Escucho y veo en una cadena de televisión, que transmite una eucaristía, y en la predicación nos invita el cura a “hacer una movida celestial”. Va a consistir en que las personas de todo el país envíen estampas con las imágenes de vírgenes y santos. Y a la vez que les hagan rezos y novenas, para que haya una movida enorme en el cielo y consigan echarnos una mano y superar el coronavirus.
La verdad que admiro al predicador, su ánimo y su imaginación. Pero igual, una vez que va pasando tan lentamente los días y van muriendo tantas personas, habrá quien le diga al cura que Dios, los santos y María no nos han hecho caso aunque sí que han llegado cientos de estampas. Si entendemos la oración como encuentro personal con Dios amoroso, bueno, será por supuesto, dialogar con Jesús en nosotros mismos con esta realidad. Pero no para pedirle la curación, sino para compartir con Él, para escucharle lo que nos comunica, para oír su petición de ayuda en los que sufren, para sentirnos queridos por Él y conectados a su Vida. Puede parecer que nuestra oración no sirve porque no conseguimos el éxito. Pero eso que pedimos le corresponde a la naturaleza. Porque el éxito puede ser, no la desaparición del virus, sino nuestra actitud de ayuda, buscar con los científicos la vacuna, apoyar y luchar por una sanidad buena, apoyar a las personas de los países más pobres, ayudar a quienes están solos, descubrir que, aunque tengamos que vivir la enfermedad e incluso la muerte, no por eso nos vamos a sentirnos abandonados de Dios, sino todo lo contrario. Si me lo permitís, yo sí que creo que ha habido y hay una gran movida humana de tantas personas luchando por el bien común. Y además, de ahí nos puede venir las grandes lecciones y compromisos hacia una sociedad nueva. Y lo que ocurre en la tierra, es movida celestial, pues ahí está el Padre. Pedimos superar la enfermedad, pero no porque la echemos, sino porque la vivamos como elemento de maduración, de crecimiento, de experiencia de Dios. En el Padre Nuestro no pedimos que nos quite la tentación, la dificultad, el problema, el dolor, sino que nos ayude a no caer en su pesimismo, en su derrota, en su tristeza. Jesús- como dice el papa Francisco- presenta al Padre sus llagas gloriosas Y nosotros, con Jesús. Vivimos la experiencia de que nuestras llagas, nuestros dolores, nuestros problemas, nuestras debilidades también son gloriosos. Lo vivimos en paz y alegría porque al ver y contemplar estas actitudes de amor, ayuda, serenidad, entrega, entonces sí que hay una gran movida en el cielo. Aun sin estampas, porque cada santo pone su actitud, su alegría, su testimonio. Y sobre todo, porque no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables y El abe lo que nos conviene. La gran movida, no de estampas y rezos de novenas, sino la de esa gran confianza descubriendo y experimentando la presencia y la acción de Dios en nosotros.
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Si comprendemos, que el Espíritu No es un ente externo y ajeno que tiene que venir de algún lado donde permanece cuando no está aquí, obviamente comprendemos que el Espíritu está en nosotros. De ahí la expresión: Pentecostés eres tú y también tu Comunidad.
La Ruah es la Vida de Dios encarnada en nuestras vidas. Es la fuerza, sabiduría, consejo… en definitiva el Amor, presente en cada uno de nuestros gestos y decisiones en la vida y tarea del Reino: proyecto de Dios que Jesús plasma y nosotros estamos hoy disfrutando de la invitación y de la responsabilidad a ser e implementar el Reino hoy. La persona consciente de su riqueza interior para cambiar el mundo, desde nuestro ser Cristiano, lo vive en comunidad. El concepto de “comunidad” desde la clave cristiana tiene como símbolo-metáfora-modelo: la Eucaristía, no en el sentido litúrgico en sí, sino en el sentido experiencial que no siempre incluirá el ritual. La comunidad de Jesús se forma con El y alrededor de Él. Es decir, cada encuentro entre personas que se comparten y reparten dándose más allá de a los que queremos y debemos -este gesto de “partirte y repartirte” desde tus dones y luz recibidas- es Eucaristía. El ritual celebra y reúne, pero es en la vida diaria donde el Espíritu consagra nuestra vida-pan y si le dejamos nos conduce a personas y lugares para que los bendigamos con nuestra presencia, sencillez, perdón y así los transformemos, como el pan se transforma en cuerpo de Cristo, por la acción del Espíritu. La mayoría de los encuentros de la comunidad primitiva con el Resucitado se desarrollan con la Eucaristía de fondo: alrededor de la palabra Paz: Shalom como Palabra que lo engloba todo, y alrededor de comida en comunidad: peces asados para desayunar, pan partido en la posada… El Espíritu de Jesús Resucitado, que celebramos hoy nos indica algo fundamental: es en comunidad donde se experimenta la Vida de Dios, porque la Vida viene por el amor-pan, compartido y repartido. Para ello la catequesis de los dones y carismas, como modo de desmenuzar los ingredientes de este pan que juntos compartimos. Pan hecho con todas las harinas y semillas…todas con sus dones y propiedades: todas de la Casa de Común, la casa de Abba, la casa de la comunidad. Llamados y llamadas a ser sacerdotes, profetas y pastores, hoy se nos indica que la fuerza viene de dentro de cada uno y se experimenta en el seno de la comunidad. Nuestras manos consagran-transforman porque Pentecostés somos tú y yo, empoderadas por la Ruah recibida en nuestro Bautismo y reforzadas hoy en comunidad para consagrar la vida, toda la vida , todo lo vivo, desde tu comida en familia al trabajo en el Hospital, a la acogida al pobre de pan y de ánimo en estos tiempos recios. Os agradecemos infinitamente a tod@s los que nos dejáis compartir y bendecir y consagrar desde el rincón de esta web. Agradecemos especialmente a los blogs de Fe Adulta, Eclesalia, Eukleria, entre otros, que “multiplican el pan” desde sus espacios generosamente ofrecidos. Os agradecemos a todos los que nos consideráis un poquito parte de vuestras vidas y comunidad. Y agradecemos a la comunidad sfcc, especialmente la Región España por todo lo que “huelen al perfume de Pentecostés”. Y, herman@s esta es la riqueza que si somos pobres de Jesús, recibiremos, de hecho recibimos en abundancia. Uff!!! Gracias y Shalom El próximo domingo 31 de mayo, las diversas iglesias cristianas celebran la fiesta llamada de Pentecostés, que conmemora la conciencia de las primeras comunidades cristianas, sobre el Espíritu de Dios que las visitó. Espíritu y aliento de vida que nos habita y nos mueve desde el primer instante que existimos, y que los y las creyentes reconocemos como la presencia del Misterio Divino que nos trasciende. Es siempre necesario celebrar esa vida, ese aliento en el mundo y en nosotros y nosotras.
