Me gusta pensar que la política es el arte de la convivencia, y me descorazona ver que los políticos –y la sociedad en general– fían esta convivencia a las leyes y la acción coercitiva del Estado.
Fíjense la incongruencia que supone que, por una parte, estemos fomentando toda una batería de valores que exaltan el egoísmo y dificultan la convivencia, y por otra, legislemos para reprimir las conductas a las que dan lugar estos valores. Es de locos que estemos promoviendo una concepción del ser humano que establece su único destino en disfrutar de lo inmediato y sensual al precio que sea, y que luego nos veamos obligados a endurecer el código penal para punir a quienes actúan en consecuencia con esa concepción. Hemos alumbrado una cultura basada en la degradación de todo lo noble y egregio del ser humano –empezando por el propio ser humano–, y no podemos pretender que ese animalito inteligente al que hemos quedado reducidos, se comporte con nobleza. Hemos convertido al ser humano en animal racional; la vida en algo sin sentido donde todo gira alrededor de nuestra panza; el amor en sexo; la religión en culto; los valores humanos, la ética y los principios morales en algo del pasado; la fraternidad en justicia social; la libertad en derecho a vociferar o calumniar; la convivencia en orden público; la felicidad en posesión de chirimbolos; la sabiduría en mero conocimiento de materias utilitarias... Hemos convertido la política en campo de batalla por el poder; la democracia en partitocracia; los partidos políticos en escuela de demagogos; el debate parlamentario en guirigay; los sindicatos en adictos a la teta presupuestaria, la economía en macroeconomía descarnada, la bolsa en cubil de especuladores... Quienes deberían ser motor de convivencia, se convierten a veces en sus peores enemigos. Vemos padres que trasmiten a sus hijos su frustración, su resentimiento, e incluso su odio, incapacitándoles para vivir en armonía con los demás; colegios trufados de sectarismo nacionalista, antirreligioso o de cualquier otra índole; medios de comunicación que –a través de editoriales incendiarios o tertulias demagógicas– pretenden imponer su ideología encrespando a los ciudadanos; partidos políticos que no dudan en crear crispación, en descalificar, insultar y calumniar al adversario para alcanzar el poder. Y todo este panorama desolador, fruto, por una parte, de la aniquilación sistemática de las creencias y convicciones tradicionales de los ciudadanos, y por otra, de la fe absurda de nuestros políticos en que las leyes pueden generar convivencia. Es evidente que las leyes son necesarias para convivir en paz, pero en absoluto son suficientes. Porque la leyes reprimen a los malos para que no hagan daño a los buenos, pero no sanan la maldad del corazón. La convivencia es algo mucho más íntimo; algo que se mama en el seno de las familias y se consolida a través de una educación responsable. Algo que nos empuja a trabajar codo con codo con los demás para construir una sociedad justa y solidaria. La humanidad está embarcada en una gran travesía; una travesía que comenzó con aquellos primeros seres humanos que vivían esclavizados por los instintos heredados a través de la cadena evolutiva, y que culminará –cuando los humanos hayan superado su animalidad congénita– en una sociedad perfecta de paz, benevolencia y ayuda mutua. Por tanto, la misión de cada ciudadano es remar para alcanzar ese puerto, lo que nos lleva a cambiar nuestro concepto de progreso e involución. Es progresista el que rema, es decir, el que genera humanidad en torno suyo, y retrógrado el que cía o boga hacia atrás, es decir, el que se abraza a la condición animal exenta de humanidad.
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¿Cómo es posible que una civilización, la occidental, sea incapaz de organizar a las sociedades que forman parte de ella sin que el consumo y el lanzamiento de billones de artefactos y enseres hasta sofocar la biosfera y aplastar a la comunidad humana, se conviertan en la columna vertebral del bienestar basado en la posesión de bienes y constantes sensaciones nuevas? Pues eso sucede porque la imaginación y sus fuentes se han secado.
