Este discurso del pastor y la puerta condujo a Jesús derecho hacia la muerte, porque fue un alegato abiertamente dirigido a los fariseos y gobernantes religioso-políticos de Jerusalén, a los que Jesús acusa de extraños, ladrones y bandidos.
No queremos ni políticos, ni jerarquías que nos quieran llevar adonde ellos quieren que vayamos, sino líderes de verdad que ayuden al pueblo a llegar a donde realmente necesita ir. No queremos ni políticos, ni un solo obispo que sean ladrones y bandidos. Queremos políticos y obispos que conozcan por el nombre a su pueblo, con sus problemas, necesidades y aspiraciones. Queremos líderes en los cuales nos sintamos conocidos y reconocidos. No queremos asalariados bien pagados en palacios episcopales, parlamentos autonómicos, nacionales o europeos. No queremos a políticos y obispos que nos mantengan encerrados en un asistencialismo de pesebre y subsistencia, económico y religioso, sino que nos den protagonismo, participación y corresponsabilidad. No queremos gobernantes políticos que huyan ante los problemas del pueblo, ante los desahuciados, los parados, los estudiantes, los sanitarios, los inmigrantes, que defiendan leyes discriminatorias contra el pueblo llano y a favor de bancos y banqueros. Escuchar la voz de los profetas, pero: ¿dónde están hoy los profetas? Jesús pronuncia este discurso contra los fariseos, los fieles observantes de rituales religiosos que imponían al pueblo y del cual vivían holgadamente. Jesús sabía muy bien que el pueblo de Israel había tenido reyes y gobernantes nefastos, que habían dañado y extorsionado cruelmente al pueblo, porque él había escuchado y leído atentamente los escritos de los profetas que denunciaban a los gobernantes como pastores infieles. Veamos algunos ejemplos: Jeremías 21,11: A la casa real de Judá: "¡Escuchen la palabra del Señor! Hagan justicia cada mañana, y libren al explotado de la mano del opresor, no sea que mi furor estalle como un fuego y arda sin que nadie lo extinga, a causa de la maldad de sus acciones!" Isaías 3,14: "Vosotros habéis incendiado la viña, tenéis en vuestras casas lo robado al pobre. Pero ¿qué os importa? Machacáis a mi pueblo y moléis el rostro de los pobres" Isaías 10,1: "¡Ay! de los que promulgan decretos inicuos... excluyendo del juicio a los débiles, atropellando el derecho de los pobres de mi pueblo". Jesús sabe muy bien todo esto, hasta el punto de que en una ocasión se lamenta y dice: "Me da lástima esta gente, porque andan como ovejas sin pastor". Aquel pueblo, explotado por la política romana y manipulado por la religión, vivía muy miserablemente. Desde este contexto es como se entiende la fuerza de esta frase de Jesús: "Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia", y lo que dice a aquellas gentes: "Yo soy el buen pastor". "El buen pastor da la vida por sus ovejas". "El asalariado ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye"... Para Jesús, el buen pastor, o sea el buen gobernante, da la vida por las ovejas. Pero ¿qué sucede?: Todas las medidas tomadas, acompañadas de un saqueo ideológico para que creamos que son absolutamente necesarias y no hay otras alternativas, cargan sobre los más débiles, y a favor de los más fuertes, hacen más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. ¿No pensarán muchos jóvenes que no van a tener un trabajo decente en su vida? El pasado año, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) cifró en 1.661 las causas abiertas en los diferentes órganos judiciales españoles por delitos relacionados con la corrupción. Estas afectan a tipos penales como la prevaricación; revelación de secretos; cohecho; tráfico de influencias; malversaciones; negociaciones prohibidas a funcionarios; blanqueo de capitales; apropiación indebida; fraude; estafa; falsedad documental y delitos contra el patrimonio histórico y contra el medio ambiente. Tenemos una gran colección de altos directivos de 12 cajas de ahorro de España que se auto indemnizaron con cantidades astronómicas mientras dejaron esquilmados a muchos miles de sus clientes. Hay más de 500 imputados y sólo una veintena en prisión. Parece que lo normal es la corrupción, no la ética, palabra que ya parece sonar mal a muchos. ¿Cómo los calificaría Jesús hoy? Esta situación está infinitamente lejos de lo que quería Jesús. Lo que tenemos es una gran colección de lobos, de los que el pueblo fue y sigue siendo víctima. ¿Solución? Solo hay una: que todos tomemos conciencia de que esto no puede seguir así y menos con reformas que aumentan la gravedad del problema, y ejerzamos tal presión social que forcemos un cambio global hacia un mayor equilibrio social que incline la balanza, sobre todo hacia los más débiles. ¿Y dónde están los Obispos que no hablan alto y claro de lo que está pasando? ¿Por qué no difunden y comentan mucho más LA ALEGRIA DEL EVANGELIO de Francisco? ¿Por qué la están silenciando? ¿Por qué están tan callados ante tanto estrago que está haciendo el lobo feroz de la crisis? ¿Por qué no protestan ante la amnistía a las grandes fortunas? ¿Por qué no se pronuncian todos a una contra las SICAV (entidades para evadir impuestos) y los paraísos fiscales hacia los cuales salen de España cada año 40.000 millones de €? ¿Acaso, señores Obispos, los privilegios del 0,7 (la Iglesia no sufre los recortes), o la exención del IBI a los bienes de la iglesia los tiene a ustedes mudos? Debemos todos manifestarnos contra las mentiras del gobierno al pueblo, sea el que sea, que no se pueden consentir. Señores Pastores, está muy bien atender a la gente con Caritas, pero Jesús dirigió la parábola del buen pastor a los dirigentes religiosos y políticos de la época porque tenían al redil abandonado... No basta con dar limosnas, que resuelven algo momentáneamente, pero no erradican las causas del mal y deterioran la dignidad de las personas. Hay que denunciar, no solo con informes, sino también salir a la calle a manifestarse públicamente contra un sistema generador de pobres, que no solo recorta a los de aquí, sino que reduce la cooperación internacional para los más pobres de los empobrecidos del Tercer Mundo. ¿Por qué nunca los vemos en manifestaciones de este tipo, y solo los vemos, como hace unos días, hacer funerales en sus catedrales hasta para los poderosos del futbol? Hermanos Obispos, no huyan ante el gran lobo de esta crisis, tomen conciencia de su responsabilidad, y asuman el compromiso que les corresponde en esta hora tan difícil para millones de ciudadanos y pónganse al lado de un pueblo que tan mal lo está pasando, aquí y más en el Tercer Mundo, porque la Política y la Religión auténticas no pueden tener otra finalidad que el servicio a todos los seres humanos y toda la creación, empezando por los predilectos de Jesús, los más pobres.
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Aunque el evangelio de hoy ya no hable de apariciones, no nos apartamos del tema pascual, pues afirma expresamente: "Yo he venido para que tengan Vida y la tengan abundante". Éste es el verdadero tema de Pascua.
