(El borrador de trabajo -Instrumentum laboris- del Sínodo se ha publicado en dos fuentes; en cursiva: lo incorporado del Sínodo anterior, y ordinaria: lo añadido para el próximo. Aquí distinguiremos más bien, con dos colores en ambos párrafos, la mentalidad reformadora y la tradicionalista. Subrayamos en dorado la primera: histórica y experiencial, hermenéutica, antropológica y evangélica. En rojo, la segunda: escrúpulos dogmatizantes, sutilezas canonistas o exégesis literales fundamentalistas).
Comienza la introducción constatando los desafíos que deben afrontar hoy las familias. Primero, ver la realidad, para después juzgar y actuar, discernir el destino de las familias, pensar su misión y comprometerse con su transformación. El Sínodo (como la Gaudium et spes del Vaticano II) quiere hacer suyas las fatigas, gozos y esperanzas de tantas familias, más vulneradas y vulnerables que nunca, pero menos apoyadas por la sociedad. Subrayamos, en dorado, en el capítulo primero, la referencia a las causas culturales, sociales o políticas de dicha desprotección. “Eventos traumáticos como los conflictos bélicos, la eliminación de los recursos, los procesos migratorios, inciden de manera creciente en la calidad afectiva y espiritual de la vida familiar y ponen en riesgo las relaciones dentro de la familia... Asimismo se debe hablar de las graves contradicciones generadas por el peso de políticas económicas desconsideradas, al igual que de la insensibilidad de políticas sociales, incluso en las llamadas sociedades del bienestar. En particular, el peso cada vez mayor del mantenimiento de los hijos, así como el enorme agravamiento de las tareas subsidiarias del cuidado social de enfermos y ancianos, de hecho delegados a las familias, constituyen una auténtica y enorme carga que pesa sobre la vida familiar". "Si se añaden los efectos de una coyuntura económica desfavorable, de naturaleza bastante ambigua, y el creciente fenómeno de la acumulación de riqueza en manos de pocos y de la distracción de recursos que deberían ir destinados al proyecto familiar, el cuadro de empobrecimiento de la familia se perfila todavía más problemático”. Subrayamos, sin embargo, con rojo, algunas alusiones hechas de paso, sin que fueran necesarias en el contexto del capítulo: Al enumerar circunstancias sociales de efecto negativo sobre la institución familiar, se mencionan “las teorías según las cuales se debe afirmar la identidad personal y la intimidad afectiva en una dimensión radicalmente desvinculada de la diversidad biológica entre varón y mujer..." "Al mismo tiempo, sin embargo, se quiere reconocer a la estabilidad de una pareja instituida independientemente de la diferencia sexual la misma titularidad de la relación matrimonial intrínsecamente vinculada a los roles paterno y materno, definidos a partir de la biología de la generación...” Parece como si quisieran desde el comienzo asegurarse de dejar cerrada la puerta para cualquier tratamiento acogedor y reconocedor de matrimonios igualitarios u otras situaciones similares. Tampoco parecen pertinentes (al comienzo del documento y sin haber tratado los respectivos problemas), las afirmaciones que descartan de un plumazo determinadas perspectivas sobre feminidad o maternidad. Lápiz rojo, por tanto, también a las líneas siguientes: “Una cierta visión del feminismo, que considera la maternidad un pretexto para la explotación de la mujer y un obstáculo a su plena realización... una tendencia creciente a concebir la generación de un hijo como un instrumento para la afirmación de sí mismos, que hay que obtener con cualquier medio”. (Reconozcamos en voz baja y con letra pequeña, que el Instrumentum laboris, como otros documentos de magisterio eclesiástico convertidos en diplomacia eclesiástica, padece la patología de los textos de consenso pactados entre posturas cognitivas incompatibles). (Continuará)
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<<…Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció... >> (Mc 6,33)
Ya se sabe que, actualmente, vivimos (padecemos muchas veces) una saturación de imágenes y estímulos visuales tal, que parece que nuestra atención se ha deteriorado. Vemos fugazmente. Tal es la velocidad con que cambian las imágenes (zapping cultural) que parece que vemos sin pensar, sin preguntarnos sobre lo que estamos mirando y la gravedad o el significado de lo que nuestra mirada está percibiendo. Nos limitamos a mirar, de una escena a otra, de una luz a otra, de una imagen a otra. Parece difícil reaccionar ante tal cúmulo de estímulos. La información está en imparable actualización. Las redes sociales, la publicidad, las fotos, las portadas, los titulares, las escenas se mueven vertiginosamente… Y no parece haber más remedo que aprender a mirar, sin ver en realidad… Hay a quienes nos dan ganas de decir de vez en cuando como Mafalda: ¡Paren que quiero bajar! El riesgo es quedarme viéndome a mí (mis selfies), permitiendo que la capacidad de mirar más allá de mí se entorpezca más y más. El riesgo es que mis mecanismos de defensa ante la realidad cobren más fuerza, y niegue, evada y reprima la indignación, a responsabilidad y, con ello, se debilite la compasión, esa actitud que incomoda y remueve las entrañas y mueve a ponerse en acción… En cambio, cuando pongo atención en cómo hace Jesús, y aprendo a desembarcar por un momento… Entonces consigo bajar un momento de acelerado ritmo de vida, y desciendo a lo profundo (donde, a decir de Luis Guitarra, «no hay nada que no sea sorprendente») entonces puedo poner más atención en lo que veo, en a quiénes veo y en cómo veo… Y algo sucede en mi mundo interno. Cuando veo con más realismo, se trastorna de algún modo mi prejuicio y la fantasía, que constantemente distrae mi atención con recuerdos, con expectativas o con espejismos, parece acallarse. Es como despertar y captar la realidad, esa realidad que se está moviendo y cambia y sorprende… Entonces puedo ver, de verdad, la verdad. Como Iglesia, necesitamos ayudarnos a ejercitar el sacerdocio, corregir con caridad y claridad nuestro modo de mirar, liberarnos de la pasividad, de la mirada acrítica, caldo de cultivo de la estulticia y el violento egoísmo que se queda pasivo e indiferente ante la realidad… Ayudarnos a fomentar, a tiempo y destiempo, la compasión y la caridad. Necesitamos desembarcar… Llegar… Bajar… Acercarnos… Saber estar…. Queremos aprender a ver… Captar… Reflexionar… Darnoscuenta… Ser conscientes… Pedimos el don de la compasión... Sentir esa peculiar mezcla de dolor y ternura… Impregnar de misericordia la existencia… Salir al encuentro… Ser misericordiosos como Jesús… En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que irrumpa y se manifieste, aquí y ahora, la empatía, la vida y el amor. Así sea En uno de sus discursos más extensos, en Bolivia, el papa Francisco se puso a la vanguardia de los derechos de los pueblos marginados y de la defensa de la creación. Ambos han sido abusados por los depredadores cobijados en el sistema de la economía de mercado, un invento del neoliberalismo para explotar la naturaleza y las gentes.
