Este relato se sitúa en "el comienzo del fin". Jesús se dirige a Jerusalén, donde va a ser crucificado. Jesús es rechazado por unos y seguido por otros, pero va dejando muy claro que los que le siguen no siguen a un Mesías triunfante sino que hacen una elección exigente. "El Reino", en este contexto, muestra su doble cara:
· por un lado, se va a plantear de aquí en adelante lo más bello del mensaje, en especial, el capítulo 15 con las llamadas "Parábolas de la Misericordia". · por otra parte, se muestra también la exigencia total del Reino, el rechazo de algunos y la mediocridad de muchos. De todas formas no deben extrañarnos en estos relatos las respuestas tan drásticas de Jesús. Se trata de respuestas "proféticas". No es que esté mal despedirse de los parientes o enterrar a un padre: se utiliza la disonancia de las respuestas de Jesús como un recurso literario para mostrar la absoluta preferencia del Reino sobre toda actividad humana, por muy santa que sea. Es una constante en los evangelios: "dejarlo todo" para seguir a Jesús. El reino es una opción que excluye lo demás: no servir a dos señores, no volver la vista atrás, venderlo todo por el Tesoro. Pero esto parece no tener aplicación a la vida normal de los cristianos, y se ha explicado demasiadas veces en referencia a la vida religiosa, a la consagración de los frailes, monjas, etc. etc., y no a la vida cristiana común, es decir, a la iglesia en su totalidad. ¿Es que solamente ellos "siguen a Jesús"? ¿Qué significa "dejarlo todo"? ¿Dejar la familia, el matrimonio, los hijos, la posesión, el trabajo...? En realidad, todo cristiano es alguien que sigue a Jesús y está invitado a dejarlo todo, es decir, a usarlo todo exclusivamente para el Reino. El uso de todas las cosas que suelen hacer las personas es por las cosas mismas, por la satisfacción que producen. Su finalidad está en ellas mismas, y en ellas termina. Los que siguen a Jesús usan de todas las cosas porque son medios para construir el Reino. Ni poseer ni casarse ni trabajar ni descansar ni disfrutar ni esforzarse ni dimensión humana alguna está fuera de esta categoría esencial: medios para el Reino. Y todas ellas pueden utilizarse o utilizarnos, pueden ser nuestros dueños o nuestros instrumentos. Vivir para el Reino es cambiar el modo básico de valorarlo todo, porque se ha cambiado previamente el sentido global de la existencia. En esto consiste la radicalidad del seguimiento de Jesús: en que nada de nuestra vida se escapa a su dedicación al Reino. Jesús es el heraldo del Reino, invita al Reino, un enfoque general de la vida entera, sin exclusión ninguna. Y es ésta otra de las importantes facetas de la palabra "liberar". Quedamos liberados de servir a las cosas, de depender de ellas. El seguimiento específico de Jesús que practican los religiosos, a través de sus votos de pobreza, castidad y obediencia, sea en vida activa o contemplativa, es un modo límite de renuncia, y tiene sentido solamente para hacer visible ante el resto de los cristianos el seguimiento en estado puro, que ha adoptado la forma de renuncia efectiva, física. Practican la pobreza, castidad y obediencia "desencarnadas", para que el resto de los cristianos puedan vivirlas encarnadas, en una vida normal.
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El domingo pasado decíamos que se producía un quiebro en el evangelio de Lucas. Hoy lo vemos con toda claridad. A lo largo de diez capítulos nos va hablar de la subida a Jerusalén. Todos los evangelios proponen la subida de Jesús a Jerusalén como un marco teológico, pero Lucas le da un énfasis especial. Comienza con las frases programáticas que hemos leído hoy, y termina con la expulsión de los vendedores del templo. Es una trayectoria geográfica, pero sobre todo, una trayectoria espiritual: subida al Padre a través de la muerte.
"Cuando iba llegando el tiempo de que se lo llevaran a lo alto, también él resolvió ponerse en camino para encararse con Jerusalén". La frase es un resumen de la vida y muerte de Jesús, incluida la resurrección y glorificación. Este evangelio deja claro lo que va a pasar. Por muy desagradable que pueda parecer, es aceptado expresamente por Jesús, tal vez como la única manera de convencerles de que todo lo que había hecho y enseñado, era lo correcto. El episodio de los discípulos rechazados, tiene mucha miga. Los samaritanos eran considerados herejes por los judíos, que no perdían la ocasión de humillarlos y despreciarlos. No es de extrañar que ellos a su vez, tomaran la revancha cuando podían. Si los enviados hubieran propuesto bien el mensaje de Jesús, si hubieran comunicado las verdaderas intenciones de Jesús al subir a Jerusalén, no solo no les hubieran rechazado, sino que les hubieran aceptado con los brazos abiertos. Nada más de acuerdo con sus intereses podían esperar los samaritanos. Alguien que fuera capaz de criticar tan duramente lo que se cocía en el templo, tenía que tener toda su aprobación. Pero seguramente les hicieron pensar en una subida "para hacerse cargo del reino", que era lo que los discípulos esperaban. Tergiversaron el mensaje y fueron rechazados de plano. La reacción de los Zebedeo no tiene pérdida. Piensan en un nuevo Elías, que había mandado bajar fuego del cielo que consumió a los emisarios del rey. Pretenden que Jesús haga honor a su condición de profeta poderoso. Otra tentación constante del hombre, poner a Dios de su parte contra todo bicho viviente que le lleve la contraria. Jesús les "increpó" (el mismo verbo que emplea cuando expulsa los demonios). En otro evangelista Jesús es más explícito y les responde: "No sabéis de qué espíritu sois". Y yo me pregunto: ¿Por qué a través de la historia, olvidando esta actitud de Jesús, nos hemos seguido comportando como Santiago y Juan? Siempre que ha tenido el poder suficiente, la Iglesia ha respondido con violencia extrema contra todo el que no aceptara su doctrina o sus normas. Ni siquiera la libertad religiosa, que es un derecho básico de todo ser humano, ha sido capaz de aceptarla hasta que ha perdido la capacidad de imponer su absolutismo. Como el domingo pasado, se trata de responder a la pregunta: ¿Quién es Jesús? Si de verdad aceptásemos el espíritu de Jesús, la primera consecuencia sería la tolerancia. Jesús no impone nada, simplemente propone la buena noticia del Reino y deja en libertad para