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El lenguaje social de Francisco por: Agustín Cabré

7/29/2015

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En uno de sus discursos más extensos, en Bolivia, el papa Francisco se puso a la vanguardia de los derechos de los pueblos marginados y de la defensa de la creación. Ambos han sido abusados por los depredadores cobijados en el sistema de la economía de mercado, un invento del neoliberalismo para explotar la naturaleza y las gentes.

Por fin un obispo de Roma habla con claridad en temas sociales que interesan a los pueblos más que las doctrinas religiosas.

LA DEUDA HISTORICA.

Era una deuda que no lograba pagarse con el paso del tiempo.

Se dice que fue León XIII el que puso la “cuestión social” en el tapete eclesial cuando escribió la carta “Rerum Novarum”, en 1891. Desde luego llegó muy tarde: hacía ya casi cincuenta años que Carlos Marx había planteado el tema ante la conciencia del mundo.

Después, en 1931, el papa Pío XI, mediante la carta Quadragessimo Anno se refería también al mundo obrero. Pero no fue hasta Juan XXIII que la iglesia empezó a emplear un lenguaje más abierto, más comprometido y más directo ante los problemas sociales.

Por su parte, Juan Pablo II tuvo numerosas intervenciones en asuntos relacionados con el mundo obrero, ya sea en discursos, en cartas oficiales, en homilías. Sus numerosos viajes por el mundo le ayudaron a conocer realidades de pobreza y marginación, ante las que siempre levantó la voz clamando por justicia. Pero su trauma antimarxista le impidió hacer denuncias más comprometidas o a proponer alianzas más eficaces para luchar contra el capitalismo depredador.

Ha tenido que ser un Papa latinoamericano el que le cambie el rostro a una iglesia que señalaba las consecuencias nefastas del sistema pero no se atrevía a denunciar sus causas diciendo al pan, pan y al vino, vino.

Y lo ha hecho con su voz sosegada pero firme. Francisco no tiene la voz teatral de Juan Pablo II en sus mejores tiempos. Tampoco la voz cansina de un profesor de teologías, como Benedicto XVI. Tiene la voz de un pastor de pueblo que observa el mundo desde la fe y llama a las gentes a mantener la esperanza.

Pero una esperanza que está comprometida con el cambio de paradigma, con el cambio de los patrones mentales. Solamente así será esperanza concreta y no solamente una espera aletargada.

LA DENUNCIA.

En su discurso, en Santa Cruz de la Sierra, Francisco abordó temáticas sociales que son tratadas con un lenguaje nuevo, de parte de la iglesia.

  • Llamó a una colaboración real, permanente y comprometida con los movimientos populares.
  • Declaró sagrados los derechos a la tierra, el techo y el trabajo para todos, y que el clamor de los excluidos resuene fuerte en todo el continente y en el mundo entero.
  • Abogó decididamente por un cambio. Y para motivar hizo unas preguntas que tocan el corazón del problema: un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad.
  • Señaló que estas realidades destructoras responden a un sistema que se ha hecho global. Un sistema que ha impuesto la lógica de las ganancias a cualquier costo sin pensar en la exclusión social o la destrucción de la naturaleza.
  • Denunció “este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los Pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana Madre Tierra. Se están produciendo daños tal vez irreversibles en el ecosistema. Se está castigando a la tierra, a los pueblos y las personas de un modo casi salvaje”.
  • Exigió una globalización de la esperanza, aquella que nace de los Pueblos y crece entre los pobres, y debe sustituir la globalización de la exclusión y la indiferencia.
  • Dijo que “cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común”.
  • Y Francisco no se quedó en estereotipos que al fin de cuentas disimulan la realidad que viven los pobres. Bergoglio estuvo cercano a esa realidad en los suburbios de Buenos Aires y, por eso, pudo preguntar “¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora frente a tantos problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para mis problemas? ¡Mucho! Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» (trabajo, techo, tierra) y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, nacionales, regionales y mundiales. ¡No se achiquen!”.
  • Recordó que el pueblo debe asumir el protagonismo del cambio en el sistema mundial de exclusiones e injusticias. Un cambio que no es solamente de estructuras sino que debe ser acompañado de una sincera conversión de las actitudes y del corazón; de lo contrario, termina a la larga o a la corta por burocratizarse, corromperse y sucumbir.
  • Es imprescindible que, junto a la reivindicación de sus legítimos derechos, los Pueblos y sus organizaciones sociales construyan una alternativa humana a la globalización excluyente. “La historia, dijo el Papa, la construyen las generaciones que se suceden en el marco de pueblos que marchan buscando su propio camino y respetando los valores que Dios puso en el corazón”.
  • Propuso tres grandes tareas que requieren el decisivo aporte del conjunto de los movimientos populares:
  • poner la economía al servicio de los Pueblos: Los seres humanos y la naturaleza no deben estar al servicio del dinero. Dijo Francisco: “La economía no debería ser un mecanismo de acumulación sino la adecuada administración de la casa común. Eso implica cuidar celosamente la casa y distribuir adecuadamente los bienes entre todos. Su objeto no es únicamente asegurar la comida o un decoroso sustento; implica acceso a la educación, la salud, la innovación, las manifestaciones artísticas y culturales, la comunicación, el deporte y la recreación. Una economía justa debe crear las condiciones para que cada persona pueda gozar de una infancia sin carencias, desarrollar sus talentos durante la juventud, trabajar con plenos derechos durante los años de actividad y acceder a una digna jubilación en la ancianidad.
  • Esta economía- dijo- no es sólo deseable y necesaria sino también posible. No es una utopía ni una fantasía. Es una perspectiva extremadamente realista. Podemos lograrlo. Los recursos disponibles en el mundo, fruto del trabajo intergeneracional de los pueblos y los dones de la creación, son más que suficientes para el desarrollo integral de todos los hombres y todo el hombre”.
  • Denunció un sistema que a pesar de acelerar irresponsablemente los ritmos de la producción, a pesar de implementar métodos en la industria y la agricultura que dañan la Madre Tierra en aras de la «productividad», sigue negándoles a miles de millones de hermanos los más elementales derechos económicos, sociales y culturales. Ese sistema atenta contra el proyecto de Jesús.
EL LLAMADO.

