La liturgia, omitiendo numerosos relatos evangélicos, nos traslada de repente a la inmensa explanada del templo de Jerusalén, en el día que nosotros conocemos como lunes santo. El día antes, Jesús ha entrado triunfalmente en Jerusalén, ha purificado el templo, expulsando a vendedores de animales y cambistas de monedas, y ha curado en el recinto sacro a cojos y ciegos, personas a las que les estaba absolutamente prohibida la entrada en el templo. Es fácil imaginar la indignación de los sacerdotes y de los escribas (representantes de moralistas, canonistas y teólogos). Ese día, domingo de ramos, se limitan a protestar. Al día siguiente, cuando Jesús vuelve a Jerusalén y al templo, todos los grupos con poder religioso y político se irán turnando para ponerlo en aprieto con las preguntas más comprometidas y poder condenarlo.
La primera pregunta, la más directa, la formulan los sacerdotes y los senadores (representantes del poder político), pensando en lo ocurrido el día antes: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado esa autoridad?» Jesús se encuentra ante una disyuntiva. Si responde: «De Dios», lo pueden acusar de blasfemo. Si dice: «de mí mismo», lo considerarán un loco o un vulgar revolucionario. Evita la respuesta directa y les tiende una trampa. Ya que ellos son los jueces religiosos de Israel, y como tales lo interrogan, que den su opinión sobre otro personaje famoso: Juan Bautista. «El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, de Dios o de los hombres?» Ellos, viendo el peligro de comprometerse en un sentido o en otro, responden: «No lo sabemos». Y Jesús termina con un escueto: «Pues yo tampoco os digo con qué autoridad hago esto». E inmediatamente pasa al contrataque, con una parábola que sólo transmite el evangelio de Mateo: la de los dos hijos (21,28-32). Obras son amores, y no buenas razones La historieta que propone Jesús es tan fácil de entender que sus enemigos caen en la trampa. Un padre y dos hijos. ¿Quién cumple la voluntad del padre? ¿El hijo protestón y maleducado que termina haciendo lo que le piden, o el hijo amable y sonriente que hace lo que le da la gana? La respuesta es fácil: el primero. Lo importante no es decir palabras bonitas; tampoco importa protestar mucho. Lo importante es hacer lo que el padre desea. «Obras son amores, y no buenas razones». Pero Jesús saca de aquí una consecuencia asombrosa. Es preferible vivir de mala manera, si al final haces lo que Dios quiere, que vivir de forma aparentemente piadosa y negarse a cumplir la voluntad de Dios. Dicho con las palabras hirientes del evangelio: es preferible ser prostituta o ladrón, si al final te conviertes, que pertenecer a cualquier organización o institución religiosa y ser incapaz de convertirse. ¿En qué consiste la conversión? Nueva sorpresa. No se trata de aceptar a Jesús y su mensaje, sino a Juan Bautista, que mostraba el camino de la justicia, de la fidelidad a Dios, como primer paso hacia el evangelio. Con ello, Jesús responde indirectamente a la pregunta que no habían querido responder las autoridades: «¿De dónde procedía el bautismo de Juan, de Dios o de los hombres?» El bautismo de Juan era cosa de Dios, su predicación marcaba el camino recto. Las prostitutas y los recaudadores, representados por el hijo protestón, pero obediente, creyeron en él. Las autoridades religiosas, representadas por el hijo tan amable como falso, no le creyeron. ¿Tirando piedras contra el propio tejado? Lo curioso de esta interpretación de la parábola es que parece volverse contra Juan y contra Jesús. Los que dan testimonio a su favor son gente indigna de crédito, prostitutas y explotadores; quienes lo rechazan o se abstienen, personalidades religiosas de buena fama, los sacerdotes. Puestos a elegir, ninguna persona piadosa aceptaría la opinión de unos cuantos drogatas y unas pocas prostitutas en contra de lo que decida una Conferencia Episcopal. Además, el judío piadoso de tiempos de Jesús (como muchos cristianos piadosos de nuestro tiempo) está convencido de que no necesita convertirse. Y si en algo tiene que cambiar, el camino no deben indicárselo personas tan extrañas y discutibles como Juan Bautista, Martin Lutero King, Oscar Romero, Pedro Casaldáliga o el Papa Francisco. Así adquieren pleno sentido las palabras de Jesús: «Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Para entrar en ese reino hay que abrirse a una nueva forma de vida, aunque suponga un corte drástico y doloroso con la vida anterior. La institución religiosa seguirá firme en sus trece, incluso utilizará el argumento de la parábola para rechazar a Juan y a Jesús. Pero el Reino se irá incrementando con esas personas indignas de crédito, pero que creen en quien les muestra el camino de una nueva forma de fidelidad a Dios. Esas personas que, como dice el profeta Ezequiel en la primera lectura, son capaces de recapacitar y convertirse. Nota final Para explicar el evangelio de este domingo he tenido que remontarme a diversos episodios anteriores. Por desgracia, la liturgia usa la técnica del zapping, saltando de un episodio a otro sin la menor lógica. Espero que dentro de dos o tres siglos se realice una mejor selección de los textos litúrgicos. Que así sea.
0 Comentarios
Hay tantos modos de evitar dar una respuesta clara, de no definirnos, y eso que los españoles tenemos fama de ser directos. En el mundo anglo norteamericano hay una expresión que lo dice todo cuando no quieren mojarse, que como en todos sitios, es frecuente: “creative postponing”, creo que lo entendemos todos, y además con creatividad, con excusas convincentes. Nuestro “dar largas”. Me decía una mujer joven de allí, “eso de ser hija de Dios me resulta fuerte, yo me conformo con ser sobrina”. Sincera la mujer.