La palabra Espíritu nos viene del hebreo: RUAH, término femenino que significa hálito, motor de vida. El primer libro bíblico nos dice que El Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas. Ese mismo espíritu que nos habita, nos da vida y nos conduce por ella. Miriam Therese Winter en su reflexión nos dice: El Espíritu está en el corazón de todo lo que es, ha sido y será y de alguna manera es uno con nuestro propio ser y devenir. [Citado por Diarmuid O`Murchu: EN EL PRINCIPIO ERA EL ESPÍRITU] En los últimos tiempos esta fiesta se ha celebrado como la fiesta de los inicios de la iglesia, sin embargo yo creo que se trata de una conmemoración que hay que situar mucho más allá de esta realidad. La fuerza del Espíritu, es una fuerza humana-universal que atraviesa las barreras y rompe las fronteras. El capítulo 2 del libro de los Hechos, en el segundo testamento, representa muy bien esta realidad: "Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua. Estupefactos y admirados decían: ¿Es que no son galileos todos estos que están hablando? Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, la parte de Libia fronteriza con Cirene, forasteros romanos, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos les oímos hablar en nuestra lengua las maravillas de Dios.» Todos estaban estupefactos y perplejos y se decían unos a otros: «¿Qué significa esto?»" [Hechos 2, 5-12] Tenemos una enumeración de los pueblos y naciones en ese momento conocidos, todos están allí presentes. El Espíritu les llega a todos, a cada uno en su propia lengua, en su propia realidad y cultura. Como otras veces, no se trata de un hecho histórico, se trata de una representación literaria que nos permite ver la universalidad del Espíritu como hálito de vida que nos cobija a todos y todas. Es esa entonces, la fiesta que se celebra el próximo domingo: La fiesta de la fraternidad y sororidad universal en la que la energía más íntima que nos constituye y nos mueve, nos hermana por encima de múltiples barreras. En este sentido, Pentecostés adquiere un significado especial en medio de esta pandemia del Coronavirus. Porque aunque la pandemia definitivamente no nos hermana: algunos tenemos condiciones para sobrevivir sus consecuencias y otros no; algunos padecemos el encerramiento pero otros padecen el hambre, la falta de vivienda, alimento o salud… La actuación y la presencia de Espíritu Divino sí nos llaman a la vivencia universal. Al camino del hermanamiento y la solidaridad. Que ese “mundo geográfico” del que nos hablan Los Hechos, se convierta para nosotras y nosotros en un llamado a vivir en encuentro por encima de tantas barreras como hemos construido los hombres en nuestro recorrido histórico. Que esa energía de vida que nos mueves a todos, nos empuje hacia el otro, en estos momentos de distanciamiento social. Que reconozcamos en cada rostro el hálito de Dios que celebramos en Pentecostés y que por tanto lo reverenciemos. Pero también es importante que esta fiesta nos ayude a vivenciar el aliento de Dios sobre la superficie de las aguas. Como nos dice Jürgen Ann: Mediante las energías y potencialidades del Espíritu, el Creador mismo está presente en su creación. [En: O`Murchu, texto citado.] Tenemos que reconocer y respetar la vida en todas sus formas. Es importante que nuestra conciencia se desarrolle y sepamos que también la tierra y la naturaleza son portadoras del espíritu de Dios y por ello debemos reverenciarlas. Pentecostés nos llama entonces a la universalidad, a trascender naciones, razas, pueblos: El Espíritues un destino común para todas y todos. Termino con una invocación de Anselmo de Canterbury: Dios mío, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte. Tampoco hoy celebramos una fiesta dedicada a Dios; celebramos que Dios es una fiesta todos los días, que es algo muy distinto. La fiesta es siempre alegría, relación, vida, amor. El creyente es aquel que se ha sentido invitado a esa fiesta y forma parte inextricable de la misma fiesta. La Trinidad, tiene que liberarnos del Dios Ser poderoso y empaparnos del Dios Ágape que nos identifica con Él. El Dios todopoderoso es lo contrario del Dios trino. Dios es amor y solo amor. Solo en la medida que amemos, podremos conocer a Dios.
Se nos dice que es el dogma más importante de nuestra fe católica, y sin embargo, la inmensa mayoría de los cristianos no pueden comprender lo que la teología quiere decir. La gran enseñanza de la Trinidad es que solo vivimos, si convivimos. Nuestra vida debía ser un espejo que en todo momento reflejara el misterio de la Trinidad. Pero para llegar al Dios de Jesús, tenemos que superar el ídolo al que nos aferramos, el falso dios en quien todos hemos creído y en gran medida, seguimos creyendo los cristianos. Debemos estar muy alerta, porque tanto en el AT como en el nuevo podemos encontrar retazos de este falso dios. Jesús experimentó al verdadero Dios, pero fracasó a la hora de hacer ver a sus discípulos su vivencia. En los evangelios encontramos chispazos de esa luz, pero los seguidores de Jesús no pudieron aguantar el profundo cambio que suponía sobre el Dios del AT. Muy pronto se olvidaron esos chispazos y el cristianismo se encontró más a gusto con el Dios del AT que le daba las seguridades que anhelaba. La Trinidad no es una verdad para creer sino la base de nuestra vivencia cristiana. Una profunda experiencia del mensaje cristiano será siempre una aproximación al misterio Trinitario. Solo después de haber abandonado siglos de vivencia, se hizo necesaria la reflexión teológica sobre el misterio. Los dogmas llegaron como medio de evitar lo que algunos consideraron errores en las formulaciones racionales, pero lo verdaderamente importante fue siempre vivir esa presencia de Dios en el interior de cada cristiano. Solo viviendo la realidad de Dios en nosotros se podrá manifestar luego en el servicio al otro. Lo más urgente en este momento para el cristianismo, no es explicar mejor el dogma de la Trinidad, y menos aún, una nueva doctrina sobre Dios Trino. Tal vez nunca ha estado el mundo cristiano mejor preparado para intentar una nueva manera de entender el Dios de Jesús o mejor, una nueva espiritualidad que ponga en el centro al Espíritu-Dios, que impregna el cosmos, irrumpe como Vida, aflora decididamente en la conciencia de cada persona y se vive en comunidad. Sería, en definitiva, la búsqueda de un encuentro vivo con Dios. No se trata de explicar la esencia de la luz, sino de abrir los ojos para ver. No debemos pensar en tres entidades haciendo y deshaciendo, separada cada una de las otras dos. Nadie se podrá encontrar con el Hijo o con el Padre o con el Espíritu Santo. Nuestra relación será siempre con el UNO que nos une. Es urgente tomar conciencia de que cuando hablamos de cualquiera de las tres personas relacionándose con nosotros, estamos hablando de Dios. En teología, se llama “apropiación” (¿indebida?) esta manera impropia de asignar acciones distintas a las tres personas de la Trinidad. Ni el Padre solo ha creado la realidad, ni el Hijo separado ha venido a salvarnos, ni el Espíritu Santo actúa en cada uno por su cuenta. Todo es “obra” del Dios sin hacer nada. Nada de lo que pensamos o decimos sobre Dios es adecuado. Cualquier definición o cualquier calificativo que atribuyamos a Dios son incorrectos. Lo que creemos saber racionalmente de Dios es un estorbo para vivir su presencia vivificadora en nosotros. Mucho más si creemos que solo nuestro dios es el verdadero. Incluso los ateos pueden estar más cerca del verdadero Dios que los muy creyentes. Ellos por lo menos rechazan la creencia en el ídolo que nosotros nos empeñamos en mantener a toda costa. Los creyentes no solemos ir más allá de unas ideas (ídolos) que hemos fabricado a nuestra medida. Callar sobre Dios, es siempre más exacto que hablar. Dicen los orientales: “Si tu palabra no es mejor que el silencio, cállate”. Las primeras líneas del “Tao” rezan: El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao; el nombre que se le puede dar, no es su verdadero nombre. Teniendo esto en cuenta, podemos hablar de Dios sin ninguna limitación pero con la conciencia que toda palabra es inadecuada. De la misma manera, siempre que aplicamos a Dios contenidos verbales, aunque sean los de “ama”, “perdonó”, “salvará”, estamos radicalmente equivocados, porque en Dios los verbos no pueden conjugarse. Dios no tiene tiempos ni modos. Dios no tiene “acciones”. Dios, todo lo que hace, lo es. Si ama, es amor. Pero al decir que es amor, nos equivocamos también, porque le aplicamos el concepto de amor humano, que no se puede aplicar Dios. En Dios, el AMOR es algo completamente distinto. Es un amor que no podemos comprender, aunque sí experimentar. Este experimentar que Dios es amor sería lo esencial de nuestro acercamiento a Él. Los primeros cristianos emplearon siete palabras diferentes para hablar del amor. Al amor que es Dios lo llamaron ágape. No se trata de una relación entre sujeto y objeto sino en la identificación de ambos. En nosotros hay un sujeto que ama, un objeto amado y el amor. Ese amor no se puede aplicar a Dios porque no hay nada fuera de Él y distinto a Él. En Dios el amor es su esencia, no una cualidad como en nosotros; no puede no amar, porque dejaría de ser. Vivir la experiencia de Dios Trino sería convivir. Sería experimentarlo: 1) Como Dios, ser absoluto. 2) Como Dios a nuestro lado presente en el otro. 3) Como Dios en el interior de nosotros mismos, fundamento de nuestro ser. En cada uno de nosotros se tiene que estar reflejando siempre la Trinidad. Empezar por descubrir a Dios en nosotros, identificado con nuestro propio ser. Descubrimos a Dios con nosotros en los demás. Descubrimos también a Dios que nos trasciende y en esa trascendencia completamos la imagen de Dios. Hoy no tiene ningún sentido la disyuntiva entre creer en Dios o no creer. Todos tenemos nuestro Dios o dioses. Hoy la disyuntiva es creer en el Dios de Jesús o creer en un ídolo. La mayoría de los cristianos no vamos más allá del ídolo que nos hemos fabricado a través de los siglos. Lo que rechazan los ateos, es nuestra idea de Dios que no supera un teísmo interesado y miope. Después de darle muchas vueltas a tema, he llegado a la conclusión de que es más perjudicial para el ser humano el teísmo que el ateismo. La verdad es que no hemos hecho mucho caso al Dios revelado por Jesús. Su Dios es amor y solo amor. Aunque, condicionado por la idea de Dios del AT, dio un salto en el vacío y nos llevó al Abbá insondable. La mejor noticia que podía recibir un ser humano es que Dios no puede apartarle de su amor. Esta es la verdadera salvación que tenemos que apropiarnos. Es también el fundamento de nuestra confianza en Dios. Confianza absoluta y total porque, aunque quisiera, no puede fallarnos. En esa confianza consiste la fe. Meditación El Dios amor no responde a nuestra idea del amor. Dios es: El que ama, el amado y el amor. Los tres a la vez. La creación no es más que la manifestación de ese Dios. En toda criatura queda reflejada su manera de ser. Descubrirlo sería la meta de toda nuestra vida. Tu dios es un ídolo Si es un ser frente a los demás seres Si ha hecho las cosas y sigue manipulándolas Si te premia si le obedeces y te castiga si no lo haces Si te vigila desde el cielo para controlarte Si te ama como amamos los humanos Si te exige adoración y pleitesía Si espera sacrificios de ti Si está dispuesto a hacer lo que tú quieres Si se siente ofendido Si te educa con palo y zanahoria Si le encuentras en un lugar y no en otro Si tiene privilegios con alguno Si te salva desde fuera y para el más allá Si te pide paciencia antes de darte Si le buscas fuera de ti y del mundo Si necesita mediaciones Si es un dios que necesita que le adores Si es el dios de los buenos Si me hace caso solo cuando soy bueno El dios creado por nosotros es siempre un ídolo El año litúrgico comienza con el Adviento y la Navidad, celebrando cómo Dios Padre envía a su Hijo al mundo. En los domingos siguientes recordamos la actividad y el mensaje de Jesús. Cuando sube al cielo nos envía su Espíritu, que es lo que celebramos el domingo pasado. Ya tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Estamos preparados para celebrar a los tres en una sola fiesta, la de la Trinidad.