Todo, y cuando digo todo quiero decir los gustos y la atención, es plano, monótono, redundante, uniforme y tópico. El pensamiento único en materia económica, que hace mucho que ha contaminado a la política, a la moral y a la cultura (la prueba es que no se cita ya a los clásicos sino frases de películas… americanas), es el culpable. Las diferencias entre los que se suponen opuestos son inapreciables. Ambos admiten y gestionan con las mismas ideas en esencia causantes de la debacle: Deuda y crédito como motores de la Economía. Y mientras tanto, el sacrificio y la humillación a que se somete a millones de seres humanos reemplaza a la resignación estoica que en épocas pasadas constituía una parte importante del control social manejado por el poder civil reforzado por el religioso. El caso es que en España es tema principal de los círculos políticos y mediáticos el de los emprendedores y la iniciativa privada. Pues cada vez se excluye más al Estado y a las instituciones como generadoras de empleo… salvo para colocar a los amigos. Unos lo dicen así sin más y otros sostienen que no es posible sin crédito. Sin embargo la pregunta a la que corresponde la respuesta del millón es: ¿qué sectores de la producción no están saturados, laminados, sobreexplotados? Ni uno sólo. Así, difícilmente se puede crear empresas y puestos de trabajo, dentro de los criterios sustentados en el propio sistema. Porque si la imaginación fuese en ayuda de este asunto, lo mismo que se crean tantos superfluos en multitud de competencias, por ejemplo, se podrían crear también en relación a lo unicelular de la familia asignando una digna retribución a cada uno de los componentes de la pareja que convive, sola o con prole, por el mero hecho de atender al quehacer doméstico. Esto puede parecer disparatado, y lo es desde el punto de vista de lo que se piensa dentro del sistema, es decir, el pensamiento único. Pero no lo es si se le liberase del lastre. Lo que ordinariamente se llama por estos pagos “bienestar”, es decir, gasto y consumo salvajes que empaparon esos pasados veinte años, estuvo mantenido por la construcción, pública y privada, del Estado, de las Comunidades y de las empresas privadas y mixtas (y por las actividades auxiliares relacionadas con ella) propiciada por las ayudas envenenadas de la Unión Europea. Esfumado ese periodo, como la carroza de Cinderella y su príncipe a media noche, este país descubre que no sólo se ha acabado el bienestar material, sino que también se han quemado de modo irreversible todos los intereses, todo el capital y gran parte del patrimonio de la agricultura, la ganadería y la industria nacionales. Y ahora los dirigentes reclaman, o esperan, la redención de país por los “emprendedores”; esto es, los obligados a generar las condiciones precisas para la creación de empleo. Y resulta que no aparecen. Y no aparecen, porque no quedan espacios vacíos a ocupar con actividades novedosas; con actividades que no sean las que pugnan entre sí hasta destrozarse y porque la imaginación colectiva está secuestrada por la tiranía del consumo que la bloquea, pues no puede haber imaginación allá donde reinan la codicia, el miedo, la opresión y en tantos otros casos el delirio… Los dos matrimonios regresaron muy satisfechos de sus respectivas experiencias, hasta el punto que Mónica y Estéfano ya se marchan de nuevo a Ruanda el próximo 23 de mayo no solo durante el mes de vacaciones sino además solicitando a sus respectivas empresas en las que trabajan más tiempo a fin de desarrollar con más eficacia allí su trabajo, afanándose en aprender francés para entenderse directamente con la gente, sobre todo con los niños y profesores; y Montse y Javier ya están preocupados en busca de colaboradores que les ayuden a apoyar las organizaciones y proyectos que allí conocieron, y volver de nuevo a Chiapas con algo en las manos.
Les hemos pedido que nos explicasen brevemente sus sentimientos y vivencias. Y estas son sus respuestas... Javier y Montse, en Chiapas en enero pasado "Desde hace tiempo sabíamos que en Chiapas existen opciones diferentes al estilo de vida que conocemos por aquí. Quisimos comprobar in situ si esto era real o fruto de la exageración; si frases como "todo para todos, nada para nosotros" están llenas de contenido. Nuestra intención era aprender de la gente sencilla y humilde que pugna por defender lo que creen con resistencia y desobediencia. ¡Es tan difícil ser de abajo y no querer ser de arriba! Nos encontramos mucho más de lo que esperábamos. Qué distinto es que nos cuenten lo que ocurre en cualquier lugar a ir allí, ver y escuchar. Qué diferente es que la piel y el corazón sientan la miseria, la ternura, la dignidad, el convencimiento, la determinación... ¡Cuánto agradecemos a las buenas gentes de la comunidad de Chicomuselo que nos mostraran su realidad de lucha contra las compañías mineras, sufriendo asesinatos, hostigamientos y persecuciones mientras buscan juntos soluciones colectivas a los abusos de los poderosos! ¡Cómo nos sigue asombrando la defensa que los indígenas hacen de la Madre Tierra, a pesar de que eso no les supone "crecimiento económico", de qué manera mantienen sus valores, sus costumbres, sus tradiciones...! Nos ha llenado de esperanza constatar que en Chiapas las cosas todavía son diferentes, que los valores humanos siguen vigentes en mucha gente de abajo y que de ellos, de los que llevan tantos años resistiendo las embestidas del poder son de donde pueden venir las buenas noticias. Estos son nuestros sentimientos y sensaciones de este primer contacto con aquella realidad y sus gentes, que resulta difícil resumir en pocas palabras". Estéfano y