven delante de una decisión que les va a truncar la vida, una decisión que tienen que tomar en muy poco tiempo y a veces sin un mínimo acompañamiento y escucha, que si sienten acorraladas, que vislumbran las implicaciones personales y afectivas que la decisión lleva consigo y que, a pesar de todo, en algún momento de su vida, tienen que sopesar la posibilidad de tener que abortar. La riqueza global en manos de millonarios aumentó 19% y llegó a 39 billones de dólares luego de caer más de 19% en 2008 tras la crisis del crédito que llevó a los índices bursátiles a las mayores pérdidas anuales desde la crisis de la Gran Depresión y redujo el valor de las inversiones en bienes raíces, fondos de cobertura y compañías de capital riesgo.
Después de la quiebra financiera producida en los EEUU en 2008 y la inyección del Estado norteamericano en al menos dos billones de dólares, que fueron a parar en los bolsillos de los banqueros, el número de millonarios de América del Norte creció un 17%, el segundo aumento regional más grande. Como consecuencia de la explosión de la burbuja financiera de la especulación y la recesión en la que cayó EEUU, los demócratas pretendieron establecer un impuesto a los bancos por USD17.900 millones. El cabildeo (presión política) logró eliminar el impuesto a los bancos de su proyecto de ley de reforma al sistema financiero. La quiebra financiera de 2008 afectó a la economía especulativa mundial, pero al igual que en EEUU, en América Latina los bancos son los primeros en recuperarse y tener descomunales ganancias. En Chile, la utilidad del sistema bancario creció un 53,3% interanual entre enero y mayo de 2010, apoyada en un mejor margen financiero. En Colombia, las instituciones financieras registraron una ganancia neta combinada de 2,83 billones de pesos (US$1.480 millones) durante los primeros cinco meses del año 2010, un incremento del 20% frente al beneficio del mismo período de 2009, informó el regulador bancario del país. En Ecuador las entidades bancarias obtuvieron un repunte en depósitos del 18% frente al año pasado, subiendo 2.257 millones de dólares y alcanzando 15.008 millones de dólares. Es el mejor indicador de lavado de dinero ilícito, ya que apenas la economía real creció en un 0.33%. Siguiendo la racha de las mayores ganancias históricas, en los cinco primeros meses de 2010 obtuvieron un ingreso por intereses, comisiones y servicios, un monto de 855 millones de dólares, frente a 829 millones de dólares, en el mismo período del año anterior, lo que significa más ganancias. Estos resultados “exitosos” de la banca son consecuencia de que otros pierden. Según datos de la ONU, más de 1.000 millones de personas en el planeta viven en estado de indigencia y no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas de alimentación. Con solo dos dólares al día, 2.800 millones de personas (casi la mitad de la humanidad), viven hoy sin los recursos elementales para subsistir en los niveles más precarios. Pero si esto no les sorprende a los capitalista y defensores del sistema, hay otro hecho aún más brutal y descarnado que emerge del nuevo modelo de explotación y acumulación capitalista nivelado en todo el planeta: El mayor crecimiento de las fortunas personales (los multimillonarios) se produce en los países más pobres, los cuales registran niveles superiores en cantidad de súper millonarios, a los que se registran en EE.UU. y los países centrales. Los pequeños banqueros de nuestros pobres Estados, son extraordinarios alumnos de los estafadores. La usura y el narcolavado es su profesión. Todos estos datos nos llevan a reflexionar y establecer la gran diferencia entre los banqueros y el animal. Mientras estos matan para sobrevivir y alimentarse, los banqueros matan por placer y codicia. Ninguna de las guerras en el mundo se ha dado por alimentos, se originaron por ambiciones de mayores riquezas, sin importar la cantidad de seres humanos muertos. Los desastres ecológicos que producen la British Petroleum en EEUU y la Texaco en el Ecuador, son las más brutales fotografías del capitalismo salvaje. Luis Torres Rodríguez es presidente de Fundación Avanzar Tengo 84 años, 7 meses y 15 días cuando empiezo a escribir estas líneas, en la tarde del 6 de Junio de 1996.Voy a reflexionar de manera autobiográfica, hablando de mí propia experiencia, pero abierto a la experiencia de los demás. Soy un privilegiado, porque hasta ahora, tengo buena salud física y mental y me dedico a leer, conversar y orar, como hacía en mí juventud y en la madurez.