Y, superando el clásico discurso que llamaba a los ricos a la generosidad, afirmó sin tapujos que la distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano no es mera filantropía. Es un deber moral. Para los cristianos, la carga es aún más fuerte: es un mandamiento. “Se trata de devolverles a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece. El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos. Y estas necesidades no se limitan al consumo. No basta con dejar caer algunas gotas cuando lo pobres agitan esa copa que nunca derrama por si sola. Los planes asistenciales que atienden ciertas urgencias sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Nunca podrán sustituir la verdadera inclusión: ésa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario”.

  • Llamó a los movimientos populares para que tengan un rol esencial, no sólo exigiendo y reclamando, sino fundamentalmente creando.
  • Pidió también continuar con los esfuerzos por la unidad en busca de la paz y la justicia. Dijo que Los pueblos no quieren tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al más débil. Quieren que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados. Advirtió del peligro de un nuevo colonialismo que adopta distintas fachadas. A veces, es el poder anónimo del ídolo dinero: corporaciones, prestamistas, algunos tratados denominados «de libres comercio» y la imposición de medidas de «austeridad» que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres.
  • Habló también del colonialismo ideológico que supone la concentración monopólica de los medios de comunicación social que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad.
  • Respecto a los pueblos originarios, Francisco reconoció que la misma iglesia ha cometido muchos y graves pecados contra ellos en nombre de Dios: “Pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América.”
  • Señaló: “A los hermanos y hermanas del movimiento indígena latinoamericano, déjenme trasmitirle mi más hondo cariño y felicitarlos por buscar la conjunción de sus pueblos y culturas, eso que yo llamo poliedro, una forma de convivencia donde las partes conservan su identidad construyendo juntas una pluralidad que no atenta, sino que fortalece la unidad. Su búsqueda de esa interculturalidad que combina la reafirmación de los derechos de los pueblos originarios con el respeto a la integridad territorial de los Estados nos enriquece y nos fortalece a todos”.
  • Finalmente hizo una defensa la Madre Tierra. “La casa común de todos nosotros está siendo saqueada, devastada, vejada impunemente. La cobardía en su defensa es un grave pecado. Vemos con decepción creciente como se suceden una tras otra cumbres internacionales sin ningún resultado importante. Los Pueblos y sus movimientos están llamados a clamar, a movilizarse, a exigir –pacifica pero tenazmente– la adopción urgente de medidas apropiadas. El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño. Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez. Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre Tierra. Rezo por ustedes, rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los defienda en el camino dándoles abundantemente esa fuerza que nos mantiene en pie: esa fuerza es la esperanza, la esperanza que no defrauda, gracias. Y, por favor, les pido que recen por mí”.
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