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David Berger, teólogo alemán: “La Iglesia tiene miedo a afrontar su homosexualidad” por: Laura Lucchini

11/30/2010

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Hay una forma para sobrevivir como gay en las jerarquías eclesiásticas y es sencilla: frecuentar de manera anónima los ambientes homosexuales, no llamar la atención, no criticar nunca al Papa o a los obispos, aceptar los chantajes. Hay quienes viven bien así. Otros, sin embargo, terminan sintiéndose solos, y a veces la obligación de silencio lleva a la depresión. Lo cuenta David Berger, teólogo alemán ultraconservador, gay y ex profesor en la Academia Pontificia Santo Tomás de Aquino.
Un teólogo alemán, despedido de una academia del Vaticano tras confesar su homosexualidad “Vi tantos teólogos conservadores gais que pensé que podíamos coexistir”
“Muchos viven bien así, otros sufren de soledad y algunos padecen depresión”

Berger, de 42 años, salió del armario en julio, después de la enésima insinuación de una conexión entre homosexualidad y pedofilia. Le salieron las palabras de las tripas y escribió No puedo callar más, artículo publicado en el diario alemán Frankfurter Rundschau, donde detallaba la brutalidad de la homofobia vivida a diario. Fue suspendido como profesor después de siete años en la Academia Pontificia. También dejó la dirección de la revista Theologisches, la más importante publicación del catolicismo conservador en Alemania. Ahora cuenta su experiencia en el libro La sagrada apariencia (ediciones Ullstein), publicado ayer.

“No pude callar más”, explica en una entrevista con EL PAÍS. “No puedo trabajar más para instituciones que están en contra de todas aquellas libertades de las que yo hace años disfruto”. Al principio, Berger pensó que su homosexualidad no sería un obstáculo para su carrera como teólogo conservador. “Me fascinaba el mundo masculino de las antiguas liturgias tridentinas. Fueron para mí la droga de iniciación. Luego entre los teólogos conservadores siempre encontré tantos homosexuales que pensé que las dos cosas podían coexistir”, explica.

Berger asegura que gran parte de los clérigos que encontró son de su misma opción sexual. La estructura jerárquica estrictamente masculina, dice, lo favorece. “La mayoría de ellos busca acceso a la escena gay, para encontrar ahí sexo rápido y anónimo. Intentan no llamar la atención, por esto buscan no criticar nunca a su obispo o al Papa. Muchos viven bien así; otros sufren de soledad, algunos padecen depresiones”, asegura.

La homosexualidad a menudo es utilizada como instrumento de chantaje y presión dentro de las jerarquías, según Berger. Él mismo la padeció cuando decidió firmar una petición en contra de la decisión papal de rehabilitar el obispo antisemita Williamson. “Me dijeron: ¿No sabe usted que esta lista fue firmada por homosexuales? ¿No querrá aparecer en una lista parecida? Interpreto hechos como estos como presiones”.

En el libro entrevista al Papa publicado esta semana, Joseph Ratzinger asegura que la homosexualidad se presenta como una prueba que tiene que ser superada en la vida de un hombre. El Papa dice también que, aunque sea congénita, es moralmente inaceptable. Con estas declaraciones, según Berger, “la homofobia ha llegado al máximo”. “No hay que dejarse desenfocar por sus declaraciones acerca del preservativo. La Iglesia, con este pontífice, se parece cada vez más a una secta”. “Ningún cambio es posible”, añade, hasta que la Iglesia no abandone la interpretación “estrictamente biológica de la sexualidad”.

Una suma de situaciones llevó a Berger a sentirse cada vez menos a gusto, y a tener la sensación de que estaba jugando un partido en el equipo equivocado. En lugar de luchar por sus derechos y los de su pareja, de quien además no podía hablar públicamente, apoyaba a quienes los discriminaban. “Siempre alejaba estos pensamientos porque el Estado secularizado nos garantizaba espacio para vivir nuestras vidas. Pero cuando determinados círculos empezaron a hacer presión en la política para reducir nuestros derechos empecé a alejarme”.

Berger asegura que ahora se siente liberado. Volverá a enseñar filosofía medieval y se comprometerá en proyectos reivindicativos de los derechos de los gais. Tiene claro que cualquier trabajo dentro de la Iglesia es imposible: “El miedo a enfrentarse con su propia homosexualidad es demasiado grande”.

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El decrecimiento, una alternativa por:Joan Surroca i Sens

11/29/2010

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El sociólogo francés Edgar Morin ha recapitulado en un libro algunos de sus artículos escritos en la última década. Sorprende que mucho antes de llegar la crisis actual, este intelectual clarividente ya alertaba de que la humanidad corre el riesgo de hundirse por su incapacidad de tratar sus problemas vitales. Cuando la sociedad se encuentra en esta situación “…o bien se desintegra, o bien es capaz en su desintegración de metamorfosearse en un metasistema más rico”[1].

El cambio climático, la carrera armamentística (especialmente la nuclear)[2] y el desfase creciente entre la tecnociencia y la ética[3] son tres grandes retos que muchos auguran como presagios de catástrofes. El mensaje de Morin es claro: “Lo improbable permanece como posible y la historia nos ha demostrado que lo improbable podía reemplazar a lo probable” [4]. El convencimiento de que no todo está perdido alienta la convicción de que es posible crear sociedades alternativas al creciente hedonismo y consumismo occidental que parece extenderse por todos los rincones de la Tierra.

El pesimismo sólo gana nuestro ánimo cuando olvidamos la creatividad positiva que somos capaces de generar. Algo inédito e irreversible está aconteciendo en diferentes puntos del planeta y, de manera especial, en el continente americano. Aquellos temores de vernos absorbidos por la fuerza de la potencia hegemónica se han transformado en posibilidades reales de convivencia pacífica entre culturas milenarias.

La actual crisis mundial, a pesar de ser un flagelo para los más humildes, ejerce un papel de fuego purificador que nos facilita escuchar, que afina nuestra mirada y que permite ralentizar el ritmo alocado que se vive en algunas partes del mundo. Sin embargo, una excesiva confianza sería pecar de candidez. La realidad es que la concienciación avanza lentamente en comparación al discurso persistente en la dirección contraria, es decir, el discurso del crecimiento como solución.

El movimiento que defiende el decrecimiento es uno de los más luminosos que se han puesto en marcha últimamente y ha logrado, en poco tiempo, penetrar en distintos ámbitos de la sociedad europea, si bien con incidencia desigual según los países. El eje fundamental del decrecimiento es disminuir la producción económica y así lograr una nueva relación de equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, favorecer un mejor entendimiento entre los seres humanos y propiciar un reparto equitativo de los frutos de la Tierra[5].

El tiempo irá arrojando luz sobre el futuro deseado, que ahora sólo entrevemos parcialmente. Es impensable llegar a buen puerto sin cambiar de sistema económico. La economía debe limitarse a formar parte de un subsistema de la biosfera, tal como advierte Vicente Verdú: “El nuevo sistema que se deduzca de esta crisis vendrá a ser el resultado de un quehacer conjunto donde, a la fuerza, la razón económica dejará de ser la exclusiva matriz”[6].

Desde antiguo se han levantado voces sobre la necesidad de cuidar la Tierra y las especies que la pueblan[7]. Fue a partir de la segunda mitad del siglo pasado cuando en Occidente sonó la alarma ante las formas de vida cada vez más depredadoras. A principios de los años setenta se hizo popular el informe encargado por el Club de Roma[8] a varios especialistas, los cuales denunciaron la extrema gravedad en que se encontraba el ecosistema: “En un mundo finito no se puede crecer de manera infinita”. Sin embargo, el sistema capitalista necesitaba promover el consumo para asegurar la producción indispensable y así garantizar beneficios empresariales substanciosos.

En los años ochenta, con Margaret Thatcher de primera ministra del Reino Unido y Ronald Reagan de presidente de los Estados Unidos de América, el liberalismo económico extremo aceleró todavía más las formas de vida insostenibles. La gravedad de la situación fue contestada por economistas, ecólogos, sociólogos, etc. y por grupos de base.

