Maximino Cerezo: “Los profetas se dan fuera de la estructura eclesiástica” por: José Manuel Vidal11/13/2012 “El lenguaje de la liturgia sólo lo aguantan los viejos, a los jóvenes les es totalmente ajeno”
“La gente pide que haya más vocaciones, pero el seminario es una institución obsoleta” Maximino Cerezo es un teólogo y artista de la Liberación consagrado. Es claretiano y tiene su obra repartida por medio mundo, pero afirma que América Latina “le dio la vuelta”. Amigo de Pedro Casaldáliga, destaca de él su “fe radical, no teórica”, y asegura que “los profetas se dan fuera de la estructura eclesiástica”. Gran conocedor de Latinoamérica, Maximino opina que “el nivel cultural de Hugo Chávez es superior al de muchos jefes de estado de Europa”. Y para el viejo continente desea una renovación litúrgica: “La gente pide que haya más vocaciones, pero el seminario es una institución obsoleta”. ¿Cómo surgió tu vocación por la pintura? ¿Desde pequeño? Bueno, sí. De chiquillo hacía garabatos con más o menos éxito. Luego estudié el bachillerato religioso en Gijón, donde había un ambiente artístico bastante importante, propicio para desarrollar arte. Empecé a pintar como aficionado, y seguí trabajando con los claretianos. ¿Te diste cuenta de tus cualidades desde niño? Me atraía pintar. Era el encargado de destrozar los libros de mi padre haciendo dibujos en las páginas blancas. Era una afición que luego se fue consolidando. Cuando estudié Teología descubrí que era un mundo que me fascinaba. Ahí entré en contacto con varias revistas, con los dominicos de Francia… ¿Tu vocación religiosa surgió después o al mismo tiempo que la vocación artística? No tiene nada que ver. Mi vocación religiosa surgió en un campamento de Juventudes, hablando con un cura capellán que me empezó a dar la tabarra. Me hizo pensar un poco, y luego me decidí. La verdad es que a lo largo de mi vida he querido compaginar las dos vocaciones. ¿Y crees que lo has conseguido? Por lo menos lo he intentado. No es fácil. Me ha costado disgustos, porque he hecho coincidir las dos vocaciones en el mundo de los pobres, de la Liberación. Y eso me ha dado una oportunidad que no todos los artistas han tenido. Ser sacerdote y sentir la llamada del mundo de los pobres, y sentir que, procediendo de un mundo rico como es el europeo, optas por el mundo de los pobres, y quieres transmitir lo que está sucediendo en ese mundo… para mí ha sido muy importante. Yo antes de ir a América pintaba como pinta toda la gente de aquí: cosas muy aéreas, el color y los temas muy a la Europea… Hasta que el mundo de América Latina me dio la vuelta. ¿En la época de Europa coincidiste con Kiko Argüello? Sí, los dos estábamos haciendo Bellas Artes en la misma época. Yo era de un curso y él de otro, pero nos juntábamos. Ahí se produjo el cambio de Kiko Argüello, que aparecía ante los alumnos como un ateo, hasta que fue a hacer cursillos de cristiandad y los cursillos le cambiaron totalmente. Entonces llevaba a todo el mundo a rezar y a hacer vía crucis a todo el mundo a una iglesia que hay en la calle Alcalá. ¿Pictóricamente era bueno? Sí. Ahora se ha metido en esas cosas bizantinas, a reproducir iconos… Era buen pintor, pero reproducir ahora en las pinturas religiosas las formas de los iconos, me parece que es estar fuera de época. Es una pintura que no representa en absoluto al mundo de los pobres. Sin embargo, Rupnik también va en esa línea de pintura angelical casi desencarnada. Sí, desencarnada. Estuvimos un tiempo trabajando juntos, pero luego nuestros caminos fueron muy divergentes. Para mí América fue vivir y nacer de nuevo. ¿Pero te convertiste al mundo de los pobres en una experiencia que hiciste en Filipinas? Sí. Bueno, todo el mundo siempre se está convirtiendo. Yo tuve muchas conversiones en mi vida, pero una de ellas fue, efectivamente, en una isla del sur de Filipinas muy chiquitita. En una tarde le das la vuelta a todo el perímetro de la isla. Ahí fui invitado por el obispo de la diócesis o de la prelatura, que vino por España cuando yo estaba haciendo Bellas Artes. Me invitó a pintar y a hacer unos trabajos en una catedral que estaba construyendo, entonces fui inicialmente por tres meses, pero la cosa se prolongó y estuve más tiempo allí. Entonces estaba viviendo como un cura, en el peor sentido de la palabra: estaba en un colegio mayor de director espiritual, tenía mi coche particular, era profesor de Bellas Artes, capellán y profesor de arquitectura… en contacto con los universitarios hijos de papá, pero en un ambiente en que ya se notaba el cambio respecto a España, donde los grises entraban en la universidad