Si queremos entender el verdadero sentido del texto, no debemos olvidar el contexto en el evangelio de Lc. Enmarcado dentro del viaje a Jerusalén, este relato intenta determinar el perfil de aquellos que quiere seguir a Jesús. Durante esa subida, va formando a sus discípulos. Lc es el único que relata este episodio y no es casualidad que una vez más se sienta interesado en destacar la importancia de la mujer en la vida pública de Jesús. No debemos interpretar el texto como una condena de la actitud de Marta. Es solo el contrapunto para resaltar la necesidad que todo cristiano tiene de escuchar al único Maestro.
No tiene ningún sentido haber sacado de este relato, una distinción entre la vida contemplativa y la vida activa. Mucho menos si, en vez de distinción, lo que se pretende es una oposición. Tampoco aparece por ninguna parte la pretendida superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa. No es correcto el interpretar este evangelio como proclamación de dos clases de cristianos, unos que se dedican a la vida activa y otros a la contemplativa. Parece que el primero que levantó esta falsa liebre fue Orígenes, y durante 18 siglos hemos seguido corriendo detrás de un señuelo de trapo. En los primeros siglos del cristianismo se desarrolló la idea de que no se podía vivir el evangelio en medio del mundo. Surge así la idea del monacato y de la huída del mundo en el desierto. Esto no tiene nada de cristiano, porque el evangelio no invita a una separación de la vida, sino a vivirla en plenitud dentro de las situaciones normales para la mayoría. No debemos interpretar la falta de vocaciones a la vida religiosa como un desastre para la comunidad. Nuestra verdadera preocupación debía estar en que todos los que somos cristianos por el bautismo, desarrollemos de verdad esa vida cristiana como decía hoy Pablo. El domingo pasado terminaba el evangelio con esta frase: “Anda, haz tú lo mismo”. Del evangelio se deduce que no puede darse un amor a Dios directo, que no se refleje en el amor a los demás. Aplicado a tema que nos ocupa, no puede haber auténtica contemplación que no se manifieste en la acción. Tampoco puede haber una acción verdaderamente espiritual que no surja de la contemplación. Claro que puede haber acciones buenas sin contemplación, pero serán solo programaciones, que no nos enriquecen espiritualmente. Y puede haber contemplación sin acción, pero será siempre una falsa ilusión. Una vez más debemos superar la aparente contradicción del evangelio. En otro lugar dice Jesús: “el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre necio, que edificó su casa sobre arena”. Edificar sobre roca es escuchar y obrar en consecuencia. Por lo tanto, nada más lejos puede estar este relato de un espiritualismo desencarnado. Eso sí, para actuar con verdadero sentido espiritual, debemos primero escuchar a Jesús y descubrir en su vida y enseñanzas los motivos de la acción. Esto, que parece tan sencillo, es la clave para entrar en la dinámica del mensaje de Jesús. Todo lo que no sea entrar por este camino, será engañarnos. Marta, al quejarse, no tiene en cuenta lo que María está haciendo. Solo tiene en cuenta las consecuencias de esa actitud que le perjudica. Jesús no critica a Marta por estar ocupada, sino por estar preocupada e inquieta por realidades materiales, que tienen muy poca importancia. Tampoco dice que lo que hace sea malo. Fijaos, que dice: “María ha escogido la parte mejor; lo cual significa que lo que hacía Marta era también bueno. El mensaje es que toda acción verdaderamente cristiana debe nacer de la contemplación. Todos tenemos que ser a la vez, Marta y María. No es nada fácil mantener el equilibrio. En un árbol frutal, ¿qué es lo más importante, las raíces o el fruto? La pregunta es absurda. Sin las raíces es impensable el árbol. Sin los frutos, el árbol sería completamente inútil. Es muy fácil resbalar hacia una u otra dirección. En todas las épocas ha habido místicos que despreciaron el trabajo y hombres y mujeres de acción que despreciaron como inútil la contemplación. El maestro Eckhart tiene una interpretación desconcertante de este relato. Suponiendo que la primera consecuencia de una escucha de la Palabra sería el servicio y descubriendo que Marta ya está cumpliendo esa tarea, deduce que Marta adelanta a María porque ella ha escuchado y ya está cumpliendo. Viniendo esta reflexión de uno de los más grandes místicos de todos los tiempos, nada sospechoso de menospreciar la contemplación, debemos tomar muy en serio esta advertencia. La contemplación será primero, pero no es más importante. A la luz de este relato, se abre una nueva perspectiva para la mujer. María, es aceptada por Jesús como interlocutora válida. Tal vez sea el relato más subversivo de todo el evangelio. “Sentada a los pies de Jesús escuchaba su palabra”. María está allí como discípula. Esto trastoca todos los valores en que estaba fundada la sociedad de la época. Algunos dichos rabínicos nos dan una pista de lo que pensaban de la mujer: “El que enseña la Torá a una mujer, le enseña necedades”. “Mejor fuera que desapareciera en las llamas la Torá, antes de ser entregada a la mujer”. “Maldito el padre que enseña a su hija la Torá”. También la mujer tiene que desarrollar su interior, tiene que buscar el enriquecimiento como ser humano. Tiene que descubrir que la realización como ser humano es más importante que todas las tareas asignadas a la mujer. Jesús invita a las mujeres a desarrollar sus valores espirituales. La actitud de María, ayuda a Jesús a descubrir todo eso. Vio que había adquirido unos valores espirituales que a él mismo le servían de referencia. Después de esto, Jesús está en condiciones de responder a la mujer que le quiso hacer una alabanza diciendo: "Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron". Pero Jesús responde: "Dichosos más bien todos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen". No es el parir a los hijos el valor fundamental de una mujer, aunque el varón sigue empeñado en mantener esta valoración. La mujer no es una criada, a la que ni siquiera hay que pagar. Esta actitud de Jesús para con la mujer, se manifiesta también en otros muchos lugares del evangelio. El comportamiento de Jesús con la mujer está completamente libre de misoginia o antifeminismo. Ni asomo de miedo al sexo o machismo, ni siquiera paternalismo. Los evangelios nos dicen que en el grupo de seguidores había también mujeres. Los relatos de la mujer adúltera, la pecadora, la Magdalena, la Cananea, la Hemorroisa, nos indican esa preocupación constante por la mujer, que en su tiempo estaba completamente marginada. Lástima que esa actitud de Jesús haya quedado relegada al olvido en la Iglesia, que sigue manteniendo después de dos mil años, su ideología machista. El Concilio Vaticano II rechazó toda forma de discriminación por razón de sexo como contraria al plan de Dios; pero a renglón seguido nos demuestra, en la práctica, que eso no tiene vigencia en la institución. Las