Tierra revuelta y esperando; ansiosa de siembra. Tan en la piel. No puedo (ya) vivir diluida, diluyendo mi entorno: los detalles me conmocionan, la intensidad llega al punto de saturación, las redes al borde de la ruptura.
Elijo esa dimensión. Soltar las defensas. Conectada con mi pozo, a como resulte. Expuesta, al desnudo. Pronunciamiento con gusto a definitivo. Que me nombres hija-amada-elegida, nuevo bautismo, me arranca de la posición de niña, culmina la preparación, me lanza a la profecía. Está clara la invitación, desde el fuego inaugural encerrado en mis huesos. La necesidad de volver a altamar, la disposición a la tormenta, el descubrimiento de tierras ignoradas, el botín justiciero; la exploración, la sangre, la pasión. Es tan evidente el brinco, del vientre al viento, al infinito y más allá. Dónde encajo, por dónde ruge el profeta que crece en mí, cómo me paro frente a mis opciones vitales. Tantos años de trenes, con recorrido, estaciones y horarios prefijados; será tiempo de perderme en el mar, de proa a la inmensidad. Despojarme del miedo, una vez más, arrancar los límites y confiar en el Soplo, sutil o tormentoso, que me sigue empujando quién sabe hasta donde. Viene cargado de temores de muerte, el viento; y de un hálito de vida irrefrenable. Difícil esta aventura de decidir sujeta sólo a mí misma, al centro de mi identidad, sin que nadie ya se cuelgue de mi brazo. Creerle a ese hilo que sostiene y me enlaza, y que necesita hacerse carne en la experiencia concreta, para ser más que una declaración de deseo tan hermosa como falsa. Celebro la opción, asumida desde las tripas, naranja y amarillo. Fiel a este modo desorbitado de sentir, y marcando territorio: no tengo que pedir permiso ni justificarme, soy yo, y mi libertad, y mi modo de seguir tu sueño. Puedo, debo y quiero dar este salto, siguiendo lo que fluye, lo que pide ser acogido y parido. Voy por más, aunque implique rediseñarme. Estás "haciendo crecer algo nuevo", y celebro darme cuenta y subir la intensidad de las llamas hacia tu locura de abundancia. Y también me aterra. Miedo a tu potencia y a la mía. Reconocer el temor me impulsa fuertemente a atravesarlo, a abandonar excusas, a no dejarme atrapar por los costos previsibles. Seguir quebrando mis pobres seguridades, despojarme de lo que me alivia y salir, sin alforja ni morral ni segunda túnica. Arrebatada hacia el camino, como si la misma tempestad del espíritu me lanzara. Soltando el control: no soy yo quien conduce. Rumbo sin riendas donde otro guía mis pasos, y es mi libertad la que me impulsa a dejarme llevar. Necesito 'obedecer' al susurro de la brisa, que no sé de donde viene ni hacia donde va, pero escucho su voz, y clama por mí, por el encuentro. Mis entrañas, que hoy decido poner a cargo, me gritan el llamado, pleno de 'temor y temblor', profundamente irracional, cargado de un sentido que no se amolda a la conciencia. Y quién sabe hasta dónde, hasta cuándo, en qué direcciones me empuje. Andar de espaldas, contemplando las maravillas que hiciste en mí, y abierta a la sorpresa que me depare el futuro. Cruzamos a la otra orilla, una vez más, juntos.
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