Soy creyente en Dios dentro de la tradición cristiana (pertenezco a la iglesia católica romana)y trato de seguir a Jesús de Nazaret, en quien creo. Naturalmente mi reflexión sobre la vejez, desde mi experiencia de anciano, está penetrada por mi vida de fe, pero se mantiene abierta al diálogo y comunicación con otras experiencias que partan de otros presupuestos vitales. Y, naturalmente, tendrán elementos comunes, porque soy ante todo un ser humano, un animal pensante, con una forma de vida biológica que se extiende inexorablemente del nacimiento a la muerte, y que pasa sucesivamente (si no se detiene en una de ellas)por las etapas de infancia, niñez, adolescencia, juventud, madurez, senectud y, al final, decrepitud. Yo estoy en la senectud, pero, hoy por hoy, no en la decrepitud, y deseo que se interrumpa mi curso vital en la vejez antes de conocer la decadencia senil extrema. Pero estoy dispuesto a afrontar lo que Dios Padre (otros dirán el “destino”)me tiene reservado. Por eso no me angustio por la posibilidad de llegar a una situación de extrema degradación psicofísica. Me atengo al evangélico “no os preocupéis del mañana, que el mañana se ocupará de sí. A cada día le basta su problema” (Mt. 6, 34). Desde luego, detesto la posibilidad de ser sometido al llamado “encarnizamiento terapéutico”, para prolongar in extremis una vida que ya no da de sí. Deseo, por supuesto, que llegado el caso se me aplique la llamada “eutanasia pasiva”, y, dado que el confín entre ésta y la ‘activa’ no es siempre muy nítido, me gustaría que la “eutanasia pasiva” fuese entendía por lo que a mi toca con la mayor amplitud posible. Cuando pienso en mí dilatada vejez, se me vienen a la mente las primeras estrofas de un admirable poema de Rubén Darío, escrito durante su estancia en la isla de Mallorca: Aquí, junto al mar latino, digo la verdad: siento en roca, aceite y vino, yo mi antigüedad. ¡Oh qué anciano soy, Dios santo; ¡Oh, que anciano soy!… ¿De dónde viene mi canto? Y yo, ¿adónde voy?. Desde la vejez, es justo contemplar nuestra propia vida, pero contemplarla también incardinada en la historia y en el flujo de la humanidad, de la que somos una gota minúscula en el gran río misterioso que avanza sin tregua. Misterio de la existencia y drama de la especie en que estamos entroncados. Lo que yo he hecho en mi vida ha tenido proporciones muy modestas, pero me parece que ha habido algunas cosas de que puedo alegrarme. Y tengo la sensación de que el balance resulta positivo, dada la limitación de mis facultades y, sobre todo de mis virtudes morales y de mi capacidad de salir de mí en alas de un amor verdadero y gratuito. Como creyente, siento que el Padre (misterio insondable)me ha llevado paciente y misericordiosamente. Nunca me he sentido vocado a ser un héroe o un superhombre, ni como ser humano ni como cristiano salvado por el Señor Jesús. Me resulta profundamente mío el Salmo 131 de la Biblia: Señor, mi corazón no es altanero ni mis ojos soberbios. ‘No pretendo grandezas que superan mí capacidad, sino que mantengo mi alma quieta en mí, como un niño en brazos de su madre. Como un niño pequeño en brazos de su madre está mi alma en mí. Espere Israel en el Señor, ahora y por siempre. Sí esto ha sido así durante toda mi vida, creo que, al llegar a la ancianidad, estoy todavía más en la hora de la modestia, de la comprensión, de la benevolencia, del humor tolerante y de una ironía suave, sin amargura y con un cariño afectuoso. Pero es también tiempo de plegaria y de una humilde contemplación religiosa, que se haga eco de los dolores y pesares de todas y de todos, en especial de los pequeños, de los sencillos, de los humildes, de los pobres. Aunque sin excluir a los poderosos, a los grandes, a los conquistadores, a los competitivos. A éstos les tengo una respetuosa conmiseración, porque confieso—como lo hacía en su tiempo John Stuart Mill—que no me encanta el ideal de vida mantenido por quienes piensan que el estado normal de los seres humanos es el