mujeres que se sintieron comprendidas y liberadas por Jesús, son discriminadas por sus sucesores. La opresión de las mujeres en la Iglesia es solo una manifestación externa de la represión de lo femenino en la jerarquía. Es hora de superar un patriarcado ciego, inconsciente y fanático. Si la mujer hubiera tenido algo que ver en las decisiones de la Iglesia, no se habrían cometido tantas barbaridades. No es que el cristianismo haya incrementado la marginación de la mujer, pero sí ha mantenido actitudes ancestrales que habían sido superadas por Jesús. Lo que los cristianos hemos hecho con la mujer no es solo mantener una mala costumbre; con el evangelio en la mano podemos afirmar que es una injusticia en toda regla. Contra esa injusticia no sólo tienen que luchar las mujeres, tenemos que luchar todos; y no por hacer un favor a la mujer, sino porque es un despilfarro de energías, prescindir de un plumazo de más de la mitad de sus miembros a la hora de buscar soluciones a sus problemas. Meditación-contemplación “¡Andas preocupada e inquieta por tantas cosas!” Hoy se propone un análisis personal de nuestra vida. Nadie puede dar por supuesto el difícil equilibrio. Como el volante de un automóvil, siempre tendremos que estar rectificando. ............................... No hay parte mejor o peor. Como en el frutal, raíz y fruto son igualmente importantes. En el tiempo, echar raíces (escuchar a Jesús) es lo primero. El objetivo será siempre el fruto (el servicio a todos) ........................ Intenta ser cada día más Marta y más María. Es la única manera de madurar en la vida cristiana. Cada día más enraizado en Cristo y más volcado hacia los demás.
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Hace unos días conversando con chicos y chicas muy jóvenes pero con muy buena cabeza y ganas de profundizar, derivó la cosa en la figura pintoresca del demonio.
¿No me diréis que creéis en el demonio con cuernos, rabo y pintado de rojo?, dijo de sopetón uno de ellos con cierta ironía, esperando entrar en debate sobre el personaje. Nos miraban, especialmente interesados, a los que ya peinamos canas, esperando una respuesta sin evasivas ni paños calientes. Curiosamente acababa de leer un artículo que me había dejado perpleja. Como llevaba la revista en el bolso les comenté mi interés por leerles esta nueva y sofisticada fechoría relacionada con la falta de escrúpulos y la corrupción. PAÑALES DE ADULTOS, PRECIOS ACORDADOS (*) “La Comisión Nacional de Mercados y Competencia (CNMC) acaba de imponer la segunda mayor sanción de su historia, 128,8 millones de euros, a ocho fabricantes de pañales de adultos, a su asociación empresarial y, por primera vez en la historia, a cuatro directivos responsables del acuerdo que durante al menos 14 años elevó artificialmente el precio de estos productos. La incontinencia urinaria grave es un problema que afecta a cerca de 2,5 millones de personas en España, pero el fraude que supone llegar a acuerdos para inflar el precio de estos productos no solo perjudica a los directamente afectados, sino a todos los ciudadanos, porque es el Servicio Nacional de Salud quien asume la mayor parte del coste. Llama especialmente la atención la implicación en este cártel de los colegios de farmacéuticos, que firmaron acuerdos secretos para aumentar sus márgenes de venta, y que finalmente se han librado de la sanción porque la infracción había prescrito, una vía de escape legal más que discutible y que no les libra de su responsabilidad por semejante acto en contra de los intereses de los ciudadanos. Son muchos los millones de euros de más que hemos tenido que pagar por culpa de esos acuerdos en una época donde se imponen recortes en Sanidad que podrían no ser necesarios si se hiciera una buena gestión de los recursos públicos. Pero mucho nos tememos que este caso es sola la punta del iceberg de un sistema que beneficia a unos pocos en detrimento de muchos. La CNMC vela por que se cumplan las normas de Competencia que garantizan la libre elección de los consumidores, aunque su actuación en bastantes ocasiones resulta lenta y sus sanciones poco ejemplares. OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) reclama que se le concedan más medios para que pueda actuar antes y de una forma más contundente, de manera que saltarse las reglas de Competencia salga caro”. Al finalizar la lectura una catarata de palabras, algunas mal sonantes, caldearon el ambiente: ¡Impresentables!, ¡Corruptos”, “Enfermos de ambición”, “…Y se van de rositas, no hay derecho”, ¡Como pueden hacer eso con la gente mayor”… las malsonantes las dejo a la imaginación del lector. Hubo algunas miradas interrogantes, como si lo leído no tuviera nada que ver con la pregunta del joven. Así que había que implicarse: No creo en ese ser maligno con cuernos, rabo y pintado de rojo al que llamamos demonio… demasiado fácil; sería como un viaje por la literatura más que por la vida real. Creo en el Mal, con mayúsculas. Y todos sabemos lo que es porque muchas veces hemos tenido que elegir camino y actitudes que nos deslizan hacia esa fuerza que provoca sufrimiento, violencia, etc. Sabemos de qué hablamos. Creo en la sofisticación y creatividad del Mal que se mueve sibilinamente por los más recónditos entresijos del ser humano, que infecta la vida del mundo. Creo en el Mal organizado. En el artículo, la autora, denomina cártel, palabra archiconocida y relaciona con los narcotraficantes. Creo en la banalidad del Mal, como definió la filósofa Hanna Arendt, refiriéndose a las atrocidades de los mandos intermedios nazis que eximían su responsabilidad en las crueldades cometidas, por el simple hecho de obedecer órdenes. Creo que el Mal se va inyectando cuando empieza en lo poco y no hay justicia que lo pare a tiempo; y va dejando a la intemperie personas, pueblos, sociedades, estados… arrinconando y expulsando del sistema a los más débiles, cada vez en mayor número. Hubo mucha pasión en lo que siguió, también indignación y, por último, unanimidad en la conclusión: las cosas no pueden seguir como están. Hemos de aprender a detectar los efectos del Mal en las muertes violentas, los asesinatos, las violaciones, las persecuciones, las guerras, etc., pero también en las que parece que no atañen o que no entendemos. Hay que ir al meollo de tantas situaciones que están relacionadas con la economía, con la política global, con la ingeniería financiera, con la corrupción en los órganos de poder, en las grandes empresas, etc. Como el ejemplo tratado en el artículo. Pequeños detalles que dejamos pasar de largo porque no parece que tengan relación con el Mal en el mundo. Planteé al grupo, para que cada cual rumie por su cuenta, la siguiente pregunta: ¿Qué estamos entendiendo cuando, en la oración del Padrenuestro, decimos como broche final: “…Y líbranos del mal. Amén”? ¡Sálvanos Señor, porque ya no hay gente buena,
