Ante todo, el contexto general en que se inscribe este texto es el de la cercanía de la Pasión. Por este suceso, Jesús se acerca a Jerusalén, de donde estaba prudentemente alejado.
El signo provocará la crisis. Unos creerán en El. Otros decidirán definitivamente su muerte. Inmediatamente después del texto que hemos leído, Juan sigue narrando los hechos así: Pero algunos fueron y contaron a los fariseos lo que había hecho Jesús. Los sumos sacerdotes y los fariseos reunieron entonces el Consejo y dijeron: - ¿Qué hacemos? Este hombre está haciendo muchas señales. Si lo dejamos correr, van a creer en él todos; vendrán los romanos y nos destruirán el santuario y la nación. Uno de ellos, llamado Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: - No entendéis nada: ¿no veis que es mejor que muera uno solo por el pueblo y que no perezca toda la nación? Así, a partir de aquel día, acordaron darle muerte. (Jn 11, 45 y ss.) Es por lo tanto un texto que se inscribe en el mismo contexto que el del domingo pasado (la curación del ciego de nacimiento). Allí, Jesús-Luz es rechazado por las tinieblas. Aquí, Jesús-Vida va a ser condenado a muerte. Se muestran también los aspectos más humanos de Jesús, de manera tan real y detallada que sospechamos encontrarnos ante un testigo presencial del hecho. Una familia que son amigos íntimos (el texto siguiente es la cena en su casa cuando María unge sus pies), el dolor por la muerte y la aflicción de los amigos. Jesús se conmueve hasta las lágrimas. Y aparece una hermosa oración de Jesús. “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que Tú me escuchas siempre…". Dentro de muy poco orará a su Padre desde al abandono. Y el Padre también escuchaba. Pero vayamos a los temas fundamentales. 1. LA VIDA en la Escritura Esta es una de las palabras que aparecen con mayor frecuencia en la Escritura. Más de ochocientas veces. Fundamentalmente aparece en cinco sentidos: · En su acepción normal, la vida biológica del hombre, el ser vivo... · En el sentido de "dar la vida por..." · Como "la vida futura", de después de la muerte. · Como valor provisional, que puede preferirse, y estorbar, al Reino. ("el que ama su vida la perderá") · La verdadera Vida, el don de Dios, como sinónimo de "la gracia", "el reino" "he venido para que tengan vida y la tengan abundante", "esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti y al que enviaste, Jesucristo", "Yo soy el Pan de la vida, el que come de este Pan tiene vida eterna", "este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida". 2. LOS SIGNOS El cuarto Evangelio nos tiene acostumbrados a tratar la realidad como signo de "LA OTRA REALIDAD", y a un género literario que consiste en contar lo que sucedió como medio de catequesis, de manera que el significado es mucho más importante que el suceso. En los domingos anteriores hemos encontrado varios signos muy significativos: el agua (la Samaritana) y la luz (el ciego de nacimiento). En este quinto domingo de cuaresma el signo es la vida. El evangelista utiliza esta vida, la vida biológica, como signo, como se hacía con el agua y con la luz. Dios no es agua, Dios no es luz: pero estas realidades nos sirven para entender qué es Dios para nosotros. Así, la vida de la tierra nos sirve para entender la plenitud de la vida, la vida del espíritu. Es un signo importante, y más profundo que los anteriores. Esta vida, lo que nosotros llamamos vida, la vida biológica, la vida humana, es usada por Jesús como signo de la REALIDAD VERDADERA DEFINITIVA EN DIOS. Es como si dijéramos: "si esto que veis es para vosotros el bien básico, lo más valioso que tenéis... la realidad del hombre con Dios es así, pero en plenitud". Y no precisamente como realidad futura, sino actual: una vida mejor, más plena, aquí y ahora. 3. LAS RESURRECCIONES como signo En todo el AT. y mucho más intensamente en el NT, la curación es signo de la presencia de la Salvación, la Salud. La enfermedad es signo del poder del mal. La presencia de Dios no tolera el mal, en ninguna de sus manifestaciones, y lo cura. La curación de la enfermedad es un bien, pero es sobre todo signo de la presencia de la Salvación. De la misma manera, y en grado superior, la muerte se entiende más que como condición normal del hombre, como sumo mal. Pero Dios tampoco tolera ese mal y también lo cura, dándonos otra Vida más plena, más humana y que no conoce muerte. 4. LAS RESURRECCIONES Y LA RESURRECCIÓN DE JESÚS En primer lugar, son diferentes. Incluso el original griego suele usar distintas palabras (anastasis - egeirein). Devolver a Lázaro a la misma vida anterior, a tener que volver a morir, no es un favor. La Vida que ofrece Jesús resucitado es la Vida del espíritu. Esta "vuelta a la vida" de Lázaro es sobre todo un signo del poder de Jesús para dar la Vida plena y definitiva. La luz, el agua, la vida... imágenes de Dios, en Cuaresma, el tiempo de penitencia, el tiempo del color morado, el tiempo en que en las misas no se recita el "Gloria". ¿Quién y por qué ha deformado tanto la imagen de la Cuaresma, la imagen de Dios? Recordamos el itinerario que hemos seguido en estos cinco domingos. · Primer Domingo: somos pecadores, ciegos y esclavos: Jesús vencedor de la tentación. · Segundo Domingo: la Transfiguración, fiarnos del crucificado. · Tercer Domingo: Dios es Agua en el desierto. · Cuarto Domingo: Dios es luz en la oscuridad. · Quinto Domingo: Dios es La Vida. Toda una serie de imágenes de Dios positivo, Dios pro-vida, Dios para la plenitud. Y nosotros, por nuestra cuenta, al margen de La Palabra y de la liturgia, seguimos empeñados en decir: "Somos pecadores, es decir, culpables, merecedores de castigo. Hacemos penitencia para conseguir el perdón del Juez". Por este camino, llegaremos a decir que el Juez, severo y justiciero, no se ablandará más que cuando vea la sangre de Jesús, derramada en pago por nuestros pecados. ¿Quién ha inventado este Dios? Toda la enseñanza de los profetas va encaminada a entender que Dios es madre, la que da vida, que su relación con el pueblo es la de un enamorado. Y toda esta línea progresiva del conocimiento de Dios y de nuestra relación con Él culmina en Jesús de manera espectacular. El miedo a Dios ha quedado en la prehistoria. Nos mueve el amor a Dios, el amor a la Luz, el deseo del Agua, la fe en la Vida. Sabemos que el pecado es muerte y oscuridad y desierto, y por eso celebramos con alegría que Dios es Vida, Agua y Luz. El Señor nos invita a vivir, el Señor ilumina y da sentido a todo, el Señor nos hace caminar sin hambre y sed, el Señor nos quita el hambre y la sed de lo que nos perjudica. Como Jesús en el monte de la tentación, que parece no sentirse atraído por los bienes aparentes que el Enemigo le ofrece, porque tiene Luz, y esos bienes no le apetecen. Como si Eva en el Paraíso se riera de la serpiente y le contestara: "¡Calla imbécil, ¿vas a ser tú más sabia que mi Padre Dios?" Vivimos en la Tierra Prometida, la que mana leche y miel. En realidad, la Tierra Prometida era un sequedal áspero acosado de innumerables enemigos: no importa, es vivir en libertad, está lleno de luz, de agua y de vida, y preferimos vivir aquí que en la plácida esclavitud de Egipto, donde nos atiborrábamos de puerros y grasa de oca, pero no éramos libres y no conocíamos a Dios. Nuestra vida no parece distinta de la de todos los demás: está llena de dificultad, de trabajos, de enfermedades, de disgustos; se encamina inevitablemente a la vejez y a la muerte: no importa, está llena de la luz y el agua de la Palabra, es como un huevo en que se incuba la Vida, como la oruga repugnante o la crisálida encerrada que sólo esperan su sazón para surgir en brillante mariposa. Durante cinco domingos hemos recibido la más bella de las catequesis sobre nuestra condición humana: esclavos de nuestra oscuridad, ciegos buscadores de pequeños placeres insatisfactorios, contamos con Dios para vivir, para no equivocarnos, para ser verdaderamente humanos, es decir, Hijos, Herederos, capaces de contemplar cara a cara el Rostro del Señor. ¡Magnífico mensaje! Desde esta perspectiva podemos entrar con buen pie a celebrar la Semana Santa y la Pascua. Vamos a ver cómo Jesús, el Primogénito de todos nosotros, triunfa de la muerte y llega a la definitiva Transfiguración. Vamos a ver en él nuestro destino, el triunfo definitivo del pecado y de la muerte, que se hace visible en él, y se nos ofrece a todos como regalo del Amor de Dios. Y a este modo de vivir le podemos aplicar el dicho vulgar que usamos cuando lo pasamos bien: “¡Esto sí que es vida!” ORACIÓN DE DESPEDIDA Bendito seas mi Dios, mi aire, que estás ahí, tan cierto como el aire que respiro. Bendito seas, mi Dios, mi viento, que me animas, me empujas, me diriges. Bendito seas, mi Dios, mi agua, esencia de mi cuerpo y de mi espíritu, que haces mi vida más limpia, más fresca, más fecunda. Bendito seas, mi Dios, mi médico, siempre cerca de mí, más cerca cuanto me siento más enfermo. Bendito seas, mi Dios, mi pastor, que me buscas buenos y frescos pastos, que me guías por las cañadas oscuras, que vienes a por mí cuando estoy perdido en la oscuridad. Bendito seas, mi Dios, mi madre, que me quieres como soy que por mí eres capaz de dar la vida, mi refugio, mi seguridad, mi confianza. Bendito seas, Dios, bendito seas.
