Las religiones nunca se han llevado bien con los derechos humanos. Unas y otros han estado en permanente conflicto. Pero han sido las religiones las que más resistencias han opuesto a los derechos humanos por considerar que eran contrarios a los derechos divinos o, al menos, entraban en competencia con el reconocimiento que se le debía a Dios. Las declaraciones de los derechos humanos, empero, no ha reaccionado de la misma forma, sino que han demostrado un respeto escrupuloso hacia las religiones, ya que uno de los derechos que con más celo ha respetado es el de la libertad religiosa.
Pues bien, hoy la actitud de las religiones hacia los derechos humanos es hoy uno de los criterios decisivos para reconocer su relevancia o irrelevancia social, su significación o insignificancia ética, su aceptación o rechazo en la sociedad. En este artículo analizaré, primero, las dificultades y los problemas de las religiones con la teoría y la práctica de los derechos humanos, para, a continuación, mostrar las aportaciones que las religiones pueden hacer a los derechos humanos a partir del testimonio y del mensaje de algunos de sus líderes. 1. Problemas de las religiones con los derechos humanos Antropología pesimista . Las religiones tienden a considerar a los seres humanos dependientes de su creador, sin autonomía en su modo de ser, pensar y de actuar. La persona es pecadora a los ojos de Dios y necesita redención. La imagen que las religiones tienen del ser humano suele ser pesimista y negativa. Este difícilmente puede ser portador de dignidad y sujeto de derechos. Más bien lo es de deberes y obligaciones, expresados en los distintos códigos religiosos en forma de prohibiciones y de castigos, no sólo temporales, sino también eternos. Para que las religiones reconozcan a los seres humanos como sujetos de derechos tienen que cambiar de concepción antropológica. De lo contrario, seguirán estando en las antípodas del paradigma de los derechos humanos. Fundamentación El fundamentalismo religioso contrapone el derecho divino a los derechos humanos y reconoce a aquel: a) superioridad, al haber sido revelados por Dios; b) inmutabilidad en razón de su origen divino; c) plenitud, ya que posee todos los elementos necesarios para la consecución de sus fines; d) universalidad, ateniendo al carácter universal de la revelación. Jerarquización de los seres humanos en función de las creencias Las religiones tienden a establecer diferencias entre los seres humanos en función de las creencias; diferencias que, a la postre, desembocan en desigualdad y generan procesos de discriminación y exclusión. Se distingue entre creyentes de la propia religión y creyentes de otras religiones. Los primeros son considerados elegidos por Dios y gozan de todos los privilegios que la divinidad tiene reservados a sus fieles. Los miembros de otras religiones son tenidos por inferiores y son objeto de castigos. Las diferencias se tornan más acusadas todavía entre creyentes y no creyentes, llegándose a afirmar que estos se encuentran en el error y no pueden ser sujetos de derechos, conforme a la lógica agustiniana: “el error no tiene derechos”. Otra tendencia es a establecer rígidas jerarquías en el seno de las religiones entre las autoridades. que dicen representar a Dios y los fieles creyentes, que deben acatar sumisamente y poner en práctica de manera escrupulosa las directrices emanadas de lo alto. Los primeros gozan de todos los derechos; para los segundos todos son deberes. Conflictos en el plano institucional En el plano institucional se producen permanentes conflictos entre el poder legislativo y las autoridades religiosas, que tienen por inmodificables determinados principios morales que, a su juicio, pertenecen a la ley natural. Las autoridades religiosas suelen oponerse a leyes sobre el divorcio, la interrupción voluntaria del embarazo, el matrimonio de homosexuales, la investigación con células madre embrionarias, al tiempo que no reconocen legitimidad a los representantes del pueblo para legislar sobre esas materias. Transgresión de los derechos humanos en el interior de las religiones Las religiones se resisten a defender a reconocer los derechos sexuales y reproductivos y a practicar los derechos humanos en su seno alegando que deben obedecer los preceptos emanados de sus respectivos textos sagrados, que expresan la voluntad de Dios, y no tienen por qué someterse a declaración humana alguna de derechos. La mayor dificultad de las religiones para con los derechos humanos está en su propia organización, que no es democrática, sino jerárquico-piramidal, hasta el punto de transgredir constantemente los derechos humanos en su seno alegando, en el caso de la Iglesia católica, que a) es de institución divina, b) se mueve en el terreno espiritual, y