y en los colegios a fichar a la gente. Entonces, fue un salto muy importante. ¿En esa catedral sigue su pintura? Es un mural-mosaico. Iba a hacer una pintura, pero fracasé porque el fondo de la pared estaba hecho de cemento y arena, pero arena con sal del mar. Y no pudo ser. Entonces lo convertí en un mosaico y también hice las vidrieras y un vía crucis. ¿Y la conversión definitiva a los pobres entonces fue en Latinoamérica? Cuando yo vivía aquí estaba dándole vueltas al tema de la universidad. “Esto no es para mí”, me decía. Ante el mundo, me preguntaba qué hacía yo perdiendo el tiempo con esos chavales que me llamaban por la noche porque tenían la duda espiritual de si es pecado besar a la novia. O eso, o me hablaban de masturbación. Sin ningún tipo de interés social. Cuando yo vine de Filipinas, la provincia acababa de aceptar una zona muy abandonada en la zona del sur de Perú, en la selva. Pero no había gente. Los que lo llevaban querían dejarlo, entonces el obispo fue a Roma y habló con los claretianos, y ellos empezaron a distribuir a sacerdotes y provincias. Pero tampoco encontraban gente. Entonces yo fui y dije que quería ir, y en principio me dijeron que no, que yo estaba en la universidad, que era el menos indicado para ir… Insistí, y al final me encargaron buscar más gente. Me mandaron por las casas, por los colegios, a buscar gente joven… Fui a hablar con ellos y conseguimos un equipo de seis. Nos fuimos a Cóbreces e hicimos un retiro allí. Entonces era el año 68, cuando tuvo lugar el encuentro de Medellín, tan importante. En ese mismo año se fue al Mato Grosso Pedro Casaldáliga. Y dos años más tarde fui yo a América Latina. ¿Con Pedro siempre tuviste una química especial? Sí. Somos de provincias diferentes, él catalán y yo del norte, pero trabajamos juntos en una revista de testimonio de la que Teófilo Cabestrero era el redactor jefe, Pedro el director y yo el director artístico. Estuvimos en el mismo equipo trabajando durante 3 o 4 años, y de ahí surgió una relación muy íntima y personal, muy fraterna. No sólo como la de dos frailes que se conocen, sino algo más profundo: amigos que coinciden en muchas cosas. Para mí fue muy importante el testimonio de Pedro, y la llamada de América puede que en parte venga de ahí. ¿Coincidíais incluso en la vena artística? ¿Tus pinturas podrían complementar sus poesías? ¿Hay una especie de simbiosis? Sí, hay una relación especial. El primer libro de poesía que sacó se lo ilustré sin tener idea de cómo era Brasil. Pero a través de sus propios poemas, cuando posteriormente conocí Brasil, me di cuenta de que había tenido bastante visión intuitiva de lo que era el mundo donde se movía Pedro Casaldáliga. ¿Qué tiene Pedro para seducir tanto? Una enorme personalidad y una fe radical, no teórica. Una fe de compromiso profundo con la pobreza personal y con la pobreza como solidaridad con el mundo de los pobres. Y con las causas de América Latina y el mundo de la Liberación. Pedro se identificó totalmente con ello. ¿Por qué ya prácticamente no hay gente como él, no hay profetas? Pregúntale al Espíritu Santo. Aunque no sé si va a responderte. Se acaban los profetas. Saldrán, supongo, de otro momento histórico, porque si creemos en el Espíritu Santo, no va a dejar a la Iglesia así. Pero este momento es antiprofético. Ahora estamos en la segunda esclavitud del Pueblo de Dios, la Babilonia. ¡Y la gente sigue pidiendo vocaciones, que vayan al seminario! Cuando el seminario es ya una institución obsoleta, acabada. Meter a la gente en el seminario es negar el profetismo. Los profetas se dan fuera de la estructura eclesiástica. ¿Cómo se puede cambiar esto? No lo sé. Pero tengo esperanza de que se cambie. En la época de Pío XII estábamos peor que ahora, y de pronto vino un Papa que lo puso todo patas arriba. ¿Habrá que esperar a que pase otra cosa así? Sí. El Espíritu sopla cuando quiere y donde quiere, nadie sabe a dónde va. Cuando más preocupado estás, aparece de pronto. ¿Qué quieres transmitir con tu pintura? El color fuerte lo aprendí del mundo latinoamericano, muy diferentes a los grises o los ocres que yo utilizaba aquí. Esos colores puros y vivos los aprendí a utilizar en América Latina, como los utilizan las mujeres que hacen telas en Guatemala. Lo que yo quiero transmitir con la pintura es un modo de ser de Dios que se concreta en la humanidad de Jesús de Nazaret. No es un Dios lejano o ausente, sino un Dios que se humaniza en Jesús. Pero no para toda la humanidad en general, sino a partir de la opción por los pobres. ¿Un Dios al que se le ve en tu pintura incluso sufrir y llorar como los pobres? Claro. Jesús