aceptarla o rechazarla. Su mensaje entraña una oferta de verdadera liberación, pero como tal, solo puede interesar a los que sienten que están oprimidos por realidades que no les dejan ser ellos mismos. Toda falta de identificación con el otro, supone una falta de identificación con el Dios de Jesús. Esto no siempre lo tenemos claro. Toda actitud que nos separa de los demás, nos separa también de Dios. A continuación propone Lucas tres candidatos a seguirle. No olvidemos que se encuentran en Samaría, tierra hostil al judaísmo oficial. A pesar de ello, algunos manifiestan la intención de seguir a Jesús. Naturalmente se trata de un montaje literario para incrustar tres máximas claves en el pensamiento de Jesús. Por lo tanto lo importante son las respuestas, que a cada una de las propuestas da Jesús; no los interlocutores, que ni siquiera tienen nombre. Con frases cortas y tajantes se intenta aclarar una actitud vital sin miramientos de ninguna clase. Se quiere resaltar la radicalidad del mensaje y por lo tanto del seguimiento. Esa exigencia es una oferta, no una imposición (en contra de lo que acaban de manifestar los discípulos). Cada uno es libre de aceptarla o no. Ni siquiera se dice si los aspirantes la aceptaron. Esa exigencia no es un capricho de Dios, sino que la pide la misma naturaleza de la oferta de salvación que nos hace Jesús. Nuestra condición de criaturas, y por lo tanto limitadas, es la que nos obliga, una vez tomado un camino, a tener que abandonar todos los demás. La renuncia a aquello que me gusta, dejará de ser renuncia si lo hago con conocimiento y libertad, para convertirse en elección de lo mejor. No siempre, lo que me causa más placer, lo que menos me cuesta, lo que más me agrada, lo que me pide el ADN, es lo mejor para alcanzar la plenitud del ser humano. La vida es por naturaleza lucha y superación. Si desaparece la tensión interna es que ha llegado la muerte. Nuestra religión nos ha presentado el seguimiento de Jesús como una renuncia. La utilización de este concepto es la mejor señal de que no hemos entendido nada. No se trata de renunciar, sino de elegir lo que de verdad es bueno para mi auténtico ser. Dios quiere nuestra plenitud, Tenemos que superar la idea de un Dios que para ser Él más, tiene que humillar al hombre. No, la causa de Dios es la causa del hombre. Dios está identificado con su criatura; por lo tanto la mayor gloria de Dios es que la criatura llegue a su plenitud. No tenemos que amar a Dios sobre todas las cosas; tenemos que amar a Dios en todas las cosas. Pero si las cosas ocupan el lugar de Dios, me estoy apartando de mi verdadera meta. La primera máxima: "Las zorras tienen madrigueras, los pájaros nido, pero el Hijo de Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". En el ambiente de itinerancia en el que se desarrolla esta parte del evangelista, no se hace hincapié en la pobreza, sino en la disponibilidad. El que quiera seguir a Jesús tiene que estar completamente libre de trabas. Ni siquiera la seguridad de un hogar debe impedirle estar dispuesto siempre para la marcha. No son las posesiones o las relaciones sociales las que impiden el seguimiento sino el estar apegado a cualquier cosa que te impida ser realmente tú mismo. La segunda: "Deja que los muertos entierren a sus propios muertos". Es también radical, pero no debemos entenderla en sentido literal. Lo que le pide a Jesús el aspirante, no es que le permitiera no enterrar a su padre que había muerto, sino que le dejara cumplir con el precepto de atender a su padre anciano hasta que muriera. Jesús antepone las exigencias del Reino a la obligación prescrita por la Ley de atender a los padres en su ancianidad. La Ley debe ser superada por una total disponibilidad hacia todos, no solo hacia los seres queridos. La enigmática respuesta de Jesús da a entender que él había pasado a la vida, pero que los que se quedaban en casa de su familia, permanecían en la muerte espiritual. La tercera: "El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios". Despedirse de su familia no debemos entenderlo como "decirles adiós". En aquella sociedad despedirse significaba dedicar días o semanas a celebrar la separación. El significado es muy parecido al anterior, pero aquí se quiere resaltar la apertura integral a todos los seres humanos. Ya no hay particularismos, ni siquiera existe "mi familia". Ahoratoda la humanidad es mi familia. El círculo familiar suele ser la excusa donde camuflo un egoísmo amplificado que me impide darme a todos. El mal uso que se ha hecho de esta frase, sobre todo en ambientes de vocación religiosa, nos obliga a repensarla bien. Las exigencias radicales que propone Jesús en el evangelio, debemos interpretarlas desde la perspectiva del Reino. No se refieren tanto a la materialidad de las realidades que hay que abandonar, cuanto al desapego de toda seguridad que es la verdadera exigencia del seguimiento. Se trata de vivir una escala de valores de acuerdo con el Reino, pero no quiere decir que haya que renunciar a todo lo humano para llevar una vida desencarnada. Decíamos el domingo pasado que todo lo humano debe de ser incorporado a la vida. La familia, la amistad, el compromiso social son valores que pueden ser incorporados al mensaje de Jesús, siempre que no les demos un valor exagerado y confiemos solo en ellos. Meditación-contemplación ¡No sabéis de qué espíritu sois! La mayoría de los cristianos no nos hemos enterado. Si te preocupa que alguien te rechace, es que no has entendido lo que realmente eres y sigues mendigando el favor de los otros y en eso confías. .................... Lo que debería preocuparnos es que aún somos capaces de rechazar al otro. Seguimos sin confiar en lo que somos y en lo que es Dios para nosotros. Por eso necesitamos de seguridades externas. No se trata de librarse de los demás, sino de liberarse de uno mismo. .............................. La necesidad de juzgar, de condenar, de aislar al que no piensa como nosotros, es la mejor prueba de incomprensión del evangelio. Todos los fundamentalismos son fruto de la misma actitud, una falta de confianza en Dios y en la Vida. Lucas "construye" un largo viaje, desde Galilea hasta Jerusalén, que desarrollará a lo largo de diez extensos capítulos (desde 9,51 a 19,28), en el que Jesús se va a dedicar prioritariamente a enseñar a sus discípulos.
