La prensa ha dicho que Luis Santamaría deja el sacerdocio por amor, y he dado un brinco en la silla al leerlo. Y he pensado en Jesús de Nazaret: ¿Dejó el Reino por María o fue María Magdalena una de las personas que encendió su sed de reino, y recorrió con él el camino, y le amó hasta la cruz, y tomó por la cruz el relevo, y empezó una marcha que sigue hasta hoy, en la verdadera iglesia?
No sé si la formulación viene de Luis, o de la prensa, pero es muy desafortunada. Por amor no se deja el sacerdocio, sino al contrario: por amor se es sacerdote, y si Luis ha encontrado al “amor” y quiere compartir con él su vida será más sacerdote, porque el primer sacerdocio de la Iglesia (1 Ped, Hbr, Ap) no es de unos ministros “ordenados” de tipo jerárquico (¡que pueden ser anti‒sacerdotes), sino el de todos los cristianos que aman como Cristo. En esa línea, Luis puede ser ahora más sacerdote, más iglesia, si su amor es hondo, si es cristiano, haciendo camino de evangelio de dos en dos, como manda Jesús.
Luis Santamaría, a quien conocí antes de conocerle (imagen: María saca del sepulcro a Jesús) Él era seminarista de Zamora, con otros dos compañeros, hace ahora exactamente veinte años. Pues bien, por estos días de aquel 1999, me llamó su profesora de griego en el IES de Zamora, mi amiga Auxiliadora Moreno de Vega (fallecida hace poco), gran “maestra”, inmensa cristiana (digna de ser canonizada, que había sufrido también a causa de cierto estamento clerical). Y hablamos una tarde 20 años, eran vísperas de Santiago. Me había llamado para hablarme de Luis Santamaría y de dos compañeros seminaristas, alumnos suyos de griego. Me dijo que eran lo mejor que había tenido en muchos años, en especial Luis: El chico que hubiera querido como novio de joven, el hijo que ahora me gustaría tener. Dentro de tres meses vienen a la Facultad de Teología, y me han dicho que serás su profesor de religiones, cuídalos; que sean personas en libertad, cristianos. No sé si lo hice, si fui para ellos, y en especial para Luis, un testimonio de libertad cristiana y evangelio. El tema es que, pensándolo bien, las cosas que Auxiliadora me dijo de Luis (de su inteligencia, bondad, es inquietud cristiana…) se han ido cumpliendo, y se cumplen especialmente ahora. Vuelvo al tema del 21. Leo la noticia y le pongo a Luis un correo.Me responde de inmediato: “que perdonemos, que nos lo quería haber dicho personalmente, pero que se han metido en medio “los medios” y que lo han publicado, que nos tenemos que ver, que un beso a Mabel… (Mabel, más cristiana que yo, les había dicho a los dos, simplemente “felicidades, me alegro por vosotros”… Yo tenía una cuenta pendiente con Luis Santamaría Fui profesor suyo, pronto amigo y luego colega a pesar de la diferencia de años. Yo hubiera querido que fuera profesor de teología o teólogo a lo “duro”. Pero quiso serlo “a lo maduro”, especializándose en el riesgo de las sectas, con la exigencia de presentar ante ellas un evangelio de libertad.. Estaba ya entonces, hace 20, dedicado al estudio de las “sectas” y habría creado, con un par de amigo, un portal llamado “hemerosectas” (que se ha convertido lego en RIES: Red Internacional del Estudio de las Sectas), cuando los demás apenas sabíamos los rudimentos de la Informática y de los Medios Digitales. Controlaba el tema, de tal forma que (un poco a escondidas) yo me hice su alumno, y así entré en los medios, aunque a remolque, siempre un poco tarde, con una diferencia en nuestro enfoque de la teología ‒ Luis veía más el riesgo de las sectas, es decir, de convertir el cristianismo y un tipo de cultura religiosa moderna (y la misma Iglesia) en una secta, algo que te “come el coco”, te destruye por dentro y te manipula… como una especie de Satán Moderno. Las sectas son como “manos de Satán”, tentáculos que te chupan la savia de la vida, te impiden pensar, ser y amar (para pensar, ser y amar en libertad están las Iglesia, y en especial la Catolica…). Él ha llegado a ser quien mejor conoce el tema. ‒ Yo andaba y ando más metido en la teología “positiva”, no en el riesgo satánico de las sectas de diverso tipo, sino en el ofrecimiento de amor y libertad de Jesús… Quizá estoy equivocado, o soy más ingenuo, pero he pensado que el riesgo de las sectas no es tan grande y así he querido y quiero desarrollar un evangelio de la libertad cristiana, del amor liberador, de la “redención de cautivos” (no sólo de los de fuera, sino de los de dentro de la Iglesia). ‒ El año 2007/2008 estaba yo un diccionario‒enciclopedia de religiones… y le propuse el tema a Luis, hacerlo a cuatro manos. Yo escribiría la parte positiva de