Ha desaparecido la lealtad entre los hombres! No hacen más que mentirse unos a otros, Hablan con labios engañosos y doblez de corazón. (Salmo 11, 2-3) Podríamos decir, frente a estos versículos del salmo, lo mismo que el autor del Eclesiastés, "No hay nada nuevo bajo el sol", no hemos cambiado demasiado, seguimos siendo desleales unos con otros, la mentira está a la orden del día. Decimos una cosa y hacemos otra. La política lleva la delantera pero la misma está avalada por una ciudadanía ávida de consumismo que se olvida del bien común. Cada cual protege su propia "parcela" aunque esto signifique profundizar las injusticias que podemos ver a lo largo y a lo ancho del mundo. Somos incapaces de cuidarnos mutuamente, cerramos nuestras puertas al hermano por miedo, por egoísmo, por avaricia. Valen más nuestras pobres posesiones materiales que el bienestar y la vida de tantos. Muchos dirán que hemos avanzado enormemente en las últimas décadas, sacando a millones de la pobreza. Y en cierto modo es verdad, pero si aceptamos que estamos viviendo un tiempo de posibilidades nunca antes visto, los resultados son pobres. Hoy estamos en condiciones de dar de comer a toda la población mundial, y sin embargo hay muchos que tienen hambre. Tenemos millones de desplazados que no encuentran un lugar donde vivir. Se cierran las fronteras y hay muchas personas que viven como ilegales en las naciones más ricas y desarrolladas o en campos de refugiados donde se sobrevive en condiciones infrahumanas. Nos hemos convertido en una sociedad de consumo cuyo único incentivo es el tener. Lograr el desarrollo armónico de nuestras comunidades no parece estar en el radar de nuestra felicidad. Convivimos con la inequidad y la miseria como algo natural. Nos hemos desconectado de nuestra propia naturaleza humana y de la Creación en general. Sacrificamos en el altar del consumo el futuro de nuestros propios hijos y del planeta todo. Muchos cristianos, y hablo de nosotros porque es lo que conozco, vivimos la vida por carriles paralelos que raramente se entrecruzan. Para este domingo el Evangelio nos propone la lectura del Buen Samaritano. En esto todavía estamos como el maestro de la ley, seguimos sin saber quién es nuestro prójimo, o mejor dicho lo sabemos perfectamente, pero nos hacemos los distraídos. El Evangelio con su simpleza es de una enorme claridad. No hay nada que agregar y la respuesta de Jesús es hoy de una vigencia increíble. Parece que en esto tampoco hemos cambiado demasiado. Jesús, que era un gran maestro, engloba en su respuesta varios problemas a la vez. La indiferencia del sacerdote y del levita, ambos relacionados con el culto y el templo, frente a la misericordia del extranjero nos debería de decir muchísimo hoy a nosotros. ¿Será posible que sigamos justificando el sufrimiento de tantos con argumentos económicos, políticos, religiosos? No podemos decirnos cristianos y vivir en la indiferencia frente al hermano necesitado. No podemos seguir dejando que el miedo nos divida, nos enfrente, ni que la codicia nos anestesie frente a las necesidades de los más débiles. Nuestros carriles tienen que juntarse. Vivir el Evangelio es algo concreto, difícil, que nos obliga a mirar al prójimo como miraba Jesús. Y este prójimo no es el que nos queda cómodo, sino que es el que la vida nos pone por delante. Es alguien concreto que se encuentra tirado al costado del camino. Es quien me interpela haciendo que yo me pregunte si mi forma de vida no es en parte responsable por las injusticias, y la degradación de la naturaleza. Hoy podríamos repetir con el apóstol Santiago: "Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras te mostraré mi fe" (Sant 2, 18b). Decir que amamos a Dios mientras le damos la espalda al hermano es una hipocresía. Al igual que el Samaritano, silenciosamente, nuestra vida tiene que ponerse al servicio del Reino, y entonces sí, sin necesidad de proclamarlo, mostraremos al mundo nuestro amor a Dios. “Id y proclamad que el reino de Dios está cerca. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”. (Mt 10,7-15)
“Dar gratis lo que gratis hemos recibido”. Y como todo lo hemos recibido gratis, gratis lo tendremos que dar. No es fácil entender: Que Dios todo nos lo da gratis. Que Dios no nos cobra ni su amor ni su salvación. Que Dios no cobra nada, y que es suficiente pedirle. Acostumbrados a “comprarlo todo”, hasta el agua, no resulta fácil a nuestra mentalidad entender la gratuidad. Y a Dios no podremos entenderle si no entendemos la gratuidad. El amor que “se vende” no es amor. Se hace “mercancía”. La amistad que “se vende” no es amistad. Se hace “mercancía”. El cariño que “se vende” no es cariño. Se hace “mercancía”. La generosidad “que se vende” ya no es generosidad. Se hace “mercancía”. El perdón que “se vende” ya no es perdón. Se hace “mercancía”. La reconciliación que “se vende” no es reconciliación. Se hace “mercancía”. El Evangelio que “se vende” ya no es Evangelio. Se hace mercancía. Y Dios no es mercancía, por eso no está en venta. El Reino de Dios no es mercancía, por eso no está en venta. Dios es don gratuito. El Reino de Dios no es mercancía, por eso no está en venta. Se anuncia y se ofrece. La gracia de Dios no es mercancía, por eso no está en venta. El Bautismo no es mercancía, por eso no está en venta. La vida sería otra cosa si, en vez de “mercado” la convirtiésemos en gratuidad. La vida sería otra cosa si, los servicios que prestamos fuesen gratuitos y no vendidos. La vida sería otra cosa si, supiésemos sonreír al que nos pone cara de tranca. La vida sería otra cosa si, supiésemos dar la mano al que nos ha negado la suya. La vida sería otra cosa si, supiésemos saludar al que tuerce la cara para no vernos. La vida sería otra cosa si, supiésemos acompañar al que cree no nos necesita. ¿Alguien se imagina un mundo en el que el “pan fuese gratuito”? ¿Alguien se imagina un mundo en el que el “el pescado y la carne fuesen gratuitos? ¿Alguien se imagina un mundo en el que “las medicinas” fuesen gratuitas? Sí, ya sé que hoy por hoy todo esto es un sueño. Y sin embargo, Dios todo nos lo da gratuitamente. Entonces ¿por qué lo que hemos recibido gratis, no lo damos gratis? Sí, ya sé que la gratuidad no hace ricos ni es tan rentable como el “vender y comprar”. Pero también sé que con la gratuidad: El hombre sería hombre y no “consumidor”. El hombre sería persona y no “productor”. El hombre sería persona y no “comprador”. Como este es el mundo que nosotros hemos construido, estamos contentos con él. ¿Le preguntamos a Dios si no preferirá que lo volvamos a hacer? “La paciencia lo es todo”, dice el Panchatandra, esa gran recopilación de fábulas e historias moralizadoras sobre la realidad hindú que nos transporta de lo real a lo fantástico continuamente. Cuando leí esta aseveración tan rotunda, no le di mucha importancia. Pero con el tiempo, voy descubriendo la gran verdad que atesora. Ahora suelo unirla al estribillo teresiano “Sólo Dios basta”: La paciencia lo es todo, solo Dios basta, que procuro interiorizarlo con fe en los pliegues más impacientes de mi persona.
