“Volved a Galilea” es el mensaje que Marcos pone en boca del ángel de la resurrección. Mensaje dirigido a los discípulos, a la iglesia de Marcos, y muy probablemente a las de Pablo, Pedro y Santiago. También a nosotros.
Marcos había acompañado a Pablo en su anuncio del Jesús exaltado en su resurrección como Señor y Mesías; pero Marcos echaba de menos el ejemplo del Jesús itinerante por las aldeas de Galilea. Por su parte la Iglesia de Jerusalén permanecía apegada a costumbres judías. Para Marcos fue urgente elaborar la primera biografía del Jesús terreno, exaltado con la unción del Espíritu desde su bautismo en el Jordán. Actualmente muchos teólogos están haciendo una llamada a la reforma de la Iglesia, a la vuelta al evangelio. Hans Küng acaba de escribir una carta al Papa Francisco pidiéndole que facilite el diálogo teológico sobre la infalibilidad de la Iglesia, nudo gordiano para abordar su reforma en profundidad. La teología se ha construido con dogmas y preceptos, que se han impuesto a una acción pastoral; el autoritarismo de esa teología está funcionando como una válvula invertida, facilita la salida de muchos cristianos y obstaculiza la entrada de adultos de buena voluntad. Por el contrario, los evangelios desarrollaron una pastoral como fundamento de una reflexión teológica; una pastoral que acogía al samaritano, al geraseno, al centurión romano, y a la mujer sirofenicia. Es la pastoral del Reino de Dios. Necesitamos, como las iglesias de Pablo, volver al Jesús de Galilea, y a su pastoral abierta. Una insignificante minoría de cristianos ha leído personalmente los evangelios, y su conocimiento se basa en el catecismo y en las homilías dominicales, más bien de carácter moralizante. Apenas conocen al Jesús que “pasó haciendo el bien”, que apreciaba el sentarse a comer con todos, al que pudieron considerar “un comilón y un borracho, amigo de recaudadores y descreídos”, que comparó su reino con un banquete de fraternidad y que, en el momento de morir por el desarrollo de ese reinado, simbolizó toda su vida en el gesto de compartir el pan y el vino. El objetivo de este Comentario al evangelio de Marcos está en sintonía con el objetivo de Fe Adulta –web, editorial y Escuela de Formación– y pretende presentar ese Jesús de Marcos a los cristianos para que, como adultos, conozcan las raíces de su fe. Una fe que entra por el corazón –¡Bienaventurados los limpios de corazón!– pero que debe ser asimilada por un adulto con el mismo razonamiento crítico con el acepta unas costumbres sociales, o entrega su confianza a un programa político. En este Comentario –según me inculcó el padre Ignacio de La Poterie durante mi tesis de doctorado– he procurado establecer lo que el autor del evangelio quiso transmitir a sus lectores. No lo he hecho con un trabajo de primera mano, pero sí he contrastado y recogido la opinión de los principales exégetas actuales. Todo ello en un formato económicamente asequible, que expone cada texto mediante un Comentario fácil de leer y una Exégesis para los que deseen profundizar. He puesto especial atención en comparar el texto de Marcos con los textos paralelos de Mateo y de Lucas, porque tanto lo que añaden como lo que omiten nos muestra lícitos matices para nuestra interpretación del evangelio. Ya los mismos evangelistas nos dieron pie para interpretar la vida de Jesús desde el propio ambiente social y desde la experiencia personal. Marcos simbolizó la total derogación del templo de Jerusalén –“nunca nadie jamás coma frutos de ti”– intercalando la maldición de la higuera entre la primera visita al templo y la expulsión de los mercaderes. Parece que los discípulos no interpretaron así este gesto de Jesús porque luego le propusieron celebrar la Pascua judía, y después de la resurrección continuaron asistiendo al templo para orar. Mateo, al anticipar la expulsión de los mercaderes en el mismo domingo de ramos, diluyó el simbolismo de la maldición de la higuera, pero dejó sin explicar esta maldición tan caprichosa, ya que “no era tiempo de higos” como había subrayado Marcos. Lucas, siempre más conciliador con las comunidades cristianas, trasladó a otro momento el simbolismo de la higuera que no produce fruto, y lo suavizó concediéndole un año más para que diera fruto. Espero que este Comentario estimule el deseo de conocer mejor a Jesús, profeta laico, y a comprometernos con su proyecto de un Reinado de justicia y fraternidad universal.
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