Junto a Octavio Salazar Benítez, de la Universidad de Córdoba, Juan José Tamayo codirige el curso de verano de la UNIA Feminismo, género y cultura. El reconocido teólogo -profesor en la Carlos III de Madrid, donde dirige la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría- defiende la Teología de la Liberación y ofrece un enfoque crítico sobre la jerarquía de la Iglesia católica.
-¿Cree que el feminismo está devaluado? -El fenómeno del feminismo es ondular. El momento cumbre fue en los 80 y 90 y ahora estamos en una etapa de baja marea porque se están introduciendo planteamientos que perjudican al feminismo que son los “pos” y “neos”. Estamos en una etapa de posfeminismo en la que se considera que todas las luchas y reivindicaciones que ha llevado el feminismo en estas últimas décadas han desembocado en la consecución de los logros y objetivos que se buscaban. Y luego están el famoso posmachismo, el neofeminismo, el neomachismo… Todos los “pos” y todos los “neos” son peor que la marca originaria y, en este sentido, hay que volver a los orígenes del feminismopara reivindicar una serie de reclamaciones en el cambio de la sociedad igualitaria, la educación paritaria y la política de género que tristemente aún no se han conseguido. Por otra parte, influye el problema de la filosofía, que es una disciplina que contribuye a formar ciudadanos y ciudadanas críticas, personas que hacen análisis de la realidad, que piensan, reflexionan, se comprometen cívicamente y quieren contribuir a la mejora de la sociedad. -La filosofía está siendo reducida en los estudios de Bachillerato. -Pero además de la pérdida de la filosofía en ese momento tan importante de la educación, el modelo o tipo de filosofía que se enseña es patriarcal, androcéntrica y homófoba. De entrada lo es porque se excluye a las mujeres como pensadoras, se considera que el pensamiento y la racionalidad corresponden al varón y se cree que el verdadero sujeto filosófico es el hombre. La famosa afirmación de Descartes “pienso, luego existo” no es aplicable en la historia de la filosofía a las mujeres, sino sólo y exclusivamente a los hombres: pienso como varón. De esta forma, las mujeres han sido relegadas al campo de los sentimientos, de los afectos, de la intuición, de las sensaciones, y el hombre se ha erigido en sujeto único y exclusivo del pensar y el razonar. Claro, todo esto se transmite en la escasa filosofía que se imparte hoy a los alumnos y alumnas, de forma que del campo filosófico son excluidas las mujeres porque, además, se considera que los clásicos, tanto de la antigüedad griega como de la modernidad, han seguido defendiendo que el sujeto de la razón, por naturaleza, es el varón. Por eso me parece tan importante la afirmación que hizo Mary Wollstonecraft, la primera feminista filósofa, que dijo “no quiero que los hombres dominen sobre las mujeres, sino que las mujeres dominen sobre sí mismas y sean verdaderos sujetos”. -Los datos relativos a las últimas investigaciones sobre maltrato en los noviazgos entre adolescentes y jóvenes constatan que el avance ha sido nimio y que queda mucho por hacer. ¿Cómo se aborda este asunto? -Primero, como usted plantea, desde el análisis de la realidad. ¿Qué es lo que está pasando en el campo, por ejemplo, de la educación y de las relaciones entre chicos y chicas? Yo creo que esa involución en el campo de la igualdad entre jóvenes mujeres y hombres es porque hemos bajado la guardia en la lucha feminista por la igualdad, se ha producido un espejismo y hemos creído que esa conquista ya se había logrado y que, por tanto, en la educación no había que trabajar el tema de la igualdad o la discriminación por razones de género. Pensábamos que con la construcción jurídica y la generalización de la universalidad de todos los derechos se había logrado hacer realidad. Pero, en el fondo, hemos sido muy ingenuos pensando en unos logros que no se han conseguido. Estas olas de involución son mucho más radicales que la involución originaria porque además hay una especie de defensa: el feminismo es la única revolución no violenta que se ha producido en la historia y, sin embargo, tanto el neomachismo como el patriarcado histórico han respondido con violencia contra las mujeres ante sus reivindicaciones. Y el grado de violencia extremo es el asesinato de mujeres, pero hay formas de violencia encubiertas o más manifiestas que se expresan a través de las redes sociales o violaciones que se graban. -Las mujeres y la religión son los mayores enemigos de la mujer. ¿Qué opina de esta afirmación? -Sobre la religión estoy totalmente de acuerdo. Las religiones siempre se han llevado muy mal con las mujeres y las han tratado como subalternas. Ahora mismo son los últimos y más influyentes bastiones legitimadores del patriarcado y por eso suelo hablar de tres tipos de patriarcado: el de la coacción, que es el patriarcado duro en el que las mujeres son inferiores y deben tener un proceso de socialización que diferencie perfectamente sus roles de los de los hombres; el blando, que es el patriarcado de consentimiento en el que, aunque se reconoce la igualdad en la teoría, en la práctica se mantiene la discriminación; y el extremoduro, por usar el nombre del grupo de música. Este último patriarcado es aquel que siguen ejerciendo las religiones, que no reconocen a las mujeres como sujeto. Son la encarnación del mal, son tentadoras y, al mismo tiempo, no son sujeto religioso. Por ejemplo, en el catolicismo son excluidas del ámbito de lo sagrado, son reducidas a tareas auxiliares y no tienen tareas morales. Aunque también es verdad que dentro de las religiones se está produciendo ya una especie de rebelión de mujeres que quieren seguir dentro de sus comunidades religiosas pero que se niegan a aceptar las orientaciones patriarcales de las jerarquías y quieren caminar por sí mismas. -Y, ¿en cuanto a la otra afirmación? -Con la otra no estoy de acuerdo. Ese es precisamente el argumento que se utiliza en el imaginario social para enfrentar a las mujeres e impedir que se realice un pacto o alianza entre ellas para luchar contra las estructuras de dominación. Hay que desmontar ese tópico y hay que construir el sujeto mujeres como nosotras, unidas para luchar contra un neoliberalismo sexual que utiliza a las mujeres como mercancía y las considera como algo con lo que se puede mercadear y negociar, una especie de objetos de compraventa. -¿Cómo contribuye la cultura a crear otras subjetividades? -Hay alternativas que fomentan la igualdad y están apareciendo manifestaciones de subjetividades alternativas no hegemónicas en el terreno de la literatura. El lunes, por ejemplo, la profesora Laura Freixas expuso en el curso ejemplos de escritoras que dan protagonismo a las mujeres y establecen en sus textos una relación más simétrica entre hombres y mujeres. En el campo de las artes plásticas ayer tuvimos una conferencia sobre la recuperación del tejido, una práctica tradicional de mujeres, como forma de visibilizar otro tipo de relaciones entre mujeres y de reconocimiento de las mismas. Nos interesa proponer alternativas de reconocimiento, que es lo contrario a desconocimiento; y de visibilización, que es lo contrario a invisibilización. Hoy tendremos una conferencia sobre educar para la igualdad. Otra filosofía inclusiva es posible, otra literatura, otro cine que incorpore a las mujeres en relaciones igualitarias.
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