¡¡Ven, ven Señor, no tardes!!
El mundo tiene necesidad urgente de tu segunda venida Señor. ¡Qué duda cabe! La evidencia sobra. La locura humana parece no tener límites, los hombres nos volvemos implacables contra nuestros propios hermanos, otros contra pueblos enteros y se ensañan con los inocentes. La pobreza de millones ya no conmueve, las pestes se dispersan y se provocan enfermedades con intensiones malthusianas. Se destruyen y se adueñan de la creación; el aire limpio y las aguas vitales ya no son gratuitas, escasean; la atmósfera es violentada y la vida cada vez más es una hazaña. Los mares se agitan, la tierra se estremece y las montañas estallan como reclamando por la adoración de tantos ídolos; son los señoríos de economicismos, nacionalismos y fanatismos religiosos. ¡¡ Ven, ven Señor Jesús, no tardes !! Hay nuevos faraones que esclavizan a tu pueblo; son los dueños de todo. Sus capataces exigen más y más adobes, con los que se construyen imperios y fortalezas. Es tan absurdo. Muchos quieren ser capataces o verdugos. Nos engañan con ilusiones y olvidamos que, con nuestras mujeres y con nuestros niños y ancianos seguimos siendo esclavos. Demasiados se acostumbran y se rinden, van quedando en el camino, y a nadie le importa. Antes éramos solidarios, ahora somos ajenos e indiferentes. Nos atontan con demasiadas cosas y muchos pierden el sentido. ¡¡Ven, ven Señor Jesús, no tardes!! Los maestros de la Ley están más severos que nunca, las cargas que ponen sobre los hombros de sus hermanos y hermanas son insoportables. Pontifican impertérritos con leyes ininteligibles, maltratan a tu pueblo con amenazas, los llenan de pánico, especialmente a los más débiles, a los pobres y a los sencillos. Bendicen a sus amigos y maldicen a tus predilectos. Se han unido a los faraones y han repletados sus graneros, se levantan monumentos a sí mismos y adoran al dinero, acumulan tesoros de barro, mientras cosechan honores y pleitesías. Viven ávidos de poder y hambrientos de gratitudes y favores. Conducen a tu rebaño por oscuras quebradas y los abandonan en el desierto. Con sus báculos golpean a las ovejas, las hieren y las expulsan del rebaño, les niegan tu comida y tu bebida, y entonces vagan sin rumbo. Se llenan con deliciosos manjares y sus copas se derraman de abundancia. Las víctimas ya no son sólo pobres, huérfanos y viudas, hay ahora una enormidad de nuevos rostros marginados. ¡¡Ven, ven Señor Jesús, no tardes!! Llevamos demasiados advientos y seguimos clamando justicia y libertad, mientras algunos se lucen con tus palabras. ¡¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!! Se llenan de pompa, de ritos y sermones, de hermosas palabras vacías. Mientras el pueblo hambriento de Ti, sigue esperando. Ven, ven Señor. Ven a reinar entre tu pueblo, que a ratos -para muchos- el hastío se torna insoportable. Ven, ven Señor, que te esperamos.
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