Hay que tener en cuenta que el evangelio de Juan no reproduce las palabras de Jesús, sino una teología muy elaborada sobre su persona. Lo que Juan pone en boca de Jesús nos está diciendo lo que de él pensaban los cristianos de finales del siglo I en la comunidad donde se escribe el cuarto evangelio, no lo que pudo decir él cuando andaba por Galilea. Esto que vivió una comunidad cristiana, es para nosotros muy interesante porque nos habla de una vivencia provocada por Jesús Vivo. En el v. 6 se nos dice que se trata de una comparación o semejanza. Una comparación no se puede entender si no se conocen los dos términos de la misma. El relato nos habla de la puerta y del pastor. En el fondo es la misma metáfora, porque la única puerta de aquellos apriscos donde se guardaban las ovejas, era el pastor. Si queremos entender algo, no debemos pensar en los grandes rebaños de hoy, que son explotaciones ganaderas, sino en familias que tenían 5 ó 10 ovejas o cabras, que eran imprescindibles para la economía de la familia. Por la noche, después de haber llevado a pastar cada uno las suyas, se reunían todas en un aprisco, que consistía en una cerca de piedra con una entrada muy estrecha para que tuvieran que pasar las ovejas de una en una y así poder contarlas, tanto a la entrada como a la salida. Esa entrada no solía tener puerta, sino que un guarda, allí colocado, hacía de puerta y las cuidaba durante la noche. El mismo guarda tenía que estar atento para que salieran solo las de cada propietario. Por la mañana cada pastor iba a sacar las suyas para llevarlas a pastar. Esto se hacía por medio de un silbido o de una voz que las ovejas conocían muy bien. Incluso tenían su propio nombre como nuestros perros hoy. Cuando oían la voz, las ovejas que se identificaban con esa voz, salían. Con estos datos se entiende perfectamente el relato. Jesús se identifica con ese pastor/dueño que cuida las ovejas como algo personal, pero no porque de ellas depende su familia, sino porque le interesan las ovejas por sí mismas. Hoy no cabe duda de que nos habla de símbolos. Las ovejas son, en el evangelio de Juan, el pueblo oprimido por los dirigentes judíos. Estos son los ladrones y bandidos. Ladrones, porque se apoderan de lo que no es suyo. Bandidos, porque utilizan la violencia para someter a los más débiles. El relato empieza precisamente por una referencia a esos dirigentes, que deberían ser pastores, pero que en realidad son ladrones y bandidos. En el AT hay referencias muy concretas, sobre todo (Ez 34,2-5), a esos pastores que en vez de cuidar de las ovejas, se pastorean a sí mismos y utilizan las ovejas en beneficio propio. Las ovejas atienden a su voz porque la conocen. Una frase con profundas resonancias bíblicas. Oír la voz del Señor es conocer y obedecer. Su voz es liberadora. Las llama por su nombre, porque para él no existe la masa; cada una tiene nombre propio. Cada ser humano es único e irrepetible. Cada uno es necesario para Dios y para el mundo. Las que escuchan su voz, salen de la institución opresora y quedan en libertad. Jesús no viene a sustituir una institución por otra. No las saca de un corral para meterlas en otro. No son los miembros de la comunidad los que deben estar al servicio de la institución ni de la autoridad. Es la institución y la autoridad la que debe estar al servicio de cada uno. En un mismo aprisco había ovejas de muchos dueños, por eso dice que saca todas las suyas. Porque son suyas, conocen su voz y le siguen. El texto quiere dejar bien claro que las ovejas no podían salir por sí mismas del estado de opresión, porque para ellas no había alternativa. Es Jesús el que les ofrece libertad y capacidad para decidir por sí mismas. Los dirigentes judíos son "extraños", que no buscan la vida de las ovejas. Ellos las llevan a la muerte. Jesús les da vida. La diferencia no puede ser más radical. Él camina delante y las ovejas le siguen. Esto tiene más miga de lo que parece. Jesús recorrió de punta a cabo una trayectoria humana. Esa experiencia nos sirve a nosotros de guía para recorrer el mismo camino. Para nosotros, esto es difícil de aceptar, porque tenemos una idea de Jesús-Dios que pasó por la vida humana de manera ficticia y con el comodín de la divinidad en la chistera. Ese Jesús no tendría ni idea de lo que significa ser hombre, y por lo tanto no podría servirnos de modelo a seguir. Yo soy la puerta. No se refiere al elemento que gira para cerrar o abrir, sino al hueco por donde se accede a un recinto. El pastor que las cuidaba era la única puerta. Por eso dice que es la puerta de las ovejas, no del redil. Todos los que han venido antes, son ladrones y bandidos, no han dado libertad/vida a las ovejas. Son tres los productos interesantes de las ovejas: leche, lana y carne. Los pastores buscan ese interés. A ninguno le interesan las ovejas". A las ovejas tampoco pueden interesarles esos pastores. Entrar por la puerta que es Jesús, es lo mismo que "acercarse a él", "darle nuestra adhesión"; esto lleva consigo asemejarse a él, es decir, ir como él a la búsqueda del bien del hombre. Él da la vida definitiva, y el que posee esa Vida, quedará a salvo de la explotación. Él es la alternativa al orden injusto. En Jesús, el hombre puede alcanzar la verdadera salvación. "Podrá entrar y salir", es decir, tendrá libertad de movimiento. "Encontrará pastos", dice lo mismo que "no pasará hambre, no pasará sed". Así se identifica el pasto con el pan de vida que es él mismo. Juan hace un juego de palabras: pasto (nomê) y Ley (nomos). La Ley sustituida por el amor. Yo he venido para que tengan Vida y les rebose. El ladrón (dirigentes) no sólo roba, despoja a la gente del pueblo de lo que es suyo, sino que sacrifica a las ovejas, es decir, les quita la vida. La misión de Jesús es exactamente la contraria: les da Vida y las restituye en su verdadero ser. Los jerarcas les arruinan la vida biológica. Jesús les da la verdadera Vida y con ella la biológica cobra pleno sentido. Jesús no busca su provecho ni el de Dios. Su único interés está en que cada oveja alcance su propia plenitud. Aunque la lectura de este domingo se termina aquí, es muy importante el versículo siguiente para entender el verdadero significado del párrafo. "El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas". Hay que atender con mucho cuidado a la traducción. El griego dice: "el modelo de pastor" (ho poimên ho kalos). La expresión denota excelencia (el vino en 2,10). Sería el pastor por excelencia. "kalos" significa: bello, ideal, modelo de perfección. No se trata solo de resaltar el carácter de bondad y de dulzura. La traducción "buen pastor", queda un poco endeble y se aleja del verdadero mensaje. En griego hay una palabra (agathos), que significa "bueno"; pero no es la que aquí se emplea. Esta simple rectificación evitaría muchos malentendidos. Jesús es para aquella comunidad y para nosotros hoy, el único pastor. Se entrega él mismo ("tên psykhên autou tithesin") = entrega su vida. En griego hay tres palabras para designar vida: zoê, bios y psukhê; pero no significan lo mismo. Si no se tienen en cuenta las diferencias, puede causar confusión. El evangelio dice psykhên = vida sicológica, no biológica. Se trata de poner a disposición de los demás todo lo que uno es como ser humano, mientras vive, no muriendo por ellos. La característica del pastor modelo es que pone toda su vida al servicio de las ovejas para que vivan, sin limitación alguna. Al hacer esto, pone en evidencia la clase de Vida que posee y manifiesta la posibilidad de que todos los que le siguen tengan acceso a esa misma Vida. Meditación-contemplación "Yo he venido para que tengan Vida y la tengan abundante". Si ese es el objetivo de Jesús, debe ser también el mío. Ningún otro objetivo puede ser suficiente para mí. Ni doctrina ni culto ni moral pueden sustituir a la vivencia. .................. La VIDA ya está en mí, pero tengo que alimentarla y vivirla. Se trata de la misma Vida de Dios. "Yo vivo por el Padre". Está en nosotros antes de empezar a existir, pero tengo que tomar conciencia de ella y dejar que se desarrolle. ................ Si no despliego esa Vida, mi humanidad quedará frustrada; mis posibilidades de SER humano quedarán disminuidas; mi conocimiento, reducido a simple ciencia; mi felicidad será siempre incompleta, porque será solo hedonismo. Solo hay una "tarea" que realizar: favorecer la vida. Sin embargo, tal tarea no es algo "añadido" a lo que somos.