Decir sí o decir no, es rotundo, es radical. Es lo que Jesús pide de sus seguidores, sobre todo de aquellas personas que se consideran discípulas. El texto de hoy nos invita a entrar en el significado del sí y del no en nuestro seguimiento y en nuestra vida. Primero entendamos el texto en su contexto: El pueblo judío dijo “sí” al aceptar la ley de Moisés, pero se niega, a través de los dirigentes, a aceptar la propuesta de Jesús. Sin embargo, los paganos y los pecadores, que primero dijeron “no”, al final son los que aceptan el reino, acogen el proceso de ir entrando en el modo diferente que propone Jesús. Para Jesús, la fidelidad a Dios no pasa por la observancia de la Ley, sino por la práctica de un amor sin excepciones. Jesús cambia el modo de relación con Dios, al que presenta como él lo vive, no como el distante Dios del Templo, sino como el Abba cercano y comprometido con la vida. Esto desmonta el tinglado de una religión súper estructurada alrededor de las normas y las leyes de pureza, de impureza, de sacrificios como paga por los pecados los cuales han sido determinados por unos jerarcas que imitan a un dios lejano, frío, a quien hay que calmar con ofrendas, que se quedan los sacerdotes… En lenguaje de hoy diríamos que Jesús “flipa” con esa doblez, y para denunciarla utiliza el inteligente y oriental lenguaje de las parábolas. La que nos ocupa hoy, la de los dos hijos, va dirigida especialmente a la infidelidad de los dirigentes: dicen pero no hacen; son fieles por fuera pero podridos por dentro… Toda esa gama de expresiones que expresa una indignación en aumento y una compasión más profunda hacia aquellos marginados, considerados pecadores por las leyes hipócritas. Serán, de hecho, ellos los que acogerán la radicalidad de Jesús, aunque en apariencia sean unos pasotas o critiquen la institución. Tal vez hoy, uno de octubre, que nuestro país vive una situación muy complicada por falta de diálogo, cuyo término es repetido pero no se practica, podemos preguntarnos qué significa un sí o un no: a un sistema, a unas políticas corruptas… todos y todas debemos reflexionar, ¿por qué quiere separarse una pareja, un país, una autonomía…? La autenticidad del sí y del no nos daría claves de interpretación de la realidad y perspectiva de futuro. Propongo una segunda o tercera lectura, como en la Lectio Divina, en clave de conversión personal. Ver que estos dos hijos, estas dos posturas o actitudes, conviven dentro de nosotras. Yo soy la hija buena que dice que sí al proyecto de Jesús, y me apunto a muchas movidas, pero cuando me tocan el ego, o el bolsillo, o mi tiempo… entonces doy un "creative postponing”, es decir, no me defino, no me comprometo, no me pillo los dedos. Y también convive en mí la rebeldilla, la indignada, la que dice que no porque, entre muchas otras cosas que no me gustan, una especialmente me duele en las entrañas: a las mujeres nos tienen retiradas, nos utilizan para lo que necesitan, cuando ellos no llegan… pero cuando dejo que la mirada de Jesús sea más potente que la de “los monseñores de turno” entonces voy, entonces me mojo, me abro, corro para que su proyecto siga, para que nadie lo ahogue, para que nadie pueda estropearlo. Porque he escuchado por dentro algo que ha autentificado mi respuesta “si tú me miras, yo me vuelvo hermosa, como la hierba a que bajó el rocío” (G. Mistral) Cuando no hay coherencia con nuestras posturas, con nuestro “sí” y nuestro “no”, los psicólogos dicen que se produce ansiedad. Es decir, que el alma chirría porque la persona sufre cierta angustia que puede hacerse crónica. La angustia que produce la doblez, que se puede convertir en rigidez, en un atarse a la ley, o en un sarcasmo hiriente, o en tristeza interior causada por la mediocridad, por la falta de fuelle para correr a colaborar con el proyecto de Jesús. Es su legado el que está hoy en nuestras manos. La disponibilidad o la pereza, la decepción, la excusa repetida de necesidades familiares que no se acaban nunca, es tema de conciencia. Será lo que tú y yo decidamos. El reino espera, Jesús espera, la tarea está ahí. ¿Quieres colaborar? ¿Sí o no? Tú dirás, yo diré, con la vida. El Papa Francisco se ha tenido que emplear a fondo estos últimos meses para despejar del horizonte a una serie de personas y comportamientos que han venido lastrando el proyecto de reforma de la Iglesia desde el inicio de su pontificado.
En primer lugar, ha concedido una "excedencia" al cardenal australiano G. Pell, (miembro del llamado C-9, considerado el número tres del organigrama vaticano y encargado, desde el 4 de julio de 2016, de "vigilar y controlar" -pero no administrar- los bienes de la Sede Primada) para poder defenderse de las acusaciones de abusos sexuales, supuestamente cometidos entre los años 1976-1980 y 1996-2001. Son muchos los que, interpretando semejante "excedencia" como un viaje sin retorno, no dejan de censurar la confianza depositada en él y entienden que sus diferentes nombramientos son, muy probablemente, el mayor error cometido por Francisco. La justicia australiana clarificará la consistencia de las imputaciones y, a la vez, si, efectivamente, la confianza en él depositada ha sido el error de bulto que se aprecia, al menos, en un primer momento, y, de paso, si la "excedencia" es una rectificación, aunque tardía. Pero, además, el papa ha relevado a G. Müller, una vez cumplido su mandato de cinco años, al frente de la Congregación para la Doctrina de la fe (ex - Santo Oficio); una inusual decisión que parece obedecer a diferentes razones. El cardenal alemán ha sido uno de los más firmes y persistentes opositores a la propuesta papal de primar la verdad evangélica de la misericordia sobre las "verdades innegociables" de la llamada ley moral natural en el caso de los divorciados vueltos a casar civilmente y, por extensión, en la moral sexual y en la pastoral familiar. Y, también, quien ha amparado el boicot a la decisión papal de implementar una política de tolerancia cero en los casos de pedofilia de los curas y de los obispos, tal y como denunció en su día Marie Collins (activista irlandesa, víctima de abusos sexuales y miembro de la Comisión encargada de tutelar a los menores). Cuando esta mujer presentó su dimisión, alegó la "inaceptable y vergonzosa falta de colaboración" "de algunos miembros de la Curia Vaticana", aduciendo, concretamente, la negativa de tales miembros a responder a las cartas que les dirigían las víctimas de la pedofilia, así como a la vía muerta en que había quedado la decisión papal de poner en funcionamiento un tribunal para juzgar a los obispos negligentes al respecto. Fueron legión quienes, a raíz de semejantes denuncias, pudieron constatar cómo el cardenal G. Müller era un gran especialista en activar una variante vaticana del llamado "pase