de la lucha por medrar; que atropellarse, estrujarse y pisarse los talones unos a otros, que es lo que caracteriza la forma actual de vida social, constituye el estado más deseable para los seres humanos. A ellos los encomiendo a la piedad del Padre de las lumbres, en quien no hay cambio ni sombra de vicisitud. (Me gusta mucho esa expresión de la carta de Santiago). Decía el cardenal Newman que para prepararse a la oración hay que leer la Biblia y el periódico. Esto hago yo asiduamente. Le hablo a Dios de los hombres y de mí mismo. En mi corazón escucho el silencio del Padre, como un rumor callado de esperanza. Es (en un plano modestísimo) algo de lo que expresaba de sí San Juan de la Cruz: En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz ni guía sino la que en el corazón ardía. La senectud. para ser vívida con paz, requiere paciencia. Actualmente mucha gente se rebela contra el dolor y no ve sentido alguno al sufrimiento. Probablemente es una reacción comprensible frente al masoquismo del que tanto se abusó en la tradición ascética-cristiana. Pero es una infantilidad, porque cierto margen de padecimiento pertenece a la condición humana en este mundo. San Pablo decía que “la tribulación engendra la paciencia, la paciencia virtud probada; la virtud probada esperanza”(Rom. 5,3-4). Un ser humano que no sabe lo que es sufrir, no es persona cabal. Esto no quiere decir que no debamos esforzarnos por mitigar y suprimir el dolor (en los demás y en nosotros) cuanto podamos. Pero asumiendo valerosamente con amor y con fe, como Jesús, la cuota de dolor que nos toque en suerte, incluso con un cierto sentimiento de solidaridad con todo el dolor de la humanidad. Encuentro muy significativa (aunque no sea universalizable) la actitud de Simone Weil, que muere tuberculosa en Londres por falta de alimentación, porque no quiso consumir mayores cantidades que las que sus compatriotas recibían como ración en la Francia ocupada por los nazis. Dos anotaciones para terminar.Una sobre el dolor y otra sobre la muerte. Respecto a la muerte, yo, a mis años la veo venir, igual que San Francisco de Asís, como a una “hermana”. Quizá el horror a la muerte y el no querer mirarla de frente, incluso en la vejez, venga del abuso de terrores infernales que nos metieron desde la infancia y que podemos tener hincados en el inconsciente. Pero la muerte para el anciano tiene un cariz amable, incluso como descanso. Lo expresa muy bellamente el poeta Manuel Machado: -Hijo, para descansar es necesario dormir, no pensar, no sentir, no soñar.-Madre, para descansar, morir. Para mí, que soy cristiano, la muerte es sobre todo apertura al misterio de Dios. El Salmo 17 lo expresa en un verso estupendo: ” Yo, al despertarme me saciaré de tu semblante”. Tal vez un amigo agnóstico piensa (e incluso acepta con serenidad admirable)que al morir va a la Nada. Yo espero que, para él y para mí, esa Nada resultará ser el Todo, el Amor inefable. Según Nicolás de Cusa, de Dios no se puede decir ni que es, ni que no es, ni que es y no es. De modo que para nosotros la última palabra es el silencio. Pero tengo la firme confianza de que al final el Padre de Jesús pronunciará la palabra arcana que no le dijo a Job. Dada mi provecta edad (tengo 88 años cumplidos ) y dado que vivo (hoy por hoy, Dios me la conserve) con una gran paz ante la perspectiva de la muerte, que no puede estar muy lejana para mí, y cuya realidad no eludo, sino que la tengo presente todos los días, me parece que lo mejor será no escribir un artículo teórico sobre “la muerte desde la fe en la resurrección, sino más bien intentar una reflexión fenomenológico-existencial sobre lo que para mí es mi (ya próxima) muerte, desde mi fe en la resurrección.