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La gran dificultad, al hablar de la vida y de la muerte, estriba en que tenemos que utilizar las mismas palabras para expresar conceptos completamente diferentes. Tan contradictorios que se puede dar lamuerte en una vida fisiológica de lo más saludable, Y se puede dar laVida definitiva en la vida más deteriorada e incluso en la misma muerte biológica. Si no aplicamos el concepto adecuado en cada caso, tergiversamos el texto hasta hacerle decir lo contrario de lo que quiere decir.
Al final ya de la cuaresma y cuando vamos a entrar en los acontecimientos de la pasión y muerte de Jesús, tiene pleno sentido que nos preparemos tratando de dilucidar qué es vida y qué es muerte para Jesús. En el relato de hoy, todo es simbólico. Los tres hermanos representan la nueva comunidad. Jesús está totalmente integrado en el grupo por su amor a cada uno. Unos miembros de la comunidad se preocupan por la salud de otro. La falta de lógica del relato nos obliga a salir de la literalidad. Si Jesús hubiera pretendido salvar la vida biológica de Lázaro, hubiera ido inmediatamente a curarlo. Hubiera sido más fácil que resucitarlo. Pero su intención no es curar la enfermedad de Lázaro, sino manifestar la Vida en él. Por eso espera a que la muerte quede rotundamente confirmada(cuatro días, ya huele). Si seguimos preguntando si Lázaro resucitó o no físicamente, es que seguimos en el lado de los muertos, porque nuestra preocupación sigue siendo la vida biológica. La alternativa no es: esta vida, solamente aquí abajo u otra vida después, pero continuación de esta. La alternativa es: vida biológica sola, o Vida definitiva durante esta vida y más allá de ella. Que Lázaro resucite para volver a morir unos años después, no soluciona nada. Sería ridículo que ese fuese el objetivo de Jesús. Es realmente sorprendente, que ni los demás evangelistas, ni ningún otro escrito del NT, mencione un hecho tan espectacular como la resurrección de un cuerpo cuando ya está podrido. Sobre todo, sabiendo que los sinópticos narran hasta la curación de una gripe a la suegra de Pedro. Jesús no hace ningún caso de la resurrección del último día, de la que habla Marta. Lo que él ofrece es otra cosa. Jesús no viene a prolongar la vida física, viene a comunicar la Vida trascendente que él mismo posee y de la que puede disponer (5,26). Esa Vida es de tal fuerza, que anula el carácter catastrófico de la muerte biológica. Es la misma Vida de Dios que él posee por el Espíritu. Resurrección es un término relativo, supone un estado anterior de vida física. Ante el hecho de la muerte natural, la Vida que sigue, aparece como renovación de la vida que termina. Respecto a la Vida que comunica Jesús, es su continuidad; aunque, para entendernos, le llamemos resurrección. “Yo soy la resurrección” está indicando que es algo presente, no futuro y lejano. No hay que esperar a la muerte para conseguir Vida. Está mucho más claro cuando hablamos de nuevo nacimiento, como dice Jesús a Nicodemo en el mismo evangelio de Juan. Para que esa Vida pueda llegar al hombre, se requiere como condición indispensable la adhesión a Jesús. A la adhesión responde él con el don del Espíritu-Vida, nacimiento a una nueva Vida que se sitúa más acá y más allá de la muerte física. El término “resurrección” expresa solamente su relación con la vida biológica que ya ha terminado. Esto se decía en 5,24: “Quién escucha mi mensaje y da fe al que me mandó, posee Vida definitiva”. Esto no quiere decir que solo la posean los que conocen y siguen a Jesús. Lo que nos quiere decir es que todo aquel que tenga una actitud como la que tuvo Jesús en su vida, participa de esa Vida, aunque no haya conocido a Jesús Jesús corrige la concepción tradicional de “resurrección del último día”, que Marta compartía con los fariseos. Para Juan, el último día es el día de la muerte de Jesús, en el cual, con el don del Espíritu, la creación del hombre queda completada. Esta es la fe que Jesús espera de Marta. No se trata de creer que Jesús tiene poder para resucitar a un muerto. Se trata de aceptar la Vida definitiva que Jesús posee y puede comunicar al que se adhiere a él. Nosotros hoy seguimos con la fe de Marta que Jesús declara insuficiente. En el fondo, seguimos esperando que Dios nos devuelva la vida biológica porque es la que apreciamos y deseamos. ¿Dónde le habéis puesto? Esta pregunta, hecha antes de llegar al sepulcro, parece insinuar la esperanza de encontrar a Lázaro con Vida. Indica que son ellos los que colocaron a Lázaro en el sepulcro, lugar de muerte sin esperanza. El sepulcro no es el lugar propio de los que han dado su adhesión a Jesús. Al decirles: “Quitad la losa”. Jesús pide a la comunidad que se despoje de su creencia. Los muertos no tienen por qué estar separados de los vivos. Los muertos pueden estar también vivos. Pero también los vivos pueden estar muertos. Una profunda reflexión para nosotros hoy. Ya huele mal. La fe que Marta acaba de confesar, parece que ahora se esfuma. La trágica realidad de la muerte se impone y no deja lugar a la esperanza. Al recordar una vez más los “cuatro días”, nos muestra los estragos que la muerte causa en el hombre desde siempre. Marta sigue pensando que la muerte es el fin. Jesús quiere hacer ver que la muerte biológica no es el fin; pero también que sin la muerte del “ego” no se puede alcanzar la verdadera Vida. Para alcanzar lo más alto, hay que bajar a lo más bajo, La muerte sólo deja de ser el horizonte último de la vida cuando se asume y se traspasa. “Si el grano de trigo no muere...” “El que quiera salvar su vida la perderá.” Nadie puede quedar dispensado de morir, ni el mismo Jesús. Jesús invita a Nicodemo a nacer de nuevo. Ese nacimiento es imposible sin morir antes a todo lo que creemos ser. Esta es la clave del mensaje de Jesús. ¿Lo creemos? ¡¡NO!! Pues, apaga y vámonos. Al quitar la losa, desaparece simbólicamente la frontera entre muertos y vivos. La losa no dejaba entrar ni salir. Era la señal del punto y final de la existencia. La pesada losa de piedra ocultaba la presencia de la Vida más allá de la muerte. Jesús sabe que Lázaro había aceptado la Vida antes de morir, por eso ahora está seguro que sigue viviendo. Es más, solo ahora posee en plenitud la verdadera vida. “El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá”. Nos desconcierta la compatibilidad de la Vida con la muerte. Es muy importante la oración de Jesús en ese momento clave. Al levantar los ojos a “lo alto” y “dar gracias al Padre”, Jesús se coloca en la esfera del Padre. Jesús está en comunicación constante con Dios; su Vida es la misma Vida de Dios. No se dice que Jesús haya pedido nada. El sentido de la acción de gracias lo envuelve todo. Es consciente de que el Padre se lo ha dado todo, entregándose Él mismo. La acción de gracias se expresa en un gesto y en unas palabras, pero en Jesús no se trata de un acto, sino que el acto expresa una actitud permanente en él. Al gritar: ¡Lázaro, ven fuera! está confirmando que el sepulcro donde le habían colocado, no era el lugar donde debía estar. Han sido ellos, los que le escuchan, los que le han colocado allí. El creyente no está destinado al sepulcro, porque aunque muere, sigue viviendo. Con su grito, Jesús quiere mostrar a Lázaro vivo en la muerte. Los destinatarios del grito son ellos, no Lázaro. Ellos son los que tienen que convencerse de que la muerte física no ha interrumpido la Vida. Entendido literalmente es un absurdo. ¡Ya podía gritar fuerte para que el muerto lo oyera! “Salió el muerto con las piernas y los brazos atados”. Las piernas y los brazos atados muestran al hombre incapaz de movimiento y actividad, por lo tanto, sin posibilidad de desarrollar su humanidad (ciego de nacimiento). El ser humano, que no nace a la nueva Vida, permanece atado de pies y manos, imposibilitado para crecer como tal ser humano. Una vez más es imposible entender la frase literalmente. ¿Cómo pudo salir, si tenía los pies atados? El que sale es el muerto, no lo sacan; ostenta todos los atributos de la muerte, pero sale él mismo porque en realidad está vivo. Tanto los circundantes, como el muerto, tienen que tomar conciencia de su nueva situación. “Desatadlo y dejadlo que se marche”. Son ellos los que lo han atado y ellos son los que deben soltarlo. No devuelve a Lázaro al ámbito de la comunidad, sino que le deja en libertad, porque esta ya en la esfera de Dios, Vivo. También ellos tienen que desatarse del miedo a la muerte que paraliza. Ahora, sabiendo que morir no significa dejar de vivir, podrán los miembros de la comunidad entregar su vida como Jesús, para recobrarla. El servicio, hasta dar la vida biológica, es la única garantía de Vida definitiva. Ya está la comunidad preparada para entender la muerte de Jesús y su resurrección. Meditación-contemplación Yo soy la resurrección y la Vida. Para entender lo que dice Jesús, hay que ir más allá de lo biológico. Se trata de la Vida eterna, la vida definitiva. Esa Vida no es más que la misma Vida de Dios, comunicada al hombre. ..................... Pero tampoco es algo que Dios nos da o deja de darnos. Es el mismo Dios que está siempre comunicándonos su mismo ser. Su ser que es Espíritu y que es el centro de nuestro propio ser. Jesús nos invita a descubrir y a Vivir esa realidad. ................... Esa Vida divina no interfiere con la vida biológica. La biología sigue sus propias leyes. Esas leyes no sólo no impiden esa Vida, sino que la hacen posible. Ni siquiera la muerte biológica tiene repercusión alguna en la verdadera Vida. El derecho a disentir en la Iglesia Católica.
