“Id y proclamad que el reino de Dios está cerca. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis”. (Mt 10,7-15)
“Dar gratis lo que gratis hemos recibido”. Y como todo lo hemos recibido gratis, gratis lo tendremos que dar. No es fácil entender: Que Dios todo nos lo da gratis. Que Dios no nos cobra ni su amor ni su salvación. Que Dios no cobra nada, y que es suficiente pedirle. Acostumbrados a “comprarlo todo”, hasta el agua, no resulta fácil a nuestra mentalidad entender la gratuidad. Y a Dios no podremos entenderle si no entendemos la gratuidad. El amor que “se vende” no es amor. Se hace “mercancía”. La amistad que “se vende” no es amistad. Se hace “mercancía”. El cariño que “se vende” no es cariño. Se hace “mercancía”. La generosidad “que se vende” ya no es generosidad. Se hace “mercancía”. El perdón que “se vende” ya no es perdón. Se hace “mercancía”. La reconciliación que “se vende” no es reconciliación. Se hace “mercancía”. El Evangelio que “se vende” ya no es Evangelio. Se hace mercancía. Y Dios no es mercancía, por eso no está en venta. El Reino de Dios no es mercancía, por eso no está en venta. Dios es don gratuito. El Reino de Dios no es mercancía, por eso no está en venta. Se anuncia y se ofrece. La gracia de Dios no es mercancía, por eso no está en venta. El Bautismo no es mercancía, por eso no está en venta. La vida sería otra cosa si, en vez de “mercado” la convirtiésemos en gratuidad. La vida sería otra cosa si, los servicios que prestamos fuesen gratuitos y no vendidos. La vida sería otra cosa si, supiésemos sonreír al que nos pone cara de tranca. La vida sería otra cosa si, supiésemos dar la mano al que nos ha negado la suya. La vida sería otra cosa si, supiésemos saludar al que tuerce la cara para no vernos. La vida sería otra cosa si, supiésemos acompañar al que cree no nos necesita. ¿Alguien se imagina un mundo en el que el “pan fuese gratuito”? ¿Alguien se imagina un mundo en el que el “el pescado y la carne fuesen gratuitos? ¿Alguien se imagina un mundo en el que “las medicinas” fuesen gratuitas? Sí, ya sé que hoy por hoy todo esto es un sueño. Y sin embargo, Dios todo nos lo da gratuitamente. Entonces ¿por qué lo que hemos recibido gratis, no lo damos gratis? Sí, ya sé que la gratuidad no hace ricos ni es tan rentable como el “vender y comprar”. Pero también sé que con la gratuidad: El hombre sería hombre y no “consumidor”. El hombre sería persona y no “productor”. El hombre sería persona y no “comprador”. Como este es el mundo que nosotros hemos construido, estamos contentos con él. ¿Le preguntamos a Dios si no preferirá que lo volvamos a hacer?
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