Lo siento, no tiro cohetes al aire. He visto a un político con un mínimo de coherencia presentar su dimisión al no prosperar la ley en la que se había empeñado. Es cierto que Alberto Gallardón se había enrocado en exceso, pero también que ahora viene de testimoniar un cierto desapego del poder que le honra. Sé que no es popular señalar esto, pero uno escribe al dictado de dentro, no al albur de lo que predomina fuera.
Hubiera preferido en verdad la dimisión del ministro que defiende con dientes la agroindustria, o la del que en nada contribuye a que la paz se consolide en el País Vasco, o la del que promueve las corridas de toros, o la del que está cargado de acciones de la industria armamentística… Todo es más complicado de lo que a primera vista semeja. He de reconocer cierta valentía en un hombre que deja la política al no aprobarse lo que en conciencia él proponía. No, no me subo por las paredes de alegría por la dimisión del ministro de justicia. Por supuesto libertad de la mujer para decidir sobre su cuerpo, ¿pero ahí se acaban todos nuestros empeños? ¿Es esa libertad un valor absoluto? ¿Quién defiende el derecho del espíritu "non nato" a ver la luz en la tierra? ¿Nuestras libertades no finalizan donde arranca el dolor del otro? No apoyo la ley Gallardón, pero tampoco me alcanza ese gozo por el triunfo de la ley sobre el aborto que en estos momentos rige. Me alegraré en verdad cuando no haya que legislar sobre el aborto, cuando la sexualidad se asuma de una forma consciente y responsable, cuando vaya siempre acompañada del amor generoso y verdadero. De momento no hay triunfos, de momento es triste la legislación sobre el tema, ya sea más o menos restrictiva, porque hay cuestiones sobre las que no habría que legislar, sino por todos los medios tratar de evitar. Tiraremos cohetes cuando nadie se vea en la necesidad de frenar la nueva vida que quiere alcanzar esta tierra bendita a través de su vientre. Nos subiremos de alegría por las paredes, cuando desaparezcan todos los "check points" entre el más allá y el más acá; cuando toda alma que quiera aquí encarnar, vea su camino despejado, cuando alcance a sentir ya desde el vientre, el cariño, el amor y la ternura a los que tiene derecho. Sumemos a la vida más allá de ideologías y credos, abramos el camino a quienes descienden de las dimensiones sutiles, al margen de nuestras marcas pasajeras. Para que se abran los regazos, para que se agiten las cunas, para que las almas que ya están llegando puedan crecer y compartir, amar y servir en este tiempo, en medio de este mundo, a pesar de todo, únicos y maravillosos.
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