no político, y c) y su funcionamiento no es equiparable al de otras instituciones civiles. Yo me pregunto: ¿Cómo puede querer Dios la democracia y los derechos humanos en la sociedad y no en las instituciones religiosas? Concepción homófoba de los derechos humanos Las religiones tienen una concepción homófoba de los derechos humanos. Ponen límites al amor entre personas del mismo sexo. Reducen el modelo de pareja, de familia, de matrimonio al modelo heterosexual Rechaza Ponen límites a las identidades sexuales: No reconoce la identidad bisexual, ni la transexual, ni la homosexual. La única orientación conforme a la ley divina y a la ley natural es la heterosexual. Concepción patriarcal y androcéntrica de los derechos humanos Para las religiones Dios es el fundamento de los derechos humanos. Y Dios es representado como varón: sus atributos son varoniles; sus cualidades son masculinos; sus sentimientos, los propios del hombre. A es ál a quien le corresponde la visibilidad, la autoridad, la racionalidad, la representatividad La masculinidad de Dios como fundamento de los derechos humanos convierte a éstos en derechos masculinos, de los que las mujeres son remedo e imitación. A ellas las religiones no suelen reconocerles como sujetos morales, políticos, jurídicos. Solo lo son por delegación del varón, y en la medida en que se sometan a la concepción patriarcal de los derechos humanos. Líderes religiosos en defensa de los derechos humanos. Pero esta es solo una cara de las religiones. Hay otra que se traduce en la defensa de los derechos de los empobrecidos y excluidos por mor de la globalización neoliberal y de cuantas personas y colectivos son marginados por razones de género, religión, etnia, cultura, clase social, identidad sexual, etc. No pocos de los líderes que trabajan en defensa de los derechos humanos y de la justicia social en el mundo pertenecen a distintas tradiciones religiosas y espirituales y, con frecuencia, basan su lucha en las creencias religiosas que profesan. En el cristianismo destacan personalidades como Martin Luther King, Desmond Tutu, Oscar A. Romero e Ignacio Ellacuría. Luther King asumió la resistencia no violenta contra la discriminación racial y la defensa sus derechos civiles. Lideró la marcha de 29 de agosto de 1963 a Washington, donde pronunció su emblemático discurso Tengo un sueño, en el que llamó a luchar por la justicia y por todos los derechos de los seres humanos y contra la pobreza en que vivían las personas negras. En 1968 fue asesinado. Para Desmond Tutu, la base del igualitarismo de la Biblia radica en la idea de que todo pertenece a Dios y de que todos los seres humanos tienen igual dignidad. A partir de ese principio protagonizó la lucha contra el apartheid y por la igualdad de derechos de blancos y negros en Sudáfrica. Monseñor Romero denunció los abusos del gobierno salvadoreño que legitimaba la violencia hasta convertirla en uno de los pilares del Estado y mantenía a las mayorías populares en una situación crónica de pobreza estructural. Condenó a los escuadrones de la muerte, al Ejército y a los gobernantes (católicos) por la represión llevada a cabo contra la población campesina. Defendió un cambio de estructuras que permitiera un mejor reparto de la riqueza e hizo constantes llamamientos a la reconciliación. El 24 de marzo de 1980 era fue asesinado. Ignacio Ellacuría fue uno de los principales teóricos de los derechos humanos de la teología de la liberación y uno de sus más comprometidos defensores en El Salvador. Los derechos humanos son algo debido a toda persona y vienen exigidos por la unidad real de lo humano. Su disfrute o carencia condicionan sobremanera el desarrollo de cada persona. La liberación integral de las mayorías populares constituyen el ámbito de su defensa y ejercicio. Murió asesinado, junto con cinco compañeros jesuitas y dos mujeres salvadoreñas en 1989. En el islam son numerosos los líderes religiosos comprometidos en la defensa de los derechos humanos desde el interior mismo de la fe musulmana. Muhammad Jatami, presidente de la República Islámica de Irán (1997-2005) aboga por el diálogo de civilizaciones y considera que los derechos humanos son uno de los mayores logros del mundo actual, que la democracia no tiene significado sin su reconocimiento y que deben ser respetados los valores religiosos y culturales. En la defensa de los derechos humanos, especialmente de las mujeres, destacan también Fátima Mernissi y Shirin Ebadi: la primera, por sus investigaciones históricas sobre el origen de la misoginia en el islam y por su crítica de la discriminación de las mujeres en el mundo musulmán; la segunda, por su compromiso con los derechos humanos, especialmente de los niños y niñas, y por la liberación de las mujeres en Irán desde el