Es fácil quedarnos con que la paciencia es una virtud que lleva a aguantar cualquier adversidad de manera pasiva, sin apenas decir nada, cuando en realidad constituye un atributo que exige poner en acción nuestros mejores recursos emocionales. Pero tampoco se queda solo en el logro de la serenidad frente a la actitud impulsiva. Si bien la paciencia implica mantener la serenidad durante los malos tiempos, o ante las ofensas, para un cristiano es mucho más que esto, aunque sea importante. La vida que dediquemos a cultivar la paciencia, es tiempo de siembra interior para ser en lo posible dueño de uno mismo; al fin y al cabo, mucho de lo que nos ocurra dependerá de la forma como actuemos ante los acontecimientos. Pero hay algo más, como decía, que esa actitud de sana paciencia que nos ayuda ante cualquier problema para lograr que los sinsabores sean más manejables, duren menos y sus consecuencias sean más controlables. Ese plus es lo que me ha hecho reflexionar el sacerdote Tomás Halík, en el prólogo de su estupendo libro, Paciencia con Dios (Herder). Él se refiere a las tres formas de paciencia, profundamente interconectadas, frente a la sensación de ausencia de Dios: se llaman fe, esperanza y caridad. Y llega a señalar que la paciencia es la principal diferencia entre la fe y el ateísmo, en los momentos en que Dios parece estar lejos u oculto. Y lo mismo dice de la esperanza, como otra expresión de la maduración de la paciencia; y del amor, porque un amor sin paciencia no es auténtico amor. El nexo de todo ello está en la confianza y la fidelidad, los dos potentes motores cuyo combustible es la paciencia. Por tanto, para Halík, las tres virtudes teologales son tres formas de asumir el ocultamiento de Dios, que a la postre es un camino muy diferente al del ateísmo y la credulidad superficial. Lo que les pasa a los ateos es que no tienen paciencia ante su verdad incompleta. Pero de igual forma, la fe de los creyentes inmaduros, es de algún modo también incompleta por no asumir la propia naturaleza de nuestra condición de peregrinos hacia la Tierra Prometida; algo que lejos de decepcionarnos con impaciencia frustrante, nos debe servir como reflexión para la maduración de las virtudes teologales y como antídoto a la soberbia excluyente, acusadora y nada paciente tampoco con las debilidades del prójimo. Paciencia como sanación del equilibrio interior pero también como el alimento que nos ayude a experimentar las gracias recibidas en forma de virtudes teologales. Paciencia con Dios, con el hermano siempre, y sobre todo empezando con ejercitar la paciencia con uno mismo: La paciencia activa lo es todo, solo Dios basta. El pasado mes de mayo se produjo en el Vaticano un encuentro histórico entre el gran imán de la Universidad de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayeb, máxima autoridad del islam suní, y el papa Francisco. Con un abrazo se reanudaba el diálogo que se interrumpió en 2011, a raíz de unas declaraciones de Benedicto XVI tras un atentado en la catedral copta de Alejandría. Entonces, el Papa alemán habló sobre la responsabilidad de las autoridades locales en la defensa de los cristianos, lo que desde la Universidad de Al Azhar se consideró una "interferencia occidental indebida". El discurso de Benedicto XVI en la universidad de Ratisbona también contribuyó a dificultar el diálogo y el acercamiento entre las dos religiones.