las religiones como libertad de vida, él la parte negativa, es decir, del riesgo sectario de iglesias y grupos…que se aprovechan de Dios y de Cristo para tener a la gente sometida. Se lo propuse en serio, pero dijo que no podía, que le parecía que el no estaba preparado etc. (él tenía entonces unos 29/30 años). Fue una oportunidad perdida, y lo he lamentado muchas veces. (Como yo tenía el tema ya maduro, se lo propuse a mi amigo Vicente Haya y escribimos a 4 manos el Diccionario de las tres religiones, Verbo Divino, Estella 2009, que es una cosa muy digna, pero distinta). Desde entonces nos hemos visto varias veces (menos de las que yo hubiera querido), en Salamanca, aquí en San Morales (creo), en Zamora (en sus parroquias, en especial en la de San Pedro de la Nave, con Mabel y dos hermanos mío). La vida nos ha ido escorando hacia líneas distintas; yo voy organizando y escogiendo mis equipajes (para la gran marcha), Luis empieza ahora su auténtica andadura, aquella de la que me hablaba Auxiliadora (q.e.p.d), hace 20 años. La nueva marcha de Reino y el sacerdocio de Luis Santamaría No sé lo que piensa o piensan hacer, Luis y su pareja, pero, conociéndole como le conozco, estoy seguro de quieren hacerlo y lo harán por amor, es decir, por evangelio, por la auténtica iglesia, para ser libertad y no secta. No sé quién es su pareja, no se lo he querido preguntar por ahora (ya hablaremos). Sólo sé lo que ha dicho la prensa “que deja el sacerdocio por amor”. Eso significa, a mi juicio, que lo deja por el evangelio, que eso es el amor y, sabiendo lo que sé, me atrevo a hacer unas reflexiones en voz alta, que valen para Luis y para el conjunto de la Iglesia.
Permíteme, Luis, que te cuente algo que nunca he contado por escrito. Conoces a Mabel, mi mujer, y te agradezco el cariño que le tienes. Pues bien, estábamos ella y yo, hace 16 años, como estáis tú y la persona que te ama (a la que amas, y a la que quiero des un arbazo de mi parte y de la de Mabel) y por la que dices que dejas un tipo de ministerio por amor (y encontrarás por amor un ministerio más alto). Un día recibí una carta de un “amigo” a quien creo conoce, uno de los cuatro amigos de Job, ya sabes, aquellos que le echaban la culpa de sus males y le decían que se arrepintiera y que hiciera penitencia (¡estoy ahora traduciendo a Job!). También yo tenía cuatro o cinco amigos como los de Job, y resulta que uno me escribió una larga carta. Ese “uno” de los cuatro era un “top‒ten” de la Iglesia de España, de los “diez principales”, o si quieres uno de los “top‒four”, así reconocidos por propios y extraños, más acá y más allá del Pirineo. Perdona que no te diga el nombre, aún no han pasado 50 (era uno de los hombres más influyentes de la Iglesia). Me escribió una carta con razones a las de los cuatro amigos de Job (Elifaz, Bildad, Zofar… y el “cuarto terriblea”). Yo no soy Job, y no tengo hígado para aguantar la carta, así que le dejé sobre la mesa, por la larga mitad… Salí a dar una vuelta y al entrar encontré a Mabel encendida y llorando. Encontró la carta abierta (escrita a máquina) y leyó hasta el lugar donde empezaba a decir: Y esa mujer que te está sacando… (y seguía en la línea de Zofar, uno de los cuatro “doctorcitos” de la iglesia)… Le dije a Mabel que no hiciera caso, que ese “nuevo Zofar” era un hombre psicológicamente enfermo, muy de iglesia y poco cristiano… Mabel le conocía bien, había sentido su “cuidado paterno”, descubriendo ahora que todo era mentira, pues no la llamaba ni siquiera por su nombre (esa mujer…), en una línea famosa de Iglesia-Clero, que no daba ni da nombre a las mujeres, sino que (por mucha retórica que emplee) las sigue tomando como inferiores, enemigas de clérigos y curas..., en línea de “prostitución”. Han pasado 16 años; yo no he terminado de leer la carta de un hombre "papal", y a Mabel le ha costado mucho dolor curar esa herida mentirosa, poco humana, mucho menos cristiana, de mala iglesia Yo pasé página entonces y la paso ahora. Como he dicho, no terminé la carta, no sé si la tengo en algún cajón perdida. Era mentira lo que decía (ese mujer que te está sacando…): ni ella me sacó, ni yo la saqué, sino que nos encontramos en camino de más fidelidad al evangelio. Por ella soy lo que soy, somos Iglesia de verdad. Mira Luis, no todos son así, como ese “top‒four”, pero hay algunos y quizá te hagan sufrir. No te dejes vencer por ellos. Vive el amor con libertad, de dos en dos (si Dios os bendice en la unidad de la misión del evangelio), al servicio del amor abierto, por encima de todas las sectas (incluso de un tipo de iglesia que no es la Iglesia de Jesús