En la Iglesia Católica se puede disentir e incluso se debe cuando a uno se lo dicte su conciencia. Así hay que interpretar el que la Iglesia enseñe que en su magisterio hay afirmaciones que obligan a los fieles de manera diferente, según la posición de éstas en una escala de importancia con respecto a la fe compartida por los seguidores de Jesús: no es lo mismo una obligación que un consejo; ni un dogma, que una encíclica; ni una carta apostólica, que una declaración de los obispos; etc. El disentir no es ni anormal ni escandaloso. Consecuentemente, quien se escandalice porque haya fieles que disientan en la Iglesia, es porque individualmente pretende que la verdad proviene exclusivamente del magisterio oficial, sin que acepte participación alguna de los fieles; o porque considera, con celo equivocado, que el papel de los fieles se limita en todo caso a asentir obedientemente y nada más. Lo cual equivale a pretender, confundiendo la fe con la obcecación, que los creyentes son una suerte de minusválidos en la fe, incapaces de una honesta y recta inteligencia tanto de la fe como de sus consecuencias prácticas. “Pretender que el disenso es malo y es una suerte de traición no hace bien, porque finalmente se anula la participación de los fieles, es decir, se los hace sentir cada vez menos “parte de” y sólo se los sitúa como meros “espectadores” que deben acatar y cumplir, o de lo contrario irse.” -oOo- El disenso en la Iglesia Católica##Rafael Velasco, SJ Una convicción bastante arraigada es que en la Iglesia Católica no se puede disentir, ya que toda enseñanza magisterial es necesariamente dogmática, es decir, “obliga a los fieles a una adhesión irrevocable de la fe” (Catecismo de la Iglesia Católica, 88). Sin embargo, los dogmas son más bien pocos. La misma doctrina de la Iglesia señala que hay afirmaciones que obligan de una manera diferente; no es lo mismo un dogma, que una encíclica, que una carta apostólica, que una declaración de los obispos. Pero hay otras varias aseveraciones magisteriales que pueden –y muchas veces deben– ser objeto de reflexión e incluso de discusión respetuosa y fiel. Ya que –citando al Catecismo de la Iglesia Católica– “todos los fieles tienen parte en la comprensión y en la transmisión de la verdad revelada. Han recibido la unción del Espíritu Santo que los instruye y los conduce a la verdad completa.” Si todos los fieles tienen –tenemos– esa unción, significa que Dios habla a su pueblo y a través de su pueblo, y se manifiesta a las comunidades creyentes que en conciencia buscan profundizar en la enseñanza de Jesús. El mismo catecismo afirma que “la totalidad de los fieles… no puede equivocarse en la fe (CIC. 92)”. Como se ve –aunque en la práctica muchas veces se contradiga– la misma doctrina de la Iglesia expresa que la interpretación revelada no es propiedad privativa de la jerarquía. Por lo tanto –según esta misma doctrina– si una comunidad de fieles, a la luz de la Palabra de Dios cree en conciencia que algunas de las afirmaciones de los obispos o del magisterio deben ser revisadas y presentan dificultades serias para ser aceptadas, entonces están en su derecho de expresarlo. Más aún cuando se tiene en cuenta que los cristianos somos discípulos de aquél que puso la religión al servicio de la persona y no al revés. Al afirmar que “el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado”, Jesús estaba diciendo que hasta el precepto más importante y sagrado no era más importante que la persona humana, en particular cuando ésta sufre; y por lo tanto, el precepto religioso está al servicio del ser humano, de su propia vida y su propia comunión con Dios y sus hermanos. La preocupación de Jesús no era fundamentalmente doctrinal, sino eminentemente humana; para Él, la religión no podía ser un instrumento de opresión, sino de liberación. Su preocupación por los enfermos, los sufrientes, los alejados de “la religión oficial”, los pecadores públicos y los indeseables lo deja a las claras. Vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Para Jesús, la Buena Noticia (Evangelio) no consiste en defender una serie de principios doctrinales y morales (a los que aquí no se pretende negar relevancia, por cierto), sino en manifestar el amor de Dios hacia sus hijos e hijas. Para Jesús, el amor a Dios y el amor al prójimo están unidos y son el mandamiento más importante. El disenso no es escándalo. Entonces, quien se escandalice por el disenso en la Iglesia, es porque pretende que la exclusividad de la verdad proviene del magisterio oficial y no hay participación alguna de los fieles; o considera en todo caso, que el rol de los fieles se limita a asentir obedientemente y poco más. Lo que equivale a pensar que los creyentes son una suerte de minusválidos en la fe, incapaces de una honesta y recta inteligencia de la fe y sus consecuencias prácticas. Pretender que el disenso es malo y es una suerte de traición no hace bien, porque finalmente se anula la participación de los fieles, es decir, se los hace sentir cada vez menos “parte de” y sólo se los sitúa como meros “espectadores” que deben acatar y cumplir, o de lo contrario irse. Muchas de las aseveraciones magisteriales que provocan serias dificultades para ser aceptadas y vividas en muchos fieles de buena voluntad (como por ejemplo lo referente al uso de métodos artificiales de control de la natalidad, la ordenación de hombres célibes exclusivamente, o la prohibición de la ordenación de mujeres, e incluso la exclusión de la comunión sacramental a los divorciados y vueltos a casar) no son dogmas de fe. Son proposiciones que merecen respeto y un intento serio de comprensión. Pero si en conciencia se encuentra dificultades para aceptarlas, el servicio más honrado que se puede prestar a la misma Iglesia es manifestarlo y proponer los argumentos para la discusión. Por otra parte, afirmar –como lo hacen algunos– que en todo caso, si hay algún tipo de disenso, se debe plantear exclusivamente puertas adentro y no decirlo públicamente, es actuar ingenuamente, porque se sabe que en ese “puertas adentro” este tipo de discusiones suele terminar en un cajón, o con la afirmación de que “de eso no se habla.” En tiempos de transparencia y pluralismo, no se puede pedir a otras instituciones de la sociedad transparencia, respeto del pluralismo y la democracia, y luego no aceptarlos hacia adentro de la misma institución eclesial. Hablar, expresar lo que en conciencia creyente se ve, es el mejor servicio que se puede prestar a una Iglesia abierta al Espíritu de Jesús. Por eso, como cristiano-católico, me alegro de que haya quienes expresen públicamente sus posiciones con la intención de que la Iglesia sea una Comunidad en la que todos tienen la palabra y no sólo algunos. Una Iglesia en la que disentir no sea pecado, y en la que expresar públicamente ese disenso no sea ocasión de temor a represalias. Una Iglesia más parecida a la comunidad que –creo– anhelaba Jesús. Rafael Velasco es sacerdote jesuita y actual Rector de la Universidad Católica de Córdoba Fuente: La Voz del Interior El verdadero pacifismo no es la sumisión irrealista
a un poder diabólico… por el contrario, es un coraje que confronta lo diabólico con el poder del amor…” Rev. Martin Luther King, Jr. Este 24 de marzo de 2011 se recuerda con pesadumbre el 31 aniversario del asesinato de Monseñor Romero –Arzobispo de San Salvador, El Salvador- y a la misma vez se celebra con júbilo un año más de la resurrección de San Romero, el santo de Las Américas que caminó y sigue caminando con su pueblo. Ahora bien, permítanme dejar un punto claro desde el comienzo de esta reflexión. Yo soy fiel creyente que el pueblo tiene todo el derecho de canonizar a sus santos/as. Consecuentemente, esperar por el Vaticano para la canonización de Romero me parece a mí –y esto lo digo con mucho respeto- es una pérdida de tiempo. Los principios de la teología pastoral de San Romero contradicen muchas de las prácticas del Vaticano y este asunto de canonizaciones luce ser mucho más oficios nebulosos que procesos de justicias. Yo creo como nuestro premio Nóbel de literatura Gabriel García Márquez nos dice en su conspiradora obra, Milagro en Roma, que el pueblo hace los milagros de la canonización. Por lo tanto, Monseñor Romero, Arzobispo Romero, Oscar Romero, o como usted le quiera llamar, fue canonizado por el pueblo Latinoamericano que reside en la ciudad de Nueva York y de aquí el que le reconozcamos como San Romero de Las Américas. Aclarado este punto entonces sentemos nuestra discusión en un contexto socio-histórico. San Romero nació en el poblado de Ciudad de Barrios, del Departamento de San Miguel (El Salvador) el 15 de agosto de 1917. Fue ordenado al sacerdocio en el año 1942. En el 1977 fue escogido como Arzobispo de San Salvador, cargo que ocupó hasta el 24 de marzo de 1980, cuando una bala asesina traspasó su corazón en el mismo momento en que celebraba la Eucaristía en la Capilla del Hospitalito de la Divina Providencia. Un dato curioso en la vida de San Romero que por lo general tiende a pasar desapercibido lo es su reconocimiento público que su amistad con el padre