Pero cinco años después de los hechos de Alejandría, la presencia en el Vaticano del gran imán, acompañado de una importante delegación, demuestra que el diálogo se ha reanudado. El gran imán fue recibido y acompañado por el cardenal Jean-Louis Touran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, y Mons. Miguel Ángel Ayuso, secretario de este dicasterio. Fue precisamente este último quien preparó el encuentro de los dos altos representantes en el Vaticano en una visita que hizo a Al-Azhar, donde fue recibido por el brazo derecho de Ahmad Al-Tayeb. Esto demuestra que el diálogo no es fácil. El obispo de Roma ya había expresado el deseo de tener este encuentro. Lo hizo el pasado febrero ante los periodistas que le acompañaban en el avión papal de Ciudad Juárez (México) a Roma. Como dijo el Papa al saludar al gran imán, citando una sentencia repetida en las facultades de comunicación, "el encuentro mismo es el mensaje". El Papa y el gran imán pusieron en relieve el gran significado que tenía este encuentro en el marco del diálogo entre la Iglesia católica y el islam. Hablaron principalmente "del compromiso común de las autoridades y de los fieles de las grandes religiones con la paz en el mundo, del rechazo de la violencia y el terrorismo, así como de la situación y protección de los cristianos en el contexto de los conflictos y las tensiones en el Oriente próximo", como destacaba el comunicado vaticano. No hay duda de que este encuentro ha sido importantísimo para reanudar el diálogo entre cristianos y musulmanes y para trabajar por la distensión y la paz en el mundo. Algunas personas han pedido que el próximo Sínodo de los obispos pudiese tratar el problema de la paz y que las grandes religiones se pudieran implicar en este tema. Sería hermoso que así fuese. Quiero dejar constancia de mi visita, junto con el obispo auxiliar al Centro Cultural Islámico Catalán (CCIC), en el barrio del Clot, y la cordial acogida de la que fuimos objeto. Encuentro semejante en cordialidad y hospitalidad al del Santo Padre con la máxima autoridad del islam suní, Ahmad Muhammad Al-Tayyib. Nos acompañó un buen conocedor y amigo de la religión islámica que aquellos días estaba en Barcelona, Mons. Michael L. Fitzgerald, ex nuncio en Egipto, miembro de los Padres Blancos y colaborador del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. La amable hospitalidad con que fuimos recibidos nos confirmó en el propósito compartido de mantener unas buenas relaciones, también aquí, entre las dos religiones. ¡Que Dios os bendiga a todos! Pedir o no pedir… Seguro que todo creyente se ha planteado esa disyuntiva en algún momento. Por un lado, ¿para qué pedir a Dios si Él sabe con certeza lo que precisamos? San Pablo ya nos advirtió que nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene (Rm 8,26) ¿No es mejor dejarle actuar sin más? Pero, por otro lado, nos asalta la duda. ¿Cómo no pedir a quien es Todopoderoso? ¿No es todo posible para Dios (Mc 10,27)? ¿A quién acudir en caso de necesidad sino a Él? Y sobre todo, ¿qué pedir?
Jesús nos ofrece varias claves para aprender a hacer peticiones. Porque igual que desde niños nos enseñan a dar las gracias, debemos estar igualmente dispuestos a que nos instruyan en el arte de “la demanda”. ¿Y quién mejor que el Maestro? En esta primera parte del capítulo 11 de Lucas que leemos el domingo 24 de julio, el Señor nos da algunas pistas: - Jesús vincula la petición a un contexto de oración y amistad. Por tanto, a un lugar de diálogo y encuentro con el Padre. Cuando hay confianza es más fácil pedir, porque si las dos partes se entienden y se conocen, todo fluye con naturalidad. Con el ejemplo del amigo importuno lo deja claro. A un desconocido difícilmente se le abre la puerta a medianoche. - La petición es insistente. Un modo de mostrar el valor de lo que se pide. Por cosas pequeñas no merece la pena molestar a los demás, pero cuando nos va la vida en ello se hace lo que sea: gritar, golpear la puerta, suplicar, volver una y otra vez… La obstinación da la medida de nuestra convicción sobre la importancia de lo que queremos. - El Señor, para no perdernos, nos ofrece una oración plagada de peticiones. Nos deja claro, desde la perspectiva de Dios, lo que es realmente vital para el hombre: la llegada del Reino, donde los cojos andan y los ciegos recobran la vista; el alimento de cada día; el perdón de nuestro pecado que causa heridas irreparables; que todos estemos unidos en el Padre, el Único que ordena todas las cosas; que nos fortalezca para no caer en las tentaciones que nos conducen a alejarnos de Él y de los demás. Y que entendamos que cada petición conlleva implícitamente un compromiso: ¿Cómo pedir el perdón si luego no perdonamos? ¿Cómo reclamar alimento, sanación, fortaleza… solo para mí, si todos somos sus hijos y el bien de cada uno repercute en el de todos? Por eso, como decía el cantautor argentino León Gieco en su canción: “solo le pido a Dios…, que el dolor no me sea indiferente; que la reseca muerte no me encuentre vacío y solo sin haber hecho lo suficiente”. Ahora bien, si alguna vez queremos pedir una sola cosa o resumir en una todas las demás, lo mejor es decir: “solo le pido a Dios que se haga su voluntad”, pues nunca encontraremos ninguna mejor que la suya. El Padrenuestro es mucho más que una oración de petición. Es un resumen de las relaciones de un ser humano con el absoluto, consigo mismo y con los demás. Es muy probable que el núcleo de esta oración se remonte al mismo Jesús, lo cual nos pone en contacto directo con su manera de entender a Dios. El Padrenuestro nos trasmite, en el lenguaje religioso de la época, toda la novedad de la experiencia de Jesús. La base de ese mensaje fue una vivencia única de Dios como “Abba”, y la experiencia de ser Hijo.
Esto no quiere decir que Jesús se sacó el Padrenuestro de la manga. Todas y cada una de las expresiones que encontramos en él, se encuentran también en el AT. No es probable que lo haya redactado Jesús tal como nos ha llegado, pero está claro que tiene una profunda inspiración judía. Tanto Jesús como los primeros cristianos eran judíos sin fisuras. No nos debe extrañar que la experiencia de Jesús se exprese o se interprete desde la milenaria religión judía. Esto no anula la originalidad de la nueva visión de Dios y de la religión. La originalidad no está en la letra sino en la nueva relación del hombre con Dios que destila. Entendido literalmente, el Padrenuestro no tiene sentido. Ni Dios es padre en sentido literal; ni está en ningún lugar; ni podemos santificar su nombre, porque no lo tiene; ni tiene que venir su Reino de ninguna parte, porque está siempre en todos y en todo; Ni su voluntad tiene que cumplirse, porque no tiene voluntad alguna. Ni tiene nada que perdonar, mucho menos, puede tomar ejemplo de nosotros para hacerlo; ni podemos imaginar que sea Él el que nos induzca a pecar; ni puede librarnos del mal, porque eso depende solo de nosotros. Es imposible