foral": acataba formalmente lo que el Papa aprobaba, pero no lo ejecutaba... Y fueron muchos más los que ya no pudieron soportar la respuesta -despreciativa- del cardenal a las denuncias de Marie Collins, más allá de que fuera acusada en algunos círculos vaticanos de ser una mujer un tanto autoritaria y de no tener paciencia alguna... Con el nombramiento de Mons. Luis Francisco Ladaria, mallorquín, jesuita español y secretario de la Congregación para la Doctrina de la fe desde 2008, a la vez que presidente de la comisión encargada de estudiar la posibilidad de un diaconado femenino, Francisco parece estar apostando por dotar a sus decisiones más relevantes de una consistencia teológica tal que resulten difícilmente cuestionables para el sector inmovilista de la Iglesia. Es una interpretación cuya verosimilitud (o no) podrá comprobarse, de manera particular, cuando la comisión que preside el nuevo Prefecto de la Congregación se posicione sobre el diaconado femenino, una puerta que, de abrirse, dejaría franco, más pronto o más tarde, el camino del sacerdocio ministerial e, incluso, del episcopado femenino. Finalmente, es excepcional e inaudito que los tribunales de la Santa Sede hayan decidido llamar a declarar al cardenal T. Bertone (el número dos en el papado de Benedicto XVI) para que aclare su posible responsabilidad en la desviación de 442.000 € del hospital infantil "Bambino Gesù" con los que, al parecer, habría arreglado el ático en el que reside, una vez jubilado. Un indudable ejemplo de transparencia, largo tiempo esperado y que sería deseable se extendiera a todos los ámbitos de gobierno, en el Vaticano y en todas las demás instituciones eclesiales, incluidas, obviamente, las diocesanas. La impunidad no es de recibo en ninguna institución. Y menos, en la Iglesia, aunque el sospechoso haya sido el número dos del Vaticano o, aunque lo sean cardenales, obispos, sacerdotes y laicos "factótum" en cualquier parte del mundo. Entre tanto, se han conocido otros gestos y detalles del papa Bergoglio cargados de esperanzada significatividad. Con ellos muestra, mejor que con sus palabras, lo que es ser cristiano, es decir, seguidor del Crucificado en los crucificados de nuestros días y, a la par, partícipe y transmisor de la vida que brota del Resucitado: ha aprobado que sean reconocidas como santas las personas que han dado sus vidas por el prójimo aceptando libre y voluntariamente una muerte cierta y prematura; ha estado cerca de los padres de Charlie Gard, el niño recientemente fallecido por una extraña enfermedad genética; ha telefoneado a R. Acuña, un basurero argentino, padre de cinco hijos que perdió sus piernas hace cuatro meses en un accidente de trabajo; ha escrito una carta a Andrea, una enferma que le había invitado a ir con ella y con sus compañeros a una peregrinación a Loreto, animándola a no bajar nunca la guardia y, por si todo ello fuera poco, ha puesto un letrero a la entrada de su despacho en el que se puede leer: "prohibido quejarse". "Los transgresores están sujetos a un síndrome de victimismo con la consecuente disminución del tono del humor y de la capacidad para resolver problemas". "Por tanto: deja de quejarte y actúa para hacer mejor tu vida". Limpieza, obviamente, pero también, y, ante todo, misericordia a manos llenas; en especial, con los más sencillos y necesitados. Y, por supuesto, unas cuantas gotas de buen humor. Tres oportunos ingredientes para los tiempos que corren. Yo siento que lo importante es ser buenas personas. Con lenguaje evangélico: construir el reino, la sociedad de hijos de Dios. Ahí es donde hemos de echar el resto. Eso es lo que hizo Jesús. El habló muy poco de sí mismo. Si trabajamos por un mundo de hermanos, eso tiene muchos valores cristianos. Lo que ocurre es que hay que pasar de ser buenos, a ser consecuentes, a ser honestos, a vivir con valores, a comprometer la vida. Fácilmente compaginamos el ‘ser buenos’ con la indiferencia ante el refugiado, el marginado, el preso.
Nos sentimos buenos y no pagamos los impuestos. Somos buenas personas y no nos hablamos con varios vecinos. Nos habituamos a ir tirando, a ser ‘normales’. Y creo que el Evangelio me lleva a tener que tomar opciones especiales, comprometidas, exigentes. Tales como el evangelio. Eso de Jesús: ‘Si quieres… deja, vende, perdona...’ Aquello de yo ni robo ni mato, ni blasfemo... y ya está. Cada frase del evangelio me indica un nivel de exigencia, de compromiso. Nos sabemos las bienaventuranzas de memoria, pero no me interrogan en mi conducta. Creo que podríamos suprimir la primera lectura de la misa y repetir las veces que sea preciso el evangelio y en comentario común, analizar las exigencias que me supone el vivirlo. Fácilmente entramos en contradicción: “si cuando vas al altar, te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja ahí tu ofrenda y vete primero a reconciliarte con tu hermano”. No. Es más fácil ponerme en otro banco y así no me cuesta dar la paz. “Comparte con tu hermano...” y lo cumplo porque ya me he venido a misa previsto de moneditas. Pero eso no es compartir… “No digáis muchas palabras al orar…” y me hincho a pedir a los santos para que se me arregle el problema. Pienso que es muy necesario plantearme si quiero ser cristiano o me contento con la apariencia externa. Qué alegría verme escrito en el libro de partidas de bautismos, o llevar la medalla de la cofradía. Y algo que me cuesta mucho ver y aceptar es que estemos en la eucaristía y no comulguemos. Vemos, oímos, y nos vamos.... Damos la razón de que no nos hemos confesado, pero yo siento mayor causa. No me paro a pensar que no hay eucaristía sino participo. La eucaristía es desde “el señor está con vosotros, hasta el podéis ir en paz”: participando, orando, cantando, comulgando... Vamos bajando el grado de conciencia, de compromiso y así estamos, somos uno más dentro de la multitud. Va a ser verdad lo que dice el cardenal Burke: que no son buenas las eucaristías multitudinarias… y a veces son multitudinarias en cuanto pasan de seis. Necesitamos testigos de Jesús en la vida. Y esto nos invita a hacerlo de una manera fuerte, chocante, que se note de verdad que somos seguidores de Jesús, no miembros de una comunidad sin más. De forma que nuestro comportamiento cree interrogantes. Y hay muchos campos donde lo podemos demostrar: familia, pueblo, sociedad, trabajo, dinero... Que actuemos siempre con letra negrita. Y si hace falta, hasta subrayada. Cuando queremos remarcar una conducta, unas creencias, una fe, es preciso hacerlo enérgicamente, con letra negrita, no para que lo vea la gente, pero sí que lo sienta y lo perciba… y se interrogue. Retirarse siete días tiene positivos efectos neurofisiológicos. Un estudio descubre que la experiencia impacta en la dopamina y la serotonina.