Mónica, en Ruanda en octubre del 2013 "Nos decidimos ir a Ruanda por dos motivos principalmente: Ya habíamos estado en Africa, porque es el continente que más lo necesita y por eso más reclamaba nuestra preocupación. Y a eso se sumó el que el año anterior yo, Mónica, di una clase de voluntariado los viernes a las 7 de la tarde (en 2013 se ha incorporado también Estéfano), y aun cuando llegaba me sentía rota de cansancio, la felicidad que sentía cuando terminaba no se podía comparar con nada. Así que cada día, cuando salía, y pensaba en mi felicidad por dar solo una hora de clase a la semana, me preguntaba cómo sería vivirlo in situ y durante un tiempo. Y eso me hizo querer dar un paso más y decidimos ir durante 5 semanas a Ruanda, a un colegio recién construido por las Dominicas de la Anunciata, en un barrio muy pobre de la Capital, Kigali. Era el tiempo que teníamos de vacaciones. En poco más de un mes hemos vuelto con una buena lección de vida aprendida. A pesar de que éramos nosotros los que íbamos a enseñar inglés e informática, fuimos nosotros los que sin duda más aprendimos y más recibimos de las gentes de Ruanda, de su solidaridad, de su fortaleza, de la alegría de los niños, a pesar de sus vidas tan duras y tan difíciles, pues muchos solo hacen una comida al día, la que les dan en el colegio. Definitivamente no nos habíamos equivocado queriendo dar un paso más, y no solo eso, sino que el tiempo que estuvimos se nos hizo muy corto. Una parte de nosotros mismos se quedó allí; por eso volveremos este año, y estamos estudiando francés intensivamente para poder desarrollar mejor nuestra colaboración. El próximo 23 de mayo nos vamos para allá". Más testimonios Por otra parte una chica que acaba de terminar medicina quiere hacer un voluntariado de 4 ó 5 meses también en el Tercer Mundo; y la próxima semana nos veremos con otro chico que está en la misma disposición. Es sumamente gratificante constatar que cada vez hay más personas comprometidas con hacer algo por y con los más empobrecidos del mundo sin esperar nada a cambio, en un mundo en que todo se valora en términos puramente económicos y materiales. Aunque lo cierto es que estas personas que asumen este compromiso sin querer ni buscar nada para sí mismas, sin embargo van a recibir mucho a cambio y sus vidas van a quedar marcadas para siempre con un sentido profundo de la existencia que les dará una gran riqueza y contenido interior, con el que enfocarán su vida y la de los demás de forma que la hará mucho más rica y gratificante. Iglesia naciente
La primera lectura nos cuenta la institución de los diáconos y el aumento progresivo de la comunidad, subrayando el hecho de que se uniesen a ella incluso sacerdotes. La comunidad de Jerusalén estaba formada por judíos de lengua hebrea y judíos de lengua griega (probablemente originarios de países extranjeros, la Diáspora). Los problemas lingüísticos, tan típicos de nuestra época, se daban ya entonces. Los de lengua hebrea se consideraban superiores, los auténticos. Y eso repercute en la atención a las viudas. Lucas, que en otros pasajes del libro de los Hechos subraya tanto el amor mutuo y la igualdad, no puede ocultar en este caso que, desde el principio, se dieron problemas en la comunidad cristiana por motivos económicos. Los diáconos son siete, número simbólico, de plenitud. Aunque parecen elegidos para una misión puramente material, permitiendo a los apóstoles dedicarse al apostolado y la oración, en realidad, los dos primeros, Esteban y Felipe, desempeñaron también una intensa labor apostólica. Esteban será, además, el primer mártir cristiano. Iglesia sufriente La primera carta de Pedro recuerda las numerosas persecuciones y dificultades que atravesó la primitiva iglesia. Lo vimos el domingo pasado y lo veremos en los siguientes. Pero este domingo, aunque se menciona a quienes rechazan a Jesús y el evangelio, la fuerza recae en recordar a cristianos difamados e insultados la enorme dignidad que Dios les ha concedido: «Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa». Iglesia creyente El evangelio nos sitúa en la última cena, cuando Jesús se despide de sus discípulos. Sabe el miedo que puede embargarles a quedar solos. Y los anima a no temblar, insistiéndoles en que volverán a encontrarse y estarán definitivamente juntos. Aparece en este texto una de las mejores definiciones de Jesús, de las más adecuadas para presentar su persona: «Yo soy el camino, la verdad y la vida.» Camino para llegar al Padre (el evangelio parece sugerir que para llegar a Dios hay muchos caminos, pero para llegar a Dios como Padre el único camino es Jesús). Verdad en medio de las dudas y frente al escepticismo que mostrará poco más tarde Pilato preguntando: «¿Qué es la verdad?» Vida que todos anhelamos que no termine nunca, la vida eterna, que empieza ya en este mundo y que consiste «en que te conozcan a ti, único dios verdadero, y a quien enviaste, Jesucristo». Como ocurre siempre en el cuarto evangelio, el texto supone también un reto para la fe. Nos invita a creer en Jesús como se cree en Dios; a creer que, quien lo ve a él, ve al Padre; quien lo conoce a él, conoce al Padre; que él está en el Padre y el Padre en él. Y al final, el mayor desafío: creer que nosotros, si creemos en Jesús, haremos obras más grandes que las que él hizo. Parece imposible. El padre del niño epiléptico habría dicho: «Creo, Señor, pero me falta mucho. Compensa tú a lo que en mí hay de incrédulo». En la primera lectura, descubrimos cómo los ministerios (diaconado) no fueron instituidos directamente por Jesús, sino que surgieron como exigencias de una comunidad que crece y tiene que organizarse.
