Mientras los sinópticos presentan el relato de la "multiplicación de los panes" como expresión de la compasión de Jesús, el autor del cuarto evangelio, sin negar esa dimensión, cambia la perspectiva: para él, es signo del propio Jesús como "verdadero pan de vida", que sacia el anhelo humano.
De ahí que reclame fe "en el que Dios ha enviado" y que culmine con una de las afirmaciones solemnes de este evangelio: "Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed". Es sabido que la consciencia mítica proyecta "fuera" lo que somos todos. Desde la dualidad característica de la mente, separa y fracciona lo real, a la vez que objetiva todo aquello que analiza. Para esa consciencia, somos seres separados y reducidos a la forma que la mente puede apreciar. Sin embargo, al no poder negar el anhelo de plenitud que experimentamos, lo que hizo la mente (religiosa) fue situarlo en el "exterior" y atribuirlo a un ente igualmente separado al que llamó "Dios". Siempre dentro de esa lectura, Jesús aparece como el enviado –y, a su vez, como Dios mismo, según la dogmática cristiana- que nos trae la plenitud anhelada (o salvación), en la medida en que creemos en él. Esta lectura constituye una interpretación o "mapa" que buscaba dar razón de nuestra verdad más profunda. Sin embargo, cuando percibimos los límites en los que se asentaba, nos resulta sencillo advertir el error al que conduce, si se la toma literalmente. De ahí que, apenas se modifica aquella perspectiva, el resultado es bien diferente. No existe nada separado de nada. Jesús, por tanto, es no-separado de nosotros. Lo que vemos en él, es lo que somos todos. Y lo que dice de sí mismo es lo que todo ser humano puede reconocer como su verdad más profunda. Somos plenitud, que jamás pasará hambre ni sed, aunque cuando nos reducimos a la "forma" que tenemos (yo), nos parece no ver otra cosa que carencia. Pero ese es solo un error de percepción, que nos lleva a reducirnos a lo que nuestra mente percibe. Con ello venimos a descubrir también que no hay nada "fuera" ni "separado" de lo Real. Eso era solo una ilusión mental, creada por el mecanismo de la proyección y formulada posteriormente como creencia. Lo que es, abraza todo y en todo se expresa. El propio Jesús es una "forma" más que nos ha ayudado a "ver" lo que somos todos.
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