En estos domingos el evangelio está tomado de Juan. Terminados los textos correspondientes a la resurrección, en los domingos 4, 5 y 6 se hace una selección de textos que expresan el contenido de nuestra fe en Jesús. El pasaje de hoy muestra la imagen de Jesús-Pastor, que cuida de sus ovejas. Es la misión que ha recibido del Padre.
El texto culmina en una nueva profesión de fe en Jesús, tan característica de la cristología de Juan ("Yo y el Padre somos Uno"). Esta unidad de Jesús con el Padre puede llevarnos a disquisiciones de tipo metafísico, pero no está pensada desde esa óptica. Los versos siguientes lo aclaran bien. Los judíos quieren apedrearle acusándole de que "siendo hombre te haces Dios". Pero Jesús rechaza la acusación. Cita la Escritura (salmo 82,6) para mostrar que a los enviados por Dios se les llama dioses y argumenta que esto es más válido aún con él, que es "el que el Padre consagró y envió al mundo". Juan usa varias veces la fórmula: "Yo estoy en mi Padre y el Padre está en mí". Para nosotros, la expresión más comprensible de esta teología sería otra frase del mismo cuarto evangelio en que Jesús, respondiendo a Felipe en la última cena, le dice: "Tanto tiempo llevo con vosotros y ¿aún no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre." Y, aparte de las consideraciones que se puedan hacer sobre cómo entendemos la naturaleza divina de Jesús, nos muestra un mensaje fundamental de nuestra fe: conocemos a Dios en Jesús. Y en esto consiste la esencia de nuestra fe: no solamente en que admiramos a Jesús y lo aceptamos y seguimos como maestro, sino que creemos que él es el Mediador, aquel hombre en quien podemos ver y oír a Dios. Los textos de los Hechos y del Apocalipsis (y marginalmente también el evangelio) nos presentan una constante de la primera iglesia: la persecución. Fueron primero las autoridades judías de Jerusalén (lectura de Hechos del domingo pasado). En Jerusalén morirán por su fe en Jesús Esteban y Santiago. Ahora son las de las sinagogas de Antioquía y se repetirán varias otras veces. La predicación de Pablo estará llena de ellas. Y cuando la fe en Jesús se extienda por todo el Imperio Romano, se desatarán contra los cristianos otras persecuciones aún más terribles. Pedro y Pablo morirán en Roma en la persecución de Nerón. El Apocalipsis entero está escrito para confortar a los cristianos y mantener su fe en tiempos de persecución. Y no es de extrañar, puesto que Jesús fue el primero. Jesús fue rechazado, y es éste un mensaje importante del cuarto evangelio: "Vino a los suyos y los suyos no le recibieron". La gente prefería un Mesías político, los fariseos y escribas lo tuvieron por hereje y pecador, los sacerdotes vieron en él un peligro para su religión y su poder, y el poder político prefirió matar a un inocente antes que enemistarse con las autoridades judías. Más tarde, los intelectuales, los políticos, los adoradores de otros dioses, seguirán la persecución. Esta constante en la vida de Jesús y en la vida de la iglesia nos lleva a dos consideraciones. En primer lugar, por qué. En segundo lugar, cómo nos afecta a nosotros. Jesús es perseguido y la iglesia es perseguida porque van contra los criterios del mundo, lo que Juan llama "el mundo", "las tinieblas", lo que Pablo llama "la carne", "el cuerpo". Ser hijo de Dios, construir el reino, son desafíos a los que centran sus intereses en el poder, la posesión y disfrute de bienes... Andar por el mundo austeramente, sin mentir, sin perjudicar, respetando a los débiles, cuidando la naturaleza, dando la cara por la justicia... molesta. Cuando lo hizo Jesús molestó tanto que lo quitaron de en medio. Ésta es una de las dimensiones existenciales del Reino: la oposición de "el pecado", por llamarlo con un nombre genéricamente aceptado. En frase de Pablo: "Todos los que quieran vivir religiosamente, como cristianos, sufrirán persecuciones" (2 Timoteo,3,12) La segunda cuestión es nuestra situación ante la persecución. Es impensable que vivir los criterios del evangelio en un mundo que se rige por los opuestos no cueste ningún precio. En una sociedad tan "civilizada" como la nuestra el precio no será la condena a muerte, desde luego. Pero quizá sea no medrar en la empresa, no ser bien visto por el entorno social, no ser comprendido por tu familia, por tus padres o por tus hermanos o por tus hijos... Si hacemos una apuesta valerosa por una vida austera, por un compromiso por los más pobres, por una fidelidad absoluta a que sólo se sirve a Dios si se sirve al prójimo... no podemos esperar que nos traten como a personas "normales", porque molestaremos. Pero nos encontramos con el sorprendente fenómeno de que esto no sucede. Y la consecuencia es estremecedora: no sucede porque nuestro compromiso con el evangelio es deficiente. Una de nuestras deficiencias más llamativas es la separación que hacemos entre la fe y el compromiso. Nos han atiborrado de dogma y de cumplimientos cultuales, pero seguir a Jesús es vivir como Él. La historia de la Iglesia sabe mucho de personas, obispos, papas, órdenes religiosas... impecablemente ortodoxas y ajenas a toda austeridad de vida, a todo compromiso con la justicia, a todo sentimiento de servicio. Ésa ha sido, no pocas veces, una Iglesia ortodoxísima, pero escasamente seguidora de Jesús; y desde luego, no perseguida. Y no hablo de la Iglesia como institución oficial, ni de las Jerarquías de la Iglesia, sino de todos nosotros la iglesia, tengamos en ella el puesto que tengamos. Cada uno sabrá, analizando a fondo su espíritu, qué persecuciones le costaría seguir a Jesús. Habrá, desde luego, una persecución desde dentro, la rebelión de "la carne" contra "el espíritu". En un mundo como el que vivimos, tan solicitados por innumerables "valores" que no son los de Jesús, cobran mayor fuerza que nunca conceptos como "vencerse a sí mismo", "elegir la senda empinada". Y creo que nos es especialmente aplicable eso de "no podéis servir a dos señores". Cada uno deberá hacerse la pregunta: "¿qué me cuesta mi fe?". Si no me cuesta nada es que no vale nada. Me temo también que los dos señores a los que servimos son por un lado la fe teórica, la que profesamos en el Credo de la Misa, tan teológico y tan ignorante de toda práctica, y, por otro, nuestra condescendencia con los valores normales de nuestra sociedad. Servimos al primer señor porque tranquiliza nuestra conciencia religiosa. Y servimos al segundo porque nos apetece. El maridaje de estos dos señores se completa con el descubrimiento tranquilizador de Dios Padre. Nuestra mediocridad no importa, puesto que Dios me seguirá perdonando. Y una vez más hemos dejado a Dios Padre en pura teoría, porque