Por fin un obispo de Roma habla con claridad en temas sociales que interesan a los pueblos más que las doctrinas religiosas. LA DEUDA HISTORICA. Era una deuda que no lograba pagarse con el paso del tiempo. Se dice que fue León XIII el que puso la “cuestión social” en el tapete eclesial cuando escribió la carta “Rerum Novarum”, en 1891. Desde luego llegó muy tarde: hacía ya casi cincuenta años que Carlos Marx había planteado el tema ante la conciencia del mundo. Después, en 1931, el papa Pío XI, mediante la carta Quadragessimo Anno se refería también al mundo obrero. Pero no fue hasta Juan XXIII que la iglesia empezó a emplear un lenguaje más abierto, más comprometido y más directo ante los problemas sociales. Por su parte, Juan Pablo II tuvo numerosas intervenciones en asuntos relacionados con el mundo obrero, ya sea en discursos, en cartas oficiales, en homilías. Sus numerosos viajes por el mundo le ayudaron a conocer realidades de pobreza y marginación, ante las que siempre levantó la voz clamando por justicia. Pero su trauma antimarxista le impidió hacer denuncias más comprometidas o a proponer alianzas más eficaces para luchar contra el capitalismo depredador. Ha tenido que ser un Papa latinoamericano el que le cambie el rostro a una iglesia que señalaba las consecuencias nefastas del sistema pero no se atrevía a denunciar sus causas diciendo al pan, pan y al vino, vino. Y lo ha hecho con su voz sosegada pero firme. Francisco no tiene la voz teatral de Juan Pablo II en sus mejores tiempos. Tampoco la voz cansina de un profesor de teologías, como Benedicto XVI. Tiene la voz de un pastor de pueblo que observa el mundo desde la fe y llama a las gentes a mantener la esperanza. Pero una esperanza que está comprometida con el cambio de paradigma, con el cambio de los patrones mentales. Solamente así será esperanza concreta y no solamente una espera aletargada. LA DENUNCIA. En su discurso, en Santa Cruz de la Sierra, Francisco abordó temáticas sociales que son tratadas con un lenguaje nuevo, de parte de la iglesia.
Y, superando el clásico discurso que llamaba a los ricos a la generosidad, afirmó sin tapujos que la distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. “Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece. El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos. Y estas necesidades no se limitan al consumo. No basta con dejar caer algunas gotas cuando lo pobres agitan esa copa que nunca derrama por si sola. Los planes asistenciales que atienden ciertas urgencias sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Nunca podrán sustituir la verdadera inclusión: ésa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario”.
Los mensajes del Papa Francisco son cada vez más claros y contundentes sus denuncias contra las injusticias estructurales. El problema añadido a la incomodidad creciente para los dirigentes a los que van dirigidas sus denuncias (dirigentes políticos pero sobre todo económicos y financieros) es que su lenguaje pastoral solo es interpretado en clave política: o eres de derechas o de izquierdas, sin aceptarle que un cristiano como él, en calidad de Papa, pueda ser crítico con los sistemas totalitarios de izquierdas y de derechas exigiendo un cambio de estructuras que alivien la desigualdad creciente, con millones de pauperizados ajenos al sueño, no ya de la justicia, sino del consumismo.
El profeta Francisco ha llegado muy lejos en sus críticas y es atacado directamente por Jeff Bush y por la prensa estadounidense de estar fomentando la desobediencia social y “la rebelión de las masas contra los capitalistas” en su reciente gira latinoamericana de principio de julio: “El reciente viaje de Francisco a América del Sur reveló un obvio mensaje socialista y anticapitalista que insta a un cambio estructural de la economía global que atenta contra el proyecto de Jesús”, escribe Paul Farrel. Atención a esto último: no atenta Francisco contra los capitalistas sino contra el evangelio, es decir, que el sistema capitalista está alineado con las enseñanzas del Maestro y socavar sus bases es ir en contra de Cristo, en este caso el mismísimo Papa. ¿Decir que todos tienen derecho a la Tierra, a la vivienda (techo) y al trabajo, y que son “derechos sagrados”, es atentar contra el mensaje cristiano? ¿O es precisamente evitárselos a una gran masa de seres humanos lo que supone un atentado humanitario y cristiano? ¿Es la ley del máximo beneficio la que agrede al mensaje de Dios o es su denuncia a favor de los desheredados de la Tierra por tanta codicia? Escuece escuchar del Papa -aunque muchos medios no lo han recogido con esta claridad- que se refiera al capitalismo no controlado como “dictadura sutil” y “estiércol del diablo”, porque si gobierna “la ambición desenfrenada de dinero”, el “servicio para el bien común queda relegado”. En su Exhortación a la alegría, se refirió al capitalismo como que “esta economía mata” y destruye la Tierra. El que un profeta diga estas cosas, no deben escandalizar a un cristiano que ya debería saber cómo se las gastaban aquellos profetas (Amós. Elías, Miqueas, Isaías…) frente a poderosos mucho menos sutiles que los prebostes del capitalismo, a no ser que su hipocresía sea todavía mayor a sus ganas por controlar a la opinión pública. No hay nada en el discurso de Francisco que sea ajeno a la enseñanza social de la Iglesia. Su invitación a un profundo cambio en las estructuras lo hace desde el Evangelio, desde la realidad de la Buena Noticias a los pobres, ante la cual, los cristianos deberíamos decir lo que Francisco, vista la situación de infra humanidad que se precisa para que el Sistema mantenga sus retos del máximo beneficio posible a costa de todo y de todos. Es hora de respondernos con sinceridad hasta qué punto estamos de acuerdo con Bush o el periodista Farrel, que manipula sin pudor alguno la Buena Noticia. La vida no es comunista o capitalista: existen otras alternativas de justicia a pesar de quienes nos quieren obligar a posicionarnos entre estas dos perversiones económicas que tanto daño vienen haciendo a la humanidad. Necesitamos muchos profetas que sigan a Francisco y se manifiesten públicamente en defensa de la denuncia profética. La mayoría de los medios de comunicación de España no cesan de hablar despectivamente de los países bolivarianos (Venezuela, Ecuador, Bolivia…) y, últimamente de Grecia. Sin embargo, guardan silencio frente al dolor y lucha por la vida de otros pueblos como Guatemala, país que ha sido arrinconado en el más completo silencio.