En el año 2002, los movimientos críticos con el sistema hegemónico occidental, herederos de las tendencias favorables a repensar los valores sociales, la producción, el consumo, etc., se reunieron en París, luego en Lyon, y se constituyeron en “objetores del crecimiento”. Sus integrantes recogen y popularizan el decrecimiento, introducido como concepto por Nicholas Georgescu-Roegen[9] en la década de los setenta, precisamente un año antes que se diera a conocer el Informe Meadows.

Las aportaciones de Georgescu-Roegen eran mucho más radicales y críticas que las de los economistas convencionales. Propuso, entre otras medidas para paliar las desigualdades económicas, permitir la libertad de circulación de personas sin restricciones y también prohibir la fabricación de armamento. Es muy celebrada su ocurrencia para salir del “círculo vicioso de la maquinilla de afeitar”, razonaba: “Queremos afeitarnos más deprisa y así tener más tiempo para idear una máquina de afeitar todavía más rápida, de modo que podamos gastar más tiempo en otra todavía más rápida, y así en un interminable y vacío progreso”.

Nicholas Georgescu-Roegen, además de aportarnos ideas (que han resultado capitales para comprender la crisis ecológica actual) sobre la integración en la economía de las enseñanzas de la termodinámica y la biología, se preocupó de las cuestiones éticas: “…los preceptos éticos, lejos de ser un producto endeble de las emociones, son tan necesarios para el buen funcionamiento de las sociedades humanas como una apropiada dotación de recursos naturales”. O bien: “El nombre de nuestra especie es Homo sapiens sapiens y podemos estar doblemente informados, pero no ser suficientemente sabios. Nuestro destino depende mucho más de nuestra sabiduría que de nuestro conocimiento”[10].

Actualmente, el decrecimiento está presente en los medios de comunicación, se publican libros y revistas, el tema ha penetrado en las universidades y se han creado grupos que cuidan de su difusión. “Decrecimiento” es una palabra con vocación provocadora y deseo de generar debate. Es un intento de contrarrestar el esfuerzo del poder para impulsar nuevamente un crecimiento sin fin. Los intereses codiciosos de los que han acumulado riquezas escandalosas han logrado ejercer un verdadero dominio sobre nuestro pensamiento, hasta colonizarlo con sus valores y lograr que creamos y actuemos como si no hubiera vida más allá del capitalismo. Nos repiten, a través de la publicidad, que la única felicidad posible es acumular dinero o poseer bienes materiales. El decrecimiento cuestiona estas pretendidas certidumbres y aporta nuevos valores sociales para vivir más con menos[11].

Las teorías del decrecimiento nacen observando la realidad: el impacto sobre los ecosistemas debido al consumo de recursos y la generación de residuos por parte de la humanidad superan en un 30% la capacidad de la Tierra. O lo que es lo mismo: el planeta tiene un área productiva de 13.600 millones de hectáreas, que da un resultado de 2,1 ha por habitante. Debido al despilfarro por parte del 20% de los 6.800 millones de seres humanos, precisamos 17.500 ha, es decir, 2,7 por habitante[12]. El déficit aumenta por cuatro causas básicas: por la insaciabilidad de los que ahora malgastan; por la creciente demanda de los que pretenden entrar en el club de los ricos; por la disminución de la biocapacidad de la Tierra -el déficit actual lo subsanamos gastando parte del capital, con lo que cada año tenemos menos capital (menos biocapacidad) y menos rédito-; finalmente, por el crecimiento exponencial de la misma humanidad: en una década hemos aumentado 1.000 millones. Esta cifra era el total de habitantes que poblaba la Tierra a principios del siglo XIX.

Claro está que estas cifras globales no ofrecen toda la verdad. Las diferencias de comportamiento entre países son casi increíbles. Los hay que están muy lejos de llegar a demandar 2,1 ha por persona. Por ejemplo: el Congo tiene una huella de 0,5 ha; Marruecos, de 1,1; Guatemala, de 1,5 y Perú, de 1,6. Sin embargo, Brasil ya superó la barrera y ahora mismo tiene una huella de 2,4 ha. EEUU está muy por encima: 9,4 ha[13]. Si partimos de la idea de que el planeta es de todos, EEUU por ejemplo, debería pagar al Congo una compensación porque su déficit ecológico es enorme y el Congo tiene superávit.

Una diferencia del orden de 1-19 entre los dos países ilustra perfectamente el abismo entre los países deudores y los que disponen de crédito ecológico. El cambio climático, la desaparición de especies, la contaminación de los mares, etc., no conocen fronteras. Todos salimos perjudicados, particularmente los más débiles, aunque unos pocos son los teóricamente beneficiarios a corto plazo. Comprometer la viabilidad de la vida, el futuro humano y el de otros seres vivos constituye un robo a gran escala.

Ante tal cuadro de cifras se comprende fácilmente que la palabra “decrecimiento” cobre su verdadero significado en aquellos países que sobrepasan los límites de consumo que ofrece el planeta. A menudo, los contrastes internos nacionales reproducen los mismos abismos que hemos visto entre los países. Seguro que en el Congo hay personas que superan el 9,4 de la media de EEUU y que en este país hay personas que no llegan a producir una huella del 0,5, la media del Congo. Los obligados ajustes de comportamiento en el consumo y en la producción han de afectar a las capas más dilapidadoras de cualquier país.

Algunas personas se muestran especialmente pesimistas ante el estado actual del mundo y su futuro. ¿Cómo creer que alguien acostumbrado a un determinado ritmo de vida pueda contentarse con otras formas que le rebajen 4 ó 5 veces su capacidad adquisitiva actual? ¿Cómo evitar que la populosa China o la India deseen copiar el itinerario desarrollado por los países occidentales? Nadie dice que sea fácil, ni que vayamos a tener éxito en el intento, pero no queda otro remedio que trabajar en la buena dirección.

Al igual que quien va en bicicleta no puede permanecer parado más allá de unos pocos segundos sin perder el equilibrio, el capitalismo precisa de la alocada carrera del derroche para subsistir. Necesitamos imaginación para inventar otros sistemas económicos y organizativos que escapen del productivismo actual. De la misma manera que en su momento se superaron sistemas que parecían intocables como el esclavismo, el feudalismo y el mercantilismo, también ahora sabremos dar un paso en el buen camino[14].

El decrecimiento no es una ideología cerrada ni tiene un proyecto definido o una hoja de ruta marcada. En principio, esta circunstancia puede parecer un inconveniente porque, siendo gregarios, nos gusta tener un liderazgo claro que nos ahorre el esfuerzo de participar, de proponer y de crear. Sin embargo, los sistemas históricos que se iniciaron practicando el culto a la personalidad de determinados líderes provocan el efecto suflé: se desarrollan rápidamente, pero más pronto que tarde se desvanecen y quedan reducidos a la nada. No hay consolidación posible si no hay una base participativa.

Lo que une a las diversas sensibilidades de los “objetores del crecimiento” es la voluntad de ir modificando el actual sistema hasta fortalecer una alternativa al capitalismo. Por ejemplo, considerar la importancia de la producción, pues sin cambiarla no lograremos reducir el consumo con éxito. Disminuir el trabajo significa repartirlo para no consolidar la sociedad dual a la que parece que estamos abocados. No es nada atractivo que un 50% de la población activa esté trabajando de manera estable y el otro 50% esté en el paro o en trabajos precarios toda la vida. Trabajar menos permite repartir y asegurar empleos para todos y todas. Trabajar menos para vivir más intensamente los valores familiares, creativos, lúdicos y espirituales requiere una preparación y un período de transición sin brusquedades[15].

Otra medida que mantiene la filosofía decrecentista es la de promocionar el transporte público, especialmente el ferrocarril. Esta opción supone prescindir considerablemente de los transportes en vehículos privados con el consiguiente ahorro de gasto energético y poner fin a la incesante construcción de nuevas vías de circulación y contribuir a frenar el CO2. Reducir el transporte de mercancías a lo estrictamente necesario favorecerá la relocalización. Poner punto final a las megacadenas y a las multinacionales[16], acabando con el absurdo de que el 13% de los productos transportados por vía aérea esté relacionado con la alimentación. Son medidas viables: la dificultad no es técnica, sino más bien debida a los grandes intereses que hay en juego.