El autor presenta el viaje desde la certeza de que conduce, no solo a la capital de los judíos, Jerusalén –que el tercer evangelio sitúa como "centro" de la salvación; así aparecerá también en el otro libro de Lucas, Los Hechos de los Apóstoles-, sino al destino final de Jesús, al "cielo". Y dentro de ese objetivo de "formar a los discípulos", en el inicio mismo del recorrido, se nos presentan cuatro breves "enseñanzas", en forma de aforismos que, de entrada, suenan al menos como desconcertantes, y que recuerdan, en cierto sentido, los dichos de Jesús en elEvangelio apócrifo de Tomás. Sin embargo, basta adoptar una perspectiva adecuada, para percibir toda su sabiduría, hondura y belleza. • La primera es un alegato silencioso contra cualquier tipo de fanatismo, que no es sino expresión del miedo y de la arrogancia, características propias del ego. Un ego inseguro buscará eliminar la disidencia, porque la percibe como amenaza para sus (frágiles) ideas, y porque necesita sentirse "superior" o en posesión de la verdad (absoluta). • La segunda revela la actitud de quien vive desapropiado del ego. El ego necesita "cosas" de las que apropiarse para sentirse existir: su sensación de identidad depende siempre de "algo", ya que él es pura ficción. Sin embargo, quien no se identifica con el yo, se percibe como Vacío, que es Plenitud. Vivenciar esa vacuidad integral significa no estar establecido en parte alguna, ni tener un lugar donde reclinar la cabeza. Es una simple lucidez –pura consciencia, atención desnuda- sin centro ni periferia, en la que todo sucede espontáneamente. Es una aceptación ilimitada de la circunstancia presente, una apertura total que permite que el sol salga sobre malos y buenos, y que la lluvia caiga sobre justos e injustos... • La tercera y la cuarta son prácticamente idénticas; o mejor, dos modos de poner el acento en la misma realidad, por contraste con dos "obligaciones" fundamentales para un judío piadoso: enterrar a los muertos y atender a la familia. ¿Qué puede ser tan importante, que se anteponga a esos dos principios "sagrados" para un judío? Jesús le da un nombre: el Reino de Dios. Dentro de los diversos significados encerrados en esa expresión –y que dependen también de la perspectiva que se adopte-, parece innegable que, con ella, se alude al Misterio último de lo Real, aquello único a lo que decididamente vale la pena subordinar todo lo demás. ¿Qué es eso único? Ciertamente, no es algo "separado" de quienes somos. Porque lo que constituye la mismidad de lo real nunca podría estar "alejado" de nada real. Es Aquello de lo que no podemos distanciarnos ni lo que se tarda en un suspiro. En el lenguaje religioso, se le ha llamado "Dios". Pero un Dios del que alguien pudiera "alejarse" o "separarse", ya no sería Dios, sino una creación de la mente, que proyecta "fuera" todo lo que ella piensa. En un lenguaje no religioso, más inclusivo, Eso inefable e innombrable, porque está más allá de los conceptos y de las palabras, es Lo que es, y que nosotros también somos. Lo que nos impide verlo no es otra cosa que el hecho de habernos reducido a nuestro ego. La palabra de Jesús viene a decirnos: mientras no descubras quién eres, todo lo que hagas –aunque lo veas como un servicio a los muertos o a la familia- no hará sino entretenerte, distraerte o despistarte. Busca lo primero y... "todo lo demás se te dará por añadidura"(evangelio de Mateo 6,33). Como si de la multiplicación de los panes y los peces se tratara, la Iglesia sigue consiguiendo que cada euro que los fieles le entregan cunda el doble, exactamente, 2,39 euros en su servicio equivalente en el mercado. Así lo revela la Memoria Anual de Actividades de la Iglesia en España correspondiente al año 2011, que presentó ayer la Conferencia Episcopal Española.
Se trata de un informe que además ha sido auditado de forma externa por Pricewaterhouse Coopers International. Por primera vez, la Iglesia española ha solicitado un «Informe de Aseguramiento Razonable» con el fin de dejar más claras a la opinión pública sus cuentas. «No ha sido un proceso de revisión fácil, porque son muchos datos los que hay que validar con muchas instituciones distintas», aseguró Fernando Giménez Barriocanal, vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española. Es de imaginar el volumen de datos que se han revisado, dado que conciernen a la actividad anual que realizan más de 40.000 instituciones de la Iglesia Católica en nuestro país. En 2011 la Iglesia hizo más con menos recursos. La crisis ha hecho mella en la cantidad que recibe de las aportaciones de cada contribuyente a través de la declaración de la renta. El importe de 2011 es de 247,90 millones de euros frente a los 248,60 que percibió en 2010. Y aunque también ha habido un leve descenso en el número de personas que han marcado la casilla, en el cómputo de los últimos cinco años han crecido las declaraciones a favor de la Iglesia en un millón. Desde la Conferencia Episcopal se muestran satisfechos de que «más de 9 millones de declarantes en 7,4 millones de declaraciones la marquen cada año en uno de los momentos ''más dolorosos'' de la vida del individuo: la declaración de la renta. "Por eso pensamos que es un buen dato. No es el mejor, pero es un buen dato", comentó entre bromas Giménez Barriocanal. Este fluctuar de las cifras no ha impedido que, en nuestro país, la Iglesia haya asistido en el año 2011 a más de 4,3 millones de personas superando así el número contabilizado anteriormente. 2011 fue además el ejercicio en el que se destinó una partida extraordinaria para Cáritas de más de 1 millón de euros. Precisamente, sólo esta institución y Manos Unidas emplearon más de 302 millones de euros en la actividad caritativa y asistencial. De la Iglesia sale dinero y también lo ahorra para el Estado. 2.465 centros católicos concertados han evitado al Estado un desembolso de más de 4.091 millones de euros, según datos de la Estadística del Gasto Público en Educación presentada por el Ministerio de Educación en el año 2010. Por otro lado, se encuentra el ingente patrimonio cultural que la Iglesia gestiona y mantiene en España y que es una fuente de atractivo turístico, no en vano, en nuestro país existen muchos municipios cuyo único Bien de Interés Cultural es la iglesia del lugar. Además, en el caso del año 2011, cabe destacar la inyección económica que supuso la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, para las arcas de la Comunidad de Madrid a las que dejó un saldo positivo de 231,5 y más de 350 millones al conjunto del país. El resultado es que casi diez millones de viajeros participaron en 2011 en algún acontecimiento religioso. Todas estas cifras quedarán en el futuro sometidas a la Ley de Transparencia, tal y como adelantó LA RAZÓN el pasado abril y confirmó posteriormente el Ejecutivo. A este respecto, Giménez Barriocanal aseguró ayer que «la Conferencia Episcopal no ha recibido ninguna indicación, ninguna llamada, ningún contacto para ponerse a hablar sobre este asunto». De cualquier forma, lo que aclaró Barriocanal es que el objetivo es «ser lo más transparente posible con la sociedad» y concluyó afirmando que «la transparencia en la Iglesia conduce a un mayor compromiso de todos». Asimismo, insistió en que la Iglesia «cumplirá el marco legal vigente en cada momento». Pero si alguna riqueza tiene la Iglesia es la de las personas que han ofrecido su tiempo durante el 2011. Un total de 49 millones de horas de servicio ofrecidas por sacerdotes, seglares y voluntarios que se han repartido en más de 7.700 centros –en especial, aquellos dedicados a mitigar la pobreza, que suponen un 60%– y en más de 22.800 parroquias. Más de 10 millones de personas asisten regularmente a misa y, cada año, el número de primeras comuniones y bautizos supera los 250.000. Para ofrecer este servicio pastoral, nuestro país cuenta con más de 19.600 sacerdotes cuyo sueldo no supera, en muchos casos, los 700 euros; casi 60.000 religiosos y más de 85.700 catequistas, agentes de pastoral que colaboran de forma voluntaria. Una gratuidad que la Iglesia también exporta a través de sus 14.000 misioneros repartidos por el mundo. Cuando parecía que se habían calmado los ánimos en torno al asunto de la exención del pago del Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI) para la Iglesia Católica, aparecen consistorios que insisten en cobrar a la Iglesia pero no a otras instituciones sujetas a la misma modalidad impositiva. Ayer, Fernando Giménez Barriocanal, por propia iniciativa, salió al paso de las informaciones que apuntan a que el Ayuntamiento de Soria pretende cobrar el IBI a la diócesis por 18 inmuebles. Lo hizo para aclarar que «la competencia legislativa en materia de impuestos locales le corresponde al Parlamento» y recordó que «la Iglesia no tiene en materia de IBI ningún tratamiento preferencial de acuerdo con el marco legislativo español, diferente al de cualquier fundación o cualquier entidad inscrita en la Ley de Mecenazgo». Calificó como «jurídicamente incorrecto» que se hable de privilegio fiscal de la Iglesia en materia de IBI. Lucas es profesor en una guardería infantil y convive muy bien con todos los niños. También con su grupo de amigos, con quienes sale a cazar venados y a beber. Está separado de su esposa y extraña no poder ver a su hijo adolescente.
