Navidad, Navidad, dulce Navidad, los ángeles cantan y los pastores se vuelven a su majada tan muertos de hambre como vinieron. Parece como si los ángeles no se percataron de ese pequeño detalle y el Niño era demasiado pequeño para enterarse.
Pero le vino muy bien que sus padres fueran pobres artesanos y haber nacido en una cuadra. Le vino muy bien, porque ya desde el principio tuvo corazón de pobre, y se sintió bien toda su vida siendo pobre, y hasta llegó a decir "dichosos los pobres porque de ellos es el Reino". Más tarde fue creciendo, fue creciendo, palpó y sufrió la injusticia, la opresión, comprendió que su pueblo andaba "como ovejas sin pastor". No eran buenos pastores los políticos, ni los romanos ni el sanedrín. Todo se reducía a sacarles sus míseros dineros a los currantes, a los últimos, a los don nadie. Hasta el Templo bailaba a este son y se entretenía ofreciendo a su dios oro, incienso, bellas canciones y sacrificios, aprovechándose de la sumisión generosa y temerosa de la gente y engordando a su costa. Y un día se dijo: "esto no puede ser, los hijos de mi Padre se merecen más, mucho más". Y se echó a los caminos, a poner las cosas claras mientras arreglaba como podía los problemas de algunos miserables. Pero sabía muy bien que lo que fallaba era el sistema. Y no precisamente porque la organización política y económica estuviera mal, dirigida a hacer más ricos a los ricos y hundir más en la miseria a los más pobres... No sólo era eso. El problema estaba más adentro, en el corazón de piedra de los poderosos, en su asquerosa necesidad de poseer cada vez más, en la ausencia de honradez y de compasión, en el desprecio de los humildes. Descubrió que, para cambiar esto, el templo era inútil, más bien estaba al servicio del sistema. Ni la Ley de Dios bastaba, porque la habían acaparado los sabios doctores y la deformaban a su gusto, ni tenía ningún efecto la santidad de los fariseos, que sólo pensaban en ellos mismos, ni sería suficiente una revolución armada, porque eso siempre produce los mismos efectos: primero muchos odios, muchas muertes y más miseria, y después el retorno de lo mismo, en que sólo ha cambiado quiénes son los ricos, pero los pobres siguen siendo los mismos. Y lanzó una revolución, mucho más profunda: cambiar los corazones. Fue tan ambicioso que puso en marcha "el Reino de Dios", o sea una humanidad que viviera con los valores que le gustan a Dios, que no sólo creyeran en dios sino que le hicieran caso, y de corazón. Aunque acabaron matándole no fracasó. De él nació un movimiento contagiado de sus ideas: pobres, honestos, enganchados a su Proyecto, decididos a vivir a su estilo, que cambian el yo por el nosotros y quieren contagiarlo a todos. Nació la Iglesia y en muchas partes y tiempos humanizó fuertemente a la sociedad, aunque en otros momentos se fue olvidando de Jesús y se pareció cada vez más al Templo de Jerusalén, a los doctorees estériles, a los fariseos, hasta a los romanos opresores. Y mire usted por dónde, después de siglos de terribles errores, doctrinas filosóficas que poco se parecen a las parábolas, de esplendores imperiales y templos/palacios... de tantas otras aberraciones, la Iglesia despierta. Despierta desde abajo, desde los más marginados, desde los curas y monjas y catequistas, que tienen contacto y consciencia de la miseria y la injusticia. Su voz se hace tan fuerte que hasta resuena en las alturas del poder jerárquico y de la ciencia teológica: resuena en los sublimes e indigestos mensajes de los papas, en los formidables documentos de los concilios, y va madurando hasta hoy, cuando en lo más alto del poder eclesiástico vuelve a sonar, inmaculado como un niño y afilado como una espada, el mensaje de Jesús. No me resisto a copiar un párrafo de J.M. Castillo: "Yo leo y releo el Evangelio. Y lo que en él encuentro, en cada página de ese gran relato, es que el centro de las preocupaciones de Jesús no fue la religión del templo, sino el sufrimiento de la gente de la calle. Justamente, lo que no se cansa de repetir el papa Francisco. Este papa extraño que, de pronto, se ha hecho presente en la escena mundial. Para recordarnos a todos -empezando por el clero- que, por muy importante que sea la asignatura de religión en la enseñanza, es mucho más apremiante remediar el hambre y atender a la salud de niños, ancianos y enfermos". Lo dijo, más sencillo y más provocativo, el mismo Francisco: "Lo primero para los cristianos es que no haya niños muriendo de hambre. Después ya nos preocuparemos de nuestras diferencias doctrinales". Estoy seguro de que algunos (sabios y santos, desde luego) se habrán horrorizado, porque se habrán dado cuenta de que se pone el servicio al prójimo por encima del dogma. Lo harán porque nunca se han enterado de que hasta los mejores del Antiguo Testamento habían descubierto que "no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti y que en eso consiste toda la ley y los profetas" Navidad, navidad, dulce navidad. Buena Noticia para los últimos, para los que sufren, para los de abajo. Significa simplemente: mantened la esperanza, Dios está con vosotros. Mala noticia para los de arriba. Significa, alarmantemente: ¡cuidado!, Dios no está con vosotros. Preocupante noticia para la Iglesia. Significa ¿con quién estás? ¿con Jesús o con los que le crucificaron? Feliz navidad, hermanos.
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