Si hiciéramos una encuesta preguntando sobre si las religiones tienden a la violencia e intransigencia, ¿qué respuesta obtendríamos? ¿Positiva o negativa? La historia de la humanidad está llena de ejemplos en que las religiones han tendido hacia la violencia y la intolerancia: las Cruzadas, la Inquisición, las guerras religiosas en Europa durante los siglos XVI y XVII, las quemas de brujas en Europa Central… Los ejemplos de violencia e intolerancia, en las distintas religiones, son abrumadores.
En la memoria reciente tenemos las noticias de los atentados islamistas en Barcelona y en Egipto; por otra parte, en Myanmar, recientemente visitada por el papa Francisco, hemos sido testigos de la violencia ejercida contra los rohingya, una etnia musulmana que ha debido huir a Bangladesh en busca de refugio. Al igual que en la historia pasada, los ejemplos actuales de violencia e intolerancia de las religiones pareciera que siguen estando tristemente presentes en nuestras sociedades. Frente a la violencia e intransigencia de las religiones, no es de extrañar que autores como Richard Dawkins (El Espejismo de Dios), Daniel Dennett (Breaking the Spell: Religion as a Natural Phenomenon), Sam Harris (El Fin de la Fe) y Christopher Hitchens (God Is Not Great: How Religion Poisons Everything) afirmen con vehemencia que las religiones son un peligro para la sociedad, por lo cual convendría deshacerse de ellas (a este respecto, la campaña de Dawkins contra la creencia en Dios ha sido muy controvertida). Frente a la, aparentemente, abrumadora evidencia pareciera que la respuesta a nuestra pregunta inicial debiera ser positiva: sí, las religiones tienden a la violencia e intolerancia y (ampliando la respuesta) sería conveniente que tuvieran la menor influencia posible en las personas y en las sociedades. Pero ¿esto es realmente verdad? ¿No se nos estará escapando algo con esta afirmación? En el año 2009, el profesor de teología William Cavanaugh publicó El Mito de la Violencia Religiosa. En su obra, intenta desentrañar la cuestión de si la religión es realmente violenta o esto más bien es un mito. El primer punto que enfrenta el autor es la pregunta sobre qué es la religión. ¿Hay una sola definición de religión? El gran problema de aquellos que asumen que la religión es fuente de violencia e intolerancia es que las definiciones que dan de religión, cuando las dan, tienden a ser muy amplias y, a veces, poco claras. Las consecuencias prácticas de esto no son menores, pues dentro de las variadas definiciones de religión pueden caber múltiples actividades humanas e ideologías: desde las religiones tradicionales, hasta el capitalismo, marxismo o el deporte (tal como ha firmado Danièle Hervieu-Léger). Según Cavahaugh, las grandes críticas a las religiones como fuente de violencia e intolerancia se pueden agrupar en tres grandes grupos: las religiones son absolutistas, son disgregadoras y que tienden a la irracionalidad. Según algunos autores, la razón por la que las religiones tienden a la violencia es porque cada una de ellas afirma conocer la “verdad absoluta”. Esto genera una sensación de seguridad y de superioridad sobre el resto de las personas, lo que fácilmente puede desembocar en violencia. La segunda crítica que se hace a las religiones es que tienden a ser disgregadoras, pues tienden a distinguir entre el “ellos” y el “nosotros”, separando y dividiendo a la comunidad. Por último, varios autores entienden que la violencia e intolerancia de las religiones está asociada a su falta de racionalidad, pues tienden a potenciar “pasiones no racionales” que devienen en violencia. ¿Cómo responder a cada una de estas tres críticas? Evidentemente las religiones han caído –y aún lo hacen- en cada una de estas “trampas” del absolutismo fundamentalista, la capacidad disgregadora del “nosotros” y “ellos” y en las justificaciones irracionales de muchos hechos. Ahora bien, no hay razón para suponer que otras ideologías, tales como el nacionalismo, el patriotismo, el capitalismo, el marxismo y el liberalismo, por poner algunas, no tengan la misma inclinación que las religiones hacia el absolutismo, la disgregación y la irracionalidad. Pareciera que el ser humano tiene cierta inclinación -¿natural?- hacia los fundamentalismos que afirman tener la “verdad absoluta” o a dividir entre el “nosotros” y “los otros”. En este sentido, habría que preguntarse qué lleva a que distintas ideologías puedan caer, con relativa facilidad, en actitudes violentas e intolerantes y cómo hacer para evitarlas.
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