Necesitamos programas políticos que favorezcan a las pequeñas explotaciones agrarias para acercar nuevamente los productos al consumidor. En Guatemala, un 2,5% de los propietarios acaparan el 65,1% de la tierra. En Colombia el 0,33% de los propietarios pasaron de poseer el 32% de la tierra en 1984 al 48% en el 2000. En Namibia, unos 4.000 blancos (menos del 1% de la población) poseen el 44% de la tierra. En Brasil, un 3% de la población posee dos tercios de la tierra[17]. Con la relocalización de la producción agraria se garantiza la calidad con productos frescos y se abaratan los precios, en contra de la opinión popular, al prescindir de los gastos de autopistas, aeropuertos, almacenes, redes diversas de comunicación y las consecuencias energéticas y medioambientales.

Son gastos que no pagamos directamente cuando compramos los productos lejanos, pero que sí los sufragamos indirectamente con los impuestos. Recaen sobre todo tipo de bolsillos, de manera indiscriminada, mientras los beneficios se reparten entre los pocos titulares de las multinacionales agrarias y de los grandes consejos de administración. Es una verdadera desmesura que algunas multinacionales facturen más que el Producto Interior Bruto de países enteros. Que estas empresas sean más potentes que los gobiernos ya nos da alguna pista del porqué de algunas situaciones incomprensibles a las que hemos llegado.

Una vía por explorar, con posibilidades de futuro, es la de las formas de producción cooperativistas. A menudo, las personas que han optado por esta meritoria manera de organizar el trabajo no han recibido las ayudas ni la formación requeridas para consolidar este tipo de empresas. En todo caso, las pequeñas y medianas empresas con más participación de los trabajadores, parece que pueden ser más compatibles con la Vida Buena deseada para todos, que con los anónimos monstruos de producción a escala mundial.

Otra parcela de la economía que requiere un buen golpe de timón es el de la energía. Los seres vivos que pueblan el planeta se sirven de energía solar: todos, excepto los humanos, que usamos y abusamos de energías fósiles. Si pensamos que entre el año 1960 y el 2000 hemos consumido la misma energía que en el resto de la historia de la humanidad, sobran palabras para descubrir hacia dónde vamos. Tenemos oportunidad de aprender mucho de la naturaleza. El perfecto equilibrio entre los ecosistemas nos brinda pautas de comportamiento razonables.

La «biomímesis» es la ciencia que desarrolla aportaciones novedosas después de tener en cuenta el funcionamiento de los organismos y también de los ecosistemas. Se está evolucionando mucho en esta línea de investigación que puede ofrecernos buenas soluciones a no tardar. Jorge Riechmann pone algunos ejemplos: “Janine Benyus ha señalado que las arañas producen seda, que es tan fuerte como el kevlar (¡fibra sintética empleada en la fabricación de chalecos antibala!). El abalón u oreja marina (un gastrópodo marino) fabrica una concha interior dos veces más resistente que las cerámicas humanas, y las diatomeas convierten el agua del mar en vidrio -ninguna necesita hornos-. Los árboles convierten la luz del sol y el suelo en celulosa, un azúcar más rígido y fuerte que el nilón pero mucho menos denso”[18].

Adela Cortina acierta al decir: “Desde que en los años veinte del pasado siglo irrumpiera la producción en masa en el mercado, la capacidad de consumir fue ganando terreno a las demás capacidades humanas, primero medalla de cobre, después de plata, hasta ocupar el primer puesto en el podium de las capacidades más valoradas en esta nuestra era que ha dado en llamarse con acierto ’era de la información’, y que podría llamarse ‘era del consumo’ con igual o mayor tino”[19]. Que la economía de mercado pase a mejor vida no significa que desaparezca el mercado. Siempre ha existido mercado, el intercambio de productos. Lo que no es razonable es que todo, absolutamente todo, quede mercantilizado.

El mercado tiene la función del intercambio; pero cuando la sociedad “con” mercado se convierte en sociedad “de” mercado, es cuando nace la especulación. El mercado se convierte entonces en fuente de enriquecimiento rápido, a costa de avivar la sed de consumo de las capas de población más vulnerables. Las campañas publicitarias diseñadas con sofisticadas técnicas de manipulación hacen verdaderos estragos[20].

No todo está perdido y todo está por hacer. La crisis puede ser una oportunidad. En la Grecia clásica krinein (crisis) significaba decidir, oportunidad, vacilar, etc. Hay visiones esperanzadas que apuntan un mundo absolutamente insólito[21]. Sólo con una movilización general y entusiasta conseguiremos la llegada a puestos de responsabilidad política de mujeres y hombres dispuestos a ofrecer lo mejor de sí mismos por las causas pendientes de los pueblos, poniéndose al lado de los que sufren y caminando junto a los más débiles y olvidados. Es imprescindible que los políticos y los pueblos marchen unidos para poner fin a la perpetuación del poder en manos de canallas, que se sirven de la política para sus fines privados, utilizando medios fraudulentos y métodos subrepticios.

A pesar de todos los bienes materiales a su alcance, en Occidente la gente está deprimida y triste. El teólogo José I. González Faus lo plantea muy bien: “Cuando estoy de humor, resumo mi vida en esta frase: hubiese querido dedicarme a liberar a los oprimidos, y el Señor me ha limitado a consolar a los deprimidos. Con la seguridad de que la depresión, como la gran enfermedad cultural de nuestro Primer Mundo, que va tomando dimensiones literalmente epidémicas, tiene mucho que ver con la opresión como pecado estructural del mundo rico”. La filosofía del decrecimiento desmitifica el mercado como proveedor de felicidad, y desenmascara la inutilidad del Producto Interior Bruto como índice fiable para medir el grado de satisfacción de un determinado colectivo humano.

En realidad, nada nuevo bajo el sol, porque estos sencillos y elementales principios son los que desde antiguo vienen repitiendo los sabios. Confucio lo comunicaba diciendo: “Sólo puede ser siempre feliz aquel que sepa ser feliz con todo”; Horacio, por su parte, lo resumía así: “Se vive bien con poco”, y Lucio Apuleyo: “Para vivir, como para nadar, cuanto más descargado, mejor”. Asimismo, gracias a su sabiduría, los pueblos originarios, indígenas y tribales, después de 500 años de resistencia, han conseguido conservar sus valores. Debemos prestar atención, porque estos valores tienen muchos rasgos en común con los que en Occidente defiende el decrecimiento económico.

Por otra parte, los sistemas filosóficos y las religiones han mantenido también el sabio criterio de que con la sencillez es mucho más fácil encontrar lo esencial. Este lema es un eje fundamental en las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Cuando dice que no tiene dónde reclinar la cabeza (Mt 8, 20), es lo mismo que decirnos que vive como un marginado o un desinstalado, es decir, sin apego a nada. Cuando da instrucción a los apóstoles, les dice: “No traten de llevar oro, ni plata, ni monedas de cobre, ni provisiones para el viaje. No tomen más ropa de la que llevan puesta; ni bastón ni sandalias” (Mt 10, 9-10). Constituye una clara alusión al desprendimiento necesario para hacer posible la experiencia de Dios. Es esta anticipación de plenitud lo que nos hace superar nuestra cobardía para comprometernos en favor de los olvidados.

Esta misma idea la encontramos en el pasaje en el que un joven pregunta lo que debe hacer para conseguir la vida eterna. Jesús, al ver que era un estricto cumplidor de los mandamientos, lo mira con amor y le dice: “Sólo te falta una cosa: anda, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres, y así tendrás un tesoro en el cielo; después, ven y sígueme” (Mc 10, 17-27). Estas claras alusiones a la preferencia de ir ligero de cargas no son para favorecer situaciones penitenciales ni masoquistas; es la necesidad de estar libre de todo aquello que nos distrae de dirigir nuestros esfuerzos hacia el núcleo de la vida: construir un mundo nuevo y hacerlo con toda libertad, para que todas y todos podamos gozar de la Vida Buena.

El pluralismo religioso nos demuestra que hay terrenos comunes. Por ejemplo, en todas las religiones encontramos la exhortación a tratar a los demás como a nosotros mismos: es la «regla de oro». Otro de los puntos en el que hay similitudes, es el de la necesidad de sencillez para alcanzar la apertura interior y descubrir momentos de trascendencia. Sin ánimo de ser exhaustivo, valgan estos ejemplos: en el hinduismo, en el Bhagavad Gita 3,19, se lee: “La persona que se mantiene igual en la censura que en la alabanza, silenciosa, satisfecha de todo, sin hogar, llena de firme resolución, es querida por Mí”.

