El Palacio de Miraflores, sede del gobierno de Venezuela, informó que el presidente Hugo Chávez ha regresado a La Habana para operarse por cuarta vez el cáncer que sufre. Su tono grave y el hecho de escoger a su sucesor, indican que sus días están contados. Observadores políticos opinan que se vislumbra una intensa lucha por el poder una vez que Chávez esté fuera del gobierno.
Jenni Rivera, la popular cantante méxico-americana pereció en un accidente aéreo el domingo 9 de diciembre junto con cinco personas más a la edad de 43 años. Los medios han dado gran cobertura al hecho que ha traído luto a la comunidad artística internacional. Pese a grandes contratiempos en su vida personal salió triunfante y ha sido citada como ejemplo de “perseverancia y valor”. Un hermano suyo, Pedro, es pastor evangélico. El primer ministro británico, David Cameron, peleará una batalla difícil de ganar. El político está a favor de las bodas de personas del mismo sexo aunque sabe que tiene dos fuertes opositores: el sector tradicionalista de su propia Iglesia de Inglaterra y la jerarquía de la Iglesia Católica Romana, informó The Guardian. Cameron admitió que “si hay una iglesia, sinagoga o mezquita que no quiere celebrar bodas 'gays', no se le podrá forzar a hacerlo". Cristián Precht, 72, que fundó la Vicaría de Solidaridad y fue uno de los principales oponentes al régimen de Augusto Pinochet en Chile, ha sido destituido de sus funciones por la Congregación de la Doctrina de la Fe del Vaticano al ser hallado culpable de “conducta abusiva” con menores. Al religioso se le ha prohibido por cinco años el ejercicio de su ministerio sacerdotal y la potestad de confesar y dirigir espiritualmente a jóvenes y menores. Además, tendrá que pedir autorización para ausentarse del país y llevará una vida de oración y penitencia. La noticia cayó como un jarro de agua fría a sus muchos seguidores dentro y fuera de Chile. En la ciudad de Lageado, Rio Grande do Sul, la Iglesia Universal del Reino de Dios, también conocida como “Pare de Sufrir” ha sido condenada por un tribunal civil después que una pareja presentó una demanda contra el grupo religioso alegando que “fueron obligados a entregar sus bienes a cambio de bendiciones”. La condena dictamina que los demandantes sean reembolsados. La Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, el más alto tribunal del país, ha decidido tomar en su agenda el complicado y controvertido tema de los matrimonios y uniones entre personas del mismo sexo. Se cree que para fines de 2013 los nueve magistrados estén en condiciones de dar su veredicto. Ya nueve estados se han pronunciado sobre este tema. Un editorial publicado la semana pasada en el National Catholic Reporter endorsó la ordenación de mujeres al sacerdocio diciendo que es un “don de Dios enraizado en el bautismo”. Añadió que negar la ordenación a las mujeres es “una injusticia que no puede tolerarse”. El periódico se publica en Kansas City, Missouri. Gasitina, una joven afgana de 14 años, ha sido decapitada por negarse ella y su familia a casarse con un hombre mucho mayor. En Washington se ha presentado legislación para frenar estas violaciones de los derechos humanos. Amnistía Internacional dijo que en este año se han producido 14 casos similares. Yoweri Kaguta Museveni, presidente de Uganda desde 1986, pide perdón a Dios por los pecados de su nación diciendo “queremos que Uganda sea conocida como una nación que teme a Dios y como una nación cuyos cimientos están firmemente arraigados en la rectitud y la justicia”. Añadió que aspira a que su país cumpla con las palabras del Salmo 33:12: "Bienaventurada la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él escogió como heredad para sí". Museveni, fue líder en el derrocamiento de Idi Amín. Una encuesta realizada por el periódico El Mercurio revela que el 94 por ciento de los chilenos confiesa creer en Dios, pero 6 de cada 10 personas raramente acuden a una iglesia. El 64.7 de los encuestados dice estar a favor del uso de los anticonceptivos y el divorcio, dos asuntos a los que se opone la Iglesia Católica Romana. La NASA ha dicho que el mundo no llegará a su fin el 21 de diciembre como lo ha predicho el calendario maya. “No ocurrirá tal fenómeno”, dijeron los científicos del espacio. Predicadores y otros amedrentaron a muchas comunidades anunciando el fin del mundo. Algunas personas construyeron refugios subterráneos con la esperanza de sobrevivir. REFRAN. El que se apura se muere y el que no también.
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Los dos primeros capítulos de Lucas se dedican al "evangelio de la infancia". En este tercero comienza la vida pública de Jesús, introducida por la predicación de Juan Bautista.
Lucas hace una presentación "histórica", intentando precisar la fecha exacta de la aparición del Bautista en el Jordán. A pesar de ellos, los datos son menos precisos de lo que parece, aunque a través de ellos podemos fijar estos sucesos hacia el año 28 de nuestra era, con un margen de error de un año más o menos. La intención de Lucas sin embargo no es preferentemente histórico-cronológica, sino la de presentar a Jesús a través del anuncio de Juan. El Bautista, en éste y en los otros evangelios, es el precursor, el que anuncia que la llegada del Salvador es ya inminente. Y se presenta al Salvador con las mimas palabras que los antiguos profetas (Isaías, Baruc...) anunciaban la restauración de Israel. Jesús es presentado por tanto por medio de un profeta, como "El que había de venir, el que esperábamos, el salvador de Israel". En estos capítulos de los evangelios (Mateo 3, Marcos 1, Lucas 3, Juan 1) encontramos, como casi siempre en los evangelios, un suceso que ocurrió y la interpretación que da la fe del evangelista. Apareció un profeta llamado Juan que bautizaba con un bautismo de penitencia. En realidad, su función era preparar el camino de Jesús, que es "el que esperábamos, el Salvador". Pero estaría muy bien no descontextuar este fragmento (cosa que hace la liturgia sin escrúpulo alguno constantemente). Los evangelios del Bautista dan un mensaje completo y amplio, que apenas se vislumbra en este trocito. Recordemos algún contexto más, que nos servirá para nuestra reflexión y nuestra oración. MATEO C. 3 Por aquellos días aparece Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos.» Este es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, |v6 y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: "Tenemos por padre a Abraham"; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.» JUAN C. 1 Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?» El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo.» Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?» El dijo: «No lo soy.» «¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No.» Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?» Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.» Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?» Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia.» REFLEXIÓN Fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Juan, hijo del sacerdote Zacarías, no es sacerdote. Vive en el desierto, quizá en el entorno de Qumran; una vida austera, alimentado y vestido con lo que el desierto le da, que es bien poco. La Palabra de Dios no sale del Templo. El Precursor es un don nadie que vive en el desierto; como aquél a quien el Precursor anuncia. La Palabra de Dios fue dirigida; de nuevo, una vez más. Porque la Palabra es incansable. Toda esa larguísima trayectoria que es la historia de Israel narrada en la Escritura no es más que la crónica de la constante, incansable presencia de la Palabra. También es la crónica de las respuestas – buenas y malas – del pueblo a la Palabra. La Palabra que no cesa. La Palabra que es aceptada y rechazada. La Palabra que es entendida y malentendida. Pero siempre, la peregrinación humana acompañada por la Palabra. Podríamos decir que éste es el dogma básico, la creencia más profunda de Israel: Dios está ahí, acompañando el peregrinar del pueblo: Dios es Palabra para iluminar el camino. En la larga peregrinación del pueblo, la Palabra fue a veces bien, a veces mal correspondida. Pero, antes de eso, la Palabra fue entendida como aquellas personas pudieron entender. Palabra por Palabra, tan Palabra de Dios es "amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo" como "amad a vuestros enemigos". Tan Palabra de Dios es "ojo por ojo y diente por diente" como "poned la otra mejilla". tan Palabra de Dios es el mandato de las guerras de exterminio como la negativa de Jesús a identificarse con un Mesías davídico. Palabras de Dios contradictorias. También Juan Bautista fue Palabra para su tiempo: una Palabra que resonaba con los más puros acentos de los profetas alarmistas. "Ya está el hacha puesta a la raiz del árbol", ya está aquí el día de la venganza del Poderoso, temblad, arrepentíos para escapar al castigo inminente. Una terrible Palabra de Dios, como tantas otras antes, como tantas otras después. Esta Palabra fue recibida de manera diversa: mucha gente, gente normal, soldados, publicanos, acudían a Juan, quedaban impresionados, cambiaban de vida, salían de sus pecados. Mucha gente normal, pecadora normal, reconoció en Juan La Palabra y estuvieron dispuestos a cambiar de vida. Otra gente, letrados y fariseos, le pedían cuentas: ¿con qué autoridad hablas así, pues no eres el Mesías, ni siquiera un Profeta? Gente importante, experta en La Palabra, recelaron de Juan y le pidieron garantías; no estaban dispuestos a cambiar de vida: ellos ya tenían la Palabra, y no estaban dispuestos a que un don nadie sin cualificación oficial alguna les anunciara nada de parte de nadie. Con Jesús pasará lo mismo. La Palabra vino a los suyos, pero los suyos no la recibieron. Es el argumento principal del cuarto evangelio: y ya lo había sido de Marcos: hay que creer en éste Mesías, no en el que os habíais imaginado. ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? Evidentemente, esperaban a otro, y por tanto, no era Jesús el que había de venir. Sorprendentemente, la Palabra/Jesús es fuertemente discordante con la Palabra/Juan. El austero penitente amenazante tiene poco que ver con el conversador de sobremesa que trae Buenas Noticias. El Dios que empuña vengadora el hacha tiene poco que ver con el padre del hijo pródigo. Pero tendrán algo en común: las dos Palabras serán aceptadas por los mismos y rechazadas por los mismos. Sea como sea la Palabra, por los mismos es aceptada. Por los mismos es rechazada. Y, sin duda, por las misma razón; porque YO conozco de sobra la Palabra, porque ¿quién es ése para decirme a MÍ, la Palabra? En conclusión, en la larga peregrinación de la humanidad hacia la plenitud soñada por el Padre Creador, el Padre es Palabra, permanentemente presente en la aventura de los que caminan hacia la cumbre que es ser hijos. La Palabra es siempre luz, luz cada vez más intensa, de manera que una luz vista desde la oscuridad es luz, y vista desde más luz es casi oscuridad. Es la única manera que tenemos de leer como luz las oscuridades del antiguo testamento. Fueron luz en un momento de tinieblas: son tinieblas vistas desde Jesús. Hacemos mal en acudir a las velas cuando resplandece la luz del sol. Hacemos mal en recurrir a las velas de las antiguas palabras cuando podemos vivir al sol de Jesús. Ni la Alianza ni la promesa ni el Pueblo Elegido ni los Sacrificios ni el Templo ni el Juicio del Terrible, ni Yahvé justiciero... son más que velas de mortecino resplandor, que fueron quizá útiles para un pueblo en su caminar a tientas. Juan Bautista es la última de esas vacilantes candelas. Y lo dijo Jesús: el más grande de los profetas, pero el más pequeño del Reino es mayor que él. Y nosotros estamos en el Reino, porque en la noche de Navidad va a salir el sol, ante el cual todas las candelillas anteriores parecen estar apagadas. Pero a lo largo de la historia, las personas se han comportado paradigmáticamente igual ante la palabra, fuera modesta vela parpadeante o radiante sol de mediodía. Todas las historias de los profetas de la Vieja Ley y del Reino se parecen: Palabra de Dios aceptada por gente vulgar y rechazada por sabios, santos y poderosos. Los profetas oficiales rechazando a Jeremías, los ricos y los reyes riéndose e incluso dando muerte a los portadores de la Palabra. Juan Bautista acosado por los escribas y fariseos y asesinado por Herodes, Jesús, igualmente acosado por escribas, fariseos y sacerdotes, y entregado a la muerte a mano de los poderes políticos. Y siempre por la misma razón de fondo, una actitud: estar a la espera de la Palabra, necesitar la Palabra, desear la Palabra, o, por el contrario, estar seguro, no necesitar ninguna palabra. Actitud que es la manifestación de otra más interior: estar insatisfecho, desear mejorar, estar dispuesto a cambiar. o, por el contrario, estar satisfecho, no estar dispuesto a cambiar. Impresiona mucho comprobar cómo toda historia religiosa, de antes y de ahora, repite como calcos las mismas actitudes vitales; por esa razón, las situaciones y los personajes que aparecen en los evangelios se convierten en paradigmas extra-temporales; nos reconocemos a nosotros mismos en los personajes y en las situaciones. Por eso, la palabra clave del Adviento "viene el Señor" puede ser una Gran Noticia o un tópico. Y que sea una cosa o la otra podrá servirnos para conocer a qué bando pertenecemos: si esperamos la Palabra para mejorar o la encajamos sin más en el catálogo de las cosas ya conocidas para no cambiar. Las tres figuras de la liturgia de Adviento son: Juan Bautista, Isaías y María. La liturgia de hoy empieza por el primero. La importancia de este personaje está acentuada por el hecho de que hacía, por lo menos, trescientos años que no aparecía un profeta en Israel.
Al narrar Lucas la concepción y el nacimiento de Juan antes de decir casi lo mismo de Jesús, está manifestando lo que este personaje significaba para los cristianos de la época. La idea de precursor inmediato es la clave de todo lo que nos dicen de él. Los evangelistas destacan la figura de Juan, aunque todos están interesados en resaltar la superioridad de Jesús. Se advierte una cierta polémica en las primeras comunidades, a la hora de dar importancia a Juan. Para los primeros cristianos no tuvo que ser fácil aceptar la influencia del Bautista en la trayectoria de Jesús. El hecho de que Jesús acudiese a Juan para ser bautizado, nos manifiesta que Jesús tomó muy en serio la figura de Juan, y que se sintió atraído e impresionado por su mensaje. Juan tuvo una influencia muy grande en la religiosidad de su época. Relatos extrabíblicos confirman que en el momento del bautismo de Jesús, él era ya muy famoso, mientras que a Jesús aún no le conocía nadie. CONTEXTO Es muy importante el comienzo del evangelio de hoy. Estamos en el capítulo 3, y curiosamente se olvida de todo lo anterior. Como si dijera: ahora comienza de verdad el evangelio. Se intenta situar los acontecimientos en unas coordenadas concretas de tiempo y lugar, para dejar claro que no se saca de la manga los relatos. Hay que notar que el "lugar" no es Roma ni Jerusalén sino el desierto. También se quiere significar que la salvación está dirigida a hombres concretos de carne y hueso, y que esa oferta implica, no solo al pueblo judío, sino a todo el orbe conocido: "todos verá la salvación de Dios". Como buen profeta, Juan descubrió que para hablar de una nueva salvación, nada mejor que recordar el anuncio del gran profeta Isaías. Él anunció una auténtica liberación para su pueblo, precisamente cuando estaba más oprimido en el destierro y sin esperanza de futuro. Juan intenta preparar al pueblo para una nueva liberación, predicando un cambio de actitud en la relación con Dios y con los demás. El mensaje de Jesús se aparta en gran medida del de Juan. Juan predica un bautismo de conversión, de metanoya, de penitencia. Habla del juicio inminente de Dios, y de la única manera de escapar de ese juicio, su bautismo. No predica un evangelio -buena noticia- sino la ira de Dios, de la que hay que escapar. No es probable que tuviera conciencia de ser el precursor, tal como lo entendieron los cristianos. Habla de "el que ha de venir" pero se refiere al juez escatológico, en la línea de los antiguos profetas. Jesús por el contrario, predica una "buena noticia". Dios es Abba, es decir Padre-Madre, que ni amenaza ni condena ni castiga, simplemente hace una oferta de salvación total. Nada negativo debemos temer de Dios. Todo lo que nos viene de Él es positivo. No es el temor, sino el amor lo que tiene que llevarnos hacia Él. Muchas veces me he preguntado, y me sigo preguntando, por qué, después de veinte siglos, nos encontramos más a gusto con la predicación de Juan que con la de Jesús. ¿Será que el Dios de Jesús no lo podemos utilizar para meter miedo y tener así a la gente sometida? Hay un aspecto de su doctrina que sí coincide con el mensaje de Jesús. Critica duramente una esperanza basada en la pertenencia a un pueblo o en las promesas hechas a Abrahán, sin que esa pertenencia conlleve compromiso alguno. Para Juan, el recto comporta¬miento personal es el único medio para escapar al juicio de Dios. Por eso coincide con Jesús en la crítica del ritualismo cultual y la observancia puramente externa de la Ley. APLICACIÓN Al ser humano se le ofrecen hoy infinidad de caminos por los que puede desarrollar su existencia. ¿Cuál será el que le lleve a la