abarcar todo el padrenuestro en una homilía. Cuentan de Sta. Teresa, que al ponerse a rezar el padrenuestro, era incapaz de pasar de la primera palabra. En cuanto decía “Padre” caía en éxtasis... ¡Qué maravilla! Efectivamente, esa palabra es la clave para adentrarnos en lo que Jesús vivió de Dios. Comentar esa sola palabra nos podía llevar varias horas de meditación. De todas formas, vamos a repasarlo todo brevemente, el de Lc. Padre. En el AT se llama innumerables veces a Dios padre, sin embargo, el “Abba” es la piedra angular de todo el evangelio. En los evangelios se pone una sola vez en labios de Jesús, pero lo hace con tal rotundidad, que se ha convertido en clave de su mensaje. Es la fuente inagotable de sus vivencias. El llamar a Dios Papá supone sentirse niño pequeño, que ni siquiera sabe lo que debe pedir. Esta actitud es muy distinta de la nuestra, que nos comportamos como personas mayores, que podemos decir a Dios lo que nos debe dar en cada momento. La aparente oración debe convertirse en confianza absoluta en aquel que sabe mejor que yo mismo lo que necesito y está siempre dándomelo. Dios es Padre en el sentido de origen y fundamento de nuestro ser, no en el sentido de dependencia biológica. Queremos decir mucho más de lo que esas palabras significan, pero no tenemos el concepto adecuado; por eso tenemos que intentar ir más allá de las palabras. Procedemos de Él sin perder nunca esa dependencia, que no limita mis posibilidades de ser, sino que las fundamenta absolutamente. El padre natural, da en un momento determinado la vida biológica. Dios nos está dando constantemente todo lo que somos y tenemos. Hay que eliminar de Dios la idea del padre dominador y represor, que ha veces le hemos atribuido y que nos ha llevado a proyectar sobre Él los complejos que con frecuencia sufrimos con relación al padre natural. No podemos proyectar sobre Dios la idea negativa de padre que aplicamos al padre biológico. Por eso decimos hoy que Dios es también Madre.No se trata de un superficial progresismo. Se trata de superar la literalidad de las palabras y de tomar conciencia de que Dios es más de lo que podemos decir y pensar de Él. Uniendo el concepto de padre y el de madre, superamos la dificultad de dejar cojo el concepto de Dios, pero además nos obligamos a ampliar el abanico de los atributos que le podemos aplicar. No hay padre ni madre si no hay hijo; y no puede haber hijo si no hay padre y madre. Para la cultura semita, Padre era, sobre todo, el modelo a imitar por el hijo. Este es el verdadero sentido que da Jesús a su advocación de Dios como Padre. “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”. Cuando Jesús dice que no llaméis a nadie padre, quiere decir que el único modelo a imitar por el seguidor de Jesús, es únicamente el mismo Dios. Si todos somos hijos, todos somos hermanos y debemos comportarnos como tales. Ser hermano supone el sentimiento de pertenencia a una familia y de compartir todo lo que se tiene y lo que se es. Santificado sea tu nombre. Ya sabéis que aquí “nombre” significa persona, ser. En el AT se manifiesta en numerosas ocasiones, que la tarea fundamental del buen judío era dar gloria a dios; pero esa gloria a dios sería el hacer obras dignas de ese Dios. Nada ni nadie puede añadir algo a Dios. Está siempre colmado su ser y no se puede añadir ni una gota más. Lo que quiere decir es que nosotros debemos descubrir esa presencia en nosotros y en los demás. Debemos vivir esa realidad y debemos darla a conocer a los demás tal como es a través de nuestra propia existencia. Santificamos su nombre cuando somos lo que tenemos que ser, respondiendo a las exigencias más profundas de nuestra naturaleza. Venga tu reino. El Reino es la idea central del mensaje evangélico. Pero el mismo Jesús nos dijo que no tiene que venir de ninguna parte ni está aquí ni está allí, está dentro de vosotros.Nuestra tarea consiste en descubrirlo y manifestarlo en la vida con nuestras obras. Debemos contribuir a que ese proyecto de Dios, que es el Reino, se lleve a cabo en nuestro mundo de hoy. Todo lo que tiene que hacer Dios para que su Reino llegue, ya está hecho. Al expresar este deseo, nos comprometemos a luchar para que se haga patente. Danos cada día nuestro pan de mañana.Encontramos aquí una clara alusión al maná, que había que recogerlo cada mañana. Dios no puede dejar de darnos todo lo que necesitamos para ser nosotros mismos. Sería ridículo un dios que se preocupara de dar solo al que le pide y se olvidara del que no le pide nada. No se trata solo del pan o del alimento en general, sino de todo lo que el ser humano necesita, tanto lo necesario material como lo espiritual. Jesús dijo: “Yo soy el pan de Vida”. Al pedir que nos dé el pan de mañana, estamos manifestando la confianza en un futuro que se puede adelantar. Perdónanos, porque también nosotros perdonamos. En la biblia hay unas referencias a que Dios solo perdona cuando nosotros hemos perdonado. Sería ridículo (Abrahán en la primera lectura) que nosotros pudiéramos ser ejemplo de perdón para Dios. Más bien deberíamos aprender de Él a perdonar. Dios no perdona, en Él los verbos no se conjugan, porque no tiene tiempos ni modos. Dios es perdón.El descubrir que Dios me sigue amando sin merecerlo es la clave de toda relación con Él y con los demás.Si perdonamos es señal de que hemos descubierto y aceptado el perdón (amor) de Dios. No nos dejes ceder en tentación. También esta formulación es complicada. Y también encontramos en el AT muchos pasajes en los que se pide a Dios que no lleve la tentación a los que rezan. Se creía efectivamente, que Dios podía empujar a un hombre a pecar. De ahí que tanto el griego como el latín apuntan a que “no nos induzca a pecar” el mismo Dios, lo cual no tiene para nosotros ni pies ni cabeza. Los intentos que se hacen al traducirlo no terminan de aclarar los conceptos. Pensar que Dios puede dejarnos caer o puede hacer que no caigamos es ridículo. La única manera de no caer es precisamente la oración, es decir, la toma de conciencia, (conocimiento) de lo que verdaderamente soy y lo que es Dios para mí. Meditación-contemplación Dios es Abba. Como Padre, es fundamento de todo lo que yo soy. De mi ser material y de mi ser espiritual. Mi existencia depende totalmente de Él en todo momento. ........................... Como Padre es el único modelo al que debo imitar. Mi plenitud consiste en imitarle. Cuando sea capaz de experimentar que yo y el Padre somos uno, Habrá terminado mi camino de perfección. ............................. Como padre de todos, todos participamos de lo que Él es. Somos todos mucho más que hermanos. Somos idénticos. Somos una sola cosa en Él. Éste es el fundamento del amor que nos pide Jesús. Un tema típico del evangelio de Lucas es la oración, porque él escribe para cristianos procedentes del paganismo, que no están habituados a rezar. Hay que descubrirles ese mundo, y Lucas lo hace de la forma más sencilla y convincente: proponiendo modelos.