La tradición budista tiene un pequeño cuento interesante: “Ryokan, un maestro Zen, llevaba un estilo de vida muy sencillo en una pequeña cabaña al pie de una montaña. Una tarde, un ladrón entró en la cabaña y descubrió que allí no había nada para robar. En aquel momento llegó Ryokan de pasear y lo sorprendió. ‘No es posible que hayas caminado tanto para visitarme y que marches con las manos vacías. Hazme un favor, toma mi ropa como un regalo’. El ladrón quedó perplejo, pero tomó la ropa y se fue corriendo. Ryokan se sentó desnudo y contempló la luna. ‘Pobre hombre, murmuró. ¡Ojalá pudiera darle esta maravillosa luna!’”.

De la tradición judía también es ejemplar este otro cuento: “En un albergue, un desconocido de aspecto arrogante, tomó por un mendigo al venerable Rabino Zúsia, y lo trató con menosprecio. Más tarde, se enteró de su identidad y fue corriendo a buscarle para excusarse. ‘¡Perdóname, Rabino! Si no, nunca más volveré a dormir tranquilo, ni podré descansar’. Entonces el Rabino Zúsia sonrió moviendo la cabeza: ‘¿Por qué me pides perdón a mí? No es a Zúsia a quien has ofendido, sino a un pobre mendigo. Ve, pues, por todos los lugares y pide perdón a todos los mendigos que encuentres”.

El Islam tiene pensamientos en la misma línea, como este de Farid Ud-Din Attar: “Dios quiera que estés actualmente como estabas antes de existir individualmente: ¡en la nada de la existencia! Purifícate por completo de las malas cualidades; estate dispuesto como la tierra, como el viento en la mano”.

Para terminar, una cita del siglo XX particularmente bella del patriarca de Constantinopla, Atenágoras, jefe de la iglesia ortodoxa: “Lo que es bueno, verdadero, real, para mí siempre es lo mejor. Es por esta razón por la que ya no tengo miedo. Cuando no se tiene nada, ya no se tiene miedo. Si nos desarmamos, si nos desposeemos, si nos abrimos al hombre-Dios que hace nuevas todas las cosas, Él, entonces, nos da un tiempo nuevo donde todo es posible. ¡Es la paz!”.

Todas estas reflexiones nos indican que para poder ver realmente los ojos de los demás, uno no debe estar mirándose siempre a sí mismo, tal como ocurre en nuestras sociedades ególatras. Al contrario, ir ligero de equipaje nos permite luchar contra la pobreza y, sobre todo, ser críticos con la opulencia; porque, de lo contrario, lo arreglamos todo olvidándonos de los que sufren y, para acallar la conciencia, damos una limosna periódicamente. Como muy bien dice el poeta: “El señor don Juan de Robles, / de caridad sin igual, /hizo este santo hospital,/ y también hizo a los pobres”.

Es sumamente importante crear oportunidades de encuentro para las 6.000 culturas existentes, formadas por 500 millones de personas, críticas con las desmesuras del neoliberalismo y los abusos del eurocentrismo. Juntas, constituyen alternativas y esperanzas de conseguir otros mundos posibles. Todo confluye: la Vida Buena o Buen Vivir de los Quechua, que hablan de “Allin Kawsay”; los Aymara de “Suma Tamaña”; los Awajun de “Nugkui” o “Biruk”; los Guaraní de “Ñandereko”; los pueblos amazónicos de “Volver a la Maloca”. Y de tantos otros pueblos originarios, filosofías y religiones diversas, las enseñanzas de Jesús, la filosofía del decrecimiento o de pensadores que iluminan con sus propuestas la posibilidad de otras formas de vida[22].

Es restituir el equilibrio, la armonía, la serenidad y la buena relación entre los seres humanos y con todas las especies vivientes, equilibrio que perdimos cuando antepusimos la técnica a la vida. Está en lo cierto Jorge Riechmann: “En la era de la tecnociencia la naturaleza humana depende de la ética”[23]. La ética debe cobrar el valor de antaño para estar presente de manera transversal en todas las esferas de la vida[24]. Entonces, ¿no es cierto que nos encontramos ante una magnífica oportunidad para concretar todo este cúmulo de enseñanzas en una actualizada manera de llevarlas a la práctica?

El tema del decrecimiento, como hemos visto, es crítico con el sistema actual, pero necesita de la fuerza creadora de la Utopía, porque sin ella no lograremos alzar el vuelo que exigen los proyectos revolucionarios. Constituye un filón nuevo muy interesante para educadores de cualquier nivel que quieran estudiarlo y organizar talleres, encuentros, cursillos… en la educación popular, en las actividades formativas de las comunidades y de concienciación popular. Los que quieran profundizar en este tema pueden encontrar bibliografía y cibergrafía en la Agenda Latinoamericana 2010 y en Internet, en la página www.latinoamericana.org/2010/info.

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[1] MORIN, Edgar: ¿Hacia el abismo? Globalización en el siglo XXI, Barcelona, Paidós, 2010, p. 15.

[2] En el mundo hay 27.000 cabezas nucleares almacenadas.

[3] Un buen ensayo sobre ecología, ética y autolimitación: RIECHMANN, Jorge: Gente que no quiere viajar a Marte, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2004, 247 pp.

[4] MORIN, Edgar, op. cit.; p. 14.

[5] La fortuna de Hill Gates equivale el valor total de la de los 106 millones de norteamericanos más pobres, según cita Jean ZIEGLER en su libro: Los nuevos amos del mundo, Barcelona, Destino, 2003, p. 35.

[6] VERDÚ, Vicente: El capitalismo funeral, Barcelona, Anagrama, 2009, p. 189.

[7] Sin embargo no fue hasta el año 1869 cuando se popularizó la palabra ecología introducida por Ernst Haeckel.

[8] Conocido por Informe Meadows por el nombre de su autora principal Donella Meadows.

[9] Para conocer el pensamiento de este autor, véase: CARPINTERO, Óscar (ed.): Nicholas Georgescu-Roegen: ensayos bioeconómicos, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2007, 156 pp.

[10] Ibid., pp. 100 y 104

[11] Véase LINZ, Manfred, RIECHMANN, Jorge y SEMPERE, Joaquim: Vivir (bien) con menos, Barcelona, Icaria, 2007, 119 pp.

[12] Para saber el verdadero impacto humano sobre la biosfera se utiliza el índice de la Huella Ecológica que mide tanto el consumo de recursos como la generación de residuos.

[13] Para más detalles, la página web: http://assets.wwfes.panda.org/downloads/ipv20062.pdf

[14] ARISTÓTELES: La política, Barcelona, Espasa-Calpe, S.A., 1962, pp. 25-31.

[15] Uno de los teóricos del trabajo es André GORZ, véase su libro: Crítica de la razón productivista, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2008, 143 pp.

[16] Véase MONTAGUT, Xavier y VIVAS Esther (coord.): Supermercados, no gracias, Barcelona, Icaria, 2007, 191 pp.

[17] De diferentes fuentes periodísticas, en RIECHMANN, Jorge: Cuidar la T(t)ierra, Barecelona, Icaria, 2003, 623 pp.

[18] RIECHMANN, Jorge: Biomímesis, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2006, p. 190

[19] CORTINA, Adela: Por una ética del consumo, Madrid, Taurus, 2002, p. 21.

[20] La publicidad, en general, no tiene la finalidad de informar, prioriza el objetivo de provocar necesidades artificiales. Lo resume muy bien Clive HAMILTON: “El crecimiento económico no crea felicidad: es la infelicidad lo que sostiene el crecimiento económico”.

[21] Consulten PIGEM, Jordi: Buena crisis, Barcelona, Kairos, 2009, 190 pp. i ROVIRA, Àlex: La Buena Crisis, Madrid, Aguilar, 2009, 208 pp.

[22] CAMPS, Victoria: Una vida de calidad, Barcelona, Ares y Mares, 2001, 249 pp.

[23] RIECHMANN, Jorge: Gente que no quiere viajar a Marte, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2004, p. 234.

[24] GOULET, Denis: Ética del desarrollo, Madrid, Iepala, 1999, 247 pp.