El ego piensa que tiene que hacer porque se ve como un "alguien" separado que se define, entre otras cosas, por su capacidad hacedora. Y ve la acción, como todo lo demás, desde una perspectiva dual: yo, delimitado o encerrado en mí mismo, hago algo que, en cierto modo, me enriquece o enriquece a otros. El ego, consciente o inconscientemente, se define como carencia: de ahí que busque fueraaquello que le permitiría "completarse" y experimentarse más pleno. Sin embargo, "dar vida" no es algo que el ego pueda hacer. La Vida se da a sí misma. Necesitamos únicamente reconocernos en ella, de un modo cada vez más consciente y, por tanto, desapropiado para, de ese modo, permitir que fluya y se exprese a través de nosotros, en modos concretos. En este sentido se puede entender la imagen de la "puerta", en cuanto espacio abierto que permite que la Vida fluya. Porque la Vida es, antes que nada, espaciosidad, amplitud ilimitada que todo lo contiene y que se expresa en infinidad de formas, todas ellas habitadas por la misma y única Vida. Por eso, quien se percibe así, no puede sino vivir el cuidado con todos y con todo. Un cuidado que Jesús expresa en la imagen del "pastor", imagen que resulta anacrónica para la mayoría de nuestros contemporáneos, pero que encerraba una extraordinaria riqueza, histórica y metafórica, en el contexto en que Jesús la utilizaba. Todos nosotros "conocemos la voz" de la Vida. Por eso, cada vez que vemos, oímos o leemos algo preñado de vida, se produce una resonancia en nuestro interior. Es una voz que nos "suena", aunque haya podido estar muy apagada durante mucho tiempo. En nuestro mundo hay muchas voces de todo tipo. Tantas, que corremos el riesgo de terminar aturdidos. Algunas de ellas pueden resultarnos especialmente atractivas porque parecen encajar perfectamente con lo que son las necesidades del ego. Hay voces que prometen, voces que compensan, voces que entretienen, voces que distraen, voces que seducen, voces que inflan, voces que asustan, voces que amenazan, voces que nos dan la razón, voces que nos rechazan... Tantas voces que no es extraño que, en algún momento, las sigamos. Sin embargo, si no son la genuina voz de la Vida, no nos alimentarán; su encanto habrá resultado pasajero y, con frecuencia, frustrante. Jesús habla desde la Vida, o mejor aún, como la Vida: porque es esta la que habla a través de él. Solo puede hablar desde la Vida quien se reconoce en ella, quien ha descubierto que la Vida es su verdadera identidad. Se comprende que quien dijo: "yo soy la puerta", "yo soy el pastor", "yo he venido para que tengan vida"..., dijera también: "Yo soy la Vida". No puede ser de otro modo. Lo admirable es que esta afirmación del maestro de Nazaret es válida para todos nosotros: la Vida es nuestra identidad. Únicamente necesitamos reconocerla y vivirnos en la consciencia de ser ella. Estos cuatro títulos resumen lo que afirman de Jesús las lecturas del próximo domingo: que es Señor y Mesías lo dice Pedro en el libro de los Hechos (1ª lectura); como modelo a la hora de soportar el sufrimiento lo propone la Primera carta de Pedro (2ª lectura); puerta del aprisco es la imagen que se aplica a sí mismo Jesús en el evangelio de Juan. En resumen, las lecturas nos proponen una catequesis sobre Jesús, lo que significó para los primeros cristianos y lo que debe seguir significando para nosotros.
No quedarnos en el próximo domingo, mirar hasta el 7º Cabe el peligro de vivir la liturgia de las próximas semanas sin advertir el mensaje global que intentan transmitirnos las lecturas dominicales. Pretenden prepararnos a las dos grandes fiestas de la Ascensión y Pentecostés, y lo hacen tratando tres temas a partir de tres escritos del Nuevo Testamento. 1. La iglesia (1ª lectura, de los Hechos de los Apóstoles). Se describe el aumento de la comunidad (4º domingo), la institución de los diáconos (5º), el don del Espíritu en Samaria (6º), y cómo la comunidad se prepara para Pentecostés (7º). Adviértase la enorme importancia del Espíritu en estas lecturas. 2. Vivir cristianamente en un mundo hostil (2ª lectura, de la Primera carta de Pedro). Los primeros cristianos sufrieron persecuciones de todo tipo, como las que padecen algunas comunidades actuales. La primera carta de Pedro nos recuerda el ejemplo de Jesús, que debemos imitar (4º); la propia dignidad, a pesar de lo que digan de nosotros (5º); la actitud que debemos adoptar ante las calumnias (6º), y los ultrajes (7º). 3. Jesús (evangelio: Juan). Los pasajes elegidos constituyen una gran catequesis sobre la persona de Jesús: es el pastor y la puerta (4º); camino, verdad y vida (5º); el que vive junto al Padre y con nosotros (6º); el que ora e intercede por nosotros (7º). Jesús, puerta del aprisco El autor del cuarto evangelio disfruta tendiendo trampas al lector. Al principio, todo parece muy sencillo. Un redil, con su cerca y su guarda. Se aproxima uno que no entra por la puerta ni habla con el guarda, sino que salta la valla: es un ladrón. En cambio, el pastor llega al rebaño, habla con el guarda, le abre la puerta, llama a las ovejas, ellas lo siguen y las saca a pastar. Lo entienden hasta los niños. Sin embargo, inmediatamente después añade el evangelista: "ellos no entendieron de qué les hablaba". Muchos lectores actuales pensarán: "son tontos, está clarísimo, habla de Jesús como buen pastor". Y se equivocan. Eso es verdad a partir del versículo 11, donde Jesús dice expresamente: "Yo soy el buen pastor". Pero en el texto que se lee hoy, el inmediatamente anterior (Juan 10,1-10), Jesús se aplica una imagen muy distinta: no se presenta como el buen pastor sino como la puerta por la que deben entrar todos los pastores ("yo soy la puerta del redil"). Con ese radicalismo típico del cuarto evangelio, se afirma que todos los personajes anteriores a Jesús, al no entrar por él, que es la puerta, no eran en realidad pastores, sino ladrones y bandidos, que sólo pretenden "robar y matar y hacer estrago". Resuenan en estas duras palabras un eco de lo que denunciaba el profeta Ezequiel en los pastores (los reyes) de Israel: en vez de apacentar a las ovejas (al pueblo) se apacientan a sí mismos, se comen su enjundia, se visten con su lana, no curan las enfermas, no vendan las heridas, no recogen las descarriadas ni buscan las perdidas; por culpa de esos malos pastores que no cumplían con su deber, Israel terminó en el destierro (Ez 34). La consecuencia lógica sería presentar a Jesús como buen pastor que da la vida por sus ovejas. Pero eso vendrá más adelante, no se lee hoy. En lo que sigue, Jesús se presenta como la puerta por la que el rebaño puede salir para tener buenos pastos y vida abundante. En este momento