Un retiro espiritual de siete días tiene un impacto a corto plazo en la dopamina del cerebro y en la función de la serotonina, ha descubierto un estudio. Estos efectos neurofisiológicos explican las poderosas emociones positivas que se viven en estas experiencias y la creciente búsqueda de estos espacios de paz para mejorar el bienestar. En la actualidad, cada día más personas acuden a retiros espirituales, meditativos y religiosos como una manera de restablecer su vida cotidiana y mejorar el bienestar. Para comprender lo que pasa en el cerebro de las personas que acuden a estas prácticas, investigadores del Instituto Marcus de Salud Integrativa en la Universidad Thomas Jefferson estudiaron de cerca los comportamientos y reacciones de un grupo de voluntarios que participaron en un retiro controlado de siete días. Los resultados se han publicado en Religion, Brain & Behavior. El estudio se basó en la experiencia de 14 participantes cristianos con edades comprendidas entre los 24 y los 76 años. El estudio utilizó la tomografía computarizada de emisión de fotón único de DaTscan (SPECT) de los participantes durante el experimento. Y después del retiro, los participantes respondieron a una encuesta. El retiro que se usó para el experimento se llama ignaciano, y está basado en los ejercicios espirituales desarrollados por San Ignacio de Loyola, el fundador de la orden católica de los jesuitas. Después de una misa de la mañana, los participantes pasaron la mayor parte del día en contemplación silenciosa, oración y reflexión y asistieron a una reunión diaria con un orientador espiritual. El estudio descubrió que se producen cambios en los niveles de dopamina y de serotonina en los cerebros de los participantes en un retiro de siete días. Más concretamente, se observaron disminuciones significativas en la unión del transportador de dopamina en los ganglios basales y disminuciones significativas en la unión del transportador de serotonina en el mesencéfalo después del retiro. Asimismo, la participación en el retiro también implicó en cambios significativos en una variedad de medidas psicológicas y espirituales. El estudio muestra por primera vez los efectos neurofisiológicos, en particular los relacionados con la dopamina y la serotonina, que un retiro de siete días desencadena en los participantes. La dopamina suele ser descrita como la responsable de sentimientos como el amor y las adicciones, por lo que se la considera la intermediaria del placer. Por su parte, la serotonina es fundamental para el equilibrio psicológico, ya que el sentimiento de soledad e incluso la depresión son respuestas químicas a su carencia. Más preguntas que respuestas “Dado que la serotonina y la dopamina forman parte del sistema de recompensa y de los sistemas emocionales del cerebro, este descubrimiento nos ayuda a entender por qué estas prácticas resultan experiencias emocionalmente poderosas y positivas” para las personas que las viven, explica Andrew Newberg, MD, Director de Investigación del Instituto Marcus de Salud Integrativa, en un comunicado. Exploraciones posteriores realizadas a los participantes en el retiro revelaron disminuciones en el enlace transportador de dopamina (5-8 por ciento) y en el transportador de serotonina (6,5 por ciento), lo que podría hacer que más neurotransmisores estuvieran disponibles para el cerebro. Esto se asocia con emociones positivas y sentimientos espirituales. En particular, la dopamina es responsable de mediar en la cognición, la emoción y el movimiento, mientras que la serotonina está involucrada en la regulación emocional y el estado de ánimo. Después de regresar del retiro, los participantes en el estudio respondieron a una serie de encuestas que mostraron mejoras significativas en su percepción de salud física, tensión y fatiga. También informaron de un aumento de los sentimientos de auto-trascendencia que se correlaciona con el cambio en la dopamina vinculante. Los resultados, aunque preliminares, sugieren que participar en un retiro espiritual puede tener un impacto a corto plazo en la dopamina del cerebro y en la función de la serotonina, y que esto podría relacionarse con diversas reacciones emocionales y espirituales. “De alguna manera, nuestro estudio plantea más preguntas de las que responde”, dijo Newberg. “Nuestro equipo está intrigado respecto a qué aspectos del retiro causaron los cambios en los sistemas de neurotransmisores y si diferentes retiros producirían resultados diferentes. Espero que los estudios futuros puedan responder a estas preguntas”, concluyó. En el País Vasco se produce un suicidio cada dos días, en España, cuatro mil personas al año deciden cesar en su existencia, en el mundo un millón de personas ponen fin a su vida. (Y las estadísticas dicen que el intento de suicidios hay que multiplicarlo al menos por 10).