Dios Padre significa que somos hijos, responsables de su obra, de su reino, y si no lo somos todo pierde su significado. El mundo entero vive una coyuntura histórica en la que la fuerza del pecado multiplicada por la ciencia y la tecnología está poniendo ya en peligro la subsistencia de la humanidad y hasta del planeta. Cada vez más pobres y cada vez más explotados. Cada vez más corrupción en los ámbitos del poder. Cada vez más peligro de que el planeta sea inhabitable... Los que quieran seguir a Jesús tendrán que tomarse en serio la salvación de la humanidad. También ellos disponen de la ciencia y de la tecnología y de todo lo que el ser humano posee para multiplicar la eficacia del Espíritu. Si creemos que Jesús es el Salvador, o nos convertimos en salvadores, en creadores y defensores de humanidad, o no somos de Jesús. Aunque cueste persecución. Más bien, mejor si la cuesta. Estas consideraciones, sin embargo, no deben hacernos olvidar el marco completo del mensaje de Jesús. Nuestra incorporación al Reino, nuestro seguimiento de Jesús, no se agota ni siquiera se define preferentemente por la cruz, la persecución. La cruz, la persecución son el precio, pero sólo el precio de "El Tesoro". Lo de Jesús sigue siendo "la Gran Noticia", y el estado de ánimo del que sigue a Jesús es siempre la alegría, la paz, la gratitud. Vendemos un campo, pero porque hemos encontrado un tesoro. Haciendo una aplicación, con todo respeto y temor, a la vida misma de Jesús, podemos pensar que de ninguna manera se puede pensar en mejor vida, más satisfactoria, más plena, más humana y divina. Su destino es el mejor, y su satisfacción interior tuvo que ser radiante. A pesar de los trabajos, a pesar de las persecuciones, a pesar de la cruz. Porque estaba en el Reino, estaba en las cosas de su Padre. Pero es siempre una satisfacción, una alegría y una paz que nacen de dentro, no se reciben de fuera. Es esto también un modelo perfecto para nosotros. Por encima de todas las satisfacciones que vienen de fuera, lo nuestro es sentirnos bien desde dentro. Mejor que buscar tesoros pequeños y perecederos, buscamos servir a los hijos de nuestro Padre. Y nos encontramos con que, a cualquier precio, en medio de cualquier persecución, no se cambia ni se enturbia la fuente profunda de nuestro bien-estar, que nace de la seguridad de poseer el tesoro, de estar donde debemos estar, en las cosas de nuestro Padre.
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Buena pregunta.
En Justicia: ante todo, solicitamos, se tenga presente en todo momento en forma insoslayable, el valor infinito del Bautismo, el cual es igual para todos/as, en su dimensión divina. El Canon 1024 de la Iglesia jerarquica, nos margina como mujeres, ya que dice que solo los varones pueden recibir válidamente el Sacramento del Orden. En la Iglesia institucional y según consta en las partidas de Bautismo, que se nos han expedido, las mujeres también hemos sido bautizadas, haciéndose uso del mismo rito bautismal, con que se bautiza a un varón. Asistiendo de testigo, la comunidad parroquial, que representa la Iglesia Pueblo de Dios. “No hay judío, ni griego, no hay esclavo, ni libre, no hay hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28). En Justicia: se debe reconocer, el caminar de la Iglesia Pueblo de Dios, en las primeras comunidades, sostenidas, mantenidas y organizadas por mujeres. Empezando, por María, la Madre de Jesús, quien le apoyó en su propuesta liberadora, siguiendo María Magdalena, Marta, María, la de Cleofás, prima de María de Nazareth, Susana, Juana, mujer de Cusa y otras más. (Lucas 8:3). Lidia, conocida como la vendedora de púrpura (Hechos 16:12-15), Las cuatro hijas de Felipe (Hechos 21:9), Febe, la diaconisa de la Iglesia de Centrea, (Romanos 16:1-2), Priscila (Romanos 16:3), Julia o Junia (Romanos 16:7). De todas estas mujeres, hemos escuchado hablar, y seguro, habrá muchas más. En Justicia: mientras el varón necesita de la certeza, del ver para creer, como en el caso de Tomás (Juan 20:19-31). Se nos reconozca que a las mujeres en el proceder de los asuntos relacionados con la Esencia Divina, nos basta la clave del AMOR! No en vano, las mujeres fueron las primeras en anunciar y comunicar como testigos, la Buena Noticia(Juan 20:17) En Justicia: en nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo pedimos nos dejen trabajar en el Gólgota, es allí donde conocimos la redención Divina y de manera inexplicable es allí, donde todos los días, se crucifica, martiriza, margina, oprime, rechaza a los inocentes, hombres y mujeres, por diferentes ideas, opiniones, racismo, pobreza, orientación sexual, Negando e ignorando cada vez la UNIDAD! (Juan 17:21). Somos conscientes que esto es un derecho de filiación, ya que hemos sido salvados/as por la misma muerte y resurrección y nuestro compromiso ineludible, es compartir esta Buena Nueva; la meta es sin fronteras! (Mateo 28:18-20) En Justicia: no creemos que por anunciar el Evangelio, como mujeres ordenadas merezcamos la “Latae sententiae”, siendo miradas de arriba abajo, como seres extraños, a las/os que no se les debe acoger, sino echar, burlar, difamar, ridiculizar, dentro de cualquier grupo humano, llamado “católico” cristiano. Asimismo creemos que antes de condenarnos merecemos ser escuchadas/os por quienes nos juzgan y deciden qué hemos de hacer o no hacer sin consultarnos en ningún momento. El Espíritu puede también hablar por nosotras, no se puede perder esa voz. (Juan 10:27) En Justicia, rechazamos la “Delicta Graviora” revisada en el 2001, donde se coloca, la ordenación de las mujeres en el mismo nivel de los graves crímenes de la pedofilia del clero, lo cual consideramos como un gravísimo insulto a nuestra dignidad. Nuestras “pretensiones” no son de poder, sino de JUSTICIA sirviendo en la Iglesia, para la Iglesia, con la Iglesia Pueblo de Dios. Liberando de los miedos, sanando de las injusticias y opresiones tanto de la sociedad como de la religión, curando en comunión, al pobre, al rechazado, marginado, por su condición sexual. Siendo la Eucaristía, una medicina, es contradictorio negarla, a quien verdaderamente la necesita, que con hambre y sed de justicia, se acerca a buscarla! Aquí lo prioritario no es el género, ni situación civil, ni orientación sexual, sino el servicio a los hijos e hijas de Dios, de una manera inclusiva. Nuestro movimiento crece cada vez más, no somos la “iglesia de las mujeres”, ni otra “iglesia”. Cada vez tenemos más candidatas/os solicitando su ingreso y formación. Como discípulas y discípulos, creados/as a imagen de semejanza de la Divinidad, pero diferentes, seguiremos ANUNCIANDO la Buena Nueva, en la Iglesia, con