Cuando me llamó Salvador Paniker la tarde del 26 de agosto me temí lo peor. Y mis temores se confirmaron. Era para comunicarme el fallecimiento de su hermano Raimon, que me dejó sumido en un estado de conmoción del que tardé en salir. Y no era para menos. Durante los últimos treinta años tuve la suerte de disfrutar de la amistad y del discipulado de Raimon Panikkar, de quien aprendí lecciones teóricas y prácticas de gratuidad, convivencia, diálogo y equilibrio mental y emocional.
Con él coincidí en congresos, semanas y encuentros de estudio, intercambié un largo epistolario en forma de tarjetas de letra con caracteres casi indescifrables y mantuve frecuentes conversaciones telefónicas hasta que la enfermedad se lo impidió. En reiteradas ocasiones le invité a participar en los Congresos de Teología que la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII viene celebrando desde hace treinta años y en Cursos de Verano. Sólo en una ocasión declinó la invitación. Fue el año pasado cuando le llamé para dar una conferencia en el curso sobre “Judaísmo, Cristianismo e Islam, tres religiones en diálogo” celebrado en el palacio de la Magdalena de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. El estado de postración en que se encontraba le impedía desplazarse de Tavertet a Santander. Le invité también a escribir en obras colectivas y diccionarios sobre la interculturalidad y el diálogo intra- e interreligioso, dos campos en los que era uno de principales especialistas mundiales, más aún, el pionero y referente desde hace cuarenta años a partir de sus profundos y dilatados conocimientos de las diferentes tradiciones religiosas y culturales. ¿Quién era, quién es –porque sigue vivo en la mente y los sentimientos de mucha gente– Raimon Panikkar? Sirva como primera aproximación la definición que ofrece el teólogo colombiano José Luis Meza Rueda de la rica y compleja personalidad del intelectual catalán en su excelente obra La antropología de Raimon Panikkar, que acaba de aparecer: “filósofo y teólogo; místico y maestro; políglota y poeta; cristiano, hindú, buddhista y secular; ciudadano del mundo y estudioso de las culturas y las religiones… De ideas desconcertantes y fascinantes, de su pensamiento agudo, pero problematizador, de una pluma prolija e insistente, de grandes admiradores pero también de grandes detractores” (p. 23). Yo añadiría: hombre de diálogo y de interculturalidad. “Sin diálogo, el ser humano se asfixia y las religiones se anquilosan”. Fue en 1993 cuando escribió sentencia tan aforística en un artículo sobre “Diálogo inter- e intrarreligioso” recogido luego en Nuevo Diccionario de Teología (Trotta, Madrid, 2005, pp. 243-251). En él establece las bases del diálogo como alternativa a los fundamentalismos, dogmatismos, anatemas e intolerancias de las religiones y de las culturas hegemónicas, pero también como superación de los monolingüismos, colonialismos y guerras religiosas. Pero el diálogo no lo defiende en abstracto y en el vacío, sino entre filosofía y teología, religión y ciencia, Occidente y Oriente, Atenas y Jerusalén, culturas y religiones. A partir de su conocimiento de las culturas, filosofías y las religiones de la India (La experiencia filosófica de la India, Trotta, Madrid 1997, o 2000), fue pionero en el diálogo con el hinduismo y se adelantó al concilio Vaticano II. En 1961 defendió su tesis doctoral en teología en la Universidad Lateranense de Roma sobre El Cristo desconocido del hinduismo (Marova, Madrid, 1970), el libro más conocido, emblemático y traducido de su extensa bibliografía. Posteriormente abrió una nueva ruta de diálogo con el buddhismo con El silencio de Dios (1970), que más tarde actualizó bajo el título El silencio del Buddha. Una introducción al ateísmo religioso (Siruela, Madrid, 1996) Raimon Panikkar encarnaba en su persona ese diálogo y el peregrinaje por las diferentes tradiciones religiosas y culturas. Es proverbial su confesión de fe interreligiosa: “Marché (de Europa a la India) cristiano, me descubrí a mí mismo hindú y volví buddhista, sin haber dejado de ser cristiano”. Más tarde hablaría de la confluencia en su persona de cuatro grandes ríos: el cristiano, el hindú, el buddhista y el secular. ¡Todo un ejemplo de equilibrio entre creencias religiosas y secularidad. “Debido a que filosofamos dialogando con el otro… la filosofía se convierte en intercultural, ya que al hablar con el otro transgredo el ámbito de mi cultura individual y entro realmente en el terreno intercultural que a veces ayudo a crear”. Raimon Panikkar es reconocido como el iniciador y uno de los principales impulsores de la filosofía intercultural, que entiende como algo más que una conversación entre vecinos o un diálogo de sobremesa en torno a lo divino y lo humano, y que no confunde con el multiculturalismo, que se limita defender la coexistencia de las culturas, y la transdisciplinariedad, ya que las culturas son algo más que disciplinas. En la interculturalidad no hay absorción de una cultura por otra, pero tampoco independencia, sino correlación. El método de la interculturalidad es el diálogo. Pero ¿qué tipo de diálogo? Con la originalidad conceptual que le caracterizaba, lo definía como diálogo dialogal y duologal, que implica confianza mutua en una aventura común hacia lo desconocido y aspiración a la concordia discorde. Este tipo de diálogo lleva a descubrir al otro no como un extranjero, sino como un compañero, no como un ello anónimo y despersonalizado, sino como un tú en el yo. Raimon Panikkar se entendía con todo el mundo, con creyentes y no creyentes, amigos y adversarios, discípulos maestros, con los sistemas de creencias, culturas y cosmovisiones, por muy diferentes que fueran, incluso dentro de la discrepancia, a través del amor y de la mirada limpia. ¡Excelente método para avanzar en el camino hacia la convivencia entre los pueblos y la paz, tanto interior como exterior! Termino con un texto del Libre d’ Amic e Amat del filósofo y místico Ramón Llull (1232-1315), precursor de la interculturalidad: “El pájaro cantaba en el huerto del amado. El amante llega y dice al pájaro: si no podemos entendernos el uno al otro a través de lenguajes, entendámonos entonces uno a otro a través del amor, ya que en tu canción mi amado es evocado en mis ojos”.
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