estaba continuamente anunciando la Pasión a sus discípulos y ellos no lo entendían, y además tenían miedo a preguntar. Lo que yo intento transmitir es la situación pascual del pueblo latinoamericano: entre la vida y la muerte. Una muerte que lleva a la resurrección, como de hecho el pueblo latinoamericano está resurgiendo tantas veces. La sangre de tantos mártires causados por la persecución de tantas dictaduras militares está produciendo una serie de grupos pequeños, pequeñas comunidades eclesiales de base que están repartidas por todo el territorio latinoamericano, quizá con otro nombre (grupo de reflexión, comunidad cristiana…), que están retomando la bandera que llevaban en la mano los que empezaron la lucha. ¿O sea que no es verdad lo que nos dicen a veces de que se ha muerto la Teología de la Liberación? No. ¿Podría decirse que, por el contrario, está fructificando la liberación de los pueblos, por ejemplo, frente a Norteamérica? Sí. Pero de manera diferente al concepto de liberación que teníamos en los años 60 o 70, que era más bien la liberación del problema económico de la gente, la pobreza material. El mundo de la Teología de la Liberación se ha ampliado entre los indígenas, el pueblo afro-americano, las mujeres… El mundo de los pobres no se acaba en el límite económico. Evo, Lula, Chávez… ¿emergen de ahí, de ese mismo magma? Lula sí. Y Chávez también. Y Correa. Correa tuvo mucho contacto con los pensadores latinoamericanos de Ecuador, y con el mundo teológico de Europa. Chávez es de lo jefes de estado más intelectuales que tenemos actualmente en América Latina. Su cultura es superior a la de muchos jefes de estado de Europa, como la de Fidel Castro. Pero en Europa se le da un tratamiento completamente opuesto. Claro, pero, ¿quiénes le tratan así? Los que tienen intereses. Económicos, normalmente. Mira cómo tratan también al pobre Evo, que es un tipo de mucha categoría. Lo mismo que hacían con el mexicano de Chiapas, el subcomandante Marcos: tratarlos de locos. Así nos luce el pelo a los europeos. ¿A dónde vamos, tanto a nivel social como eclesial? ¿Cuáles crees que son las tendencias? Creo que vamos hacia pequeñas comunidades que vivan intensamente la fe a través de un proceso de conversión. Con un compromiso de vida austera, con el horizonte ecológico que hemos descuidado durante mucho tiempo. Creo que vamos abandonando el triunfalismo del cristianismo como régimen de Constantino, para llegar a la pequeña semilla que decía Jesús, que va a crecer pero sin pretender más cosas. ¿Hemos perdido la batalla cultural, de la belleza, de la literatura…? Nuestra forma de hablar es totalmente incomprensible para el mundo de hoy. Con los conocimientos astronómicos que tenemos, ¿qué significa eso del “Dios de arriba”? Hay un lenguaje que manejamos en la liturgia y en las eucaristías que es totalmente ajeno a las generaciones jóvenes. Los viejos lo aguantan, pero son los únicos. Hay sacerdotes (no son los del Opus ni los Legionarios) que acompañan al pueblo, y que van haciendo que la gente mayor salte de la época del catecismo a una visión post-conciliar. Y van entrando poco a poco. Yo colaboro con Emiliano Tapia, que es un párroco de aquí de Salamanca que lleva un barrio popular y dos pueblitos rurales. Estamos intentando formar a un grupo de adultos en una visión diferente. Así he encontrado, aquí, un ambiente muy similar al de América Latina. Pero es muy especial. Emiliano Tapia no se parece a la mayoría del clero de Salamanca. Trabaja en la cárcel, lleva a su casa a los internos que están en régimen de tercer grado, da de comer a unas 20 personas sin papeles (latinoamericanos, nigerianos, árabes…). El mundo de los pobres también está aquí, y también es un desafío. A parte de esa labor catequética y solidaria, ¿sigues pintando? Sí. Acabo de hacer un cuadro para uno de esos pueblos rurales. En lo último que estoy pintando los personajes tienen rasgos un poco mestizos. ¿Ya te vas acercando a Europa? Un poco. Pero todavía sigo pintando muchas cosas para América Latina. TITULARES: El mundo de América Latina me dio la vuelta La fe de Pedro Casaldáliga es radical, no teórica La gente pide que haya más vocaciones, pero el seminario es una institución obsoleta Los profetas se dan fuera de la estructura eclesiástica Chávez es de lo jefes de estado más intelectuales que tenemos actualmente El nivel cultural de Chávez es superior al de muchos jefes de estado de Europa, al igual que el de Fidel Castro El lenguaje de la liturgia sólo lo aguantan los viejos, a los jóvenes les es totalmente ajeno
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