verdadera salvación? Como decía Pablo, más que nunca necesitamos hoy crecer en sensibili¬dad para apreciar los auténticos valores humanos. Precisamente porque las ofertas engañosas son más variadas y mucho más atrayentes que nunca, es más difícil acertar con el camino adecuado. Dios no tiene ni pasado ni futuro; no puede "prometer" nada. Dios es la salvación que se da a todos en cada instante. Algunos hombres (profetas) experimentan esa salvación según las condiciones históricas que les ha tocado vivir, y la comunican a los demás como promesa o como realidad. La misma y única salvación de Dios, llega a Abrahán, a Moisés, a Isaías, a Juan o a Jesús, pero cada uno la vive y la expresa según la espiritualidad de su tiempo. No encontraremos la salvación que Dios quiere hoy para nosotros, si nos limitamos a repetir lo políticamente correcto. Solo desde la experiencia personal podremos descubrir esa salvación. Cuando pretendemos vivir de experiencias ajenas, la fuerza de placer inmediato acaba por desmontar la programación. En la práctica, es lo que nos sucede a la inmensa mayoría de los humanos. El hedonismo es la pauta: lo más cómodo, lo más fácil, lo que menos cuesta, lo que produce más placer inmediato, es lo que motiva nuestra vida. Más que nunca, nos hace falta una crítica sincera de la escala de valores en la que desarrollamos nuestra existencia. Digo sincera, porque no sirve de nada admitir teóricamente la escala de Jesús y seguir viviendo en el más absoluto hedonismo. Tal vez sea esto el mal de nuestra religión, que se queda en la pura teoría. Hace ya tiempo, un ministro del gobierno, hablando de los problemas del norte de África, decía muy serio: "Es que para los musulmanes, la religión es una forma de vida". Se supone que para los cristianos, no. Al celebrar una nueva Navidad, podemos experimentar cierta esquizofrenia. Lo que queremos celebrar es una salvación que apunta a la superación del hedonismo, del placer y del egoísmo. Pero lo que vamos a hacer en realidad es intentar que en nuestra casa no falte de nada en estas Navidades. Si no disponemos de los mejores manjares, si no podemos regalar a nuestros seres queridos lo que les apetece, no habrá fiesta. De esta manera, sin darnos cuenta, caemos en la trampa del consumismo. Cuando nuestras "necesidades" podemos satisfacer¬las en el supermercado, ¿qué necesidad tenemos de otra salvación? En las lecturas bíblicas debemos descubrir una experiencia de salvación. No quiere decir que tengamos que esperar para nosotros la misma salvación que ellos anhelaban. La experien¬cia es siempre intransferible. Si ellos esperaron la salvación que necesitaron en un momento determinado, nosotros tenemos que encontrar la salvación que necesitamos hoy. No esperando que nos venga de fuera, sino descubriendo que está en lo hondo de nuestro ser y tenemos capacidad para sacarla a la superficie. Dios salva siempre. Cristo está viniendo. El ser humano no puede, de una vez por todas, planificar su salvación trazando un camino claro y directo que le lleve a su plenitud. Su capacidad es limitada. Solo tanteando puede conocer lo que es bueno para él. Nadie puede dispensarse de la obligación de seguir buscando. No solo porque lo exige su propio progreso, sino porque es responsable de que los demás progresen. No se trata de imponer a nadie los propios descubrimientos, sino de proponer nuevas metas para todos. Dios viene a nosotros siempre como nueva salvación. Ninguna de las salvaciones anunciadas por los profetas puede agotar la oferta de Dios. Es importante la referencia a la justicia, que hace por dos veces Baruc (Bar 5,1-9) y también Pablo (Flp 1,4-11), como camino hacia la paz. El concepto que nosotros tenemos de justicia, es el romano, que era la restitución según la ley de un equilibrio roto. El concepto bíblico de justicia es muy distinto. Se trata de dar a cada uno lo que espera, según el amor. Normalmente, la paz que buscamos es la imposición de nuestros criterios, sea con astucia, sea por la fuerza. Mientras sigan las injusticias, la paz será una quimera inalcanzable. Meditación-contemplación El profeta es una persona que descubre algo importante para su vida, y que se lo comunica a los demás para que también lo vivan. No se trata de un conocimiento intelectual, sería un maestro. Se trata de un descubrimiento de lo que ES. ....................... Trata de recordar a los "profetas" que te han ayudado en ese camino hacia tu ser. Piensa no sólo en los "grandes" sino en los pequeños, pero cercanos. Siente agradecimiento hacia todos ellos. Piensa ahora si has descubierto en ti mismo algo interesante. ..................... Lo que vivió-experimentó Jesús, ha hecho libres a muchísimas personas. ¿Te está ayudando a ti a alcanzar la libertad? Ese es el primer objetivo de tu existencia. Hay un dicho del Maestro sobradamente conocido: "No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos". A primera vista es una afirmación de sentido común, no hacen falta muchas luces para entenderla. Para decir eso no hacía falta que Dios bajase a la tierra. Y sin embargo la lógica del mundo -y también en gran parte de la Iglesia- es la contraria: a quienes se ayuda es primero a los sanos. Luego, con suerte, a los enfermos. Lo explicaré con algunos ejemplos que tendrán sin duda un valor relativo.
Se ha repetido hasta la saciedad que no hay que dar un pez sino enseñar a pescar. Sin duda. Pero el que está en disposición de aprender a pescar está ya en el camino de la salud. Pero ¿y quien es tan tonto, tan inútil, tan desmañado que no puede aprender? ¿No será éste precisamente el enfermo al que se refiere Jesús, necesitado de un médico acompañante y no de un maestro adoctrinador? Alguien acude a un despacho de Cáritas en busca de ayuda: se le hace una ficha, se le exige cumplir ciertos requisitos, llegar puntual a las citas que se le fijan... Si alguien no está a esa altura se hace honor al nombre del lugar en que se recibe -el despacho- y se le acaba despachando. Nadie tiene ganas ni paciencia ni recursos para atender a quien una y otra vez desatiende las normas y hasta parece desinteresarse de ellas. En definitiva, el sano es mejor recibido que el enfermo pero es éste el que tiene necesidad de médico. ¿Qué es lo que ha despertado en mí esta comprensión de la frase del Señor? Llevo tiempo tutelando a una persona cuya historia en los últimos años es una sucesión de problemas. Es casi una herencia de un cura madrileño que le siguió en un tiempo y al que finalmente recurrí en busca de recursos de los que dispone. Su respuesta fue que cambiase mi número de móvil y me desentendiera. Y su argumentación: es una persona que se va siempre metiendo en líos. Aunque se trata de un diagnóstico acertado, mi experiencia última es que esos líos son fruto a partes iguales de ignorancia, de candidez y de mala suerte. Pero ciertamente no me atrevo a contar a nadie la historia. Según mi experiencia, los interlocutores se dividirán entre los que dicen que es un timo, los que sostienen que quien se mete en líos debe responsabilizarse él mismo y quienes argumentan que los recursos hay que emplearlos en fines más rentables. Un tercio de incrédulos, un tercio de personas razonables y un tercio de buenos inversores. No sé si es abusar de la figura de Jesús sostener que era una persona crédula (se fio de lo que le decía el centurión), que se responsabilizaba de los errores de otros (la adúltera, por ejemplo) y que se le reprochó que malgastase inútilmente bienes útiles para otros fines. Cuando aconsejó que se prestara a quien no iba a devolver no pareció temer la picaresca. Y menos aún cuando dijo -así, sin más- "da al que te pida". ¿Qué más puedo decir? Sin duda los bienes son escasos y hay que distribuirlos sensatamente; sin duda hay que enseñar a vivir, a trabajar, a relacionarse -lo de pescar es menos útil-; sin duda hay que rendir cuentas sensatas de lo que se administra. Sólo quiero insistir en la frase de Jesús: "No tienen necesidad de médicos los sanos sino los enfermos". ¿Es sólo una verdad de Pero Grullo o tiene quizás un sentido más profundo? “Cualquiera es libre de contradecirme”. Esta advertencia de Benedicto XVI figura en el prólogo del segundo tomo de su jaleada biografía sobre Jesús. Conviene no olvidarla para entender el tercero y último, que acaba de publicarse con el título La infancia de Jesús. El cardenal Antonio María Rouco lo presenta mañana en la Biblioteca Nacional. “No he intentado escribir una cristología”, confiesa el Papa, como justificándose. Efectivamente, el libro no es una biografía al uso, ni de lejos, sino una exhibición de elaboraciones teológicas, “una cristología desde arriba”, por citar el precedente famoso de El Señor, de Romano Guardini, tan admirado por el Papa.