Cuando una persona quiere cesar su existencia y recurre a los medios que le puedan proporcionar el punto final a su caminar, ese tal en su desesperación presupone la esperanza y está gritando sin palabras: mi vida no tiene salida, pero sufro por ello y quisiera encontrarla, pero de momento no veo otra ventana que terminar. La desesperación es causa de enorme sufrimiento y angustia, porque se intuye la esperanza, pero no aparece el camino. Existe la otra orilla, pero no tenemos ni tendemos puentes; no vemos cielos abiertos, ni caminos, ni luz, ni salidas de nuestra persona hacia su cumplimiento. La esperanza es una nostalgia infinita. La esperanza es como el agua que siempre busca salida y si no se abren cauces y ríos, termina por reventar donde se encuentra. De ahí que la vida se ha convertido para muchos de nuestros conciudadanos un sepultar la esperanza en el más profundo de los abismos. ¡Que no aflore la esperanza! Y si brota, mejor sofocarla. Vivir significa estrangular la esperanza. Vivimos en el club de los proyectos vivos y las esperanzas muertas. Pero se vive. Ahora bien solo se puede vivir humanamente en esperanza, no meramente con proyectos. In spe erit fortitudo vestra: En la esperanza está vuestra fortaleza, (Is 30,15). La desesperación con sus trágicos flecos pretende evitar los desengaños al ser humano. De ahí que algunas corrientes, como New Age, pretendan vivir en un "nihilismo sedado": no hay nada que esperar, pero tampoco hay motivo de sufrimiento. Pensemos con lucidez y dejemos de esperar. El desesperar de la desesperanza no necesita siquiera presentar un semblante desesperado. Puede ser también la simple y silenciosa ausencia de sentido, de perspectiva, de futuro y de objetivos. Puede mostrar el aspecto de la renuncia sonriente: Bonjour tristesse. Otras modalidades de amortiguar la esperanza son el convulsivo consumismo como conjunto de ritos que prometen la felicidad, así como la búsqueda neurótica del placer como anticipo de la "vida eterna" en el presente. Posiblemente Occidente está dejando a pasos agigantados de ser cristiana no tanto por los devaneos de tipo ético entre homosexualidad, abortos, divorcios, etc., sino por una brutal falta de esperanza, que nos están sumiendo en un tedium vital, que es algo de lo que se preguntaban en la obra de Bertold Brecht: ¿y ahora que somos felices, qué hacemos? El gran problema del capitalismo es que la gente no se entere que se aburre, de modo que no retoñe la acedia, la apatía. En el fondo el capitalismo de la postmodernidad es el tanatorio de la esperanza muerta. Cuando la esperanza no se abre a nuevas e insospechadas posibilidades, termina hastiando al personal en las estanterías de las "grandes superficies", de las agencias de viaje, sumiéndolo en el aburrimiento y desgana, cuando no tendencias al absurdo. Desde que Nieztsche liquidó a Dios, ya no hay esperanza, porque la verdad es esa, un hombre, una mujer de nuestro tiempo no tiene nada que esperar. "Quien piensa lúcidamente no tiene motivos ya para esperar". Ahora bien, ¿el pensamiento sin esperanza es lúcido? Ciertamente la desesperanza causa infinitos y serios problemas a la existencia humana. Ni en la presunción ni en la desesperación, sino sólo en la esperanza perseverante y cierta, reside la fuerza de la renovación de la vida. Ya lo vio con claridad Isaías: In spe erit fortitudo vestra (Is 30,15). En la esperanza está vuestra fortaleza. La prepotencia de quien pretende tener en su mano el futuro de la esperanza y la desesperación tratan de alimentarse de la esperanza, pero solamente la esperanza es la que se toma en serio las posibilidades que atraviesan la existencia y la realidad. La esperanza no permanece enclaustrada en la realidad tal y como se nos presenta, sino que camina a través de ellas anunciando y anticipando el futuro pleno que a través de ellas se nos pronostican (tomando este término en el sentido más estricto: pro-nous: conocimiento previo). Quizás no estamos lejos de la transcendencia del ser humano que desde su propia vida trata de buscar la "otra orilla". Cuántas realidades de la vida nos abren hacia el "horizonte absoluto, como gustaba de decir K. Rahner. El cuidado de un niño, de un enfermo, el amor de una pareja, la amistad, la contemplación de una puesta de sol, una música, la poesía, son brechas que nos abren y nos hablan de un futuro insospechado e infinito. Las esperanzas y tales anticipaciones son experiencias que nos permiten atisbar realmente el horizonte absoluto. Y tales experiencias "vividas vívidamente" dinamizan la existencia, nos ponen en movimiento y dan valor a los caminos humanos. Se sentó junto al pozo, estaba cansado de andar (Jn 4, 6), no le importó estar en territorio hostil.
Observó a una mujer que se acercaba al pozo con paso cansino, el sol estaba en el punto álgido del mediodía. Se notaba en su actitud que estaba haciendo lo de todos los días: coger el cántaro, echarse a andar, llegar al pozo, llenarlo de agua y desandar el mismo camino de vuelta a casa. Aquella mujer no esperaba nada nuevo que pudiera hacerle salir del automatismo de lo cotidiano. Le dijo a la mujer: “Dame de beber” (Jn 4,7), y en ese instante empezó una conversación profunda, tan conocida a través de los siglos que podríamos decir que es de las más famosas del Evangelio. Queremos pararnos aquí en el brocal del pozo. Jesús entra en la realidad cotidiana de la mujer y le pide el agua que ella tiene y él necesita para calmar la sed del duro camino bajo el sol. ¿Por qué no sucede lo mismo en la Iglesia? ¿Por qué no se adentran en la vida cotidiana de las mujeres? ¿Por qué no se sientan con Jesús en el pozo de la Vida solicitando colaboración, ayuda, alimento, creatividad, etc. abriéndose a recibir a ese cincuenta por ciento que falta en la milenaria vida de la Iglesia? ¿Por qué no miran a las teólogas como sujetos activos con voz y voto, no como meras espectadoras en las reuniones, conferencias, sínodos, etc… y empiezan a considerarlas como iguales en la gestión eclesial? ¿Por qué no miran a las religiosas de vida activa y a la monjas contemplativas exactamente igual que a los religiosos y monjes? ¿Por qué no miran a los millones de mujeres sin recursos en países subdesarrollados, no como sujetos pasivos de ayuda humanitaria o caritativa, sino