Un regateo inútil (Génesis 18, 20-32) La primera lectura ofrece un tipo de oración muy curioso: la intercesión a través del regateo. Los occidentales hemos perdido esta costumbre, esencial en el mundo semítico. Nada se compra al primer precio. Hay que ir bajándolo, regateando, hasta que se consigue el que uno considera adecuado. En cualquier caso, aunque el comprador termine contento, siempre sale perdiendo. Eso es lo que le ocurrirá a Abrahán: su regateo no le sirve de nada; Sodoma y Gomorra desaparecen irremisiblemente porque no se encuentran en ella ni siquiera diez personas inocentes. En realidad, el mensaje fundamental de este episodio no es la oración de intercesión sino la dificultad de compaginar las desgracias que ocurren en el mundo con la justicia y la bondad de Dios. En una religión monoteísta, como la de Israel, el problema del mal y de la justicia divina se vuelve especialmente agudo. No se le puede echar la culpa a ningún dios malo, o a un dios secundario. Todo, la vida y la muerte, la bendición y la maldición, dependen directamente del Señor. Cuando ocurre una desgracia terrible, como la conquista de Jerusalén y la deportación, ¿dónde queda la justicia divina? El autor de este pasaje del Génesis lo tiene claro: la culpa no es de Dios, que está dispuesto a perdonar a todos si encuentra un número mínimo de inocentes. La culpa es de la ausencia total de inocentes. El lector moderno no está de acuerdo con esta mentalidad. Tiene otros recursos para evitar el problema. El más frecuente, no pensar en él. Si piensa, decide que Dios no es el responsable de invasiones, destrucciones y deportaciones. De eso nos encargamos los hombres, que sabemos hacerlo muy bien. Con este planteamiento salvamos la bondad y la justicia divina. Los antiguos teólogos judíos veían la acción de Dios de forma más misteriosa y profunda. No eran tan tontos como a veces pensamos. * * * El evangelio recoge dos cuestiones muy distintas: la oración típica del cristiano, el Padrenuestro, y la importancia de ser insistentes y pesados en nuestra oración, hasta conseguir que Dios se harte y nos conceda… ¿Qué nos concederá Dios? Demasiada materia para un solo domingo. Comentaré los dos temas por separado. El Padrenuestro: aprendiendo a rezar (Lucas 11, 1-4) Advertencia sobre la traducción litúrgica En la versión del Padrenuestro que ofrece Lucas faltan dos peticiones que conocemos por Mateo: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, y “líbranos del mal”. La liturgia traduce “nuestro pan del mañana”; debería traducir, como en la misa, “nuestro pan de cada día”, ya que la fórmula griega es la misma en Mateo y Lucas. Pero existe una discusión muy antigua sobre si las palabras de Jesús se refieren al alimento cotidiano o a la eucaristía. La liturgia se ha inclinado en este caso por la interpretación eucarística. Breve comentario al Padre nuestro El “Padre nuestro” es la síntesis de todo lo que Jesús vivió y sintió a propósito de Dios, del mundo y de sus discípulos. En torno a estos temas giran las peticiones (sean siete como en Mateo o cinco como en Lucas). Frente a un mundo que prescinde de Dios, lo ignora o incluso lo ofende, Jesús propone como primera petición, como ideal supremo del discípulo, el deseo de la gloria de Dios: “santificado sea tu Nombre”; dicho con palabras más claras: “proclámese que Tú eres santo”. Es la vuelta a la experiencia originaria de Isaías en el momento de su vocación, cuando escucha a los serafines proclamar: “Santo, santo, santo, el Señor, Dios del universo” (Is 6). La primera petición se orienta en esa línea profética que sitúa a Dios por encima de todo, exalta su majestad y desea que se proclame su gloria. Ante un mundo donde con frecuencia predominan el odio, la violencia, la crueldad, que a menudo nos desencanta con sus injusticias, Jesús pide que se instaure el Reinado de Dios, el Reino de la justicia, el amor y la paz. Recoge en esta petición el tema clave de su mensaje (“está cerca el Reinado de Dios”), en el que tantos contemporáneos concentraban la suma felicidad y todas sus esperanzas. Como tercer centro de interés aparece la comunidad. Ese pequeño grupo de seguidores de Jesús, que necesita día tras día el pan, el perdón, la ayuda de Dios para mantenerse firme. Peticiones que podemos hacer con sentido individual, pero que están concebidas por Jesús de forma comunitaria, y así es como adquieren toda su riqueza. Cuando uno imagina a ese pequeño grupo en torno a Jesús recorriendo zonas poco pobladas y pobres, comprende sin dificultad esa petición al Padre de que le dé “el pan nuestro de cada día”. Cuando se recuerdan los fallos de los discípulos, su incapacidad de comprender a Jesús, sus envidias y recelos, adquiere todo sentido la petición: “perdona nuestras ofensas”. Y pensando en ese grupo que debió soportar el gran escándalo de la muerte y el rechazo del Mesías, la oposición de las autoridades religiosas, se entiende que pida “no caer en la tentación”. El Padre nuestro nos enseña que la oración cristiana debe ser: Amplia, porque no podemos limitarnos a nuestros problemas; el primer centro de interés debe ser el triunfo de Dios; Profunda, porque al presentar nuestros problemas no podemos quedarnos en lo superficial y urgente: el pan es importante, pero también el perdón, la fuerza para vivir cristianamente, el vernos libres de toda esclavitud. Íntima, en un ambiente confiado y filial, ya que nos dirigimos a Dios como “Padre”. En disposición de perdón. El ejemplo del amigo inoportuno (Lucas 11,5-13) En las casas del tiempo de Jesús los niños no duermen en su habitación. De la entrada de la casa a la cocina no se va por un pasillo. No existe luz eléctrica ni linterna. Un solo espacio sirve de todo: cocina y comedor durante el día, dormitorio por la noche. Moverse en la oscuridad supone correr el riesgo de pisar a más de uno y tener que soportar sus quejas y maldiciones. El “amigo” trae a la memoria un simpático proverbio bíblico: “El que saluda al vecino a voces y de madrugada es como si lo maldijera”. Este amigo no saluda, pide. Y consigue lo que quiere. Este individuo merecería que le dirigiesen toda la rica gama de improperios que reserva la lengua castellana para personas como él. Sin embargo, Jesús lo pone como modelo. Igual que más tarde, también en el evangelio