El lanzamiento del libro ha contado con una polémica en torno a la presencia, o no, de un buey y un asno en el establo donde nació el fundador cristiano. También se ha discutido la insistencia del Papa en que todo empezó en un pesebre de Belén, adonde el matrimonio José y María habría acudido para cumplir con un censo decretado por Roma. Historiadores antiguos y modernos desmienten esa tesis con toda certeza. En realidad, al Papa le importa poco el debate sobre los hechos. Partiendo de su idea de que se saben pocas cosas sobre Jesús, a Benedicto XVI le motiva más el que los hechos coincidan con profecías de la Biblia. Si no coinciden, peor para los hechos. Benedicto XVI conoce el terreno que pisa. Por ejemplo, descarta a Nazaret como el lugar del pesebre porque le venía mal a profecías que va a manejar. Si Jesús hubiera nacido en Nazaret, una pequeña ciudad de Galilea antes de él sin ninguna celebridad, ¿cómo casar el que descendiese de la casa de David? También se derrumbaría con estrépito la larga genealogía de José, el padre legal de Jesús, que remonta hasta Adán pasando por David y Salomón. El fundador del cristianismo, qué menos que emparentarse con reyes y compararse con el emperador Augusto. Los Evangelios —del griego, buena noticia— son relatos para endiosar a un fundador, como habían hecho antes —y hacen después— los escribas de otras tradiciones. El Papa intenta mantenerse "al margen de las controversias" Ha pensado Ratzinger en esa circunstancia cuando escribe (página 11) que “Nazaret no era un lugar que hubiera recibido promesa alguna”. Recuerda, por eso, la respuesta que un futuro discípulo de Jesús, Felipe, ha dado a su compañero Natanael cuando este le comunica que “aquel de quien escribieron los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret”. La respuesta de Felipe es conocida, y al Papa le gusta subrayarla: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”. <p >Como si hubieran leído esta frase del libro, dos tuiteros reflexionaban graciosamente estos días, en medio del belén que se ha armado con las dudas sobre si había, o no, bueyes y burros en el dichoso establo. “¿Para qué nacer en Lepe, pudiendo ser de Bilbao?”, decía uno. Contestaba otro: “Seamos universales: ¿para qué ser de Idaho pudiendo nacer en California?”. Un tercero pregunta: “¿Y dónde aparcó su mula José? ¿O es que la virgen María, a punto de parir, tuvo que viajar a patita de Nazaret a Belén?”. Benedicto XVI, de civil Joseph Ratzinger, de 85 años, empezó a escribir esta obra antes de encumbrarse en el pontificado romano, en 2005. Eso quiere decir que el primer tomo, y probablemente el segundo, son obra del teólogo Ratzinger, a la sazón gran inquisidor romano. Fueron obras sólidas, de peso, incluso físicamente (447 páginas el primer tomo; 396, el segundo). El que ahora se presenta (apenas 137 páginas, editadas por Planeta), lo ha escrito como Papa, en medio de las imponentes parafernalias del cargo. El autor parece reconocerlo en el prólogo: “Espero que, a pesar de sus límites, este pequeño libro pueda ayudar a muchas personas en su camino hacia Jesús y con él”. Lo firma el 15 de agosto pasado, festividad de la Asunción de María al cielo, en su palacio de veraneo, Castel Gandolfo, a orillas del lago Albano. La advertencia no ha espantado la polémica. Poner en duda la presencia de un burro en la cuadra donde nació el fundador de su religión hubiera sido apenas noticia si saliese de la pluma de un teólogo, por famoso que fuese. Dicho por el Papa ha suscitado mil controversias. Por eso la noticia ha armado el belén. En España existe esta expresión —¡Y se armó el belén!— para definir una escandalera de este tipo, que ha desatado en las redes sociales execraciones o bromas sin cuento. ¿Qué ha escrito, realmente, Benedicto XVI? Parece obligado empezar por la noche en que la Virgen dio a luz y “envolvió al niño en pañales” sobre un pesebre. “Podemos imaginar sin sensiblería con cuánto amor preparaba el nacimiento”, escribe. Apenas dos párrafos después aborda la escena completa. ¿Quién más había en el establo? Este es el texto: “Como se ha dicho, el pesebre hace pensar en los animales, pues es allí donde comen. En el Evangelio de Lucas no se habla en este caso de animales. Pero la meditación guiada por la fe, leyendo el Antiguo y el Nuevo Testamento relacionados entre sí, ha colmado muy pronto esta laguna, remitiéndose a Isaías 1, 3: ‘El buey conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende”. Sitúa el nacimiento de Jesús en Belén, y no en Nazaret, por una profecía San Francisco de Asís toma esa profecía para construir en la Navidad de 1223, por primera vez en la historia de la cristiandad, una casita de paja a modo de portal y explicar a sus fieles el misterio del nacimiento de un Jesús pobre entre los pobres. Ahí empezó la tradición del belén, no antes. La imponente autoridad moral del franciscano, patrono de los animales y que da nombre a la gran ciudad de California, extendió pronto el mito por Europa y América. El Vaticano está construyendo el suyo estos días, impresionante, como cada año en la plaza de San Pedro. Por cierto, el Evangelio lucano no habla de animales en el establo, pero tampoco dice nada de la (se supone que indiscutible) presencia de José, el padre legal del recién nacido. Más metáforas. Dedica el Papa cuatro páginas a subrayar cómo Jesús, “el realmente Poderoso” (la mayúscula es suya) nace “en un pesebre, en un ambiente poco acogedor, incluso indigno”, pero, inmediatamente, hace una pirueta que deja al lector descolocado. “En realidad, el pesebre es una especie de altar y se convierte en una referencia a la mesa de Dios”. Naciendo entre pastores (si aquello era un establo, “habría pastores y animales”, remacha), podrá remontarse a David, pastor de ovejas antes que rey, y a la profecía de Miqueas, según la cual de un pesebre de Belén “había de salir el que un día apacentaría al pueblo de Israel”. Resumen papal: “Jesús es el Gran Pastor de los hombres”. Después de esa que el Papa llama “pequeña divagación”, el libro vuelve al texto del Evangelio de Lucas, donde se lee: “María dio a luz a su hijo primogénito”, y entra en el debate sobre si la Virgen fue madre de otros hijos (y también hijas), y si san Pablo entró al trapo cuando llama a Jesús “el primogénito de muchos hermanos”. Conclusión del teólogo Ratzinger, esforzado a demostrar la virginidad de la madre: “El primogénito no es necesariamente el primero de una descendencia sucesiva. La palabra “primogénito” no se refiere a una numeración sucesiva, sino que indica una cualidad teológica”. Conclusión: “En el humilde pesebre está ya este esplendor cósmico: ha venido entre nosotros el verdadero Primogénito del Universo”. Vaya por Dios. Hay cientos de miles de libros sobre Cristo y 10.00o biografías serias Sobre Jesús hay cientos de miles de libros y en torno a 10.000 biografías consideradas serias. Es lógico si se tiene en cuenta que su nacimiento, pese a tener fecha dudosa, parte en dos la historia de una porción del mundo desde que el monje Dionisio el Exiguo propuso en el siglo VI —y el Papa impuso— reemplazar la cronología romana, que contaba los días a partir de la fundación de Roma, por una cronología cristiana. Desde entonces, se cuentan los años por un antes y después de Cristo. Ratzinger entra en el asunto para anotar lo que está sobradamente constatado: la insólita circunstancia de que Jesús nació antes de la era cristiana. “Evidentemente”, escribe, “Dionysius Exiguus se equivocó algunos años en sus cálculos”. En este punto, hace afirmaciones que los historiadores niegan. Dice, por ejemplo, que Jesús “nació en Belén” porque sus padres habían viajado hasta allí para cumplir “con un censo ordenado por los romanos”. Frente a la tesis de que para ese censo, de haber existido, no habría sido necesario un viaje de cada cual a su ciudad, el Papa replica, apelando a “diversas fuentes”, que los interesados “debían presentarse allí donde poseyeran tierras”. Según el Papa, José, de la casa de David, disponía de una propiedad en la comarca de Belén. El terrateniente, no hace falta decirlo, es carpintero en Nazaret y marido de María, virgen y la madre de Jesús. No es verdad que hubiera revisión catastral alguna en ese tiempo. El Papa parece aceptarlo cuando empieza el párrafo siguiente afirmando que “siempre se podrá discutir sobre muchos detalles porque sigue siendo difícil escudriñar en la vida cotidiana de un organismo tan complejo y lejos de nosotros como el del Imperio romano”. La afirmación es temeraria. La Roma de Augusto ha sido estudiada con detalle por los mejores historiadores romanos, relativamente contemporáneos de Jesús, como Tácito (año 50 a 120), Suetonio (hacia el 120) y Plinio el Joven (61-120), y en la modernidad por todo tipo de especialistas, entre otros el gran Ernest Renan y ahora Jesús Pagola, que vivieron en Israel antes de ponerse a escribir. Está demostrado que no hubo censo ni catastro alguno en aquel tiempo, y que cuando el fundador cristiano nació, el rey Herodes llevaba muerto más o menos dos años, lo que derrota el bulo cristiano de que el monarca judío, cuando se enteró por los Reyes Magos del nacimiento de Cristo, “mandó matar a todos los niños de Belén y su comarca de dos años para abajo”. ¿Por qué el Papa se aferra a la idea de que el conocido como Jesús el nazareno nació en Belén? Lo explica como teólogo, es decir, trazando “un cuadro teológico” (sic). Un supuesto (pero irreal) decreto de Augusto para registrar fiscalmente a todos sus ciudadanos habría cumplido la profecía de Miqueas, según la cual “el Pastor de Israel habría de nacer en aquella ciudad”. Y había que dar cumplimiento a otra promesa: la de que “la historia del Imperio Romano y la historia de la salvación, iniciadas por Dios en Israel, se compenetran recíprocamente”. Así alcanza a emparejar la grandeza de Augusto y la grandeza de Jesús, “una conexión interplanetaria”, dice el Papa. Lo escribe en un espectacular palacio levantado en el corazón de aquel Imperio, hoy centro neurálgico del imperio cristiano, que lo sustituyó. La mayoría de las biografías de Jesús han sido escritas por historiadores, pero abundan las firmadas por teólogos (en griego, personas que dicen “palabras sobre Dios”), o estudiosos de los incontables textos conocidos como Evangelios. Son decenas, pero la Iglesia romana, cuando se asentó en el poder imperial y pudo podar a placer lo que no convenía a sus intereses, incluso con violencia, los redujo a cuatro verdaderos. Como la gente seguía interpretando, llegó el tiempo en que la autoridad eclesiástica prohibió leer la Biblia, salvo la podada por Roma. Así siguen sus fieles, ahora por mala costumbre. Benedicto XVI, que antes de ser papa ejerció de inquisidor, advierte ahora, generoso, que su vida de Jesús “no es en modo alguno un acto magisterial, sino únicamente expresión de búsqueda personal del rostro del Señor”. Se le puede contradecir, asume. “No he intentado escribir una cristología”. El teólogo anuncia una vida de Jesús, pero la escribe más desde la fe que desde la razón. Lo llama “toques de fe”. Todo ello pese a escribir también que “no se pueden atribuir a Dios cosas absurdas o insensatas o en contraste con su creación”. El fin de Ciudadanía y una alternativa a la clase de Religión, viejas demandas de la Iglesia ahora satisfechas
Andalucía acusa al Gobierno de equiparar la religión con la Constitución El proyecto de reforma educativa que impulsa el Gobierno de Mariano Rajoy recupera la asignatura alternativa a la Religión que se perdió con la reforma de los años noventa y elimina completamente la polémica materia de Educación para la Ciudadanía. El estatus de la asignatura de Religión siempre ha sido uno de los grandes caballos de batalla educativos de los obispos católicos españoles, así que lo fue también durante la negociación en 2005 y 2006 con el Gobierno socialista de la ley escolar hoy en vigor, la LOE, aunque entonces se añadió su rechazo a la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Los obispos querían que la materia confesional fuese evaluable y contase para la media y tuviera una asignatura alternativa fuerte, para conseguir así atraer a más alumnos a la materia confesional. Además, rechazaban una asignatura sobre valores que pudiera en algún caso cuestionar sus postulados —el cardenal Rouco declaraba que “invade totalmente” la libertad religiosa y el derecho de los padres a la educación moral de sus hijos—, aunque llegaron a proponer que una similar a Educación para la Ciudadanía fuera esa ansiada alternativa a Religión, según varios de los participantes en aquellas conversaciones. En todo caso, la ley se aprobó sin alternativa a la Religión y, en sus desarrollos, que es donde se establece el resto de cuestiones, se acordó que en secundaria la nota de la materia confesional contase para repetir curso o no (se repite con más dos o tres suspensos, dependiendo de la decisión de los profesores), pero no contaría para hacer media, por ejemplo, para conseguir becas. En primaria, no cuenta la nota tampoco para repetir. La jerarquía quería una asignatura que cuente para la media académica Ahora, el proyecto elimina completamente Educación para la Ciudadanía, que en una propuesta inicial del ministro de Educación, José Ignacio Wert, se había mantenido en la ESO con el nombre de Educación Cívica y Constitucional sin “contenidos polémicos”, en palabras del ministerio. Y la asignatura alternativa a la Religión que se resucita tiene unos nombres que recuerdan mucho a los contenidos de aquella perdida Ciudadanía o de la antigua Ética: se llama Valores Culturales y Sociales en primaria y Valores Éticos en secundaria. En bachillerato, la materia continúa sin alternativa, y se ofrecerá en el bloque de materias específicas, es decir, de las que se pueden elegir dentro de cada modalidad. En cuanto a su evaluación, para saber si contarán la Religión y su alternativa para las medias o para repetir curso, habrá que esperar a los desarrollos. De momento, el anteproyecto dice lo mismo que la LOE: que “la enseñanza de la Religión católica se ajustará a lo establecido” en los acuerdos con el Vaticano. Sí se añade un horario mínimo en primaria y secundaria: el “equivalente a la carga horaria media del resto de asignaturas ofrecidas en el bloque de asignaturas específicas”, como son Plástica o Educación Física. Hace unas semanas, un hombre, el español, San Juan de Ávila, y una mujer, la alemana Hildegarda de Bingen, recibían uno de los máximos honores de la Iglesia: la entrada en el selecto club de los Doctores de la Iglesia, un mundo dominado por los varones. De los 34 doctores de la Iglesia, 30 son hombres y sólo cuatro mujeres: Teresa de Ávila, Catalina de Siena y Teresita de Lisieux, a las que se suma ahora Hildegarda.
Las cuatro con méritos sobrados. Hildegarda de Bingen, en concreto, fue toda una personalidad. Llamó ave de rapiña al arzobispo de Colonia, predicó en los mercados ante las masas entusiasmadas como antes sólo habían hecho los herejes y, siendo una octogenaria, se rebeló contra la jerarquía eclesiástica. Muchas de las cosas que hizo y escribió fueron inauditas para el siglo XII. Mantuvo correspondencia con Papas, gobernantes y obispos, con la pareja real inglesa y con mujeres que necesitaban su consejo. Desempeñó numerosos oficios a la vez: era poetisa, naturalista, farmacéutica; dirigía simultáneamente dos abadías y fue autora de uno de los intercambios epistolares más abundante de la Edad Media. Es considerada la primera naturalista y autora de temas médicos en Alemania. ¿En toda la Historia de la Iglesia solo hubo cuatro mujeres con méritos para ser declaradas doctoras? Evidentemente que no, pero la lista de los 'Doctores' de la Iglesia refleja a la perfección la situación de la mujer en la institución. Y eso que hay otros muchos clubes eclesiásticos todavía más exclusivos y cerrados a cal y canto a las mujeres. Desde el cardenalato, al episcopado, pasando por el sacerdocio y todos los demás ministerios eclesiásticos. Muchos obispos hasta les prohíben subir al altar... como monaguillas. La Iglesia católica es mayoritariamente femenina en sus cuadros; la componen un 61% de mujeres, organizadas en distintas órdenes religiosas, frente a un 39% de hombres, entre sacerdotes, obispos, religiosos y diáconos. Pese a ello, el gobierno eclesial, la toma de decisiones, y la visibilidad de la institución están casi exclusivamente en manos de varones. ¿Por imperativo evangélico? El biblista Xabier Pikaza, autor de 'El evangelio de Marcos. La buena noticia de Jesús' (Editorial Verbo Divino), tras investigar a fondo el tema en su denso volumen, concluye que "Jesús no quiso algo especial para las mujeres. Quiso, para ellas, lo mismo que para los varones. Como entendió bien San Pablo en Gal 3, 28: 'Ya no hay hombre ni mujer...'. La singularidad de la visión de Jesús sobre las mujeres es la 'falta de singularidad'. No buscó un lugar especial para ellas, sino el mismo lugar de todos, es decir, el de los 'hijos de Dios'". Pero pronto llega la traición al Evangelio de Jesús. "Al convertirse en institución de poder religioso y social, dejando de ser un movimiento mesiánico de liberación, la Iglesia tuvo que aceptar las estructuras normales del poder, que había estado (y estaba) en manos de varones. Lógicamente, los varones justificaron después esa situación (esa dominación patriarcal) con pseudo-argumentos religiosos, que van en contra del espíritu de Jesús". 'Un escándalo y un pecado' Y así desde entonces. Las mujeres son mayoría en la iglesia católica aunque se trate de una mayoría silenciada. Una situación, que, como dice Pikaza "es un pecado contra el Espíritu de Cristo (contra su inspiración básica, de tipo mesiánico) y contra los signos de los tiempos, que van en línea de igualdad entre varones y mujeres". Una marginación que duele especialmente a las mujeres. "Me duele la situación actual de la mujer en la Iglesia o, más que dolerme, estoy cansada", explica la teóloga Dolores Aleixandre. Y añade: "Tengo la impresión de que llevamos con el mismo discurso demasiado tiempo. Muy anclado, por una parte y por otra, en sus respectivas posturas. Hay un temor en la Conferencia Episcopal, como si cualquier mujer que defiende sus derechos estuviera reclamando la ordenación. Y no se trata de eso, sino de que el Evangelio empuja de abajo a arriba, porque habla de una comunidad circular en la que alguien tiene la presidencia, pero en la que todos somos hermanos y hermanas. Me pregunto por qué tenemos tanto miedo al sueño circular y fraterno de Jesús y creo que tenemos mucha confusión entre autoridad y poder". Otra teóloga, María José Arana, vieja luchadora por la igualdad de la mujer, explica: "Las mujeres han permanecido en la Iglesia como las grandes ausentes, una ausencia que perdura hasta nuestros días. Evidentemente la ausencia de las mujeres empobrece enormemente a la Iglesia en múltiples aspectos y en sí misma; pero además pierde credibilidad ante el mundo que va despertando rápidamente en estos aspectos y ante los cuales la Iglesia, Luz de las Gentes como se llamó a sí misma en el Concilio, debería brillar con su ejemplo y alumbrar caminos nuevos." Entre otras cosas, para hacer justicia también histórica a su papel. Lo dice así la también teóloga española Felisa Elizondo: "Las mujeres en la Iglesia reclaman otro reconocimiento y otra confianza. Que eso se traduzca en lo que tenga que irse traduciendo. Pero desde luego hace falta rescatar la aportación de las mujeres a la experiencia cristiana, textos, afirmaciones... No ya de santas conocidas, sino de mujeres cristianas que han aportado cosas espléndidas. Eso es hacer justicia en la historia". Una revolución femenina en ciernes Durante siglos, la mujer aguantó, pero, ahora, parece dispuesta a conquistar espacio de libertad también en la Iglesia. Los ejemplos de luchadoras por el cambio de la institución se multiplican. 