como sujetos activos que tienen palabra y necesidad de tomar las riendas de sus vidas… y las de sus hijos (ellas son las que atienden a la familia)? ¿Por qué no miran como iguales a las campesinas, migrantes, refugiadas; a las que sufren abandono, violencia, guerras, enfermedades… y se implican con ellas en la defensa de todo tipo de violencias contra la mujer? No sucede lo mismo en la Iglesia “porque habla de nosotras pero no con nosotras” según dice Lucetta Scaraffia en su libro “Desde el último banco. Las mujeres en la Iglesia”. Tantas veces sentimos que se da por hecho cómo somos, qué queremos, qué podemos aportar, etc. Tantas veces sentimos que se nos mira como un prototipo universal creado por intereses. Casi siempre se nos ve como madres y esposas; pero antes somos mujeres, y las hay que no necesariamente son o serán madres y esposas. Quizás cuando algo se mira como prototipo, aglutina pero no compromete. Si soy mujer, o mejor dicho, persona que puedo aportar armonía, no sólo será en la familia, también en todos los espacios sociales y eclesiales. Si soy mujer, o mejor dicho, persona con capacidad de evangelizar a mis hijos y mis nietos, también lo seré en otros espacios sociales y eclesiales. Si soy mujer, o mejor dicho, persona con creatividad y preparación para desarrollar cualquier actividad profesional para la que me preparé a nivel social, por qué no a nivel eclesial. ¿Por qué en la Iglesia parece que siempre hemos de ser tuteladas? La mujer del cántaro pidió explicaciones a Jesús. No entendía como un judío hablaba con alguien de Samaría, y más tratándose de una mujer. Jesús miró a la mujer que tenía delante, no a un estereotipo. Jesús mira siempre a la persona y le pide lo que puede dar. Jesús ni da largas, ni pasa de largo. ¿Por qué no sucede lo mismo en la Iglesia? Quizás porque la Iglesia, como institución, no cree tener necesidad de lo que la mujer puede aportar. Menos mal que a Jesús lo seguimos encontrando junto al Pozo, pidiendo lo que necesita y podemos dar, y dando de beber del agua que “convierte al que la bebe en fuente de agua que brota para la vida eterna” (Jn 4, 14). Nuestra vida espiritual está a salvo y nos fortalece para seguir insistiendo por nosotras y por las que nos sigan. La mujer va a seguir teniendo sed en la Iglesia mientras no sea considerada como persona adulta, creyente y comprometida con la expansión del Reino. Y la Iglesia seguirá teniendo sed mientras no pida a las mujeres el agua que ellas pueden dar. Cuando se escribió este evangelio, las comunidades llevaban ya muchos años de rodaje pero seguían creciendo. Los veteranos, seguramente reclamaban privilegios, porque en un ambiente de inminente final de la historia, los que se incorporaban no iban a tener la oportunidad de trabajar como lo habían hecho ellos. La parábola advierte a los cristianos que no es mérito suyo haber accedido a la fe antes, sería ridículo esperar mayor paga.
El contexto inmediato es muy interesante. Jesús acaba de decir al joven rico que venda todo lo que tiene y le siga. A continuación, Pedro se destaca y dice a Jesús: “Pues nosotros lo hemos dejado todo, ¿qué tendremos?” Jesús le promete cien veces más, pero termina con esa frase enigmática: “Hay primeros que serán últimos, y últimos que serán primeros”. A continuación viene el relato de hoy, que repite, al final, la misma frase pero invirtiendo los términos; dando a entender que la frase de marras se ha hecho realidad. Las lecturas de los tres últimos domingos han desarrollado el mismo tema, pero en una progresión de ideas interesante: el domingo 23 nos hablaba de la corrección fraterna, es decir, del perdón al hermano que ha fallado. El 24 nos habló de la necesidad de perdonar las deudas sin tener en cuenta la cantidad. Hoy nos habla de la necesidad de compartir con los demás sin límites, no con un sentido de justicia humano, sino desde el amor. Todo un proceso de aproximación al amor que Dios manifiesta a cada uno de nosotros. Hoy tenemos una mezcla de alegoría y parábola. En la alegoría, cada uno de los elementos significa otra realidad en el plano trascendente. En la parábola, es el conjunto el que nos lanza a otro nivel de realidad, a través de una quiebra en el relato. Está claro que la viña hace referencia al pueblo elegido, y que el propietario es Dios mismo. Pero también es cierto que en el relato, hay un punto de inflexión cuando dice: “Al llegar los primeros pensaron que recibirían más, pero también ellos recibieron un denario”. Desde la lógica humana, no hay ninguna razón para que el dueño de la viña trate con esa deferencia a los de última hora. Por otra parte, el propietario de la viña actúa desde el amor absoluto, cosa que solo Dios puede hacer. Lo que nos quiere decir la parábola es que una relación de ‘toma y da acá’ con Dios no tiene sentido. El trabajo en la comunidad de los seguidores de Jesús, tiene que imitar a ese Dios y ser totalmente desinteresado. Con esta parábola, Jesús no pretende dar una lección de relaciones laborales. Cualquier referencia a ese campo en la homilía de hoy no tiene sentido. Jesús habla de la manera de comportarse Dios con nosotros, que está más allá de toda justicia humana. Que nosotros seamos capaces de imitarle es otro cantar. Desde los valores de justicia que manejamos en nuestra sociedad, será imposible entender la parábola. Hoy todos trabajamos para lograr desigualdades, para tener más que el otro, estar por encima y así marcar diferencias con él. Esto es cierto, no solo respecto a cada individuo, sino también a nivel de pueblos y naciones. Incluso en el ámbito religioso se nos ha inculcado que tenemos que ser mejores que los demás para recibir un premio mayor. Ésta ha sido la falsa filosofía que ha movido la espiritualidad cristiana de todos los tiempos. La parábola trata de romper los esquemas en los que está basada la sociedad, que se mueve únicamente por el interés. Como dirigida a la comunidad, la parábola pretende unas relaciones humanas que estén más allá de todo interés egoísta de individuo o de grupo. Los Hechos de los Apóstoles nos dan la pista cuando nos dicen: “nadie consideraba suyo propio nada de lo que tenía, sino que lo poseían todo en común”. Hay una segunda parte que es tan interesante como la misma parábola. Los de primera hora