Guatemala es conocido como “el país de la eterna primavera”, situado en la cintura de América. Es un paraíso de belleza natural por sus lagos, volcanes y altas montañas, grandes ríos, selvas tropicales, templos mayas, ciudades coloniales y su rica cultura indígena. La población guatemalteca es de l4 millones de habitantes, de los cuales el 62 % es indígena maya y el 38 % es población ladina mestiza. Es un país rico en café, azúcar, cardamomo, banano, piña y cacao; rico en petróleo y en oro, plata y níquel… y con un gran potencial turístico. Pero el 78% de la población vive en situación de pobreza y el 42% en pobreza extrema. El pueblo guatemalteco arrastra una larga historia de dolor, lucha y resistencia por su dignidad, desde la época de la conquista española hasta nuestros días. Es un pueblo que se ha negado a callar y a morir. En 1934 el pueblo organizado logró acabar con la dictadura e instaurar un gobierno democrático al servicio de todos, particularmente de los que históricamente habían sido excluidos: campesinos e indígenas. Fueron diez años de primavera en el país de la eterna tiranía. En 1954 Guatemala sufre la intervención militar de Estados Unidos. Multitud de campesinos que se beneficiaron de la Reforma Agraria fueros encarcelados y asesinados. Dos años después, un grupo de oficiales del ejército guatemalteco, descontentos e indignados por la situación de corrupción y brutal represión, se rebeló contra el Gobierno pro-norteamericano. A estos jóvenes militares se le unieron campesinos e indígenas y algunos estudiantes universitarios. Así surgió la guerrilla. El Gobierno agudizó la represión contrainsurgente con el apoyo norteamericano e israelí. Ni el ejército gubernamental pudo contra la guerrilla ni ésta contra el ejército. Fueron 36 años de guerra, que dejó más de 200.000 muertos, 440 aldeas arrasadas, un millón de desplazados internos y 50.000 refugiados en el sur de México. Después de cinco años de diálogo entre el Gobierno y la guerrilla, el 29 de diciembre de 1996 se firmó la Paz. La Iglesia desempeñó un papel importante de mediación en el proceso de diálogo, que quedó plasmado en los Acuerdos de Paz. Monseñor Juan Gerardi impulsó el proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI) para acompañar y ayudar a las víctimas del conflicto armado a redescubrir su dignidad y sanar sus heridas. Decía: “Queremos contribuir a la construcción de un país distinto. Por eso recuperamos la memoria del pueblo. Este camino estuvo y sigue estando lleno de riesgos, pero las construcción del reino de Dios tiene riesgos y solo son sus constructores aquellos que tienen fuerza para enfrentarlos”. Dos días después de la presentación del Informe del proyecto REMHI fue asesinado por altos jefes militares. Era el 26 de abril de l998. El Estado no ha tenido voluntad política de poner en práctica los Acuerdos de Paz, que estaban contemplados como punto de partida para el desarrollo democrático y social del país. Hoy Guatemala sigue viviendo bajo la tiranía de la oligarquia empresarial y terrateniente y de compañías multinacionales que usurpan los recursos naturales del país con el aval del Gobierno de turno, ignorando a la población campesina e indígena que, mediante consultas y movilizaciones populares, ofrece una tenaz resistencia a esta explotación de sus recursos. La corrupción en los organismos del Estado alcanza niveles inimaginables, síntoma de un sistema en sí mismo injusto y cruel. La violencia (provocada por la represión policial, el narcotráfico y la delincuencia callejera) ronda un promedio de 17 asesinatos diarios. Junto con Honduras, Guatemala es el país con más violencia del planeta, a excepción de aquellos países que están en guerra. Guatemala llora sangre. Los medios de comunicación de España callan ante esta dramática realidad mientran se ensañan contra otros países que van logrando mejoras sociales para sus pueblos. ¿Por qué este silencio sobre lo que acontece en este pequeño país centroamericano? No obstante, en Guatemala está surgiendo un movimientos social de “indignados”, en donde confluyen campesinos, indígenas, estudiantes universitarios, comunidades cristianas, organizaciones de mujeres, ONGs.., que luchan por un cambio profundo de las estructuras socioeconómicas, que es hoy una esperanza. La Conferencia Episcopal Guatemalteca, a diferencia de otras Conferencias Episcopales de América Latina, ha expresado su sensibilidad y solidaridad con el grito de dolor, lucha y esperanza del pueblo. En el ambiente suena cada vez con más fuerza la expresión “mientras la calle no calle, hay esperanza”, mientras el pueblo lanza al viento el canto del poeta guatemalteco y revolucionario Otto René Castillo: “Aquí solo queremos ser humanos”. El domingo pasado nos dejaba el relato evangélico de Mc ante la multiplicación de los panes. En su lugar, la liturgia inserta, a partir de este domingo, todo el c. 6 de Jn. Es el más largo y denso de todos los evangelios, y que nos va a ocupar cinco domingos. En sus 71 versículos, partiendo de la multiplicación de los panes, elabora toda una teología del seguimiento. En el fondo se trata de un proceso de iniciación catequética, que en la comunidad duraba varios años y que, al final, obligaba a tomar una decisión definitiva: el bautismo.