Un día, la hijita de su mejor amigo cuenta con mucha inocencia, a la directora de la guardería, que su profesor Lucas, muy querido por ella, le mostró sus partes íntimas. En Clara, la niña de cinco años, se mezclan la imagen pornográfica que su propio hermano le ha mostrado, con la imaginación y los sentimientos contrariados. A partir de ahí se inicia el juicio de los adultos contra un presunto pederasta. No hay pruebas ni defensas, sólo que "los niños siempre dicen la verdad". No cuentan amistad compartida, actitudes anteriores, ponderaciones, búsqueda de la verdad, sólo el juicio, la condena, la persecución, la violencia. Un asunto tan actual e importante como la pederastia tiene en esta película un aborde distinto e interpelante. La caza es un trabajo perfecto de guion, dirección, actuación, del danés Thomas Vinterberg que vuelve al tema de la culpa y la expiación, como en sus películas anteriores: • en La celebración (Festen, 1998), es la culpa oculta, la conducta deshonesta disfrazada de honorabilidad en medio de la misma familia; • en Submarino (de 2010), la culpa del inocente que se vuelve un peso de soledad y de expiación desesperada; • en La caza (Jagten, de 2012), la búsqueda de un falso culpable como salida fácil para guardar las apariencias y echar sobre otros la propia violencia. Toda la historia sucede dentro de dos meses –noviembre y diciembre- y luego un año después para el epílogo. Este tiempo es simbólico de lo que pasa en lo profundo: los colores otoñales de noviembre van reflejando la sequedad de los corazones en el grupo de convivencia y de trabajo, y pintan la falsedad de la aparente paz de una comunidad. El frío y la nieve de diciembre acentúan el extremo de frialdad, oscuridad, violencia, injusticia, a los que se pueda llegar, hasta en una sociedad supuestamente civilizada. Conforme avanza, también para el espectador va aumentando una carga de sensaciones de dolor, impotencia, rabia, parálisis, en medio de tal cacería, y cuestionan lo que cada uno haría. La celebración de la noche de Navidad llevará todo a su justa revelación: de la verdad, de la bondad gratuita, de la redención, para los que quieran abrir su corazón. El epílogo del filme nos deja todavía más imágenes para seguir meditando: una celebración del día en que "los niños se vuelven hombres" y –terrible desgracia- reciben su rifle y pueden ya cazar; las imaginaciones de una cacería que quizás aún no ha terminado; y las líneas en el piso de un sociedad intolerante e hipócrita, violenta y equivocada, que le falta aprender la bondad de cargar a una persona para ayudarla con amor y verdad a caminar en la vida. ¡Como un enorme tsunami! Así fue la llegada de los 500 rebeldes Seleka a Centroáfrica en el mes de diciembre de 2012. Casi todos son de la etnia Ngoula, musulmanes del norte del país, con la complicidad de las etnias musulmanas del sur del Chad y del Sudán y de unos 5.000 mercenarios de toda condición y calaña. Llegaron a tomar el poder por la fuerza el 24 de marzo pasado, domingo de Ramos, y han llevado al país, de la pobreza donde estaba en 2012, a la espesa miseria de hoy, un engrudo entre un caos generalizado y una falta de liquidez acuciante.
Centroáfrica es ahora un país ingobernable. Los petrodólares prometidos no llegan porque el TPI (Tribunal Penal Internacional) está ojo avizor. Para comprar el jugador Neymar no hay problemas. Cheque en blanco. Para subvencionar Centroáfrica se lo piensan dos veces. Del poder corrupto y nepotista del general Bozize (hoy huido entre Camerún y su mansión en el Benín), que quería pero no podía, hemos pasado a ser pisoteados por una banda de rebeldes incompetentes acompañados por una miríada de salteadores de caminos. Cuando conquistaron el centro del país y la capital Bangui, éstos estrictos seguidores de Mahoma, destrozaron las estructuras de aquel estado corrompido dirigido por un general adepto de una secta llamada "cristianismo celeste". También espantaron las ONGs, que pusieron pies en polvorosa en pocas horasdejando sus coches escondidos (luego robados) y sus proyectos entre paréntesis. Solo la Cruz Roja internacional y Médicos sin Fronteras soportaron el tirón aunque evacuaron todo "el personal no indispensable". Más tarde también ellos fueron asaltados. Pero antes que nada, la coalición Seleka saqueó sistemáticamente las misiones católicas, desde los garajes y las pediatrías hasta dineros y muebles. Aguantamos el chaparrón y el concierto de obuses y metralla con cierta dignidad, aunque poblada de sombras, decidimos quedarnos con la gente y dejarnos hurgar y robar hasta en nuestros armarios antes de perder la vida, moviéndonos de puntillas para no toparnos en una curva con una patrulla de gente armada, algunos, auténticos mocosos, armados hasta los dientes, que se hacían pasar por comandantes aunque 4 meses antes eran solamente aprendices de pinchazos o simples muchachos de la calle. Hoy día en Bangassou, varios meses después, estos indeseables, cruzados sus pechos por hileras interminables de balas calibre 12, campan por sus anchas y buscan con esmero algo que llevarse a la boca. Manda en plaza un comandante sudanés del Darfur, el Comandante Abdala, que dice estar aquí para pacificar este pueblo revuelto. Llamar a mi gente "un pueblo revuelto" es como identificar el Valle de Ordesa con el bullicio de la feria. Nadie le escucha y todo el mundo le detesta. Negociamos con él a través de un intérprete, pues sólo conoce el árabe hablado y no sabe escribir y nos ha dado el permiso para empezar las clases en el colegio de la misión, recibir enfermos de sida en el centro Buen Samaritano, continuar el trabajo de construcción de la nueva maternidad, pasar las barreras con nuestro viejo camión lleno de arena sin pagar continuos peajes, organizar una peregrinación a un santuario mariano para pedir a la Virgen cordura (para ellos) y fortaleza (para nosotros), preparar una ordenación sacerdotal vivida por todos como un regalo que Dios nos concedía en medio de tanto desmán... Hasta para que aterricen los aviones de la Cruz Roja hay que negociar con el "patrón de nuestras vidas." Estamos recogiendo testimonios de sus tropelías para que pueda un día, creo que aún lejano, dar con sus huesos y pagar sus deudas con este pueblo en el TPI. Guilaine, que vemos en la foto de arriba, estaba con su hijo en su cabaña, cuando llegaron tres soldados fingiendo buscar armas. A otras dos mujeres más talluditas que estaban a su vera no les hicieron caso. Un musulmán mestizo, de cabellos rizados y fuego en el bajo vientre, la obligó a entrar en la casa mientras el niño berreaba afuera y abusó de ella hasta que se hartó. Nos lo contó una tarde soleada de mayo, tranquilamente sentada en nuestra veranda añadiendo que no había hecho ningún drama de aquella sórdida historia. Sólo pedía que se hiciera justicia y se lamentaba (perdonad la ingenua crudeza) que le había destrozado las únicas bragas que tenía. Patrón del pueblo es el que tiene licencia para violar las mujeres que le dé la gana aún en presencia de sus maridos(que no era el caso) para dejar claro quién ha marcado el terreno como hacen los sabuesos. Cerca de Bangassou, en Ouango, éstos fieles musulmanes atentos a no perderse la oración matinal de los viernes en la mezquita, el 21-22 de abril 2013, no sólo abusaron de las mujeres sino que además quemaron 900 cabañas, casas de ladrillo y graneros. Además hubo 10 asesinatos. Siempre para