Esta fiesta surge bastante tarde, en 1334, y fue el Papa Juan XII quien la instituyó. Quizá se pretendía (como ocurrió con la del Corpus) contrarrestar a grupos heréticos que negaban la divinidad de Jesús o la del Espíritu Santo. Así se explica que el lenguaje usado en el Prefacio sea más propio de una clase de teología que de una celebración litúrgica. En cambio, las lecturas son breves y fáciles de entender, centrándose en el amor de Dios. La única definición bíblica de Dios (Éxodo 34,4b-6.8-9) La primera lectura, tomada del libro del Éxodo, ofrece la única definición (mejor, autodefinición) de Dios en el Antiguo Testamento y rebate la idea de que el Dios del Antiguo Testamento es un Dios terrible, amenazador, a diferencia del Dios del Nuevo Testamento propuesto por Jesús, que sería un Dios de amor y bondad. La liturgia ha mutilado el texto, pero conviene conocerlo entero. Moisés se encuentra en la cumbre del monte Sinaí. Poco antes, le ha pedido a Dios ver su gloria, a lo que el Señor responde: «Yo haré pasar ante ti toda mi riqueza, y pronunciaré ante ti el nombre de Yahvé» (Ex 33,19). Para un israelita, el nombre y la persona se identifican. Por eso, «pronunciar el nombre de Yahvé» equivale a darse a conocer por completo. Es lo que ocurre poco más tarde, cuando el Señor pasa ante Moisés proclamando: «Yahvé, Yahvé, el Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados, aunque no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos, nietos y bisnietos» (Ex 34,6-7). Así es como Dios se autodefine. Con cinco adjetivos que subrayan su compasión, clemencia, paciencia, misericordia, fidelidad. Nada de esto tiene que ver con el Dios del terror y del castigo. Y lo que sigue tira por tierra ese falso concepto de justicia divina que «premia a los buenos y castiga a los malos», como si en la balanza divina castigo y perdón estuviesen perfectamente equilibrados. Es cierto que Dios no tolera el mal. Pero su capacidad de perdonar es infinitamente superior a la de castigar. Así lo expresa la imagen de las generaciones. Mientras la misericordia se extiende a mil, el castigo sólo abarca a cuatro (padres, hijos, nietos, bisnietos). No hay que interpretar esto en sentido literal, como si Dios castigase arbitrariamente a los hijos por el pecado de los padres. Lo que subraya el texto es el contraste entre mil y cuatro, entre la inmensa capacidad de amar y la escasa capacidad de castigar. Esta idea la recogen otros pasajes del AT: «Tú, Señor, Dios compasivo y piadoso, paciente, misericordioso y fiel» (Salmo 86,15). «El Señor es compasivo y clemente, paciente y misericordioso; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas; como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos; como un padres siente cariño por sus hijos, siente el Señor cariño por sus fieles» (Salmo 103, 8-14). «El Señor es clemente y compasivo, paciente y misericordioso; El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas» (Salmo 145,8-9). «Sé que eres un dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso, que se arrepiente de las amenazas» (Jonás 4,2). Como consecuencia de lo anterior, Dios se convierte para Moisés en modelo de amor al pueblo: las etapas del desierto han sido momentos de incomprensión mutua, de críticas acervas, de relación a punto de romperse. Ahora, las palabras de Dios mueven a Moisés a interesarse por el pueblo y a demostrarle el mismo amor que Dios le tiene. El amor de Dios al mundo (Juan 3,16-18) Este breve fragmento, tomado del extenso diálogo entre Nicodemo y Jesús, insiste en el tema del amor de Dios llevándolo a sus últimas consecuencias. No se trata solo de que Dios perdone o sea comprensivo con nuestras debilidades y fallos. Su amor es tan grande que nos entrega a su propio hijo para que nos salvemos y obtengamos la vida eterna. «De tal manera amó Dios al mundo…». La palabra «mundo» puede significar en Juan el conjunto de todo lo malo que se opone a Dios. Pero en este caso se refiere a las personas que lo habitan, a las que Dios ama de una forma casi imposible de imaginar. Dios no pretende condenar, como muchas veces se predica y se piensa, sino salvar, dar la vida. Una vida que consiste, desde ahora, en conocer a Dios como Padre y a su enviado, Jesucristo, y que se prolongará, después de la muerte, en una vida eterna. En estos meses de pandemia, que nos han puesto en contacto frecuente con la muerte, las palabras de Jesús nos sirven de ánimo y consuelo. Nuestra respuesta: amor con amor se paga (2 Corintios 13,11-13) En la primera lectura, Dios se convertía en modelo para Moisés, animándolo al amor y al perdón. En la carta de Pablo a los corintios, Dios se convierte en modelo para los cristianos. La misma unión y acuerdo que existe entre el Padre, el Hijo y el Espíritu debe darse entre nosotros, teniendo un mismo sentir, viviendo en paz, animándonos mutuamente, corrigiéndonos en lo necesario, siempre alegres. Esta lectura ha sido elegida porque menciona juntos (cosa no demasiado frecuente) a Jesucristo, a Dios Padre y al Espíritu Santo. En esas palabras se inspira uno de los posibles saludos iniciales de la misa. El texto de hoy se encuentra al final del diálogo de Jesús con Nicodemo que leído en su totalidad presenta una de las claves fundamentales que permite entender en toda su hondura el texto que hoy comentamos. Esta clave se podría formular diciendo que creer en Dios, en el Dios que anunció Jesús y desde el que se vivió en todo su ser, no es una cuestión de esfuerzo ni de grandes reflexiones, es abrirse a un encuentro transformador que redimensiona toda la vida.
