Cada vez que una Institución como Cáritas, o en este caso Oxfam-Intermon publican un informe, mucha gente se hace la misma pregunta: ¿Se ha olvidado Dios de los pobres? Para Él, nos dice la Sagrada Escritura desde la primera a la última página, son sus preferidos. Lo que les hacemos a ellos, se lo hacemos al mismo Jesús.
El Papa Francisco nos recuerda en la Laudato si: "No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, "los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio", y la evangelización, dirigida gratuitamente a ellos, es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin más vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos". Pero el drama es que cada día los pobres son más pobres, y millones de ellos mueren, justamente por ser pobres. El dato es escalofriante, el 1% de los más ricos poseen el 50,1% de la riqueza mundial. Esta constatación aparece en el informe de Oxfam, previo a la 46ª edición del Foro Económico Mundial de Davos (¡La "feria" de los más ricos!). El título del informe es significativo: una economía al servicio del 1%. La concentración del Patrimonio Mundial en manos de una élite cada vez más restringida ha aumentado notablemente en estos últimos años. Entre 2010 y 2015 la fortuna de los más ricos ha aumentado en un 44%, al mismo tiempo, el patrimonio de los más pobres descendía un 41%. La tesis que defienden algunos de que los beneficios de los más ricos contribuye al crecimiento, ya que son reinsertados en la economía por el consumo y las inversiones es una falacia. En su exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, 54, el Papa Francisco, ha hecho una severa crítica de esta tesis: "En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder...". Muy claro. Ante esta montaña de pobreza, el hombre no puede, ni debe esperar un milagro de Dios, que desborde la razón humana en estos problemas. Dios en cualquier momento lo podría realizar, pero sería ir en contra de la lógica de la creación del hombre y del universo. Nadie creyente pone en duda esta posibilidad, pero no es la forma habitual de actuar de Dios. Dios ha elegido al hombre para llevar a cabo su plan de salvación. Por eso, sí podemos ver milagros, aunque no los percibamos, como acontece en nuestra vida cotidiana. La multitud de iniciativas de muchos hombres y mujeres, a título individual o institucional (Misiones, Ong´s) son un signo de ese Dios de la historia. La Historia de la Vida Religiosa es un claro ejemplo de respuestas de parte de Dios a las necesidades históricas más candentes de los hombres. Preguntémonos: ¿Gracias a quién y por qué nace tal Orden u otra? ¿Francisco de Asís, Martin de Porres, Madre Teresa y tantos otros son fruto del azar? ¿L' Abbé Pierre, Coluche, el Padre Ángel y tantos otros a qué responden? Por supuesto que esto no debe llevarnos ni a la inhibición, ni a la autosatisfacción y, menos todavía a la indiferencia, continuamente denunciada por el Papa. Evidentemente todas esas iniciativas y otras no son suficiente, ni lo serán nunca ("pobres siempre los tendréis entre vosotros"). Tampoco esto es una conclusión fatal, sino una llamada a la responsabilidad personal y eclesial. También es cierto que la pobreza -en este momento es oceánica- y la respuesta a ella, no está cuantitativamente a la altura. Los cristianos tendríamos que comprometernos más, cada uno a su nivel y como pueda. Y todos los ciudadanos hemos de presionar a nuestros gobiernos, para que colaboren más seria y responsablemente, ya que viven excesivamente ensimismados en sus cuitas internas, sin afrontar los grandes problemas de la Humanidad. Para ejemplo la reciente, continúa e inacabable "crisis" de los inmigrantes en Europa. El Papa Francisco en la encíclica Laudato si nos ha dado una clave de como responder a la voluntad de Dios ante este problema de la Humanidad: "Si bien cada capítulo de la encíclica posee su temática propia y una metodología específica, a su vez retoma desde una nueva óptica cuestiones importantes abordadas en los capítulos anteriores. Esto ocurre especialmente con algunos ejes que atraviesan toda la encíclica. Por ejemplo: la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta". El deterioro del planeta viene a decir, en todo su texto, afecta muy directamente a los pobres. Esta encíclica del Papa Francisco es una iniciativa del Señor para despertarnos a este tema crucial. Y su reciente mensaje a la cumbre de Davos, que se celebra en estos días, es muy significativo: "Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio... (Bula del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, Misericordia vultus, 15). Una vez que tomemos conciencia de esto, llegaremos a ser humanos más plenos, pues nuestra responsabilidad para con nuestros hermanos y hermanas es una parte esencial de nuestra humanidad común. No tengan miedo de abrir su mente y su corazón a los pobres...". Esperemos que los de la "feria" de Davos le hayan escuchado un poquito...
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