El día 10 de noviembre de 2012, o sea, hace unos seis meses aproximadamente, escribí ESTE ARTÍCULO en mi blog a raíz de la decisión tomada por el Tribunal Constitucional en ese mismo mes, concretamente, el 6 de noviembre del mismo año.
Cayó aquel gol como un jarro de agua en el machista, intolerante y cerrado grupo solo de hombres de la Conferencia Episcopal española. Rouco y Rajoy, los dos gallegos presidentes de los equipos más poderosos que tiene en estos momentos este país, en lo religioso (Iglesia) y en lo político (el PP) enfrentados en una guerra fría. Como el Barsa y el Madrid, tal cual. Una lucha de poderes a cara de perro pues aunque coinciden y hacen el paripé de cara al público en muchas cosas, cierto es que se llevan fatal. Y no solo entre las cúpulas sino entre las bases. Monstruosas entidades que no se sacian. Cuanto más poder tienen, más poder quieren. Y no terminan de saciarse. Dos hombrecitos jugando como niños a ver quien se lleva el gato al agua. Decía yo en aquel artículo que el TC les había marcado un gol por toda la escuadra al episcopado y a las huestes integristas españolas. Al mismo tiempo que me alegraba inmensamente por la noticia, mi subconsciente me decía que el partido iba a durar mucho tiempo. Lejos de resignarse, como ellos predican, ante las adversidades y como espoleados por aquella supuesta humillación tenían que conseguir como fuera el empate y, de paso, darle la vuelta al marcador. Y así ocurrió y así está ocurriendo. Y de qué manera. Veamos. El político, zorro como él solo, en una maniobra brusca pero muy sutil se adelanta el mitrado y acude a Roma (15/04/2013) a ver a Francisco, el nuevo papa argentino que, por cierto, de momento solo está cumpliendo con la labor de enjalbegar (blanquear las paredes con cal, yeso o tierra blanca) una iglesia corrupta y en una visita que dura 24 minutos le comunica que no se preocupe. Que lo de los matrimonios gays es algo que solo afecta a un gran sector y al mismo tiempo extendido en muchos países del mundo y había que asumirlo. No me extraña, el muy ladino, que le contestara ante una supuesta observación pontificia al respecto, algo así como: Ustedes tienen un grave problema con la pederastia en el mundo y aquí no pasa nada ni han hecho nada. O sea que… calladito por si acaso. Eso sería “pecata minuta” o una insignificancia con lo que estaba proyectando el gobierno. Posteriormente se reúne con Tarsicio Bertone, el gran cóndor cardenalicio que todavía sigue llevando las riendas, de forma subrepticia, del pequeño gran estado católico. El verdadero papa en la sombra, vamos. A todas estas, Rouco, callado como una p… y a la espera aunque por dentro imagino el cabreo sordo y de rabia contenida porque el gol que le iban a meter en fuera de juego por milímetros a la ciudadanía y en perfecta combinación con un juez de línea del partido gobernante, quería marcarlo el purpurado pero no. Lo marcó un tal Wert y aunque era consciente de que estaba haciendo algo que encendería los ánimos de muchos y variados sectores de la sociedad, éste se creció como un león, según su verborrea, para cantar el gol. Aquellos sectores variados y mayoritarios asistían, atónitos, a un retraso en el tiempo. Una vez más habían conseguido indignar. La religión católica, de nuevo, contaría para nota media y para acceso a becas. Nada más y nada menos. No una asignatura que abarcara a todas las religiones del mundo y como acontecimiento social fuera estudiada o conocida para enriquecimiento cultural. No. El objetivo es claro: adoctrinar a los alumnos con la disculpa de que es optativa para decir: no al aborto, no a las relaciones sexuales fuera del matrimonio, no a los preservativos, no a la vestimenta provocativa, no a las uniones o matrimonios gays y menos la adopción de niños, no a la pluralidad de pensamiento, no a la libertad de conciencia, no a los divorciados y sus nuevas parejas y sí al rosario diario, al rezo como solución de todos los problemas, sí al matrimonio indisoluble, sí a la doctrina de la iglesia católica, sí al catecismo, etc, etc. Y todo en virtud de un tratado obsoleto, partidista e interesado entre el Vaticano y los distintos gobiernos que lleguen al poder, sean del signo que sean. Y ¡ojo¡ el partido no está ni mucho menos acabado. Esto no se va a quedar en empate. En el banquillo, esperando su oportunidad y calentando en la banda para también marcar gol, está “monseñor Gallardón” con su contrarreforma de ley del aborto. Al tiempo. Aquí de lo que se trata es de jugar con los ciudadanos y ciudadanas. Y aquí, en España, mientras no haya una efectiva separación entre iglesia y estado y mientras no se anule y se rompa ese acuerdo, por respeto a muchísima gente que no es de esta religión o que es agnóstica o que es no creyente y por respeto a una constitución, cada día más denostada, que dice claramente que este estado es aconfesional. Mientras esto no llegue a su fin, la educación pública y laica, columna vertebral de un país en progreso, y demás derechos que se han conseguido como señal inequívoca de libertad de pensamiento y, sobre todo, de conciencia… esto seguirá siendo un cachondeo y una tomadura de pelo.
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