interior del islam. Dentro de la tradición hindú brilla con luz propia Gandhi, que defendió los derechos humanos a través de la resistencia cívica y de la no violencia activa teniendo como fundamentos de su lucha el deber y la fe en Dios. La obediencia a la ley divina exige resistir a las leyes injustas. La protección de los derechos humanos es, para él, inseparable de la de derechos de la naturaleza y de los animales. Fue asesinado en 1948. La vieja tradición de la hospitalidad y de proteger a la viuda, al huérfano y el extranjero sigue viva hoy en el judaísmo y se expresa a través de movimientos que luchan contra la ideología discriminatoria del “pueblo elegido” y la “tierra prometida”. y de mujeres judías que lideran la lucha por su emancipación en el movimiento feminista. En el budismo hay movimientos y personas que reformulan sus principios éticos en el horizonte de los derechos humanos, siguiendo la tradición del Buddha, que defendió la igualdad de todos los seres humanos y se opuso a la estructuración de la sociedad en castas. Dos ejemplos luminosos son el monje vietnamita Thich Nhat Hanh, que sensibiliza a sus seguidores en la conciencia de la fraternidad y el Dalai Lama, uno de los principales referentes mundiales en el trabajo por la paz y el diálogo interreligioso. Leer los textos sagrados de las religiones a la luz de los derechos humanos Las religiones deben ser las primeras interesadas en luchar contra las tendencias fundamentalistas instaladas en su seno, ya que el fundamentalismo no es inherente a las religiones, sino que constituye una de sus más graves patologías, al tiempo que es el factor que más las desacredita. Por eso, es necesario leer los textos sagrados a la luz de los derechos humanos, desde la perspectiva de género, en clave ecológica y con el compromiso y la voluntad de trabajar por la paz y la justicia. Esta lectura hermenéutica de los textos fundantes de las religiones constituye el mejor antídoto contra los fundamentalismos. Las religiones deben subordinar sus textos legales: Libro de los Muertos, Vedas, Cuatro Nobles Verdades, Tao, Torá, Talmud, Sermón de la Montaña, Corán, Shari’a, etc., a unos mínimos éticos de los seres humanos y de la naturaleza. De lo contrario, y por mor de la preservación de la pureza de su lenguaje, de su doctrina, de sus cultos y de su moral particular, lejos de ser patrimonio de la humanidad por la regla de oro formulada en todas ellas, se convertirán en enemigas de la humanidad y de la naturaleza1. Una lectura fundamentalista de los textos “sagrados” de las religiones constituye la más crasa negación del mensaje que quieren trasmitir. El literalismo textual desemboca derechamente en falseamiento de sus enseñanzas para hoy. Me parece importante aplicar el principio de reciprocidad, compartido por las grandes tradiciones religiosas: trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti. Los derechos humanos, la diversidad cultural, la defensa de la naturaleza, la justicia y la solidaridad: he aquí el horizonte en el que deben interpretarse los textos religiosos. Sin olvidar la libertad, pues como dice El Quijote “no hay en la tierra contento que se iguale a alcanzar la libertad”. A su vez, la teoría y la práctica de los derechos humanos deben estar abiertas a las aportaciones creativas de las religiones, no ciertamente en sus tendencias fundamentalistas, sino a partir de sus mejores tradiciones humanitarias y ecológicas. No se olvide que las actuales declaraciones de los derechos humanos surgen en el horizonte de una tradición religiosa, la judeo-cristiana, tienen sus raíces en las filosofías griega y romana y están formuladas conforme a una tradición cultural, la occidental-humanista. Tradiciones todas ellas que tienden a subrayar con mayor intensidad la dimensión personal e individual que la social y comunitaria, y suelen descuidar la dimensión ecológica. + Es necesario incorporar los valores de las demás tradiciones religiosas: el vivir conforme a la naturaleza del taoísmo; la ética de la alteridad y de la reciprocidad en el trato humano del confucionismo; la armonía con el todo del hinduismo, la compasión, la interdependencia y el camino medio del buddhismo; la defensa de la tierra, el respeto a la naturaleza y la ética del buen vivir de las religiones indígenas, etc. Sin olvidar la esperanza y el recuerdo de las víctimas del judaísmo, la opción por los excluidos y la ética liberadora del cristianismo y la hospitalidad y los deberes sociales del islam. Juan José Tamayo es autor de “Religiones y derechos humanos”, en id., Fundamentalismos y diálogo entre religiones, Trotta, Madrid, 2009, 2ª ed., pp. 3205-273; y director de Diez palabras clave sobre derechos humanos, EVD, Estella (2005).
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