Las lecturas del domingo pasado nos hablaban de velar, de vigilar, de estar despierto. Hoy hablan los que han estado en esa actitud de centinelas: los profetas. Desde su atalaya de personas realizadas, descubren en el horizonte la llegada de la catástrofe o de la dicha. Se convierten así en vigías y heraldos.
El profeta es la figura clave de este tiempo de adviento. No se trata de un adivinador del porvenir. Tampoco debemos pensar en un ser humano separado de los demás, que, por elección especial, Dios le va indicando lo que tiene que decir a los demás. Profeta es todo aquel que está despierto con los ojos bien abiertos. La principal característica del profeta es precisamente su inserción en el pueblo y su preocupación por la suerte de los más humildes. Por eso su principal objetivo ha sido siempre denunciar la injusticia, la condena sin paliativos de toda clase de opresión. Verdadero profeta sería el que ha llegado a una experiencia de su verdadero ser y, fiel a esa experiencia, ayuda a los demás a descubrir el camino de lo humano. Falso sería el que conduce al hombre a mayor egoísmo. El problema está en que lo “humano” sólo se puede valorar desde lo humano. Por eso no hay manera de distinguir lo falso de lo verdadero mientras no se tenga una mínima experiencia de lo humano. EXPLICACIÓN No debemos extrañarnos de encontrar tantos y tan expresivos textos para este tiempo litúrgico. Lo que el segundo Isaías anuncia es un evangelio (buena noticia). El destierro había acabado con toda una teología triunfalista que invitaba a dormirse en los laureles de sentirse elegidos, sin aceptar ninguna responsabilidad para con Dios ni para con los demás. Las denuncias de todos los profetas advertían de que no se puede confiar en Dios mientras se practica toda clase de atropellos e injusticias. Leemos hoy el comienzo del evangelio de Marcos. La primera palabra de este evangelio es “arje”, que en griego, no solo designan el comienzo de un texto sino también algo mucho más profundo. El principio del evangelio de Juan comienza también con esta palabra y lo traducimos: “en el principio” = origen. “Arje” significa origen y fundamento; es decir, aquello que ha sido la causa de que otra cosa surja. La Vulgata lo ha traducido por “Initium” que también significa “origen”. Así, un “iniciado” no es el que acaba de empezar su andadura en una religión, sino el que ya ha avanzado en su profundización y conoce todos los fundamentos de la misma. El texto no se debía traducir: “comienzo del evangelio...”, sino: “Éste es el origen de la alegre noticia de Jesús el Ungido (Mesías, titulo judío) el Hijo de Dios” (título universal que le dio la primera comunidad). Tampoco “euanggelion” debemos traducirlo por “evangelio” que es un concepto elaborado precisamente a partir del uso que empezó a darle Marcos a esta palabra. “euanggelion” aquí hay que traducirlo por “buena noticia”, sin más. El comienzo del evangelio de Marcos quiere decir que todo lo que atañe a Jesús, es una buena noticia. Lo mismo tenemos que decir de “Jesous” y “Christos” que en griego están separados y significan simplemente, Jesús el ungido (Mesías). Con el tiempo los cristianos unieron, de modo inextricable, el nombre con el adjetivo y confesaron al Jesucristo que ha llegado hasta nuestros días. El texto con que comienza este evangelio quiere ser un resumen de todo lo que en él se va a proponer; por eso es solemne y programático. Este evangelio, a pesar de ser el primero que se escribió, no sabe nada de la infancia de Jesús. Esto es muy interesante a la hora de interpretar los textos de Lucas y Mateo, que vamos a leer en todo el tiempo de Navidad. Estos relatos se fueron elaborando a través de los primeros años de cristianismo y no tienen nada que ver con la historia. Son relatos míticos y leyendas casi todas anteriores al cristianismo que se han cristianizado para darnos un mensaje teológico, no para informarnos de lo que pasó. Marcos pasa directamente a hablarnos de Juan Bautista como último representante del profetismo. El Bautista es uno de los personajes claves en el tiempo de Adviento, porque se trata del último de los profetas del AT. Debemos recordar que hacía casi trescientos años que no se había conocido un verdadero profeta. Todos los evangelistas lo consideran el heraldo de Jesús, lo anuncia, lo propone al pueblo y es protagonista de su nacimiento en el Espíritu (bautismo). Aquí empieza Jesús a manifestar lo que es. No podemos asegurar que este relato responda a una situación histórica. Es muy poco lo que sabemos sobre la relación de Jesús con Juan. De todos modos, es cierto que el primer dato histórico sobre Jesús, que encontramos en fuentes extrabíblicas es su bautismo de por parte de Juan. No es descabellado suponer que a Jesús, un buscador incansable, le llamara la atención un personaje como Juan que ya