'Dones en l'Esglesia' son un grupo de mujeres profundamente católicas, pero que se sienten "absolutamente discriminadas" en la Iglesia a la que pertenecen. Una Iglesia jerárquica que "sólo se visibiliza con cara de varón". Por eso, el colectivo catalán pide una solución urgente. "Tenemos derecho a reclamar, y reclamamos, la paridad en la Iglesia", dicen en los múltiples manifiestos que vienen lanzando desde hace años. Y lo piden tanto por razones instrumentales como teológicas. En cuanto a las primeras, el colectivo asegura que son mujeres las que atienden todos los servicios de las parroquias e incluso, "la mayor parte de las personas que asisten a los actos religiosos". De ahí que, como dice Dolors Figueras, una de las dirigentes del grupo, "si las mujeres hiciésemos huelga, las iglesias se quedarían casi vacías del todo". Pero, aunque son aplastante mayoría, no cuentan con representación alguna en la jerarquía. "El Papa, los cardenales, obispos, presbíteros y todos los que tienen responsabilidades de dirección en la Iglesia son varones", denuncian. Y eso, según el colectivo de mujeres católicas, atenta contra los derechos humanos y contra el Evangelio. "La Iglesia no respeta en su interior esos derechos humanos que tanto proclama para los demás. Ha llegado la hora de decir basta a este atropello. No admitimos que se nos siga discriminando por razón de género", explica Dolors. Una situación que hasta las avergüenza. "Me da pena, porque nuestra Iglesia está haciendo el ridículo. Debe ser ya la única institución del mundo, al menos en el ámbito occidental, que sigue marginando a las mujeres". Y eso que hay muchos creyentes, sacerdotes e incluso algunos obispos que apoyan su causa. Eso sí, estos últimos son los menos. Y Dolors cita, por ejemplo, a monseñor Casaldáliga, el obispo de los pobres brasileños, y a monseñor Godayol, un prelado catalán que trabajó toda su vida en Latinoamérica y, ahora, vive jubilado en Cataluña. El colectivo 'Dones en l'Església' está integrado, cuenta Figueras, por unas 500 mujeres, que llevan más de 20 años reivindicando un sitio al sol en la Iglesia. Entre ellas, hay varias teólogas, como Mari Pau Trayner, Mercedes Navarro o María Antonia Sabaté, que imparten clases de teología feminista en la universidad. El paso adelante de las monjas de EEUU La "rebelión eclesial femenina" se extiende. Unas veces de manera silenciosa. Y otras, con abierta y clara confrontación. "Es posible", dice Xabier Pikaza, "que ya se esté dando la gran rebelión y no nos demos cuenta. Hay un tipo de Iglesia que puede quedar vacía (seca), mientras están surgiendo ya formas de vida que responden mejor al Evangelio. El proceso resulta, a mi juicio, imparable". Y el prestigioso teólogo vasco cita un ejemplo concreto: "Pienso que en esa línea es importante el movimiento de religiosas de los Estados Unidos". Las monjas de Estados Unidos llevan años en el ojo del huracán de la Curia vaticana. Pero resisten. El pasado mes de agosto celebraron su convención anual. Se reunieron en San Luis unas 1.000 religiosas en representación de las 87.000 compañeras que hay en EEUU. Y allí pidieron "una Iglesia más sana, comprometida, encarnada y samaritana". No discuten dogmas ni principios básicos doctrinales. Sólo piden que el gobierno de la Iglesia sea, como ya exigió el Concilio, más corresponsable; piden "una Iglesia que no discrimine a la mujer y que, por lo tanto, le permita el acceso al sacerdocio". Piden que la Iglesia, en el campo de la moral sexual, reconozca en teoría lo que el pueblo de Dios viene haciendo en la práctica desde hace muchos años: el control de la natalidad, por ejemplo. No cuestionan dogmas, luchan por "una Iglesia sin poder ni privilegios, al servicio de los más pobres, esperanza de los desvalidos, con entrañas de misericordia. Una Iglesia libre, que viva, luche y sufra con el pueblo". Y para defender su visión eclesial (la aprobada por la Iglesia en el Vaticano II), las monjas estadounidenses ofrecen vida entregada, pasión por el Evangelio, misericordia y diálogo serio, profundo y honesto con la jerarquía. No son exaltadas. Ni radicales. Son monjas que aman a Dios y a la Iglesia. Y luchan para que su forma de ser Iglesia tenga carta de naturaleza en la institución. Y lo reivindican: "En la vida civil, la mujeres lucharon y, al fin, consiguieron sus derechos, hoy reconocidos. ¡Qué pena que en la Iglesia de Jesús todavía no se nos reconozcan! Nuestra discriminación hace tanto daño... Algún día, no muy lejano, los jerarcas de nuestra Iglesia tendrán que pedir perdón por ello". No sabemos muy bien el sentido exacto ni si las palabras que aquí pone Lucas son exactamente las de Jesús, aunque tengan tantos parecidos con las de Marcos que leímos hace poco, pero sí nos sentimos aludidos por ellas:
"...en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo". Discúlpeme si peco de catastrofista, pero eso está ya pasando. El mar, la naturaleza entera, están en peligro, y no precisamente por causas naturales, sino por nuestro modo concreto de tratarlos. Es clásica la interpretación del Génesis, en la que Dios hace todas las cosas, "su jardín", y pone allí al ser humano "para que cuide el jardín". Pues bien, nosotros estamos destrozando el jardín, y a tal velocidad que no sabemos cuánto puede tardar en quedar irrecuperable. "Muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo". Las cosas que vienen ya sobre el mundo son el consumo desenfrenado, el ansia obsesiva de poseer y disfrutar, la falta honestidad y respeto, el escandaloso abuso de los poderosos sobre los indigentes. Y no caen del cielo como una maldición; surgen del corazón de los hombres. El terror y la ansiedad están aquí, en la inmensa multitud de los que pasan hambre, injusticia, opresión, desprecio, deshumanización. Esto ha existido siempre en la historia de la humanidad, pero hoy se ha desbocado hasta amenazar la misma existencia del ser humano y de nuestro plantea, "el jardín de Dios". Las fuerzas de los cielos han sido sacudidas. Esas fuerzas son nuestras fuerzas, la capacidad humana de elegir el bien, lo correcto, lo humano, lo que en definitiva hace posible la existencia de la humanidad, amenazada por las fuerzas del mal, el mal que nosotros producimos y padecemos. Estamos jugando con fuego, con la muerte. Al paso que vamos, ni la naturaleza ni la humanidad podrán subsistir muchos años, ni aun quizá pocos. Y tras este planteamiento, volvemos a Lucas: "Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación". Pues bien, estas cosas ya han empezado, ¿de dónde podemos esperar esa prometida "liberación"? Lucas lo tiene clatro: "Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria". Nuestra manía de entender los símbolos como sucesos reales nos impide entender. Nos imaginamos un espectáculo celeste, de nubes y rayos y trompetas, y un Cristo glorioso terrible como el espantoso Juez de Miguel Angel en la Sixtina, arreglándolo todo a mangazos inmisericordes. Pues no, no es su estilo. Su estilo es la semilla y la levadura y la sal. Y esto no está en sus manos, sino en las nuestras, alentadas por su Viento, por su espíritu. Es decir, que es ahora precisamente cuando llega nuestro tiempo, el tiempo en que la misión que Jesús nos encargó (construir el Reino) se hace más acuciante, más urgente. "Cobrad ánimo y levantad la cabeza", porque no estamos solos para recomponer este mundo desquiciado. Les añadió una parábola: "Mirad la higuera y todos los árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está ya cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de Dios está cerca". "Los famosos brotes verdes"... ¿dónde están? ¿Es que alguien puede ver nuestra higuera mundial floreciendo? Pues sí, y no me tachen de ingenuo. Es claro que nunca se han mostrado tan potentes los hielos y fuegos de los deshumanizadores. Es claro que estamos aterrados por el poder de las grandes fuerzas económicas, mantenidas por los poderes políticos, indiferentes a la destrucción, asesinas de las personas normales y de las naciones. Pero es más claro, para quien tenga ojos, que la inmensa mayoría de las personas hemos pasado de la sumisión resignada a la protesta y a la acción. Hay dos acciones evidentes, verdes brotes de esperanza: la solidaridad que ha nacido desde hace no muchos años (antes sólo hablábamos de caridad); y la protesta, la subversión, la capacidad de plantar cara a los poderosos del mal. Hasta en la Iglesia se ven brotes verdes, prometedores, frutos poderosos del Concilio Vaticano II. Son ahora como la hierba, que parece destinada a que todos la pisen, pero nunca muere por eso, sólo muere por la sequía, la falta de agua. Y es claro que infinito número de comunidades cristianas, pequeñas y desprotegidas y aun pisoteadas, están cada vez más verdes, más sanas, más comprometidas, más