Aunque La Piedad, el famoso grupo escultórico de Miguel Angel se halle notoria y destacadamente alojado en un muro lateral de la Basílica de San Pedro y más precisamente a metros del ingreso, pareciera sin embargo, que el sentimiento que evoca el espíritu sufriente de la madre de Cristo con el cadáver de su hijo en el regazo hubiera desaparecido de la Santa Sede.
La prueba más reciente ha sido la actitud del Vaticano ante los sucesos confiscatorios del gobierno en Paraguay cuyo destinatario, un hijo de esa Iglesia que equivocado o no, culpable o no, merecía ser tratado con toda la consideración que un padre o una madre dedican invariablemente a un hijo. Pero inesperada e imprevistamente ha sido el Vaticano el primero en aplaudir a los victimarios del hijo, mientras sus propios hermanos prelados convalidaban el proceso. Piedad, misericordia, compasión... ¿algún lector recuerda el significado de estas palabras? ¡Parecen tan antiguas! Y sin embargo nadie puede ignorar la urgencia de reincorporarlas al lenguaje cotidiano, no para, aceptar simplemente situaciones a que nos han venido conduciendo el egoísmo, la indiferencia, el materialismo, el individualismo, de nuestra vida contemporánea sino para sacudirnos la molicie, la estéril resignación, la aquiescencia ante un estado de cosas que pide urgentes cambios frente a un panorama de necesidades insatisfechas, de abandono, de falta de posibilidades de desarrollar una existencia digna, para una enorme mayoría de nuestros coetáneos. Lo sucedido en Paraguay, no solo hubiera merecido un poco más de comprensión, de análisis y de prudencia por parte de las autoridades religiosas que se precipitaron a convalidar el derrocamiento de Lugo, como sin embargo sí lo ha hecho la comunidad de religiosos y religiosas paraguayos, CONFERPAR con su fundamentado rechazo al arbitrario y desprolijo juicio político realizado al ahora ex presidente y a la falta de ecuanimidad y de equilibrio que hubiera debido primar entre los sectores que condujeron al país a esta institucional encrucijada. Pero como es de rigor en el mundo contemporáneo la justicia social no es "santo de la devoción" de los poderosos a los que una ceguera existencial les impide comprender que la verdadera naturaleza de los actuales conflictos los tiene por principales protagonistas aunque también es cierto que aún comprendiéndolo se niegan a aceptarla puesto que el hacerlo les exigiría renunciar por lo menos en parte a sus generalmente mal habidos privilegios. Lo ocurrido en Paraguay contiene dos aristas igualmente dolorosas; la primera el hecho en sí, la destitución precipitada y arbitraria del Presidente Lugo, el quiebre institucional y la manipulación de la voluntad popular, el artero golpe a la democracia en suma y la segunda la imperdonable, impiadosa y colectiva reacción de las máximas autoridades eclesiásticas, de nuestra iglesia Católica en cuyas actitudes hubiera sido de esperar el máximo de prudencia, de sensatez, de fraterna comprensión hacia el hermano caído y que por el contrario reaccionaron con el mayor de los rigores y sin la menor manifestación de caridad cristiana. Mencionar la imagen de La Piedad de Miguel Angel en las primeras líneas de esta reflexión me llevó a recordar que ese evocativo grupo escultórico cuyo sentido profundo pareciera haber sido olvidado dentro y fuera de la iglesia, se halla a la derecha de la entrada de la Basílica, solo saliendo de ella lo tendremos a la izquierda... ¡Toda una paradoja!
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