Cuando mi amiga me pidió el favor de trabajar en el diseño de un logo para “Christ the King”, pensé que podría ser fácil. Pan comido, como decimos. Pero resulta, que yo estaba pensando desde mi realidad, mi cultura y mi experiencia. Sin tomar en consideración el contexto y la vida misma de las personas a quienes se dirigía el logo.
Para un extranjero como yo, era en realidad todo un reto, pues implicaba adentrarme en el mundo simbólico y en el imaginario popular-religioso de la gente. ¿Cuáles son los símbolos, los colores, los códigos, con los que la gente identifica el Reino de Dios, el cielo, la esperanza y la vida más allá de las situaciones de muerte? Comencé por preguntar acerca de los colores… Me acerqué a Mama Elizabeth, catequista de la parroquia. - Jesús habló del Reino de Dios. Fue su proyecto hacer un mundo de hermanas y hermanos. ¿Qué color representa para Ud. el Reino de Dios? - El Reino de Dios tiene que ser… ¡verde! Pues cuando todo está verde, es porque hay agua. Si hay agua, nadie pasa sed. Si hay agua, si las lluvias son abundantes, las siembras dan fruto. Y todo es verde. Y si todo es verde, nadie pasa hambre. Las respuestas de las otras personas a las que entrevisté fueron más o menos similares. Aunque algunos me dijeron que el “cielo tiene que ser de todos los colores que existan sobre el mundo. Porque un solo color, es demasiado triste. Miles de colores, significan que hay fiesta; y el cielo tiene que ser una fiesta”. Curiosamente, le pregunté a una amiga misionera mejicana, sobre el color del Cielo. “Es azul” – me respondió. Fue la única, entre todas las personas a las que entrevisté, que me contestó de esa forma, es extranjera como yo. Es que en español no solemos distinguir entre ‘sky’ and ‘heaven’, como sí lo hace el Inglés: ‘sky’ es el cielo de las nubes sobre nuestras cabezas, y ‘heaven’ es el cielo, lugar de “residencia” de Dios. Al final, el logo quedó más o menos así: una cruz de puntas desiguales, jamás perfecta (porque lo imperfecto habla de las diferencias y de las originalidades de cada persona, de cada pueblo, de cada cultura), con un Jesús vestido con manta Masaai (de muchos colores), caminando hacia la cruz (porque Su Reino, se opone a los reinados de este mundo. Jesús no buscó el poder, ni la fama, ni las armas), por un camino verde, entre montañas de esperanza, a pesar de la muerte… Hay un proverbio Africano que reza más o menos así: “Donde otros sólo ven, hay siempre mucho más que mirar”. ¿Interesante, no? Es que cuando miramos las cosas, y los acontecimientos, a primera vista, vemos sólo lo superficial, pero más allá, siempre hay algo más. Hay algunos que piensan que ser cristiano, y que ser misionero, es solamente viajar, dar catequesis, o entrar a casas o lugares extraños. Algunos piensan que ser misionero es ir celebrando misas, bautizando a la gente, o preparar a los niños para la primera comunión, la primera confesión, la primera… ¡Nada más alejado de la realidad! “Hay mucho más que mirar”. Yo creo que ser misionero es tener los ojos, los sentidos bien abiertos, para darnos cuenta de que hay una realidad mucho más amplia de la que estamos acostumbrados a ver. En Kenya, donde vivo, diariamente me doy cuenta de ello. Tenemos vecinos musulmanes, detrás de nuestra casa tenemos una iglesia pentecostal, tenemos pastores y pastoras de iglesias anglicanas, y otras muchas iglesias de religiones autóctonas africanas. Al ser misioneros, no pretendemos que los demás crean en la forma como creemos, o que celebren la vida, y se dirijan a Dios de la forma como nosotros lo hacemos. Ser misionero es mucho más que eso. Es encontrar el punto común donde todos y todas descubrimos que somos hermanas, hermanos, ciudadanos de un mismo mundo, de un pequeño pueblo llamado planeta tierra. Ser misionero es tener un pensamiento global, abierto, y tolerante, respetuoso de todo aquello que es diferente y al mismo tiempo sagrado para los otros. Ser misionero es dejarse tocar por la conciencia del otro, y asombrarnos por la maravilla que, como seres humanos, somos. Estuve un par de meses en un proyecto misionero al sur de Kenya, en la frontera con Tanzania. Tierra Masaai, en plenas faldas del Kilimanjaro. En el patio de nuestra casa en Ilpartimaro, veíamos al atardecer las gacelas y avestruces. Y en la noche, podíamos escuchar el susurro de las hienas. De vez en cuando los elefantes pasan por allí, espantando a la gente… cuando andan en busca de agua. (Por cierto, los Masaai son un pueblo de pastores, para quienes Dios es Enkhai, que significa ‘la MADRE’ que todo lo ha creado.) Namanga se llama esta zona, y está seca actualmente, no ha llovido en meses. Los animales sufren, y sufren las personas. Pero la poca agua que tenemos, es el agua de la que todos bebemos. Un pozo al que las personas y los animales se acercan a beber. Lo importante es que todos somos criaturas, y debemos co-existir en armonía. Ese pozo es para mí, símbolo de lo que es la misión. Trabajar juntos para encontrar el pozo común del que todos podamos beber, no importa si eres musulmán, ateo o cristiano. Lo importante es darnos cuenta de que ese pozo de vida, que ese manantial, es el de la justicia, el del amor, la libertad y la esperanza. Sólo acercándonos a ese pozo, aceptando las diferencias y superando los miedos a lo diferente, podremos construir el Reino por el que Jesús luchaba. Sólo en ese pozo está la vida, sólo en ese pozo todo es verde. “Y cuando todo es verde, hay comida para todos, y todo es una fiesta”. Conocemos el mundo parcialmente. Conocemos el mundo desde las parcelas que han construido para nosotros: la cultura, la sociedad, la religión, la educación. Vemos al mundo desde la óptica de nuestras costumbres y razones. Y resulta que afuera, hay miles de expresiones, miles de costumbres y hábitos diferentes, maravillosos, hermosos. Algunos nos podrán chocar, algunas formas de vida podrán ser cuestionadas en razón del grado de humanidad que brinden; pero son producto de tradiciones y de respuestas ante la vida que son plenamente válidas. Existen millones de formas de celebrar, de danzar, de reír, de vivir los duelos y las tristezas, de cortejarse, y hasta de "hacer el amor". Existen miles de millones de formas de dirigirse a Dios(a), de invocarle, de rogarle, y de celebrar junto a Él o Ella, la vida, el amor, la justicia y la libertad. En ese pozo de vida… donde todos convergemos, con nuestras diferencias, vamos a beber de la esperanza, vamos a saciar la sed de la fraternidad, de la amistad y de la fiesta. Dios nos quiere libres, responsables y corresponsables de nuestra vida, nuestra historia, y nuestra Madre y Hermana Tierra. Sólo así, seremos auténticamente, misioneros de fe, de alegría y de esperanza.
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