de Lucas, pondrá como modelo a una viuda que insiste para que un juez inicuo le haga justicia. La bondad paternal de Dios y un regalo inesperado En realidad, no haría falta ser tan insistentes, porque Dios, como padre, está siempre dispuesto a dar cosas buenas a sus hijos. Aquí introduce Lucas un detalle esencial. Las palabras tan conocidas “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá…” se prestan a ser mal entendidas. Como si Dios estuviera dispuesto a dar cualquier cosa que se le pida: desde un puesto de trabajo hasta la salud, pasando por aprobar un examen. Esta interpretación ha provocada muchas crisis de fe y la conciencia diluida de que la oración no sirve para nada. El evangelio de Mateo, que recoge las mismas palabras, termina diciendo que Dios “dará cosas buenas a los que se las pidan”. La oración de Jesús en el huerto de los olivos demuestra que Dios tiene una idea muy distinta de nosotros, incluso de Jesús, de lo que es bueno y lo que más nos conviene. A Lucas esas palabras le resultan poco claras y ofrece una versión distinta: “vuestro Padre celestial dará Espíritu Santo a los que se lo piden”. Para Lucas, tanto en el evangelio como en el libro de los Hechos, el Espíritu Santo es el gran motor de la vida de la iglesia. En medio de las dificultades, incluso en los momentos más duros de la vida, la oración insistente conseguirá que Dios nos dé la fuerza, la luz y la alegría de su Espíritu. Jesús y sus contemporáneos eran judíos
Esta afirmación que hoy nos parece una obviedad, no siempre ha sido lugar común entre los cristianos; durante muchos siglos se ha separado la figura de Jesús y el Judaísmo. Los estudios actuales, sobre todo desde la crítica histórica, nos muestran a un Jesús judío que no reniega ni de su religión ni de sus orígenes. Os aseguro que mientras duren el cielo y la tierra, ni una letra, ni una coma de la Ley (la Torá) dejará de realizarse. (Mt 5,18). Sus padres primero y él después cumplirán escrupulosamente las prescripciones de la Torá: circuncisión, presentación en el Templo de los primogénitos, guarda del sábado (shabat), peregrinaciones a Jerusalén, asistencia a la sinagoga, prescripciones alimenticias, etc. Incluso las discusiones sobre el sábado, en realidad son disputas de cómo se debe interpretar el descanso sabático, en un contexto intrajudío. Si a uno de vosotros se le cae en un hoyo, en día de sábado, la única oveja que tiene, ¿no le echa mano y la saca? Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por lo tanto, es lícito hacer bien en día de sábado (Mt 12,11-12). Esta afirmación se puede hacer extensiva a la totalidad de seguidores de Jesús y prácticamente a la totalidad de escritores del Nuevo Testamento. Judaísmo y Cristianismo primitivo Durante mucho tiempo el Movimiento de Jesús, después conocido como Cristianismo, no es más que una variante, una secta judía. Ninguno de los primeros seguidores de Jesús tiene conciencia, y menos intención, de cambiar de religión. (Pablo): «Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero he sido educado en esta misma ciudad, a los pies de Gamaliel, he sido instruido en el exacto cumplimiento de la ley patria y he estado lleno de celo por la causa de Dios, como lo sois todos vosotros hoy. Perseguí a muerte este Camino, apresé y encarcelé hombres y mujeres, como puede certificármelo el sumo sacerdote y todo el colegio de ancianos, con cuyas cartas para los hermanos fui a Damasco, con el propósito de conducir a los de allí presos a Jerusalén, para que fueran castigados. Pero me sucedió que, mientras iba de camino y me acercaba a Damasco, a eso del mediodía, súbitamente me rodeó una gran luz del cielo. Caí a tierra y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» (Hch 22,3-7). Circuncidado el octavo día, israelita de raza, de la tribu de Benjamín, hebreo hijo de hebreos; respecto a la ley fariseo (Flp 3,5). Serán un cúmulo de circunstancias las que conducirán a la separación definitiva entre Cristianismo y Judaísmo: a) Por parte del Judaísmo fariseo o rabínico: el rechazo del Movimiento de Jesús como no-judío, sobre finales del s. I o inicios del II. El concilio de Yabne (o Yamnia) será la consumación de esta ruptura: Se sabe que entre el 85-130 d.C. se introdujo en la duodécima súplica de la plegaria de la Sinagoga, llamada «Las Dieciocho Bendiciones», la fórmula de la maldición contra los herejes (actualmente eliminada): Que no haya esperanza para los nazrim (nazarenos=cristianos) que todos los minim (los herejes) caigan en un solo instante y que sean borrados del libro de la vida y que no sean inscritos con los justos. ¡Que puedas extirpar y destruir el poder de los soberbios! ¡Sea alabado, YHWH! y el soberbio sea sometido y derrotado b) El Cristianismo, por su parte, cada vez se abrió más al mundo no-judío, de forma que en algunas comunidades, sobre todo paulinas, cada vez más el colectivo gentil es mayoritario. ¿Cómo mantener una identidad judía cuando las comunidades son mayoritariamente o exclusivamente no-judías? No podemos renunciar a nuestras raíces judías Las vicisitudes históricas, a las que no es ajena la acción del Espíritu Santo, marcaron la ruptura. Pero, no podemos renunciar a nuestras raíces: a) El Antiguo Testamento lo tenemos en común con el pueblo judío. Una manifestación siempre actual de aquel vínculo originario (con el pueblo judío) consiste en la aceptación por parte de los cristianos de las Sagradas Escrituras del pueblo judío como Palabra de Dios dirigida también a ellos. La Iglesia, en efecto, ha acogido como inspirados por Dios todos los escritos contenidos tanto en la Biblia hebrea como en la Biblia griega. (Pontificia Comisión Bíblica, El pueblo judío y sus Escrituras sagradas en la Biblia cristiana, n. 2). b) Jesús, su familia, los Doce, el grupo de los primeros discípulos y discípulas, el inicial Movimiento de Jesús son judíos. c) Los textos del Nuevo Testamento están escritos mayoritariamente por escritores judíos, están repletos de citas continuas de las Escrituras judías, nos hablan de la vida cotidiana en un contexto judío, etc. d) Se hace incomprensible el Nuevo Testamento y la Buena Noticia de Jesús sin su trasfondo judío, sin la complementariedad de la Biblia Hebrea, del Antiguo Testamento. |
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