La mayoría de los medios de comunicación de España no cesan de hablar despectivamente de los países bolivarianos (Venezuela, Ecuador, Bolivia…) y, últimamente de Grecia. Sin embargo, guardan silencio frente al dolor y lucha por la vida de otros pueblos como Guatemala, país que ha sido arrinconado en el más completo silencio.
Guatemala es conocido como “el país de la eterna primavera”, situado en la cintura de América. Es un paraíso de belleza natural por sus lagos, volcanes y altas montañas, grandes ríos, selvas tropicales, templos mayas, ciudades coloniales y su rica cultura indígena. La población guatemalteca es de l4 millones de habitantes, de los cuales el 62 % es indígena maya y el 38 % es población ladina mestiza. Es un país rico en café, azúcar, cardamomo, banano, piña y cacao; rico en petróleo y en oro, plata y níquel… y con un gran potencial turístico. Pero el 78% de la población vive en situación de pobreza y el 42% en pobreza extrema. El pueblo guatemalteco arrastra una larga historia de dolor, lucha y resistencia por su dignidad, desde la época de la conquista española hasta nuestros días. Es un pueblo que se ha negado a callar y a morir. En 1934 el pueblo organizado logró acabar con la dictadura e instaurar un gobierno democrático al servicio de todos, particularmente de los que históricamente habían sido excluidos: campesinos e indígenas. Fueron diez años de primavera en el país de la eterna tiranía. En 1954 Guatemala sufre la intervención militar de Estados Unidos. Multitud de campesinos que se beneficiaron de la Reforma Agraria fueros encarcelados y asesinados. Dos años después, un grupo de oficiales del ejército guatemalteco, descontentos e indignados por la situación de corrupción y brutal represión, se rebeló contra el Gobierno pro-norteamericano. A estos jóvenes militares se le unieron campesinos e indígenas y algunos estudiantes universitarios. Así surgió la guerrilla. El Gobierno agudizó la represión contrainsurgente con el apoyo norteamericano e israelí. Ni el ejército gubernamental pudo contra la guerrilla ni ésta contra el ejército. Fueron 36 años de guerra, que dejó más de 200.000 muertos, 440 aldeas arrasadas, un millón de desplazados internos y 50.000 refugiados en el sur de México. Después de cinco años de diálogo entre el Gobierno y la guerrilla, el 29 de diciembre de 1996 se firmó la Paz. La Iglesia desempeñó un papel importante de mediación en el proceso de diálogo, que quedó plasmado en los Acuerdos de Paz. Monseñor Juan Gerardi impulsó el proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI) para acompañar y ayudar a las víctimas del conflicto armado a redescubrir su dignidad y sanar sus heridas. Decía: “Queremos contribuir a la construcción de un país distinto. Por eso recuperamos la memoria del pueblo. Este camino estuvo y sigue estando lleno de riesgos, pero las construcción del reino de Dios tiene riesgos y solo son sus constructores aquellos que tienen fuerza para enfrentarlos”. Dos días después de la presentación del Informe del proyecto REMHI fue asesinado por altos jefes militares. Era el 26 de abril de l998. El Estado no ha tenido voluntad política de poner en práctica los Acuerdos de Paz, que estaban contemplados como punto de partida para el desarrollo democrático y social del país. Hoy Guatemala sigue viviendo bajo la tiranía de la oligarquia empresarial y terrateniente y de compañías multinacionales que usurpan los recursos naturales del país con el aval del Gobierno de turno, ignorando a la población campesina e indígena que, mediante consultas y movilizaciones populares, ofrece una tenaz resistencia a esta explotación de sus recursos. La corrupción en los organismos del Estado alcanza niveles inimaginables, síntoma de un sistema en sí mismo injusto y cruel. La violencia (provocada por la represión policial, el narcotráfico y la delincuencia callejera) ronda un promedio de 17 asesinatos diarios. Junto con Honduras, Guatemala es el país con más violencia del planeta, a excepción de aquellos países que están en guerra. Guatemala llora sangre. Los medios de comunicación de España callan ante esta dramática realidad mientran se ensañan contra otros países que van logrando mejoras sociales para sus pueblos. ¿Por qué este silencio sobre lo que acontece en este pequeño país centroamericano? No obstante, en Guatemala está surgiendo un movimientos social de “indignados”, en donde confluyen campesinos, indígenas, estudiantes universitarios, comunidades cristianas, organizaciones de mujeres, ONGs.., que luchan por un cambio profundo de las estructuras socioeconómicas, que es hoy una esperanza. La Conferencia Episcopal Guatemalteca, a diferencia de otras Conferencias Episcopales de América Latina, ha expresado su sensibilidad y solidaridad con el grito de dolor, lucha y esperanza del pueblo. En el ambiente suena cada vez con más fuerza la expresión “mientras la calle no calle, hay esperanza”, mientras el pueblo lanza al viento el canto del poeta guatemalteco y revolucionario Otto René Castillo: “Aquí solo queremos ser humanos”.
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