Rutilio Grande marcó una nueva conversión en su vida y ministerio. Yo soy fiel creyente que la teología subversiva de San Romero da comienzo el 12 de marzo de 1977 día en que el Padre Rutilio fue asesinado junto a otros campesinos por miembros de la Guardia Nacional. Tener que recoger el cadáver de su amigo me parece a mi radicalizó la vida de San Romero y desde ese día su discurso y acciones fueron mucho más en favor de la gente pobre, oprimida y excluida. De la misma manera también su discurso y acciones fueron mucho más directos contra la oligarquía y militares salvadoreños y también contra el gobierno de Estados Unidos. No fue hasta el 1992 que las Naciones Unidas organizó una Comisión de la Verdad con el propósito de investigar el asesinato de San Romero. En el informe que esta Comisión elaboró se destaca la responsabilidad de Roberto D’Aubuisson -uno de los personajes salvadoreños mas déspotas moldeado por el Pentágono y Washington en la creación de los escuadrones de la muerte y los grupos para-militares- como persona responsable que dio la orden para el asesinato de San Romero. Ahora bien, nos podemos preguntar, ¿qué motivó el asesinato de San Romero de Las Américas? De nuevo, a partir del asesinato del Padre Rutilio San Romero enterró su obispado blandengue, de oportunismo y de sumisión a la oligarquía salvadoreña que explotaba al pueblo. Fue el 11 de noviembre de 1979 cuando San Romero hizo un juramento el cual cumplió hasta el día de su asesinato: “quiero asegurarles a ustedes, y les pido oraciones para ser fiel a esta promesa, que no abandonaré a mi pueblo, sino que correré con él todos los riesgos que mi ministerio me exige”. Esta radicalización de caminar y sentir con su pueblo se hizo una realidad de bendición para el pueblo y a la misma vez un dolor de cabeza para los/as enemigos del pueblo. Sin embargo, a mi me parece que los ocho días antes de su asesinato pasan a ser el punto culminante de su ministerio profético. Durante estos días San Romero volvió a tomar posición al lado del pueblo salvadoreño que estaba siendo oprimido y excluido, condenando briosamente a la Junta Militar, al ejército y a la oligarquía salvadoreña de estar ligada a los intereses del gobierno de Estados Unidos. Al extremo de darle órdenes al ejército para que depusieran sus armas. Ahora bien, ¿cuáles son entonces los aportes de la teología revolucionaria de San Romero de Las Américas? Por un lado San Romero se atrevió a decir lo que la mayoría de los/as líderes religiosos o políticos no se atreven a decir: “Yo tengo que escuchar qué dice el Espíritu por medio de su pueblo y, entonces, sí, recibir del pueblo y analizarlo y junto con el pueblo hacerlo construcción de la Iglesia”. O sea, el pueblo es por un lado el termómetro que nos dice la temperatura y por otro lado el termostato que va a regular esa temperatura. Estar con el pueblo debe de dejar como resultado nuestra humanización. De aquí el que San Romero fundamentó su ministerio en el principio que “antes de ser un/a cristiano/a tenemos que ser muy humanos/as…” De hecho, nuestra espiritualidad –la cual se distingue por tener dimensiones sociales y políticas- se proyecta a través de nuestra humanidad. O sea, mientras más humanos somos, mayor nuestra espiritualidad. La humanidad de San Romero lo convirtió en un santo. No fue la manera de morir sino la manera como vivió lo que le canonizó. En esta teología subversiva San Romero dejó claro que “quien se preocupa de la persona que tiene hambre, que está desnuda, de la gente pobre, de las personas desaparecidas, de quienes están en prisiones, de toda esa carne que sufre, tiene cerca a Dios”. Con esto por supuesto también estaba diciendo a la misma vez quienes eran las personas que con sus prácticas malignas estaban lejos de Dios. Por eso también nos dijo “que no hay pecado mas diabólico que quitarle el pan al que tiene hambre”. De aquí su invitación a desarrollar un ministerio en donde tomemos responsabilidad contra las injusticias de nuestra sociedad entendiendo que Dios no creó las mismas sino mas bien la repartición desigual de la creación de nuestra Diosa en donde un poco gente acumuló un montón de riquezas y mucha gente no tiene nada. De frente a estas injusticias que hemos creado San Romero no alerta de no cometer el error de pedirle a Dios que nos resuelva los problemas terrenales que nos corresponden a nosotros/as eliminar. De lo contrario dice él, “eso es vagancia”. En esta teología subversiva se hace necesario el rescate de nuestras instituciones educativas, religiosas, políticas, culturales, etc., para que se conviertan en instrumentos de liberación. También se hace necesario el que podamos combatir la teología burguesa- entiéndase la manera de pensar, sentir y de hacer las cosas como el grupo que domina quiere- la cual tiene como intención de funcionar como instrumento de control que garantice la estabilidad y protección de los intereses de la clase y los grupos dominante. Esta teología burguesa opera en relación al enseñar, promover y perpetuar la ideología de quienes están en el poder. De aquí entonces que el no pensar, no cuestionar, no disputar y no polemizar- sean algunas de las metas del pensamiento burgués. O sea, que es posible el que podamos educar para embrutecer lo cual es sinónimo de tiranizar, subyugar o aprisionar. También en el rescate de nuestras instituciones con esta teología subversiva de San Romero debemos de entender que una Iglesia narcotizada del mismo modo persigue el atosigarnos para que no pensemos, y aun peor, no percibamos, la manera en que estamos siendo oprimidos/as, explotadas/os y excluidos/as. De aquí entonces la necesidad de que esa teología que San Romero nos enseñó siga siendo conspiradora. Por supuesto, no debemos olvidar que la misma requiere como antesala la capacidad de la conciencia auto-crítica. Que no se nos olvide, toda revolución- si es una verdadera revolución- comienza conmigo, porque yo solo puedo dar lo que tengo. Luego tú y yo nos enlazamos y ya somos dos que hemos salido en la búsqueda del efecto multiplicador. La teología subversiva de San Romero también nos demuestra que necesitamos igualmente en nuestras instituciones una manera de concienciar que sea subversiva comenzando con la destrucción de la conciencia falsa que se sigue imponiendo como dispositivo de dominio. Con una teología crítica enseñar el cómo desaprender lo aprendido y de esta manera eliminamos todas las pendejerías y mierderías que nos han metido en la cabeza. O sea, tenemos la responsabilidad de despertar, organizar y movilizar hacia la transformación socio-política. De aquí la necesidad de identificar la manera en que producimos y reproducimos el conocimiento, o la manera de pensar, sentir y actuar de quienes ejercen el control. San Romero de Las Américas en su legado también nos aclaró que “el proyecto de Dios no se contradice con los proyectos de la tierra. Sí se contradice con los pecados de los proyectos de la tierra. Pero por eso la Iglesia tiene que predicar el reino de Dios, para arrancar el pecado de todos los proyectos de la tierra y para animar la construcción de los proyectos en la medida del reino de Dios”. O sea, que no es cierto que la polémica principal sea entre personas teístas y personas ateas. Yo sigo creyendo que la lucha principal está entre quienes practican la justicia o la injusticia. Este es el denominador común en donde nos encontramos quienes creen en Dios con palabras y acciones y quienes niegan a Dios con palabras y le practican con acciones. Ahora bien, no podemos olvidar que la práctica de una teología subversiva como la que San Romero nos dejó tiene repercusiones muy serias. A la misma vez que libera también crea enemigos/as. De aquí el que quiero finalizar compartiendo con usted uno de esos consuelos reflexivos que San Romero solía compartir con el pueblo. El mismo debe de ayudarnos a llevar a cabo auto-críticas que dejen como resultado un mayor compromiso de acción en crear un mundo diferente, pero mejor. En sus propias palabras San Romero nos pregunta: “Hermanos/as, ¿quieren saber si su cristianismo es auténtico? Aquí está la piedra de toque: ¿Con quienes estás bien?, ¿quiénes te critican?, ¿Quiénes te halagan? Conoce allí que Cristo dijo un día: No he venido a traer la paz sino la división…” Interesante en todo esto es que San Romero fue criticado, rechazado, calumniado y asesinado por una cofradía diabólica compuesta por la oligarquía salvadoreña, la Junta Militar y el gobierno de Estados Unidos. Curiosamente los mismos enemigos identificados anteriormente son los mismos enemigos que tienen la revolución Bolivariana, la revolución Boliviana y la revolución Cubana. Son los mismos enemigos que dieron el golpe de estado en la República de Haití y quienes ejercen unas manipulaciones para controlar a Libia, Egipto y Arabia Saudita, entre otros, con gobiernos que respondan a los intereses de Washington la OTAN. También son los enemigos de nuestros pueblos latinoamericanos quienes siguen viviendo en la opresión y exclusión social, política, económica, espiritual, entre otras. Y por supuesto, no hay excepciones para la