Por tanto no pretendo dar una receta que cualquier otro se pueda encasquetar, como si fuera un traje hecho, sino ofrezco una humilde vivencia mía, que trato de explicar a los demás. con la esperanza de que pueda serles de alguna ayuda, para lograr ellos mismos una vivencia personal positiva (propia suya) ante la indeclinable perspectiva. concreta y realísima, de nuestra mortalidad. Hablo desde mi fe en la resurrección y, por tanto, primariamente a los que tienen una fe en la resurrección, pero quizá mis confidencias puedan prestar alguna ayuda a quienes no creen en la resurrección ni en un “más allá” de esta vida para cada uno de nosotros. Porque yo tengo una fe profunda (a la vez que humilde y temblorosa), pero no una seguridad fanática de la “Resurrección” en general, y menos aún de mi propia resurrección. Trataré, pues, de explicar cómo vivo yo (creyente en Jesús de Nazaret y en el Dios en que él creía y a quien llamaba “Padre querido”) cómo vivo yo -repito- la cercanía de mí muerte, ante la que no quiero cerrar los ojos. * * * Y, en primer lugar, quiero decir que creo en la resurrección de Jesús de Nazaret con mucha mayor fuerza y firmeza de lo que creo en mi propia (futura) resurrección. Y además me parece que soy sincero cuando digo (y creo experimentar) que la resurrección de Jesús me importa mucho más que mi propia resurrección. Tengo en esta última una humilde y modesta esperanza que me da paz y gozo, pero no un afán angustioso de que tenga lugar. Una perspectiva de la muerte como desarparición del yo autoconsciente, que se extinguiría plácidamente, como una gota de agua que cae en el río y desaparece anegada en el agua del río, no me angustia como le angustiaba locamente al bueno y admirable Don Miguel de Unamuno. Me gusta mucho un pequeño y admirable poema del poeta Manuel Machado: Morir, dormir … -Hijo, para descansar es necesario dormir, no pensar, no sentir, no soñar, -Madre, para descansar, morir La muerte como descanso (sueño profundo sin sueños) no me parece de ningún modo un horror a mí, que he vivido una vida tan larga y con tantas cosas positivas, de las que me acuerdo mucho más que de las cosas desagradables. Estas, desde la altura de mis años, las contemplo bastante difuminadamente y con una tranquila benevolencia. Quizá a esta especie de apacible optimismo contribuya que (por lo menos desde hace muchos años) he afrontado la vida sin tener pretensiones (algo que recomendaba en una de sus últimas cartas el gran cristiano luterano Dietrich Bonhoeffer.). Por tanto yo (pobre hombre, tan lejano de la espiritualidad seráfica de Francisco de Asís) me siento muy cerca de él en mi modo de contemplar mi próxima muerte. Cuando estaba ya muy cercano a este trance cantó él su salmodia deliciosa en la incipiente lengua italiana: “Laudato si, Missignore, per sora nostra morte corporal, de la_qualle nullu homo vivente po skappare” (Alabado seáis, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar). Nada de tétrico esqueleto con guadaña. Para mí la muerte es una hermana. Es más, pretender que nuestra vida humana corporal y temporal fuera indefinida (un tiempo sin fin) sería horroroso. Aquí podríamos acudir a la sabiduría del bíblico Qohelet (Eclesiastés): “Todo tiene su tiempo y sazón, todas las tareas bajo el sol: tiempo de nacer y tiempo de morir” (3,1-2). * * * Pero lo que plantea un problema, desde este punto de vista, son los que mueren sin haber tenido una vida mínimamente digna de este nombre. Y aquí es muy importante recordar el modo como en la Biblia surge aquella fe en la resurrección, de la que en vida de Jesús participaron él y sus discípulos. Durante la mayor parte de los siglos en que se va escribiendo la Biblia (que los cristianos llamamos Antiguo Testamento), los judíos no tuvieron la perspectiva de una vida más allá de la muerte, en que el ser humano podría alcanzar una plenitud nueva y definitiva. Los judíos compartían con otros pueblos la idea de una “morada de los muertos” donde éstos tenían una existencia fantasmal, que no resolvía ninguno de los problemas que hubieran quedado sin solución en la vida presente. Pero no tenían ningún afán angustioso de inmortalidad. Para ellos, morir en paz después de una vida buena y colmada de frutos, es decir, de bendiciones de Dios, se concebía como algo natural, deseable y que pertenecía también al don de Dios. Así, en el contexto de una manifestación a Abraham, en que Yahweh (Dios) le revela la elección que ha hecho de é1 y la alianza que establece con él, hablándole de su descendencia que sería numerosa como las estrellas del cielo, le dice: “Tú, en tanto vendrás en paz con tus padres, serás sepultado en buena ancianidad” (Gen 15,15). No tenían el exacerbado individualismo y la actitud posesiva con que muchas veces el hombre moderno dice “yo no quiero