Tanto amó Dios al mundo... Nos resulta a veces difícil de entender que en Dios solo hay amor y que, por tanto, solo quiere amarnos, acompañarnos, apoyar nuestra felicidad. En estos meses de pandemia desde multitud de foros nos han invitado a rezar, pero pocas veces nos han invitado a sentirnos abrazados por el amor incondicional de Dios para afrontar estos momentos inciertos. Pocas veces nos han ayudado a mirar a Jesús y contemplarlo afrontando el mal con fe y esperanza, sin culpar a nadie, y menos a Dios, del dolor humano. Jesús entregó su vida para que nadie quedase fuera del abrazo de su Padre-Madre. Jesús afrontó el fracaso de la cruz, no porque Dios buscase un “chivo expiatorio” para recuperar la confianza en la humanidad y empezar de nuevo, sino que se dejó vencer en la cruz porque la violencia cierra las puertas al amor, a la bondad, a la confianza y solo de esa manera Dios podía seguir ofreciendo la Vida a todas/os y cada una/o de las/os que habitamos este mundo. Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo... Tenemos la tentación de pensar que Dios juzga con nuestros propios criterios, que cada uno recibe lo que siembra, que quien obra mal finalmente será castigado…Pero Dios no es así, y Jesús lo dejó muy claro con sus palabras, pero también con su praxis. Él no juzgó a las personas, sino sus actos. Él no condenó a sus enemigos, sino que los acogió con entrañas maternas, se sentó con ellos a la mesa, los miró a los ojos, los buscó para liberarlos del mal. A Jesús lo juzgaron por eso, por no juzgar, por no separar a los buenos de los malos, por no castigar, por no justificar el lanzamiento de la piedra condenatoria. Como a sus contemporáneos, nos cuesta entender que el amor verdadero lleva siempre de la mano el perdón y que Dios nunca va a satisfacer nuestros deseos de venganza, de reparación sino es perdonándonos a nosotras/os y a nuestros enemigos/as. El que cree en él no será juzgado…El evangelio de Juan es sin duda un texto complejo y no siempre fácil de entender en toda su hondura por su lenguaje y por muchas de sus construcciones teológicas, sin embargo, es clara la llamada que continuamente hace a sus lectores/as a tomar postura ante la persona y el mensaje de Jesús. Es una llamada que no se puede dejar para mañana, sino que hay que responder aquí y ahora. Por eso, creer para este evangelio no es asentir a una serie de verdades sagradas, sino decidirse por Jesús y acoger su salvación. Jesús no obligó a nadie a convertirse a ningún credo, ni condicionó su acción sanadora y salvadora a ritos u ofrendas. Él invitó sencillamente a confiar, a escuchar y a hacer camino junto a él. De hecho, Nicodemo se admira de las enseñanzas y signos que hace Jesús y por eso sabe que Dios está con él (Jn 3, 2), pero Jesús lo invita a algo más, lo invita a nacer de nuevo, lo invita a creer (Jn 3, 3). Por eso desde ahí se entiende que quien cree no será juzgado (Jn 3, 18). Creer del modo que nos propone este evangelio en coherencia con lo recibido del Maestro, solo es posible si reconfiguramos nuestras creencias, nuestras falsas ideas sobre Dios y sobre los seres humanos y nuestra conducta a la luz de la propuesta de Jesús. Solo así es posible acoger la salvación y entender a Jesús. Y para eso hay que nacer de nuevo, volverse a sorprender con la vida, abrirse a recibir el dinamismo de la santa Ruah. El texto de hoy nos ofrece una nueva oportunidad para hacernos la pregunta de cómo creo, cómo experimento la salvación que el Dios amor anunciado, vivido y entregado por Jesús me ofrece. No hay juicio pero sí, la urgencia de una toma de postura, de una decisión que libere nuestros miedos, nuestras falsas seguridades, nuestro egoísmo y sane la angustia y el dolor que muchas veces nos aflige. En este momento en que necesitamos afrontar el golpe con el que la pandemia nos ha herido a cada una/o y a toda la humanidad en su conjunto, creer que Dios es más grande que cualquier mal, experimentar que no estamos solos/as en la incertidumbre, sentir que es posible sentirnos salvados/as y así ser oferta de salvación para otros/as podría hacernos decir como Nicodemo: ¿Cómo puede ser esto? (Jn 3, 9). Puede ser si hacemos con Jesús el camino, puede ser si con realismo nos abrimos a la esperanza, puede ser si dejamos que la santa Ruah habite nuestro corazón como brisa suave que conforta y alienta, puede ser si nos sentimos parte de la humanidad herida y nos decidimos a recuperar la salvación que Dios pone en nuestro corazón y la compartimos con otros/as en el cotidiano camino de nuestra historia. Y así, podrá ser que nuestro testimonio creyente forme parte del esfuerzo de tantos por hacer posible una nueva humanidad y una nueva historia. Todos hablamos de lo mismo, de la nueva normalidad, de salir de la pandemia con otro talante, otra vecindad, otra gobernanza. Hay quienes incluso, en el ámbito cristiano, y con una inmensa pasión por el Reino de Dios, proponen un reinicio o conversión del cristianismo y de la Iglesia desde los pobres y el Evangelio. (Cuadernos Cristianismo y Justicia, CyL nº 218, accesible de momento solo en la Web).
En el citado cuadernillo “¿Ser cristiano en Europa?”, a continuación de una muy acertada descripción de la situación religiosa y cristiana, se nos propone una “reiniciación” en el Misterio Pascual, en términos antiguos se la llama una “mistagonía” o iniciación religiosa. De forma muy detallada se retoman los puntos centrales de los “catecismos” del Vaticano II y de la Teología de la Liberación a la luz del magisterio del papa Francisco. Y más en concreto considera los Ejercicios Espirituales renovados como el instrumento apropiado para esta reconversión. Ejercicios que también han sido comparados con el actual confinamiento por su común capacidad para una meditación sobre el mal. Cito este cuadernillo por la claridad con que se expone el cambio en el cristianismo según la teología actual del nuevo “aggiornamento” y que en mi opinión ya no responde a las características de nuestras sociedades tal como las describe el mismo autor. En mi opinión, falta un cuarto “catecismo” como se llama allí a los nuevos modelos cristianos. El que se deriva de las recientes maneras de entender el conocimiento y la creencia, de interpretar el significado y la creación de la Biblia, del pluralismo y la desigualdad, del reto tecnológico, etc. El reinicio que se propone es un cambio en el viejo ordenador. Y lo que hace falta es cambiar ya el ordenador, su disco duro que da vueltas y vueltas sobre lo mismo, está lleno de virus y no procesa nuevas aplicaciones. No cabe aquí una exposición larga; se pueden consultar ya muchas fuentes donde se expone otro reinicio más sustancial. Véase este mismo blog y sus múltiples referencias y bibliografías, en especial los servicios Koinonía. Y sin traer el agua a mi molino hay también otros especialistas que, sin sospechas de rupturismo o insuficiencia académica, que proponen un nuevo Concilio para reiniciar radicalmente el cristianismo.[1] Me parece que la sociedad actual no quiere otra vez unos Ejercicios espirituales y mucho menos centrados en el Misterio Pascual. Por ningún lado encuentro que Jesús de Nazaret pasara haciendo el bien mediante la catequesis del Misterio de la Salvación sino más bien con toda sencillez haciendo y significando el amor enteramente desinteresado y la justicia desde los pobres. Lo que efectivamente le llevó a la Cruz. Una manera de ser muy crítica con la dominación y el judaísmo y que sedujo a algunos discípulos convertidos a esa ruptura y seguimiento. Y que no regresaron al judaísmo ni escribieron ningún evangelio pues éstos son más tardíos y están redactados en un estilo hiperbólico o exagerado y parabólico o metafórico. Pretenden engrandecer a Jesús y hacer converger su figura con la del Mesías anunciado en el Antiguo Testamento. Nosotros podemos hacer lo mismo que ellos, redactar la probable vida de Jesús desde esa situación social descrita en el artículo. Podemos y debemos recrear el mensaje evangélico desde nuestra mejor hermenéutica o interpretación, desde el mejor y más bello sentir. Es decir desde el mejor cine, la mejor literatura, ciencia y filosofía. Desde la poética más liberadora. Desde la mejor praxis y amor cívico y personal. De modo que nos entiendan hoy. Y quizás no tanto otra vez desde el Misterio Pascual. Sí, es ésta una interpretación nada sobrenatural y tan hondamente natural como la de tantos otros profetas, reformadores, gente admirable y el pueblo que no llama la atención sino por su grandeza en la miseria. Ha gustado mucho la versión histórica del Jesús de Pagola y su lectura se ha entendido sin añadidos sobrenaturales y dogmáticos. Es el llamado por los teólogos el Jesús de la historia al que le faltaría el Cristo de la Revelación y del Misterio Pascual, Jesús el Cristo, Jesucristo. Pero en mi caso prefiero hablar del Jesús de la fe, la única versión histórica que se nos ha transmitido, y que posteriormente fue hecho un Cristo o se ha reconstruido mil veces, un Cristo de la Historia, desde las vivencias y seguimientos de tantas personas en tantas épocas y por tantas teorías o teologías. Con el agravante de que estas teologías se han presentado adornadas de una pretendida cualidad racional y científico-explicativa de la realidad partiendo de una revelación simbólica. No son pues sino