realidad que se vive aquí en las entrañas del monstruo. De aquí el que también crea que una práctica seria de los aportes de San Romero para una teología subversiva debe de tener la capacidad de condenar al capitalismo como un agente diabólico que confirma lo dicho en la Biblia; “el amor al dinero es la raíz de todos los males”. O sea, que esta teología tiene que por obligación ser anticapitalista declarando a todas voces que el capitalismo no está en crisis, sino que es la crisis. Por lo tanto asimismo debe de tener la capacidad de condenar a los centros de adoración diabólicos como lo son el Pentágono, la CIA, el ALCA, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, NAFTA, y otros diablillos más que pululan en nuestros medios. En esta teología subversiva en un día tan especial San Romero levanta su voz de protesta antiguerrera para decirle al Presidente Barack Obama –quien muy hipócritamente visitó su tumba para deshonrar su legado histórico- lo siguiente: “Se ha comprobado una vez más que la violencia no construye, sobre todo la violencia de una derecha recalcitrante que instrumentaliza la violencia represiva de la Fuerza Armada para violar, en su favor, los sagrados derechos humanos…A la violencia de la Fuerza Armada debo recordar su deber de estar al servicio del pueblo y no de los privilegios de unos pocos. Quisiéramos ver que repriman con igual furia la subversión de la derecha…” (homilía, 27 de enero 1980). Y ante la realidad de la masacre que se ha comenzado a llevar a cabo contra el pueblo de Libia asimismo le dice: “Repito un gran principio que se está olvidando mucho y que hay que tenerlo muy en cuenta en todos los órdenes de la moral…no se puede hacer cosas malas para obtener cosas buenas… No se puede comprar ninguna libertad ni ninguna dignidad inocente conculcada. Jamás se puede hacer un mal como medio para conseguir un bien”. (homilía 9 de julio de 1978). Sigamos rescatando el legado histórico de los aportes de una teología subversiva que San Romero de Las Américas nos dio y continuemos nuestra conspiración para demostrar que el amor solidario es el sacramento más importante para conseguir la paz con justicia. Que no se nos olvide que San Romero vive y la lucha sigue. Sufrió la persecución de las dictaduras de Chile y Brasil
Al amanecer del 27 de marzo fallecía en la ciudad de Simoes Filho, Estado de Bahía, nordeste de Brasil, José Comblin, mientras impartía un curso a las comunidades de base. La muerte le sorprendió a los 88 años en plena actividad intelectual, que desarrolló hasta el último momento a través de publicaciones, conferencias y encuentros de formación. Nacido en Bruselas, llegó a Brasil en 1958 como misionero y pronto se convirtió en uno de los principales animadores del cristianismo liberador y en uno de los referentes de la teología crítica. Comblin estuvo en el origen de las más importantes y creativas corrientes teológicas de la segunda mitad del siglo XX. Elaboró, primero, una teología del desarrollo y, después, una teología de la revolución, en sintonía con la alta temperatura utópica vivida en la década de los sesenta del siglo XX en los movimientos de liberación del Tercer Mundo y en los movimientos revolucionarios del Primer Mundo. Argumentaba así su teología: el cristianismo, que no ha creado ninguna revolución, puede re-crearlas todas, respetando la autonomía de los procesos históricos. Dedicó su vida entera a cuidar la salud mental de los niños Desafió a dos de las dictaduras más férreas de América Latina, la de Brasil y la de Chile, desde la no violencia activa, sin más armas que la palabra escrita y la palabra hablada, con una fuerza argumental que las hizo tambalear en sus cimientos. El Gobierno de Brasil lo arrestó y deportó en 1971. Durante varios años vivió exiliado en Chile, de donde también fue expulsado por la dictadura de Pinochet. Allí escribió una de sus obras mayores: El poder militar en América Latina. La ideología de la Seguridad Nacional, donde exponía y desenmascaraba las líneas fundamentales de la ideología en las que se sustentaban los regímenes de la seguridad nacional extendidos por toda América Latina con el beneplácito y el apoyo de los Estados Unidos: supresión del Estado de derecho, negación de los derechos humanos, instauración de un régimen de represión generalizada, indefensión del individuo frente al todopoderoso Estado dictatorial. Y lo más contradictorio: el poder militar se presentaba como garante de la civilización cristiana, cuyos principios decía promover, justificando así su cruzada violenta -su terrorismo de Estado, mejor- contra el comunismo y el ateísmo. Ante dicho régimen, la teología y las iglesias no podían permanecer silenciosas e inactivas. Comblin fijaba las funciones a ejercer: denuncia de la manipulación ideológica a la que las dictaduras sometían al cristianismo, defensa de los derechos humanos y resistencia frente al poder militar, actitudes que ejemplificaba en el arzobispo brasileño Helder Cámara, con quien colaboró y a quien consideraba uno de los nuevos padres de la Iglesia latinoamericana. Era necesario ser la voz de los sin voz y hablar en nombre de los pobres, pero no bastaba. Había que “hacer hablar al pueblo” y ayudarle a que recuperara la dignidad. Comblin fue uno de los fundadores y principales teóricos de la teología de la liberación, junto con Gustavo Gutiérrez, Juan Luis Segundo, Segundo Galilea, Enrique Dussel, Hugo Assmann, Ion Sobrino, Leonardo Boff, etc. Contribuyó a elaborar la nueva metodología con la incorporación de las ciencias sociales y la hermenéutica liberadora, y a desprender de la teología sus adherencias idealistas, partiendo de la opción por los pobres como principio ético-evangélico. En la etapa actual de la teología de la liberación, su contribución se dejó sentir en la crítica al modelo neoliberal, el diálogo con el pensamiento alternativo al mundo occidental y el compromiso con los movimientos alterglobalizadores. Tras su muerte vamos a echar mucho de menos la lucidez de sus análisis, su palabra libre y su sentido crítico. Pero nos quedan su legado escrito -más de setenta libros-, su coherencia vital y su esperanza en otro mundo posible. Líderes de varias tradiciones abordan la crisis de las iglesias
“Si Dios es hombre, entonces el hombre es Dios y la mujer le debe sumisión y obediencia”. Esta idea de la filósofa estadounidense Mary Daly le sirvió a la teóloga Margarita Pintos para lamentar la imagen patriarcal de Dios y sus consecuencias para las mujeres en prácticamente todas las religiones. Fue ayer el tema de una jornada de debates en el Centro Cultural Nicolás Salmerón con el título La mujer en las religiones. La había organizado la Asociación para el Diálogo Interreligioso de la Comunidad de Madrid (ADIM), que preside Pintos. “Las religiones nunca se han llevado bien con las mujeres, que son las grandes olvidadas y perdedoras”, fue una de las conclusiones. En la teología feminista surge una nueva forma de pensar, dice Tamayo San Agustín afirmó que la inferioridad de la mujer pertenece al orden natural; Tomás de Aquino la define como un “varón imperfecto”; Lutero habla de las mujeres como inferiores de mente y cuerpo por haber caído en la tentación, y el actual arzobispo de Granada ha argumentado que “el hombre está hecho para el altar y las mujeres para parir”. Pese a todo, “las mujeres son las más fieles seguidoras de las religiones, las mejores transmisoras de las creencias y las que muchas veces reproducen el mismo patriarcado que las somete”, concluyó la teóloga Pintos. Estas citas, en boca de algunas ponentes, dibujaron una situación, aún inamovible, en la que solo los varones pueden ser sacerdotes en la Iglesia católica, imanes en el islam y rabinos en el judaísmo ortodoxo. Pero ni los textos sagrados ni algunas tradiciones justifican esa marginación, como demostraron ayer Cristina Segura Graiño, catedrática de Historia Medieval en la Universidad Complutense, y las representantes de las confesiones bahái (María Jesús Rodríguez de la Fuente), budismo soka gakkai (Inés Vázquez) y de Brahma Kumaris (Marta Matarín), entre otras ponentes. El teólogo Juan José Tamayo, que abrió la jornada, dibujó un panorama desolador sobre la relación mujer y religión, pero se mostró optimista porque, dijo, “ha surgido una nueva forma de pensar y de reformular las creencias y las prácticas religiosas”. Se refería a la teología feminista. Según el director de la cátedra de Religiones de la Universidad Carlos III, en la teología feminista las religiones podrían encontrar una salida a una crisis que no cesa. “En el siglo XX las religiones perdieron a la clase obrera porque se colocaron del lado de los patronos y condenaron las revoluciones que luchaban por una sociedad más justa; en el siglo XX perdieron a los jóvenes y a los intelectuales por posiciones filosóficas y culturales integristas y antimodernas, y si continúan por la senda patriarcal, en este siglo XXI perderán a las mujeres”, sentenció. En este cuarto domingo de cuaresma leemos otro texto de Juan que nos pone en contacto con Jesús que trae la verdadera salvación (luz) al ser humano.