En la segunda nos encontramos con la idea del sacerdocio de los fieles, recuperada por el Vaticano II, pero escamoteada por los encargados de desarrollar su doctrina. La diferencia con el sacerdocio ministerial es accidental, no substancial. Los ministros ordenados no son más ni menos cristianos. La única diferencia es que se les ha preparado para cumplir un ministerio, una función. El contexto del evangelio de Juan que leemos este domingo, es el discurso de despedida después de la cena. En el capítulo 13 el centro es Jesús. En éste (14) el centro es el Padre (25 veces aparece). El ambiente es de inquietud. La traición de Judas, el anuncio de la negación de Pedro, el anuncio de la partida. Todo es inquietante. Está justificada la invitación a la calma y a la confianza. La clave del mensaje en este capítulo es la relación de Jesús y la de sus discípulos con el Padre. Aunque Juan pone en boca de Jesús todo el discurso, en realidad se trata de reflexiones pascuales. Lo que en el discurso es futuro, es ya presente para el que escribe y el que lee. Pero este presente deja entrever un nuevo futuro que el Espíritu irá realizando. Se percibe la dificultad que tiene la comunidad de expresar su experiencia. Esta vivencia pascual está anclada en la presencia viva de Jesús, del Espíritu y del Padre. "Creed en Dios y creed también en mí". "Pisteuete eis", no significa creer, en el sentido que damos nosotros a esa palabra. Sería "creer" en sentido bíblico, es decir, "poned vuestra confianza en..." Juan utiliza esta construcción 30 veces, aplicada a Jesús. Solo en 12,44 y aquí pone como término a Dios, indicando claramente la identidad de ambas adhesiones. Está en juego la relación de los discípulos con Dios. La confianza en Jesús y la confianza en Dios son la misma cosa. Si de verdad buscan a Dios, están en el buen camino, porque están con él. Por esta razón, no tienen nada que temer. En el hogar de mi Padre, hay muchas estancias. Jesús va al Padre, para procurarles un tipo de relación con Dios, similar a la suya. No hay diferencia entre unas moradas y otras. No se trata de un lugar, sino del ámbito del amor de Dios. En el corazón de Dios, todos tienen cabida. También podía traducirse: en la familia de Dios hay sitio para todos. Todos los seres humanos están llamados a formar parte de la familia (ámbito) del mismo Dios. Jesús está en el seno del Padre y todos pueden sentirse allí. Todo el lenguaje es mítico-simbólico. Me voy, me quedo, vuelvo, etc. no se pueden entender literalmente. Es teología clave para entender la marcha de Jesús y a la vez, su permanencia con ellos. Pero aunque la verdad está formulada desde una visión mítica, el mensaje sigue siendo válido para nosotros. Hoy tendríamos que decir que la meta de todo está en Dios. Esa identificación con Dios, es la que tenemos que descubrir todos y vivirla ya aquí. En Jesús, Dios ha manifestado el proyecto de Dios para el hombre. Ahora tienen que dejar que ese proyecto se realice en ellos. Yo soy el camino, la verdad y la vida. Estamos ante uno de los textos más densos, referidos a la realidad de Jesús. La meta es el Padre. Jesús es el camino, pero también la verdad y la vida. El concepto de "camino" presupone un término, el Padre. El concepto de "verdad" presupone un contenido, que es él. De los tres términos, el único absoluto es "Vida". Porque Jesús posee la Vida, es verdad y es camino. Yo soy camino. Jesús es un proyecto realizado, porque recorrió el camino que le llevó a la plenitud humana. El camino es el amor hasta la muerte. El don total de sí mismo les realizará plenamente y hará brillar en ellos la presencia de Dios. Además de recorrer ese trayecto, Jesús se hace camino para que tú puedas recorrerlo también. En el AT el camino era la Ley. Jesús sustituye la Ley, no con otra ley, sino con su persona. Yo soy verdad, es decir soy lo que tengo que ser. No se trata de la verdad lógica (la adecuación de un predicado a un sujeto), sino verdad ontológica que hace referencia al ser. Jesús es hombre autentico. Es