racionalizaciones de una alegoría o metáfora, el Misterio Pascual o de Salvación. No se puede interpretar la gran secuencia simbólica de la “Salvación” como una secuencia temporal de grandísimos milagros: la preexistencia o proexistencia del Logos de Dios, la Creación paradisíaca y bondadosa, el pecado infinito del ser humano, la Redención del Hijo de Dios encarnado para justificar la bondad del Padre Omnipotente y Creador que nos rescata por la sangre del Hijo encarnado y su Resurrección. Y etc. etc. Son contenidos míticos de la fe que aun cuando no son ya interpretados como dogmas, sin embargo se siguen proponiendo como hechos reales paralelos a la dinámica natural de la realidad. El año litúrgico conmemora este desdoblamiento antes que la maravilla real de la Gran Historia. No se puede seguir con el Misterio Pascual como fondo real y sobrenatural de la explicación de la realidad. Si alguien encuentra allí el simbolismo necesario y reconfortante para la trascendencia de su moralidad que se dé cuenta al menos que es una metáfora. Y generalmente tan valiosa como cualquier otra que surja de la más bella y buena co-razón (Ortiz Osés). El mayor regalo de Dios, esta co-razón, y mejor que la Revelación. A Jesús de Nazaret se le puede interpretar, nadie tiene la exclusiva, desde el Misterio Pascual, reelaboración de la Pascua judía, o, dada la dificultad histórico-crítica de saber quién fue y qué hizo, desde lo mejor del ser humano, que además tiene el acierto de ser universal. Buscando aquellos rasgos que desde la bondad y la belleza han animado también a todas los humanismos y religiones. Lo demás es literatura de un amor particular. El Jesús que salió del judaísmo y de la mentalidad teocrática y teocéntrica de esa época lo menos que podía sospechar es que se le reiniciara como fundador de una religión y de una iglesia. No es hora, a mi entender, de refundar una religión y una Iglesia concretas sino de un universalismo supra-ético de hondo calado e ilimitada llamada. Tanto que roza el gran enigma de la ex-celencia humana a la que no nos atrevemos a dar nombre pero la respiramos y bendecimos como si fuera Dios. Es esta una necesidad urgente para la convergencia en la justicia y la esperanza que necesita este mundo globalizado. Y que evangélicamente se llama Reino de Dios. Espeleología internacional de la esperanza y minería del corazón. Comunidades humanas de vida (A. Pieris) Reiniciemos el valioso mensaje del Evangelio pero superando ya con valentía esa pandemia o versión vírica y antigua que ya no es escuchada en estos tiempos nuestros. Con todos y con la urgencia de la falta de relatos creíbles para un mundo falto de ganas de cambio. La celebración de Pentecostés, 50 días después del domingo de Pascua, se considera desde antiguo como el comienzo de la Iglesia, cuando el Espíritu Santo empujó a los primeros apóstoles a salir a la calle y proclamar el Evangelio. El texto más relevante, leído en todas las iglesias cristianas, es el de Hechos 2,1-11.
En realidad, este pasaje tiene dos partes: a) vv. 1-4, que describe el descenso del Espíritu Santo a través de lenguas de fuego, sobre lo que se supone que es el grupo reconstituido de 12 apóstoles. Además, el arte cristiano temprano representa a una mujer en medio del grupo, ampliamente considerada como María, la madre de Jesús. b) vv. 5-11: estos versículos describen un grupo amorfo de diversos países, culturas e idiomas, ninguno de los cuales había sido todavía evangelizado (según la cronología de los Hechos), que escuchan a los predicadores, cada uno en su propio idioma, reconociendo el mensaje de declaración del Evangelio, por lo que dan gracias a Dios. Durante mucho tiempo me ha intrigado el hecho de que nunca he escuchado una homilía de Pentecostés centrada en los vv. 5-11. Y me pregunto por qué. En mi intento de responder esa pregunta por mí mismo, he descubierto que la teoría queer es enormemente útil. Así que, por favor, permítanme una digresión para presentar brevemente de qué trata la teoría queer. La teoría queer Asociada a menudo con los estudios LGBTQI, la Teoría Queer es una elaboración de la década de 1990, relacionada con la teoría crítica de la literatura, la historia y las ciencias sociales. (Varias páginas de la red darán más detalles). Su adopción de ideas sobre religión, teología y escritura es aún más reciente. El teólogo británico, Chris Greenough, ofrece una excelente descripción de las teologías queer (Queer Theologies: The Basics, Routledge 2020). Según Greenough, mirar los textos sagrados desde la perspectiva queer, significa querer ir más allá de la rigidez del dogma, y poner al descubierto esa dinámica de poder que puede tolerar sólo una comprensión de la verdad. Greenough describe cinco dimensiones de este proceso: lo queer se resiste a las ideas de categorización; lo queer desafía la idea del esencialismo; lo queer desafía lo "normal"; lo queer elimina el pensamiento binario y los prejuicios; lo queer denuncia y quiebra las relaciones de poder y las jerarquías (Greenough, 26). El libro de los Hechos hoy Considerado durante mucho tiempo como un resumen de lo que sucedió en la Iglesia primitiva, los estudiosos de las Escrituras ahora están planteando dudas sobre la fiabilidad histórica de este libro. Lucas, el autor, está interesado sobre todo por Pedro y Pablo, a quienes describe como dos héroes destacados. Así como Lucas, en su evangelio, lleva a Jesús a Jerusalén para su triunfo final (su muerte y resurrección), también Lucas lleva a Pedro y Pablo a Roma, para culminar su esfuerzo misionero. Y en ese itinerario, el Pablo de Lucas a veces es representado de una manera que parece muy diferente del propio relato de Pablo en sus cartas auténticas. Más que la historia de la fe, lo que interesa a Lucas es el aspecto heroico de la evangelización. Vayamos ahora al acontecimiento de Pentecostés, para el que Lucas trae de vuelta a los apóstoles originales, ahora reconstituidos como un grupo de Doce. El grupo tiene dos reuniones. En primer lugar, Hechos 1,12-14: los Once (menos Judas), junto con María, la madre de Jesús y "las mujeres". En segundo lugar, Hechos 2,1-4: el grupo reconstituido de Doce solamente. Parece que Lucas necesita que los apóstoles reconstituidos, vueltos, pongan una base apostólica sólida para sus dos héroes patriarcales: Pedro y Pablo. ¿Pero volvieron todos? Tengo serias dudas, a pesar de la profunda fe eclesial que tenían. El experto bíblico James Carroll, afirma que el relato de Lucas en Hechos puede compararse con una novela histórica con intención ideológica, a lo que otro biblista, Sean Freyne, agrega: "El análisis literario reciente de los escritos de Lucas tiende a considerar su narración de esos nuevos comienzos como un relato idealizado y simbólico, con poco o ningún contenido histórico". La teóloga Elizabeth Johnson afirma que Hechos no contiene una imagen representativa del liderazgo de la Iglesia en las primeras décadas; sólo cuenta una historia parcial. Además, recordemos que Lucas escribió Hechos después del 80 EC, momento en el cual los seguidores del Camino se habían separado de sus orígenes judíos, y ahora se esforzaban por establecer una identidad superior y diferente. El evento mismo Cada elemento de Hechos 2,1-4 está tomado de las Escrituras hebreas (Antiguo Testamento). Pentecostés se basa en el A.T: la fiesta del Grano Nuevo (la cosecha), asociada con Moisés que recibe la Ley en el monte Sinaí, 50 días después del éxodo de Egipto. Según la tradición, Dios habría dado la Ley en los 70 idiomas de la humanidad... Filón afirma que cuando fue dada la Ley, cayó fuego del cielo, y una voz que salía de las llamas se convirtió en un discurso articulado. Por otra parte, algunos comentaristas sugieren que el relato de Pentecostés puede entenderse como una antítesis del relato de la Torre de Babel. El hecho de que Lucas haya tomado prestados del A.T. los ingredientes principales y los esté usando aquí para su propio propósito, no debe alarmarnos; todos los escritores del Evangelio, y otros de aquel tiempo, hicieron lo mismo. Sin embargo, nos obliga a preguntar: ¿Lucas está describiendo algo que sucedió, o está creando él mismo la escena? Pero, en realidad, aunque Lucas invente él mismo lo que escribe, según los estándares del tiempo está dentro de los límites normales del periodismo profesional. Una vez más, debemos recordarnos a nosotros mismos: Lucas está haciendo esto para dar una base sólida a sus dos grandes héroes, Pedro y Pablo. Con ese propósito, quiere traer de vuelta a los (reconstituidos) Doce, y someterlos a una experiencia profunda y transformadora, para sacarlos de la desorientación e incredulidad que sufrieron debido a la trágica pérdida de Jesús, su líder. Y a partir de ese nuevo "inicio", pueden reanudarlo donde había quedado interrumpido, proclamando ahora con valentía a Jesús como Señor y Salvador. Para el teórico queer, todo parece demasiado ordenado como para ser verdad. El aposento del piso de arriba huele a clausura eclesiástica. Y parece que hay demasiado deseo de poder patriarcal y de dominio. Ya en los capítulos iniciales de Hechos vemos a Pedro realizando obras milagrosas semejantes a las atribuidas a Jesús... Una imagen que está ya muy lejos de aquel bipolar y reaccionario Pedro que vimos en los evangelios. En este momento, el teórico queer se