cabría esperar una referencia a la obligación de los pastores, los responsables de la comunidad cristiana, a entrar y salir por la puerta del rebaño: Jesús. Todo contacto que no se establezca a través de él es propio de bandidos y está condenado al fracaso ("las ovejas no les hicieron caso"). Aunque el texto no formula de manera expresa esta obligación, se deduce de él fácilmente. En realidad, esta parte del discurso termina dirigiéndose no a los pastores sino al rebaño, recordándole que "quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos". Ya que es frecuente echarle la culpa a los pastores de los males de la iglesia, al rebaño le conviene recordar que siempre dispone de una puerta por la que salvarse y tener vida abundantes. La segunda lectura recuerda a los cristianos perseguidos y condenados injustamente que ese mismo fue el destino de Jesús, y que lo aceptó sin devolver insultos ni amenazas. En ese contexto lo presenta como modelo con unas palabras espléndidas: "Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas". Al final de esta lectura encontramos la imagen de Jesús como buen pastor ("Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas".). Como he indicado, no es la esencial del evangelio. Pocos días después de la elección de Francisco comenzaron las comparaciones del papa argentino con Benedicto XVI y Juan XXIII: con el primero, destacando las diferencias; con el segundo, los parecidos, que han vuelto a manifestarse con motivo de la canonización de Juan XXIII y de Juan Pablo II el 27 de abril. Se refieren a la cálida y espontánea corriente de comunicación de ambos con el público. La campechanía de Juan XXIII rompía con el hieratismo de su predecesor Pío XII. La sencillez de Francisco contrasta con el gusto por el protocolo de Benedicto XVI.
El parecido se aprecia también en la avanzada edad en el momento de la elección papal de ambos: 77 años, que, no obstante, se disimulan por la vitalidad, la creatividad y los gestos llenos de humanidad poco acordes con los títulos que ostentan: Sumo Pontífice de la Iglesia universal, Vicario de Cristo, Santo Padre, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, etc. A ello hay que sumar su permanente capacidad de sorpresa. En la Navidad de 1958, Juan XXIII, recién elegido papa, visitó el hospital del Niño Jesús para niños con poliomielitis y la cárcel Regina Coeli, junto al Tíber, donde abrazó a un preso condenado por asesinato que antes le había preguntado si había perdón para él. Se reunió con un grupo de personas discapacitadas y con otro grupo de chicos de un orfanato. Luego se encontró con el arzobispo de Canterbury Geoffrey F. Fissher y recibió a Rada Kruchev, hija del presidente de la URSS, y a su esposo. Francisco no ha dejado de sorprender desde que abandonó su Buenos Aires querido y fue elegido papa con gestos significativos: renuncia a vivir en el Vaticano; cese de obispos por llevar una vida escandalosamente anti-evangélica; auditoría externa para investigar la corrupción del Banco Vaticano; disponibilidad a revisar la normativa sobre la exclusión de la comunión eucarística a los católicos divorciados y vueltos a casar; viaje a Lampedusa y grito indignado de "¡Vergüenza!" como denuncia por los cientos de inmigrantes muertos y desaparecidos ante la indiferencia de Europa; respeto a las diversas identidades sexuales, etc. Recientemente nos ha vuelto a sorprender al celebrar el día del "Amor fraterno" en un centro de personas discapacitadas de diferentes continentes, religiones, culturas y etnias, donde se ha arrodillado y lavado los pies a doce de ellas. El ejemplo no es baladí, queda fijado primero en la retina, luego en la mente y debe traducirse en una práctica compasiva y solidaria, si no quiere convertirse en rutina. Pero, a mi juicio, las semejanzas entre Juan XXIII y Francisco van más allá de su talante y de sus gestos. La sintonía se manifiesta en su espíritu reformador del cristianismo con la mirada puesta en el Evangelio desde la opción por el mundo de la exclusión y el compromiso por la liberación de los empobrecidos. Juan XXIII y Francisco coinciden en la necesidad de construir una "Iglesia de los pobres". El papa Roncalli fue el primero en utilizar esta expresión en un mensaje radiofónico el 11 de setiembre de 1962: "De cara a los países subdesarrollados, la Iglesia se presenta como es y quiere ser: la Iglesia de todos, y, particularmente, la Iglesia de los pobres". La idea apenas tuvo eco en el aula conciliar, pero se hizo realidad en las decenas de miles comunidades eclesiales de base que surgieron en América Latina y otros continentes, y en la teología de la liberación, que la convirtió en santo y seña del cristianismo liberador. Francisco expresó el mismo deseo en una rueda de prensa multitudinaria con periodistas que habían seguido el cónclave, a quienes contó algunas interioridades del mismo. Cuando hubo logrado los dos tercios de los votos, el cardenal Claudio Humes, arzobispo emérito de Sâo Pâulo le abrazó, le besó y le dijo: "No te olvides de los pobres". Tras esta confesión y en un arranque de sinceridad, les dijo a los periodistas: "¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!". Adquiría así públicamente un compromiso que le obligaba a hacer realidad aquel deseo. ¿Lo hará? Juan XXIII era consciente de que la humanidad estaba viviendo un cambio de era y la Iglesia católica no podía volver a perder el tren de la historia, sino que debía caminar al ritmo de los tiempos. Era necesario poner en marcha un proceso de transformación de la Iglesia universal en sintonía con las transformaciones que se sucedían en la esfera internacional. Francisco es igualmente consciente de estar viviendo un tiempo nuevo, lo que le exige dejar atrás los últimos cuarenta años de involución eclesial que pesan como una losa y activar una nueva primavera en la Iglesia en sintonía con las primaveras que vive hoy el mundo: la Primavera árabe, el movimiento de los Indignados, los Foros Sociales Mundiales, etc. Bergoglio tiene un compromiso con la Historia que no puede eludir: ¡Primavera eclesial ya! ¿Lo cumplirá? La ONU acaba de lanzar un informe demoledor —uno más— sobre la inminencia y las consecuencias del cambio climático. Este informe ha sido elaborado por más de quinientos científicos de todo el mundo, y en él se detallan las consecuencias que se van a derivar —que ya se están derivando— de nuestra irracional forma de vida. Y es que hoy, ningún científico duda de que el cambio climático es una realidad que avanza a una velocidad muy superior a la que pronosticaban los peores augurios, que pone en riesgo la vida sobre la Tierra y que está provocado por la actividad humana.