la Iglesia, desde la Iglesia. “Los hicieron entrar para que comparecieran ante el Consejo de Ancianos, y el sumo sacerdote les preguntó: No les prohibimos terminantemente enseñar en nombre de ése? Y sin embargo han llenado Jerusalén con sus enseñanzas y además quieren hacernos responsables de la muerte de ese hombre. Pedro y los apóstoles respondieron: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros antepasados ha RESUCITADO a JESUS, a quien ustedes mataron colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado a su derecha como Príncipe y Salvador, para dar a Israel la ocasión de arrepentirse y de obtener el perdón de los pecados. Nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que le obedecen somos testigos de todo esto. Hicieron llamar a los apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. Ellos salieron alegres de haber merecido tales injurias por causa de aquel nombre. Y día tras día, tanto en el templo como por las casas, no cesaremos de enseñar y anunciar que Jesús es el Mesías.” (Hechos 5:27-32; 40-42) Por ser bautizados y bautizadas, todo lo que suceda en la Iglesia es responsabilidad y nos compete a TODOS/AS. Esto, no es solo determinación del Papa, ya él tiene demasiado peso sobre sus hombros, a él, es preciso, ayudarle,es tarea de toda la Iglesia, incluidos, laicos, religiosas/os sacerdotes, obispos y cardenales, quienes debemos estar en involucrados. Ante esta situación, Jesús nos lo deja entrever muy claro y por algo lo repite dos veces en el Evangelio de Mateo, como si quiera decirnos: “ la ordenación de las mujeres, no es de responsabilidad de la Esencia Divina, como se ha venido diciendo, en Mateo está muy claro, lo que pueden hacer”: “TE DARE LAS LLAVES DEL REINO DE LOS CIELOS; LO QUE ATES EN LA TIERRA QUEDARÁ ATADO EN EL CIELO, Y LO QUE DESATES EN LA TIERRA QUEDARÁ DESATADO EN EL CIELO”. (Mateo 16:19 y Mateo 18:18). El desarrollo económico puede permitir acabar con esta enorme pesadilla antes del final de 2030
Dentro de una semana, los responsables de las políticas económicas de todo el mundo se encontrarán en la ciudad de Washington para las Reuniones de Primavera del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Como ha ocurrido en los últimos cinco años, se hablará mucho de crisis económica y estrategias para restablecer la confianza, impulsar el crecimiento y crear empleo. Existen crecientes pruebas de que avanzamos en la dirección correcta, pero este esfuerzo aún requiere mucho más trabajo. Las reuniones también son una oportunidad para ver más allá de lo inmediato y para que los líderes adopten una perspectiva a largo plazo y evalúen dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos. Si lo hacen, verán que en la actualidad nos encontramos ante una oportunidad histórica. El fin de la pobreza absoluta, un sueño que ha atraído e impulsado a la humanidad durante siglos, está ahora a nuestro alcance. En las últimas décadas, el mundo ha logrado avances impresionantes en la lucha contra la pobreza, un hecho que demasiado a menudo se pierde entre los titulares de las crisis inmediatas. Gracias a la fortaleza de un sólido crecimiento del sector privado, respaldado por una mejor gestión pública económica, hoy en día la pobreza extrema está en retirada en todo el mundo en desarrollo. En 1990, el 43 por ciento de sus habitantes vivía con menos de 1,25 dólares por día. El Banco Mundial estima que para 2010 esta cifra se redujo al 21 por ciento. El primer objetivo de desarrollo del milenio —reducir a la mitad la pobreza extrema— se alcanzó cinco años antes de lo previsto. Hacen falta políticas para aumentar la inclusión y evitar incrementos de la desigualdad En el futuro, si bien no podemos dar por un hecho un alto crecimiento, se dan las condiciones necesarias para que estos buenos resultados continúen. De hecho, si se combinan los éxitos de décadas pasadas con perspectivas económicas globales cada vez más propicias para dar a los países en desarrollo una oportunidad —la primera que jamás hayan tenido— de poner fin a la pobreza extrema en el curso de una sola generación. Nuestro deber colectivo, ahora, es hacer que a esas circunstancias favorables se aúnen decisiones deliberadas que logren convertir en realidad esta extraordinaria oportunidad. El mundo puede terminar con la pobreza extrema antes del final de 2030. Este ambicioso objetivo, pero factible, debe aportar unidad, sentido de urgencia y energía a nuestros esfuerzos colectivos. Para cumplir con este plazo será necesario un crecimiento fuerte y estable en todo el mundo en desarrollo, especialmente en África al sur del Sáhara y Asia meridional. Se requerirán políticas para aumentar la inclusión y evitar incrementos de la desigualdad y garantizar que el crecimiento se traduzca en una reducción de la pobreza, principalmente a través de la creación de empleo. Serán necesarias transformaciones en los Estados frágiles, en los que habita una mayor proporción de los pobres del mundo. Y será preciso evitar o mitigar posibles crisis, como desastres climáticos o nuevas crisis de alimentos, combustibles o financieras. No será fácil, y se necesitará un esfuerzo mundial coordinado entre los Gobiernos, los donantes, la sociedad civil y el sector privado. Pero ¿hay alguien en algún lugar que dude de que la recompensa, no vale el esfuerzo? El avance hacia la eliminación de la pobreza tendrá que ser sostenido en el tiempo y abarcar las generaciones futuras. Debemos promover la prosperidad compartida, ayudando a las personas vulnerables a que no vuelvan a caer en la pobreza. Y, sobre todo, si no se toman medidas audaces a nivel global, un catastrófico proceso de calentamiento del planeta pone en peligro los adelantos alcanzados. El cambio climático no es solo un desafío ambiental, sino que representa una amenaza fundamental para el desarrollo económico y la lucha contra la pobreza. El Grupo Banco Mundial no pretende ser el actor clave en la eliminación de la pobreza. El progreso hacia esta meta, como siempre, seguirá dependiendo principalmente de las acciones de los mismos países en desarrollo. Pero estaremos allí para ayudar. Colaboraremos con nuestros socios para intercambiar conocimientos acerca de las soluciones para terminar con la pobreza. Observaremos de manera estrecha los avances alcanzados con miras al logro de este objetivo, e informaremos anualmente Es para mi un honor y privilegio el compartir unas letras con ustedes. Hoy cumplimos ya tres primaveras desde que iniciamos esta travesía de mantener un blog diaria que le presentará a todos ensayos de teologia. Todo el equipo agradece su cooperación y esperamos que sigan con nosotros. Gracias!!!