El evangelio de Jn fue escrito en una comunidad de iniciados para su uso en ella. Todos comprenden los signos que en él se emplean. Este evangelio es esotérico. La numerología, la cábala, el tarot, lo impregnan todo. Los 21 capítulos del evangelio se corresponden con cada una de las cartas del tarot. La 6ª (el enamorado) representa un joven en un cruce de caminos, ante dos doncellas. Una, de amarillo y verde, representa la vida sensitiva. Otra, de azul, representa la vida espiritual. El joven tiene que elegir uno de los dos caminos. Como siempre en Jn, todo son símbolos, El monte es el lugar donde habita la divinidad. Jesús subió al lugar que le es propio. Sentarse es el símbolo de enseñanza rabínica. "Estaba cerca la Pascua", no es un dato cronológico, sino teológico. La gente no sube a Jerusalén, como era su obligación, sino que busca en Jesús la liberación, que el templo no puede darles El dinero tiene un significado profundo. El dinero es lo que había desplazado a Dios del templo, utilizado por el sistema opresor, es el causante de la injusticia y del hambre. Comprar pan, es obtener un bien necesario para la vida, a cambio de dinero, inventado para dominar. El vendedor dispone del alimento; lo cede solo bajo ciertas condiciones dictadas por él. La vida no está al alcance de todos, sino mediatizada por los que detentan el poder. Jesús no acepta tal estructura, pero quiere saber si sus discípulos la aceptan. Felipe no ve solución. Doscientos denarios era el salario de más de medio año de trabajo. Andrés muestra otro posible horizonte; una solución distinta a la del comprar. Habla de los panes y los peces que descubre como algo de lo que se puede disponer. El muchacho(muchachito, doble diminutivo) representa al insignificante grupo de los discípulos. Los números simbólicos 5+2=7 indican totalidad. Todo se pone a disposición de los demás. Al decir que son de cebada, pone en relación este episodio con el de Eliseo; pero marca una gran diferencia: Eliseo dio de comer a cien, con veinte panes. Jesús da de comer a cinco mil con cinco. La propuesta de Andrés es la adecuada pero no sirve. No hay medios suficientes. Comer recostado era signo de hombres libres. Jesús quiere que todos se sientan personas con su propia responsabilidad. No quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase. Aquí está ya apuntando a la falsa interpretación que van a hacer del signo. El lugar (con artículo determinado) era el modo de designar el templo. Dios no está ya en el templo sino donde está Jesús. La mucha hierba, signo de la abundancia de los tiempos mesiánicos. Pronunció la acción de gracias (eucaristhsaV). Este dato tiene mucha miga. Se trata de conectar la comida con el ámbito de lo divino (los sinópticos hablan de elevar la mirada al cielo). Se reconoce que el alimento es don de Dios a todos; nadie puede apropiárselo para después sacar provecho de su venta. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso a ese bien necesario. Su finalidad primera, alimentar, se eleva para convertirlo en signo de Vida. Solo en este nuevo espacio es posible el compartir. Recoged los pedazos que han sobrado. Lo sobrado, no tiene sentido de resto, desperdicio sino de sobrante, sobreabundante. En la Didaché se llama al pan eucarístico "los trozos" (klasma). Deben recogerlos porque la comunidad tiene que continuar la obra de la entrega. Otra gran diferencia con la experiencia del Éxodo. El maná no duraba de un día para otro; lo que Jesús ofrece tiene valor permanente y hay que cuidarlo. Recordemos que en los Hch se llama a la eucaristía "la fracción del pan". No es pan, sino pan partido. Llenaron doce canastas. "doce" no hace referencia a los apóstoles (en Jn no se identifica los discípulos con los 12). Es más probable que haga referencia a las doce tribus de Israel, como símbolo de todo el pueblo que había acompañado a Moisés por el desierto. El profeta que tenía que venir al mundo estaba anunciado en (Dt 18,15). Se trata de un profeta como Moisés que haría los mismos prodigios que él. No reconocen la novedad de Jesús. Siguen creyendo en una salvación venida de fuera, al estilo del A T. Más tarde se establece una clara distinción entre el alimento que les da Jesús y el maná. El intentar hacerle rey demuestra que no han entendido nada. La multitud queda satisfecha con haber comido. La identificación con Jesús y su mensaje no les interesa. Sus intereses están muy lejos de la exigencia de Jesús. Jesús quiere liberarles, ellos prefieren seguir dependiendo de otro. Jesús les pide generosidad; ellos prefieren recibir gratis. Jesús quiere asociarlos a su obra; ellos quieren descargar en un jefe su responsabilidad. La solución no es el dinero o un milagro externo, sino el saber compartir todo con todos. La verdadera salvación no está en que alguien solucione nuestros problemas. La liberación está en superar el egoísmo y estar dispuesto a dar a los demás lo que uno tiene y lo que uno es. Se retiró a la montaña él solo. En algunos manuscritos se dice que 'huyó' al monte. Jesús sube al lo alto, mientras los discípulos bajan... Ante la total incomprensión de la gente, Jesús no tiene alternativa, se vuelve al monte (lugar de la divinidad). Completamente solo, como Moisés después que el pueblo traicionó a su Dios, haciéndose un ídolo. Este paralelo con Moisés, muestra la gravedad de lo sucedido. Haciendo de Jesús un Mesías poderoso, repiten la idolatría de los israelitas en el desierto. Ambos quieren adorar a Dios, pero bajo la falsa imagen (ídolo) que ellos mismos habían hecho de Él. El dinero sigue siendo hoy la causa de toda desigualdad. Todo tiene un precio, incluídos los bienes espirituales. La gratuidad y el compartir son conceptos que han desaparecido de nuestra sociedad. Conocemos bien la alternativa; seguimos ante la encrucijada pero aún no hemos tomado una decisión. No somos conscientes de que no tomar el camino espiritual, es ya dejarnos llevar por el hedonismo. La búsqueda de placer a cualquier precio es la tónica de nuestra sociedad. En el mejor de los casos, nos empeñamos en ir por dos caminos opuestos al mismo tiempo. La religión como la mayoría la entiende, nos lleva a la esquizofrenia. Jesús pudo escapar de la pretensión de aquella gente, pero de nosotros, no puede escapar y lo hemos proclamado rey del universo. Cada uno de nosotros debemos examinar los motivos que nos mantienen unidos a Jesús. ¿Por qué somos cristianos? ¿Por qué venimos a misa? Yo os lo voy a decir: Para asegurarnos sus favores aquí abajo y además, garantiaza una eternidad dichosa en el cielo. ¡Poco han cambiado las cosas! También nosotros seguimos sin querer saber nada del servicio y la entrega a los demás. El evangelio sigue sin estrenar Seguimos tratando de poner lo espiritual al servicio de lo material, que es lo que de verdad nos interesa. No nos interesa lo que Dios quiere de nosotros, sino lo que nosotros esperamos de Dios. No nos importa la visión trascendente de la vida, sino que el Todopoderoso se ponga a nuestro servicio. Si todos los que nos llamamos cristianos empezáramos a compartir, como Jesús nos pide en el evangelio, se produciría la mayor revolución de la historia humana. Si esperamos a compartir cuando hayamos cubierto todas nuestras necesidades, nunca compartiremos nada, porque la técnica del capitalismo hedonista es precisamente aumentar las necesidades a medida que se van satisfaciendo. Meditación-contemplación "Se retiró a la montaña él solo". Una vez más queda clara la actitud de Jesús. Él no quiere estar por encima de los demás. Tampoco quiere que la gente se esclavice. ................ La auténtica salvación no puede venir de fuera. Porque la verdadera esclavitud viene del falso yo. Jesús quiere personas libres y responsables. No acepta títeres ni gregarios que dependan de los demás. ....................... Debes tomar las riendas de tu propio destino y escapar de la tiranía de todo lo que te atenaza. El horizonte de tu plenitud está dentro de ti. Lo externo ni te tiene que atar ni te puede liberar. A la tercera ola de calor que padecemos en España se añaden, por obra y gracia del zapping litúrgico, cinco domingos dedicados a la lectura del evangelio de san Juan: el discurso del pan de vida, precedido del milagro de la multiplicación de los panes y los peces.