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Los tópicos de las creencias. La religión es el opio del pueblo. Mejor morfina

11/28/2010

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La humanidad ha producido a lo largo de su historia todo tipo de remedios para sobrellevar y disminuir el dolor. Uno de ellos es la religión como opio y morfina del pueblo. Gracias a ella millones de personas pueden encajar el sufrimiento en su existencia. Me parece que es importante distinguir entre opio y morfina en el ámbito de la religión como sedante de la vida dolorosa. La morfina tiene elementos sanadores y el opio es una droga que genera males más allá de las sensaciones placenteras inmediatas.

La religión ha sido y es un factor de alienación para millones de personas. Por ello constituye un serio obstáculo para la emancipación humana. ¿Acaso no fue crucificado Jesús de Nazaret por blasfemo, por enemigo de la religión sacerdotal del Templo? ¿No ha sido él uno de los principales críticos de la religión? La lucha contra la religión como opio del pueblo es una de las principales tareas que hay que realizar hoy día y por eso son tan saludables las críticas creyentes y ateas de la religión.

Ahora bien, el mismo Marx, un poco antes de hablar de la religión como opio, dice algo muy interesante: “La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu”. Las personas no podemos vivir sin corazón y sin espíritu y, por eso, cuando la realidad nos los arrebata por la pobreza, la soledad o la explotación, tenemos que construir estados de conciencia y generar sensaciones que nos otorguen momentáneamente al menos lo que la vida cotidiana nos niega.

Aquí aparece la religión como morfina, como droga benéfica; especialmente para los pobres. En diversos lugares de América Latina y, especialmente en Brasil, he podido comprobar este hecho en celebraciones de iglesias pentecostales. Por eso, las comunidades de base y la misma teología de la liberación, y no digamos el catolicismo jerárquico, van siendo desplazados por esas religiones morfinómanas. El cristianismo de liberación lucha por la revolución, pero los pobres no pueden esperarla para ser felices y muchas veces no tienen energías para el combate político. Por eso, les resulta más práctico consumir el nuevo emocionalismo religioso.

Uno de los grandes cambios sociológicos ha sido el surgimiento de religiones antiopio. Es cierto que a lo largo de la historia, siempre han existido movimientos religiosos de protesta social. Pero nunca habían sido tan fuertes como en la actualidad. Desde hace más de un siglo, la fuerza revolucionaria de las religiones crece sin cesar. En Europa, el actual opio del pueblo no es religioso; es de otro tipo. La religión ya no es sólo ideología y falsa conciencia. Ella también genera conciencia de clase, es energía y vitamina para el compromiso sociopolítico, es fuerza revolucionaria. No en vano, más del 70 por ciento de los delegados de los movimientos que se articulan en torno al Foro de Porto Alegre, crisol del altermundismo, se declaran personas religiosas.

En todos los países contamos con ricas historias de vida que nos muestran cómo los intoxicados por la religión como opio del pueblo también han sido capaces de salir de ese estado y a través de un cambio intrarreligioso convertirse en hombres nuevos, en combatientes por un mundo más justo, libre y fraterno. Un bellísimo relato de este proceso, centrado en la generación que luchó en España contra la dictadura, puede leerse en el iluminador libro de José Antonio González Casanova, Comín, mi amigo. Léanlo y verán los efectos emancipatorios, liberadores y libertarios que también produce la religión.

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Teólogo alemán: “Esta Iglesia no se deja reformar” por: Laura Lucchini

11/27/2010

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Durante siete años, el teólogo alemán Gotthold Hasenhüttl no ha parado de luchar contra la jerarquía del catolicismo, a la que acusa de estar “orientada hacia el fundamentalismo”. Por eso fue suspendido de sus funciones como sacerdote y profesor de teología. Principal razón: invitar a fieles protestantes a participar en una eucaristía católica durante la primera Jornada Ecuménica de la Iglesia en Berlín. La semana pasada, Hasenhüttl anunció que abandonaba su Iglesia, aunque no la fe ni la comunidad de fieles.

Docente en la Universidad de la Sarre, el ahora profesor emérito de Teología, de 76 años, considera que la Iglesia católica “no se deja reformar”. “No es más que una corporación administrativa interesada exclusivamente en recaudar sus impuestos religiosos. Ya no puede considerarse una comunidad de fe”, añade.

Hasenhüttl se ha distinguido, además, en el combate contra el encubrimiento de abusos sexuales en el seno de la Iglesia católica alemana, un hecho que ha sacudido el país este año. “La Iglesia católica no se centra en las personas. Simplemente, mira hacia la misma institución. El manejo de los casos de abusos fue prueba de esto: ocultar para salvar la institución. Todo esto es el exacto contrario de la enseñanza de Cristo”, dijo ayer el teólogo en una entrevista telefónica con EL PAÍS. También denunció que el Papa no haya hecho lo suficiente para que los abusos no se vuelvan a repetir.

Hasenhüttl no ve voluntad de transparencia y tampoco síntomas de cambio en el pontificado de Benedicto XVI. Tampoco tiene esperanza alguna ante la visita del Papa a Alemania, anunciada ayer y prevista para septiembre de 2011. “No hará más que reafirmar el camino fundamentalista que ha tomado esta Iglesia. Tal y como está hoy, no se deja reformar. Pero hay posibilidad que llegue alguien, algún día…”, dijo.

El famoso teólogo, autor de numerosos libros, insistió, además, que su abandono de la Iglesia no supone una pérdida de la fe. Tampoco será excomulgado, de acuerdo con los textos legales del Vaticano. “Por supuesto, no abandono la Iglesia católica como comunidad de fe”, concluyó.

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Más sobre la liturgia. En torno a Cañizares y el Culto Divino por: Gabriel Mª Otalora

11/26/2010

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Cuando el Concilio Vaticano II aprobó la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, se inició la más importante reforma litúrgica de la historia de la Iglesia, que incorporaba un modelo de comunión y participación muy diferente a lo que estaba en vigor. Aun así, desde entonces ha llovido mucho, lo suficiente para observar cuánto nos queda para vivir intensamente la celebración cristiana con el objetivo de que la vida litúrgica enganche con la vida misma.

¿Hasta cuando los fieles vamos a participar como espectadores pasivos? La sacramentalidad de la celebración se nutre de signos: gestos, elementos, movimientos, cantos lenguaje y silencios; cosas como el pan, el vino, el agua, el fuego son los símbolos que hablan de una experiencia de fe concreta en Cristo. Son expresiones y medios que pretenden un lenguaje común que llegue al hombre y a la mujer de nuestro tiempo.

Leo que el Obispo Pere Tena (hasta hace poco obispo auxiliar de Barcelona y experto en liturgia) afirmaba que la liturgia debe ser desinteresada, gratuita, contemplativa e inculturizada para que “se respire la comunión de la asamblea como Iglesia reunida alrededor de su Señor”. Una celebración que transparenta la gloria de Dios, que confiesa su fe en la Iglesia y se deja guiar por el Espíritu, para glorificar de forma compartida a Jesucristo en los cantos, en las palabras, en los silencios.

Pero si echamos un vistazo a las reglas establecidas por Roma (2004) en la Instrucción Redemptionis Sacramentum (2004), podemos observar la poca relevancia que tiene la vivencia en el sentido que acabamos de comentar en favor de un formalismo y una normas obligatorias muy rígidas, como si el cumplimiento de las mismas fuesen la garantía de una celebración comunitaria y participada con gozo.

Dicha directriz (2004) habla de que los fieles tienen derecho a que la autoridad eclesiástica regule la sagrada Liturgia “de forma plena y eficaz” ¿A qué se refiere? Porque se vuelve a permitir el latín en la misa y con el cura de espaldas a los fieles… ¿Alguien se imagina celebrar un ágape de unas bodas de plata de espaldas a la familia y los amigos? ¿A Jesús de Nazareth compartiendo con sus discípulos y discípulas la Última Cena de espaldas, sin utilizar su lengua aramea?

Los signos externos ganan a los signos internos, vivenciales; hay que esperar a celebraciones “especiales” para poder degustar eucaristías más compartidas, más en clave de “la cena del Señor” donde el celebrante no acapara los rezos y no hay casi espacio para la espontaneidad, tan importante en cualquier manifestación sentida y vivida de fe. Somos una comunidad y no se puede hacer comunidad desde los silencios reverenciales.