Mantiene la evaluación doctrinal pero agradece “su gran aporte”
Francisco aboga por continuar el proceso de diálogo abierto con ellas Francisco parece decidido a acabar con el conflcto con las religiosas estadounidenses, que en los últimos meses han sufrido distintas críticas, y sufren un proceso de evaluación doctrinal. Aunque el mismo se mantiene, por expreso deseo del nuevo Papa, la Santa Sede ha querido dejar claro “el gran aporte de las religiosas a la Iglesia en los Estados Unidos”, así como la intención del Obispo de Roma por continuar el proceso de diálogo abierto. Así, según informa el Vatican Information Service (VIS), los superiores de la Congregación para la Doctrina de la Fe se han reunido con las líderes de la “Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas (LCWR)” de Estados Unidos. En el encuentro, también estaba presente el arzobispo de Seattle, Peter J. Sartain, delegado de la Santa Sede para la evaluación doctrinal de las religiosas norteamericanas decretada por Benedicto XVI. Durante la misma, el prefecto, Gerhard Ludwig Müller, Prefecto de este dicasterio, «dado que esta era su primera oportunidad para encontrarse con la Presidencia de la LCWR, ha manifestado su gratitud por el gran aporte de las religiosas a la Iglesia en los Estados Unidos, como se puede ver especialmente en las numerosas escuelas, hospitales e instituciones de ayuda a los pobres que han sido fundados y regidos por religiosos a lo largo de los años». El arzobispo, según apunta el comunicado, incidió en «la enseñanza del Concilio Vaticano II sobre la importante misión de los religiosos para promover una visión de la comunión eclesial fundada en la fe en Jesucristo y en las enseñanzas de la Iglesia como ha sido fielmente enseñada a través de los tiempos bajo la guía del Magisterio. También ha hecho hincapié en que tanto la Conferencia de Superiores Mayores como la LCWR, existen para promover los esfuerzos comunes entre los Institutos miembros, así como la cooperación con la conferencia episcopal local y con los obispos en particular. Por esta razón, dichas conferencias se constituyen y permanecen bajo la dirección de la Santa Sede». Respecto a las reformas en la institución, Múller informó a la presidencia de la LCWR que «discutió recientemente la Evaluación doctrinal con el Papa Francisco, quien ha reafirmado las conclusiones de la misma y el programa de reforma para esta Conferencia de Superiores Mayores» Por ello, concluye el comunicado, la Santa Sede espera «que esta reunión contribuya a promover el testimonio integral de las religiosas, basado en un firme fundamento de la fe y el amor cristiano, con el fin de preservarlo y fortalecerlo para el enriquecimiento de la Iglesia y de la sociedad para las futuras generaciones». Dicen que las comparaciones son odiosas, pero no podemos negar que en ocasiones resultan de gran utilidad. Sobre todo, si nos sirven para desmontar algunos mitos. El de la pobreza infantil como consecuencia inevitable del destino (o de la pobreza de un país) es uno de ellos.
UNICEF acaba de presentar a nivel internacional el informe Bienestar Infantil en los países ricos que clasifica el desempeño de las 29 economías más avanzadas del planeta de acuerdo con cinco dimensiones de la vida de los niños. Recomiendo muy encarecidamente su lectura porque algunas conclusiones no tienen desperdicio, y darían para varios posts. Pero vamos a centrarnos en el tema del denominado bienestar material, que es una prioridad para UNICEF España desde hace algunos años. ¿Qué nos dice el informe? - En primer lugar, algo que ya sabíamos: España se sitúa entre los países que presentan unos niveles más altos de pobreza infantil. En concreto, es el país nº 26 de un total de 29, sólo por delante de Letonia, Estados Unidos y Rumanía. - Segundo: es el país que presenta una mayor “brecha de pobreza infantil”. Esto quiere decir que es el país donde los niños pobres están más lejos del umbral de la pobreza. O lo que es lo mismo, donde tenemos un mayor nivel de desigualdad. - Tercero: no podemos achacar esta situación solamente a la crisis. De hecho, los datos del informe son relativamente antiguos (en su mayoría corresponden al año 2010), puesto que no es posible hacer una comparativa de tantos países con datos más recientes. Los últimos indicadores de los que disponemos en España son de 2011 y nos indican que las cifras empeoran con rapidez. - De hecho, según el informe ni siquiera parece haber una relación muy directa entre la riqueza de un país y su bienestar infantil. Países como Eslovenia o la República Checa están mejor clasificados que Austria o Canadá, siendo el caso más paradigmático el de Estados Unidos, que sólo es superado por Rumanía en lo que a pobreza infantil se refiere. La conclusión principal del estudio por tanto es que la pobreza infantil no es inevitable, sino que tiene que ver con las políticas públicas. Pero hay una segunda conclusión no menos importante: las consecuencias de no proteger el bienestar de los niños las pagan obviamente ellos en primera instancia. Ser pobre en esta etapa crítica de la vida pone en riesgo sus derechos, su desarrollo y sus expectativas en la vida. Pero las implicaciones van mucho más allá de ellos mismos y su entorno. La pobreza infantil tiene también un alto coste económico a nivel macro, compromete los niveles de cualificación y productividad de la fuerza laboral a medio y largo plazo, los sistemas de pensiones o la capacidad económica y productiva de un país. Hace unos días oía hablar de la necesidad de reformar nuestro sistema de pensiones, cuya sostenibilidad algunos empiezan a poner en duda. Pues bien, no parece que descuidar el bienestar de la infancia y desatender su formación (España también se encuentra a la cola con respecto al ámbito educativo, ocupando el puesto 26 de los 29 países analizados) sea el camino más indicado para abordar este problema de carácter estratégico. Pero mírenlo por este lado: si no se trata sólo (ni fundamentalmente) de recursos, ¿qué nos impide actuar? Entren aquí por favor y pongan manos a la obra si creen que ha llegado el momento de pasar a la acción. La belleza deberá estar en los caminos, no sólo en los fines. Pintar los pechos y el cuerpo de negros rótulos no es quizás lo que más demanda una piel blanca. Hay una intimidad que no debería ser necesario ofrendar a la hora de apostar por un mundo en el que la mujer sea plenamente respetada y considerada. ¿Qué dolor no habrán sentido dentro esas jóvenes activistas para medio desnudarse en tantos asfaltos e inviernos?