Un caso extraño Es raro que Juan coincida con los Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) en algún relato. Este de la multiplicación de los panes y los peces es uno de los pocos casos, pero conviene advertir los matices propios de Juan. El primero es la fecha: «Estaba próxima a la Pascua, la fiesta de los judíos.» Ninguno de los Sinópticos ofrece esta indicación, que para Juan es muy importante: hace referencia al momento de la muerte de Jesús. Juan no cuenta la institución de la Eucaristía, pero este milagro, ocurrido en la misma fiesta, simboliza la idea de que Jesús alimenta a su pueblo. Jesús y Eliseo Uno de los grandes obradores de milagros en el Antiguo Testamento es el profeta Eliseo. La 1ª lectura recoge cómo alimentó con veinte panes de cebada a cien personas (teniendo en cuenta las dimensiones de los antiguos panes, no era demasiado difícil sacar un bocadillo para cada uno). En contra de las dudas de su criado, comieron todos y sobró. El milagro de la multiplicación de los panes y los peces está calcado sobre el de Eliseo, pero aumentando las dificultades. En vez de cien personas son cinco mil (los Sinópticos añaden "sin contar mujeres y niños", Juan sólo menciona a los varones). Y en vez de veinte panes, Jesús sólo dispone de cinco. Para dejar clara la dificultad se indica lo que costaría alimentar a esa gente: 200 denarios. El denario era el salario diario de un campesino; 200 denarios suponen una cantidad muy grande para un grupo que vive de limosna, como el de Jesús. A pesar de todo, igual que Eliseo dijo: «comerán y sobrará», los comensales de Jesús comen «todo lo que quisieron» y, para demostrar la abundancia, se recogen doce canastos de sobras. La relación entre el milagro de Jesús y el de Eliseo queda especialmente clara en Juan, ya que mientras los Sinópticos hablan simplemente de "cinco panes", Juan indica que son "panes de cebada", como los que regalan a Eliseo. Simbolismo eucarístico Mateo, al contar este milagro, omite la referencia a los peces en el momento de la multiplicación, para subrayar la importancia del pan como símbolo eucarístico. Juan lo sugiere de forma distinta. La orden de Jesús: "Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda", la refieren los discípulos sólo a los panes, no se preocupan de los peces. Es probable que estas palabras de Jesús reflejen la práctica litúrgica posterior, cuando se pensó que el pan eucarístico no podía ser tratado como otro cualquiera. La reacción del pueblo y la reacción de Jesús En los Sinópticos, la gente no es consciente del milagro ocurrido. En Juan, el pueblo se sorprende de lo hecho por Jesús y deduce que es el profeta esperado, semejante a Moisés, que alimentó al pueblo en el desierto. A primera vista, extraña que identifiquen a ese «profeta que iba a venir al mundo» con el futuro rey de Israel. Pero Flavio Josefo habla de profetas que se presentaban en el siglo I con pretensiones regias, mesiánicas. La intención del pueblo es claramente revolucionaria, nombrar un rey que los gobierne distinto del César romano, un rey que los libere. Pero Jesús no comparte ese punto de vista y huye. Un milagro que continúa en un discurso En los Sinópticos, el milagro está cerrado en sí mismo. En Juan, el milagro supone el punto de partida para un largo discurso, que se leerá en los próximos domingos. Es importante recordar este detalle al comentar el texto: se puede subrayar la preocupación de Jesús por la gente, su poder infinitamente superior al de Eliseo, el simbolismo eucarístico, la oposición de Jesús a un mesianismo político... pero hay que dejar claro que el relato es sólo la puerta a un discurso. «Ahora viene lo bueno». Pero Juan, al escribir los discursos de Jesús, los concebía como un desafío para el lector: no se debían entender a la primera, sino tras diversas lecturas y continua reflexión. Por desgracia, la mayoría de los fieles no está para muchos desafíos en el mes de agosto. Sobre todo, si continúa la tercera ola. El reciente viaje del papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay ha terminado por disipar las dudas de los escépticos de dentro y de fuera sobre el cambio radical que está llevando a cabo día tras día desde su elección en marzo de 2013. Todo en el recorrido por tierras latinoamericanas ha sido histórico, rupturista, radical, alternativo: los escenarios, los gestos, los protagonistas e interlocutores, los mensajes. Histórico dentro de la normalidad y de la espontaneidad, sin que nada desentonara ni nadie se sorprendiera o escandalizara, salvo los que vienen haciéndolo desde que saliera al balcón del Vaticano cuando fue elegido papa.