demostrar quién tiene la vara de mando y quienes tienen que cerrar la boca. Nosotros predicamos cada domingo en la catedral a Cristo expoliado. Insistimos que no todos los musulmanes son Seleka, que no todos los Seleka son tan pervertidos, que también hay católicos y protestantes degenerados, que Dios no duerme, que un día El mismo hará justicia, que nos han robado 28 coches y 3 motos pero no nos han robado la fe, que Jesús, nuestro modelo, pasó por el "fracaso" del Viernes Santo para abrir el camino de la Victoria con su Resurrección. Un pastor protestante me contaba ayer que al fin y al cabo Mahoma está muerto y enterrado, no sabemos ni donde, y Jesús está vivo y sigue vivo para darnos vida. Esto sí que lo dice El mismo: "que ha venido para darnos vida, y dárnosla en abundancia" (Jn 10,10). He estado toda la semana yendo por las tardes a Tokoyo, la segunda parroquia de Bangassou, a unos 6 Km de la catedral, con el auto de San Fernando, porque el único coche que nos había quedado, el de la misión de Ouango donde quemaron las casas del barrio católico, lo tiene para su uso privado nuestro comandante en plaza, que lo ha pintado de verde chillón y dice que le sirve para perseguir a los ladronzuelos de Bangassou y poner orden entre sus vasallos. En esta situación que os he descrito estamos hoy. Cuando en España estáis a una semana de empezar el verano, nosotrosestamos aún instalados en el ojo de la tormenta, en la ladera caliente de un volcán en erupción. Nos preguntamos: ¿Cuándo saldremos del agujero? ¿Hasta cuándo seguiremos bajo el mando de estos mentecatos? Tanta gente y tantos organismos en España quieren ayudarnos a reconstruir los proyectos dañados de Bangassou. Desde Manos Unidas hasta Ayuda a la Iglesia que sufre, desde quien organiza un desfile o un concierto hasta quien es subvencionado para correr un maratón o saltar en paracaídas. La Fundación Bangassou no para de inventar cosas. Pero nos preguntamos: ¿Cuándo querrá el Señor sacarnos de este atolladero? Porque si seguimos al mando de estos indeseables, todo lo que reconstruyamos nos lo volverán a saquear. Sólo nos consuela la fe de la gente con la que vivimos, las familias de la parroquia o nuestros vecinos, que se echan a llorar cuando nos ven caminando todo el día por las empinadas veredas del barrio de la catedral hasta el orfanato y cita ese salmo que dice: "Porque Tu Señor, en los momentos de tribulación, estabas a mi lado, porque he hecho de Ti mi refugio y mi escudo" (Ps 90) Ojalá que los países vecinos encuentren una solución o que la Unión Africana intervenga con mano segura y después de la tempestad venga la calma. Porque así, como estamos hoy, no podremos durar mucho tiempo. Imaginar es gratis y a veces aclara deseos que la realidad no nos permite de momento. El deseo es algo implícito en el ser humano y ha servido desde los inicios para que la humanidad siga avanzando entre tropiezos, éxitos, descalabros, pasos firmes, injusticias y logros admirables hasta llegar a donde estamos; reconociendo en este punto que queda mucho por hacer para que el ser humano sea verdaderamente libre.
Pensando en el Papa Francisco, recién nombrado para llevar a cabo la inmensa y difícil tarea que tiene por delante, imaginé que recibíamos una invitación suya dirigida a mi madre, mi suegra, mi hija y yo. Nos convocaba alrededor de una mesa de camilla, a tomar café, té o mate con dulce de leche (él es argentino y se ha de notar), para conversar con mujeres acerca de las mujeres y la Iglesia. Las cuatro mujeres invitadas, además de vínculos familiares, tenemos dos puntos en común: nacimos en el mismo siglo (aunque pertenecemos a tres generaciones diferentes) y somos creyentes y bautizadas en la Iglesia Católica. El rato no pudo ser más acogedor. El Papa, como buen anfitrión, con sencillez y exquisita atención fue llenando las tazas y animándonos a probar el dulce de leche que había preparado una monja argentina con muy buena mano para la repostería. En aquel ambiente las palabras y el buen compartir fluían con naturalidad y confianza. Cada una de nosotras, mujeres de un tiempo concreto, con vivencias muy diferentes en los terrenos personales, profesionales, vocacionales y en el curso de la historia de nuestro país y del mundo del siglo XX (más lo que llevamos del XXI). El Papa demostró ser un maestro de la escucha y al final nos pidió una conclusión que aunara las expectativas de las cuatro. Nos miramos pensando que sería difícil una conclusión en la que todas nos sintiéramos identificadas. Después de unos momentos de silencio, tomó la palabra mi suegra, que nació al final de pontificado de Pío X; seguida de mi madre que vino al mundo a mediados del de Benedicto XV; un poco después, obedeciendo el orden cronológico de nacimiento, hablé yo, nacida al final del pontificado de Pío XII e influenciada en mi juventud por los frutos del Concilio Vaticano II; y, por último habló mi hija, que nació a principio del pontificado de Juan Pablo II, educada en democracia desde su nacimiento y oyendo hablar de derechos humanos en el mundo en que vive. No hubo debate, no hubo necesidad de negociar qué era más o menos importante, no necesitamos más que unos minutos para elaborar una respuesta común a lo que el Papa Francisco nos había solicitado. Esta fue nuestra conclusión: "Después de un siglo, en el que han regido la Iglesia nueve Papas; diez, si contamos ya al Papa Francisco, en su inicio de pontificado; la jerarquía de la Iglesia no puede dilatar más en el tiempo, el reconocimiento de las mujeres como parte vital, responsable y activa en el camino del Reino de Dios en el mundo. La Iglesia lleva demasiado tiempo caminando a pata coja. El modelo a seguir es el Mensaje de Jesús en el Evangelio y los signos de los tiempos que ya enunciaba el Vaticano II". El Papa Francisco acogió con expresión de seriedad y un brillo luminoso en los ojos nuestra conclusión. Nos despedimos y, como en su primer momento de pontificado, asomado al balcón del Vaticano, nos pidió que no olvidáramos orar por él. Las cuatro asumimos ese compromiso. Esta "profesión de fe" de Pedro se recoge en los tres Sinópticos. El comienzo y el final son semejantes en los tres:
‒ Pregunta de Jesús ‒ Confesión de fe de Pedro, en nombre de todos. ‒ Jesús les manda que guarden el secreto. ‒ Anuncio de los sufrimientos y muerte. ‒ ... ‒ Sermón sobre "ganar - perder la vida". A este esquema general, Mateo añade la promesa a Pedro ("Bienaventurado.... yo te daré las llaves"). Marcos y Mateo incluyen la protesta de Pedro ante el anuncio de la pasión y la violenta reprimenda de Jesús al mismo Pedro ("Apártate de mi vista, Satanás..") . El tema básico por tanto es triple: § la profesión de fe en Jesús-Mesías hecha por los discípulos. § el rechazo por Jesús del Mesías triunfante (davídico), con el anuncio de la Pasión y muerte. § la aplicación moral (salvar la vida-perder la vida) La pregunta de Jesús, la respuesta de los discípulos y la severa matización de Jesús recogen el centro de la fe. ¿Quién es este hombre? Contra la idea de que es un Profeta, uno más en la línea del Antiguo testamento, y más allá de la expresión "es el Mesías que esperábamos", se proclama que esto es diferente. Es más que un Profeta, el Mesías, pero no es como lo esperábamos. Los discípulos están dispuestos a admitir que Jesús es el Mesías, pero no se han dado cuenta de que el Mesías es Jesús, es decir, que lo que esperaban debe ser