Decir algo. Celebrando la finitud que nos abre al encuentro, y que nos urge, nos espolea, no hay tiempo que perder, el único tiempo es hoy.
Decirle algo a la vida que nos invita, que se nos ofrece pura promesa, vértigo, catarata. Irrefrenable. Nos pide coraje para lanzarnos, para soltarnos del todo y dejarla hacer. Con lucidez, soltar lo maduro, dejar nacer, no abortar. Decirle fiat, abandonarnos a la nueva alfarería. La vida esperando, o nosotros mismos, nuestra propia verdad aún por descubrirse, profundidades mayores que buscan cauce. Tanta semilla cerrada, tanto brote por venir. Somos infinitos. Y el cuerpo, el reloj, el calendario, que nos recuerdan que somos también límite, postergaciones, quiebres, quistes de los que necesitamos liberarnos para abrir fecundidades alternativas. Somos humanos, síntesis en proceso, cargados de ardor, paz de fuego. Y la vida y tú, que nos ofrecen las llamas, ser hasta el colmo, forzando tensiones. Ser cada vez más concientes de los límites, gozar cada día más nuestro infinito. Sabernos en contacto con lo eterno, con la Vida con mayúsculas, que nos atraviesa y también se descubre a sí misma en cada faceta única -que eres tú y soy yo. Ida y vuelta. Flujo. Ciclos, abrir-cerrar, caminar-detenernos, pronunciar-hacer silencio. Espacios de plenificación. Vacíos que convocan a la creación nueva. Y si es breve qué. Habrá que descubrir un modo de concentrar el tiempo, de vivir en kairós, para que quede la simiente derramada, para que más y más semillas se partan. Habrá que aprender mayores fidelidades, para que no se escape ni uno de tus gestos amorosos, para ser testigos y transparencia, con y entre otros, de tu amor que todo lo hace eterno. Habrá que regalarlo todo en liturgia de brasas, para que el fuego valga más de lo que cueste. Habrá que derramar toda la sangre, para no llevarnos nada a donde ya no sirve. Habrá que transpirarlo todo, e inundar de sudores la casa de todos. Habrá que amar a tu manera, para que sea tu amor el que brille en los quiebres y en las potencias. Habrá que dejarse traspasar de viento para hacernos transporte de semillas de humanidad. Habrá que caer en la cuenta, ésta/éste soy, hasta aquí llegué, y dejarnos multiplicar por el encuentro. Tenemos miedo del límite, pero más aún de nuestro propio infinito.
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