Podemos observar las últimas imágenes de las mujeres valientes del movimiento "Femen" pidiendo en París la libertad de la activista feminista, Amina, fugada de su domicilio en Túnez por haberse dictado contra ella una "fatwa". Sin compartir plenamente métodos y formas, sin identificación con su espíritu de confrontación, aflorará seguramente cierta simpatía. Al tiempo recordaremos también nuestro compromiso por acercar las "fes", nuestra responsabilidad a favor del diálogo y el encuentro entre los credos. ¿Cómo abrazar una y otra causa a la vez? ¿Cómo apoyar a la mujer y su justa apuesta de emancipación en el mundo árabe y a un mismo tiempo abrazar el encuentro imprescindible con el Islam? No seremos nosotros, y menos desde Occidente, quienes sugiramos que ha de amanecer tras el "niqab", el "chador" o el "burka". Teóricamente cada quien palparía y buscaría la luz que necesita. Ellas serían las dueñas de sus miradas y sus cuerpos, ellas graduarían el ancho de sus horizontes, serían las hacedoras de sus destinos..., pero en la práctica, su tradición cultural y espiritual no se lo ponen nada fácil. ¿Podremos abrazar al tiempo una y otra causa, la del diálogo interreligioso y la justa apuesta de ellas en el contexto árabe, o será una quimera...? La jerarquía de valores teóricamente está establecida, en la práctica resultará más complicado. Por supuesto primero ellas y sus derechos inalienables, antes incluso que el encuentro con la media luna. Sin embargo la postración, el olvido, la marginación..., sin ir contra el decálogo de manual, nos sitúan a menudo ante un mundo demasiado del pasado. ¿Cómo modulamos ese diálogo con el Islam, cómo manifestamos por ejemplo nuestro apoyo a reivindicaciones de emancipación como las de "Femen", sin que nadie se sienta ofendido, ni interprete resquicio de islamofobia? Sólo la verdad y la compasión pueden desarmar al adversario, en este caso a quienes persiguen con sus brutales piedras arrojadizas a esa joven tunecina. Más lejos se sitúa el contrario, más amor tocará derrochar. Sin embargo se escapa inevitablemente por alguna rendija que no logramos tapar, cierta admiración por el coraje y valentía de estas mujeres que reclaman en justicia la libertad de su compañera huída. Arriesgan en verdad con su torso desnudo. Pujan con valor por esa libertad cercenada. Tanta opresión y marginación en tantos países, durante tanto tiempo..., se tenía que desbordar un día. Llegaron las redes, las nuevas tecnologías y así aconteció... "Mujeres de Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Irán, Irak, Siria, Jordania, Arabia Saudí, Omán, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Afganistán, Turquía, Pakistán e Indonesia: ¡cambiaréis el planeta con vuestro valor! Quien fue oprimido será libre, quien era débil será fuerte. ¡Nuestros cuerpos sólo nos pertenecen a nosotras!...", rezaba el comunicado de "Femen" France, distribuido a través de su cuenta de Facebook tras la protesta de la capital del país. Nos adherimos a ese clamor, nos unimos también en la apuesta de acercamiento entre los credos. Nos sumamos con gusto en un rincón de su alfombra a la oración con los hermanos que profesan la religión del Profeta, que desoyen las "fatwas" medievales y que nunca arrojarán esas piedras. ¿Será que a veces deseamos abrazar demasiadas cosas, aspiramos a abarcar ideales y valores que pueden llegar a contraponerse? ¿Cómo haremos para afinar la mirada objetiva, para desnudarnos también de subjetivismos que nos impiden observar la realidad social, apoyar las expresiones y pujas nobles, de la forma más abarcante, pero a la vez menos contradictoria? Abrazamos toda la riqueza que nos aporta el Islam. No estaremos completos hasta no lograr vibrar dentro de nosotros/as todos los nobles latidos y sentires con los que se identifica hoy el humano en sus más diversas caras y culturas. Nos postraremos sin esfuerzo alguno en alabanza y respeto hacia la Meca, nuestras oraciones ya retumbaron en otros templos y santuarios diversos... Pero también cantaremos libertad para Amina, libertad para todas las mujeres que sienten sus pasos limitados a la hora de avanzar por sus calles, por sus arenas y desiertos; libertad para las mujeres que, con o a pesar de su tradición, están resueltas a ir en pos de sus propios destinos. No es posible explicar en qué consiste la experiencia pascual. Se trata de una experiencia interior que, o se tiene y entones no hay que explicar nada, o no se tiene y entonces no hay manera humana de explicarla. Esta simple constatación es la clave para afrontar los textos evangélicos que quieren transmitir dicha experiencia. No hay ni palabras ni conceptos para poder meter la realidad vivida, por eso los primeros cristianos acudieron a los relatos simbólicos.
El objeto de esos textos no es explicar ni convencer, sino invitar a la misma experiencia que hizo posible la absoluta seguridad de que Jesús estaba vivo. Descubriremos la fuerza arrolladora de esa Vida y podremos intuir la profundidad del cambio operado en ellos. Las autoridades religiosas y romanas no solo pretendieron matar a Jesús, sino borrarle de la memoria de los vivos. La crucifixión llevaba implícita la absoluta degradación del condenado y la práctica imposibilidad de que esa persona pudiera ser rehabilitada de ninguna manera. La probabilidad de que Pilato condenara a la cruz a Jesús por la mañana y por la tarde permitiera que fuera enterrado con aromas y ungüentos, en un sepulcro nuevo, es nula. Pero es lógico, que los primeros cristianos tratasen de eliminar las connotaciones aniquilantes de la muerte de Jesús. También es natural que, al contar lo sucedido a los que no conocieron los hechos, tratasen de omitir todo aquello que había sido inaceptable para ellos mismos y los sustituyeran por relatos más de acuerdo con su deseo. En el relato que hoy leemos, nada es lo que parece. Todo es mucho más de lo que parece. Responde a un esquema teológico definido, que se repite en todas las apariciones. No pretenden decirnos lo qué pasó en un lugar y momento determinado, sino transmitirnos una experiencia de una comunidad que está deseando que otros cristianos vivan la misma realidad que ellos estaban viviendo. En aquella cultura, la manera de transmitir ideas, era a través de relatos, que podían estar tomados de la vida real o bien ser construidos para el caso. "Se manifestó" (ephanerôsen) tiene el significado de "surgir de la oscuridad". Implica una manifestación de lo celeste en un marco terreno. "Al amanecer", cuando se está pasando de la noche al día, los discípulos pasan de una visión terrena de Jesús a través de los sentidos, a una experiencia interna que les permite descubrir en él lo que no se puede ver ni oír ni tocar. Seguimos el esquema, de que hablábamos el domingo pasado. 