corregido, porque esperaban mal. Esperaban un rey libertador, esperaban la supremacía de Israel; se van a encontrar con el Siervo pobre y sufriente. Esperaban la salvación triunfante, por el éxito esplendoroso; se van a encontrar con la salvación por la cruz. Esperaban la gloria del Templo, la glorificación de su Ley; se encuentran con el conocimiento de Abbá, la conversión, la invitación al Reno de Dios. La disyuntiva es tan fuerte que Jesús se quedará casi solo. El capítulo sexto de Juan muestra bien esta crisis. El pueblo puede admitir a Jesús como Mesías, pero no puede admitir que toda su religión anterior, su Templo, su legalismo, su veneración al pie de la letra de la Ley de Moisés... sea arrinconada. El vino nuevo de Jesús rompe los odres viejos. Es esto lo que lleva a Jesús a la cruz; el rechazo al Reino. Este rechazo lo hizo en su momento la Antigua Ley, pero sigue existiendo, y constituye algo esencial en nuestra propia fe y en la evangelización: aceptar o rechazar a Jesús es la encrucijada de la fe. Estremece la precisión del programa: · negarse a sí mismo · cargar su cruz cada día · seguir a Jesús. Hay en todo esto una evidencia de la verdad de Jesús, íntima y convincente, que a los creyentes nos parece superior y más profunda que cualquier otra. (Pienso que por eso precisamente creemos en Jesús). Las religiones se estrellan ante la realidad misma, cotidiana y fea, de la vida humana, y le ofrecen compensaciones místicas, esplendores cultuales, nociones de culpa y mérito... que en el fondo no son más que proyecciones de lo humano soñado a lo divino, compensaciones sublimadas de la insatisfacción de vivir, aparatos externos para eludir el enfrentamiento con lo íntimo de la conciencia... Lo de Jesús es asumir la condición humana tal como es y construir desde ahí algo más humano y más real. Rechazar al mesías triunfante no es un cambio conceptual, es asumir que la persona humana religiosa no se evade de la realidad. Aceptar el destino trágico de su propia vida no es ofrecerse en sacrificio redentor por los demás sino aceptar que la vida bien vivida tiene un precio. Creer en el resucitado no quiere decir que al final tienen razón los resplandores milagrosos, sino que creemos en el crucificado, precisamente porque ha sido capaz de no eludir lo más humano de lo humano: la oscuridad ante Dios, la tentación de la falsa religiosidad, las consecuencias ásperas de una vida conforme a la Palabra. En el itinerario hacia la fe en Jesús hay varios niveles: admirarle es el punto de partida; aceptar sus valores y su modo de vivir es ya una opción de vida; reconocer en él la imagen misma de Dios y el modelo de lo humano es ya la fe cristiana explícita. ¿Por qué damos los creyentes este tercer paso? En la escena del evangelio de hoy, versión de Mateo, está una parte de la respuesta: "Bienaventurado eres Pedro, porque no es la carne ni la sangre la que te ha revelado esto, sino mi Padre que está en los cielos". Es decir, en el proceso de la fe no hay un solo protagonista, el ser humano que llega a creer, sino dos: Dios trabaja, el Espíritu mueve a la fe. Pero esto podría tomarse como una evasión. Ese proceso de "llamada" de Dios está, como todo, encarnado. La búsqueda sincera de un modo de vivir digno, la comprobación de la distinta satisfacción interior recibida a consecuencia de nuestras acciones y actitudes, la comprobación de los resultados que tiene para la vida y la historia humana la aplicación de los valores de Jesús o de sus contrarios... va creando en nosotros una convicción íntima: no hay palabra como Su Palabra, no hay modelo humano como Él, no hay divinidad como la que en Él se muestra. Y se nos abre la invitación a la fe, a pasar de la admiración por un hombre excepcional al reconocimiento de "el hombre lleno del Espíritu". Por todo esto dirá Pablo: "Sé de quién me he fiado". Este Jesús de quien nos hemos fiado nos invita a "perder la vida para ganarla". Pérdida y ganancia es lo mismo que salvación y perdición. Se trata de una profunda definición del ser humano, una definición enteramente existencial: el ser humano es un proyecto, que puede realizarse o echarse a perder. Más aún, el ser humano es un proyecto arriesgado, porque le falta información sobre lo que le conviene o le perjudica, y le atraen irresistiblemente muchas cosas que no le convienen. Además, el ser humano se cuestiona constantemente sobre los "males" que le suceden en la vida, los fracasos, las enfermedades, la vejez, la muerte... y acaba concluyendo que el único valor consistente es el placer, y el placer inmediato, puesto que no comprende el sentido de todo lo demás. Jesús cambia el sentido entero: informa al ser humano de quién es: hijo de Dios, caminante, pecador. Informa al ser humano de para qué está aquí: para caminar, para liberarse, para ayudar a caminar y ayudar a que sus hermanos se liberen. Informa al ser humano de quién es Dios: el pan y vino para el camino: el Espíritu, la fuerza para caminar: la Palabra, la luz para el camino: el agua, que lava los pecados y hace llevadero el camino. Informa al ser humano de que la cruz es su compañera, como lo es de todo caminante, pero ni es el final ni es insuperable: y le informa de cómo llevar la cruz para que se convierta en algo válido para siempre. Esto es "perder la vida", superar los valores que aceptan los que no tienen más sentido de la vida que la vida misma: estos valores parecen múltiples (poder, dinero, éxito social, dignidad, estar a bien con uno mismo...) pero son uno sólo: placer, mejor cuanto más intenso y más inmediato. Indican que no se espera nada más allá de esta vida. Jesús ha puesto el punto de mira de la vida humana más lejos y más arriba, y todos los valores se re-ordenan mirando hacia allá. Para los que no miran hacia allá, esto es "tirar la vida", "perder la vida". Para los que miran hacia donde mira Jesús, tirar la vida es dedicarla sólo a vivirla a gusto aquí y ahora. Jesús "tiró su vida". Podía haber hecho carrera política, podía haber sido un líder aclamado... lo que hubiera querido. Facultades le sobraban para ello. Esto esperaban de él incluso sus discípulos, incluso cuando decían "Tú eres el Mesías", porque pensaban que el Mesías sería el Rey restaurador del esplendor de Israel. Jesús tiró su vida porque era el Salvador, porque sabía muy bien que no vivía para disfrutar o triunfar aquí a los ojos de "el mundo", sino para sembrar la Liberación. Pero Jesús "salvó su vida", y la de los demás, porque gracias a Él podemos salvar la nuestra. Éste es el mensaje de fondo de la resurrección y la ascensión: el triunfo definitivo, la manifestación de que el Crucificado no ha fracasado, sino que, liberado hasta de la muerte, "está a la derecha de Dios", ha llegado a la meta, y, además, como Primogénito, como el primero de nosotros, como Cabeza de puente de este cuerpo de caminantes que vamos tras Él, animados por su mismo Espíritu. Los tres sinópticos relatan el mismo episodio, aunque con diferencias notables. Se plantea abiertamente el significado del mesianismo de Jesús. Tema que no quedó resuelto hasta después de la experiencia pascual. No se trata, pues de un relato estrictamente histórico, sino de un planteamiento teológico del tema más importante y complicado de todo el NT. Ni para ellos fue fácil aceptar el verdadero mesianismo, ni lo es para nosotros, pues seguimos sin aceptar que el ser cristiano lleva consigo renunciar al ego y darse a los demás.