impacienta y quiere pasar al material que el predicador tiende a omitir, a saber, Hechos 2,5-11. Este grupo tan diverso es realmente increíble. De una forma u otra, pueden escuchar todo lo que se dice y, al parecer, pueden comprender el significado, como el de las poderosas obras de Dios (v. 11). Pero según Hechos, ninguno de ellos ha sido bautizado ni evangelizado. Entonces ¿qué está pasando? Aquellos de nosotros que tenemos algún conocimiento y experiencia del método ignaciano de discernimiento espiritual podemos ver fácilmente los paralelos. Las personas de este grupo están dotadas de una escucha profunda, un discernimiento centrado en el corazón, y están asombrados y admirados por el divino mensaje de vida. Éstas son precisamente algunas de las características centrales del discernimiento ignaciano, que, según quienes han estudiado durante mucho tiempo ese método, no se pueden poseer a menos que una persona esté primero profundamente imbuida del Espíritu Santo de Dios. Ésta es la ruptura que el teórico queer estaba intentando provocar: ¡estas personas ya tenían la plenitud del Espíritu Santo! Por eso son tan brillantes en el arte del discernimiento. Entonces, ¿de dónde sacaron el Espíritu Santo? No es necesario ser teólogo/a o biblista para responder. Según el Libro del Génesis, el Espíritu Santo está trabajando plenamente en la Creación desde tiempos inmemoriales. En palabras del teólogo australiano Denis Edwards: "lo que necesitamos es una teología holística del Espíritu, una que comience no con Pentecostés, sino con el origen del Universo, hace 13 mil setecientos millones de años". En consecuencia, el Espíritu Santo también está trabajando plenamente en los corazones de todos los humanos, a menos, por supuesto, que bloqueemos u obstaculicemos esa gracia por algo como el miedo irracional, que los doce bien podrían estar experimentando. ¡Ahora ves mi decepción por no haber escuchado nunca una homilía sobre Hechos 2,5-11! De esto se trata. Este es el Espíritu que sopla donde quiere, renovando la faz de la tierra y despertando sueños poderosísimos incluso en los corazones de los no bautizados. ¡Qué mensaje tan asombroso! ¡No es de extrañar que el teórico queer se sienta tan disgustado de que hayamos ignorado o callado esto por tanto tiempo! ¿Dónde están las mujeres? ¡Pero el teórico queer ha notado algo aún más extraño! Según el teólogo, Christ Greenough (114), "los enfoques queer en los estudios bíblicos respiran aire fresco en textos saturados de patriarcado, misoginia y negatividad hacia las personas transexuales y homosexuales". En este caso es con la misoginia con lo que tenemos que lidiar. ¿Qué ha sucedido con las mujeres a las que se hace referencia en Hechos 1,14? ¿Por qué están excluidas de aquella clausura eclesiástica del segundo piso? ¿Por qué las hemos hecho invisibles? Seguramente, Lucas ha tenido que haber oído hablar de María Magdalena y sus co-discípulos, su destacado testimonio en la Muerte y Resurrección de Jesús, y su papel crucial en el desarrollo de la Iglesia en sus primeras décadas, ¿una buena visión de conjunto de lo que tenemos en Romanos 16? ¿Por qué quiere ignorar o suprimir esa información? Ésta es la respuesta de la teóloga Elizabeth Johnson: Deseando impresionar a sus lectores del Imperio Romano con la confiabilidad de este nuevo movimiento, Lucas constantemente presentaba varones en los papeles de liderazgo público y, para cumplir con los estándares del imperio, mantiene a las mujeres bajo control en posiciones inferiores, como de apoyo. Teniendo ojos principalmente para varones de élite, desplaza a las mujeres a un trasfondo insignificante, ignorando los roles de liderazgo que de hecho tenían. En consecuencia, Hechos no trasmite una imagen representativa realmente del liderazgo en la Iglesia de las primeras décadas. Sólo cuenta una parte de la historia. (Elizabeth Johnson, Truly our Sister, 300). Pentecostés es una fiesta queer Los teólogos queer, Colby Dickinson y Meghan Toomey, en 2017 escriben: "Una teología queer nos llama a ir más allá de lo que se conoce, a superar lo establecido y a dejar totalmente de controlar tales estructuras". En una línea similar, el teórico queer, David Halperin, en 1995, afirma: "Queer es, por definición, lo que está en desacuerdo con lo normal, con lo legítimo, con lo dominante. No hay nada en particular a lo que queer se refiera necesariamente. Es una identidad sin esencia". Ambas citas iluminan lo que he estado intentando en estas reflexiones, sintiendo un llamado a "ir más allá de lo que sabemos", "pasar de lo establecido", "no hay nada en particular a lo que necesariamente se refiera", "una identidad sin una esencia". Para algunos, eso sonará como una deconstrucción mordaz, y algunos preguntarán con razón: "¿qué vamos a dejar en pie?". Y esto es lo que me atrae hacia la sabiduría del queering. En el mismo proceso de deconstrucción, estamos también involucrados en la reconstrucción. Recuerda que, en física cuántica, el vacío es un vacío fértil, lleno de posibilidades. Los místicos lo sabían mucho antes que los físicos. Por lo tanto, no me estoy deshaciendo de Pentecostés (¡al menos, todavía no!). Me sorprende que el evento descrito en Hechos 2,1-4, en realidad nunca sucedió ("una identidad sin esencia: Halperin"). ¡Pero la experiencia de Hechos 2,5-11, nunca deja de suceder! Y en palabras de Halperin, ¡ésa es la esencia! ¡Esa es la esencia, ese increíble Espíritu potenciador cósmico que necesitamos celebrar el domingo de Pentecostés! ¡La homilía debe estar en Hechos 2,5-11, en el reconocimiento profundo del Espíritu, que sopla donde quiere, demoliendo cualquier clausura eclesiástica! En medio del coronavirus, necesitamos la sabiduría y la guía de ese Espíritu potenciador. A medida que enfrentamos la "nueva normalidad", más que cualquier otra cosa, sugiero que necesitemos una nueva teología del Espíritu Santo, ¡y quizás, cuanto más anormal sea, mejor! The Spirit and Covid-19 En todo el mundo, los gobiernos nos han estado advirtiendo que la resolución de esta pandemia está principalmente en nuestras manos. Los poderosos patriarcas del gobierno y de la ciencia creen que llegará una vacuna, pero mientras tanto, somos nosotros los que tenemos el poder de detener este virus, y podemos hacerlo por fidelidad a una variedad de comportamientos humanos modificados. Nosotros, la gente, el pueblo, estamos exactamente en el mismo lugar en el que estaban los partos, los medos y los elamitas el primer día de Pentecostés. Nuestros altos patriarcas pueden tener lenguas de fuego en su cónclave cerrado de la habitación superior, ¡pero es a nosotros, los del piso bajo, a quienes se nos ha confiado la sabiduría para detener este virus! ¡Ahora bien, a eso es a lo que podríamos llamar, superqueer! El poder está con la gente, pero también está ahí una enorme cantidad de dolor, vulnerabilidad, descoyuntamiento social, pérdida de empleos, inseguridad financiera, caos. Vale la pena recordar aquí la voz de otra teóloga queer (procesual también), Catherine Keller (de la Universidad de Drew, EEUU), y su profundo discernimiento de Génesis 1,2, cuando el Espíritu que saca poder creativo de la oscuridad de las profundidades (tohu vabohu): "La divinidad surge de esas profundidades rebeldes, sobre las cuales el lenguaje recupera el aliento... La teología necesita la deconstrucción del supremacismo sutil del espíritu occidental". Este no es el espíritu triunfalista de Hechos 2,1-4, sino lo que el teólogo Shelly Rambo (de la Universidad de Boston) llama el Espíritu Medio. Rambo, terapeuta de traumas convertido en teólogo (autor de Spirit and Trauma), se conecta con el Espíritu que permanece y siempre permanecerá, sin que importe cuánto tiempo duren las consecuencias del trauma. El Espíritu está trabajando en y a través del coronavirus, en medio de todo el dolor y el caos que produce. ¡Este es el Espíritu que persiste, no el que todo lo conquista! Partos, medos, elamitas y compañía tenían buenas razones para alegrarse, siempre fortalecidos por el Espíritu queer de Dios. Sin embargo, no tenían todo resuelto. Hechos 2,12 nos informa que estaban a la vez asombrados y perplejos. ¿Era el Espíritu Medio en lugar del Espíritu Triunfante quien los acompañaba en su camino? ¡Ellos también tuvieron su trauma y sus luchas queer, sin embargo, aguantaron y sobrevivieron! Entonces, por favor, en este domingo de Pentecostés de 2020, dejemos el aposento alto, dejemos a los patriarcas encerrados para controlar las lenguas de fuego. En cambio, ¡salgamos a las calles con los partos, los medos y los elamitas, y juntos aplaudamos una homilía diferente, para fundamentar nuestra esperanza y significado en estos tiempos llenos de Espíritu, ¡aunque tan inquietantes! ¿Cómo tener esperanza en este tiempo que nos toca vivir tan complejo, a causa de tanto sufrimiento que está ocasionando esta pandemia y este “parón” forzado, a todos los niveles? Y si el presente es complejo y ha causado tantas heridas y sufrimiento, el futuro se presenta todavía más alarmante; de hecho, ya se está dejando sentir el extremo de pobreza al que ciertas familias han llegado. Desde esta situación de preocupación ¿cómo estar abiertos a la esperanza? ¿Cómo levantarse cada mañana con ánimo de comenzar un nuevo día diferente, con un rayo de ilusión y de esperanza, con una actitud positiva?