se quejan del trato que reciben los de la última. Se muestra aquí la incapacidad de comprensión de la actitud del dueño. No tienen derecho a exigir, pero les sienta mal que los últimos reciban el mismo trato que ellos. El relato demuestra un conocimiento muy profundo de la psicología humana. La envidia envenena las relaciones humanas hasta tal punto, que a veces prefiero perjudicarme con tal de que el otro se perjudique más. En realidad lo que está en juego es una manera de entender a Dios completamente original. Tan desconcertante es ese Dios de Jesús, que después de veinte siglos, aún no lo hemos asimilado. Seguimos pensando en un Dios que retribuye a cada uno según sus obras (el dios del AT). Una de las trabas más fuertes que impiden nuestra vida espiritual es creer que podemos merecer la salvación. El don total y gratuito de Dios es siempre el punto de partida, no algo a conseguir gracias a nuestro esfuerzo. Podemos ir incluso más allá de la parábola. No existe retribución que valga. Dios da a todos los seres lo mismo, porque se da a sí mismo y no puede partirse. Dios nos paga antes de que trabajemos. Es una manera equivocada de hablar, decir que Dios nos concede esto o aquello. Dios está totalmente disponible a todos. Lo que tome cada uno dependerá solamente de él. Si Dios pudiera darme más y no me lo diera, no sería Dios. La salvación de Jesús no está encaminada a cambiar la actitud de Dios para con nosotros; como si antes de él, estuviésemos condenados por Dios, y después estuviésemos salvados. La salvación de Jesús consistió en manifestarnos el verdadero rostro de Dios y cómo podemos responder a su don total. Jesús no vino para hacer cambiar a Dios, sino para que nosotros cambiemos con relación a Dios, aceptando su salvación. Con estas parábolas el evangelio pretende hacer saltar por los aires la idea de un Dios que reparte sus favores según el grado de fidelidad a sus leyes, o peor aún, según su capricho. Por desgracia hemos seguido dando culto a ese dios interesado y que nos interesaba mantener. En realidad, nada tenemos que “esperar” de Dios; ya nos lo ha dado todo desde el principio. Intentemos darnos cuenta de que no hay nada que esperar. El mensaje de la parábola es evangelio, buena noticia: Dios es para todos igual: amor, don infinito. Queremos decir para todos sin excepción. Los que nos creemos buenos y cumplimos todo lo que Dios quiere, lo veremos como una injusticia; seguimos con la pretensión de aplicar a Dios nuestra manera de hacer justicia. Cómo vamos a aceptar que Dios ame a los malos igual que a nosotros. Debe cambiar nuestra religiosidad que se basa en ser buenos para que Dios nos premie o, por lo menos, para que no nos castigue. El evangelio propone cómo tiene que funcionar la comunidad (el Reino). ¿Sería posible trasladar esta manera de actuar a todas las instancias civiles? Si se pretende esa relación imponiéndola desde el poder, no tendría ningún valor salvífico. Si todos los miembros de una comunidad, sea del tipo que sea, lo asumieran voluntariamente, sería una riqueza humana increíble, aunque no partiera de un sentido de trascendencia. Meditación El amor de Dios no tiene su fundamento en mí, sino en Él. No tenemos que amar para que Dios nos ame, sino amor como Dios nos ama y porque Él ya nos ama. Para poder imitar a Dios, primero debemos conocerlo. Lo que Jesús intenta una y otra vez en el evangelio, es llevarnos al descubrimiento del verdadero Dios. Nota: De los numerosos insultos que enriquecen la lengua castellana, “cabrón” es el único tomado de la Biblia (Ezequiel). Por consiguiente, nadie debe escandalizarse de que lo use, aunque tampoco es preciso que añada: “Palabra de Dios”.
Durante el período de formación de los discípulos, tal como lo cuenta el evangelio de Mateo, Jesús parece disfrutar desconcertándolos con sus ideas sobre el matrimonio, la importancia de los niños, la riqueza. Pero el punto culminante del desconcierto lo constituye esta parábola sobre el pago por el trabajo realizado. El protagonista es un terrateniente con capacidad para contratar a gran número de obreros. No es un señorito que se dedica a disfrutar de los productos del campo. Al amanecer ya está levantado, en la plaza del pueblo, contratando por el jornal habitual de la época: un denario. Y tres veces más, a las 9 de la mañana, a las 12, incluso a las 5 de la tarde, vuelve del campo al pueblo en busca de más mano de obra. A estos no les dice cuánto les pagará. Pero les da lo mismo. Algo es algo. Hasta ahora todo va bien. Un propietario rico, preocupado por su finca, atento todo el día a que rinda el máximo. Se intuye también un aspecto más positivo y social: le preocupa el paro, el que haya gente que termine el día sin nada que llevar a su casa. Pero este personaje tan digno se comporta al final como un cabrón. Al atardecer, cuando llega el momento de pagar, ordena al administrador que no empiece por los primeros, sino por los últimos. Cuando estos, sorprendidos, reciben un denario por una sola hora de trabajo, los demás, especialmente los de las 6 de la mañana, alientan la esperanza de recibir un salario mucho más elevado. Con gran indignación de su parte, reciben lo mismo. Es lógico que protesten. ¿Por qué no empezó el propietario por los primeros, los dejó marcharse, y luego pagó a los otros sin que nadie se enterase? ¿Por qué quiso provocar la protesta? Porque sin el escándalo y la indignación no caeríamos en la cuenta de la enseñanza de la parábola. ¿Cabrón o bueno? Los jornaleros de la primera hora plantean el problema a nivel de justicia. En cambio, el terrateniente lo plantea a nivel de bondad. Él no ha cometido ninguna injusticia, ha pagado lo acordado. Si paga lo mismo a los de la última hora es por bondad, porque sabe que necesitan el denario para vivir, aunque muchos de ellos sean vagos e irresponsables. ¿Quiénes son los de las 6 de la mañana y los de las 5 de la tarde? En la comunidad de Mateo, formada por cristianos procedentes del judaísmo y del mundo pagano, predicar que Dios iba a recompensar igual a unos que a otros podía levantar ampollas. El judío se sentía superior a nivel religioso: su compromiso con Dios se remontaba a siglos antes, a Moisés; llevaba el sello de la alianza en su carne, la circuncisión; había cumplido los mandatos y decretos