El gesto más provocativo, que el papa acogió con naturalidad, fue el regalo que le hizo Evo Morales de un Cristo crucificado en una hoz y un martillo, reproducción del crucifijo tallado por el jesuita español Luis Espinal, asesinado por los paramilitares en marzo de 1980 por su compromiso con las luchas populares en Bolivia. Era un regalo en plena sintonía con el proyecto plurinacional e inter-étnico de la nueva Bolivia y con el tono provocador de los discursos de Francisco. Sintonía que se dejó sentir en el trato de Evo al papa, a quien llamaba “hermano papa Francisco” y al que este respondía con la misma familiaridad. En contra de lo que suele ser costumbre en este tipo de viajes papales, las personas que acompañaron al hermano Francisco no fueron clérigos ensotanados, ni personalidades encorbatadas, sino enfermos terminales, comunidades indígenas, líderes obreros y campesinos, personas mayores, presos a quienes visitó en la cárcel de Palmasola (la más peligrosa del país), activistas de los Movimientos Populares de todo el mundo reunidos en el II Encuentro –el primero fue en Roma en octubre de 2014-, a quienes calificó de “sembradores del cambio”. Fue en ese Encuentro donde pronunció el discurso más crítico de todo su pontificado contra el capitalismo, el colonialismo y el expolio de la tierra. Todo ello era la mejor demostración de la identificación del papa con las reivindicaciones de las comunidades indígenas, de los presos, de los excluidos del sistema y de la llamada “izquierda radical”, representada por los movimientos populares. Con estas actitudes estaba dando su apoyo directamente a los Gobiernos latinoamericanos que aplican políticas anti-neoliberales, anti-coloniales y ecologistas . Sus discursos no fueron estrictamente religiosos, menos aún espiritualistas, sino abiertamente políticos. No fueron reformistas, sino revolucionarios, desestabilizadores del statu quo, política, económica y socialmente incorrectos tanto en sus términos como en su contenido. Discursos que no acostumbramos a escuchar a líderes políticos nacionales o internacionales, ni siquiera a los que se consideran de izquierdas, y menos aún a los eclesiásticos, a quienes recordó que su misión no es instalarse cómodamente en el sistema esperando recibir pingües beneficios, sino que “nuestra fe es siempre revolucionaria. Ese es nuestro más profundo y constante grito”. Ese fue el mensaje dirigido a un millón de asistentes congregados en Quito el 7 de julio. Criticó “la dictadura del dinero”, a la que llamó “estiércol del diablo”. Denunció el sistema económico actual que no solo degrada a las personas y a los pueblos, sino que los mata. Visibilizó las graves situaciones de injusticia sufridas por los excluidos en todo el mundo y mostró cómo todas las exclusiones están entrelazadas por un hilo invisible y provocadas por un sistema que impone la ganancia como objetivo único, sin pensar en la exclusión social que genera ni en la destrucción de la naturaleza que provoca. Este sistema ya no se aguanta, dijo. No lo aguantan los campesinos, los trabajadores, las comunidades, los pueblos, y tampoco “la hermana Madre Tierra”. Mostró su sintonía con el grito de independencia de dos siglos atrás de los pueblos latinoamericanos , pidió perdón por las masacres de los conquistadores “en nombre de Dios” y denunció la opresión que sufren actualmente dichos pueblos por mor del nuevo colonialismo, generador de violencia contra las culturas indígenas, su organización, su cosmovisión, sus tradiciones, sus ritos… Pero Francisco no se quedó en tan demoledor diagnóstico. Ante él no vale resignarse, cruzarse de brazos o remitir la respuesta al más allá. Todo lo contrario, defendió un cambio de sistema, “un cambio real, un cambio de estructuras”, cuyos sujetos no son los poderosos, sino “ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres, los excluidos”, en cuyas manos está, en gran medida, el futuro de la humanidad. Y clamó: “Ninguna familia sin vivienda, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano si una venerable ancianidad”. Es un programa pegado a la realidad, responde a la más elemental aplicación de la Declaración de los Derechos Humanos, pero, hoy, suena a revolucionario. ¿Tanto hemos retrocedido? ¿Tanto se ha extendido la pobreza en el mundo? La respuesta no puede ser más que afirmativa. Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y director y coautor de San Romero de América, Mártir de la Justicia, Tirant lo Blanch, València 2015) “La controversia sobre el celibato” después del Vaticano II (14)
(Comentarios a “Sacerdotalis Caelibatus”, de Pablo VI) El celibato y el matrimonio, dos modos de testimoniar a Cristo El n. 57 de “Sacerdotalis Caelibatus”, divide en dos a la Iglesia de cara a “testimoniar el misterio de Cristo y de su reino”: a) seglares casados: con la vida conyugal y familiar cristiana; b) sacerdotes: con la vida total “dedicada a las nuevas y fascinadoras realidades del reino de Dios”. Nada para los seglares solteros ni para los sacerdotes casados de la Iglesia oriental. Sus testimonios no deben ser “necesarios” ni sus realidades deben ser “nuevas y fascinantes”. Ideología clerical. Reconoce que al sacerdote (se supone célibe) le falta “una experiencia personal y directa de la vida matrimonial”. Pero afirma que “no le faltará ciertamente, a causa de su misma formación, de su ministerio y por la gracia de su estado, un conocimiento acaso más profundo todavía del corazón…”. “Formación, ministerio y gracia de estado” permiten al sacerdote “penetrar aquellos problemas en su mismo origen y ser así de valiosa ayuda, con el consejo y con la asistencia, para los cónyuges y para las familias cristianas (cf. 1Cor 2, 15)”. La cita de Pablo habla del “hombre espiritual que examina y juzga todo, mientras él no es examinado ni juzgado por nadie… ¡Nosotros conocemos la mente de Cristo! (1Cor 2, 15-16). El texto se refiere a todo cristiano que puede mirar y juzgar la realidad desde el amor de Jesús. El Papa lo restringe al sacerdote célibe: “espiritual, y conoce a Cristo”. Pretender hoy, con el progreso de la psicología, que los célibes sean asesores ideales para el matrimonio es pretencioso. La vida demuestra que la “formación, ministerio y gracia de estado” sacerdotal no implican en nuestra época “un conocimiento más profundo del corazón humano”. Más ideología y propaganda clerical “La presencia, junto al hogar cristiano, del sacerdote que vive en plenitud su propio celibato, subrayará la dimensión espiritual de todo amor digno de este nombre, y su personal sacrificio merecerá a los fieles unidos por el sagrado vínculo del matrimonio las gracias de una auténtica unión” (Sacerd. Caelib. n. 57). El amor matrimonial es tan espiritual como el amor celibatario. En cristiano ambos estados son “por el Reino”. El celibato no es un sacrificio; es una opción libre, que debe realizar a quien lo elige, porque así se es fiel a sí mismo y comprometido con los valores íntegros de la vida humana. Todo cristiano, si vive en el amor de Cristo, “subraya la dimensión espiritul de todo amor… y merece las gracias de la auténtica unión”. El amor esponsal y materno-paterno es más signo del amor de Cristo. La soledad del sacerdote célibe no es por el celibato “Es cierto; por su celibato el sacerdote es un hombre solo; pero su soledad no es el vacío, porque está llena de Dios y de la exuberante riqueza de su reino. Segregado del mundo, el sacerdote no está separado del pueblo de Dios, porque ha sido constituido para provecho de los hombres (Heb 5, 1), consagrado enteramente a la caridad (cf. 1Cor 14, 4 s.) y al trabajo para el cual le ha asumido el Señor (Decr. Presbyter. ordinis, n. 3)” (Sacerd. Caelib. n. 58). Todo cristiano “llena su soledad con Dios y la exuberante riqueza de su reino”. Como es habitual, todo se exagera a favor del celibato: “plenitud interior y exterior de caridad”. La caridad puede llenar a todo cristiano. Nadie debía ser “preparado” para vivir en soledad, sino en comunidad. Nadie debería “escogerla conscientemente”. Ante la vida de muchos clérigos, la gente percibe que están solos “por el orgullo de ser diferentes de los demás, por sustraerse a las responsabilidades comunes, por desentenderse de sus hermanos o por desestima del mundo”. No es cierto que “segregado del mundo, el sacerdote no está separado del pueblo de Dios, porque ha sido constituido para provecho de los hombres (Heb 5, 1), consagrado enteramente a la caridad (cf. 1Cor 14, 4 s.) y al trabajo para el cual le ha asumido el Señor (Decr. Presbyter. ordinis, n. 3)”. Pura teoría, idelogía clerical, con muy poca base real. Todo el Pueblo de Dios ha sido “segregado del mundo…”. Hebreos no habla del sacerdocio ministerial, sino del sacerdocio de Jesús, vida entregada por todos, sacerdocio vital que podemos compartir los cristianos en general (1Pe 2,9). Cristo y la soledad sacerdotal (Sacerd. Caelib. n. 59) Cristo no sintió la soledad por el celibato. Cristo sintió la soledad por anunciar y vivir el Reino y su enfrentamiento a los que lo impedían. Como un sindicalista, luchador antideshaucio, trabajador por la justicia y los derchos humanos… La soledad por el celibato tiene fácil remedio. No es obligado no casarse o tener familia. Quien no vive en familia es porque no quiere. Además cabe la posibilidad de relacionarse con amigos, familares consanguíneos, afines.. Como Jesús, todo cristiano encuentra la soledad y puede decir: “Yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Jn 16, 32). El cristiano “ha escogido ser todo de Cristo”. En él encuentra intimidad y gracia del Espíritu, protección de la Virgen, y cuidados de la Iglesia, si la Iglesia es como debe ser. Por desgracia, el clericalismo no ha contribuido a crear comunidades fraternas. Los cuidados han sido para el clero, aunque bastante pobres. Todo eso que dice la encíclica de “la solicitud de su padre en Cristo, el obispo, la fraterna intimidad de sus hermanos en el sacerdocio y el aliento de todo el pueblo de Dios” (Sacerd. C. n. 59), ha sido muy limitado y mientras se atiene “a la ley”, no “de acuerdo al Evangelio”. La ley ha prevalecido sobre el Evangelio. El abuso en la Iglesia católica con los curas secularizados ha sido escandaloso por inhumano. El testimonio de un sacerdote brillante, biblista, profesor universitario, me parece digno de ser divulgado y escuchado por los dirigentes eclesiales. Espero que la Ley no les haya endurecido el corazón evangélico, que todo cristiano tiene como centro. Es de una carta de Juan Barreto a su obispo, Ramón Echarren (+): “El trato recibido es vejatorio, empezando por los procedimientos humillantes a los que se los somete en los trámites para obtener la secularización. Después, ya sabes, nada importa la experiencia, la preparación, los años de dedicación, ni siquiera la disponibilidad explícita. ¿Sabes, en términos económicos, la cantidad de horas, de recursos humanos de los que se prescinde tan ligeramente? Si obtienen la secularización, se los tolera en la comunidad, pero según la práctica vigente, y lo sabes tanto como yo (no necesitas que te cite ningún documento), se los discrimina. Son sospechosos de por vida. No podrán, si no es por la benevolencia de algún obispo, ni dar clases de religión… Traidores, renegados, otros Judas son las expresiones al uso … y hay que oírlas cuando caen sobre uno para darse cuenta del peso brutal de cada una de ellas. Como pecadores públicos se les trata para público escarmiento. No podrán ni celebrar su boda en público. Con todo y con ser tantos -ahí están las cifras- el silencio es clamoroso. Compañeros con los que habíamos trabajado toda la vida, ¿qué digo?, hermanos con los que habíamos convivido durante tantos años. No existen. Sin más. Son una vergüenza pública de la que no se habla para que no cunda el (mal) ejemplo. Para mí este silencio es el auténtico escándalo. Son miles los que han dado el paso. Y muchos son también los que han quedado atrapados en situaciones donde no les es posible ni retroceder ni avanzar. No quiero hurgar en esa otra herida escondida, aunque sangrante, de tantos dramas humanos en tantas historias ocultas o semiocultas, pero callarlo ahora sería igualmente hipocresía. Esas historias no quitan el sueño a nadie, al parecer, porque todo sigue igual en la fachada… Da la impresión de que no interesan los dramas personales ni la verdad que nos hace libres, sino la aparente blancura del muro que esconde tantas miserias. No hablo de perversiones ni de pecados, sino de los sufrimientos ocasionados por situaciones insostenibles y del envilecimiento consiguiente de los dones de la vida que son los dones de Dios. ¿Qué ha pasado? ¿Que se ha levantado un viento de corrupción en la iglesia? ¿Que han fallado los métodos de educación? ¿Es el hombre el que ha fallado o es la ley la que no es adecuada? ¿Sacrificaremos esa realidad a la ley? ¿Es el hombre para la ley o la ley para el hombre? No estamos hablando de una ley fundacional, constitutiva del ser o no ser del ministerio. En todo caso, hablemos. Pero es eso precisamente lo que no se hace. Es tabú este tema. Y esto es, lo repito, escandaloso … Ese tic del silencio es el que creo reconocer … El proceder es el siguiente: todo está perfecto, nada hay que cambiar, las disfunciones se deben a problemas de educación, quizá a una vida de piedad en quiebra (falta de oración, etc.), a una vida afectiva no madura (falta de experiencia de amistad, etc … ) Conclusión: el fallo está en la persona, no en la ley. Hablemos sí, pero de otra cosa. Y de otra cosa se habla. Se vuelve de nuevo en los seminarios a sistemas de “formación” caracterizados, cada vez más, por el aislamiento, sin advertir que no hay razón para que funcione en el futuro lo que no fue eficaz para lograr esos propósitos en el pasado … Se necesita, a lo que veo, la confesión ante notario del propio reo para que quede constancia de que no es la ley, sino la fragilidad humana de cada una de las personas responsables de la situación. Con la confesión de la culpa va pareja la asunción de la pena. Y todos tan tranquilos. Nada ha pasado. Se ha excluido del ministerio a un veinticinco por ciento de los que lo servían, se los ha condenado al ostracismo eclesial, y, si algún reticente vacila en firmar, se lo empuja fuera para que no nos enturbie la conciencia. Nada ha pasado. Después con admirable imperturbabilidad organizamos semanas de oración por los hermanos separados, semanas de fe y cultura para captar creyentes, semanas por las vocaciones … y no nos cansamos de advertir -siempre a “los otros”- que hasta las prostitutas los precederán en el Reino de los cielos. Nos hemos lavado muy bien las manos… No es la ley del celibato el problema más importante. De ningún modo. Pero, según mi entender, el modo de afrontar el tema es un paradigma de ceguera e hipocresía escandaloso. Es su carácter sintomático lo que le da una dimensión inquietante. Nunca quise convertir esto en una discusión teórica. No fue por planteamientos teóricos por los que me casé con Carmen. Lo hice porque nos queríamos ¡Eso es todo! No pensé que, en mis circunstancias, esa nueva situación me impidiese por sí misma, prestar a la comunidad el servicio que estaba prestando. Todo lo contrario. Eso es así”. Era susto o muerte, y los griegos habían elegido susto. Sin embargo, en una insólita interpretación de la voluntad de su pueblo, el presidente griego ha optado al final por la que él considera «única» solución viable: susto hasta la muerte. En apenas unas horas, Tsipras ha pasado de ser un superhéroe defensor de la democracia y la soberanía nacional a ser un pelele más en manos de la siniestra Troika nostra. El acuerdo ratificado esta semana por el Parlamento griego ha salido adelante con los votos en contra de 32 diputados de Syriza –Varoufakis, por ejemplo– y los votos a favor, entre otros, de PASOK y Nueva Democracia, los equivalentes helenos de PSOE y PP.