1º Situación dada.- Los discípulos están pescando, es decir, habían vuelto a su tarea habitual. Nada más contrario a una búsqueda específica de algo espiritual. Ajenos a lo que les va a pasar, y por lo tanto, ni lo esperan ni lo buscan. Los discípulos están juntos, es decir, forman comunidad. No se hace alusión a los doce. Aparece el siete que es un número de plenitud, referido a todas las naciones paganas. Misión universal de la nueva comunidad. La pesca es la imagen del resultado de la misión. "Aquella 'noche' no cogieron nada". Este dato es de vital importancia para comprender el mensaje. La noche significa la ausencia de Jesús. Sin él, la labor misionera es infructuosa y estéril. Veis cómo el relato distorsiona la realidad a favor del simbolismo. La pesca se hace siempre de noche, no de día. Sin embargo aquella a la que se refiere el relato, se consigue cuando se siguen las directrices de Jesús. 2º Jesús se hace presente.- Toma la iniciativa y, sin que ellos lo esperen, aparece. La primera luz de la mañana es señal de la presencia de Jesús. Continúa el lenguaje simbólico. Jesús es la luz que permite trabajar y dar fruto. Jesús no les acompaña; su acción en el mundo se ejerce por medio de los discípulos. Las palabras de Jesús son la clave para dar fruto. Cuando siguen sus instrucciones, encuen¬tran pesca y le descubren a él mismo. 3º Saludo.- Una conversación que pretende acentuar la cercanía. "Muchachos" (paidion) diminutivo de "país"=niño. Es el "chiquillo de la tienda". Al darles ese nombre, está exigiéndoles una disponibilidad total. Por parte de Jesús, la obra está terminada. Él tiene ya pan y pescado. Ellos tienen que seguir buscando y compartiendo ese alimento. Jesús sigue en la comunidad, pero sin actuar directamente en la acción que ellos tienen que realizar. 4º Lo reconocen.- La dificultad de reconocimiento se manifiesta en que sólo uno de los discípulos lo descubre. No el que mejor vista tiene, sino el que está más identificado con Jesús. Reconoce al Señor en la abundancia de peces, es decir, en el fruto de la misión. Sólo el que tiene experiencia del amor de Jesús, sabe leer las señales. El éxito, es señal de la presencia del Señor. El fracaso delataba la ausencia del mismo. Juan Comunica su intuición a Pedro. Así se centra la atención en éste para introducir lo siguiente. Pedro no había percibido la presencia, pero al oír al otro discípulo comprendió enseguida. El cambio de actitud de Pedro, reflejado de un modo simbólico en la palabra "se ató". La misma que utilizó el evangelista Juan para designar la actitud de servicio cuando Jesús se ató el delantal en el relato de la última cena. Se tira al agua después de haberse ceñido el símbolo del servicio, dispuesto a la entrega. Sólo Pedro se tira al agua, porque sólo él necesita cambiar de actitud. Jesús no responde al gesto de Pedro; responderá un poco más tarde. No ven primero a Jesús, sino fuego y la comida, expresión de su amor a ellos. Son los mismos alimentos que dio Jesús antes de hablar del pan de vida. Allí el pan lo identificó con su carne, dada para que el mundo viva. Es lo que ahora les ofrece. El alimento que les da él se distingue del que ellos logran por su indicación. Hay dos alimentos: uno es don gratuito, otro se consigue con el esfuerzo personal. El primero lo aporta Jesús. El segundo lo deben poner ellos. No tiene sentido comer con Jesús si no se aporta nada. El don de sí mismo queda patente por la invitación a comer. Su presencia en el don, es tan perceptible que no deja lugar a duda. Es claro el paralelismo con la escena de la multiplicación de los panes. Es el mismo alimento, pan y pescado y las mismas acciones de Jesús. Jesús es ahora el centro de la comunidad, donde irradia la fuerza de vida y amor. Esa presencia hace capaces a los suyos de entregarse como él. Al decirnos que es la tercera vez que se aparece, significa que es la definitiva. No tiene sentido esperar nuevas apariciones.. 5º La misión.- Hoy se personaliza la misión en otro personaje, Pedro. Sólo él lo había negado. Había reconocido a Jesús como Señor, pero no lo aceptaba como servidor a imitar. Con su pregunta, Jesús trata de enfrentar a Pedro con su actitud. Sólo una entrega a los demás como la de Jesús, podrá manifestar su amor. La respuesta es afirmativa, pero evita toda comparación. Jesús usa el verbo "agapaô" = amor-amor. Pedro contesta con "phileô" =querer, amistad. Pedro empieza a comprender. Jesús no es el Señor, sino el amigo. Apacentar, 'procurar pasto' es comunicar Vida. Jesús le pide la muestra de ese amor. Solo puede hacerse en unión con Jesús. Pedro le había negado porque no estaba dispuesto a arriesgar su vida. Debe renunciar a toda idea de Mesías que no coincida con lo que Jesús es. "Corderos" y "ovejas" indican a los pequeños y a los grandes. Para la misión Jesús es modelo de pastor, que se entrega por su rebaño. Para la comunidad, es el único pastor. Al preguntarle por tercera vez, pone en relación este episodio con las tres negaciones de Pedro. Espera de Pedro una rectificación definitiva y total. Ahora es Jesús el que usa el verbo "phileô" me quieres, que había utilizado Pedro. Le hace fijarse en ello y le pregunta si está seguro de lo que ha afirmado. Ser amigo significa renunciar al ideal de Mesías que él se había forjado. Jesús no pretende ser servido, sino que, como él, sirva a los demás. Pedro comprende que la pregunta resume su historia de oposición al designio de Jesús. Meditación-contemplación Jesús se manifestó de esta manera. No hay nada espectacular en esa presencia. Solo el discípulo más cercano a Jesús, lo reconoce. Esta es la clave de todo el relato. ..................... Si vivo la presencia de Jesús dentro de mí, lo descubriré en los acontecimientos más sencillos de la vida. Si no lo he descubierto en mí, lo buscaré en personas o hechos espectaculares. .......................... Si pongo amor en las cosas que hago, estaré haciendo presente al Dios manifestado en Jesús. La clave no está en la realidad, sino en mi actitud ante esa realidad. Descubrir esa presencia, es la tarea de todo cristiano. Se trata del capítulo 21, el último del cuarto evangelio, del que se han omitido los cinco últimos versículos, que son la conclusión. Sabemos que este capítulo es un añadido a todo lo anterior, pero que el añadido es tan antiguo como el resto del evangelio y que está escrito en el mismo entorno en que se escribió el resto del evangelio.