Jesús estaba orando, como siempre que va a decir o hacer algo importante. El evangelio dice que el único que estaba orando era Jesús solo, aunque los discípulos estaban allí. Sin tener en cuenta esa oración de Jesús nada de lo que fue y predicó puede explicarse. La forma en que Jesús habla de Dios, se inspira en su experiencia personal. La experiencia básica de Jesús fue la presencia de Dios en su propio ser. Jesús experimentó que Dios lo era todo para él y él debía ser todo para los demás. Tomó conciencia de la fidelidad de Dios-amor y respondió vitalmente a esta toma de conciencia. Al atreverse a llamar a Dios "Abba" (Papá), Jesús abre un horizonte completamente nuevo en las relaciones con el Absoluto. Para Jesús, como para cualquier ser humano, la base de toda experiencia religiosa reside en la condición de criaturas. El hombre se descubre sustentado por la acción creadora de Dios. El modo finito de ser uno mismo, demuestra que es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible nuestra existencia. Jesús descubre que el centro de su vida está en Dios. Pero eso no quiere decir que tenga que salir de sí para encontrar su centro. "Intimior intimo meo". Descubrir su fundamento en Dios, es fuente de una inesperada plenitud. La experiencia de Dios será la revelación de la más alta humanidad. Jesús de Nazaret nunca se presenta como absoluto. Para él lo único absoluto era Dios. Él se consideró siempre como un ser humano más. La opinión de la gente indica ya una alta consideración de la persona de Jesús, pero está lejos de acertar. La opinión de Pedro, parece acertada; pero "el Ungido", era la manera de designar al Mesías que el pueblo esperaba. Un Mesías nacionalista que traería la salvación política, económica y religiosa. Esa opinión no debe ser divulgada porque es también falsa. A continuación se nos propone la verdadera figura del Mesías que la primera comunidad pascual había descubierto con tanta dificultad. El Mesías se convierte en "Hijo de hombre", el modelo de hombre, el ser humano que vive su plenitud. No es el triunfador, el poderoso, el que está por encima de los demás, sino el que aguanta, el que sufre, el que tiene que padecer las iras y rencores de los suyos, el humillado y despreciado, precisamente por no renunciar a ser "humano". Y todo esto hasta el extremo, hasta perder la vida por mantener esa actitud. El que quiera adherirse al Mesías, no tiene más remedio que emprender el mismo camino. Exige el negarse a sí mismo. La frase de Jesús "el que quiera salvar su vida la perderá"; no es una exageración, sino una verdad básica. Hacer que todo gire en torno a nuestro falso "yo", es potenciar en nosotros aquello que tiene un valor relativo. No podemos dejar de ser egoístas si no superamos el apego a un "ego". En la medida en que ponga como objetivo último salvar mi vida, seré egoísta y por lo tanto me deshago como persona. En la medida en que sea capaz de desprenderme de todo apego, incluido el apego a la vida, a favor de los demás, estaré amando de verdad, y por lo tanto creciendo como ser humano. Mi Vida con mayúscula se potenciará, y la vida con minúscula, cobra entonces su auténtico sentido. La pregunta que se hicieron aquellos primeros cristianos tenemos que hacérnosla nosotros hoy. ¿Quién es Jesús? La mejor prueba de que no es fácil responder, es la falsa alternativa, que se planteó en el siglo pasado, entre el Jesús histórico o el Cristo de la fe. Los discípulos compartieron su vida con el Jesús de Nazaret y aceptaron a aquel ser humano que les proporcionó una paz, una alegría y una seguridad increíbles; pero mientras vivieron con él, no fueron capaces de ir más allá de lo que veían. Solamente a través de la experiencia pascual se adentraron en el verdadero significado de aquella persona fuera de serie. Al morir Jesús, se preguntaron si con la muerte de su líder se había acabado todo. Solo entonces empezaron a trascender la figura aparente de Jesús y descubrieron lo que se escondía detrás de aquella realidad visible. Fueron dándose cuenta de que allí había algo más que un simple ser humano. Entonces fueron conscientes de que el verdadero UNGIDO ya se encontraba en el Jesús de Nazaret. Este Mesías, descubierto en pascua, no coincide con el que esperaban los judíos y los propios discípulos, antes de esa experiencia. Ahora se trata de Jesús el Cristo, Jesucristo, genial integración del Jesús histórico y el Cristo de la fe. Cristo no es una idea abstracta surgida en la primera comunidad de seguidores, sino la realidad de Jesús visto con los rayos X de la experiencia pascual. Cristo ni se puede identificar con Jesús ni se puede separar de él. Durante tres años, sus seguidores convivieron con él sin enterarse de quién era en realidad; pero una vez que desapareció su figura sensible, fueron capaces de descubrir lo que en aquella figura humana se escondía. No se puede separar el valor de una moneda, de la cantidad y la forma del metal que la constituye. La moneda tiene tal valor, precisamente porque tiene tal forma, tal tamaño y un determinado metal precioso. Todo lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad. ¿Quién es Jesús para nosotros hoy? No se trata de dar una respuesta teórica ni una cristología aquilatada que responda a todas las cuestiones formales relativas a la persona de Jesús. Mucho menos, dogmas que definan su naturaleza divina. Lo tenemos crudo, porque los evangelios nos hablan de Jesucristo desde la experiencia pascual, y es muy difícil descubrir al Jesús de Nazaret que ellos conocieron y del que partieron para llegar a Cristo. Los cristianos de hoy empezamos la casa por el tejado y cuando nos damos cuenta, resulta que carecemos de muros y sobre todo de cimientos. Sin experiencia pascual no hay cristiano. Debemos darnos cuenta de lo lejos que estamos del encarnar en nuestra vida ese valor supremo, que Jesús encarnó. Somos cristianísimos para tener a Dios de nuestra parte y nos saque las castañas del fuego. Echemos una ojeada a nuestras oraciones y descubriremos la idea que tenemos del Mesías. La misma que Pedro propuso y rechazó Jesús. Lo hemos colocado a la derecha de Dios; le hemos dado plenitud de poder y gloria; le hemos hecho juez de vivos y muertos; para, a renglón seguido, decir