Ya no se puede negar su realidad, porque ya está aquí; porque se puede medir y proyectar al futuro. Y las conclusiones a las que se llega son escalofriantes. Los optimistas —como la ONU— hablan de colapso de la civilización por falta de recursos, y los pesimistas —como Stephen Howking— de extinción de la especie humana. Cada vez es más remota la posibilidad de que algún nuevo logro científico nos saque de este atolladero, y cada vez resulta más evidente que sólo a través de un rearme moral globalizado se podrá paliar el monumental problema que tenemos planteado. Así lo entiende Hans Jonas, filósofo alemán contemporáneo, quien propone una nueva ética —basada en el principio de responsabilidad— que evite mediante frenos voluntarios que el poder combinado de la ciencia y la economía lleve a los hombres al desastre. Pero ¿cuáles son esos frenos?... Quizás la reforestación, las energías renovables o el retorno a la energía nuclear, pueden ayudar, pero no son la solución; ni muchísimo menos. Mientras no eliminemos en todo el mundo —o restrinjamos de forma radical— la circulación de coches particulares, mientras despilfarremos irresponsablemente en calefacción, aire acondicionado y agua caliente, o mientras la actividad industrial siga requiriendo cantidades ingentes de energía, el problema seguirá incrementándose hasta llegar al colapso... ¿Muy fuerte, verdad?... Es mucho más cómodo seguir negando la existencia del problema que renunciar a nuestro coche y a nuestro confort. Es mucho más sencillo llamar cretinos catastrofistas a quienes dicen que nuestros nietos van a tener que soportar un clima extremo, con una escasez trágica de recursos básicos para la vida.., que van a estar permanentemente a merced de pandemias provocadas por la proliferación de plagas sobre la Tierra, que asumir nuestra responsabilidad y actuar en consecuencia. Somos una generación egoísta e infame, regida por líderes timoratos y encogidos incapaces de afrontar los problemas auténticamente determinantes para el futuro de la humanidad... Pero todo es en vano. Nuestro egoísmo y su cobardía son en vano. Porque nuestra forma de vida no puede prevalecer. Por mucho que nos aferremos a ella, está condenada a morir por las buenas o por las malas. Y a no tardar. Debemos elegir entre una austeridad voluntaria desde ahora, o una austeridad caótica sobrevenida. Y en ambos casos el tránsito va a acarrear unos problemas económicos y sociales descomunales.., aunque de todo punto insoslayables. Problemas descomunales, insoslayables.., pero asumibles si los afrontamos juntos, si repartirnos las cargas, para que nadie se quede por el camino... Para eso somos personas humanas. Es cierto que nuestro mundo se ha deshumanizado hasta el extremo de que esto nos suena a chino, de que hemos vendido nuestra esencia humana por poseer cuatro chirimbolos... Pero las dificultades son la mejor medicina para recobrarla, para rescatar la cordura, para caer en la cuenta de que es mucho más gratificante vivir como personas libres, solidarias, que sometidas a los ídolos rastreros que nuestra civilización ha creado. Un buen amigo agnóstico me preguntaba si realmente yo pensaba que Jesús de Nazaret era el mejor de los hombres que hayan existido jamás. He intentado responder de la mejor manera, aunque de una forma breve. Comparto con vosotros mis razones.
Indudablemente no conozco a 'todos' los seres humanos que han existido. Pero frente a aquellos de los que tenemos "noticias", considero a Jesús realmente incomparable. Y tengo varias razones, que podrían ser válidas sólo para mí. En primer lugar debemos situar a Jesús en la Palestina del siglo I. Conocer bien las condiciones sociales de aquella sociedad es imprescindible. Es una lástima que el hombre Jesús de Nazaret haya sido cubierto con todos los oropeles de la religión hasta quedar desfigurado. Hoy las investigaciones del "Jesús histórico" han avanzado enormemente y podemos hacernos una idea aproximada de quién fue este Maestro de Vida. Y lo que descubrimos es asombroso, y explica por qué luego los cristianos acabaron atribuyendo todos esos títulos, en un intento de comprender el misterio que habitaba en él. Jesús no dijo cosas totalmente nuevas, sino que las dijo de una manera nueva. Y se jugó la vida por ello. Lo que estaba arriba lo puso abajo y viceversa. Les dio dignidad a los llamados 'el pueblo de la tierra'. Eran aquellos que ignoraban la Ley de Moisés y eran despreciados por los sabios de Israel. Llamó a una mujer enferma "hija de Abraham", título solo reservado para los hombres. Los niños no tenían derechos hasta los 12 años. Jesús dijo "de tales es el reino de los cielos". Derribó barreras étnicas. Se dejó enseñar por una mujer siro-fenicia. Mujer y pagana. Dijo de un centurión politeísta que nadie tenía más fe que él en todo Israel. Y todo porque amaba a su siervo para el que pidió confiado su curación. Dignificó a las prostitutas, diciendo que son las que van delante de los religiosos al reino de Dios. Dijo que el Sábado no era sagrado sino que lo sagrado es el ser humano. Para él, todos eran dignos, sin importarle su religión, sexo o condición. Hizo de la compasión, la libertad y la justicia sus grandes principios. Los encarnó en un siglo lleno de violencias y desprecios. Se negó a emplear la violencia. Se ocupó de los leprosos que eran considerados "malditos de Dios", y los tocó. (eso le convertía a él en impuro según La Ley). Les habló de un Dios diferente, que no estaba en un lugar sagrado sino en el corazón de los hombres. Y les dijo que era "bueno" revelando la idea de que Dios no es amenaza para el hombre sino su gran aliado. Sea lo que sea Dios, con Jesús aprendemos a identificarlo con lo bueno. Leyendo el episodio de la mujer adúltera (Juan 9) vemos la esencia de lo que fue este hombre. Además fue fermento de una nueva manera de pensar. Los derechos de los pobres, de los sin voz, de las mujeres, de los niños se originan con él a nivel social. Buda era compasivo, sin duda (le admiro mucho) pero propugnaba más bien un retiro de la sociedad, una salvación muy personal. Jesús se enfrentó a lo que deshumanizaba a los seres humanos jugándose la vida. Pudo huir cuando las cosas se ponían mal pero se mantuvo fiel a la verdad que proclamaba. Y lo hizo hasta el final. Con Jesús se inicia la idea de la muerte del inocente. Los judíos pensaban que el que era fijado a una cruz es que había sido maldecido por Dios. Pero con Jesús esto se derrumba. Cada vez iba creciendo la conciencia de que ese profeta, ese maestro era realmente bueno y no podía ser maldecido por Dios. Recordaron cómo hablaba de su "Abba", bondadoso. Jesús creó una nueva conciencia. Estas y otras razones me hacen ver que realmente con Jesús de Nazaret algo nuevo comenzaba. Los cristianos le hemos traicionado muchas veces. Aunque también algunos le fueron fieles. Ahora bien, si nos ponemos hoy "a su escucha" o comprendemos lo que revela su historia, algo puede resurgir otra vez con fuerza. Es lo que él denominaba el Reino de Dios. Nos toca a nosotros re-suscitarlo en nuestro contexto histórico, comprendiendo que aquellos principios por los cuales vivió y murió, siguen siendo esenciales para nuestro mundo hoy. En el Evangelio de este domingo, que no copiamos por su amplitud, cuenta san Lucas (24,13-359 que iban dos discípulos camino de Emaús decepcionados y desanimados por la muerte de Jesús, pero El, sin darse a conocer, se hace el encontradizo con ellos, y "comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que refería a El en toda la Escritura". Jesús entra con ellos a cenar y "lo reconocen al partir el pan". Dejan la cena y se van corriendo a contarlo a sus compañeros.