El respeto no está en el miedo ni en las formas más propias de comportarse ante un monarca que ante un Dios Padre y Madre que quiere que se manifieste y se reproduzca su amor desbordante para compartirlo con los demás. Jesús no se comportó así en una sociedad totalmente jerarquizada y estricta, mucho más que la nuestra, sino que “transgredió” las formas establecidas con el objetivo de acercarse e inocular su amor gozoso a sus coetáneos.

Pero estamos donde estamos, veintiún siglos después. Y lo que prepara Cañizares en materia de sacramentos parece claramente preconciliar.

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Una moral cambiante por: Juan G. Bedoya

11/25/2010

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En muchas materias, la jerarquía del catolicismo podría aplicarse aquella genialidad del mejor de los Marx: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”. El Vaticano tarda siglos, muchas veces, en cambiar de opinión (causando entretanto sufrimientos sin cuento), pero cuando lo hace todo el mundo se expresa con regocijo. Ahora no hay motivo. El gesto es tan pequeño, que raya en el ridículo.

Había un precedente: la comprensión del Pontificado romano a que numerosas religiosas violadas pudieran interrumpir sus embarazos forzados. También duró lo que las guerras que habían provocado el drama.

El Papa admite el uso del preservativo solo para la prostitución
El Papa justifica el uso del condón “en algunos casos”

El gesto del Pontífice es tan pequeño que raya en el ridículo ¿Quién hace caso de los prelados en materia de control de natalidad?

Pese a que en muchísimos asuntos, muy pocas personas -incluso cristianas- hacen caso ya a buena parte de los preceptos de moral sexual de los eclesiásticos (a veces ni ellos mismos), bueno es este pequeño paso en materias que tienen que ver con la salud de millones de seres, como el sida. Aunque sea por la presión de las comunidades científica y política, hay que aplaudir que Benedicto XVI haya variado en el buen camino la intransigencia de sus predecesores y la suya propia durante su viaje a África. ¿Habrá pronto otras rectificaciones?

Sigamos con Groucho para entender el cambio de posición de un Papa que no suele distinguirse por su flexibilidad. “Claro que lo entiendo. Incluso un niño de cuatro años podría entenderlo. ¡Que me traigan un niño de cuatro años!”, decía el mayor de los Marx. El Papa hace frente a una situación de emergencia, pero ahí acaba el gesto. Su predisposición por cambios de rumbo en materias que tengan que ver con la mujer en el seno de su Iglesia o con el sexo, es más que cero, no porque lo diga ahora en este libro-entrevista con Peter Seewald, sino porque es lo que ha sostenido siempre. Lo dijo bien alto cuando ni siquiera pensaba en llegar al cargo que ostenta ahora, también para un libro de Seewald, de 1996, con el título La sal de la tierra, y lo reiteró en el año 2000 en otra conversación con el mismo autor.

Es insólito que un Papa conceda entrevistas. En todo caso, los textos son de primera categoría. Varias veces el Papa subraya que es un hombre sin libertad para hacer lo que quiera en determinadas materias. Parecería una disculpa, pero las afirmaciones son de calado. ¿En qué materias no es libre un Papa, pese a haberse proclamado infalible hace mucho tiempo? Por ejemplo, se declara impotente para reformar lo que llama “la centralidad de Roma”, y también sobre el matrimonio indisoluble, y menos aún sobre la incorporación de la mujer al santuario de la Eucaristía. Ahora lo vuelve a repetir.

Otra cuestión es lo que en el nuevo libro de Seewald se llama la “humanización de la sexualidad”. Hace tiempo que los teólogos moralistas reclaman cambios en los métodos de control de la natalidad, sin ser escuchados. Mucho peor: en tiempos del polaco Juan Pablo II, la intransigencia costó a algunos pensadores la execración inmisericorde de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora el Santo Oficio de la Inquisición.

En todo ese tiempo, Ratzinger era el jefe de la policía de la fe. Curiosamente, la doctrina imperante había sido fijada por Pablo VI después del Vaticano II tras una larga discusión entre peritos y obispos llamados a Roma para la ocasión. Juan Pablo II, entonces cardenal Wojtyla, era miembro de la comisión, pero no asistió nunca a los debates.

¿Quién hace caso a los prelados en materia de control de natalidad? No es ocioso repetir la pregunta, porque tiene que ver con el uso de los preservativos como método profiláctico, pero también anticonceptivo. En el mismo paquete de (in)moralidad figuran la píldora normal y la llamada píldora del día siguiente, tachada esta última por la jerarquía como abortiva.

Sin embargo, las cosas no quedaron tan claras en la famosa encíclica de Pablo VI sobre la materia -la Humanae Vitae-. Son cientos los moralistas católicos que llevan décadas debatiendo acerca de la dimensión moral del problema, frente a la doctrina monolítica de la jerarquía sobre los métodos “artifíciales” de control. El propio Vaticano II parecía haberse colocado en la línea aperturista, aceptando el principio de la “paternidad responsable”.

El concilio no avanzó en esa idea, que todos los católicos de buena fe entendieron como una aceptación de algunos métodos de control. Cuando Pablo VI zanjó el debate con un cerrojazo, estalló el problema intereclesial más grave del posconcilio.

Fue entonces una de las primeras veces en que millones de católicos comprometidos se preguntaron si el Papa hablaba como “infalible”. El conflicto sigue, pero dentro de la Iglesia. Los fieles, en cambio, han tomado el camino de su conciencia. Esta nueva pirueta de Benedicto XVI comprendiendo (¿podría decirse que autorizando?) el uso del preservativo es un ejemplo más de cómo con el Vaticano nunca se sabe. Antes fue la comprensión de la anestesia para el parto sin dolor (liberando la maldición bíblica: “parirás con dolor”); o la aceptación del pararrayos (contra la idea de: “quién es el hombre para parar el rayo de Dios”), y tantos otros cambios. Galileo saltaría de contento

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La Transición no ha terminado por:Vicenç Navarro, catedrático de ciencias políticas y sociales

11/24/2010

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Este artículo critica las tesis presentes en el reciente documental de TVE sobre el reconocimiento de las víctimas de lo que el documental define como los dos bandos de la Guerra Civil y que parecen ser sostenidas por el gobierno español y por el mayor partido de la oposición.

Tales tesis son que la Ley aprobada por las Cortes (conocida como de la Memoria Histórica) debiera cerrar las heridas de los dos bandos, reconociendo por igual a los vencedores y a los vencidos, con limitaciones en cuanto al reconocimiento de estos últimos pues tal ley o cualquier otra no podían anular los juicios de los vencidos que les condenaron a muerte por ser el estado actual continuista del estado anterior.

El artículo critica tales tesis indicando que la equivalencia en el reconocimiento de las víctimas es un indicador de insensibilidad democrática, y que el continuismo en el estado es un obstáculo para su pleno desarrollo democrático.

En un documental emitido por Televisión Española (TVE), Tengo una pregunta para mí: ¿vivimos en deuda con el pasado?, se presenta un punto de vista sobre cómo abordar el reconocimiento de las víctimas de la Guerra Civil que, creo, refleja la postura del Gobierno socialista y del mayor partido de la oposición sobre este tema.

En una entrevista a José Álvarez Junco, miembro de la comisión nombrada por la oficina de la Presidencia del Gobierno español encargada de preparar el borrador de la Ley de la Memoria Histórica, este señala dos puntos que resumen esta visión. Uno es la instrucción que tal comisión recibió de la oficina de la Presidencia del Gobierno socialista español de que la ley (una ley que Álvarez Junco aclara que no era de recuperación de la memoria histórica sino de reconocimiento de las víctimas de la Guerra Civil) tenía como objetivo “cerrar las heridas” de lo que el documental y Álvarez Junco definen como los dos bandos de la Guerra Civil.

La ley tenía que satisfacer a los sucesores de los dos bandos. Puesto que la gran mayoría de los asesinados y desaparecidos pertenecían al bando republicano, y los que hubo del lado golpista no hubieran existido si no hubiera habido el golpe militar, tengo que admitir que me sorprende la instrucción recibida de que los sucesores del bando de los golpistas debieran también estar satisfechos con la ley.