Las noticias e informaciones que nos transmiten los profesionales de la salud, respecto a la evolución del Coronavirus, van mezcladas del optimismo respecto a la disminución de infectados y de fallecidos, al mismo tiempo que nos transmiten la preocupación por ese tiempo de “desescalada”. La insistencia en los cuidados y responsabilidad que cada ciudadano debe tener, por uno mismo y por todos, pues todos somos responsables de todos, y al cuidarnos personalmente también estamos cuidando a los demás. Es tiempo de remar, en este naufragio colectivo, todos unidos, con un mismo objetivo: vencer esta pandemia que tantas pérdidas humanas se ha cobrado, y tanto daño ha hecho y sigue haciendo. La sensibilidad que se está despertando en los ciudadanos de cuidarnos y de remar en una misma dirección, ese pensar en “nosotros” y no solamente en “yo”, no deja de ser un rayo de esperanza, un principio de superación de la humanidad; algo está cambiando en nuestro comportamiento y en nuestra sociedad; una puerta se abre a la esperanza de un posible cambio en la aldea global que es nuestro mundo. Tal vez, el coronavirus nos ayude a salir de una cultura injusta, individualista, egoísta, cerrada en sí misma, marcando tantas desigualdades entre pobres y ricos; y nos abra a una cultura más comunitaria, más generosa, más abierta y sensible a las necesidades de los más pobres de la sociedad. Desde esta visión, podemos decir que la esperanza se ve ya en el horizonte llena de promesas solidarias. El pueblo español está viviendo con gran responsabilidad este momento histórico que, en general, nos está marcando fuertemente. Esta experiencia única que estamos viviendo de confinamiento nos está cambiando por dentro; los testimonios son numerosos, tanto a nivel individual como colectivo. ¡Paradojas de la vida! El confinamiento nos está llevando a un cambio de mentalidad, de criterio, de actitudes y de deseos de vivir de valores esenciales; en definitiva, a un cambio de corazón. Este virus nos ha dado una oportunidad de aprender a estar consigo mismo y reflexionar. Y también a asumir la propia fragilidad y la fragilidad colectiva. Estamos viviendo la experiencia: en un abrir y cerrar de ojos todo lo externo puede cambiar. La Palabra de Dios puede iluminarnos esta situación que vivimos tanto a creyentes como no creyentes: “Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios”. Este texto del profeta Ezequiel (36,24-28), me ha parecido muy alentador y reconfortante para la situación que estamos viviendo mundialmente. Él puede ayudarnos en nuestra reflexión personal y colectiva. ¿La pandemia, será la ocasión de dejarnos purificar desde dentro, de volver nuestra mirada al Dios de la Historia, cada uno como él lo conciba, y dejarnos transformar por la acción del Espíritu en hombres y mujeres nuevos, para juntos crear un mundo diferente al que hemos formado, donde realmente reine la justicia, la igualdad, la paz y la fraternidad universal, y el cuidado por nuestra casa común, nuestra Madre, tierra? Un rayo de esperanza se abre al horizonte. Abramos los ojos para visualizarla, y preparemos el corazón para acogerla, porque la esperanza nos infunde la capacidad de superar las mayores dificultades de la vida. Este cambio que está provocando la pandemia, tanto a nivel personal como a nivel de instituciones, sean del orden que sean, está siendo ya un nuevo rayo de esperanza. Por duro que nos parezca este confinamiento puede ser una gracia, un tiempo privilegiado en nuestra vida. Este parón forzado nos está llevando a reflexionar, a entrar dentro de nosotros mismos para mejor conocernos, para descubrirnos y descubrir a quienes tengo a mi lado -para aquellos que viven en familia o comunidad-, pues el conocimiento personal es esencial. ¿Cómo avanzar en la vida desde una madurez adulta, si resulta que soy un extraño para mí mismo? Para muchos este tiempo de confinamiento les ha dado la oportunidad de cuestionarse y de reflexionar a la realidad de su existencia. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Dónde voy? ¿Cómo voy? Y ¿De qué medios dispongo para recorrer el camino de mi vida, para ser feliz y llegar al final de mi viaje hombre, mujer realizados? La vida es un largo viaje que empezamos en el momento que salimos del vientre de la madre y terminamos cuando nos acoge el vientre de nuestra madre tierra. ¿Me paro a pensar de qué manera y con qué medios cuento para hacer de “este gran viaje”, el gran viaje de mi vida? Hemos sido creados para la felicidad para vivir en plenitud. El peligro está en creer que la felicidad nos viene desde fuera y por ello buscamos y la rebuscamos en el tener, en el poder, en el placer inmediato y pasajero, en el aparentar y en ser más que el otro, sin ser conscientes que la felicidad la llevamos dentro, y que nada de lo de fuera nos hará plenamente felices. Elijamos nuestro equipaje, aquel que realmente necesitamos para ser felices y hacer felices a los que nos rodean y con quien caminamos. La felicidad es como una semilla que hemos de cultivar continuamente con los pequeños detalles de la vida cotidiana desde la honestidad, sinceridad, humildad, generosidad. Tal vez, este parón nos haya llevado a estas reflexiones o algunas otras que nos ayuden a avanzar por este camino que lleva a la verdadera felicidad, no a la felicidad del tener y el poder, sino a la felicidad del ser. De ser lo que yo soy, y no lo que la sociedad me impone que sea. Tomar conciencia de todo esto ¿no es otro rayo de esperanza? Nuestra sociedad, nos aportaba cosas maravillosas, avances incluibles, hemos de reconocerlo y ser agradecidos; sin embargo, tal como estábamos viviendo es fácil constatar que muchas de las estructuras y leyes, así como distintas orientaciones políticas y mercado económico, más que ayudar al crecimiento de la persona para que viva en paz y en armonía con ella misma y los demás, lo que está haciendo es esclavizarla de mil maneras. Y, justamente, cuando uno es esclavo no es libre. Esta pandemia, entre otras muchas cosas, ¿habrá despertado en nosotros el deseo y la decisión de ser libres y de romper con tantas ataduras que nos esclavizan, con tantos “dioses extraños” que nos paralizan y nos roban lo mejor de nosotros mismos la grandeza y nobleza de creaturas creadas para el amor, la libertad, la sencillez y la verdadera relación de amistad y de fraternidad? Dejemos tantos “dioses” esclavizantes, empezando por el dinero y el poder, y volvamos nuestra mirada y nuestro corazón hacia Aquel que es una verdadera Esperanza y Liberación. El himno de “Resistiré”, tan cantado y escuchado en estos días, tiene que continuar dándonos ánimos, vigor y fortaleza para seguir resistiendo, no solamente al coronavirus, sino tantos otros “virus” que la sociedad de consumo nos propone y nos hace creer que ellos van a darnos la verdadera plenitud, la felicidad. Rechacemos con fuerza tanta “pandemia” de consumo inútil, tanta moda alienante y tanta publicidad manipuladora y devastadora. Y que cada persona aprenda a ser ella misma, sin dejarse manipular por nadie ni por nada. Hemos de “ponernos a salvo de este mundo corrompido”. Esto ya se les decía san Pedro a las primeras comunidades cristianas (cf. Hch 2,40). Pese a que la situación que nos toca vivir es muy compleja, nuca debemos perder la esperanza, la luz de la esperanza siempre debe de guiar nuestros pasos. Felices los que desconcertados por la prueba siguen esperando. Hay que seguir esperando para no caer en el desánimo y la mediocridad. La ilusión y el ánimo son importantes para salir adelante en situaciones donde no se ve el final de túnel. En tiempos difíciles cultivamos la psicología positiva que nos conduce a esperar contra toda esperanza. Y para terminar hago mías las palabras de Alexis Valdés en su poesía “Esperanza”: “Cuando la tormenta pase, te pido Dios, apenado, que nos devuelvas mejores, como nos habías soñado”; el talentoso cubano ha encontrado inspiración en COVID-19 y la ha querido transmitir como mensaje de esperanza. Este tiempo, que tiene ya su reseña y datación desde las historias personales y colectivas para referirnos a los efectos de la pandemia de COVID-19, plantea preguntas recurrentes: ¿qué has aprendido de esta experiencia?, ¿cómo te has organizado?, ¿cuándo volveremos a la normalidad conocida?, ¿qué cambios haremos en nuestras vidas cuando todo esto pase?, ¿cuánto has perdido a causa de este parón social sin precedentes?, ¿cómo llevas la ausencia de encuentros y de quedadas?, ...