1.-Hoy nos encontramos con muchas personas sensibles e incluso comprometidas con los más empobrecidos y necesitados de este mundo, pero al mismo tiempo desanimadas y con poca esperanza de que este mundo pueda cambiar y dar origen a una vida más digna para todos, porque los medios de comunicación parecen una crónica de sucesos: guerras, violencia, abusos increíbles, injusticias clamorosas (el año 2013 más de 113.000 desahucios); secuestro, abuso y violación de niños y niñas, trabajo esclavo, desigualdades económicas cada vez mayores, corrupción de gobiernos y políticos, etc. Les pasa como a los dos discípulos, a los que Jesús despierta sus conciencias a base de ayudarles a descubrir la trayectoria de la historia de Israel hasta llegar al reconocimiento del mismo Jesús. Con frecuencia, constatamos esta misma realidad, pero pocas veces nos preguntamos por las causas reales que nos han conducido a esta situación tan lamentable. El problema está en que no tenemosConciencia Histórica de por qué hemos llegada a esta situación, cuáles han sido y son hoy las causas generadoras de la misma. A los poderes no les interesa que el pueblo conozca el por qué de sus penurias. Descubrir este proceso y analizarlo críticamente es imprescindible para comprender el escenario en que nos movemos actualmente: de dónde venimos, por qué estamos así y a dónde nos conduce esta situación. La historia que nos han enseñado NO fue la historia del pueblo y su devenir, sino la historia del poder, del triunfo de los poderosos, de la grandeza de los grandes y no de la penuria de los débiles. Pongamos un ejemplo: millones de pobres del Tercer Mundo, de la noche a la mañana se vieron privados de sus tierras de siempre porque los colonizadores crearon en muchos países el registro de la propiedad, antes inexistente, y las inscribieron a su nombre, y los nativos creyendo que eran dueños de sus tierras desde siempre, de la noche a la mañana se vieron sin nada. Por ejemplo Nicolás V (1447-1455) en la Bula "Romanus Pontifex" escribía a los reyes de Portugal: "Nos... concedemos facultad plena y libre para invadir, conquistar, combatir, vencer y someter a cualesquiera sarracenos y paganos y otros enemigos de Cristo, en cualquier parte que estuvieren, y a los reinos, ducados, principados, dominios, posesiones y bienes muebles e inmuebles tenidos y poseídos por ellos; y reducir a servidumbre perpetua las personas de los mismos, y destinar para sí y sus sucesores y apropiarse y aplicar para uso y utilidad suya y de sus sucesores los reinos, ducados, condados, principados, dominios, posesiones y bienes de ellos...". Y Alejandro escribe a los Reyes de España en términos similares. Si esto pasaba hace siglos, ahora aun sigue presente: En 2010, la empresa catalana Agrogeba aterrizaba en Guinea Bissau con la intención de cultivar arroz. Sin embargo las tierras que el Gobierno le alquiló, en las proximidades del río Geba en la región de Bafatá (el País 19-04-14), venían siendo explotadas de manera tradicional por los habitantes de los pueblos cercanos, unos 600 agricultores que ni fueron informados ni recibieron ninguna compensación . Por eso estudiar el devenir REAL del pueblo, es esencial para conocer el por qué de su situación actual. Es lo que llamamos adquirir Conciencia Histórica, que no termina solo en saber de dónde venimos, sino además descubrir también la causas por las cuales estamos ahora así, y a dónde nos va a conducir este proceso. Es lo que hizo Jesús con los dos discípulos para que llegasen a descubrir la verdad de Jesús resucitado. Este proceso nos lleva a tomar Conciencia Crítica de la situación actual, a efectuar un diagnóstico crítico del momento en que nos encontramos, con el descubrimiento de las causas y los causantes de la situación que atravesamos en cada momento histórico y concreto de nuestras vidas. La Conciencia Crítica produce espontáneamente un cambio de actitud en todo aquel que alcanza ese nivel de conciencia, y lo pone en trance de movilizarse y comprometerse. A los dos discípulos les llevó a levantarse inmediatamente de la cena y retornar a Jerusalén pues tenían algo muy importante que comunicar a sus compañeros. Esto nos conduce directamente a la Conciencia Política, es decir, a asumir compromisos liberadores, que liberen en la realidad concreta a las personas que son víctimas de la opresión, de la injusticia, de la manipulación alienadora. La Conciencia Política es conciencia Universal, porque descubre que solo desde el compromiso de todos con todos es posible ejercer la fuerza social necesaria para subvertir un sistema liberal de economía de mercado que conduce a todos y a todo a un punto de no retorno. A todos los discípulos, a los que llegan y a los que están, les produce satisfacción y seguridad comprobar que todos han constatado lo mismo: Jesús ha resucitado. Hay motivos para la lucha y la esperanza. Solo es liberador aquello que libera en la realidad concreta: Jesús partió de la realidad concreta de aquellos dos hombres para llevarlos a un cambio radical de su actitud: del desánimo y la decepción al optimismo y la esperanza. Lo reconocieron al sentarse con ellos a la mesa, tomar el pan, bendecirlo, partirlo y dárselo. ¿Cuando hará esto la multinacional Iglesia Oficial con tantos bienes como tiene a lo largo y ancho del mundo? Con un presumido cardenal Bertone (y algunos obispos y curas más que se le parecen) que quiere retirarse a un apartamento de lujo de 700 metros cuadrados en el mismo Vaticano, tarde va a suceder. Vete presumido Bertone, vete pronto, y no sigas causando más daño a la iglesia pueblo de Dios con un escándalo tan grave como este, ante tantos millones de personas que se están muriendo de hambre. Piensa un poco: ¿en qué se parece esa actitud tuya a del pobre de Nazaret? Hoy, es imposible ser coherente con el mensaje del Evangelio de Jesús de Nazaret sin moverse en estos tres niveles de Conciencia Histórica, Crítica y Política. Por tercer domingo consecutivo se nos propone un relato enmarcado en el "primer día de la semana" (ya hemos dicho muchas veces que la experiencia pascual no es cuestión de días ni de semanas). Estos dos discípulos pasan, de creer en un Jesús profeta pero condenado a una muerte destructora, a descubrirlo vivo y dándoles Vida. De la desesperanza, pasan a vivir la presencia de Jesús. Se alejaban de Jerusalén tristes y decepcionados; vuelven a toda prisa, contentos e ilusionados. El pesimismo les hace abandonar el grupo, el optimismo les obliga a volver para contar la gran noticia.