perder mi vida”, considerando a ésta como una posesión, que no se quiere soltar. E1 israelita tenía un sentido de sus límites individuales y una vivencia profundísima de su dimensión social: familia (descendencia), pueblo. Por eso, después de cumplir su tarea (y muy especialmente para ellos, de haber visto sus hijos y sus nietos), la muerte no era, un problema, sino el término de una función, la culminación de una realización, que para él terminaba en paz, pero continuaba en sus descendientes y en su pueblo. Yo creo que sería bueno para las mujeres y los hombres de nuestro tiempo, creyentes y no creyentes, cristianos y no cristianos, reconquistar esta serenidad, esta modestia, este sentido no solipsista, sino comunitario, ampliando la solidaridad de progenie y de pueblo con la de universalidad humana. Deberíamos, pues, reconquistar esa serenidad ante la muerte del antiguo Israel. Pero lo que a los hebreos bíblicos les plantea problema es la muerte prematura e impensada, sobre todo la muerte de los justos a manos de los impíos, de los pequeños a manos de los poderosos opresores, como acción de éstos y fruto de la organización impía e injusta de la sociedad. Esto está expresado con fuerza incontenible en el Qohelet (Eclesiastés), sin ver solución al problema, pero sin renegar de Dios, a pesar de la rotundidad de las apelaciones de Job. Este incluso, en medio de su perplejidad parece vislumbrar en un texto oscuro (19,25), alguna posibilidad más allá de la muerte. En el seno de este tema inquietante donde, hacia la época del libro de Daniel (entre 167 y 164 antes de JC.), surge la perspectiva (confianza, fe) de la resurrección de los justos, porque Dios lucha por ellos y con ellos, y el triunfo de los impíos no puede ser definitivo. Esta fe aparece expresada con vigor en el segundo libro de los Macabeos (7,9.11.14.23.29.36) y, un siglo más tarde, en el libro de la Sabiduría (1,16-2,20), escrito en un ambiente cultural helénico y con una antropología de cuño platónico (no semítico). En este fondo de fe en la resurrecci6n, como revancha de Dios en favor de los pobres e inocentes injustamente oprimidos, surge nuestra fe en la resurreci6n de Jesús y en la resurrección de los asesinados por causa de la justicia (Mt. 5,10-12; Lc. 6, 20-22). Jesús es el prototipo (en mi fe) del pobre y el justo inicuamente atropellado. Por eso mi fe en su resurrección es de máxima firmeza. Y, en segundo lugar, la de los pobres oprimidos que no han tenido nada en esta vida (pienso aquí en la parábola de Lázaro y el rico, y en lo que en ella le dice a éste el padre Abraham: ”Lázaro en vida recibió desgracias y ahora es consolado”, Lc. 16,25). Y también, en tercer lugar, la de aquellos que se identifican vitalmente con los pobres, como dice con frase certera el obispo brasileño (nacido en Cataluña) Pedro Casaldáliga (Cfr. Mt. 25, 31-40). Lo que yo en cambio no creo es que haya una resurrección o pervivencia para un castigo dolorosísimo y eterno, de que serían víctimas aquellos que hayan sido “condenados’ en el juicio de Dios. Esta idea de la condenación eterna de la que tanto se ha abusado en la tradición cristiana para aterrorizar a los fieles e inducirlos así (con muy escasos resultados) a que no pequen, creo yo que es lo que ha creado entre nosotros el horror visceral a la muerte, y el intento infantiloide de excluirla de nuestro horizonte existencial, siendo así que es el único dato enteramente cierto de nuestro porvenir en este mundo. Pienso que la creencia en el “infierno eterno” no pertenece a la sustancia de la fe cristiana Es verdad que en los evangelios se habla de fuego y castigo eterno (Mt 25,41.46), de abismo de fuego(Mt5,22; 18, 19) y de fuego que no se apaga (Mc 9, 43). Estas expresiones podrían remontarse al mismo Jesús. Responden a un modo de hablar apocalíptico, propio de la época, y su imaginería es simbólica. Significan la ruina y desastre total. Pero ¿hay alguien que incurra en esa perdición total? En todo caso, parece que no se puede pensar en que Dios ‘castiga’ a los impíos (se venga de ellos) con una “acción” vindicativa eterna (¡haciendo un milagro para atormentar!). En esto parecen estar ya de acuerdo todos los teólogos cristianos (frente a los tremendismos de antaño). Pero algunos, a base