lo que tiene que ser un ser humano. Su trayectoria es la que tiene que recorrer todo hombre. Lo contrario sería ser falso, engañoso, pura apariencia. "Yo soy" es el nombre que se da a sí mismo Dios desde la zarza. En Juan se repite hasta la saciedad el yo soy. El complemento puede ser cualquiera: puerta, pastor, camino, vida, verdad. Si me identifico con Dios, soy todo. Yo soy vida, es decir, lo esencial de mi ser está en la energía que hace que sea lo que soy. Recordad: "El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me coma, vivirá por mí." Está hablando de la misma Vida que es Dios, que se le ha comunicado a él y que se nos comunica a nosotros. De la misma manera que no podemos encontrar la vida biológica independientemente de un ser que la posea, así no podemos encontrarnos con un Dios ahí fuera separado de un ser que lo manifieste. Nadie va al Padre sino por mí. En el cap. 6 había dicho: "nadie viene a mí si el Padre no lo atrae". Las dos ideas se complementan. Para el que nace del Espíritu, el Padre no es alguien lejano, su presencia es inmediata. Hacerse hijo es hacer presente al Padre. La identificación con Jesús, hace al discípulo participar de la misma Vida de Dios. "Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre". Una vez más se refleja el "ya, pero todavía no" de la primera comunidad. El seguimiento de Jesús es un dinamismo constante. No se trata de progresar en el conocimiento, sino en la comunión por amor. El conocimiento vivencial de Jesús, hará que el Padre se manifieste en el discípulo. Lo que pide Felipe es una teofanía como las narradas en el AT. Piensa que Jesús es un representante de Dios, no la presencia misma de Dios. "Quien me ve a mí, ve al Padre. ¿Cómo dices tú, muéstranos al Padre?" Esta queja, puesta en boca de Jesús, es una clara reflexión pascual de los discípulos. En su vida pública no entendieron ni jota de lo que era realmente Jesús. Felipe sigue separando a Dios del hombre. No ha descubierto el alcance del amor-Dios ni su proyecto sobre el hombre. No se han enterado de que Dios sólo es visible en el hombre. Desde esta perspectiva, Jesús podía decir: quien me ve a mí, ve a mi Padre. Y: si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre porque el Padre es más que yo. "Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia". Fíjate que a continuación habla de obras: "el Padre que permanece en mí, él mismo hace las obras". Y luego: "si no me creéis a mí, creed a las obras". Las obras son la manifestación de que Dios está en Jesús. El Padre ejerce su actividad creadora a través de Jesús. Él, a partir de su propia experiencia, propone las "exigencias" que Dios le pide a él. Jesús a través de sus obras realiza el designio creador. Lo único válido son las obras. Si lo tenemos claro, descubriremos a Dios en las obras de Jesús a favor del hombre. Pero la manifestación de Dios en las obras de Jesús no es una exclusiva suya. Dios actúa en él y seguirá actuando en todo aquél que siga sus pasos. Liberar al hombre será siempre la obra de Dios, a través de Jesús o de otro. Meditación-contemplación Yo soy camino, verdad, y Vida. Ésta es la experiencia de los cristianos de finales del siglo I. En Jesús descubrieron la presencia de Dios. Mi tarea es descubrir también ese Dios de Jesús. ................... Para encontrar ese Dios en Jesús, tengo que abandonar mis ídolos. Dioses que tengo muy arraigados en lo más hondo de mí. De los que no me quiero desprender porque son fabricación mía. Con los que me encuentro muy a gusto porque responden a mis deseos. .................. El Dios de Jesús, por ser amor, me exige amar. Y eso es lo más contrario a mis deseos egoístas. Para vivir la presencia del verdadero Dios solo hay un camino; el que recorrió Jesús amando hasta el extremo. Cuando la fe se entiende como "asentimiento mental" a unas verdades o creencias, se considera que lo opuesto es el ateísmo. Sin embargo, cuando se entiende –más en la línea bíblica- como "confianza", lo opuesto es el miedo o la agitación.
