Cuando nos encontramos ante alguna palabra “gastada”, parece imprescindible recurrir a otras equivalentes, que puedan acercarnos más “limpiamente” a lo que aquel término quería vehicular.
En lo que se refiere a la palabra “espiritualidad”, es probable que rescatemos su contenido original, si usamos, de entrada, estas cuatro: interioridad, profundidad, transpersonalidad y no-dualidad. Interioridad es lo opuesto a banalidad. Dirige nuestra mirada hacia ese lugar, oculto a simple vista, pero del que brota la vida. Porque, como proclama el poeta argentino Francisco Luis Bernárdez, “lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”. Profundidad es lo opuesto a superficialidad. Habla de hondura que, en la literatura espiritual, coincide con la “altura”. Nos orienta hacia ese mismo y único lugar, liberándonos de la compulsión que nos mantiene en la superficie de las cosas, y del vacío que hay en su origen. Transpersonalidad es lo opuesto a egocentración. Si el ego se caracteriza por vivir pendiente de sus deseos y de sus miedos –no es otra cosa-, en un programa caracterizado por la defensa y el ataque, la práctica espiritual consiste en la desapropiación progresiva del ego. Y ello no ocurre gracias a algún tipo de voluntarismo, sino a un proceso creciente de comprensión: la práctica espiritual es también un proceso de autoconocimiento en profundidad. Hasta el punto de que, como dijera Bo Lozoff, “del camino espiritual, ningún ego sale con vida…, gracias a Dios”. El texto completo es el siguiente: “El verdadero desarrollo espiritual no es una tarea sencilla, segura ni cómoda. Ningún ego sale con vida de este camino, gracias a Dios”. No-dualidad es lo opuesto a separación dualista. La mente es necesariamente dual, porque sólo puede operar a partir de la separación sujeto/objeto, perceptor/percibido. Sin embargo, esa lectura de la mente, que sostiene al ego en la creencia de ser una entidad separada del resto, es un engaño. La realidad se halla interconectada en un Todo único, en un Abrazo no-dual que integra las diferencias. Muy brevemente, “espiritualidad” hace referencia a la dimensión profunda de lo Real, a aquello que no se ve de todo lo que se ve. Lo que vemos es únicamente el anverso; lo que no vemos –y, sin embargo, posibilita la visión- es el reverso. Pero todo es (somos) Uno-en-la-diferencia. Y, en su sentido más profundo, “espiritualidad” es idéntico a “humanidad plena” o “plenitud de vida”.
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