El texto presenta varios temas de interés. Ante todo, nos encontramos con la "tradición de Galilea". Ni Marcos ni Lucas hablan de apariciones en Galilea. Mateo y Juan sí, aunque en lugares completamente diferentes y con contenidos que no se parecen en nada. Esta tradición de Galilea parece ser muy creíble, especialmente porque está al margen de la tradición "oficial" (la contradice de algún modo), que es la que presenta Lucas, en la que la iglesia nace, como no podía ser menos, en Jerusalén. De la misma manera, la tradición oficial coincide mal con el relato más antiguo acerca de la resurrección, el que se contiene en 1 Corintios 15: "...yo os transmití lo que había recibido: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras, que se apareció a Cefas y después a los doce; después se apareció a más de quinientos hermanos de una sola vez, de los cuales la mayoría viven todavía, algunos han muerto; después se apareció a Santiago y después a todos los apóstoles; por último se me apareció a mí...." Esta divergencia de tradiciones nos recuerda la imposibilidad de reconstruir cronológicamente los hechos, y la necesidad de comprender los textos de la resurrección como relatos de fe, no como crónicas histórico/periodísticas de sucesos. En el relato de Juan que hoy leemos nos encontramos ante todo con el repetido signo de la pesca milagrosa unido con la vocación personal de Pedro. Exactamente lo mismo que relata el evangelio de Lucas (5,6-11) al narrar la vocación de los primeros discípulos. Pedro y Juan gozan de un protagonismo especial en Hechos, predican juntos, curan juntos... Si este texto se escribe en el entorno de las comunidades joanneas parece claro que tiene la intención de recordar a esas comunidades (¡tan joanneas!) la importancia de Pedro. Es fuertemente llamativo el paralelismo de este texto con los textos de las negaciones de Pedro. Tres negaciones <> tres preguntas de Jesús. "Aunque todos, yo no" <> "¿me amasmás que estos?" Y es la humilde respuesta de Pedro "tú sabes que te quiero", la que es aceptada por Jesús. Convertirse a Jesús, como Pedro, es algo tan fundamental como la relación entre la elección de Jesús y la condición de pecador. Un eje básico, una clave de nuestra fe. La primera y más grave acusación contra Jesús fue: "Éste acepta a los pecadores y come con ellos". Y la conclusión fue que no era profeta, no era de Dios. Los acusadores eran fariseos y su acusación nace de un profundo error teológico y antropológico. Para ellos, Dios acoge a los justos y rechaza a los pecadores. Para ellos, ellos mismos eran justos. Por eso, no necesitaban de Dios más como reconocedor de sus virtudes. Y por eso no necesitaban de Jesús. Los sanos no necesitan médico. Esta línea culmina en el episodio de la adúltera, en que Jesús muestra que todos son pecadores. Por todo esto, la meta de los fariseos es la justicia y el cumplimiento de la ley. La meta de Jesús es la compasión y la liberación del pecado. Por eso no se pueden convertir, rechazan el Espíritu. El primer contacto de Pedro con Jesús muestra esa misma mentalidad. En la barca, tras la pesca milagrosa, Pedro exclama: ¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador". Y esta mentalidad pervive en el cenáculo: "Aunque todos te nieguen, yo no". Mentalidad farisaica pura: Dios lejos de los pecadores y yo soy mejor que otros. Entonces viene la prueba de la fe. Pedro es fanfarrón y demasiado seguro de sí, y niega a Jesús, le traiciona. ¿Dónde habrá quedado la promesa de Jesús de construir su iglesia sobre esa ROCA? La aparición de Tiberíades pone las cosas exactamente en su sitio. Los pecados de Pedro no cambian el corazón de Jesús. Pedro es el pecador confirmado: seguirá siendo pecador en el libro de los hechos y se comportará de forma ambigua en varias ocasiones; será increpado por Pablo por su conducta ... no importa nada de eso. Los pecados de Pedro están cubiertos por otra frase que es la clave: "Señor, tú sabes que te quiero". Los dos personajes que son constituidos primeros testigos de la resurrección son María Magdalena y Pedro. Y de los dos consta que son pecadores y que se han distinguido en su amor a Jesús. En ellos, muy especialmente en Pedro, sus pecados son más fuertes incluso que su amor. Pero ante Jesús, su amor es más importante que sus pecados. Todo esto nos hace situarnos en una posición correcta ante Dios. Pecadores queridos por Dios, elegidos por Dios, que cuenta con nosotros como somos para una misión tan grande como hacer presente en el mundo el mismo Espíritu de Jesús. Un espíritu de entrega, de exigencia, de servicio y de perdón, que cuenta con los pecados y los arrolla por la fuerza del amor. La virtud de Pedro, aquella que le hace ser elegido y confirmado como pastor de la iglesia es su adhesión incondicional a Jesús. Ésta le confirmará, ésta le hará poner toda la vida al servicio de la iglesia, ésta le hará sentirse honrado y feliz cuando es perseguido, le llevará a aceptar humildemente las reprimendas de Pablo, hasta la meta: dar su vida por Jesús crucificado en la persecución de Nerón. Pedro, el pecador. “Escucha hijo mío: atiende a mis palabras y hazlas tuyas […] No las pierdas de vista y consérvalas en tu corazón, porque de él brota la vida” (Prov.4). Quiero hablarte desde este corazón donde siempre he guardado todas las cosas (Lc.2,19), pues sé por experiencia que en lo secreto, en la intimidad de esa habitación propia, es donde mejor se escucha la Palabra que seduce y enamora (“la voy a seducir, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón”, Os. 2,14).