Jesús relaciona directamente la fe con la calma (paz), en una llamada reiterada a la confianza. Como si dijera: mantened la confianza, confiad en que el Fondo bondadoso de la existencia os sostiene en todo momento, porque constituye nada menos que vuestra identidad más profunda. No somos llamados a confiar en "algo" que nuestra mente nos presenta, sino en Aquello que se llama, entre otros mil nombres, Confianza y que se encuentra siempre a salvo. Desde la perspectiva no-dual, el mensaje es palmario y sencillo: confía en lo que realmente eres, porque nada ni nadie te podrá dañar en ello. Eso que somos es también Amplitud. En una imagen tradicional, Jesús habla de "estancias", en una frase que es susceptible de una doble traducción. La expresión griega puede traducirse como "muchas estancias" o "una estancia muy grande". Más allá de la imagen tradicional, el sentido es claro: la "casa del Padre" –el Fondo que constituye el núcleo de todo lo que es- es Amplitud ilimitada, el No-lugar en el que cabemos todos. Dado que ya lo somos, lo único que necesitamos –aunque suene paradójico- es "llegar" a ello, es decir, reconocerlo. Y aquí es donde adquiere todo su sentido la siguiente afirmación:"Yo soy el camino". Sabemos que, en realidad, se trata de un camino sin camino. Porque al "lugar" donde debemos "llegar" no hay ninguna distancia. Y que cualquier paso que diéramos en su búsqueda, no haría sino alejarnos de él. El "camino" de que habla Jesús –en el lenguaje del autor del cuarto evangelio- no es otra cosa que el descubrimiento o reconocimiento de lo que ya somos. Es un camino que consiste en "abrir los ojos"; en cuanto los abres, ya has llegado. Has llegado, ¿a dónde? A la Verdad y a la Vida: otros dos nombres más de Eso que somos. Por eso, cuando abrimos los ojos, somos capaces de ver y lo que vemos no es diferente de lo que somos. La Vida que somos se ve a sí misma en todas las formas que aparecen ante nuestros ojos. La Consciencia se sonríe a sí misma descubriéndose "escondida" en ropajes infinitos. Es así: "Quien me ve a mí, está viendo al Padre". Porque el "Padre" –la Consciencia, la Vida, la Verdad..., Eso- es todo lo que hay. El "Padre" se está viendo a sí mismo en todo. Eso que somos se halla tan cerca de nosotros, sin ninguna distancia ni separación, que nos resulta difícil verlo debido precisamente a su misma y radical proximidad. Tampoco es que podamos "hacer" nada para verlo, porque no se halla al alcance de nuestra mente, herramienta tan limitada. Podemos, si acaso, quitar obstáculos que impiden o dificultan la visión: identificación con la mente y con sus funcionamientos, reducción al yo (ego), inconsciencia y desconexión del momento presente... En la medida en que esos engaños van siendo removidos, puede emerger la luminosidad de lo que es. En definitiva, como bien ha expresado Rafael Redondo,"en cuanto te quitas de en medio, Eso aparece". Pensar en voz alta tiene sus riesgos. Porque el que te escucha puede sentirse decepcionado. Cuando escribo suelo tener en cuenta a los lectores. Mi preocupación es cómo ayudarles a ser más libres en su fe. Pero a veces ocurre que uno necesita recogerse e interrogarse sobre lo que realmente uno piensa y cree. Desde hace algún tiempo he realizado ese ejercicio "interior" y asumo el riesgo de expresarlo.
A veces me preguntan: "Qué es Dios? Suelo responder de una manera agnóstica: "No lo sé". Pero hablando de esa manera no he dicho todo lo que tengo que decir. Soy consciente de un Dinamismo Creador que está en mí y alrededor mío. A veces vivo la experiencia en mi interior de una Fuente de compasión, de una Fuerza que me fortalece, y hasta en ocasiones de una Voz que apacigua. ¿Es la presencia de Dios o es mi propia naturaleza humana? No sabría decirlo. Pascal decía: "el hombre sobrepasa al hombre", y en efecto, nos ocurre a veces que en nosotros mismos experimentamos una Trascendencia que nos humaniza, que suscita en nosotros los grandes valores de nuestra vida, y que hace que estemos presentes al mundo... Podemos llamarlo "Dios", o quizás no saber cómo nombrarlo, pero lo que cuenta es estar atentos, ponerse a la escucha, y ser sensible a esa profundidad de Vida. Ese Dinamismo Creador está presente en los hombres y mujeres de todas las religiones, así como en los ateos que manifiestan compasión hacia los demás. Soy también consciente de que creo en bastantes cosas: la bondad, la compasión, la justicia, la libertad, la verdad, en ese Misterio que nos habita. Y creo (confío) en el hombre de Nazaret, pues reconozco en él la presencia de ese Misterio. Cuando los seres humanos se aman como lo hizo él, es entonces cuando "Dios" o "lo Divino" acontece entre nosotros. Más que hablar de "Dios", prefiero referirme a lo "Divino que acontece". Se dirá que es una actitud agnóstica. Para mí Dios es una experiencia, una acción compasiva, un dinamismo de amor que actúa universalmente, en todos los seres. Se podría llamar a esto, una actitud creyente. Entonces, ¿es posible ser agnóstico y creyente? Me parece que sí, ese es mi caso. Llenan nuestros bolsillos, inundan nuestras mesas. Las maquinitas electrónicas nos rodean. En un mundo de gran desarrollo tecnológico y permanente interconexión, toca preguntarse por el origen, nivel y destino de esa ininterrumpida comunicación. Desplegamos toda una ingente red de enlaces, pero quizás no nos interroguemos lo suficiente sobre su naturaleza y vibración.