de que el ser humano tendría un alma espiritual, inmortal por naturaleza, sugieren que Dios no hace nada, sino que el juego de la naturaleza y libertad del hombre haría que el alma del que muere con una opción radical de rechazo del bien verdadero quedaría cristalizada de manera definitiva en lo que es su mal y su frustración absoluta. Esta explicación (ya en sí llena de problemas) supone un tipo de antropología metafísica que no tiene nada que ver con la fe, y que resulta cada vez menos sostenible frente a los datos científicos. Yo pienso que no hay una sustancia espiritual en el ser humano, que sea naturalmente inmortal. Esto fue un postulado filosófico, tomado del platonismo. La fe cristiana no espera la inmortalidad del alma, sino la misteriosa resurrección (reconstrucción) del ser humano, por una acci6n inmediata y radicalmente fundante de Dios. Una “nueva creación”. Por eso, bastantes teólogos de los que piensan que hay que admitir el riesgo de perdición final de los llamados a optar por o contra Jesús (por aquello o contra aquello que Jesús representa), para explicar esto, escogen hoy otro camino. La “perdición” no sería permanencia eterna en un estado de frustración radical. La “condenación” consistiría en no tener parte en la resurrección con Jesucristo. No siendo el ser humano naturalmente inmortal (es el supuesto), si ha rechazado uno a Jesús radicalmente (de modo explícito o tácticamente equivalente: los valores del Reino que él proclamó), éste queda entregado a su. temporalidad finita.. Se disuelve, acaba en la muerte. Si en vida hubiera hecho el bien (al prójimo, especialmente a los pobres, necesitados, oprimidos…), su acabamiento en la muerte no sería “frustración”, porque su existencia limitada habría estado llena de sentido. Pero Dios, por el Espíritu, le dará la resurrección con Jesucristo. Pero si su vida ha estado vacía de buenas obras, y termina en la nada, su existencia, es un fracaso deplorable (con algo de “absoluto”, irreparable), pero no una permanencia eterna en la contracción dolorosa de sentirse frustrado. Esta explicación teológica (según el excelente teólogo Andrés Tornos) no encuentra dificultades bíblicas insalvables. En el Nuevo Testamento, la resurrección con Cristo de los que son suyos se presenta de modo muy distinto a como aparece la resurrección de los impíos, para ser juzgados. La afirmación de la primera respondería a una experiencia fundamental de fe. Los otros textos se mueven mucho más en la tradición del lenguaje de la apocalíptica judía, y se pueden y deben interpretar de manera fluida y oscilante, como corresponde al género literario a que pertenecen. Un documento tardío del Nuevo Testamento, que llamamos primera carta a Timoteo, contiene esta hermosa exhortación: “Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todas las personas humanas. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los seres humanos se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad”(l Tim 2,1.3-4). A mí me parece que no es contrario a mi fe mantener, como los grandes teólogos orientales Orígenes (siglo III) y Gregorio de Nisa (siglo IV), en actitud de humildad y religioso respeto a la magnitud del misterio del Amor divino, la apertura a una esperanza sin medida. Después de todo lo dicho, reafirmo que mi fe en la resurrección se refiere con máxima firmeza y con íntimo gozo a Jesús. Se refiere también con fuerza a los pobres y marginados injustamente oprimidos. Abarca a los que han tenido una identificación vital y efectiva con la causa de éstos. Por otra parte, no desespero definitivamente de la posibilidad de salvación de nadie. Pero para mí mismo ¿hasta qué punto espero la resurrecci6n?¿Con qué firmeza la espero?. Me parece que con sincera firmeza. Desde hace mucho tiempo, empiezo el día pronunciando dos admirables versos de los salmos bíblicos: “¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?”