CREO sinceramente que si la Iglesia jerárquica quiere afrontar el tema del celibato, en vistas a un replanteamiento de la Institución deberá sin duda comenzar por escuchar la voz de las mujeres”, asegura María José Arana, religiosa del Sagrado Corazón de Jesús, doctora en Teología y diplomada en Sociología por la Universidad de Deusto. María José ha sido párroco de la Parroquia de vizcaina de Aranzazu y presidenta del Fórum Ecuménico de Mujeres Cristianas de Europa. Entre sus numerosos trabajos e investigaciones figura Mujeres Sacerdotes ¿por qué no? Reflexiones históricas, teológicas y ecuménicas.
María José Arana considera que, una vez más, la cuestión de las mujeres en la Iglesia queda relegada. “La deuda que la Iglesia jerárquica tiene con ellas viene de mucho más lejos, es más urgente y sangrante y sin embargo ahí sigue”, apunta con voz crítica. Porque ni el asunto del diaconado femenino ni el del presbiterado es dogma de fe. “Es más, hay huellas en la práctica de la Iglesia antigua que nos hablan de la presencia de diaconisas y presbíteras. Y sobre todo, la cuestión de la mujer ha evolucionado enormemente en la sociedad civil y la Iglesia se ha quedado a la zaga”, asegura con conocimiento esta profesora en la Facultad de Teología de Gasteiz y en el Instituto de Teología y Pastoral de Bilbao. ¿Y LA VOZ DE LAS TEÓLOGAS? Esta teóloga, perteneciente también a otros grupos de mujeres cristianas como el Foro de Estudios sobre la Mujer, se pregunta “por qué la Iglesia jerárquica no acude al trabajo que muchas mujeres teólogas hemos realizado ya sobre el tema: por qué no escuchan a tantas mujeres vocacionadas; por qué no ven la aportación positiva que su presencia supondría en la Institución sacerdotal que sin embargo se empobrece clamorosamente por su falta”. Una opinión compartida por el exjesuita José Luis Erdozain, alma materde la revista Eliza Herria Eliza 2000 quien considera inadmisible que en pleno siglo XXI, en una Institución como la Iglesia católica lo de la paridad brille por su ausencia. “La mujer está excluida totalmente de la jerarquía eclesiástica; es un anacronismo casi medieval que en este siglo se siga negándole a las mujeres que puedan ser presbíteras, obispas”. Para Erdozain, el tema del celibato no es problema principal, sino “la igualdad hombre-mujer en el seno de la institución católica. Esto supondría un cambio profundo de concepción de Iglesia. Hay muchísimas mujeres y religiosas, las de convento y las de la calle, que tienen una gran vocación de servicio y carisma y una enorme capacidad de reconciliación, características claves para el sacerdocio: Las mujeres pueden tener la misma vocación sacerdotal que los hombres”, asevera. En el debate sobre la ordenación de las mujeres suelen aportarse diversos aspectos -argumentos bíblicos, teológicos, derechos humanos…-, “sin embargo existe uno que casi no se tiene en cuenta y que me parece fundamental: la misma vocación sacerdotal”, añade Arana. Pablo VI negó rotundamente que las mujeres pudieran tener auténtica vocación sacerdotal: “Por muy noble y comprensible que sea, no constituye todavía una vocación”. Y sin embargo -añade Arana- hay hoy, y hubo en el pasado, mujeres que afirmaron sentir en lo más hondo de su ser la llamada del sacerdocio “y muchas de ellas vivieron esta negativa con profundo dolor e impotencia: Santa Catalina de Siena, Santa Teresita y otras muchas”. Todas ellas sintieron el sufrimiento de esta imposibilidad y lo “sublimaron” en una vivencia de sacrificio similar al pensamiento de Pablo VI… “¡Un dolor! Hoy en día son ya algunos cientos las que se ordenan al margen de lo que diga Roma, aunque son excomulgadas. La vocación sacerdotal tiene un contenido antropológico y teológico. Es una autentica llamada. Por eso, muchas mujeres se sienten recortadasen algo muy íntimo. Quieren ser sacerdotes y no pueden”, exclama con dolor.
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