Sigue Mateo en el sermón del monte, con la intención de armonizar el AT con la predicación de Jesús. Ante la lectura de este evangelio, uno se queda sin aliento. No hagáis frente al que os agravia. Ama a tu enemigo y reza por él. Sed perfectos como vuestro padre celestial es perfecto.
Si repaso detenidamente estas exigencias, descubriré lo que me falta para cumplirlas como nos pide Jesús. Me creo perfecto porque no robo ni mato, pero el evangelio me pide mucho más. Tal vez Nietzsche tenía más razón de lo que pensamos cuando decía: "Sólo hubo un cristiano y ese murió en la cruz." Sinceramente creo que la verdadera dimensión cristiana está aún por inaugurar. Hemos construido miles de templos; hemos llevado la cruz a todos los rincones del orbe; hemos elaborado sumas teológicas como para parar un tren; hemos creado leyes que regulan todas nuestras acciones; hemos recorrido el mundo entero en busca de nuevos cristianos; hemos sido extremadamente exigente con relación a algunas normas y leyes; y resulta que el único principio esencialmente cristiano está completamente olvidado y sin repercusión alguna en nuestra vida. Parece que nos han colocado el listón tan alto, que hemos optado por olvidarnos de él y pasar tranquilamente por debajo. Sabéis que está mandado: “ojo por ojo y diente por diente" Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Aunque nos parezca hoy bárbara la máxima de ‘ojo por ojo’, se trata de un intento de superar el instinto de venganza que nos lleva a hacer el máximo daño posible al que me ha hecho algún daño. En nuestra civilización occidental, tenemos completamente asumido que la meta es la justicia, identificada con el ojo por ojo. Creo que la racionalidad y el jurisdicismo occidental nos impiden la comprensión del verdadero cristianismo. Tenemos tan incrustado en nuestro ser, que lo primero es la justicia, que no nos queda lugar para la visión cristiana del hombre. ¿Quién de nosotros, todos muy católicos, ante un agravio se queda tan tranquilo? Reclamamos justicia, pero si examinamos esa justicia que exigimos, descubriremos con horror, que lo que intentamos todos es hacer de la justicia un instrumento de venganza. Se utilizan las leyes para hacer todo el daño que se pueda al enemigo; eso sí, dentro de la legalidad y amparados por la sociedad. (Los buenos abogados son aquellos que son capaces de ganar los pleitos cuando la razón está de parte del contrario. Se considera el mayor éxito profesional y le felicitan por ello.) Como siempre, las frases tan concisas y profundas pueden entenderse mal. No nos dice Jesús que no debamos hacer frente a la injusticia. Contra la injusticia hay que luchar siempre con todas la “fuerzas”. Tenemos la obligación de defendernos cuando nos afecta personalmente, pero sobre todo, tenemos la obligación de defender a los demás de toda clase de injusticia. Lo que nos pide el evangelio es, que nunca debemos eliminar la injusticia dañando al injusto. Si tenemos que utilizar la violencia para eliminar una injusticia, estamos manifestando nuestra incapacidad de eliminarla humanamente. No convenceré al injusto si me empeño en demostrarle que me hace daño a mí o a otro. Pero si soy capaz de demostrarle que con su actitud se está haciendo un daño irreparable a sí mismo, sin duda cambiaría de actitud. Lee este párrafo una y otra vez; es vital que lo comprendas bien. Habéis oído que se dijo: “amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo" Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos. Es verdad que no se encuentra la cita exacta en el AT, pero era la práctica común en toda la tradición judía. Hay que aclarar que para ellos el prójimo era el que pertenecía a su pueblo, a su raza, a su familia. El “enemigo” era siempre el extranjero, que atentaba real o potencialmente contra la seguridad el pueblo. Para poder subsistir, no tenían más remedio que defenderse de las agresiones. Jesús da un salto de gigante y podemos apreciar que la diferencia entre ambas propuestas es abismal. Debemos reconocer que el amor al enemigo es una asignatura pendiente. ¿Por qué tengo que amar al que me está haciendo la puñeta? El camino para la comprensión de esta norma, es largo y muy penoso. Tenemos que llegar a él, a través de un proceso de maduración, en el que debemos tomar conciencia de lo que nos une a los demás, que todos somos una sola cosa, y que en realidad, no hay enemigo. En el fondo, el amor al enemigo no es más que una manifestación del verdadero amor; pero por ir radicalmente en contra del instinto de conservación, se ha convertido en la verdadera prueba de fuego del amor. Tal vez la dificultad mayor para comprender esa manera de amar, está en que confundimos amor con sentimiento o con instinto. Más de una vez me habéis oído decir que el amor evangélico no es instinto ni