Una crisis con cinco interrogantes y siete parábolas
Al llegar a este momento del evangelio de Mateo (capítulo 13), el horizonte ha comenzado a oscurecerse. Lo que comenzó tan bien, con el seguimiento de cuatro discípulos, el entusiasmo de la gente ante el Sermón del Monte, los diez milagros posteriores, ha cambiado poco a poco de signo. Es cierto que en torno a Jesús se ha formado un pequeño grupo de gente sencilla, agobiada por el peso de la ley, que busca descanso en la persona y el mensaje de Jesús y se convierten en “mis hermanos, mis hermanas y mi madre”. Pero esto no impide que surjan dudas sobre él, incluso por parte de Juan Bautista; que gran parte de la gente no muestre el menor interés, como los habitantes de Corozaín y Betsaida; y, sobre todo, que el grupo religioso de más prestigio, los fariseos, se oponga radicalmente a él y a su doctrina, hasta el punto de pensar en matarlo. Mateo está reflejando en su evangelio las circunstancias de su época, hacia el año 80, cuando los seguidores de Jesús viven en un ambiente hostil. Los rechazan, parece que no tienen futuro, se sienten desconcertados ante sus oponentes, no comprenden por qué muchos judíos no aceptan el mensaje de Jesús, al que ellos reconocen como Mesías. Las cosas no son tan maravillosas como pensaban al principio. ¿Cómo actuar ante todo esto? ¿Qué pensar? Mateo, basándose en el discurso en parábolas de Marcos, pone en boca de Jesús, a través de siete parábolas, las respuestas a cinco preguntas que siguen siendo válidas para nosotros: ¿Por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús? ― Parábola del sembrador. ¿Qué actitud debemos adoptar con los que rechazan ese mensaje? ― El trigo y la cizaña. ¿Tiene algún futuro este mensaje aceptado por tan pocas personas? ― El grano de mostaza y la levadura. ¿Vale la pena comprometerse con él? ― El tesoro y la piedra preciosa. ¿Qué ocurrirá a los que aceptan el mensaje, pero no viven de acuerdo con los ideales del Reino? ― La pesca. Este domingo se lee la primera; el 16, las tres siguientes; el 17, las otras tres. ¿Por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús? La primera parábola, la del sembrador, responde al problema de por qué la palabra de Jesús no produce fruto en algunas personas. Parte de una experiencia conocida por un público campesino. Para nosotros, basta recordar dos detalles elementales: Galilea es una región muy montañosa, y en tiempos de Jesús no había tractores. El sembrador se veía enfrentado a una difícil tarea, y sabía de antemano que toda la simiente no daría fruto. El ideal sería contar o leer esta parábola a personas que no la hayan escuchado nunca. Al final se mirarían extrañados y dirían: ¿y qué? A lo sumo, las últimas palabras de Jesús "¡Quien tenga oídos, que oiga!", les indicarían que la historieta tiene un sentido más profundo, pero no saben cuál. Estamos ante un caso de parábola enigmática, que pretende provocar la curiosidad del lector. Por eso, inmediatamente después, surge la pregunta de los discípulos: ¿Por qué les hablas en parábolas? Y esto sirve para introducir el pasaje más difícil de todo el capítulo. La liturgia permite suprimir la lectura de esta parte y aconsejo seguir su sugerencia, pasando directamente a la explicación de la parábola. ¿Por qué la palabra de Jesús no da fruto en todos sus oyentes? Se distinguen cuatro casos. 1) En unos, porque esa palabra no les dice nada, no va de acuerdo con sus necesidades o sus deseos. Para ellos no significa nada la formación de una comunidad de hombres libres, iguales, hermanos. 2) Otros lo aceptan con alegría, pero les falta coraje y capacidad de aguante para soportar las persecuciones. 3) Otros dan más importancia a las necesidades primarias que a los objetivos a largo plazo. Dos situaciones extremas y opuestas, el agobio de la vida y la seducción de la riqueza, producen el mismo efecto, ahogar la palabra de Dios. 4) Finalmente, en otros la semilla da fruto. La parábola es optimista y realista. Optimista, porque gran parte de la semilla se supone que cae en campo bueno. Realista, porque admite diversos grados de producción y de respuesta en la tierra buena: 100, 60, 30. En esto, como en tantas cosas, Jesús es mucho más comprensivo que nosotros, que sólo admitimos como válida la tierra que da el ciento por uno. Incluso el que da treinta es tierra buena (idea que podría aplicarse a todos los niveles: morales, dogmáticos, de compromiso cristiano...). La parábola podría leerse también como una llamada a la responsabilidad y a estar vigilantes: incluso la tierra buena que está dando fruto debe recordar qué cosas dejan estéril la palabra de Dios: el pasotismo, la inconstancia cuando vienen las dificultades, el agobio de la vida, la seducción de la riqueza. Pero este sentido no es el fundamental de la parábola. La llamada a la responsabilidad y la vigilancia la trata Jesús con otras parábolas y en otros casos. Llamada a la fe y al optimismo La crisis ante la situación actual puede venir en muchos casos de que centramos todo en la acción humana. Cuando nosotros fallamos y, sobre todo, cuando fallan los demás, creemos que todo va mal. Sólo advertimos aspectos negativos. En cambio, la primera lectura de hoy, que usa también la metáfora de la semilla y el sembrador, nos anima a tener fe en la acción misteriosa de la palabra de Dios, fecunda con la lluvia, que no dejará de producir fruto.
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