( 42,3b).”Yo al despertar me saciaré de tu semblante” ( 17,15b). Pero la esperanza serenamente firme que tengo es humilde y muy ajena a cualquier tipo de exigencia o de afán perentorio. Pienso que Dios ya me ha dado de sobra y yo, en cambio, he sido muy poquita cosa en mi empeño por la causa del Reinado de Dios que Jesús anunció. Aunque me parece que he procurado sinceramente orientar mi vida en ese sentido. Y estoy contento de ello y de haber vivido en el amor y confianza del Dios Padre de quien Jesús nos habló y a quien él de alguna manera me ha hecho sentir tan dulce e íntimamente. A mí me parece que si mi subjetualidad autoconsciente (mi personeidad humana) desapareciese, como la gota de agua en la corriente del gran río, yo seguiría presente en la mente y en el corazón de Dios. Ya sé que éste es un lenguaje radicalmente analógico, en que apenas capto lo que digo. Pero algo vislumbro, algo “me dice” esto a mí. Y lo siento con un gozo profundo. Esto me lleva a formularme una última cuestión. ¿Qué me cabe a mí esperar cuando digo “creo en mi resurrección”? Desde luego la resurrección no es que el muerto se levante para seguir viviendo en el espacio y en el tiempo cósmicos. Más bien la entrevemos como salida del espacio-tiempo y entrada en la eternidad (viviente y dinámica) de Dios. San Pablo mismo se pregunta: “¿cómo resucitan los muertos?, ¿con qué cuerpo salen?”( 1 Cor l5,35). E indica que el cuerpo resucitado es algo completamente distinto del cuerpo cósmico (cuerpo psíquico): es un cuerpo espiritual ( 1Cor15,44). “La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1 Cor 15,50). La existencia del resucitado será real en una identidad con la vida de Dios, un modo de ser inimaginable para nosotros. Entonces “Dios será todo en todas” (1 Cor 15,28). Este “panenteísmo” al que apunta balbucientemente San Pablo, nos orienta a algo completamente distinto de la resurrección por la que ansiaba agónicamente Unamuno, para que siguiera su yo (aunque las vivencias unamunianas son complejas y no se reducen a este aspecto). Más bien nuestra vida de resucitados consistirá en salir yo de “mi yo”. A esto apuntan los grandes y más auténticos místicos, como San Juan de la Cruz: “¡oh dichosa ventura! salí sin ser notada, dejando ya mi casa sosegada.” Yo pienso que el vislumbre cristiano de la resurrección conserva el sujeto personal más de aquello a lo que apuntan las intuiciones místicas orientales (tan dignas de aprecio). Pero también los místicos cristianos apuntan a un retorno a Dios, en que sigue existiendo un sujeto, pero fuera de sí. Jesús nos enseñó que amarás a tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus_fuerzas y amarás al prójimo como a ti mismo son los mayores mandamientos (Mc. 12,29-31). Jesús nos introduce aquí en un misterio. ¿Es posible en esta vida terrena de la persona humana realizar completamente lo que postula este doble precepto? El filósofo griego Aristóteles, por ejemplo, pensaba que no. Dios (Motor Inmóvil) no puede amar. Tampoco el hombre puede amar a Dios, porque entre ellos hay demasiada distancia y no puede haber amistad. Y respecto al prójimo tampoco cabría amarlo como a sí mismo. Para Aristóteles el fin último del deseo humano es el bien propio de cada uno. Por eso le parece inadmisible que alguien pueda desear de hecho el bien de otra persona por amor a ella misma. El hombre bueno hará muchas cosas por el bien de sus amigos; pero cualquier sacrificio que haga en dinero, en honor y aun en la vida misma, en último término será por su bien propio; lo hará porque prefiere un breve período de placer intenso a un largo tiempo de disfrute modesto; elige ejecutar una acción grande y excelente en vez de muchas pequeñas; en último término lo hace por el bien suyo; pero es laudable porque elige lo que es excelente a costa de todo lo demás. Esto pensaba el filósofo griego. Hay una nobleza en esta concepción, pero el pensamiento (y, sobre todo el “sentimiento”) cristiano se mueve en otra órbita. No sólo los grandes místicos, sino muchos cristianos (especialmente los humildes) viven verdaderamente el “amor filial” a Dios. Y respecto al amor al prójimo, yo estoy convencido de que (entre los cristianos y entre los no cristianos) hay afectos y actos de amor al prójimo (incluso dando la vida) que no se reducen en último término a un egoísmo nobilísimo, sino a una “comunión” amorosa verdaderamente desinteresada. Pero, dicho esto, también me parece que los dos máximos mandamientos propuestos por Jesús son no una “norma” que deba cumplirse. Si no más bien una meta hacia la que queremos caminar incesantemente (y yo creo imposible