Seguro que tú también te has hecho estas preguntas (y otras cuantas más) y han sido motivo de conversación en la mesa, en el WhatsApp, en las videollamadas, en los silencios de cada día. ¡Qué importante saber tomar nota de las vivencias y de intuir los caminos a recorrer que nos posibilitarán esos aprendizajes vitales! De forma ingenua pensábamos en los inicios, que vendría y se iría como una resaca ventolera dejando a su paso huellas fácilmente borrables. Y nos encontramos tras más de dos meses en Europa que este tsunami ha venido para formar parte de nuestro ecosistema social y desplanificarnos nuestros movimientos y programaciones. Estamos viviendo una anomalía, y no es porque se nos haya confinado en el recinto de nuestras casas. Lo anómalo es que nos hayamos enclaustrado para protegernos de los demás y para proteger a los demás de nosotros mismos. Nos decimos que nos hemos encerrado o aislado porque yo soy una amenaza para ti, y tú lo eres para mí. Aunque también lo podemos releer con otros ojos... mi modo de ayudarte es que me aparte de ti; tu modo de ayudarme es que no te acerques a mí. Ciertamente este tiempo es una asombrosa paradoja: separados de todos y unidos a todos. Estas semanas las recordaremos desde el profundo deseo de conectar y de querer saber cómo está el otro, de hacernos presentes de formas muy diversas y recordar cosas fundamentales y vivencias compartidas, de crear complicidad con gestos, de repensar el tiempo al servicio del cuidado más que de la producción, de cuidar la salud y las diferentes expresiones de vida, de reconocer la riqueza profesional que hay a nuestro alrededor y de poner en valor los servicios de atención primaria (agentes sanitarios, dependientes, reponedoras, transportistas, ...), de aprender y educar vivencias significativas desde el compromiso transformador de las comunidades educativas (profesorado, personal de administración y servicios), de creer en el ser humano y en el Dios-Misterio que nos acompaña y alienta... Algo tiene que cambiar después de este tiempo, desde la esperanza, la ilusión, la ingenuidad genuina; sé que existe el contra-pensamiento de que nada va a cambiar porque tendemos a resistirnos y volver a nuestras rutinas e inercias desde la desesperanza, el pesimismo y una cierta toxicidad de diálogos. Hemos dedicado también tiempo a quién echar las culpas, responsabilizarle de la desinformación y de la gestión entorpecida. Pero este tipo de diálogos no nos permiten crear un nuevo movimiento vital para el reencuentro y el cuidado de los unos a los otros. Esta pandemia nos obliga a todos a reflexionar qué importa realmente: vida o bienes materiales; el individualismo de cada uno por sí mismo sin cuidar del otro o la solidaridad de uno con el otro; si podemos seguir usando sin pensar los bienes y servicios naturales para vivir más cómodos o si debemos empeñarnos con más éxito en el cuidado responsable de la naturaleza, la vitalidad de la madre tierra. Tenemos ante nosotros una singular oportunidad para la conversión personal y colectiva: podemos cambiar nuestra manera de relacionarnos (no desde la indiferencia, sino desde el encuentro personal y visible), de interpretar los acontecimientos y los encuentros sin tanto sesgo partidista y reduccionista (cada uno desde su baldosa y desde su espejo); necesitamos hacer también una relectura creyente de este tiempo, de las nuevas liturgias, de las nuevas miradas hacia los grandes temas de la existencia, de la fe, del encuentro, de la comunidad y grupo de vida; podemos también repensar hábitos, prioridades, la relación con las personas, el tiempo que dedicamos a ocuparnos... ¡Está en mi mano adoptar otra actitud transformadora, cercana y comprometida! ¡Está en mi mano dar un paso adelante! Esta crisis del coronavirus es muy desigual en las regiones, en los barrios, en los hogares y en los relatos. ¡Así lo reflejan las crónicas compartidas de quienes están a "pie de calle" desde la cercanía y el deseo de acompañar! Esta pandemia está golpeando con especial intensidad a los colectivos sociales en situación económica más precaria. Muchos de ellos se han quedado sin ingresos y soportan las duras condiciones del confinamiento en espacios minúsculos que tienen que compartir en condiciones penosas. En esta fase de la epidemia, el mayor riesgo de contagio se produce en el espacio intrafamiliar. Las precarias condiciones en las que viven muchos extranjeros hacen que se hallen mucho más expuestos. Especialmente penosa es la situación de los que se encuentran en situación irregular, pues además de vulnerables son también menos visibles para los radares de la ayuda social. Muchos no se atreven a salir a la calle para comprar comida o pedir ayuda si están enfermos por miedo a ser descubiertos. Estos relatos pasan desapercibidos, por lo que no los estamos teniendo en cuenta en este necesario proceso de reaprender. Lo social adquiere una nueva significación en este tiempo para preguntarnos de quién estamos hablando, si sabemos lo que está pasando en esas cuatro paredes, si disponen de lo más necesario para no romperse ni agudizar su situación aún más. Las necesidades básicas de alimentación, de salud, de relación (no olvidemos la presencia afectiva), de educación (se ha incrementado la brecha digital entre nuestros menores y adultos, evidenciando los recursos personales), de vivienda (que a veces no es sino una habitación alquilada y compartida en severas condiciones económicas y lucrativas) exponen las vidas de los más pequeños de nuestra sociedad. De ellos no se habla, siguen siendo los descartados, los últimos a los que referirnos en nuestros nuevos planes. El riesgo del distanciamiento social al que estamos llamados es que provoque también otros distanciamientos interiores. Atrincherarnos en el miedo, nos aleja de los otros. Tenemos la obligación (no podemos renunciar a ello) de preguntar y conocer propuestas sencillas de acompañamiento, de generosidad y de servicio en diferentes iniciativas solidarias para crear red de proximidad y projimidad, de cuidado de los más vulnerables y aislados. El dolor de las familias no sabe de clases sociales; no podemos ser ajenos ni espectadores accidentales a las noticias. ¡Qué bien sabe de esto las diferentes presenciales sociales que actúan en-red! No han cerrado las persianas ni los teléfonos de atención. Día a día buscan la manera de hacernos partícipes de esas otras historias (no menores, sino sencillamente desconocidas y muy a la intemperie y fragilidad), de ejercer la cuidadanía tejiendo redes de gestos y encuentros. #vivelosocial La cercanía puede tomar muchas formas, no es sólo física. Es interés, mensaje solidario, es palabra de esperanza, es diálogo y escucha, es oración, es empatía, es regalarnos complicidad... Juntos podemos volver a encontrarnos y brindar y celebrar la vida. Estamos llamados a vivir una plena vida, sin exclusiones, sin intereses, sin clases. De nuevo nos podremos mirar a los ojos y abrazar la vida con el corazón. En la más terrorífica pandemia, estar juntos, sabernos juntos, y mirar juntos al mañana con esa certeza, es la más profunda experiencia y la única y más irreversible esperanza de la huella de Dios-todo-relación-y-todo-cuidadoso en nuestro camino. Él (en ti, en mí, en cada uno) nos acompaña. Feliz tiempo de aprendizaje, de cuidado y de vivirnos en red. |
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Febrero 2023
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