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Vivir como resucitado

Cuando contemplo la noche

y no me cierro a su oscuridad

más densa,

sino que mi retina

estalla de admiración

en miles de estrellas fugaces...

es tiempo de Resurrección.

Si mi actitud vital busca

pacificar tensiones,

renovar ilusiones,

tejer lazos de acuerdo,

liberar los corazones del odio...

es tiempo de Resurrección.

Cuando abrazo a alguien

que llora desconsolado,

cuando mis manos

cierran las heridas causadas

por los zarpazos de la vida...

es tiempo de Resurrección.

Cuando siento a todos

como hermanos,

como ciudadanos

de un mismo mundo,

si les acojo y no les margino

por su piel...

es tiempo de Resurrección.

Si llevo una vida sencilla,

sin dejarme consumir

por el consumo,

y comienzo a ser...

es tiempo de Resurrección.

Cuando el silencio penetra

en la cama de mi alma,

me llena de paz

y me conduce al encuentro

en soledad con mi buen Dios...

es tiempo de Resurrección.

Si mi existencia la empleo

en una entrega sincera

hacia los empobrecidos

y marginados,

si mi felicidad es la suya,

y son asiduos

en mi casa, en mi mesa...

es tiempo de Resurrección.

Cuando comprenda que mi fe

no tiene sentido

sin creer en la Vida,

en la Esperanza

de unos nuevos Cielos,

de una nueva Tierra,

y comprometa para ello

mi vida...

será el tiempo

de mi Resurrección.


Miguel Ángel Mesa

Al Cristo del Calvario 
por: Gabriela Mistral

En esta tarde, Cristo del Calvario,

vine a rogarte por mi carne enferma;

pero al verte, mis ojos van y vienen

de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

 
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,

cuando veo los tuyos destrozados?

¿Cómo mostrarte mis manos vacías,

cuando las tuyas están llenas de heridas?

 
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,

cuando en la cruz alzado y solo estás?

¿Cómo explicarte que no tengo amor,

cuando tienes rasgado el corazón?


Ahora ya no me acuerdo de nada;

huyeron de mí todas mis dolencias.

El ímpetu del ruego que traía

se me ahoga en la boca pedigüeña.

 
Y sólo pido no pedirte nada,

estar aquí, junto a tu imagen muerta,

ir aprendiendo que el dolor es solo

la llave santa de tu santa puerta. Amén.

Maldita sea la cruz…
por: Pedro Casaldáliga

Maldita sea la cruz
que cargamos sin amor
como una fatal herencia.
Maldita sea la cruz
que echamos sobre los hombros
de los hermanos pequeños.


Maldita sea la cruz
que no quebramos a golpes
de libertad solidaria,
desnudos para la entrega,
rebeldes contra la muerte.
Maldita sea la cruz
que exhiben los opresores
en las paredes del banco,
detrás del trono impasible,
en el blasón de las armas,
sobre el escote del lujo,
ante los ojos del miedo.


Maldita sea la cruz
que el poder hinca en el Pueblo,
en nombre de Dios quizás.


Maldita sea la cruz
que la Iglesia justifica
- quizás en nombre de Cristo-
cuando debiera abrasarla
en llamas de profecía.
¡Maldita sea la cruz
que no pueda ser La Cruz!


Pedro Casaldáliga

Vivir sin vivir en mi

Por: Santa Teresa de Jesús

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.

Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero

Canción del Alma

Por San Juan de la Cruz

I

En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada,


a oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.


En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
ni yo miraba cosa
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.


Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía
en sitio donde nadie aparecía.


¡Oh noche, que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!


En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba
allí quedó dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.


El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparcía
con su mano serena
y en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.


Quedéme y olvidéme
el rostro recliné sobre el amado;
cesó todo, y dejéme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.


II

¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.


¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.


¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!


¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi senodonde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabrosode bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!

Nada te turbe


Por: Santa Teresa de Avila

N
ada turbe, 
Nada te espante, 
todo se pasa, 
Dios no se muda;
la paciencia 
todo lo alcanza; 
quien a Dios tiene 
nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva tu pensamiento, 
al cielo sube, 
por nada te acongojes, 
nada te turbe.

A Jesucristo sigue 
con pecho grande, 
y, venga lo que venga, 
nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo? 
Es gloria vana; 
nada tiene de estable, 
todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;fiel y rico en promesas, 
Dios no se muda.

Ámala cual merece 
bondad inmensa; 
pero no hay amor fino 
sin la paciencia.

Confianza y fe viva 
mantenga el alma, 
que quien cree y espera 
todo lo alcanza.

Del infierno acosado 
aunque se viere, 
burlará sus furores 
quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos, 
cruces, desgracias; 
siendo Dios tu tesoro 
nada te falta.

Id, pues, bienes del mundo; 
id dichas vanas; 
aunque todo lo pierda, 
sólo Dios basta.

Un arte


Por: Elizabeth Bishop  

El arte de perder no es un arte difícil;
tantas cosas parecen vivir por un propósito
de pérdida que cuando se pierden no es muy trágico.

Pierdan a diario algo. Acepten la molestia
de extraviar el llavero, la pérdida de tiempo.
El arte de perder no es un arte difícil.

Practiquen perder, luego, más cosas y más rápido:
lugares, nombres, dónde era que estaban yendo.
Ninguna de estas cosas es demasiado trágica.

Perdí el reloj materno. Y miren, se me ha ido
la última, o penúltima, casa que tanto amaba.
El arte de perder no es un arte difícil.

Dos hermosas ciudades, perdí. Y algunos reinos
que poseía, dos ríos y un continente.
Y aunque, sí, los extraño, no fue una cosa trágica.

Incluso tras perderte (la voz mordaz, un gesto
que amo) no tendría que haber mentido. Es obvio
que el arte de perder no es cosa muy difícil
aunque parezca a veces (¡anoten!) algo trágico.
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