que el que cumpla con lo que dijo se sentará con él a juzgar a los infieles. Estas cosas las dice el NT, en contra de la misma actitud de Jesús. Un ejemplo más de lo difícil que fue aceptar su mensaje. Una cosa es llamarse cristiano y otra serlo. No es nada fácil darse cuenta de que la plenitud humana está en el desarrollo de una capacidad de salir de sí, de identificarse con los demás. No es nada fácil salir de la dinámica del hedonismo que nos empuja a dar satisfacción a los sentidos, a buscar lo más cómodo, lo que me agrada, lo que menos me cuesta. Mantener estas actitudes hedonistas y llamarse cristiano, es una contradicción. Pero tampoco debemos caer en la trampa del masoquismo. Dios quiere para cada uno de nosotros lo mejor. Quiere que disfrutemos de todo lo que nos rodea, de las personas y de las cosas. Todo es positivo, siempre que tengamos claro que lo primero es el bien integral del hombre. No es fácil entender bien lo que hoy nos dice el evangelio. No se trata de machacar una parte de nuestro ser para salvar otra. Se trata de descubrir un fallo en nuestra percepción de nosotros mismos, es decir, que con frecuencia creemos ser los que no somos y vivimos engañados. Se trata de liberarnos de todo aquello que nos ata a lo caduco y nos impide elevarnos a la plenitud que nuestro verdadero ser exige. La liberación llega cuando hemos establecido una auténtica escala de valores y somos capaces de dar a cada faceta de nuestra compleja vida, la importancia que tiene, ni más ni menos. Meditación-contemplación Lo que Jesús es y significa, no se puede meter en conceptos, porque está más allá de los sentidos y de la razón. Si experimentas lo que hay de Dios en ti, podrás vislumbrar lo que Jesús vivió y manifestó. ........................ Más allá de nuestro "yo" físico, psíquico y mental, se encuentra nuestro auténtico ser, que es lo divino que hay en cada uno de nosotros y que está siempre ahí como la única realidad verdadera. ........................ Para alcanzar ese verdadero ser y verdadera Vida, es necesario no quedar enganchado en lo terreno. "Perder" lo caduco, lo contingente, lo limitado es el único camino para alcanzar lo absoluto. No es fácil distinguir, en los textos evangélicos, lo que provendría directamente de Jesús y lo que es elaboración posterior de la comunidad o del propio autor del evangelio.
En un cierto sentido, tampoco resulta "decisivo", por cuanto el valor de la "palabra sagrada" radica en los "ecos" o resonancias que despierta en el lector. Cuando, gracias al "diálogo" entre texto y lector, salta la "chispa" que anima a vivir y a salir del propio ego, eso es la "inspiración". Y la palabra que produce tal efecto, es "palabra de Dios", venga de donde venga. Dicho de otro modo: Un texto es "sagrado" porque nos ayuda a vivir "sagradamente" (espiritualmente), es decir, nos ayuda a vivir el compromiso, la desapropiación y el silenciamiento (del ego): eso es vivir en plenitud. Sin embargo, en otro sentido, siempre que sea posible, ayuda distinguir entre lo que sería propio de Jesús y las lecturas posteriores de la comunidad, para recuperar la novedad y el frescor de las palabras del maestro. Con respecto al texto que leemos hoy, es probable que, en algún momento, Jesús hiciera esa pregunta a sus discípulos. Pero, sin duda, la tradición "rehizo" aquella situación, transformándola en una catequesis sobre el mesianismo del Maestro. Para el lector actual, pueden seguir resonando la pregunta y la conclusión del relato. "¿Quién dices que soy yo?". ¿Quién es Jesús para mí? En la respuesta a esa pregunta influirán, inevitablemente, distintos factores de tipo psicológico, cultural, religioso... Entre ellos, ocupará un lugar destacado el nivel de consciencia de la persona y el "idioma" en el que se mueva. La respuesta que brota en mi interior, al oír esa pregunta, no es distinta al saludo utilizado en diferentes culturas: "Tú eres otro yo". En la perspectiva no-dual, Jesús es espejo que refleja lo que somos todos. Al verlo a él, nos vemos a nosotros mismos, porque los diferentes rostros son, en realidad, un solo Rostro. Y, tal como lo veo, a esto apuntan precisamente las palabras de Jesús con las que concluye el relato: "El que quiera salvar su ego, pierde la vida; pero el que pierde su ego, salva la vida". Lógicamente, la comunidad tuvo que añadir el "por mi causa", para subrayar su unidad en torno al seguimiento del Maestro. Pero las palabras de Jesús no pueden ser más sabias: el único "pecado" de los humanos es creer que somos "alguien"; es decir, identificarnos con el yo o ego. Esa identificación nos hace "olvidar" nuestra verdadera identidad, a la vez que nos mantiene dentro de la cárcel de la confusión y del sufrimiento. No hay escapatoria: creerse "alguien" es sinónimo de sufrimiento. La lógica del ego se basa en la adoración a uno mismo y se manifiesta como deseo de sentirse o llegar a ser "especial". Si yo creo que soy "alguien" (un ego separado), me preocuparé por proteger a ese "alguien", sufriré cuando ese "alguien" se vea frustrado en sus expectativas, viviré a merced de las etiquetas ("me gusta" / "no me gusta"), y me tomaré las cosas "personalmente", porque la supervivencia, la imagen o el interés de "alguien" está en juego. Mientras no trascendamos esa necesidad de ser "alguien" –de identificarnos con el yo-, todos nuestros logros pertenecerán al ego. Invertimos aquella lógica del ego haciendo que los demás sean el centro de nuestra preocupación. Ellos serán los que nos liberen de nuestra "importancia personal". Con todo, una vez más, el problema de raíz es creer ser "alguien". Porque solo quien descubre ser "nadie", puede caer en la cuenta de que es Todo. "Alguien" siempre sufrirá; "nadie" es feliz. ¿Qué puede ayudarnos a desidentificarnos del yo y salir de la ilusoria creencia –porque es solo una creencia- de ser "alguien"? Ejercitarnos en situarnos en el Testigo, que observatodos los movimientos mentales y emocionales que aparecen en nuestro campo de consciencia, sin identificarse con ellos. No tengo duda de que Jesús sabía de lo que hablaba por experiencia propia. Por eso, él no se creía "alguien", sino "Yo Soy", sin apropiación egoica. |
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