No hubo dos bandos, sino defensores de un Estado republicano con un gobierno democráticamente elegido y los golpistas, criminales que violaron brutalmente el Estado constitucional establecido democráticamente, que no hubieran vencido si no hubieran recibido ayuda militar de Hitler y Mussolini, que sobrepasó, y de mucho, el equipamiento militar de la República. Fue consecuencia del enorme apoyo popular a la República que, a pesar del enorme desequilibrio militar, el golpe no triunfó hasta tres años más tarde. Poner a los vencedores a la misma altura que los vencidos indica una enorme insensibilidad democrática.

Los que lucharon por la democracia eran los buenos. Y los golpistas eran los malos. Desechar esta categorización, tachándola de maniquea (como constantemente hacen los sucesores de los vencedores), es diluir sus responsabilidades en lo acaecido. El hecho de que los buenos hicieran también actos injustos no niega su superioridad moral, como tampoco el bombardeo de ciudades como Dresde por parte de las tropas aliadas (bombardeo que debe denunciarse) niega la superioridad moral de los vencedores en la II Guerra Mundial sobre el nazismo y el fascismo.

En países europeos que sufrieron el nazismo o el fascismo no existe esta equidistancia en el reconocimiento de los muertos. Miles de poblaciones de la Francia democrática, por ejemplo, tienen un monumento a los muertos en la resistencia antinazi, sin tener a su lado los muertos entre las tropas de Vichy. Un tanto igual ocurre en Italia y en Alemania (donde cualquier homenaje o reconocimiento a los nazis está prohibido). En España, sin embargo, se instruye que se reconozca públicamente a las víctimas de los dos bandos.

Tal equidistancia, además de errónea, tiene unos enormes costes políticos, que quedan reflejados en la segunda observación que hace Álvarez Junco. La instrucción recibida de la oficina de la Presidencia era la de aceptar limitaciones en el reconocimiento de las víctimas, pues el Estado actual era continuista del anterior, basado inicialmente en un golpe militar.

De ahí que el Estado actual no podía anular, por ejemplo, juicios de aquel Estado en contra de las víctimas del golpe militar juzgadas en tribunales de aquel Estado dictatorial. Aclara Álvarez Junco que el Estado resultado de la Transición no era una rotura con el anterior (como algunos de sus protagonistas lo han presentado), sino uno continuista. De ahí las resistencias a anular aquellos juicios e iniciar enjuiciamientos sobre responsables de aquellos crímenes y asesinatos.

Por otra parte, Santos Julià, otra persona entrevistada en el documental de TVE, considera que la amnistía fue un gran acto de madurez de la sociedad española, confundiendo madurez con debilidad de las izquierdas. Un motor del cambio fue la agitación social procedente en su mayoría de la clase trabajadora (España fue el país europeo con más huelgas desde 1974 a 1978).

Pero, aun cuando la dictadura murió en la calle, la Transición se hizo bajo el dominio de la nomenclatura del régimen anterior. Fue más la abertura de aquel Estado a los partidos de izquierda –tal como Álvarez Junco reconoce– que una rotura con el Estado anterior. Ni que decir tiene que la aceptación de la soberanía popular fue un paso de enorme importancia, pero la expresión de esta soberanía (desde la Ley Electoral hasta la composición de los aparatos del Estado) lleva claramente la marca de aquel dominio. El hecho bochornoso de que el Tribunal Supremo quiera enjuiciar –a propuesta del partido fascista– al único juez que se atrevió a intentar llevar a los tribunales a los responsables de los desaparecidos es una muestra de ello.

La Transición se basó en una enorme injusticia. Javier Pradera, que es también entrevistado, reconoce este hecho cuando subraya que, para conseguir la paz, hay que aceptar las injusticias que se han hecho a los vencidos. Pero Javier Pradera no se pregunta ¿a qué precio? Se refiere a EEUU y a Francia, que han sufrido guerras civiles y cuyas sociedades han aprendido a convivir con ellas. Pero, por lo visto, ignora que en aquellas guerras los buenos ganaron y en la nuestra perdieron. Y su debilidad explica los silencios sobre nuestro pasado. Por razones de salud democrática, se exige que la versión histórica de los vencidos sea la que domine y que el Estado se considere continuador del Estado democrático republicano. Hasta que ello ocurra, la Transición no habrá terminado.

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Entrevista con José Arregui, “franciscano sin papeles” por: José Manuel Vidal

11/23/2010

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“La única herejía es perder el ánimo y la confianza”. “La institución eclesial está caminando en dirección contraria a la historia”
“Las cartas de José Arregi” (Ediciones feadulta.com) es una selección de reflexiones “circunstanciales” algunas publicadas y otras inéditas que abordan diversos temas como Jesús, las figuras que pueden ser modelos para “los peregrinos”, la ex comunión, las vocaciones, el matrimonio, el divorcio, la homosexualidad y otras cuestiones más personales.

José Arregui, franciscano “sin papeles”, sigue más libre que antes, opinando sobre cualquier tema que afecte a la Iglesia, a su Iglesia, de la que nunca ha salido. Ha sobrevivido, no sin heridas, a la vorágine desatada por monseñor Munilla.

Su libro, como indica en el título, ¿pretende poner las verdades de la fe al alcance de la gente de hoy? ¿Qué ofrece a la gente en busca de claves espirituales profundas?

En esas llamadas “verdades de fe” me interesa únicamente aquello que está en su origen y que es su núcleo, es decir: la confianza en Dios como Misterio último de ternura creadora, la fe en la bondad como corazón de la realidad, la esperanza contra toda esperanza en que otro mundo es posible en este mundo, la confianza en todo ser humano y en todos los seres, la confianza en su capacidad para ser buenos y felices, la convicción de que estamos inmersos en plena creación divina y de que el Espíritu de Dios sigue aleteando sobre todas las aguas y alentando en el corazón de todos los seres, la llamada a la compasión como motor primero de la transformación del mundo.

Creo que la bondad creadora y creativa es lo fundamental de todas las “verdades de fe” y que eso es lo que Jesús anunció y practicó, que eso es el Misterio de Dios, y que todos estamos llamados a encarnarlo. Eso es lo que a mí me anima y creo que eso es lo que la gente busca. Eso es lo que trato de decir con las palabras más sencillas que puedo.

¿Se puede hacer eso sin caer en herejías y sin atentar contra los dogmas de la Iglesia católica?

Sinceramente, creo que los dogmas no quieren decir otra cosa que lo que acabo de decir. Los dogmas no quieren describir el Misterio de Dios, de Cristo o de la Virgen, sino abrirnos los ojos y la mente y el corazón. Los dogmas quieren sugerir lo más grande y lo más simple, que es lo más bello y lo mejor. Quieren sumergirnos en el corazón de Jesús y de su Buena Noticia, animarnos a encarnar a Dios como Jesús lo encarnó.

Quieren invitarnos a inventar imágenes y palabras para volver a decir hoy lo indecible de manera que resulte estimulante y transformador. Para mí, seguir repitiendo sin más las fórmulas de los dogmas, eso es atentar contra los dogmas de la Iglesia. Y la única herejía es perder el ánimo y la confianza, y también la libertad de la palabra.

¿Se siente, por fin, libre, para poder expresar todo lo que lleva dentro?

Tal vez me siento un poco más libre. Pero es una libertad superficial. La libertad fundamental no depende de que uno dependa un poco más o menos del superior provincial o del obispo. Lo fundamental es la libertad del Espíritu de Dios que nos hace sentirnos hijas e hijos, hermanas y hermanos de todos los seres. La libertad del Espíritu que inspira y hace respirar. Yo me siento muy lejos de esa libertad del Espíritu en el corazón y en la palabra. Todos tenemos un montón de miedos, autocensuras, intereses… y yo como el que más.

¿Le duele haberse convertido en una de las ‘bestias negras’ de los talibanes católicos?

¡Esos sí que no! Ni lo siento así ni eso me duele. En realidad, apenas leo las cosas que dicen. Cuando, alguna vez, echo un vistazo por curiosidad, me sorprende el tono de algunos comentarios y me digo: “Quien escribe con tanta acritud y violencia debe de estar sufriendo dentro”, y me da pena. Además, creo que hacen mucho daño a la causa que quieren defender, y eso no me da ninguna pena.

Pasada la vorágine (especialmente la mediática), ¿se arrepiente de algo?