sentimiento. Por lo tanto no podemos esperar que sea algo espontáneo. El verdadero amor, sea al enemigo o a un hijo, sea el amor al terrorista, no es el instinto que nace de mi ser biológico y que por lo tanto está grabado en los genes. El amor de que estamos hablando es algo mucho más profundo y también más humano, por lo tanto tiene que estar originado y orientado por la parte más elevada de nuestro ser. Vamos a desmenuzar un poco el tema, porque es de la máxima importancia para comprender todo el evangelio. El DRAE define “enemigo” como “el que tiene mala voluntad a otro y le desea o hace mal”. Es decir que el enemigo es el que tiene la postura de animadversión, no el que la sufre. El enemigo no tiene por qué obtener una respuesta de la misma categoría que su acción. Alguien puede considerarse enemigo mío, pero yo puedo mantenerme sin ninguna agresividad hacia él. En ese caso, yo no me convierto en el enemigo del que me ataca. Creo que aquí está la clave para superar la aporía. Si me constituyo en enemigo, he destrozado toda posibilidad de poder amarle. Un ejemplo puede aclarar lo que quiero decir. En el mar siempre habrá olas, de mayor o menor tamaño, pero siempre estarán ahí. Al llegar al litoral, la misma ola puede encontrar la roca o puede encontrarse con la arena. ¡Qué diferencia! Contra la roca estalla en mil pedazos. Con la arena se encuentra suavemente y de manera imperceptible. Incluso si la ola es muy potente, rompe sobre sí misma y se destruye. ¿Necesitas explicación? Pues voy a dártela. Los enemigos van a estar siempre ahí. Pero la manera de encontrarte con ellos dependerá siempre de ti. Si eres roca, el encuentro se manifestará estruendosamente y ambos os dañaréis. Si eres playa, todo su potencial queda anulado y llegara hasta ti con la mayor suavidad. Un detalle, la roca y la arena, están hechas de la misma materia, solo cambia su aspecto exterior. Como en el caso de la roca, tu rígida postura lo que hace es potenciar la fuerza del enemigo, dejando patente su energía. Es lo que espera y lo que recompensa su actitud. La mejor manera de vengarte del que se acerca a ti como enemigo, es privarle de esa satisfacción y demostrarle así lo ridículo de todo su poder. Así seréis hijos de vuestro Padre… Aquí encontramos una de las mejores muestras de lo que se entendía por hijo en tiempo de Jesús. Hijo era el que salía al padre, el que era capaz de imitarle en todo. Viendo al hijo, uno podía adivinar quién era su padre. También podemos descubrir la idea de Dios que tenía Jesús. Un Dios que ama a todos por igual porque su amor no es la respuesta a unas actitudes o unas acciones sino anterior a toda acción humana. Dios me ama no porque yo sea bueno sino porque él es bueno. Hacer referencia a la perfección de Dios, nos tiene que hacer pensar en que nuestra capacidad de perfección es infinita, y que no podemos darnos por satisfechos nunca. Dios es infinita bondad. Dios como punto de referencia de nuestro amor, nos puede dar una pista para tratar de comprender el amor al enemigo. Imposible de comprender esta exigencia mientras sigamos pensando en un dios que manda a sus enemigos al infierno. En contra de lo que se nos ha dicho con demasiada frecuencia, Dios no ama exclusivamente a los buenos, sino que Él ama infinitamente a todos. De la misma manera, el amor que yo tengo a los demás, no puede estar originado ni condicionado por lo que el otro es o tiene, sino por la calidad de mi propio ser. El amor no es respuesta a las actuaciones o cualidades de un ser; su origen tiene que estar en mí, y solo afecta al otro como objetivo, como meta. Si no hemos llegado al amor al enemigo, podemos tener la total certeza de que todo lo que nosotros hemos llamado amor, no tiene nada que ver con el amor del evangelio, el amor que nos ha exigido Jesús para ser sus discípulos. Con la palabra ‘amor’ expresamos hoy una infinidad de conceptos, no solo distintos sino radicalmente opuestos. Incluso el más refinado de los egoísmos que es aprovecharse del otro en lo más íntimo, también le llamamos amor. Es imprescindible hacer un serio examen de conciencia para saber de qué estamos hablando cuando nos referimos al amor del evangelio. Meditación-contemplación Si quieres vivir en paz y en armonía No pretendas ir a nadie como ola agresiva. Pero a todo el que venga hacia ti con violencia latente, acógele con suavidad y quedará frustrado y sin violencia. …………… No se te ocurra intentar amar a otra persona, si te acercas a él como enemigo. Descubre, más bien, que no tienes ningún enemigo, porque eso depende exclusivamente de ti. ………….. El verdadero amor de una madre a su hijo tiene que haber superado el instinto. De la misma manera, el amor al que viene a hacerte daño tiene que superar el instinto contrario.
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