unidas a Jesús. El Vaticano II fue semilla y levadura y sal, y mal que les pese a algunos, florece y transforma a la Iglesia con la fuerza de Dios: por eso le tienen muchos tanto miedo, porque no quieren el Reino. Así que "guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida...". Es tiempo de opciones, de elegir a qué bando queremos pertenecer: a los de la hierba que brota, de la semilla, la levadura y la sal, o los que pisan la vida, borrachos de libertinaje, de ansias de poder, inflados por su condición, profana o sagrada, pero caracterizada por la abundancia y el poder. "Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza..." Esa es el agua que necesita la humilde hierba del Reino. Verdaderamente necesitamos fuerza, fuerza de Dios, Viento del Padre, Espíritu de Jesús, porque las fuerzas contrarias no las tenemos sólo fuera, sino que se nos cuelan en nuestro propio espíritu y nos corrompen desde dentro. Pero no tenemos miedo. El Reino, el Proyecto de Dios, no va a fallar: el futuro no es el desastre de la humanidad, el fracaso de Dios, el caos irreversible. El futuro es el Reino, y nosotros, los que nos decimos "Iglesia" somos las manos de Dios, la levadura de Jesús, los que podemos poner sal en las cosas para que no se pudran y tengan sabor. ¡Todo un destino, todo un desafío! Y no podemos dejar de tener en cuenta que la sal, la levadura, la semilla, actúan de abajo a arriba, desde dentro, con paciencia. Todos los esfuerzos se den en la Iglesia por actuar desde arriba, con espectáculo, desde el poder, nos más que fuegos artificiales que parecen iluminar, que hacen ruido, para ni duran ni producen nada. Nuestro futuro de constructores del Reino se nasa en la conversión personal, en la oración intensa, en la Cena del Señor, y también la coherencia de nuestra vida con el es tilo de Jesús, en la capacidad de denuncia profética. Lo que más me gusta de las frases de Lucas es: "cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación". PROPONGO DOS SALMOS PARA NUESTRA ORACIÓN VOCAL, MEJOR EN COMÚN SALMO 16 Guárdame, Señor, que me refugio en Ti Decid al Señor: "Tú eres mi Dios, Tu eres mi Bien y no deseo otro" Aunque todo el mundo corra tras sus ídolos mi herencia eres Tú, Señor. Eres Tu quien garantiza mi suerte Eres Tú mi herencia y mi riqueza. Bendigo al Señor, mi consejero y lo tengo presente sin descanso. El Señor a mi diestra. El es mi guía. Así encuentra mi espíritu la paz mi corazón reposa seguro porque Tú no abandonas mi vida. Tú me enseñas el camino de la vida y encuentro ante tu rostro la plenitud de vida y de alegría. SALMO 80 Este salmo presenta la angustia de Israel ante sus enemigos, su miedo a que sus pecados le hayan separado de Dios, y su plegaria a Dios para que le salve. Todos estos elementos los trasladamos al plano espiritual y pedimos a Dios, con estas antiguas fórmulas, la liberación del pecado, el conocimiento, la liberación. Pastor de Israel, escucha, Tú que llevas a tu pueblo como un pastor, Tú que reinas sobre los ángeles, muéstrate, revela tu poder, y ven en nuestra ayuda. ¡Haznos regresar, Señor, tú que eres poderoso que aparezca tu rostro y seremos libres! ¿Hasta cuándo, Señor poderoso, rechazarás la oración de tu pueblo? Nos alimentas con pan de llanto, las lágrimas son nuestra bebida. La gente se ríe de nosotros, nos vence el enemigo. ¡Haznos regresar, Señor, tú que eres poderoso que aparezca tu rostro y seremos libres! Tú sacaste esta cepa de Egipto y la plantaste entre los pueblos. La cepa prendió y los montes se cubrieron con su sombra. ¿Por qué has roto su cerca y la roban todos los que pasan, por qué la dejas a merced de los depredadores? Vuelve al fin, Señor, míranos por fin desde los cielos, visita tu viña, protégela, pues la plantó tu mano. Extiende tu mano sobre los hombres no nos dejes andar lejos de Ti, devuélvenos la vida, que se alabe tu Nombre. ¡Haznos regresar, Señor, tú que eres poderoso que aparezca tu rostro y seremos libres! Si hay una palabra que recorre todas las tradiciones de sabiduría, esa palabra es “despertar”. Probablemente, en los evangelios sinópticos se ha interpretado desde categorías míticas, con lo que se le ha otorgado un carácter individualista y moralizante.
Según esa interpretación, “estar despierto” parecía equivaler a mantener un adecuado comportamiento moral para, de ese modo, alcanzar la salvación (individual, o del yo). Es comprensible que, en aquel contexto histórico y cultural, se hiciera ese tipo de lectura. Sin embargo, me parece que la invitación original a “despertar” reviste una hondura infinitamente mayor, que conecta con aquella palabra con la que Jesús inicia su actividad pública: “Convertíos”. También la “conversión” se ha leído en clave moralizante. En realidad, se trata –si nos atenemos al original- de una “metanoia”, es decir de un nuevo modo de ver o de conocer, de un “conocer más allá de la mente”. Con lo cual, la conversión y el despertar son dos modos de referirse a la misma realidad. ¿Qué significa “despertar”? ¿En qué “sueño” estamos sumidos? ¿Cómo darnos cuenta de que estamos “dormidos”? ¿Hay algo que podamos hacer?... Todas esas cuestiones me son evocadas por la invitación que aparece en boca de Jesús: “Estad siempre despiertos”. Parece que lo característico del sueño es la confusión: de hecho, cuando estamos dormidos, confundimos lo que aparece con la realidad, sin ser conscientes de que es el propio soñador el que crea el mundo onírico al que, mientras dura el sueño, toma como real. Es solo al despertar cuando se da cuenta de lo ocurrido. En ese momento, desaparece la confusión y sonríe ante el recuerdo de las imágenes que había tomado como reales. Esa sonrisa no es otra cosa que el efecto de la comprensión y el signo de la liberación frente a las fantasías oníricas. Volvamos ahora a nuestra vida de vigilia. De un modo similar a lo que ocurre en el sueño, sabemos que estamos dormidos siempre que experimentamos confusión y sufrimiento: no sabemos reconocernos en nuestra verdadera identidad y no logramos liberarnos del sufrimiento; tanto la confusión como el malestar emocional son hijos de la ignorancia básica, que caracteriza al “sueño”. Hasta tal punto, que una y otro no desaparecerán hasta que no encontremos la respuesta adecuada a la pregunta “¿quién soy yo?”, es decir, hasta que no despertemos. El signo más claro de estar dormidos es el sufrimiento. Porque así como el dolor es inevitable, el sufrimiento siempre es opcional: aparece cuando nos reducimos a lo que no somos. Al identificarnos con el cuerpo, la mente, los pensamientos, los sentimientos, las circunstancias que nos ocurren…, suceden dos cosas: por una parte, nos reducimos a un “objeto” –pensando que somos aquello con lo que, inconscientemente, nos habíamos identificado-; por otra, quedamos a merced de ello mismo. Así, bastará un problema corporal o una adversidad emocional, para pensar que “yo” estoy en peligro y sumirme en el sufrimiento. Leído desde otra perspectiva, esto significa que podemos ver cualquier sufrimiento como una “alerta” que nos está invitando a salir del engaño en que nos encontrábamos y “despertar” a nuestra verdadera identidad. Despertamos cuando reconocemos que no somos ningún “objeto”, sino la Consciencia ilimitada y no-dual, que se expresa temporalmente en la forma de este “yo”. Por eso, lo que somos no es afectado por nada que pueda ocurrir. Es claro que el despertar no se halla al alcance de nuestra mente –del mismo modo que quien está dormido no se despierta cuando quiere: la voluntad no es capaz de “trasladarnos” de un estado de conciencia a otro-. Sin embargo, hay algo en lo que podemos adiestrarnos: en el reconocimiento de lo que no somos. De esa manera, podremos deshacer identificaciones y, como si el velo se fuera descorriendo, podrá emerger la consciencia límpida de nuestra verdadera identidad. “No soy mi cuerpo, no soy mi mente, no soy esta circunstancia, no soy esta reacción, no soy este «yo»…, no soy nada de lo que pueda observar”. La conclusión brotará por sí misma: soy Eso que observa y que, siendo, no puede ser observado. La persona despierta es la que lo ha experimentado y, gracias a ello, vive anclada, enraizada y conectada a su verdadera identidad, al “Yo Soy” universal y no-dual, al que también el propio Jesús se refería. Para terminar el comentario, quiero traer el testimonio de un hombre acerca de la experiencia de su propio despertar. Se trata de Tony Parsons, y lo describe de este modo: “La iluminación no tenía nada que ver con mi esfuerzo por cambiar como soy, o la manera en que vivo o aun con cambiar la vida en absoluto. Sí tenía que ver, sin embargo, con un cambio total en la comprensión de «quién soy realmente». Todo está aconteciendo a través de ti. Hay un tremendo alivio cuando se abraza esta comprensión: toda culpa desaparece, ya no hay más lamentos y se ve que has sido traído a sentarte aquí y a escuchar esto. Cesa toda lucha, y el esfuerzo por hacer que la vida de uno funcione pierde repentinamente sentido. Es entonces, en ese relajarse y dejar que fluya la vida, cuando se abre una nueva posibilidad…”. Con el primer Domingo de Adviento, comenzamos el nuevo año litúrgico que es una puesta en escena de los acontecimientos que dieron lugar al cristianismo. De la misma manera que en la vida normal, se inventó el teatro para escenificar las relaciones sociales y así poder comprenderlas mejor, así en el ámbito religioso, escenificamos las experiencias religiosas de nuestros antepasados. Para nosotros la figura clave es Jesús, por eso el año litúrgico se desarrolla en torno a su vida.