El relato de los discípulos de Emaús, es un prodigio de teología narrativa. En ella podemos descubrir el verdadero sentido de los relatos de apariciones. El objetivo de todos ellos es llevarnos a participar de la experiencia pascual que los primeros cristianos tuvieron. En ningún caso intentan dar noticias de acontecimientos históricos. Los dos discípulos de Emaús no son personas concretas, sino personajes. No quiere informarnos de lo que pasó una vez, sino de lo que está pasando cada día a los seguidores de Jesús. En primer lugar vemos que es Jesús quien toma la iniciativa, como siempre. Los dos discípulos se alejaban de Jerusalén. Solo querían apartar de su cabeza aquella pesadilla de un ser querido, que había acabado tan desastrosamente. Pero a pesar del desengaño sufrido por su muerte y muy a pesar suyo, van hablando de Jesús. Lo primero que hace Jesús es invitarles a desahogarse, les pide que manifiesten toda la decepción y amargura que acumulaban. La utopía que les había arrastrado a seguirlo, había dado paso a la más absoluta desesperanza. Pero su corazón todavía estaba con él, a pesar de su muerte. En este sutil matiz, podemos descubrir una pista para explicar lo que sucedió a los primeros seguidores de Jesús. La muerte les destrozó, y pensaron que todo había terminado; pero a nivel subconsciente, permaneció un rescoldo que terminó siendo más fuerte que las evidencias tangibles y pudo ser avivado sin saber muy bien cómo. En el relato de la conversión de Pablo, podemos descubrir algo parecido. Perseguía con ahínco a los cristianos, pero sin darse cuenta, estaba subyugado por la figura de ese mismo Jesús y en un momento determinado, cayó del burro. La manera de reconocerlo (después de haber caminado y discutido durante tres kilómetros) y la instantánea desaparición, nos indican claramente que la presencia de Jesús, después de su muerte, no es la de una persona normal. Algo ha cambiado tan profundamente, que los sentidos ya no sirven para reconocer a Jesús. Estos detalles nos advierten contra la manera física de interpretar los relatos que nos hablan de Jesús después de su muerte. Nosotros esperábamos... Esperaban que desde fuera, se cumplieran sus expectativas. No podían sospechar que aquello que esperaban, se había cumplido ya con creces. Fijaros bien, como refleja esa frase nuestra propia decepción. Esperábamos que la Iglesia... Esperábamos que el Obispo... esperábamos que el concilio... Esperábamos que el Papa... Esperamos lo que nadie puede darnos y surge la desilusión. Lo que Dios puede darnos ya lo tenemos, no hay que esperarlo. El desengaño es fruto de una falsa esperanza. Si lo que esperamos no coincide con lo que Jesús da, la desilusión estará asegurada. No es Jesús el que cambia para que le reconozcan, son los ojos de los discípulos los que se abren y ahora están capacitados para reconocerle. No se trata de ver algo nuevo, sino de ver con ojos nuevos lo que ya tenían delante. No es la realidad la que debe cambiar para que nosotros la aceptemos. No es Jesús el que tiene que hacer algún milagro para manifestarse de manera espectacular y evidente. Somos nosotros los que tenemos que descubrir la realidad de Jesús Vivo, que tenemos delante de los ojos, pero que no vemos. En el relato que acabamos de leer, como en todos los que hacen referencia a apariciones, descubrimos la experiencia de la primera comunidad. Hay momentos y lugares donde se hace presente Jesús de manara especial, si de verdad sabemos mirar. 1) En el camino de la vida. Después de su muerte, Jesús va siempre con nosotros en nuestro caminar. Pero el episodio también nos advierte que es posible caminar junto a él y no reconocerlo. Después de su muerte, habrá que estar mucho más atento si, de verdad, queremos entrar en contacto con él. Es también una crítica a nuestra religiosidad demasiado apoyada en lo externo. A Jesús vivo no lo vamos a encontrar en el templo ni en los rezos sino en la vida real, en el contacto con los demás que caminan junto a nosotros. Si no lo encontramos ahí, cualquier otra presencia será falsa. La dificultad que se nos presenta a la hora de llevar a la práctica este punto, estriba en la concepción dualista que tenemos del mundo y de Dios. Con la idea de un Dios creador que se queda fuera y deja al mundo abandonado a su suerte, no hay manera de verle en la realidad material. Pero Dios no es lo contrario del mundo, ni el Espíritu es lo contrario de la materia. La realidad es una y única, pero en la misma realidad podemos distinguir dos aspectos. Desde el deísmo que considera a Dios como un ser separado y paralelo de los otros seres, será imposible descubrir en las criaturas la presencia de la divinidad. 2) En la Escritura. Si queremos encontrarnos con el Jesús que da Vida, tendremos en las Escrituras un eficaz instrumento de aproximación. Pero el mensaje de la Escritura no está en la letra sino en la vivencia espiritual que hizo posible el relato. La letra, los conceptos no son más que el soporte, en el que se ha querido expresar la experiencia de Dios de un ser humano. Dios habla únicamente desde el interior de cada persona, porque el único Dios que existe, es el fundamento de cada ser. La experiencia interior es la única palabra que Dios puede pronunciar. Esa experiencia, expresada en conceptos, es palabra humana, pero volverá a ser palabra de Dios si nos lleva a la vivencia. 3) Al partir el pan: No se trata de una eucaristía, sino de una manera muy personal de partir y repartir el pan. Referencia a tantas comidas en común, a la multiplicación de los panes, etc. Sin duda el gesto narrado hace también referencia a la eucaristía. Cuando se escribió este relato ya había una larga tradición de su celebración. Los cristianos tenían ya ese sacramento como el rito fundamental de la fe. Al ver los signos, se les abren los ojos y le reconocen. Fijaos, un gesto es más eficaz que toda una perorata sobre la Escritura. Jesús se hace presente al partir el pan, no al oír misa. 4) En la comunidad reunida. Cristo resucitado solo se hace presente en la experiencia de cada uno. Al compartir con los demás esa experiencia, él se hace presente en la comunidad. La comunidad (aunque sea de dos) es imprescindible para provocar la vivencia. La experiencia de uno compartida, empuja al otro en la misma dirección. El ser humano solo desarrolla sus posibilidades de ser, en la relación con los demás. Jesús hizo presente a Dios amando, es decir, dándose a los demás. Esto es imposible si el ser humano se encuentra aislado y sin contacto alguno con el otro. El mayor obstáculo para encontrar a Cristo hoy, es creer que ya lo tenemos. Los discípulos creían haber conocido a Jesús cuando vivieron con él; pero aquel Jesús que creían ver, no era el auténtico. Sólo cuando el falso Jesús desaparece, se ven obligados a buscar al verdadero. A nosotros nos pasa lo mismo. Conocemos a Jesús desde la primera comunión, por eso no necesitamos buscarle. El verdadero Jesús es nuestro compañero de viaje, aunque es muy difícil reconocerlo en todo aquel que se cruza en mi camino. Meditación-contemplación "Se les abrieron los ojos y lo reconocieron". Caminó con ellos, discutió con ellos, pero no lo conocieron. Ni teologías ni exégesis racionales, te llevarán al verdadero Jesús. El único camino para encontrarlo es el que conduce al "corazón". ................... Tenemos que abrir los ojos, pero no los del cuerpo. Solo desde el corazón podemos descubrir su presencia. Si los ojos de nuestro corazón están bien abiertos, lo descubriremos presente en todos y en todo. ................... A Dios no podemos encontrarlo en un lugar. Su presencia no es localizable, porque está en todas partes. En cualquier lugar, en cualquier momento lo puedes encontrar. "Reconocerlo", esa es la tarea fundamental como cristianos. La víspera de la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, volviendo al Instituto Bíblico, encuentro a un compañero jesuita acompañado de un visitante que ha venido a la ceremonia. Me lo presenta, me pregunta qué enseño y le respondo: Antiguo Testamento. «¿No estamos ya en el Nuevo? Para qué sirve el Antiguo?» «Sin el Antiguo no se puede entender el Nuevo», le contesté. El evangelio de este domingo me da la razón.