Contra casi todo pronóstico, este giro copernicano de Syriza ha contado con el apoyo comprensivo del líder de Podemos, que ha saludado resignado la claudicación al entender que el acuerdo alcanzado era «el único acuerdo posible». No contento con eso y para terminarlo de arreglar, Pablo Iglesias retuiteó el pasado jueves un mensaje que aplaudía el «courage» demostrado por el Gobierno de Atenas. Singular y vanguardista aportación esta que secunda el paladín de las fuerzas del cambio: en la nueva política, a la rendición incondicional se le llama coraje. Ante un Gobierno que actúa en contra de su programa, de sus promesas, de la opinión de su pueblo y de las que hasta el día anterior fueron sus propias recomendaciones, la cúpula de Podemos se encoge de hombros con impotencia y se une al coro que ensalza esa actuación como un gesto de valentía. Con el primer principio de inexorabilidad hemos topado: el que manda, manda. No era esto, Pablo; no era esto. Hemos callado mucho para no añadir más sangre al festín de carroñeros de la palabra que se han cebado con Podemos desde que irrumpió en escena. Callamos cuando la ambigüedad comenzó a salpicar el discurso hasta empaparlo por completo. Callamos cuando el mensaje sólido e incisivo del principio se fue aligerando de peso y suavizando de forma hasta quedar hueco y redondo. Callamos cuando a la renta básica universal se le cayó lo de universal y al empoderamiento ciudadano se le cayó lo de ciudadano. Callamos cuando de los círculos se pasó a las líneas, y de ahí, a las listas verticales y cerradas. Callamos cuando el pragmatismo electoralista recomendó mecer antes que convencer; arengar, en vez de argumentar; reestructurar, en lugar de no pagar. Comprendimos y, en algún caso, hasta llegamos a justificar otros errores que no traeremos aquí ahora. Algunos, simples deslices; otros, soberanas estupideces. «Laissez-les faire,saben lo que hacen», fue la consigna que nos repetimos. Pero esto ya es demasiado. Este increíble alineamiento con la Syriza cautiva y desarmada, con el Gobierno que ha acabado haciendo lo que prometió no hacer, lo contrario de lo que opinó mayoritariamente el pueblo griego (¡y lo contrario de lo que el mismo Gobierno le pidió a ese pueblo que opinara!) es ya entrar en aguas muy cenagosas. Y es, sobre todo, un camino equivocado que no puede sino restar votos. El Rubicón que hay que cruzar está precisamente hacia el otro lado. Contra esta Unión Europea que chantajea a sus socios y tolera y ampara el terrorismo financiero internacional no valen ni la ambigüedad ni los paños calientes. Los términos del acuerdo impuesto a Grecia suponen un golpe de Estado de facto que debe ser denunciado con claridad, rotundidad y con el máximo volumen. Y también la rendición de Syriza debe denunciarse como lo que es: una traición a la voluntad popular y al mandato recibido en las urnas. Porque, si se acepta que no hay más opciones, ¿para qué la consulta? ¿De qué sirvió el ‘oxi’? ¿Qué ganaron los griegos con votar a Syriza? O, trasladando la pregunta de lugar, ¿para qué va a servir votar a Podemos? Si la Troika es intocable, entonces, ¿en qué narices va a consistir el cambio que Iglesias y los suyos prometen para España? ¿Por qué Zapatero fue un traidor y Tsipras es un valiente? Urge contestar a estas preguntas desde la dirección de Podemos, porque, si se deja que las respondan las y los votantes, la sangría de votos puede ser definitiva, y el bipartidismo puede quedar blindado durante al menos otra legislatura. Por lo mismo, es igual de urgente recuperar el discurso transparente y certero que aupó a Podemos en sus primeros pasos. Al menos, en la parte del discurso que se refiere a Europa. Sin ambages ni medias tintas. Es preciso explicarle al electorado que esta Unión Europea ni es unión, ni es europea (no al cien por cien, si americana también, como cantaba el inolvidable Krahe) ni es democrática. Un socio que se endeuda para poder especular con mi deuda no es mi socio; es mi enemigo. Un banco emisor que no financia a Estados sino a bancos no es un banco central; es un parásito. Unos acreedores que me prestan dinero sólo para que pueda devolverles lo que les debo mientras se me acumulan los intereses no son prestamistas; son usureros. Un acuerdo de financiación que le dice a un Gobierno cómo tiene que gobernar no es un acuerdo; es un chantaje. O se endereza este rumbo, o seguiremos dando vueltas en círculo. Se empieza por afiliarse a la resignación y se acaba siendo un mayordomo más. Ya conocemos el cuento: Había una vez un “TTIP de entrada no”…, y fueron felices y comieron tratado transatlántico. Y por ahí, no. No con mi voto. Por eso, la pregunta del título: ¿adónde vas, Pablo? O mejor: ¿de qué vas, Pablo? |
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