Como en el caso de la samaritana, la iniciativa la toma Jesús, pero el interesado debe responder personalmente. Se trata de advertir a los catecúmenos del camino que tienen que recorrer antes del bautismo. Todos somos ciegos hasta que hemos aceptado la luz. Si después del recorrido, confiesan a Jesús como el Señor, están en condiciones de ser bautizados. Todo el relato es simbólico. Con él se está proponiendo un proceso catecumenal que lleva al hombre de las tinieblas a la luz; de la opresión a la libertad; de no ser nada a ser hombre cabal. Jesús tiene que alejarse del templo huyendo de los fariseos que querían apedrearle por haber dicho: “Yo soy la luz del mundo”. Lo repite y lo va a demostrar con hechos, dando la vista al ciego. Jesús no le consulta antes, porque siendo ciego de nacimiento, no sabe lo que era la luz y por lo tanto, no puede desearla de manera especial. Sin embargo no suprime su libertad, le ofrece la oportunidad, pero la decisión queda en sus manos. Tendrá que ir a lavarse a la piscina, para llegar a ser él mismo. Los demás personajes siguen en su ceguera: fariseos, apóstoles, paisanos, padres son símbolos de la dificultad de aceptar la luz cuando amenaza con iluminar lo que no queremos ver. Al mezclar la tierra con su saliva está simbolizando la creación del hombre nuevo, compuesto por la tierra-carne y la saliva-Espíritu. De ahí la frase que sigue: le untósu barro en los ojos. El barro, modelado por el Espíritu, es el proyecto de Dios realizado ya en Jesús, y con posibilidad de realizarse en todos los seres humanos. Juan usa dos verbos para indicar la aplicación del barro en los ojos: aquí untar-ungir, en relación con el apelativo de Jesús "Mesías". Más adelante dirá sencillamente aplicar (9,30). Aquí está la clave de todo el relato. El ciego es ahora un “ungido”, como Jesús. El hombre carnal ha sido transformado por el Espíritu. La duda de la gente sobre la identidad del ciego, refleja la novedad que produce el Espíritu. Siendo el mismo, es otro. Hay gran diferencia entre el hombre sin iniciativa ni libertad y el hombre libre. De ahí que el ciego utilice las mismas palabras que tantas veces en Juan utiliza Jesús para identificarse: "Soy yo". Esta fórmula refleja la identidad del hombre transformado por el Espíritu. Descubre la transformación que se ha operado en su persona y quiere que los demás la vean. El ciego opta libremente por la luz. Sigue el camino que Jesús le marca y llega a la meta indicada. Él, que era solo carne, descubrió el Espíritu. Como en los demás milagros narrados por Juan, no le da ninguna importancia al hecho de la curación física. Lo despacha con media línea. Lo que de verdad importa es que este hombre estaba limitado y carecía de toda libertad antes de encontrarse con Jesús. Ahora descubre lo que significa ser hombre y se siente completamente realizado. El Espíritu le ha capacitado para desplegar todas las posibilidades de ser “Hombre”. El horizonte que se abre para él es indescriptible. El mundo ha cambiado radicalmente. Su vida, anodina y dependiente, está ahora llena de sentido. Pierde todo miedo y comienza a ser él mismo, no sólo en su interior sino ante los demás. La piscina de Siloé estaba fuera de los muros de la ciudad. Recogía el agua de la fuente de Guijón que llegaba a ella conducida por un canal-túnel (de ahí el nombre arameo de "siloah"=emisión-envío, agua emitida- enviada). Juan aplica el nombre a Jesús, el enviado. La doble mención de untar-ungir y la de la piscina, término que era utilizado para designar la fuente bautismal, nos muestra que se está construyendo este relato a partir de los ritos de iniciación (bautismo) de la primera comunidad. No se había mencionado que el ciego era mendigo (pedía limosna, sentado). Estaba inmóvil, impotente, dependiendo de los demás. Este punto de partida es clave para resaltar el punto de llegada. Jesús le va a dar la movilidad y la independencia. Le hace hombre cabal. Tampoco se menciona que era sábado hasta mediada la narración. Jesús no tiene en cuente esa circunstancia a la hora de hacer bien al hombre. Amasar barro estaba explícitamente prohibido por la interpretación farisaica de la Ley. El amasar el barro el día séptimo, prolonga el día sexto de la creación. Jesús termina la creación del hombre. A los fariseos no les interesa el hecho de la curación, sino el cómo; porque ahí se podía descubrir la infracción. No se alegran del bien del hombre; lo humano se analiza sólo a través de lo legal. Los fariseos acuden a los padres para desvirtuar el hecho que no pueden negar. Los padres no tenían culpa, pero tienen miedo. Son gente sometida, en tinieblas. La pregunta es triple: ¿Es vuestro hijo? ¿Nació ciego? ¿Cómo recobró la vista? El hecho es tan evidente que, por sí mismo está acusando a los fariseos. Los padres responden a las dos primeras preguntas, pero a la tercera, la más importante, no se atreven a responder. El miedo les impide aceptar cualquier complicidad con el hecho. Ante los fariseos, los padres temen que pueda considerarse un crimen que el ciego vea, por ello quieren eludir toda responsabilidad. Tienen miedo de ser expulsados de la institución. Están atemorizados, porque no pueden imaginar que exista otra salida. Al fallarles la argucia empleada con los padres, intentan confundir al ciego. Quieren, por todos los medios, conseguir la lealtad del ciego aun en contra de la evidencia. Condenan a Jesús en nombre de la moral oficial y pretenden que le condene también el que ha sido curado. Ellos lo tienen claro, Dios no puede estar de parte del que no cumple la Ley. Dios no puede actuar contra el precepto ni siquiera en benefició del hombre. Quieren hacerle ver que la vista de que ahora goza es contraria a la voluntad de Dios. Siguen defendiendo su postura negando la evidencia. Enemigos de la luz, con la mentira pretenden extinguirla Al contrario que los padres, el ciego no tiene miedo de expresar lo que piensa ante los jefes. El hombre no quiere meterse en cuestiones teológicas. A las teorías teológicas, opone los hechos. Puede que se haya quebrantado la Ley, pero lo que ha sucedido es tan positivo para él, que se tiene que hacer la pregunta: ¿No estará Jesús por encima del sábado? Ha experimentado el amor gratuito y liberador. Él sabe ahora lo que es ser un hombre cabal y, gracias a eso, sabe también lo que es Dios. Él ahora ve, los maestros están ciegos. Descubre que en Jesús, está presente Dios. El hombre utiliza una teología admitida por todos. Dios no puede conceder a un descreído que realice una obra tan extraordinaria. Los fariseos están tan seguros de su Ley, que no dudan en negar la misma realidad. Pero al ciego le es imposible negar lo que personalmente ha vivido. Por no negar su propia experiencia ni renunciar al bien que ha recibido, lo expulsan. Con su mentira han querido apagar la luz-vida. Al no conseguirlo, el hombre no puede permanecer dentro del ámbito de la muerte-tiniebla que es la sinagoga. Lo mismo que Jesús tuvo que salir del templo, el ciego que ha recibido la luz, tiene que salir de la sinagoga. "Fue a buscarlo". eurwn no significa un encuentro fortuito, sino el fruto de una actividad con la intención de encontrar algo o a alguien. El contraste salta a la vista. Los fariseos lo expulsan, Jesús lo busca. No le dice, como al inválido de la piscina, que no vuelva a dejarse someter, porque ya había superado la prueba manteniéndose firme ante los fariseos. Con su pregunta va a acabar la obra de iluminación que había comenzado. La acción de Jesús había hecho descubrir al ciego una nueva manera de ser hombre, cuyo modelo era "el Hombre". Jesús quiere que tome conciencia de esta realidad. El relato termina con la plena aceptación de Jesús. "Se postró" prosekunhsen es el mismo verbo con que se designa la adoración debida a Dios (4,20-24). El gesto de postrarse para adorar a Jesús no es infrecuente en los sinópticos, sobre todo en Mateo, pero este es el único pasaje de Juan en que aparece. Jesús, el Hombre, es el nuevo santuario donde se verifica la presencia de Dios. El ciego, expulsado, encuentra el verdadero santuario, Jesús, donde se rinde el culto en espíritu y verdad, anunciado a la Samaritana. Este culto no se puede dar a Dios más que en el hombre, porque consiste en la práctica del amor. Termina el relato con una proclamación solemne de Jesús: “para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean y los que creen ver se queden ciegos”. Naturalmente, estas no son palabras de Jesús sino de los cristianos de finales del siglo I. Clara alusión a los fariseos que se revuelven contra Jesús. Para ellos, los conocedores y cumplidores de la Ley, que tenían por ciegos a los demás, era inconcebible que alguien pudiera tenerles por ciegos. Pero la respuesta de Jesús deja muy clara la realidad sangrante: los que más cerca se creen de Dios, son los que menos le conocen. Esto debía hacernos pensar, porque también puede pasarnos a nosotros. ¿También nosotros estamos ciegos? Meditación-contemplación ¿Crees tú en el Hijo del Hombre? Creer en Jesús es creer en el Hombre. Él es el modelo de hombre, el hombre acabado según el designio de Dios. Alcanzó esa plenitud dejando que el Espíritu lo invadiera. ..................... Jesús es, a la vez, la manifestación de Dios y el modelo de hombre. En su humanidad, se ha hecho presente lo divino. La “carne” ha llegado a su grado máximo de transformación. El Espíritu asumió y elevó la materia hasta transformarla en Espíritu. ........................ Mi meta es también dejarme transformar en Espíritu. Para ello hay que nacer de nuevo. Tengo que morir a todo lo que en mí hay de terreno. Y dejar que se despliegue en mí lo que hay de divino. El relato es inolvidable. Se le llama tradicionalmente "La curación del ciego de nacimiento", pero es mucho más, pues el evangelista nos describe el recorrido interior que va haciendo un hombre perdido en tinieblas hasta encontrarse con Jesús, «Luz del mundo».