Me arrepiento de no haber sabido evitar un poco más esa vorágine. A veces, por falta de prudencia o de control de la situación. A veces porque me cuesta decir no. Casi siempre, por estar demasiado poco desapegado del yo. Pero quiero asumir cada una de las palabras dichas y cada uno de los pasos dados, y con todo ese pasado ambiguo quiero seguir mirando adelante. Estoy en paz.

La gente le sigue, su blog es un éxito, sus libros se venden como rosquillas…¿los católicos necesitan referentes libres e independientes, que los traten como adultos?

Hay mucha gente que siente una gran necesidad de recuperar las fuentes de la espiritualidad, que es como decir, de respiro, de paz, de armonía con la naturaleza que somos y de la que formamos parte, de Dios… Y buscan referentes, maestros espirituales, es verdad. Pero también es verdad que a veces no encuentran más que lo que los medios les ofrecen en cada momento. Por supuesto, ¡Dios mío!, yo no soy ningún referente ni maestro de vida, y esto no es humildad.

¿Comparte el diagnóstico papal sobre el “laicismo agresivo” de Zapatero?

No, no lo comparto en absoluto. Hay una gran campaña neoconservadora de tipo económico y religioso, a nivel mundial y en especial a nivel del Estado español. El integrismo político y el integrismo religioso se dan la mano una vez más. Me parece infame, máxime teniendo en cuenta que, si hay algo que se pueda reprochar a Zapatero a este respecto, no es su laicismo agresivo, sino, muy al contrario, su falta de decisión a la hora de aplicar el Estado laico con todas las consecuencias, atendiendo a la realidad social, sí, pero también con claridad de criterio y valentía.

¿Debería dejar el Papa de ser Jefe de Estado?

Debería dejarlo ya, ahora mismo. No tiene sentido seguir manteniendo ese residuo medieval anacrónico, en nombre de una supuesta libertad de la Iglesia respecto de los poderes temporales. En realidad, lo que sucede es justo lo contrario: que el Vaticano sea Estado sigue ligando a la Iglesia con el poder temporal, y eso es lo más opuesto a lo que hizo y enseñó Jesús. Hace un daño inmenso a la Iglesia, a la libertad del mensaje, a la búsqueda espiritual del mundo actual, a la esperanza de liberación de la humanidad y de todas las criaturas.

¿Qué sintió al ver a las monjas fregar el altar de la Basíllica de la Sagrada Familia?

Lo he visto sólo en fotos. Me produce cierto bochorno. Es una imagen afrentosa, de otros tiempos. Esas monjas lo hacen, seguro, con la mayor generosidad, pero siguen siendo víctimas de un sistema patriarcal que las utiliza, infravalora, degrada.

¿La Iglesia tendrá que pedir pronto perdón por la marginación a la que sigue sometiendo a la mujer en su seno?

Lo debía haber hecho ya, y algún día lo hará, con siglos de retraso, eso sí, como le ha sucedido en todas las causas.

¿Será capaz la Iglesia de volver a conectar con la modernidad desde los modelos actuales de cristiandad?

La Iglesia tiene aún pendiente su aceptación de la modernidad: la razón crítica, los principios democráticos, los derechos y la igualdad de todas las personas… Pero es que, además, hoy nos encontramos en una cultura de la modernidad radicalizada en la sociedad de la información, con el estallido de la verdad y la crisis de todas las instituciones que eso conlleva. La institución eclesial está caminando en dirección contraria a la historia, y lo hace con el concurso de los grandes poderes políticos y económicos neoconservadores del mundo de hoy, calculando que el proyecto neoconservador tendrá éxito. Tiene a su disposición todos los poderes para tener éxito. Pero el éxito de ese proyecto neoconservador con el concurso de la Iglesia sería un terrible fracaso de la Iglesia, del Evangelio, de los cristianos.

¿Para cuándo otra primavera eclesial, como la del postconcilio?

Todavía queda invierno por delante. Tal vez no llegará la primavera sino después de que mueran del todo los restos institucionales de una Iglesia empeñada en seguir anclada en el pasado. El Espíritu sigue soplando. El Espíritu es primavera.

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Un boquete en el búnker de la moral sexual católica

11/22/2010

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Una pequeña fisura en el cemento armado puede provocar el derrumbe de una presa. Por vez primera en la historia de la Iglesia católica, el Papa Ratzinger abre un boquete, aunque de entrada sea estrecho, en el hasta ahora monolítico búnker de la moral sexual del catolicismo. Y admite (y por lo tanto, justifica) la utilización del preservativo.

Pero si bien es verdad que la excepción confirma la regla, también lo es que, una vez admitida una excepción y abierta una espita, la vida tiende a presentar otros casos similares. Y el boquete se va ampliando. Como la fisura en el cemento de la presa.
Todo un bombazo el del Papa Ratzinger, que, sólo por eso y de pronto, se escapa de la categoría de Papa de transición y se catapulta a los libros de historia de la Iglesia.

Acusado hace unos meses de ser un Papa sin alma por oponerse al uso del preservativo para prevenir, entre otras cosas, la plaga y la matanza ocasionada por el Sida, Benedicto XVI tapa la boca a sus detractores. Y se alinea con la estrategia ABC (Abstinence-Be faithfull-Condom, abstinencia-fidelidad-preservativo). En ese orden y dejando claro que el preservativo sólo no es la solución. Pero, al fin y al cabo, admitiendo también el preservativo. No sólo, sino también. Porque, si la vida es el bien mayor, también lo es en el caso de poder evitar la muerte con el condón.

Con esta pica en el Flandes de la moral sexual católica, el Papa Ratzinger regresa a las pautas marcadas por la Humanae Vitae de Pablo VI. Pautas de humanización de la norma moral. El espíritu por encima de la ley. Sorprende, sin embargo, que un anuncio histórico se haga con tan poca solemnidad. En una simple entrevista en forma de libro. Eso sí, un libro autorizado por el propio Vaticano. Es probable, pues, que la histórica decisión papal se oficialice pronto en un documento de mayor rango.

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La iglesia luterana finlandesa permitirá “momentos de oración” para saludar la celebración de uniones homosexuales

11/21/2010

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El sínodo de la iglesia luterana finlandesa ha llegado este viernes, por 78 votos a 30, a una solución de compromiso para reconocer, en el seno de la iglesia, las parejas del mismo sexo. La iglesia luterana finlandesa permitirá la celebración de “momentos de oración” para saludar la constitución de uniones homosexuales, pero no su bendición.



Los partidarios de reconocer las parejas del mismo sexo querían que se autorizara explícitamente la celebración de ceremonias de bendición, pero han cedido a favor de una solución de menor rango. Ahora la conferencia de obispos deberá establecer un protocolo para dichos momentos de oración, pero todo indica que su será bastante laxo, dejando la organización concreta a las propias parroquias y a las personas involucradas. Eso sí, tanto a los pastores luteranos como a los empleados de la iglesia que no quieran participar se les permitirá mantenerse al margen.

La decisión del sínodo, con una representación de los creyentes más amplia que la restringida conferencia de obispos, resulta relativamente conservadora, teniendo en cuenta que ya en primavera esta última se había manifestado a favor de permitir el rezo de plegarias para saludar la uniones homosexuales por 16 a 4. Por otra parte, según un reciente sondeo entre los candidatos a cargos parroquiales en las elecciones que se celebran este mismo domingo, la mayoría (el 72%) de los candidatos sondeados apoyaba la celebración de momentos de oración, mientras que el 48% se mostraba directamente partidario de reconocer los matrimonios homosexuales y de bendecir sus uniones.

La decisión tiene lugar en un momento especialmente delicado para la iglesia luterana finlandesa, debido a la ola de abandonos desencadenada por la emisión de un debate televisivo en el que políticos democristianos y representantes de la iglesia luterana sostuvieron posiciones contrarias a los derechos de gays y lesbianas. Según la web eroakirkosta.fi, portal finlandés que permite a los fieles apostatar legalmente de la iglesia luterana, más de 40.000 personas se habrían dado ya de baja desde la emisión del programa.

La discusión sobre el reconocimiento de las parejas del mismo sexo en el seno de la iglesia luterana finlandesa tiene lugar en paralelo al debate sobre la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo en el país (que ya dispone de una ley de uniones civiles). Una aprobación que, a no ser que la radicalización hacia posiciones extremistas del electorado lo impida, cuenta con amplias posibilidades de salir adelante después de las próximas elecciones.

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