del Señor; no habían faltado un sábado a la sinagoga. ¿Cómo iban a pagarles lo mismo a estos paganos recién convertidos, que habían pasado gran parte de su vida sin preocuparse de Dios ni del prójimo? Usando unas palabras del profeta Daniel, ¿cómo iban a brillar en el firmamento futuro igual que ellos? En este planteamiento se comprende el reproche que les hace el propietario (Dios): vuestro problema no es la justicia sino la envidia, os molesta que yo sea bueno. Desde la época de Mateo han pasado veinte siglos; la interpretación anterior ya no resulta actual y podemos sustituirla por otra: los cristianos que han cumplido desde niños la voluntad de Dios, que no han faltado un domingo a misa, ni han tomado la píldora anticonceptiva, y se enteran de que Dios va compensar igual que a ellos a gente que sólo pisa la iglesia para entierros y bodas y que interpretan la moral de la Iglesia según les convenga. A algunos de ellos puede parecerles una gran injusticia. Dios no lo ve así, porque piensa recompensarles como se merecen. Si da lo mismo a los otros no es por justicia, sino por bondad. ¿No es de hipócritas indignarse? Si alguno se sigue indignando con la actitud de Dios, debería preguntarse si es hipócrita o tonto. En el fondo, el que se indigna es porque piensa que lleva trabajando desde las 6 de la mañana, que lo ha hecho todo bien y merece una mayor recompensa de parte de Dios. Si examina detenidamente su vida, quizá advierta que empezó a trabajar a las 11 de la mañana, y que se ha sentado a descansar en cuanto pensaba que el capataz no lo veía. A buen entendedor, pocas palabras. En cambio, el que es consciente de haber rendido poco en su vida, de no haberse comportado en muchos momentos como debiera, de haber empezado a trabajar a las 5 de la tarde, se sentirá animado con esta parábola. Las cinco de la tarde Cabe el peligro de interpretar lo anterior como “Dios es muy bueno y podemos dedicarnos a la gran vida”. La invitación a ir a trabajar a las 5 de la tarde, aunque solo sea una hora, es un toque de atención No se trata de seguir vagueando irresponsablemente. Siempre hay tiempo para echar una mano al propietario de la finca. Este es el tema de la 1ª lectura, tomada de Isaías, que usa un lenguaje mucho más severo. No habla de desocupados sino de malvados y criminales. Pero los exhorta a regresar al Señor, que “tendrá piedad” porque “es rico en perdón”. En el evangelio, con fuerte contraste, no son malvados y criminales los que van en busca de Dios; es el mismo Dios quien sale al encuentro, cuatro veces al día, de todas las personas que necesitan de su ayuda. Tanto el evangelio como Isaías coinciden en afirmar, cada uno a su estilo, que los planes y los caminos de Dios son muy distintos y más elevados que los nuestros. La parábola de este domingo es de esas que escuecen, de las que, a medida que avanza la narración, vamos descubriendo que el personaje menos amable –el que deja entrever su envidia y un concepto poco caritativo de la justicia– se parece más a nosotros de lo que nos gustaría. Aceptar que todos los obreros contratados por el propietario de la viña terminan cobrando lo mismo a pesar de que cada uno invierte diferente número de horas y, por tanto, un esfuerzo desigual, resulta difícil de digerir. Era predecible que los primeros se pusieran a protestar contra el amo: Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros que hemos aguantado el peso del día. Pocos directivos permanecerían en el puesto si tomaran medidas de este tipo. Tendrían que lidiar, sin duda, con unas cuantas denuncias y alguna que otra huelga. No están los tiempos para una generosidad que roza lo extravagante. Lo aceptable es que “a cada uno le den lo suyo” y “aquí paz y después gloria”. Mejor no meterse en innovaciones arriesgadas que solo los beneficiados de forma directa van a defender.
Este relato pone patas arriba, por un lado, el modo habitual que tenemos de aplicar la justicia, a la que no dejamos salir de los parámetros de la proporcionalidad exacta; y por otro, el perfil de las personas a las que el Señor encomienda una tarea para la que no descarta ni a los descartados –vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo–. Bendito Dios al que todo ser humano le resulta valioso y considera que tiene algo que aportar. La situación que plantea Jesús en la parábola, sorprendente y en parte irrealizable a nivel empresarial, es un buen recurso para remover nuestras conciencias y hacernos ver mejor cuáles son los cimientos de ese reino de Dios al que el propietario se parece. Porque aquí lo importante es el carácter de ese dueño que actúa de un modo tan particular y en el que conviene que nos fijemos, pues nos aporta datos interesantes para reconocer ese reino que queremos descubrir y al que el Maestro nos llama a pertenecer: Y el primer dato que nos revela su comportamiento es que llama a todos y a todos trata por igual. Lo importante no es tanto nuestro trabajo, la satisfacción personal por “nuestra obra” (que en realidad es suya), cuanto su corazón. El segundo es que cumple sus promesas; y por tanto, nunca deberíamos sentirnos defraudados por alguien que mantiene la palabra que nos ha dado. Y tercero, que precisamente da lo mismo a todos para evitar envidias, pues en el reino de Dios no existen las desigualdades sino la fraternidad universal. No se trata, por tanto, de una cuestión de salario o de propiedades para acumular según nuestros méritos, sino de poder aspirar a tener, unos y otros, la misma relación con el “patrono”, padre de todos. Y ese es el mejor premio, mucho más gratificante que cualquier salario. Pero, claro, son los últimos, los que alguna vez perdieron la dignidad (o se la arrebataron) los que están más capacitados para comprender el valor de este “contrato”. ¿Cómo no alegrarse por ello? ¿Qué más queremos? |
Ayuda al Blog que publica todos los días diferentes áreas, queremos seguir publicando
EL BLOGEl blog es uno dedicado al análisis en general de muchos puntos desde la ópica teológica. La meta es impulsar el estudio amplio y profundo de la fe y de la razón, siendo ambos elementos fundamentales de la vida. SABES QUE PUEDES HACER COMENTARIOS A LAS REFLEXIONES O ENSAYOS TEOLOGICOS QUE APARECEN EN EL BLOG, SI PUEDES INTENTALO...
Archivos
Febrero 2023
Categorias |