Permanecer "on-line" no implicará necesariamente tener entre manos un ordenador, un "smartphone", una "tablet"... A fuerza de conexión digital podemos llegar a perder la genuina conexión. Las pantallas de cristal nos sacan demasiado a menudo de la verdadera Línea, nos pierden en lo banal y efímero, nos privan del Sol y su Luz de eterna Vida. Sí, yo quisiera estar "on-line" todo el día para saber cuándo cavar la tierra, regar la planta, derrochar el amor... "On-line" para conocer cuándo llegan las olas y las oportunidades, las palomas y las flores, los frutos y colores. "On-line" para ser uno con los ciclos y los ritmos de la Madre Tierra y el Cosmos, para que nuestro orden sea parte del Orden, para que nuestro plan se ajuste al Verdadero, al único Plan. Sí, yo quisiera estar permanentemente conectado para no perderme ningún post, ningún "whatsapp", ninguna señal que llega de lo más Alto... Sí, siempre "on-line" con los vecinos de la aldea, con el cartero y el lechero, con los geranios del jardín y los zorros del bosque... Quisiera estar en conexión continua y poder entrar en el Google mayúsculo que es cada semilla, cada mirada, cada abrazo; acceder a los Registros de la Luz que encierran lo que somos, fuimos y seremos. Quisiera captar todas las imágenes de desbordada belleza que nos depara la gigantesca pantalla de la vida, desaparecer ante tan arrolladora maravilla, fundirme en la contemplación de ese "Instagram" que todo lo abarca. Quisiéramos tuitearnos con las estrellas, establecer red con otros mundos, entrar en el facebook de otras galaxias..., pero el primer hechizo de la primavera nos saca de línea, tumba la conexión. Sí, yo quisiera siempre permanecer "on-line". En línea para sentir más allá de la piel, para ver más allá de los ojos, para saborear más allá del gusto, pero a menudo el mundo despista y nuestra mente devanea y los sentidos atrapan. Salimos a la Madre Naturaleza, buscamos" Wi-Fi" por doquier, pero éste va y viene y no sabemos bajo qué árbol cobijarnos, en qué posición situarnos, para seguir siempre conectados a la Presencia, al Real Ser que nos habita. Buscamos la Señal, pero nos perdemos entre otras pobres señales. La Atención apenas se mantiene. Gracias al silencio y su palabra sin labios y su plegaria sin ruido, nos centramos. En el teclado se iluminan también las rayitas del "Wi-Fi". Teclear para Su Gloria, para Su Nombre nos coloca en línea de inmediato. Ahora entiendo la obsesión generalizada de estar "on-line". De lo contrario no nos hallamos, nos perdemos y nunca nos reencontramos. Sólo en línea somos y respiramos, vemos y oímos, nos recogemos y emancipamos. Sólo entonces el instante se manifiesta pleno, sólo ahí apuramos "el difícil arte de vivir despiertos"... He visto a analfabetos digitales con "Wi-Fi" desbordado. Sólo los corazones que bombean fuerte obtienen "password", por más que no sepan lo que es una arroba. Sólo el incondicional amor nos proporciona infalible conexión, por más que los dedos no acaricien tecla. Cada día por un poco más de tiempo, vamos a buscar "Wi-Fi" del grande compañeros/as. Aunque tengamos que postergar otros quehaceres, vamos a volver una y otra vez a la Presencia. Que nada, ni nadie nos saque de esa tan íntima, como imprescindible conexión. Vamos a por esa sola Línea que nos devuelve la verdadera paz y felicidad, por los siglos de los siglos, amén. Nadie es perfecto ni siquiera el Papa Francisco es perfecto. "Soy un pecador" dice de sí mismo y lo vimos arrodillado en un confesionario susurrando pecados veniales a un cura sorprendido y asustado.