Hay que olvidar lo que sabemos Para comprender el relato de los discípulos de Emaús hay que olvidar todo lo leído en los días pasados, desde la Vigilia del Sábado Santo, a propósito de las apariciones de Jesús. Porque Lucas ofrece una versión peculiar de los acontecimientos. Al final de su evangelio cuenta sólo tres apariciones: 1) A todas las mujeres, no a dos ni tres, se aparecen dos ángeles cuando van al sepulcro a ungir el cuerpo de Jesús. 2) A dos discípulos que marchan a Emaús se les aparece Jesús, pero con tal aspecto que no pueden reconocerlo, y desaparece cuando van a comer. 3) A todos los discípulos, no sólo a los Once, se aparece Jesús en carne y hueso y come ante ellos pan y pescado. Dos cosas llaman la atención comparadas con los otros evangelios: 1) las apariciones son para todas y para todos, no para un grupo selecto de mujeres ni para sólo los once. 2) La progresión creciente: ángeles – Jesús irreconocible – Jesús en carne y hueso. Jesús, Moisés, los profetas y los salmos Hay un detalle común a los tres relatos de Lucas: las catequesis. Los ángeles hablan a las mujeres, Jesús habla a los de Emaús, y más tarde a todos los demás. En los tres casos el argumento es el mismo: el Mesías tenía que padecer y morir para entrar en su gloria. El mensaje más escandaloso y difícil de aceptar requiere que se trate con insistencia. Pero, ¿cómo se demuestra que el Mesías tenía que padecer y morir? Los ángeles aducen que Jesús ya lo había anunciado. Jesús, a los de Emaús, se basa en lo dicho por Moisés y los profetas. Y el mismo Jesús, a todos los discípulos, les abre la mente para comprender lo que de él han dicho Moisés, los profetas y los salmos. La palabra de Jesús y todo el Antiguo Testamento quedan al servicio del gran mensaje de la muerte y resurrección. La trampa política que tiende Lucas Para comprender a los discípulos de Emaús hay que recordar el comienzo del evangelio de Lucas, donde distintos personajes formulan las más grandes esperanzas políticas y sociales depositadas en la persona de Jesús. Comienza Gabriel, que repite cinco veces a María que su hijo será rey de Israel. Sigue la misma María, alabando a Dios porque ha depuesto del trono a los poderosos y ensalzado a los humildes, porque a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Los ángeles vuelven a hablar a los pastores del nacimiento del Mesías. Zacarías, el padre de Juan Bautista, también alaba a Dios porque ha suscitado en la casa de David un personaje que librará al pueblo de Israel de la opresión de los enemigos. Finalmente, Ana, la beata revolucionaria de ochenta y cuatro años, habla del niño Jesús a todos los que esperan la liberación de Jerusalén. Parece como si Lucas alentase este tipo de esperanza político-social-económica. Del desencanto al entusiasmo El tema lo recoge en el capítulo final de su evangelio, encarnándolo en los dos de Emaús, que también esperaban que Jesús fuera el libertador de Israel. No son galileos, no forman parte del grupo inicial, pero han alentado las mismas ilusiones que ellos con respecto a Jesús. Estaban convencidos de que el poder de sus obras y de su palabra iba a ponerlos al servicio de la gran causa religiosa y política: la liberación de Israel. Sin embargo, lo único que consiguió fue su propia condena a muerte. Ahora sólo quedan unas mujeres lunáticas y un grupo se seguidores indecisos y miedosos, que ni siquiera se atreven a salir a la calle o volver a Galilea. A ellos no los domina la indecisión ni el miedo, sino el desencanto. Cortan su relación con los discípulos, se van de Jerusalén. En este momento tan inadecuado es cuando les sale al encuentro Jesús y les tiene una catequesis que los transforma por completo. Lo curioso es que Jesús no se les revela como el resucitado, ni les dirige palabras de consuelo. Se limita a darles una clase de exégesis, a recorrer la Ley y los Profetas, espigando, explicando y comentando los textos adecuados. Pero no es una clase aburrida. Más tarde comentarán que, al escucharlo, les ardía el corazón. El misterioso encuentro termina con un misterio más. Un gesto tan habitual como partir el pan les abre los ojos para reconocer a Jesús. Y en ese mismo momento desaparece. Pero su corazón y su vida han cambiado. Los relatos de apariciones, tanto en Lucas como en los otros evangelios, pretenden confirmar en la fe de la resurrección de Jesús. Los argumentos que se usan son muy distintos. Lo típico de este relato es que a la certeza se llega por los dos elementos que terminarán siendo esenciales en las reuniones litúrgicas: la palabra y la eucaristía. Del entusiasmo al aburrimiento Por desgracia, la inmensa mayoría de los católicos ha decidido escapar a Emaús y casi ninguno ha vuelto. «La misa no me dice nada». Es el argumento que utilizan muchos, jóvenes y no tan jóvenes, para justificar su ausencia de la celebración eucarística. «De las lecturas no me entero, la homilía es un rollo, y no puedo comulgar porque no me he confesado». En gran parte, quien piensa y dice esto, lleva razón. Y es una pena. Porque lo que podríamos calificar de primera misa, con su dos partes principales (lectura de la palabra y comunión) fue una experiencia que entusiasmó y reavivó la fe de sus dos únicos participantes: los discípulos de Emaús. Pero hay una gran diferencia: a ellos se les apareció Jesús. La palabra y el rito, sin el contacto personal con el Señor, nunca servirán para suscitar el entusiasmo y hacer que arda el corazón. |
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Febrero 2023
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