sino gran secta). Postdata 2. De una amiga que viene de Zamora, sobre María Magdalena Una amiga, que quizá conoces, que viene de un pueblo de Zamora, aunque no es originaria de Zamora, ha comentado una postal mía de FB en la que yo hablaba de la Iglesia de María Magdalena. Quizá sus palabras te valgan. Ellas pueden ayudaros a ser, los dos, tú y tu “amor”, como María Magdalena, en un camino antiguo y nuevo de Iglesia. Dentro de un par de días pondré yo también en RD y FB mi visión del nuevo comienzo en amor de la Iglesia: Emimaría Castellano Herrero: (cf. también https://www.facebook.com/emimaria.castellanoherrero) XXI siglos de Historia del cristianismo manteniendo en el "desván" de la Iglesia a María Magdalena, la mujer escogida por Jesús para anunciar su resurrección a los Discípulos. Mas de 2000 años es ¡demasiado! tiempo (prácticamente todo el tiempo de la Iglesia) como para no sentir estupor, incredulidad, y una rabia inmensa. No es posible a estas alturas, evitar el pensamiento de que, mucho de lo que ocurre en la Iglesia hoy, se debe precisamente a este cristianismo jerarquizado y androgénico que durante tanto tiempo a mantenido silenciadas a las mujeres contribuyendo así a la marginación secular en la que hemos estado sumidas. Pero no es mi intención hablar desde este plano, lo digo más bien como un dato, cuanto menos sorprendente, dado su significado para todas las mujeres que han creído en Jesús. Y sí, yo soy de las que creo, que la Iglesia debería pedir perdón a las mujeres por este olvido intencionado que nos ha traído hasta aquí y que ha cristalizado como Tradición, uno de los pilares reconocidos por el Concilio Vaticano II como “parte de la Palabra revelada por Dios” que no fue escrita como el resto del Nuevo Testamento. Esto es así de fuerte. Son muy interesantes los esfuerzos de investigación que últimamente se están llevando a cabo a nivel histórico, litúrgico, exegético, teológico e incluso cinematográfico (con diferente acierto), sobre la figura de María de Magdala. Lo que sigue, es una reflexión muy personal, hecha desde la contemplación orante (amorosa), y desde el deseo ardiente de que Magdalena (y con ella todas las mujeres), seamos sacadas del desván y puestas en el centro de la casa de la Iglesia. Ya parece que está claro, que María Magdalena, no puede ser confundida con los otros personajes con los que se la identifica. Su perfil, ciñéndonos solo al Evangelio, es el de una mujer que ha vivido una experiencia de encuentro personal con Jesús (había sido liberada de algún mal) que sigue al Jesús itinerante (es libre, emancipada), que escucha atentamente sus palabras (le llama “Maestro”), que forma parte del grupo de Jesús (le acompañaban algunas mujeres que les asistían con sus bienes), que no le abandona nunca (está al pie de la cruz), que le ama profundamente, (quiere abrazarle), que como todos los demás llora su muerte (no acaba de entender que Jesús resucitaría) y que finalmente, es la elegida por El para ser testigo y apostol de la resurrección (Aparición del resucitado). Resumiendo, ella supone una novedad increible en aquel movimiento mesiánico lleno de nombres propios masculinos, que rompe con los estereotipos existentes. El mismo san Pablo, sin nombrarla, tendrá que reconocer sí o sí, esta realidad singular que liga a Jesús y a Magdalena, diciendo que “Ya no hay diferencias entre el varón y la mujer” (Gál 3,28). 2000 años después, seguimos empeñados en mantener las diferencias (con honrosas excepciones) que vienen por el lado social y no justamente por el evangélico. Esta situación (colocados en el plano de la fe y no simplemente en el de las reivindicaciones sociales), me lleva a comprender el inmenso poder que tienen las circunstancias en la vida de la Humanidad. Vislumbro en el horizonte la posibilidad de que las nuevas generaciones descubran lo que significa que “todos somos uno en Cristo Jesús”. Esta verdad lanzada al viento tiene el poder revolucionario de hacernos comprender la médula del Evangelio: “lo que hacéis con uno de estos, conmigo lo hacéis”. Estamos todos inevitablemente unidos, formando un sólo cuerpo (el de Jesús). Lo que nos hacemos unos a otros se lo hacemos a El. El en nosotros y nosotros en El. No simbólicamente, sino realmente. Es lo más atrevido y novedoso que uno se puede echar a la cara, pero esto es lo que supone la Encarnación de Dios. María Magdalena pudo ser….¡y no fue! quien inaugurara este escandaloso mensaje. Lo cierto es que XXI siglos despues, ni religiosa ni socialmente hemos conseguido superar estas diferencias.)
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