Óyeme hijo; “oídme, descendientes de Jacob […] Yo he cargado con vosotros desde antes que nacierais. Os he llevado en brazos y seguiré siendo la misma cuando seáis viejos” (Is.46). Pero vosotros, hombres célibes y casados, hijos todos nacidos de mujer: habéis roto el pacto de la carne y la sangre, habéis olvidado la alianza de amor que os ofrecimos por pura gracia. Durante siglos nos habéis repudiado y expulsado de la vida espiritual; habéis demonizado la sabiduría y la riqueza de nuestro sexo, queriendo reducirnos al rol de vírgenes incorpóreas o de prostitutas y brujas mistéricas (místicas e histéricas), perseguidas y condenadas a la hoguera. Y eso a pesar de que “cuando Israel era niño yo lo amé […]. Fui yo quien le enseñó a caminar, quien lo tomaba de la mano. Pero él no quiso reconocer que era yo quien lo cuidaba”(Os.11,1-4). Si hoy eres un hombre capaz de ternura, si sabes acoger a otros como un padre al hijo pródigo o un samaritano al herido, es porque antes yo te di ese mismo cariño: el de la madre al hijo de sus entrañas (Sal.139,13), el de las parteras que te aguardaban (Sifrá y Puá: Ex.1,15-22) y las mujeres que –antes de conocerte– te daban la bienvenida al mundo con infinito entusiasmo (“cuando Isabel oyó el saludo de María […]exclamó a gritos: «Bendita tú entre las mujeres y bendito tu hijo», Lc.1,41-42). Piensa que si sabemos amar es porque alguien nos amó primero (1Jn.4,19). Y no te hablo ya de un amor espiritual, sino de ese otro que se teje con caricias y gestos concretos. Si te haces cargo de la fragilidad humana y sabes que nada puedes tú solo; si valoras la comunidad como espacio de acompañamiento y cuidado mutuo, es porque alguien te amó y cuidó de ti cuando eras un niño indefenso: una madre que supo arroparte entre sus brazos para darte cobijo; una mujer que te ofreció la seguridad de su amor verdadero (“como el niño que no sabe dormirse sin cogerse a la mano de su madre, así mi corazón viene a ponerse sobre tus manos al caer la tarde” Liturgia de las horas). Si hoy saboreas las mieles del amor es porque yo te amamanté con la leche dulce de mis pechos (por eso puedes soñar con “la tierra que mana leche y miel”, Ex.33,3). Si disfrutas el sabor del pan ácimo y el vino, la carne y las tortas de pasas, las manzanas y toda clase de frutas, es porque te alimenté desde que estabas en mi vientre. Y después he cocinado cada día para verte crecer fuerte y sano, hasta ser el hombre que hoy eres (ése que adora mis pucheros y es capaz de renunciar a todo por un plato de lentejas). Has aprendido a hablar, pero has olvidado que fui yo quien te dio un nombre, quien escuchó tus primeros balbuceos, quien te susurraba palabras de ternura y te contaba cuentos, y cantaba en la noche hasta verte dormido. Has llegado a comprender que todos llevamos dentro una ruah, un soplo divino que nos renueva y purifica. Pero has olvidado que fui yo quien compartió contigo esa primera bocanada de aire fresco, pulmón a pulmón, latido a latido. Y seguí dándote mi aliento hasta comprobar que lo habías hecho tuyo y podrías seguir viviendo sin mí. Entonces yo misma corté el cordón que nos unía para darte libertad. Convencida –eso sí– de que algo mío permanecerá siempre en ti, y tú en mi corazón para toda la vida (“No temas, que yo te he liberado; yo te llamé por tu nombre […] te aprecio, eres de gran valor y te amo. No tengas miedo, pues yo estoy contigo”, Is.43). Aprendiste a caminar y a danzar con la gracia de David ante el Arca. ¿Quieres hacerme creer que lo lograste solo? ¿que el único modelo que te ofrecimos fue el de “la perversa Salomé”? Recuerda que desde antiguo las mujeres nos hemos encargado de preservar las tradiciones, los bailes, la cultura. Que tras pasar el Mar Rojo “María, la profetisa, hermana de Aarón tomó en sus manos un tamboril y todas las mujeres la seguían con tamboriles y danzando. Y María entonaba: Cantad al Señor, espléndida es su gloria” (Ex.15,20). Así se hace desde tiempos remotos en las celebraciones rituales, que las mujeres presidían por ser las chamanas, sabias, curanderas y mediadoras de lo sagrado en la tribu. Lógico considerando que en nuestra carne se gesta el milagro de una nueva vida. Lógico, pues las celebraciones suelen corresponder a los ciclos de la agricultura y el calendario lunar (su influjo en las mareas y la menstruación femenina). Lógico, pues “lo divino” se relacionaba con la fertilidad de la mujer y la tierra. Ya has oído hablar de las diosas blancas y las civilizaciones matriarcales. Haz memoria, hijo, desempolva ese saber que has escondido porque te desestabiliza y te da miedo. El mismo miedo que durante siglos te ha hecho recurrir a la violencia. La sangre que tú has derramado procede del sacrificio de enemigos y animales, de matanzas y cruentas batallas provocadas por tu sed de poder y conquista. Acaso pensabas que así te encontrarías a ti mismo. La sangre que yo vierto –y que a tus ojos me hace impura– procede sólo de mí misma: a nadie duele, a nadie extermina. Al contrario, es la sangre que irriga tus venas y que vierto en cada regla como un torrente de agua viva y promesa de fertilidad. “¡Fuente de los jardines – dice el Cantar de los Cantares –pozo de aguas vivas que fluyen del Líbano!” (4,14). Te asusta lo que no entiendes, ¡incluso nuestra risa de mujeres libres! (Gn.18,12) sin darte cuenta que el humor es también amor, y que de ella nacen hombres fuertes y libres como Isaac, como tú mismo. Pobre hijo mío… tan frágil que has endurecido el corazón para que no te duela. Pero no debes temer: la acción de Dios–en–nosotras es una hermosa Historia de Amor. Somos mujeres fuertes que hemos permanecido fieles en la adversidad: velando por la unidad del pueblo y su justicia (Judit y Ester); sirviendo a Dios con dedicación callada (Ana: Lc.2,36-38); atendiendo a otros con la generosidad y hospitalidad de un corazón entregado (Lidia: Hch.16; Marta: Lc.10, la viuda pobre: Lc.21, la mujer del perfume: Lc.7). Matriarcas como Tamar (Gn.38 y Mt.1,5), Rahab (Jos.2,1), Rut y Betsabé (Mt. 1,5-6); mujeres con iniciativa (la samaritana: Jn.4; la hemorroísa: Mc.5; las Marías que van al sepulcro: Mt.28), que se han puesto en pie (Mc.1,29 y Lc.13,10). Mujeres que han entregado su vida con un “hágase” decidido (María: Lc.1,38) y cuidan unas de otras, tendiendo lazos de sororidad cómplice y afectiva (la de Rut y Noemí, de Isabel y María, la de tantas mujeres anónimas que nunca sabremos quiénes eran ni qué hacían). Toda la Historia –sagrada y cotidiana– pasa por cada una de ellas, por todas nosotras. Mujeres de manos curtidas capaces de ofrecer la caricia más suave; mujeres fuertes que han sacado adelante pueblos y familias; mujeres que han parido hijos y enterrado a sus maridos. En la sombra y silenciadas, han seguido su tarea por fidelidad al propio llamado: sin alzar la voz ni imponerse por la fuerza, sino a través de la escucha, el trabajo y la entrega. No han tenido reconocimientos ni han hecho alarde de poder con ostentosos ritos, pues el suyo es un lenguaje de amor callado y efectivo, de palabras luminosas y gestos serenos, de tesón y esfuerzo cuya recompensa ha sido ver la abundante Vida que han sembrado en el camino. Instrumentos de paz, profetas en lo cotidiano, mujeres sensibles al Espíritu que mora en ellas, encarnado. Ojalá recibas luz para entender la acción de Dios–en–nosotras, hijo, y consigas vernos al fin de otra manera. Porque aunque te hiera el orgullo, debo recordarte que no soy yo quien viene de tu costilla sino que eres tú el que salió de mi útero. Y pues tanto te miras el ombligo, piensa por añadidura que al separarte de mí fue cuando perdiste la cordura. En nombre de todas las mujeres, tu Madre que te quiere. |
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