No conocemos su nombre. Sólo sabemos que es un mendigo, ciego de nacimiento, que pide limosna en las afueras del templo. No conoce la luz. No la ha visto nunca. No puede caminar ni orientarse por sí mismo. Su vida transcurre en tinieblas. Nunca podrá conocer una vida digna. Un día Jesús pasa por su vida. El ciego está tan necesitado que deja que le trabaje sus ojos. No sabe quién es, pero confía en su fuerza curadora. Siguiendo sus indicaciones, limpia su mirada en la piscina de Siloé y, por primera vez, comienza a ver. El encuentro con Jesús va a cambiar su vida. Los vecinos lo ven transformado. Es el mismo pero les parece otro. El hombre les explica su experiencia: «un hombre que se llama Jesús» lo ha curado. No sabe más. Ignora quién es y dónde está, pero le ha abierto los ojos. Jesús hace bien incluso a aquellos que sólo lo reconocen como hombre. Los fariseos, entendidos en religión, le piden toda clase de explicaciones sobre Jesús. El les habla de su experiencia: «sólo sé una cosa: que era ciego y ahora veo». Le preguntan qué piensa de Jesús y él les dice lo que siente: «que es un profeta». Lo que ha recibido de Él es tan bueno que ese hombre tiene que venir de Dios. Así vive mucha gente sencilla su fe en Jesús. No saben teología, pero sienten que ese hombre viene de Dios. Poco a poco, el mendigo se va quedando solo. Sus padres no lo defienden. Los dirigentes religiosos lo echan de la sinagoga. Pero Jesús no abandona a quien lo ama y lo busca. «Cuando oyó que lo habían expulsado, fue a buscarlo». Jesús tiene sus caminos para encontrarse con quienes lo buscan. Nadie se lo puede impedir. Cuando Jesús se encuentra con aquel hombre a quien nadie parece entender, sólo le hace una pregunta: «¿Crees en el Hijo del Hombre?»¿Crees en el Hombre Nuevo, el Hombre plenamente humano precisamente por ser expresión y encarnación del misterio insondable de Dios? El mendigo está dispuesto a creer, pero se encuentra más ciego que nunca: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dice: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es». Al ciego se le abren ahora los ojos del alma. Se postra ante Jesús y le dice: «Creo, Señor». Sólo escuchando a Jesús y dejándonos conducir interiormente por él, vamos caminando hacia una fe más plena y también más humilde. Es sabido que, en el cuarto evangelio, no se habla de “milagros” de Jesús, sino de “obras” y, sobre todo, de “señales” o “signos” (“semeia”, en griego), que vienen a revelar la persona y la misión del Maestro.
A lo largo de todo el relato evangélico se narran siete señales –siete es el número perfecto, el de la totalidad, derivado de la suma de tres (Divinidad) y cuatro (humanidad)-, dando a entender que Jesús es la Plenitud. Son las siguientes, narradas en un “crescendo” que es fácil de apreciar: · las bodas de Caná (capítulo 2): Jesús es presentado como el “esposo” del nuevo pueblo; · la curación del hijo del funcionario (capítulo 4): Jesús es salud; · la curación del paralítico (capítulo 5): Jesús liberador restablece la autonomía; · la multiplicación de los panes (capítulo 6): Jesús, pan de vida; · camina sobre las aguas (capítulo 6): Jesús, nuevo Yhwh, señor del mal; · la curación del ciego de nacimiento (capítulo 9): Jesús, luz del mundo; · la resurrección de Lázaro (capítulo 11): Jesús, resurrección y vida. Como todas ellas, la narración del ciego de nacimiento es una catequesis cristológica (su objetivo es revelar a Jesús), en esta ocasión, centrada en el bautismo. Hay alusiones claras en las que el autor nos hace ver que su interés no radica tanto en el hecho “histórico”, cuanto en la enseñanza que, como creyente, busca transmitir. Por un lado, se nos dice que “los judíos habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías”. Pero sabemos que ese acuerdo no tuvo lugar hasta el decreto del año 90, por el que se expulsaba de la sinagoga a los cristianos. La ruptura oficial entre el judaísmo y el cristianismo tuvo lugar entre el 85 y el 90, en el concilio de Jamnia, donde Gamaliel II hizo condenar a los seguidores de Cristo, insertando una maldición en las 18 oraciones que se recitaban en las sinagogas de la época: “Sean destruidos en un instante los nazarenos (cristianos) y los minim (herejes) y sean borrados del libro de la vida y no aparezca su nombre entre los justos”. Es decir, todo este relato hay que situarlo en la polémica que mantenían los seguidores de Jesús con los judíos, a finales del siglo I. Signos de la misma se aprecian también en los insultos que los fariseos dirigen al que había sido ciego, insultos que reproducen las acusaciones de los doctores de la ley contra los cristianos. Por otro lado, en la narración, las alusiones al bautismo son constantes. Para empezar, hay que saber que la iglesia primitiva llamaba al bautismo “photismós”, que significa “iluminación”. Lo cual encaja perfectamente con el contenido de esta “señal” del ciego, tal como ha proclamado el propio Jesús un poco antes: “Yo soy la luz del mundo” (8,12). El hecho de que el ciego sea ungido (con barro y saliva) –la “unción” es un elemento bautismal, por la que se participa del mismo Cristo, que significa precisamente “ungido”- y que se le ordene lavarse en la piscina de Siloé –cuyo significado el autor nos recuerda, como si nos quisiera hacer caer en la cuenta de que es “lavado” en el Enviado, es decir, en el propio Jesús- son datos que enmarcan todo el relato en un contexto de liturgia bautismal. Con todo ese trasfondo, no es difícil entender el simbolismo que la narración encierra: Jesús es “la luz del mundo”; el ciego representa a quienes desconocen su verdadera identidad y por eso viven en la ignorancia y la confusión; los fariseos, por su parte, son figura de quienes “no pueden ver”, porque se mantienen prisioneros de una creencia cerrada a la que se adhieren de un modo tan fanático que les impide ver las cosas como son. No sin ironía, el relato hace ver que son incapaces de aceptar la inexplicable curación del ciego, al que condenan y expulsan de la sinagoga, debido a sus prejuicios sobre Jesús y, sobre todo, al hecho de colocar la norma por encima de cualquier otra cosa, incluida la misma realidad: “Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. El fanatismo funciona así: no hay valor –ni siquiera la persona- por encima de la norma en la que se cree. Como ha escrito el periodista hebreo Amos Oz, “la semilla del fanatismo siempre brota al adoptar una actitud de superioridad moral que impide llegar a un acuerdo”. Frente a ese tipo de actitudes –conocidas también entre los cristianos-, la postura de Jesús es tajante: “los que creen ver, se quedan ciegos”. Quien está demasiado seguro de sus creencias, está en realidad ciego, porque la misma creencia hace de velo opaco que le impide ver la realidad con limpieza. Pero el relato es, sobre todo, una catequesis cristológica. ¿Cómo aparece Jesús en él? En primer lugar, Jesús es el que ve. Se ha dicho, con razón, que la espiritualidad cristiana es una “espiritualidad de ojos abiertos”. En realidad, eso vale para toda espiritualidad genuina, ya que no sería tal aquélla que adormeciera o aislara de la realidad, en particular de la realidad más dolorida y sufriente. Hay motivos para sospechar de aquella espiritualidad que no desemboque en la compasión, entendida ésta como la capacidad de vibrar con el otro que sufre, y que se traduce en una acción eficaz a su favor. Jesús aparece también como el que hace ver. Es el maestro que va curando la ceguera –ignorancia- y aportando luz, para que la persona, descubriendo su identidad, pueda decir –como el ciego sanado- “Yo soy”. Al despertar, caemos en la cuenta de que no somos el “yo particular” creado por nuestra mente, sino el “Yo soy” universal, en una Identidad compartida con todos. Y es también el que se hace presente en los momentos de dificultad. Cuando el ciego ha sido expulsado de la sinagoga, Jesús se presenta. Y se presenta siempre que, acallando nuestra mente, venimos al momento presente, aceptando nuestra realidad, sin perdernos en historias mentales. Porque es entonces cuando emerge el “Yo soy”, en el que nos encontramos con él. Y todo se hace adoración. El ciego de nacimiento es el segundo de los tres grandes "signos" del evangelio de Juan recogidos en estos domingos de Cuaresma. El domingo pasado, el signo era el Agua. Hoy, la luz. No sólo la luz que brilla en el cielo, el sol, sino la luz que nace en el corazón, la que saca de las tinieblas. Analicemos con algún detenimiento el relato de Juan.