No tiene mayor importancia que Jesús haya nacido el 25 de diciembre o en cualquier otro día del año. Como tampoco la tiene que haya nacido en el año 1 ó en el año 5 antes de Cristo. Lo importante es descubrir que la esencia de nuestra religión tuvo su origen en la experiencia humana del hombre Jesús. Empezamos con los cuatro domingos de Adviento, como preparación para celebrar el momento más importante de ese proceso que terminó en la religión cristiana. No nos debe extrañar la increíble riqueza de los textos litúrgicos de este tiempo de Adviento. Ello se debe a que el pueblo de Israel vivió toda su historia como tiempo de adviento, es decir, como una continua espera. Pero también el pueblo cristiano, vive las expectativas de la llegada definitiva del Reino de Dios. Por eso, tanto el AT, como el NT, están plagados de textos bellísimos sobre este tema fundamental en toda la Escritura. Nosotros encontramos una dificultad a la hora de entender estos textos, porque están escritos desde unas expectativas completamente diferentes y en un lenguaje extraño. Sin embargo el mensaje es simple: Pase lo que pase, debemos tener total confianza en Dios que salva siempre. EXPLICACIÓN Tal vez nos produzca una cierta confusión el hecho de que la liturgia apunta en una doble dirección. Por una parte, nos invita a estar en vela para la venida futura y definitiva de Cristo. Por otra, nos invita a prepararnos a celebrar dignamente la primera venida, es decir, su nacimiento como ser humano. Ambas perspectivas son hoy problemáticas. Celebrar el nacimiento de Jesús como acontecimiento histórico, no servirá de nada si no nos sentimos implicados en lo que significó su propia vida. Entender literalmente la segunda venida, será echar balones fuera por el otro extremo. Esos dos extremos serán referencias importantes, solo si nos llevan a afrontar adecuadamente el presente. No tiene sentido hablar hoy del fin del mundo ni de catástrofes futuras. Ni siquiera de la "futura venida de Cristo". Lo importante no es que vino, ni que vendrá, sino que viene en este instante. Hablar hoy del futuro en cualquiera aspecto es ponerse fuera de juego y no aceptar el verdadero mensaje de las lecturas. Quedarse en la celebración de un hecho histórico, no cambiará nada en mi vida. Debe hacernos pensar el hecho de que los Judíos esperaron durante dieciocho siglos la liberación. Y cuando llegó Jesús con su oferta de salvación, la rechazaron porque no era lo que ellos esperaban. La venida del Mesías no fue suficiente para los judíos, porque no esperaban esa salvación, pero tampoco fue suficiente para los primeros cristianos, también judíos, que siguieron esperando la "segunda venida" en la que sí se realizará la verdadera salvación, porque entonces vendrá "con gran poder y gloria". Aún hoy, seguimos esperando una salvación a nuestra medida, no la que realmente trajo Jesús, que es la que Dios quiere para nosotros. Si comprendiéramos que Dios ya nos ha dado todo lo que puede darnos, dejaríamos de esperar que Dios venga a "hacer" algo para salvarnos. A todos nos resulta muy complicado abandonar una manera de ver a Dios que nos da seguridades, que es lo único que nos importa de verdad. Preferimos seguir pensando en el Dios todopoderoso que actúa a capricho, donde quiere, cuando quiere, y desde fuera. Solo requiere de nosotros que cumplamos, también externamente, sus mandamientos. Desde esta perspectiva nos sentimos forzados a hacer lo que nos parece que le agrada y de otra, a esperar con miedo a que en el momento último nos coja confesados. De esa manera no hay forma de hacer presente el Reino de Dios que está dentro de nosotros. Y además, nos quedamos tan frescos, echando la culpa de que no estemos salvados, a Dios que es demasiado cicatero a la hora de concedernos lo que tanto deseamos. Dios está viniendo siempre. Si el encuentro no se produce es porque estamos dormidos o, lo que es peor, con la atención puesta en otra parte. La falta de salvación se debe a que nuestras expectativas van en una dirección equivocada. Esperamos actuaciones espectaculares por parte de Dios. Esperamos una salvación que se me conceda como un salvoconducto, y eso no puede funcionar. Da lo mismo que la esperemos aquí o para el más allá. Lo que depende de mí no lo puede hacer Dios ni lo puede hacer otro hombre. Esta es la causa de nuestro fracaso. Esperamos que otro haga lo que solamente yo puedo hacer. Dios es la salvación y ya está en mí. Lo que de Dios hay en mí es mi verdadero ser. No tengo que conseguir nada ni cambiar nada en mí. Simplemente tengo que despertar y descubrirlo. Tengo que salir del engaño de creer que soy lo que no soy. Esta vivencia me descentra de mí mismo y me proyecta hacia los demás; me identifica con todo y con todos. Mi falso ser, mi ego, mi individualidad se disuelve. Esa experiencia de salvación tendrá consecuencias irreversibles en mi comportamiento con los demás y con las cosas, que ahora, hecho el descubrimiento, forman parte de mí mismo. Dios no me salva como recompensa a mis actos. Mis obras serán la consecuencia de la salvación que Dios me da. En las primeras comunidades cristianas se acuñó una frase, repetida hasta la saciedad en la liturgia: "Marañatha" = ¡Ven, Señor Jesús! Vivieron en la contradicción de una escatología realizada y una escatología futura. "Ya, pero todavía no". Hay que tener mucho cuidado a la hora de entender estas expresiones. "Ya", por parte de Dios, que nos ha dado ya todo lo que necesitamos para esa salvación. Si no fuera así, se convertiría en un tirano. "Todavía no", por nuestra parte, porque seguimos esperando una salvación a nuestra medida y no hemos descubierto el alcance de la verdadera salvación, que ya poseemos. Aquí radica el sentido del Adviento. Porque "todavía no" estamos salvados, tenemos que tratar de vivir el "ya". Eso nunca lo conseguiremos si nos dormimos en los laureles. Jesús apunta hacia una salvación muy distinta de la que esperamos. "He venido para que tengan vida y la tengan abundante." ¿Cuál es la tierra prometida que nosotros esperamos hoy? Como los judíos, ¿esperamos una tierra que mane leche y miel, es decir mayor bienestar material, más riquezas, más seguridades de todo tipo, poder consumir más? Seguimos apegados a lo caduco, a lo transitorio, a lo terreno. Seguimos convencidos de que la felicidad está en el consumo. La liturgia nos propone cuatro domingos para prepararnos. Los comercios adelantan más cada año la oferta de productos navideños... La confianza, la esperanza, la paz, la ilusión la tengo que mantener aquí y ahora, a pesar de todas las apariencias. No debemos esperar que el mundo cambie para alcanzar la verdadera salvación. Confiar, creer es ya cambiar el mundo. Si no es así, estoy confiando en el ídolo. Siempre tendemos a ver la presencia de Dios en los acontecimientos favorables, y pensar que Dios está alejado de nosotros cuando las cosas no van bien. Esa es la interpretación de la historia que hizo el pueblo judío. Jesús dejó muy claro que Dios está siempre ahí, pero se manifiesta con rotundidad en la cruz, aunque sea difícil descubrirlo. El Adviento no me invita a mirar hacia fuera: pasado y futuro, sino a mirar hacia dentro. Si consigo que nada de lo que tengo me ate y me desligo de lo que creo ser, aparecerá mondo y lirondo mi verdadero SER. Solo ahí puedo encontrar la auténtica felicidad. ¡Qué nos está pasando! Celebramos con inmensa alegría el nacimiento de una nueva vida, pero seguimos despidiendo a nuestros muertos con un "funeral". Debemos atrevernos a no ver el fin de una vida como un fracaso. Al final del camino, nada de lo que eres en tu esencia, se ha truncado. Eso es lo que se desprende del evangelio. Eso es lo que Jesús predicó y vivió. Meditación-contemplación Dios viene, pero no de fuera. Jesús vuelve, pero no se ha ido. Hay que superar los conceptos de pasado y de futuro. Solo así entrarás en la dinámica de una auténtica revelación. ................ Dios es siempre el mismo, no puede cambiar. Está en la historia, y a la vez, más allá de la historia. Descúbrelo en lo hondo de tu ser y aparecerá a través de ti. No tienes nada que esperar de fuera. ................ No tiene nadie que venir a salvarte. Tienes que descubrir que estás salvado desde siempre y para siempre. Lo que te llegue de fuera ni aumenta ni disminuye esa salvación. Pero puede ayudarte o impedir que la descubras y la vivas. |
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