hacerlo sin el influjo del Espíritu Santo, que no es monopolio de los cristianos). Porque efectivamente un amor de amistad de verdad gratuito es difícil para el ser humano en esta vida mortal. Es más, una especie de deseo desenfrenado de llegar a la perfección del “puro amor” ha podido llevar a cavilaciones insanas. a turbios masoquismos o, por el otro extremo, a pasividades deshumanizantes o engañosas. Mientras estamos en esta vida, en el amor sincero de amistad (en el inefable referido a Dios y en el “interpersonal” humano, tampoco exento de misterio) hay, precisamente una nostalgia de que quedara abatido el muro del “yo”, que todavía lo separa de la total identidad con el “tú” (humano) y con el Tú divino. Cuando San Pablo dice que en la resurrección Dios lo será todo en todo, alude a la caída de ese muro aislante de nuestra “individualidad” ¿Cómo será esto, sin que yo desaparezca? No lo sabemos. No cabe hoy por hoy, como dice San Pablo, ni en nuestra comprensión ni en nuestra imaginación. Yo deseo llegar a vivir eso, pero es tan misterioso, que mi deseo es humilde y trémulo, no ardiente y ansioso. Sobre la base de esta esperanza, y a la vez lúcidamente consciente de la magnitud del misterio de la resurrección, no me acerco a la muerte con la tranquilidad banal de quien va a cambiarse de casa, sino con el temor y temblor de quien se enfrenta a un abismo, que presumo luminoso, pero que me resulta impenetrable. La muerte es para mí como un acantilado cortado a pico sobre el océano. Hay que tirarse con los ojos cerrados. ¿Qué hay abajo? ¿Está (para mi espiritualidad personal) la nada, que es olvido bien hecho y descanso eterno? Esto pensaba Epicuro, que era un filósofo griego profundamente humano, con una ética ajena al libertinaje, limitada, pero llena de buen sentido. ¿Está el Dios del perdón y del amor misericordioso, en que todo amor humano digno de este nombre se encontrará sublimado? Yo espero que sí con una fe firme, pero a la vez muy humilde y exenta de presunción. En último termino mí actitud ante la muerte es la de ponerme una vez más a cierra ojos en las manos de Dios. Ojalá pueda mantenerla al final de mi vida con la misma paz que siento en este momento. Espero en Dios. Quiero terminar estas “confesiones” con dos poemas, uno de Manuel Machado y otro de San Juan de la Cruz. El primero más agnóstico. El segundo profundamente místico. Los dos me resultan a mí significativos. Pero más el segundo. Para San Juan de la Cruz expresaba una experiencia vivida. Para mí es una expectación humilde, misteriosa y serena, profundamente sentida. Ocaso Era un suspiro lánguido y sonoro la voz del mar aquella tarde … el día, no queriendo morir, con garras de oro de los acantilados se prendía. Pero su seno el mar alzó potente, y el sol, al fin, como en soberbio lecho, hundió en las olas la dorada frente, en una brasa cárdena deshecho. Para mi pobre cuerpo dolorido, para mí triste alma lacerada, para mí yerto corazón herido, para mi amarga vida fatigada ¡el mar amado, el mar apetecido, el mar el mar, y no pensar en nada! … Manuel Machado Canciones del alma que se goza de haber llegado a la unión con Dios por el camino de la negación espiritual En una noche oscura, El aire de la almena con ansias en amores inflamada, cuando yo sus cabellos esparcía ¡oh dichosa ventura! con su mano serena salí sin ser notada, en mi cuello hería, estando ya mi casa sosegada. y todos mis sentidos suspendía. A oscuras, y segura, Quedeme y olvideme, por la secreta escala disfrazada, el rostro recliné sobre el Amado; ¡oh dichosa ventura! cesó todo, y dejeme, a oscuras y en celada, dejando mi cuidado estando ya mi casa sosegada. entre las azucenas olvidado. En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía S. Juan de la Cruz. ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía. Aquesta me guiaba más cierto que la luz del mediodía, adonde me esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía. ¡Oh noche, que guiaste, oh noche amable más que el alborada: oh noche, que juntaste amado con amada, amada en el Amado transformada! En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí. qued6 dormido y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba |
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