1. Nos encontramos ante el relato de un hecho sucedido, utilizado por el evangelista como catequesis. Jesús curó ciegos (Marcos 8 y 10, Lucas 11 y 18, Mateo 9, 12, 15, 20, 21). Este es uno de esos relatos (el único relato de curación de un ciego recogido por Juan). La curación se narra con brevedad y perfecto sentido dramático. Juan utiliza esta curación para mostrar la progresión de los hombres de buena voluntad hacia la luz, que es aceptar a Jesús, y la regresión de los "justos", que cada vez se hunden más en su propia ceguera, prefiriendo sus ideas sobre Dios a la Palabra misma. 2. Ante todo, aparece el milagro como signo. En conjunto, presenta a Jesús como profeta, avalado por los signos. Junto a esto, aparecen signos concretos: Jesús luz, y la curación por el agua. Son signos bautismales. Este relato se usaba en la iglesia primitiva en las preparaciones y escrutinios previos al bautismo, y el mismo bautismo se presentaba como iluminación, salida de las tinieblas para acceder a la luz de Cristo, que es la vida y la fecundidad. 3. El relato está ubicado en la dinámica habitual de Juan, de oposición de la "ortodoxia" farisaica a Jesús. Jesús es considerado pecador, porque está quebrantando el descanso sabático. Por tanto, no puede ser de Dios. Jesús no encaja con la idea de Dios y del Mesías que ellos tienen, por tanto, no puede ser de Dios. Este es uno de los relatos en que Jesús "provoca" a la legalidad. Ninguna urgencia exigía la curación inmediata. Se insscribe pues el relato en la perspectiva de la Pasión y de la Cruz, como cumbre de la ceguera de las tinieblas que rechazan la luz. 4. Todo ello nos muestra uno de los ejes básicos del Evangelio de Juan. Jesús no es rechazado solamente - ni principalmente - por "el mundo", es decir, por las maneras mundanas de vivir. Hay un rechazo más inquietante aún por parte de la gente religiosa, "los justos". Jesús es acogido con alborozo por "los pecadores", los que son conscientes de su insuficiencia, los que se saben pecadores, los que desean ser liberados por Dios de su condición de pecadores que es su carga, de la que no se pueden liberar. Jesús es mirado con sospecha y rechazado finalmente por los que se dicen justos, por los que cumplen la ley. Y es verdad, la cumplen. Pero están ciegos: no saben que no tienen mérito alguno, que eso es el regalo que han recibido de Dios para que ayuden a sus hermanos, y ellos sin embargo han convertido su "virtud" en motivo de arrogancia y de creerse algo ante Dios, sobre sus hermanos pecadores. Dios es luz Dios es Agua para sobrevivir en el desierto. Dios es Luz para poder caminar sin tropezar. Seguimos en el magnífico mundo de los símbolos, con los que la Biblia y los Evangelios nos hablan, tan maravillosamente, de Dios. El símbolo de la luz viene desde el principio, desde el libro del Génesis. La primera palabra de Dios que aparece en la Biblia es "Que haya luz". La presentación de Dios en la Biblia es: Dios es la luz y el orden. Con Dios se ve la realidad, sin Dios, todo es tinieblas y caos. El Éxodo sigue aprovechando el símbolo: Dios guía al pueblo, incluso en plena noche, como una columna de fuego. Y se sigue desarrollando en los Profetas, especialmente en Isaías: "El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una gran luz". "Levántate, Jerusalén, porque viene tu luz". Juan recoge esta línea desde el Prólogo de su evangelio. En la Palabra había vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en la tiniebla, ¡y la tiniebla no la recibió! La Palabra era la luz verdadera que alumbra a todo hombre. Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, ¡y el mundo no la conoció! Vino a los suyos ¡Y los suyos no le recibieron! Éste es el drama que constituye el argumento interno del evangelio de Juan. Jesús, Luz de Dios que resplandece en la tiniebla, y los hombres que se cierran a la luz, en inexplicable ceguera. Este tema supone una profundización mayor en el tema del pecado y Dios. Dios es luz, pero nos cerramos a la luz, y ésa es la esencia del pecado. No pocas veces entendemos a Dios como un añadido a la realidad, como si existieran las cosas, los sucesos, las ocupaciones normales de nuestra vida y... además, la religión, la fe, Dios. Es todo lo contrario: existe una Realidad, y nosotros estamos en ella a oscuras, intentando captarla solamente con nuestros sentidos y nuestra razón. Y con ellos vemos muy poco, caminamos a ciegas, tropezamos, equivocamos el camino. Dios es la luz para no vivir a ciegas. Con Dios comprendemos las cosas, la vida, el trabajo, la muerte... El pecado es cerrase a la luz Todo esto aclara más aún la noción de "pecado" en el evangelio: error por falta de luz. Hemos insistido demasiado en aspectos judiciales del pecado: de obediencia, culpa. Y demasiado poco en los aspectos objetivos, reales: desorientación, error, tropezón por falta de luz. Hemos insistido demasiado en la condición libre del ser humano: puedo elegir, y cuando elijo al margen de Dios, contra la ley de Dios, lo hago ejercitando mi libertad de manera culpable. El evangelio no nos considera libres, sino esclavos del pecado: y Dios no juzga a personas libres y responsables, sino que ayuda a esclavos ciegos, a que vean mejor y se liberen de sus cadenas. Evangelio significa buena noticia precisamente por esto: nos trae luz para vivir con acierto, nos informa de quién es Dios, nos libera de ese planteamiento judicial, enciende la luz acerca de Dios y acerca del ser humano. Es una formidable noticia: podemos ver, podemos caminar, y Dios es nuestra luz. Este segundo tema de la lectura del ciego de nacimiento es más estremecedor, más angustioso. Encerrados en la cueva del mundo, en el laberinto oscuro subterráneo de encontrar sentido a la vida, brilla la luz de Jesús, y todo se ilumina con alegría y esperanza... pero algunos cierran los ojos, se vuelven a la sombra, rechazan la luz... Y estos no son "los pecadores" sino "los justos". Es el argumento más dramático de los evangelios, cuando Juan habla de que "las tinieblas no le han recibido", "vino a los suyos y los suyos no le recibieron". ¿Por qué no le recibieron? Históricamente es bastante claro: Jesús no da cumplimiento a las expectativas mesiánicas, no promete la liberación política, no está interesado en que el Templo de Jerusalén sea el centro del mundo, no favorece los intereses de la clase sacerdotal... Política y económicamente hablando, Jesús no les conviene. Profundizando por esta línea, Jesús despoja a los jefes religiosos de todo poder. Los jefes deben servir; los pastores no tienen sentido más que para que viva bien el rebaño; no hay intermediarios sagrados entre Dios y el corazón del hombre. Es el concepto mismo de religión el que está en peligro. Los jefes de Israel vieron bien claro que Jesús era un peligro gravísimo. El templo pierde protagonismo, Jerusalén no será ciudad sagrada, los sacerdotes no manejarán los misterios... Es inevitable que rechacen a Jesús, es razonable que lo quiten de en medio. Profundizando un poco más en esta actitud, vemos que nace de que se han apoderado de la Palabra de Dios para su propia utilidad. Han puesto a Dios a su servicio: Dios sirve para que el pueblo de Israel sea más que otros pueblos, para que los sacerdotes sean más que los fieles, para que los letrados gobiernen la fe del pueblo. Se han apoderado de Dios para su propio beneficio. Y cuando se enciende la luz de Dios aparecen desnudos y sucios... No hay más que dos salidas: o lavarse en el Agua nueva, aprovechar la luz para cambiar... o tapar la luz, intentar apagarla... o volver a intentar apoderarse de ella y encerrarla para volver a aprovecharse de ella. En las torpes palabras del ciego recién curado brilla una luz insoportable para los jefes, los sacerdotes y los letrados: no tienen más salida que expulsarlo de la sinagoga... y perseguir a Jesús. Es dramática la discusión de Jesús con ellos, reflejada en el final de este evangelio: dijo Jesús: «Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se queden ciegos.» Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: «¿También nosotros estamos ciegos?» Jesús les respondió: Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís que veis, vuestro pecado persiste.» La sal de la tierra, la luz del mundo… sois vosotros: que vean vuestras obras y reconozcan al Padre. Precioso resumen del sentido de nuestra vida: hacer que resplandezca el reino, que sea evidente y atractivo. En estos días se cumplen treinta y un años del asesinato de Monseñor Romero. Ni el asesinato de Romero ni el de Ellacuría y sus compañeros/as ni el de tantos otros han sido reconocidos oficialmente como martirio. Pero no hace falta: el sentir del pueblo de Dios los ha canonizado, lo hizo ya mientras vivían y lo sigue haciendo. No hace falta que nos digan desde arriba qué es luz y qué son tinieblas. Tenemos ojos, gracias a Dios. SALMO 27 El salmista formula la fe en Dios Camino y Palabra, y manifiesta con los símbolos propios de su época los peligros de la vida, su confianza en Dios y su añoranza por Él. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el refugio de mi vida, ¿por quién he de temblar? Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no teme; aunque estalle una guerra contra mí, estoy seguro en ella. Una cosa he pedido al Señor, una cosa estoy buscando: morar en la Casa de el Señor, todos los días de mi vida, Que él me dará cobijo en su cabaña en día de desdicha; me esconderá en lo oculto de su tienda, sobre una roca me levantará. No me abandones, no me dejes, Dios de mi salvación. Aunque mi padre y mi madre me abandonaran, el Señor siempre me acoge. Enséñame, Señor, tu camino, guíame por senda llana. Espera en el Señor, ten valor y firme corazón, espera en el Señor. |
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