era famoso cuando él empezó a sacar los pies del tiesto. A Juan, como a Jesús, no le gustaba el cariz que había tomado la religión judía. Seguramente se sintió atraído por su predicación y su autenticidad. Pero la diferencia entre los dos es tan abismal que es muy difícil pensar en una influencia profunda. Los primeros cristianos dieron al Bautista un papel relevante en la aparición del cristianismo; seguramente mayor del que hoy le reconocemos. La prueba está en que, en un momento determinado, vieron la necesidad de marcar distancias entre Jesús y Juan para dejar claro quién era el más importante. Seguramente esa relevancia se deba más a la necesidad de justificar una figura tan desconcertante como la de Jesús, conectándole con el profetismo del AT, que a una real influencia de Juan en la doctrina de Jesús “Preparadle el camino al Señor”. Este grito es el mejor resumen del espíritu de Adviento. Pero fijaros que fuerza el sentido del texto, que habla de prepararle un camino a Yahvé, mientras Marcos habla de preparar un camino a Jesús. El texto está insinuando que si Dios no llega a nosotros es porque se lo impedimos con nuestra actitud vital, que orienta su preocupación en otras direcciones. Él viene, pero nosotros nos vamos. “Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”. Esta es la clave del relato y marca la diferencia abismal que existía, para aquellos cristianos, entre Jesús y el Bautista. Las primeras comunidades tenían muy clara la originalidad de Jesús con relación a cualquier otro personaje del pasado. Toda la relación con Dios, hasta la fecha, era consideraba como externa al hombre y en relación desigual. Dios era el soberano y el ser humano el súbdito. Jesús manifiesta una relación con Dios muy distinta. Él está empapado del Espíritu y nos sumerge (bautiza) a todos en ese mismo Espíritu. APLICACIÓN Todos los textos de este domingo nos hablan de una utopía. Isaías: “Aquí está vuestro Dios, llega con fuerza”. Pedro: “Nosotros esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia”. El salmo: “La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan...”. Marcos: “Él bautizará con Espíritu Santo”. Todo son utopías en las que necesitamos creer para no caer en el desaliento. En un mundo tan poco propicio al optimismo, encontrarnos con esta invitación pude ser impactante. Pero en ningún caso tenemos que caer en el triunfalismo. Derrotismo y triunfalismo son estrategias extremas que utiliza el yo para fortalecerse e impedir al hombre tomar conciencia de lo que el ser humano es y de lo que puede alcanzar si despliega su verdadero ser. Hoy la necesidad de estar alerta es más apremiante que nunca, porque jamás se han ofrecido al ser humanos más caminos falsos de salvación que en nuestro tiempo. Las posibilidades de satisfacer nuestra necesidad de placer sensible son mayores que nunca. Hay toda una gama de productos disponibles en el mercado, desde las drogas hasta los gurus a medida. Por eso necesitamos más que nunca de la figura del profeta. Personas que por su dedicación a la experiencia personal puedan arrojar alguna luz en esa maraña de senderos que se entrecruzan y que la inmensa mayoría son sendas perdidas que no llevan a ninguna parte. También los del pasado nos pueden servir de mucho, porque la profunda realidad del ser humano no ha cambiado demasiado en lo que llevamos de historia. Pero sería de desear que hubiera hoy auténticos profetas, que sin miedo y partiendo de su experiencia de Dios nos ayudaran a encontrar el verdadero camino. El hombre tiene dos alternativas: Volcarse sobre lo terreno y sensible, buscando el placer inmediato en un planteamiento hedonista de la vida. O tomar conciencia de las posibilidades de plenitud que encierra dentro de él. Todo lo que nos rodea nos empuja en dirección al hedonismo. El no tomar decisión alguna, es ya tomar partido por lo que nos pide el cuerpo. Decidirse por las posibilidades “espirituales” sólo es posible después de una toma de conciencia, que tiene que ir más allá de los sentidos y de la razón. Es una iluminación que me empuja por un camino nuevo y fascinante, que ni siquiera sé a donde me va a llevar, pero estoy convencido que es el único camino que me hará más humano. Meditación-contemplación Él os sumergirá en lo Sagrado, porque él mismo se vio sumergido en Dios. La experiencia del bautismo que nos narran los evangelios, es la clave para entender toda la vida de Jesús. Desde ese “momento” es el ungido. ……………… Después de esa experiencia personal puede decir a Nicodemo: hay que nacer de nuevo, hay que nacer del agua y del Espíritu. …………. El único camino hacia lo humano, es el que Jesús recorrió. Tenemos que sumergirnos en lo sagrado. Tenemos que dejarnos inundar por lo divino. Todo nuestro ser tiene que ser iluminado por esa luz.
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