En estos tiempos de primavera que parece invierno, donde el frío parece ceder pero vuelve, insistente, y los brotes asoman igual y temo que algunos se mueran helados. En estos tiempos donde vamos sacudiendo lenta pero empecinadamente la "fiaca", la desazón, bostezamos cada vez más fuerte y comenzamos a despertar... a poner las manos en marcha, el grito desperezándose y empezando a hacerse oír. Tal vez porque la indignación es un despertador eficiente...
En estos tiempos en que todo se ve seco todavía, en que el amanecer aún se demora. En esa brecha que por unos días se sostiene, sin luna ya, sin sol todavía, esas horas en que ninguno de los astros nos protege, orfandad absoluta del planeta, certeza de que ya va a pasar, promesa de día radiante, pura promesa... En esta inestabilidad de pregunta, cómo cobijarnos de un frío que debiera haberse retirado, cuándo llegará el calorcito amable que acaricie la piel resquebrajada. En estos días, se hace difícil escribir... Y aun así, el llamado es a la expansión. A crecer en abundancia, a tener cada vez más de nosotros mismos disponible; a descubrir la perla valiosa, el tesoro enterrado en el campo. Somos buscadores de tesoros... Somos hijos del Dios de la abundancia, de la cosecha, el Dios que recoge donde no sembró. Somos recolectores de frutos, exuberancia de la creación que se nos regala, riqueza inagotable de nosotros mismos. Somos tejedores y reparadores de redes, nudo a nudo, para que se colmen de peces hasta casi romperse, para que todos se nutran. Somos ya abundancia en promesa, regalo anticipado de fecundidades, primicias santas, multiplicidad y multiplicación. Somos ya fruto maduro, y somos desafío de seguir madurando, madurándonos mutuamente, entibiándonos y regándonos unos a otros. Somos también fiesta de los frutos, que se nos dan para ser gozados... sólo comiéndonos el fruto, liberamos la semilla que éste esconde, y el gozo se hace nueva siembra, carozo que sale de su prisión jugosa para generar más vida... Somos hijos del Dios del derroche y del vino derramado, algo de Dionisos resucitando en cada primavera, no sólo Apolo, sol y luz, equilibrio y orden. El reino es el tiempo del gozo. De haber hallado el tesoro, la perla, la dracma, la oveja... Es la celebración de que lo perdido se recupera, de que todo lo oculto es develado. Donde la luz brilla en el candelero y sobre los montes, y nos alumbra a todos. Iluminación y alumbramiento, nuevo nacer, resurrección, nacimiento del Hombre nuevo. Invitados a construir ese Reino. A cavar en lo profundo para encontrar más. A recuperar lo perdido, en lo personal, en la comunidad, en lo social. A buscar la verdad, para que nada sea oculto, ni adulterado, para que nadie sea engañado. A atravesar todas las muertes. A parir entre todos una humanidad nueva.
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