A Francisco le gusta hacer gestos de impacto, gestos que, sin quererlo ni buscarlo, se convierten en titulares y en la foto del día. Gestos de consumo para una feligresía hasta ahora aburrida y sin excitación. Benedicto XVI ha sido el peor relaciones públicas que he conocido. Hombre que miraba más al pasado que al futuro no era el coach que la Iglesia necesitaba en estos tiempos tan cambiantes y tan heterodoxos. Francisco es un buen coach, no amenaza a los pecadores, alienta, sana y si pudiera nos daría a todos una vuelta en su papamóvil por la plaza del Vaticano. Lástima que muchos obispos, y muchos curas ni lo entienden ni lo aprueban ni lo imitan. No hay quien los apee de sus rutinas, sus normas, su aburrida y sabida retórica y su autoritarismo sin autoridad. Sólo Dios es perfecto. Tú solo santo. La santidad exige una pureza total, una separación imposible de los dos aspectos que nos hacen impuros por necesidad: la muerte y el sexo. Dios es santo porque no conoce ni la muerte ni la procreación. Nuestra imitatio Dei sólo será total en la vida resucitada. Yo me gozo en mi imperfección, en la tensión por ser lo que sólo en el futuro seré. Los Papas, siempre vistos por los fieles como la santidad encarnada, son hombres mortales y sexuados como todos los demás. No son ni más perfectos ni más santos que el resto de los cristianos. Pueden ser más sabios y ciertamente tienen más poder, tanto poder que les lleva a cometer grandes errores. Francisco en este primer año de su pontificado ha hecho pequeños gestos, pero ha perdido la oportunidad de hacer grandes gestos, gestos proféticos. El Banco Vaticano. El gesto más profético de Jesús, el más revolucionario y el de más graves consecuencias fue echar con un látigo a los banqueros del Templo de Jerusalén. El Templo era la Bestia, el Leviatán que Jesús quiso matar. Francisco ha reciclado el Banco Vaticano que seguirá siendo un nido de ladrones y de bandidos. Solución práctica, pero tan tibia que nada cambiará. ¿Se puede hacer del Vaticano una casa de oración para todos los pueblos sin la ayuda del Banco Vaticano? Tal vez no, pero de ahí a funcionar como una multinacional donde se lava dinero negro de la Mafia o de los nuevos ricos o de los banqueros sin escrúpulos hay una gran distancia. ¿Oportunidad perdida o gesto profético in pectore en la lista de espera? Los Legionarios de Cristo. El Concilio Vaticano II exhortó a las congregaciones religiosas a volver a los orígenes, al carisma fundacional, al espíritu del Fundador. Esta congregación decapitada, sin Fundador, sin carisma, en su origen fue el pecado, la perversión, la fornicación sin frenos, la eucaristía sacrílega... El gesto profético, audaz, habría sido la supresión de los legionarios de Cristo. Muchos teólogos, muchos buscadores de la verdad, muchos movimientos, muchos profetas, los verdaderos profetas siempre son una amenaza al status quo, han sido eliminados y excomulgados por pura envidia. Oportunidad perdida de podar una rama que sólo ha producido dinero, sexo y muerte. Dos Papas santos. Saltarse las normas y los protocolos es justo y necesario y Francisco sabe hacerlo. ¿Pero por qué no deja a Dios que se haga cargo de la fábrica de la santidad? No necesitamos más santos, ya no caben en el santoral y son una distracción mortal. El día 27 de abril Francisco canonizará a dos Papas, a Juan XXIII, el que abrió las ventanas para ventilar una Iglesia que olía a pasado, a latín, a Trento, a excomuniones. Juan XXIII puso el reloj de la Iglesia en la hora del mundo nuevo y en comunión con las otras Iglesias cristianas. Juan XXIII me cae bien con su barriga redonda y su cara de campesino bonachón. La santidad oficial le va a quitar calidad humana, humor y chispa. Cuando a alguien lo hacen santo lo estiran, lo hieratizan y le dan un aire serio y aburrido. Juan XXIII, sin el atributo de santo, siempre será admirable e imitable. Juan Pablo II, trotamundos incorregible, feliz en su papel de monarca sin rivales, cerró un poco las ventanas que el Concilio de Juan XXIII abrió y empezamos a sentir el peso del pasado y a oler aromas olvidadas. Últimamente se hacen tantos santos que se olvidan rápidamente como se olvida la comida basura consumida sin placer. ¿Cómo puede haber santos de chaqueta en la gloria de Bernini si hay que gastar más de un millón de dólares para subir a los altares? ¿Merece la pena terminar siendo una mera estatua de escayola que nadie reconocerá? Para lo que hay que ver, que no vemos, no sirve graduarse la vista ni limpiar con suavidad las gafas manchadas por el trajín de la vida.
Para lo que hay que ver, los sentidos se experimentan escasos: ni gustan, ni oyen, ni tocan, ni huelen, ni ven. Para lo que hay que ver, como vieron los que Le vieron antes de dejar de ver, hay que mirar con los ojos del corazón que, aunque ciegos, no dejan de mirar, y siempre ven. Para cambiar la mirada y volver a ver, hay que permanecer ciegosante el oscuro sepulcro al amanecer; como Magdalena y las otras mujeres. Para volver a ver hay que derramar lágrimas, que limpien de polvo y tierra nuestros ojos, recobrando así el genuino brillo de los ojos de los niños. Para volver a ver hay que dejarse vencer por la sorpresa e invadir por la alegría; hay que reconocer el sonido de tu nombre y asumir la misión de comunicar a otros lo que todavía no ven. Y sentir el calor de brasas y el olor a pan y pescado invitando a la mesa al amanecer. Para lo que hay que ver, ya no nos sirven los ojos. El camino de la Pascua no se experimenta por lo que los ojos ven sino por la temperatura del corazón percibiendo lo que los ojos no ven. (Las palabras en cursiva son de las lecturas de la Octava de Pascua) |
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